jueves, 26 de febrero de 2015

EL ESPACIO Y EL TIEMPO EN LA TECTÓNICA DE PLACAS

EL ESPACIO Y EL TIEMPO EN LA TEORÍA DE LA TECTÓNICA DE PLACAS

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx

1. Introducción

Ante nuestra sensibilidad lo que percibimos es la sucesión temporal y la coexistencia espacial de los mismos océanos y continentes -unos a lado de otros-, desde hace millones de años, desde que la especie humana apareció, y seguramente esto ocurre incluso antes de que surgiera el hombre primitivo, hace más de dos millones de años. Sin embargo, el conocimiento científico, no se detiene en la apariencia -inmovilidad de océanos y continentes- de las cosas percibida por la sensibilidad, sino que se mueve a la esencia -movilidad de océanos y continentes-, tal como lo hizo la Teoría de la tectónica de placas.


La distribución espacial de océanos y continentes aparentemente ha estado inmóvil; sin embargo, la Teoría de la tectónica de placas, ha demostrado que en realidad la distribución espacial de continentes y océanos, se mueve gradualmente en algunos centímetros y al cabo de muchos millones de años, aparecen cambios repentinos –saltos- que transforman radicalmente la distribución espacial de océanos y continentes. Así pues, los continentes y océanos se han estado moviendo desde hace mucho tiempo, durante la prolongada historia geológica de la Tierra estimada en 4500 millones de años.

La movilidad de océanos y continentes ha fluctuado entre súper-continentes y super-océanos. Como la Tierra es finita, es evidente que la separación de océanos y continentes no puede prolongarse al infinito, en algún momento tendrán que unirse para dar origen a otro súper-continente y a otro súper-océano. Al parecer se trata de un proceso cíclico que dura aproximadamente 500 millones de años.

La distribución de océanos y continentes se produce por fuerzas contradictorias. Específicamente, se trata de la energía interna de la Tierra derivada del calor de su interior que por el proceso de convección emerge a la corteza terrestre para mover las placas litosféricas y generar la formación de océanos y continentes.

Con el movimiento de la distribución espacial de océanos y continentes, aparece la sucesión y duración de los procesos, dando así origen al tiempo, como otra forma de existencia de la materia en movimiento.

Tanto la distribución de océanos y continentes, como la sucesión y duración de los mismos –tiempo- tienen como fundamento la movilidad de las placas tectónicas, que en su interacción genera los principales procesos geológicos y su expresión lógica es la Teoría de la tectónica de placas.


2. Análisis


2.1. Tiempo y espacio en las doctrinas catastrofista y uniformista

La concepción del tiempo y más específicamente la edad de la Tierra, fue crucial para el surgimiento del catastrofismo y el uniformismo. Si la Tierra era “joven”, implicaba que los procesos geológicos tendrían que ser repentinos; en cambio si la Tierra es “vieja”, significaba que los eventos geológicos tendrían que moverse lentamente.

Macías (2002), explica que la tentativa más célebre para determinar la edad de la Tierra la realizó el obispo anglicano James Ussher, con base en la genealogía descrita en el Antiguo Testamento; en 1650, determinó que la creación de la Tierra se produjo exactamente al anochecer del sábado 22 de octubre del año 4004 a.C.

La datación de la Tierra, se oficializó con su publicación en 1658 y su incorporación como pie de página de la Biblia en 1701. A partir de ésta fecha, la edad de la Tierra se aceptó como verdad absoluta e indiscutible.

Las ciencias naturales, particularmente la Geología y la Paleontología, aportaban cada vez más evidencias que contradecían la “juventud” de la Tierra, por lo que para no contradecir el dogma religioso, tuvieron que inventar el catastrofismo, para explicar en tan breve tiempo la formación de multitud de estructuras que conforman el paisaje terrestre.

Pelayo (2008), afirma que el padre del catastrofismo geológico, es el paleontólogo francés George Cuvier. De la comparación anatómica de formas fósiles y actuales, no encontró gradaciones, por lo que dedujo la extinción masiva de los seres del pasado, producto de una catástrofe geológica, dejando un “vacío” ocupado por los seres actuales.

Cuvier desarrolló la hipótesis del Catastrofismo con las evidencias observadas en la cuenca del río Sena de París. Observó estratos geológicos sucesivos de sedimentos marinos y continentales, lo que lo indujo a pensar que en el pasado habían ocurrido cataclismos geológicos que exterminaban a las especies existentes y su posterior relevo por nuevas especies.

De las observaciones geológicas de Cuvier, se deducía que la Tierra había pasado por una serie de catástrofes universales que alteraban radicalmente la configuración del paisaje terrestre y producían la extinción masiva de las especies vivas existentes. Las catástrofes, verdaderas revoluciones geológicas del pasado, eran producidas por fuerzas de la naturaleza y sus consecuencias eran devastadoras para los organismos vivos. Después de cada catástrofe, la Tierra se había poblado con nuevas especies vivas. Según Cuvier, la última catástrofe, es el diluvio universal  registrado en la Biblia. Así pues, el catastrofismo está estrechamente asociado al dogma religioso.

En lo referente a la extensión, uno de los atributos del espacio, el catastrofismo explicaba la formación de las estructuras geológicas, principalmente las formas del relieve –montañas, valles, depresiones, etc.-, como producto de movimientos repentinos –violentos- de la corteza terrestre que actuaban en períodos de tiempo relativamente breves.

Los rasgos propios que identifican al catastrofismo, se presentan en la figura 1.

Imagen 1. Catastrofismo

En la imagen 1 se leen los rasgos esenciales de la doctrina catastrofista. Se trata de un paradigma geológico, definido principalmente por la temporalidad de la Tierra. Particularmente considera una edad de la Tierra de alrededor de 6,000 años, que "casualmente" coincide con la genealogía del Génesis de la Biblia, dato que se aceptaba por fe y no por argumentación científica, ya que el contexto en el que apareció el catastrofismo, fue de una elevada influencia de la religión en las actividades científicas y lo más importante era la autoridad de la Iglesia, en lugar de recurrir a la autoridad de la razón.

La contra-parte del catastrofismo fue el uniformismo, doctrina geológica que la sucedió temporalmente en la primera mitad del siglo XIX, la cual negó el origen brusco y repentino de los procesos geológicos y la sustituyó con  una concepción gradualista en la explicación de los eventos naturales.

Moffat Ian (1982), explica que los uniformistas creían que los procesos de erosión y depósito que pueden observarse operando en la superficie de la Tierra, habían actuado de manera muy similar en el pasado geológico. Charles Lyell –fundador del uniformismo- estaba convencido de que ninguna otra causa ha actuado desde los tiempos más primitivos a los que podemos alcanzar hasta el presente, sino sólo aquellas que están ahora actuando, y las causas jamás actúan con diferentes grados de energía de la que ahora ejercen.

Gradualmente, la doctrina uniformista empezó a dominar la ciencia geológica. En 1830 Lyell, uno de los principales partidarios del uniformismo, definió la Geología como "la ciencia que investiga los sucesivos [tiempo] cambios que han tenido lugar en los reinos orgánico e inorgánico de la naturaleza, que investiga las causas de estos cambios y la influencia que han ejercido en la modificación de la superficie y la estructura externa de nuestro planeta”.


El uniformismo representa un salto –cambio cualitativo- en el movimiento del conocimiento geológico y dialécticamente niega a su antecesor –el catastrofismo- como paradigma en la explicación de los procesos geológicos. Al igual que el catastrofismo, detrás del uniformismo está la temporalidad, particularmente la edad de la Tierra, como de sus rasgos propios que lo identifican. Concibe a los procesos geológicos –principalmente físicos y biológicos- como resultado de cambios graduales que se producen lentamente durante un período de tiempo muy prolongado. En este sentido, la edad de la Tierra no se reducía a los 6000 años estimados por el catastrofismo y por la genealogía bíblica, sino que se trataba de una edad que se cifraba en millones de años.

En lo relativo al espacio, particularmente en la extensión –tridimensionalidad-, una sus propiedades fundamentales,  el uniformismo, la explicaba como consecuencia de movimientos paulatinos de la superficie terrestre, para dar origen a las principales formas del relieve de la superficie terrestre.

El objeto de estudio del catastrofismo y del uniformismo se había circunscrito a las formas del relieve de la superficie terrestre – montañas, valles, cuencas, etc.- y su transformación por acciones de la fuerzas del agua y de la gravedad terrestre, que conjuntamente producían los procesos de erosión de los suelos y su posterior acumulación en sedimentos en las partes bajas de las cuencas, principalmente, las continentales. Pero, habían dejado de lado las principales formas del paisaje terrestre, como son la distribución espacial de los océanos y continentes, a tal grado que para la mayoría de geólogos a mediados del siglo XIX,  tenían la creencia que la coexistencia de continentes y océanos, había sido la misma, durante millones de años, debida en gran parte al predominio del paradigma uniformista, que consideraba las estructuras del paisaje de la superficie terrestre, como resultado de cambios graduales prácticamente imperceptibles durante períodos muy prolongados de tiempo, para los que la duración de la dimensión temporal de la sociedad humana era insuficiente. 

Los principios esenciales que caracterizan al paradigma uniformista, se muestran en la imagen 2.
Figura 2. Uniformismo

El uniformismo tuvo enorme influencia no solo en los procesos geológicos físicos -vulcanismo, orogénesis, terremotos, etc., sino también en la explicación de los procesos biológicos. Acorde con el uniformismo de Lyell, Darwin se declaró partidario de dicha doctrina geológica y lo que influenció en su doctrina de la evolución, en la que negaba los saltos o cambios bruscos.

El uniformismo como paradigma geológico prevaleció durante todo el siglo XIX, y es en su contexto en el que se desarrolló la visión inmovilista de los procesos geológicos, particularmente la distribución relativamente constante de océanos y continentes.

2.2. Espacio y tiempo en la hipótesis de la deriva continental

2.2.1. Origen y desarrollo de la hipótesis de la deriva continental

La hipótesis de la deriva continental, expuesta por primera vez por Wegener en 1912 y desarrollada posteriormente en 1915 en su monumental obra: El origen de los continentes y los océanos, hasta la última edición en 1929, constituye todo un desafío al paradigma que le precedió identificado con el inmovilismo de los continentes y océanos.

En su obra mencionada, explica “en las páginas que siguen se hará un primer intento provisional de interpretar los principales caracteres de la superficie terrestre, es decir, los continentes y las cuencas oceánicas, mediante un principio genético global, el principio de movilidad horizontal de los bloques continentales. Donde teníamos antiguas conexiones de tierra firme que se hunden en la profundidad de los océanos, aceptaremos ahora la ruptura y separación de los témpanos continentales. Así, la imagen que obtenemos de la naturaleza de la corteza terrestre es nueva y en cierto sentido paradójica, pero como se mostrara no carece de fundamento físico”.

La hipótesis de la deriva continental como se la conoce en los medios científicos y académicos, la presentó él como la ruptura y separación de los continentes y consecuente movilidad horizontal.

En seguida continúa: “Por otro lado, las numerosas simplificaciones y las sorprendentes interrelaciones solo se hacen patentes después de un análisis preliminar de los principales resultados geológicos y geofísicos, y solo por esa razón considero justificado, incluso necesario, reemplazar la vieja hipótesis de los continentes hundidos por una nueva, puesto que parece ser más convincente, y porque su ineficacia se hace ya evidente mediante su antítesis, a saber, la permanencia de los océanos. A pesar de estar bien fundamentado, considero el nuevo principio como una hipótesis de trabajo y me gustaría que se viera como tal, al menos hasta que sea posible probar por posicionamientos astronómicos con una precisión indudable que los desplazamientos horizontales continúan en la actualidad. Además, no es superfluo señalar que esto es un primer esbozo. Un examen más detallado de la hipótesis nos enseñará probablemente que es necesario modificarla en muchos aspectos”.

La hipótesis de la deriva continental se observa en la imagen 3.

Imagen 3. Hipótesis de la deriva -movilidad espacial- continental


La movilidad espacial de los continentes expuesta por Wegener en 1912, se muestra en la anterior imagen, la cual consiste en la explicación tentativa -hipótesis- basada en la existencia de un mega-continente hace millones de años, que posteriormente se fragmentó, para dar origen propiamente a la movilidad horizontal de los continentes hasta su configuración actual. Las evidencias empíricas principales que sustentaron la hipótesis de la deriva continental fueron de naturaleza geométrica -encaje de las costas de los continentes-, fósiles, climáticos, geológicos -rocas- y orogénicas -montañas-.

La existencia de un súper-continente llamado Pangea, se presenta en la imagen 4.

Figura 4. Pangea y la hipótesis de la deriva continental

La movilidad de los continentes, Wegener, la presenta como la antítesis del viejo paradigma de la permanencia o inmovilidad de la distribución de océanos y continentes, incapaz de explicar racionalmente los nuevos datos de los procesos geológicos y biológicos. Además, la presenta como una hipótesis de trabajo susceptible de modificaciones en correspondencia con los nuevos datos de los hechos empíricos.

La deriva continental –movimiento horizontal- de los continentes, fue una hipótesis revolucionaria en su tiempo y posteriormente se transformó en una teoría geológica revolucionaria que explicaba racionalmente los principales procesos geológicos.

2.2.2. Conversión de la hipótesis de la deriva continental en teoría

Las evidencias fósiles de plantas y animales, geológicas –rocas-, climáticas y geométricas -encaje de los continentes en ambos lados del océano Atlántico-, utilizadas por Wegener para sustentar la hipótesis de la deriva continental, no fueron suficientes para transformarla en una teoría geológica científica, ya que solo sustentaban la posible existencia hace millones de años de su mega-continente, que posteriormente se fue desmembrando para dar origen a los continentes actuales.

Imagen 5. Evidencias de la hipótesis de la deriva continental


Las evidencias empíricas, mostradas en la imagen anterior, utilizadas por Wegener no fueron suficientes para convencer a los geólogos de su tiempo para convencerlos de la hipótesis de la deriva continental.

Las pruebas verdaderas para que la hipótesis de la deriva continental, tenían que estar relacionadas con la movilidad espacial de los continentes y océanos. Específicamente, se trató de las pruebas paleo-magnéticas de las rocas continentales, las cuales confirmaron el movimiento espacial  de los continentes (figura 6) y la movilidad espacial del fondo oceánico (figura 7).

Imagen 6. Movilidad espacial de Norteamérica y Europa


La movilidad espacial de los continentes europeo y norteamericano, derivada del magnetismo de las rocas, está expresada por la trayectoria casi paralela de los movimientos de los continentes, de tal manera que si se retrocede en el tiempo prácticamente se fusionan en un continente único, a partir del cual se inicio el movimiento horizontal de los bloques continentales. Esta si es una prueba de la hipótesis de la deriva continental.

En la imagen que sigue (7) se muestra la movilidad espacial del océano, generada por el ascenso de magma que al emerger sobre la corteza oceánica se desplaza lateralmente y en su movimiento arrastra a las placas tectónicas. Esta es otra prueba más de la hipótesis de la deriva continental y de la movilidad espacial de los océanos.

Imagen 7. Movilidad espacial del fondo oceánico


Con las evidencias aportadas por Wegener y otros geólogos, así como las pruebas de la movilidad espacial de los continentes y la movilidad del fondo oceánico, la hipótesis de la deriva –movilidad- continental se transformó en la teoría de la tectónica de placas, toda una revolución en la ciencia geológica que explica racionalmente la movilidad espacial y la transformación recíproca de océanos y continentes, así como otros fenómenos geológicos, tales como: volcanes, montañas, valles, cuencas, etc., a través de la interacción –movimiento- de las placas tectónicas (figura 8).

Figura 8. Principales placas tectónicas


En la imagen 8 se observan las principales placas en las que está fragmentada la litosfera terrestre, las cuales en su interacción mueven espacialmente a los océanos y continentes y producen los más importante procesos geológicos, como son volcanes, terremotos, montañas, cuencas, tsunamis, etc.


 3. Discusión

Por mucho tiempo se percibió y se pensó que la distribución espacial de océanos y continentes era inmutable, es decir que carecía de movimiento y por consiguiente de historia. Permanentemente aparece ante nuestra sensibilidad, principalmente, en mapamundis e imágenes de satélites, con la misma distribución de continentes y océanos. Sin embargo, la hipótesis de la deriva continental transformada en teoría de la tectónica de placas, ha demostrado y explicado racionalmente los procesos geológicos más importantes, como son: la movilidad espacial de océanos y continentes, todas las formas del relieve terrestre, volcanes, terremotos, etc.; a través de la interacción de las placas tectónicas en las que se encuentra fragmentada la litosfera. Es decir, las placas tectónicas en su movimiento generan los dos atributos del espacio: la extensión –tridimensionalidad- y la diversidad de objetos materiales que coexisten simultáneamente.

La teoría de la tectónica de placas, ha demostrado que los océanos y continentes se transforman recíprocamente y se mueven espacialmente, como resultado de la movilidad de las placas. El movimiento de las placas es cuantitativo gradual –alrededor de 2 centímetros por año- y como es de una magnitud muy pequeña y de larga duración es imperceptible a nuestra sensibilidad, por esto durante mucho tiempo, la distribución de océanos y continentes se consideró como inmóvil; no obstante, los cambios graduales se acumulan y en determinado momento, se rebasa la medida para dar origen a una nueva cualidad, a través de un cambio brusco –salto-. El cambio brusco con el que culminan algunos cambios graduales, si son perceptibles por el hombre, tal es el caso de los terremotos, volcanes, tsunamis, etc.; no obstante, el ciclo en el que se mueven los océanos y continentes tiene una duración aproximada de 500 millones de años, por consiguiente, escapa a la temporalidad de la sociedad humana, puesto que el origen del hombre moderno –Cromañón- se remonta a unos 35,000 años y la ciencia elemental como forma superior de la conciencia social apareció en la Grecia antigua entre los 500 y 200 años antes de Cristo.

Se requirió el movimiento del conocimiento de las ciencias naturales, particularmente de la Geología desde la antigüedad griega hasta principios del siglo XX, para que se produjera una revolución científica –teoría de la tectónica de placas-, como resultado de la acumulación gradual de conocimientos de un período de 2400 años.

La teoría de la tectónica de placas es una teoría científica en la Geología en la que se sintetizan los conocimientos geológicos aportados principalmente por el catastrofismo y el uniformismo. Ambas doctrinas geológicas, fueron válidas en su tiempo y contribuyeron a la comprensión parcial de los fenómenos geológicos, pero al unificarse en la nueva teoría geológica, ambas, son negadas para retornar al punto de partida, pero a un nivel superior. Ahora la teoría de la tectónica de placas, explica los principales procesos geológicos, especialmente la distribución espacial de los océanos y continentes, como resultado de la movilidad –interacción- de las placas en las que se encuentra fragmentada la litosfera. Así pues, la teoría de la tectónica de placas, también es una teoría del tiempo y del espacio, ya que las placas en su movimiento, alteran su extensión y su coexistencia –distribución- de continentes y océanos.

La teoría de la tectónica de placas, también es una prueba de la naturaleza del movimiento del conocimiento científico: de la apariencia sensible –inmovilidad- de la distribución de océanos y continentes, a la esencia oculta –movilidad- de los océanos y continentes. Como la esencia está oculta detrás de la sensibilidad aparente, es necesaria la intervención del pensamiento abstracto para descubrirla, a través de evidencias y pruebas empíricas, para elevarse de los datos empíricos a la teoría, tal como lo hizo Wegener y los geólogos que lo sucedieron –principalmente Hess y Wilson- para la elevar la hipótesis de la deriva continental al rango de ciencia.


4. Síntesis (conclusiones)

El conocimiento científico se mueve de la apariencia -inmovilidad de océanos y continentes- a la esencia -movilidad de océanos y continentes- tal como lo confirmó la Teoría de la tectónica de placas.

La hipótesis de la deriva -movilidad- continental se convirtió en la Teoría de la tectónica de placas, una revolución científica en la ciencia geológica.

La teoría de la tectónica de placas es una nueva concepción del espacio y tiempo en el campo de la geología terrestre. Específicamente demostró que el espacio se mueve en sus dos atributos –extensión y coexistencia-, como resultado de la interacción entre las placas tectónicas en las que está fragmentada la litosfera.

La teoría de la tectónica de placas, confirmó una vez la concepción del espacio y el tiempo como formas de existencia de la materia en movimiento, tal como lo concibe el materialismo dialéctico.

La teoría de la tectónica de placas confirma la dialéctica del conocimiento científico: de la apariencia sensible –inmovilidad de océanos y continentes- a la esencia –movilidad- de continentes y océanos-. Es decir, el conocimiento se mueve de la apariencia sensible y luego, a través del pensamiento abstracto descubre la esencia oculta detrás de la sensibilidad y en seguida transforma a la esencia en pensamiento, específicamente en verdad abstracta que en su movimiento dialéctico se transforma en verdad concreta, para apropiarse del objeto de estudio en su totalidad.

La teoría de la tectónica de placas es una teoría unificadora: sintetiza al catastrofismo y al uniformismo en sus rasgos universales.

La teoría de la tectónica de placas representa la doble negación: negación de la doctrina catastrofista por el uniformismo y negación de éste último, para retornar al punto de partida, pero a un nivel superior y más complejo.


5. Bibliografía

Macías Jesús D. 2002. Edad de la Tierra. Palma de Mallorca, España.

Moffat Ian. 1982. Paradigmas en Geología: del catastrofismo a la tectónica de placas.

Pelayo Francisco. 2008. La ciencia en la época de Darwin (II). http://oldearth.wordpress.com/evolucion-en-accion/la-ciencia-en-la-epoca-de-darwin-ii/

Wegener Alfred. 1929. El origen de los continentes y los océanos. Pdf.

jueves, 12 de febrero de 2015

CONTRADICCIÓN "MOTOR" QUE MUEVE A LA MATERIA Y AL PENSAMIENTO

CONTRADICCIÓN: "MOTOR" QUE MUEVE A LA MATERIA Y AL PENSAMIENTO

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx

Introducción

La contradicción es EL "motor" que mueve a la materia. El carácter de la contradicción varía en dependencia de la naturaleza de la materia. En el universo físico-químico, es la repulsión vs la atracción, la contradicción que mueve a la materia; en los organismos vivos, es el metabolismo –catabolismo vs anabolismo- el que mueve a la vida; en la sociedad es la lucha socio-política; y en el pensamiento abstracto, es la confrontación de ideas -tesis vs antítesis- la que mueve al conocimiento. Así pues, la materia en su movimiento genera su forma, es decir, su estructura u organización. A la materia en movimiento se le conoce como contenido y a su contra-parte se denomina forma. En el universo no existe contenido sin forma, ni forma sin contenido.

La contradicción entre contenido y forma, es la contradicción más universal que opera en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. El contenido es la materia en movimiento y es resultado de la contradicción que mueve a la materia. La materia en su movimiento genera la forma o estructura del contenido. La materia movida por la contradicción es la que produce su forma en correspondencia con el contenido. La naturaleza del contenido, es la movilidad en contraposición con la relativa estabilidad de la forma. Entre contenido y forma, existe un nexo interno y necesario, por consiguiente, se trata de una ley universal que establece la dependencia esencial y necesaria entre ambos aspectos de la materia en movimiento. Al principio existe una correspondencia entre el contenido y la forma; no obstante, a medida que la materia se mueve, se produce un rezago de la forma respecto al contenido; en estas condiciones, para restablecer la unidad entre la forma y el contenido, la vieja forma tiene que ser relevada por una nueva que concuerde con el contenido. Cuando hay correspondencia entre el contenido y la forma, el movimiento de la materia se realiza sin sobresaltos, pero a medida que avanza el movimiento es entorpecido por la forma y ésta tiene que ceder el paso a otra forma nueva más acorde con el nuevo contenido.

Así pues, la materia en el universo no es amorfa, en su movimiento genera su contra-parte: la forma o estructura. No puede existir materia sin contenido, ni forma sin contenido. La forma es el contenido organizado. Pero la materia en su movimiento -contenido- no solamente genera su forma, también la releva cuando ya no corresponde al nuevo contenido.



Contradicción mueve a la materia

En el universo lo único que existe es materia que se mueve, no puede existir movimiento sin materia, ni materia sin movimiento.

De Gortari (1959), afirma que Hegel, concebía la contradicción como la ley dialéctica más importante y, la explicó en su Ciencia de la lógica (1812-1816) en los siguientes términos: “consiste en concebir los contrarios como fundidos en una unidad, o a lo positivo como inmanente de lo negativo”. Porque, si se considera al pensamiento por medio de la identidad sin contradicción, entonces se le considera al mismo tiempo como inmóvil y, como trascendente al universo, en el cual todo es movimiento. Poco tiempo después, Hegel en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817) desarrolla la ley de la contradicción y la expresa en los siguientes términos: “no hay nada en lo cual no se pueda y se deba mostrar la contradicción; es decir, las determinaciones opuestas; ya que un objeto sin contradicción no es sino una pura abstracción del entendimiento, por la cual se mantiene con violencia una sola de las determinaciones, en tanto que se oscurece en la conciencia la determinación opuesta, contenida en la primera”. En suma, la ley de la contradicción impera objetivamente en el universo entero. Porque la existencia se manifiesta en aspectos contradictorios que se excluyen mutuamente, y todos los procesos –de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento- están formados por elementos contradictorios y antagónicos. El desarrollo de estos procesos es una pugna entre contrarios que, finalmente, llegan a identificarse. Y es en esta lucha y por esta identificación que se produce el movimiento, los saltos bruscos, el desenvolvimiento gradual de los procesos y las interrupciones en este desarrollo, la transformación recíproca entre los polos opuestos, la destrucción de lo caduco y el surgimiento de lo nuevo. El conflicto entre los contrarios se manifiesta de diversos modos. En primer término, toda determinación implica necesariamente la determinación de su opuesto; porque la existencia de un proceso implica ineludiblemente la existencia del proceso opuesto. Así, para comprender algo, es preciso distinguirlo de su opuesto, porque su existencia depende de la existencia de otras cosas, las cuales se engendran con ella en una relación de contradicción. Además, los opuestos polares siempre llegan a identificarse. Aun cuando en cierto momento dos propiedades aparezcan como excluyentes entre sí, no obstante, esta oposición radical se supera siempre en un momento posterior, en el cual se identifican las propiedades antagónicas por la coincidencia de sus características. Por otro lado, cada proceso concreto es una unidad de elementos contrapuestos. Porque toda manifestación particular de uno de estos elementos implica la relativa abstracción de los otros elementos, sin que por ello dejen de existir estos últimos. Así, cuando se acusa destacadamente la existencia de un elemento determinado, entonces ocurre sencillamente que el correspondiente elemento contrario está ocupando una posición relativamente secundaria y menos manifiesta. Por consiguiente, cada proceso constituye el desarrollo continuo de un conflicto entre fuerzas, movimientos, impulsos, influencias o tendencias de sentido opuesto. Por lo tanto, en todo proceso se manifiesta objetivamente su existencia contradictoria. Más aún, las propiedades opuestas de un proceso son las que lo constituyen de una manera intrínseca; o sea, que la contradicción en los procesos y entre los procesos es la forma fundamental de su existencia objetiva. Las determinaciones contradictorias de un proceso –o bien, la determinación simultánea de procesos opuestos- no solo pueden ser, sino que deben ser compatibles y verdaderas al mismo tiempo. Así pues, la contradicción es la que mueve a la materia y al pensamiento al ser éste su expresión lógica, también es contradictorio.



La materia en su movimiento (contenido) genera su forma

En el ámbito del movimiento material, la contradicción mueve a la materia y ésta en su movimiento genera su contra-parte: la forma o estructura. No puede existir materia sin contenido, ni forma sin contenido.

Hegel en su lógica de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817), explica que “en  la oposición de la forma y del contenido hay que poner como principio esencial que el contenido no es sin forma, sino que encierra en sí mismo la forma, y al mismo tiempo que la forma, es un elemento que le es exterior. Se tiene así un desdoblamiento de la forma que, de un lado, en cuanto cosa que se refleja sobre sí misma, es contenido, y de otro, en cuanto cosa que no se refleja sobre sí misma, es una existencia indiferente, exterior al contenido. Aquí no se tiene sino en sí la relación absoluta del contenido y de la forma, a saber, el tránsito recíproco de uno a otro, este tránsito en que el contenido no es otra cosa que el cambio de la forma en contenido. Este cambio es una de las determinaciones más importantes…Forma y contenido son dos determinaciones de las que se sirve frecuentemente el entendimiento reflexivo, concibiéndolas principalmente de modo que el contenido parece constituir el elemento esencial e independiente, y la forma, por el contrario, es inesencial y dependiente. Pero lo cierto es que ambos son esenciales, y ni hay contenido sin forma ni materia sin forma”.

Es evidente que para Hegel, la contradicción entre contenido y forma es esencial, es decir es interna y en éste sentido es una ley que opera en todo el universo. El contenido es la materia en movimiento y es resultado de la contradicción que mueve a la materia. La materia en su movimiento genera la forma o estructura del contenido. La materia movida por la contradicción es la que produce su forma en correspondencia con el contenido. La naturaleza del contenido, es la movilidad en contraposición con la relativa estabilidad de la forma. Entre contenido y forma, existe un nexo interno y necesario, por consiguiente, se trata de una ley que establece la dependencia esencial y necesaria entre ambos aspectos de la materia en movimiento. Al principio existe una correspondencia entre el contenido y la forma; no obstante, a medida que la materia se mueve, se produce un rezago de la forma respecto al contenido; en estas condiciones, para restablecer la unidad entre la forma y el contenido, la vieja forma tiene que ser relevada por una nueva que concuerde con el contenido. Cuando hay correspondencia entre el contenido y la forma, el movimiento de la materia se realiza sin sobresaltos, pero a medida que avanza el movimiento es entorpecido por la forma y ésta tiene que ceder el paso a otra forma más acorde con el contenido.

Rosental y Straks (1960) explican que la forma y el contenido son categorías de la dialéctica materialista, en las que se reflejan, como en otras categorías, los aspectos esenciales del desarrollo del mundo objetivo. El materialismo mecanicista y metafísico de los siglos XVII y XVIII trató de superar la separación entre el contenido y la forma y de dar al problema una solución materialista. Giordano Bruno, señaló la unidad del contenido y de la forma, que eran, para él, manifestaciones de una naturaleza única. Francis Bacon, uno de los pioneros del materialismo metafísico y fundador del método experimental, suponía que la forma es inherente por necesidad a la materia. En el fondo, formulaba la idea de que la forma  es inherente al contenido y que se hallaba determinada por éste. Bacon entendía por forma el movimiento en cuanto estado de la materia. Aunque la concepción de Bacon acerca de la forma y el contenido era, en lo fundamental, acertada, materialista, este pensador no percibía aún toda la complejidad del problema de las relaciones mutuas entre ambas categorías. Los viejos materialistas, metafísicos y mecanicistas, no veían e incluso negaban, por regla general, las contradicciones internas, inherentes a los objetos y fenómenos, ni acertaban a elevarse a una comprensión de la fuente del movimiento de la materia por sí misma; por todo ello, era natural que no estuvieran en condiciones de explicar las contradictorias relaciones mutuas entre el contenido y la forma, ni de demostrar, especialmente, el papel activo de la forma. Kant, como es sabido, admitía la existencia de cosas fuera de la conciencia humana, pero negaba toda posibilidad de conocerlas. Según el filósofo alemán, el caos de impresiones sensibles se ordena por medio de las formas “a priori” de la sensibilidad (el espacio y el tiempo) y de las categorías del entendimiento (causalidad, ley, etc.), innatas en el hombre y que se dan en él independientemente de toda experiencia. Kant consideraba, metafísicamente, las formas lógicas como inmutables, aisladas de su contenido material, y, llegaba, por esta vía, a la conclusión idealista de que la forma y el contenido son patrimonio privativo del hombre, que no conoce más que sus propias impresiones sensibles, y no pertenecen, por tanto, al mundo objetivo. Enfrentándose a la metafísica, que no alcanzaba a ver el carácter activo de la forma, y sometiendo a crítica la separación kantiana entre el contenido y la forma, Hegel subrayaba la unidad y el carácter contradictorio de la forma y la materia y señalaba, al mismo tiempo, que la forma es, en esa misma medida, el movimiento de la materia. La forma y la materia, según Hegel, se presuponen la una a la otra. La materia debe tener necesariamente una forma. Pero, al considerar la materia como el ser otro de la idea, como algo inferior en relación con la idea, Hegel afirmaba que la materia es pasiva, en oposición a la forma, que es lo activo. resultado a que conduce, inevitablemente, su concepción idealista, deformada, del universo. Aristóteles, al plantear en términos generales el problema de las categorías, entre ellas las de contenido y forma, sentaba ciertas bases para su investigación en el futuro. Los representantes del materialismo metafísico aportaron, como un elemento valioso, su empeño en concebir el contenido y la forma partiendo de una base materialista, pero estaban lejos de comprender la dialéctica de las relaciones mutuas entre ambas categorías. Hegel señaló el nexo dialéctico que une a las categorías de contenido y forma y en ello reside el aspecto positivo de sus ideas. No podía, sin embargo, resolver acertadamente el problema, ya que partía de bases falsas, idealistas. En contraposición al idealismo, el materialismo dialéctico parte de la tesis de que el mundo que existe objetivamente es una materia infinitamente multiforme y en continuo movimiento y desarrollo. Y la fuente del movimiento de este mundo material único debe buscarse en las contradicciones que lleva en su seno. El contenido y la forma se dan en todas las cosas y procesos materiales.

En la naturaleza físico-química de la materia, cada átomo posee cierto número de partículas elementales (electrones, protones y neutrones), que actúan las unas sobre las otras. Estas partículas constituyen el contenido del átomo. Las partículas, a su vez, se hallan dispuestas en cierto orden: los protones y neutrones forman el núcleo del átomo y los electrones se mueven alrededor del núcleo; como resultado de ello, el átomo posee una determinada estructura o forma, que es característica de todo elemento químico.

El contenido de diferentes cristales -minerales- que componen a las rocas, se halla representado por un conjunto de átomos, sujetos a una estrecha relación mutua, y su forma consiste en la estructura del enrejado cristalino, en que los átomos se disponen en forma muy precisa en relación los unos con los otros.

La naturaleza biológica –la vida- es una sólida demostración de la identidad o unidad indisoluble del contenido y la forma. El contenido –metabolismo- determina su forma (estructura). En forma más concreta el metabolismo (fisiología) es el que mueve a la vida y es el que genera la forma (anatomía) correspondiente. Así, los fenómenos morfológicos –anatómicos- y los fisiológicos, la forma y el contenido se condicionan mutuamente. Cada organismo vivo tiene su propio contenido representado por el conjunto de elementos materiales inherentes a él, células, órganos, que cumplen diversas actividades y funciones de un modo específico. De la misma manera, cada organismo posee, asimismo, determinada estructura, una cierta organización de los elementos materiales que lo integran, es decir, una forma. Ningún organismo podría existir sin la unidad de contenido –fisiología- y forma –anatomía-.

La forma no es algo superficial o exterior, impuesto desde fuera al contenido del objeto. Claro está que los objetos tienen también una forma externa, espacial y geométrica que es percibida por la sensibilidad; pero la forma no se limita a esta manifestación externa, sino que internamente se halla unida al contenido.

Todo organismo vivo se ha formado no solamente con los elementos exteriores a él. Las células orgánicas, que integran cada órgano en particular, poseen su propia forma, que reviste un interés especial para la histología. En las células cualitativamente distintas de órganos diferentes se efectúan los procesos específicos inherentes a ellas, que han adquirido bioquímicamente una forma, que ofrecen determinada estructura y se hallan sujetos a una acción mutua. La forma externa aparece vinculada al comportamiento activo del contenido, que se ha ido formando internamente, y que viene a ser su resultado.

El contenido de los objetos y fenómenos se halla en continuo desarrollo. La forma, a su vez, se desarrolla también, pero más lentamente que el contenido; es decir, posee mayor estabilidad que éste.

El contenido desempeña el papel determinante en los cambios que se operan en la forma. Al cambiar el contenido, se opera también un cambio visible en la estructura morfológica o, lo que es lo mismo, en la forma del organismo.

Los cambios morfológicos, es decir, los cambios que se producen en la estructura, en la organización de los diferentes órganos y tejidos (formas) del organismo, se operan como una consecuencia necesaria del prolongado funcionamiento, que cambia a lo largo de una serie de generaciones, de los elementos materiales vivos, es decir, del contenido. Los cambios que se operan en el intercambio de sustancias, es decir, en el contenido, no traen consigo, rápida y automáticamente, cambios de forma. El contenido, aunque ya modificado, sigue inserto todavía por algún tiempo en la vieja forma.

La forma exterior es producto del contenido total, integrado por una enorme cantidad de elementos particulares, que poseen su forma propia. La forma externa no se identifica, en general, con la forma interna, inherente al contenido. El nexo de las formas externa e interna con el contenido del objeto presenta un carácter distinto en los diferentes objetos y procesos.

La forma, por consiguiente, no es sólo algo superficial, sino también algo interno que penetra y traspasa el contenido, dotado de forma en cada uno de sus elementos. El contenido y la forma se penetran recíprocamente; el contenido tiene una forma y la forma posee un contenido.

Al mismo tiempo, el contenido y la forma no son una pareja de contrarios inmutables e inmóviles. Cada uno de estos polos opuestos, enlazados en un conjunto de relaciones mutuas con otros fenómenos, puede desempeñar el papel de forma o de contenido.

No existe, una forma que no esté empapada de contenido, que no organice el movimiento y la actividad de un contenido, del mismo modo que no existe un contenido que no se exprese, estructuralmente, en determinada forma. No existe ningún contenido cuyo desarrollo no provoque ciertos cambios en su forma, como no hay tampoco una forma que no influya, a su vez, en el desarrollo de su contenido.

Por oposición a las doctrinas de los filósofos idealistas, el materialismo dialéctico sostiene que el papel fundamental y determinante en la correlación entre el contenido y la forma corresponde al contenido. Primero, cambia el contenido y después y, en consonancia con este cambio, se modifica y reestructura la forma. El contenido opera como el principio rector por ser el fundamento mismo de las cosas.

La forma no puede existir aislada del contenido; carece de un sustrato propio, al margen de él. Su fundamento es el contenido mismo; es natural, por ello, que la forma dependa del contenido, que es el aspecto determinante.

En la sociedad el modo de producción social presenta dos aspectos –las fuerzas productivas y las relaciones de producción-, que actúan como contenido y forma, respectivamente y estrechamente vinculados entre sí. Los datos relativos al desarrollo de la vida social demuestran igualmente que el contenido desempeña el papel determinante con respecto a la forma. La ley de la correspondencia de las relaciones de producción con el carácter de las fuerzas productivas, pone de manifiesto los rasgos específicos de la interdependencia dialéctica entre el contenido y la forma en la vida social. La producción social se halla siempre sujeta a un proceso de movimiento y desarrollo, que comienza siempre por los cambios que se operan en el estado de las fuerzas productivas y, ante todo, en los instrumentos de producción. El desarrollo de las fuerzas productivas es la base, el fundamento de la historia de la humanidad. Las relaciones de producción, es decir, la forma que reviste el desarrollo de las fuerzas productivas, se modifica en consonancia con los cambios operados en el contenido. La historia de la humanidad se nos presenta como una sucesiva sustitución de las formas sociales, determinada por el desarrollo del contenido, o lo que es lo mismo, de las fuerzas productivas.

La relativa autonomía de la forma se revela en su mayor estabilidad con respecto al contenido, que cambia con más rapidez que la forma. Una de las manifestaciones de la autonomía relativa de la forma consiste en el rezagamiento de su desarrollo con respecto al del contenido, como lo demuestran muchos hechos de la vida, en la naturaleza y en la sociedad.

La forma y el contenido actúan en el proceso de desarrollo como contrarios dialécticos, que se condicionan mutuamente.

La contradicción entre forma y contenido es una de las manifestaciones esenciales de la ley universal de la unidad y lucha de contrarios.

El nacimiento y desarrollo de las contradicciones y de la contraposición entre el contenido y la forma, tanto en la vida social como en el desarrollo de la naturaleza, son manifestaciones de la ley universal del desarrollo a través de la lucha de contrarios. Sin embargo, el carácter de la contradicción entre el contenido y la forma, su grado de desarrollo y el modo de resolverse en cada caso concreto presenta rasgos peculiares, ya que todo depende de las condiciones concretas, internas y externas.

La contradicción del contenido con la forma es una de las fuerzas motrices del desarrollo de las cosas y de los fenómenos y de su tránsito a nuevos estados cualitativos. Sin embargo, para no caer en una concepción superficialmente estrecha y unilateral de las fuentes del desarrollo de las cosas, debe tenerse presente que la interacción entre el contenido y la forma se despliega siempre dentro de las condiciones concretas.

Un cambio brusco en el desarrollo conduce inevitablemente a una falta de concordancia entre la vieja forma y el nuevo contenido.

La concordancia o, por el contrario, la discordancia entre la forma y el contenido, es de suma importancia para el desarrollo de éste. El objeto, el régimen social, sólo puede desarrollarse con más éxito y mayor rapidez allí donde la forma corresponde al contenido. Si ambos aspectos concuerdan, ello significará que la forma satisface las necesidades del desarrollo del contenido, contribuye a que el movimiento avance y actúa como importante fuerza motriz del progreso.

La necesidad de que se correspondan el contenido y la forma viene impuesta objetivamente por las necesidades del desarrollo del contenido. Toda forma concreta existe solamente en la medida en que corresponde total o parcialmente al contenido, en la medida en que abre ancho cauce a su desarrollo y contribuye al desarrollo del contenido, o, al menos, proporciona una posibilidad de desarrollo por limitada que sea. Cuando menos corresponde la forma al contenido, tanto más se acerca aquélla a su muerte. Cuando surge una marcada separación entre la forma y el contenido, la vieja forma acaba por desaparecer, para dejar paso a otra nueva, que corresponde al contenido en movimiento y garantiza su progreso ulterior y su existencia futura.

El contenido, en su desarrollo, tiende a engendrar la forma que le corresponde. Esta tendencia a establecer la concordancia entre el contenido y la forma es una ley universal, por la que se rige el desarrollo de la naturaleza y la sociedad.

Finalmente los autores citados concluyen con la siguiente definición de contenido y forma:

“En el mundo objetivo, el contenido es el aspecto interno de los objetos. Este aspecto representa un conjunto de elementos y procesos que constituyen el fundamento de la existencia y del desarrollo de las cosas. La forma es la organización, la estructuración del contenido. En los fenómenos, que pertenecen a la esfera del conocimiento, la forma es la expresión del contenido”.



Carácter universal del contenido vs la forma

En el microcosmos, el átomo posee cierto número de partículas elementales (electrones, protones y neutrones), que actúan las unas sobre las otras. Estas partículas constituyen el contenido del átomo. Las partículas, a su vez, se hallan dispuestas en cierto orden: los protones y neutrones forman el núcleo del átomo y los electrones se mueven alrededor del núcleo; como resultado de ello, el átomo posee una determinada estructura o forma, que es característica de todo elemento químico (Figura 1).

Figura 1. Contenido –componentes- y forma -estructura de los componentes del átomo


En el macrocosmos el contenido está constituido por infinidad de galaxias que por las fuerzas de atracción y repulsión se mueve para generar diversas formas o estructuras en las que se organiza el contenido (figura 2).

Figura 2. Contenido –estrellas- y forma –espiral- de la Vía Láctea


En la figura 2 se aprecia que el contenido de la Vía Láctea consiste de estrellas, que algunos astrónomos estiman en por  lo menos unas 100 mil millones, muchas de ellas, con sus correspondientes sistemas planetarios, como es el caso de nuestro Sol que se muestra con sus correspondientes planetas que lo orbitan; y, la forma o estructura como está organizado el contenido es en forma de espiral. El contenido de los sistemas solares, son las estrellas o soles, y los planetas que se mueven a su alrededor; la forma como se estructura contenido fue descubierto por Copérnico en 1543 y consiste en la localización de nuestro Sol en el centro con los planetas moviéndose en órbitas elípticas a su alrededor.

El contenido de diferentes cristales -minerales- que componen a las rocas y a los suelos derivados de las mismas, se halla representado por un conjunto de átomos, sujetos a una estrecha relación mutua, y su forma consiste en la estructura del enrejado cristalino, en que los átomos se disponen en forma muy precisa en relación los unos con los otros (figura 3).

Figura 3. Contenido y forma de mineral arcilloso del suelo

En la figura 3 se observa el contenido -óxidos de silicio y aluminio- y la forma como se estructuran, específicamente como tetraedros de silicio y octaedros de aluminio, que al fusionarse dan origen a las arcillas del suelo.

La naturaleza biológica –la vida- es una sólida demostración de la identidad o unidad indisoluble del contenido y la forma. Los fenómenos morfológicos –anatómicos- y los fisiológicos, la forma y el contenido se condicionan mutuamente. Cada organismo vivo tiene su propio contenido representado por el conjunto de elementos materiales inherentes a él, células, órganos, que cumplen diversas actividades y funciones de un modo específico. De la misma manera, cada organismo posee, asimismo, determinada estructura, una cierta organización de los elementos materiales que lo integran, es decir, una forma. Ningún organismo podría existir sin la unidad de contenido –fisiología- y forma –anatomía-. La forma y el contenido de las células vegetal y animal se presenta en la figura 4.

Figura 4. Contenido –fisiología- y forma –anatomía- de las células vegetal y animal

Las células vegetal y animal, son iguales y diferentes, idénticas, pues ambas corresponden a organismos vivos; diferentes en una función esencial que ha determinado una anatomía distinta, particularmente en la presencia de los cloroplastos en la célula vegetal que le permite desempeñar una actividad esencial: la fotosíntesis, que consiste en la capacidad de las plantas para elaborar sus propios alimentos -carbohidratos- con la participación de la energía solar -capacidad de movimiento- que hace posible la combinación química de CO2 proveniente de la atmósfera y el agua procedente del suelo y/océano, para producir carbohidratos. Como la célula animal, no realiza la fotosíntesis, por consiguiente carece de cloroplastos. Así pues, es el contenido o la función -fotosíntesis- la que determina la forma -cloroplastos- de la célula vegetal y en el caso de la la célula animal, su anatomía celular carece de cloroplastos, debido a la ausencia de la fotosíntesis. 

En la especie humana, la anatomía externa e interna –formas- responden al estilo de vida –contenido- del hombre. Este, desde su aparición como Homo habilis hace dos millones de años hasta hace unos 10,000 años con el hombre de Cro-Magnon, se caracterizaron por un estilo de vida muy activo consistente en una alimentación sana, basado en alimentos derivados de la recolección de productos vegetales –raíces, frutos, semillas, hojas, etc.-, de la caza de animales salvajes –carne magra o con poca grasa- y la pesca. Acorde con la economía de apropiación de lo que la naturaleza –flora y fauna- le proporcionaba, desarrolló una gran actividad física –recorrido de grandes distancias- para seguir a los animales en sus migraciones para cazarlos y para buscar nuevas plantas. En respuesta a la alimentación basada en productos naturales saludables y actividad física intensa, desarrolló una anatomía esbelta –ausencia de obesidad-. En contraste, con la Revolución Neolítica, hace alrededor de 10, 000 años con la domesticación de plantas y animales, aparece la agricultura y la ganadería. Con estas actividades la diversidad de la alimentación del hombre se redujo a unos cuantos cultivos y animales domesticados. Junto con la ganadería y la agricultura, surge el sedentarismo. Además, se inicia un proceso de industrialización artesanal de los productos agropecuarios, que alteran su calidad alimenticia natural.Tanto el sedentarismo como alimentación de menor calidad, se acentúan con la Revolución Industrial –entre 1750 y 1850- iniciada en Inglaterra y difundida posteriormente a todo el mundo. En México la industrialización se intensifico a mediados del siglo pasado y su impacto en la alimentación y el sedentarismo ha sido intenso. Así aparece un estilo de vida moderno, basado en alimentación chatarra y un sedentarismo extremo. La respuesta anatómica -forma- al nuevo estilo de vida es la obesidad –gordura- y las enfermedades crónicas que de la misma se derivan, como son la diabetes mellitus, infartos, embolias, etc.

La anatomía –forma- del hombre primitivo –sin obesidad- y del hombre moderno –obesidad- derivadas de los estilos de vida se muestran en la figura 5.

Figura 5. Formas –anatomías- de los hombres primitivo y moderno


Es evidente como el estilo de vida -contenido- determina la forma -anatomía- del hombre primitivo y en el hombre moderno. La anatomía esbelta del hombre primitivo es la repuesta a su estilo de vida consistente en una alimentación saludable y mucha actividad física; en contraste, la obesidad del hombre moderno, es la repuesta anatómica al estilo de vida basado en una alimentación chatarra y el sedentarismo.

Además de la contradicción entre fisiología -contenido- vs anatomía -forma- que fue crucial para el origen del hombre como especie humana, también surgió otra contradicción que  es esencial en el hombre: las fuerzas productivas materiales -contenido- que en su desarrollo generaron a las relaciones de producción comunitarias que perduraron durante casi dos millones de años, hasta que fueron relevadas por relaciones de producción privadas, derivadas de la primera revolución tecno-productivas aparecida hace unos 10 000 años, cuando inicio el cultivo de plantas -agricultura- y la domesticación de animales -ganadería-, divisiones sociales del trabajo que permitieron el intercambio mercantil y condicionaron la aparición de la propiedad privada, la cual relevó a la propiedad comunitaria. Desde entonces surgieron las sociedades clasistas y perduran hasta nuestros días, pero dado el incesante desarrollo de las fuerzas productivas cada vez más sociales chocan con las relaciones de producción privadas, conflicto que dará como resultado una revolución social que hará compatible el contenido -fuerzas productivas sociales- y la forma -relaciones de producción sociales- acordes con el carácter social de las fuerzas productivas materiales.



Conclusiones

El contenido por naturaleza es cambiante, pero en su movimiento dialéctico se convierte en forma; ésta es relativamente estable, por consiguiente se rezaga del contenido hasta cierto límite, ya que finalmente la contradicción tiene que mover a la forma para adecuarla al nuevo contenido.

Entre contenido y forma, el papel fundamental le corresponde al contenido, puesto que es el contenido el que en su movimiento determina la forma.

La contradicción entre contenido y forma es una ley universal que opera en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

La sociedad también es de naturaleza material, por consiguiente, la contradicción que la mueve es el conflicto entre las fuerzas productivas -contenido- vs las relaciones de producción. Estas están condicionadas por el desenvolvimiento de las fuerzas productivas. En este sentido, en la infancia de la especie humana, el incipiente desarrollo de las fuerzas productivas determinaron unas relaciones de producción de tipo comunitario, pero en la medida que se desarrollaron generaron una revolución tecno-productivas hace 10 000 años: cultivo de plantas -agricultura- y domesticación de animales -ganadería- divisiones del trabajo que permitieron el intercambio mercantil y el surgimiento de la propiedad privada, base de las nuevas relaciones de producción que relevaron a las antiguas de carácter comunitario. Pero las fuerzas productivas en su incesante crecimiento entran en conflicto con las relaciones de producción privadas, conflicto que culminará con una nueva revolución social que hará compatible la naturaleza social de las fuerzas productivas con las relaciones también de naturaleza social que relevaran a las relaciones privadas de apropiación de la riqueza. 

En la esfera de la lógica (pensamiento) es la forma determinada por el movimiento del contenido material. El pensamiento -forma- es la conformidad o identidad con el contenido material. Es el contenido el que le objetividad material al pensamiento -forma-.

Además de la contradicción universal entre contenido y forma, existen otras contradicciones particulares, como son: repulsión vs atracción que operan en la física y en la química, anabolismo vs catabolismo en la biología y lucha socio-política que caracteriza a la sociedad.

En general es la contradicción la "fuerza motriz" que mueve a la materia y al pensamiento.



Bibliografía. 

De Gortari E. 1959. Introducción a la lógica dialéctica. Fondo de Cultura Económica. México, D.F.

Hegel. 1817. Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Primera parte: Lógica. Editorial Ricardo Aguilera  (1973). Madrid, España.

Rosental M. y Straks G. M. 1960. Categorías del materialismo dialéctico. Editorial Grijalbo. México, D.F.