lunes, 20 de octubre de 2014

DE LA DIALÉCTICA DE HEGEL AL MATERIALISMO DIALÉCTICO

DE LA DIALÉCTICA DE HEGEL AL MATERIALISMO DIALÉCTICO

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx


Introducción

La exposición del sistema de la dialéctica idealista de Hegel inicia con una introducción general conocida como Fenomenología del espíritu (1807) en la que el espíritu “encarna” en la sensibilidad espacial y temporal y poco a poco se va “deshaciendo” de lo sensible para culminar en el saber absoluto, pasando previamente por el arte y la religión. Pocos años después entre 1812 y 1816 continúa con su sistema y edita su obra monumental: Ciencia de la lógica, en la que expone las tres leyes fundamentales: Ley del tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad, Ley de la contradicción y Ley de la negación de la negación; además, formula la mayoría de categorías contradictorias de la Lógica dialéctica. Posteriormente en 1817 publica Compendio de las ciencias filosóficas en la que expone en forma sintética su sistema filosófico estructurado en el concepto (Dios), la filosofía de la naturaleza y el espíritu absoluto. Más adelante, en 1821 concluye su sistema con la publicación de la Filosofía del derecho, obra en la que consecuente con su método idealista expone el concepto del derecho y su realización material.

Dado el carácter idealista de la dialéctica hegeliana, fue necesaria su inversión por Marx y Engels en la cuarta década del siglo XIX, pero fue en la segunda mitad de dicho siglo entre 1859 y 1886, ya en su madurez intelectual y la generalización de los principales descubrimientos de su época, cuando invirtieron la dialéctica idealista hegeliana, al crear el materialismo dialéctico, en el que se sintetiza los principales rasgos de la dialéctica: materia en movimiento.

 

Desarrollo

La Fenomenología del espíritu (1807) es la primera obra que integra el sistema dialéctico idealista de Hegel, escrito en el que inicia con la “encarnación” sensible del espíritu en el espacio y en el tiempo y gradualmente el espíritu se va “deshaciendo” de la sensibilidad hasta culminar con el saber absoluto en el que los conceptos están despojados de las trabas sensibles. Además, pre-anuncia la Ley del tránsito recíproco de la cantidad vs la cualidad en el movimiento de los conceptos:

No es difícil darse cuenta, por lo demás, de que vivimos en tiempos de gestación y de transición hacia una nueva época. El espíritu ha roto con el mundo anterior de su ser allí y de su representación y se dispone a hundir eso en el pasado, entregándose a la tarea de su propia transformación. El espíritu, ciertamente, no permanece nunca quieto, sino que se halla siempre en movimiento incesantemente progresivo. Pero, así como en el niño, tras un largo período de silenciosa nutrición, el primer aliento rompe bruscamente la gradualidad del proceso puramente acumulativo en un salto cualitativo, y el niño nace, así también el espíritu que se forma va madurando lenta y silenciosamente hacia la nueva figura, va desprendiéndose de una partícula tras otra de la estructura de su mundo anterior y los estremecimientos de este mundo se anuncian solamente por medio de síntomas aislados; la frivolidad y el tedio que se apoderan de lo existente y el vago presentimiento de lo desconocido son los signos premonitorios de que algo otro se avecina. Estos paulatinos desprendimientos, que no alteran la fisonomía del todo, se ven bruscamente interrumpidos por la aurora que de repente ilumina como un rayo la imagen del mundo nuevo”.

Las leyes de la dialéctica y categorías (conceptos generales) en su versión idealista fueron descubiertas por Hegel y expuestas en su monumental obra: Ciencia de la lógica entre 1812 y 1816, dividida en tres partes: Doctrina del Ser, en la que enuncia la ley de la transición recíproca de la cantidad y la cualidad, la cual concibe el movimiento de los conceptos como la unidad contradictoria de cambios cuantitativos (graduales) que al rebasar un rango conocido como medida, se produce un cambio brusco (“salto”) que da origen a una nueva cualidad; Doctrina de la esencia, en la que expone la ley de la contradicción y afirma que se trata de la ley más importante, que establece que en el universo todos los procesos son contradictorios y; Doctrina del concepto, en la que sintetiza las dos leyes anteriores y la denominó como ley de la negación de la negación, que es producto de la negación del Ser y su relevo por la esencia y ésta es negada por el concepto, con lo que se retorna al punto de partida el Ser abstracto, pero a un nivel superior; es decir, que el conocimiento se mueve en espiral y de lo simple a lo complejo. Esta ley en su expresión matemática expresa una ley de los signos: (-) (-) = (+).

Además de las tres leyes fundamentales de la dialéctica Hegel, explica las categorías (conceptos generales) entre las que destacan: cantidad vs cualidad, singular vs general, apariencia vs esencia, necesidad vs casualidad, libertada vs necesidad, posibilidad vs realidad; entre otras, en las que está implícita la ley de la contradicción.

Específicamente en la Doctrina del Ser expone la Ley de la transformación recíproca de la cantidad vs la cualidad.

El ser abstracto tiene que materializarse -según Hegel-, es decir, tiene que darse una existencia en los objetos finitos sensibles, los que en su movimiento son la unidad contradictoria entre la cantidad vs la cualidad.

Es en los siguientes pasajes, en los que Hegel formula la Ley de la transformación recíproca de la cantidad y la cualidad:

Dado que la determinación de cantidad es así, en la existencia, la doble determinación de que una vez es la cantidad a la cual está vinculada la cualidad, pero otra vez es la cantidad donde puede sin perjuicio darse aquel ir y venir, ocurre el perecer de algo, que posee una medida, en el hecho de que su cuanto ha cambiado. Este perecer parece por un lado como repentino, porque puede cumplirse un cambio en el cuanto sin cambiar su medida y cualidad; pero por otro lado se vuelve en un todo comprensible precisamente por medio de la gradualidad. Es tan fácil asirse a esta categoría, a fin de volver representable o de aclarar el perecer de una cualidad o de algo, en cuanto que parece que así se pueda ver casi con los ojos el desaparecer, porque el cuanto está puesto como el término extrínseco, variable por naturaleza, y con esto el cambio se comprende por sí mismo como cambio sólo del cuánto. Pero en la realidad con esto no se explica nada; el cambio es a la vez esencialmente el traspaso de una cualidad a otra, o el traspaso más abstracto de una existencia a una no existencia; en esto hay una determinación diferente de la que se halla en la gradualidad, que es sólo una disminución o aumento, y es el mantenerse unilateralmente adherido a la magnitud”.

Es evidente que Hegel entiende como verdadero cambio el tránsito de una cualidad a otra, producto de la interrupción de la gradualidad.

Más adelante, se pregunta:

¿Puede acaso el arrancar un pelo de una cabeza o de una cola de caballo convertirse en peladas, o termina un montón de ser un montón si se saca de él un grano? Esto, vale decir, no realiza tal cambio cualitativo, lo cual puede concederse sin dificultad, en tanto semejante sustracción constituye sólo una y por cierto también totalmente insignificante diferencia cuantitativa; y así se sustrae un pelo o un grano, y esto se repite de modo que, según lo que se había concedido, se sustrae cada vez sólo uno; y al final se muestra el cambio cualitativo, que la cabeza o la cola quedaron peladas y el montón ha desaparecido. Se olvidó, en aquella concesión, no sólo la repetición, sino que las cantidades por sí mismas insignificantes (tal como los gastos por sí mismos insignificantes sustraídos de un patrimonio) se suman y que la suma constituye el todo cualitativo, de modo que al final éste ha desaparecido, la cabeza es calva y el bolsillo está vacío”.

Hegel, explica, que la repetición prolongada de la cantidad, culmina en un cambio de cualidad.
Prosigue en su exposición:

Cuando el proceso progresivo de una cualidad está en la constante continuidad de la cantidad, las relaciones que se aproximan a un punto calificativo, consideradas cuantitativamente, difieren sólo por el más y el menos. La variación, en este aspecto, es una variación gradual. Pero la gradualidad se refiere sólo a lo exterior de la variación, no a lo cualitativo de ella; la relación cuantitativa anterior, que se halla infinitamente cerca de la siguiente, es, sin embargo, otra existencia cualitativa. En el aspecto cualitativo, por lo tanto, el proceder meramente cuantitativo de la gradualidad, que no es en sí misma de ningún modo un límite, se halla absolutamente interrumpido; y puesto que la nueva cualidad que se introduce, considerada en su relación puramente cuantitativa, es otra indeterminada frente a la que desaparece o sea una cualidad indiferente, el traspaso representa un salto; las dos cualidades se hallan puestas una frente a la otra como completamente extrínsecas”.

Para Hegel, pues, la cualidad representa la identidad relativa del ser y la cantidad es la supresión gradual de la cualidad; pero llega un momento, en el que se produce la supresión brusca, violenta, de la anterior cualidad y su relevo por una nueva cualidad. A la supresión rápida, brusca o violenta, de la antigua cualidad y su sustitución por una nueva cualidad, se conoce como “salto”.

Pone como ejemplo, la variación térmica del agua, la cual puede aumentar o disminuir, generando un salto. Si la temperatura aumenta gradualmente, llega un momento, en el que se interrumpe repentinamente la gradualidad, el agua líquida se ha transformado cualitativamente en agua en estado gaseoso. Si la temperatura disminuye gradualmente, la gradualidad se interrumpe violentamente en el punto de congelación, el agua líquida transita al agua en estado sólido –hielo-:

El agua cuando varía su temperatura, no se vuelve por eso sólo menos caliente, sino que pasa por los estados de sólido, de fluidez líquida y de fluidez elástica. Estos diferentes estados no se introducen gradualmente, sino que precisamente el simple progresar gradual de la variación de la temperatura se halla de una vez interrumpido y detenido por estos puntos, y la introducción de otro estado es un salto. Todo nacimiento y muerte, en lugar de ser una gradualidad progresiva, son antes bien una interrupción de ella, y un salto desde la variación cuantitativa hacia la cualitativa”.

Después, rechaza categóricamente, la opinión generalizada de que en la naturaleza no se producen saltos:

Ningún salto se da en la naturaleza, se dice; y la representación ordinaria, cuando debe concebir un nacer o perecer, cree, haberlo comprendido al representárselo como un aparecer o desaparecer gradual. Pero se ha mostrado que las variaciones del ser en general no son sólo el traspasar de una magnitud a otra magnitud, sino un traspaso de lo cualitativo a lo cuantitativo y viceversa, un devenir otro, que es un interrumpirse de lo gradual, y el surgir de otro cualitativo, frente a la existencia antecedente. El agua no se convierte en dura poco a poco por el enfriamiento, de modo que se vuelve viscosa y gradualmente se endurece hasta llegar a la consistencia del hielo, sino que es dura de una vez; ya con toda la temperatura del punto de congelación, si está en reposo, puede conservar todavía su fluidez y una pequeña sacudida la lleva al estado de dureza”.

Así pues, Hegel, en la primera parte de su Ciencia de la lógica, en la doctrina del ser, formula la esencia de la ley del tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad: La cualidad se mueve cuantitativamente –gradualmente- hasta que llega un momento, en el que se rebasa la medida y se interrumpe la gradualidad repentinamente –se produce un salto-, para dar paso a una nueva cualidad.

La medida es el rango en el que la cualidad se mueve cuantitativamente; pero al llegar a su límite superior o inferior, se interrumpe la gradualidad y se produce un cambio brusco, un “salto”, con lo que aparece una nueva cualidad que releva a la vieja cualidad.

Al superarse la medida el objeto finito ha dado paso a la esencia. Se ha producido el movimiento de la apariencia sensible a la esencia, a través de un salto.

Además, en la doctrina del ser, expone la esencia de su idealismo filosófico:

La proposición de que lo finito es ideal, constituye el idealismo. El idealismo de la filosofía no consiste en nada más que en esto: no reconocer lo finito como un verdadero existente. Cada filosofía es esencialmente un idealismo, o por lo menos lo tiene como principio, y el problema entonces consiste sólo en reconocer en qué medida ese principio se halla efectivamente realizado. La filosofía es idealismo tanto como la religión; porque tampoco la religión reconoce la finitud como un ser verdadero, como un último, un absoluto, o bien como un no puesto, inengendrado, eterno. La oposición de la filosofía idealista y la realista carece por lo tanto de significado. Una filosofía que atribuye a la existencia finita en cuanto tal un ser verdadero, último y absoluto, no merece el nombre de filosofía; los principios de las filosofías antiguas o modernas, el agua o la materia o los átomos son pensamientos, universales, ideales, no cosas tal como se encuentran de manera inmediata, vale decir, en su individualidad sensible. Incluso aquella agua de Tales; pues, si bien es aún el agua empírica, es además a la vez lo en sí o la esencia de todas las otras cosas, y éstas no son independientes, fundamentadas en sí, sino puestas por otro, el agua; vale decir, son ideales. Así como anteriormente el principio, lo universal ha sido llamado lo ideal, y aún más, tiene que ser llamado ideal el concepto, la idea, el espíritu, y así como que luego las cosas sensibles individuales se hallan como ideales, vale decir como eliminadas, en el principio, en el concepto y aún más en el espíritu, de igual modo que hacer observar previamente en esto la misma duplicidad que se ha mostrado en el infinito; vale decir que una vez lo ideal es lo concreto, lo existente de verdad, y otra vez al contrario sus momentos son igualmente lo ideal, lo eliminado en él; pero en realidad se trata sólo de un único todo concreto, del cual son inseparables los momentos”.

La filosofía por esencia es idealismo, pues, toda filosofía –según Hegel- no puede estar fundada en lo finito sensible, por no tener verdad propia, su verdad está en otro: lo infinito, ideal o universal abstracto. Separa lo infinito –abstracto- de lo finito sensible, como si la dialéctica recuperada por él no implicara en el objeto material la unidad contradictoria de lo finito vs lo infinito, lo singular vs lo general, la apariencia vs la esencia, etc.

La Doctrina de la esencia, Hegel la desarrolla en la segunda parte de la Ciencia de la lógica.
Inicia la Doctrina de la esencia, explicando que la verdad del ser está en la esencia. Esto es muy importante, puesto que lo finito es apariencia –forma de manifestarse de la esencia-, por consiguiente, el conocimiento científico, tiene que moverse de la apariencia a la esencia:
La verdad del ser es la esencia. El ser es lo inmediato. Puesto que el saber quiere conocer lo verdadero, lo que el ser es en sí y por sí, no se detiene en lo inmediato y en sus determinaciones, sino que penetra a través de aquél, suponiendo que detrás de este ser existe algo más que el ser mismo, y que este fondo constituye la verdad del ser. Este conocimiento es un saber mediato, porque no se halla directamente cerca de la esencia o en ella, sino que empieza por otro, es decir, por el ser, y tiene que recorrer previamente un camino, esto es, el camino que lleva a salir del ser o más bien a entrar en éste. Solamente porque, al partir del ser inmediato, el saber se interna, halla la esencia por vía de esta mediación”.
Después de afirmar que la verdad está en la esencia y para descubrirla, el saber –conocimiento- tiene que recorrer un largo camino, desde el ser inmediato, hasta lo que está oculto –lo interno- detrás de lo inmediato, continúa con el análisis de la Ley de la Identidad de la Lógica de Aristóteles:

El principio de identidad, que suele ser presentado como la primera ley del pensamiento; en su expresión positiva: A=A, no es, en primer lugar, más que la expresión de una vacua tautología. Por lo tanto, se ha observado correctamente, que esta ley del pensamiento no tiene contenido y no lleva más adelante. De esta manera es la vacua identidad, a la que permanecen apegados los que quieren tomarla como tal, por algo verdadero y citarla siempre, afirmando que la identidad no es la diferencia, sino que la identidad y la diferencia son diferentes. Ellos no ven que ya de este modo dicen que la identidad es algo diferente; pues dicen que la identidad es diferente de la diferencia. Dado que esto tiene que ser concebido al mismo tiempo como naturaleza de la identidad, en ello está sobrentendido que la identidad no es diferente de modo extrínseco, sino que, en ella misma, y en su naturaleza está el ser diferente. Y, además, al mantenerse firme en esta identidad inmóvil, que tiene su opuesto en la diversidad, ellos no ven, que con eso la transforman en una determinación unilateral, que, como tal, no posee verdad. Se concede que el principio de identidad expresa sólo una determinación unilateral, y contiene sólo la verdad formal, es decir, una verdad abstracta, incompleta. Pero en este juicio correcto, está sobrentendido inmediatamente que la verdad está completa sólo en la unidad de la identidad con la diferencia, y por consiguiente consiste sólo en esta unidad. Cuando se afirma que aquella identidad es incompleta, se presenta en forma nebulosa al pensamiento como lo completo, la totalidad  frente a la cual la identidad sería incompleta; pero como por otro lado la identidad queda mantenida absolutamente separada de la diferencia, y esta separación está considerada como algo esencial, como algo válido, como una verdad, entonces, en estas afirmaciones contradictorias no se puede ver nada más que la falta de unificación de los dos pensamientos siguientes: que la identidad como abstracta, es esencial; y que como tal es al mismo tiempo incompleta: lo cual significa falta de la conciencia del movimiento negativo, que es la forma en que la identidad misma está presentada en estas afirmaciones. O bien, cuando esto se expresa afirmando que la identidad es esencial identidad, como separación de la diferencia, o en su separación con respecto a la diferencia, entonces su verdad expresada es inmediatamente esto: que la identidad consiste en ser separación como tal, o en estar esencialmente en la separación, es decir, en no ser nada por sí, sino en existir sólo como momento de la separación”.

Está claro que, para Hegel, el Principio de Identidad de la Lógica formal de Aristóteles, es abstracta, unilateral, incompleta; para completarse tiene que englobar a su contrario: la diferencia, porque solo en la unidad de la identidad y la diferencia está la verdad.
Una vez explicadas las limitaciones de la Ley de la Identidad aristotélica, prosigue con el estudio del Principio de contradicción:

La otra expresión del principio de identidad: A no puede ser al mismo tiempo A y no A, tiene forma negativa; se llama el principio de contradicción. La determinación de la oposición ha sido también formulada en un principio, el llamado principio del tercero excluido. Algo es A o es no A; no hay un tercero. Este principio contiene, en primer lugar, el concepto de que todo es un opuesto, algo determinado; o como positivo, o como negativo. Es un principio importante, que tiene su necesidad en el hecho de que la identidad traspasa a la diversidad, y ésta a la oposición. El principio del tercero excluido se diferencia además del principio considerado antes, de la identidad o de la contradicción, que decía: no hay nada, que al mismo tiempo sea A y no A. El tercero excluido contiene el concepto que no hay nada que no sea ni A, ni no A, es decir que no hay un tercero, que sea indiferente con respecto a la oposición. De hecho, en cambio, en esta proposición misma hay un tercero, que es indiferente con respecto a la oposición, y precisamente A mismo está (como tercero) presente en ella. Este A no es ni + A, ni –A, y puede ser tanto +A, como –A. El algo, que tendría que ser +A o no –A, está referido, de este modo, tanto a +A, como a no A; y también, al estar referido a A, no tendría que ser referido a no A así como no tiene que ser referido a A si está referido a no A. Por consiguiente, el algo mismo es el tercero, que tendría que ser excluido. Cuando las determinaciones opuestas se hallan, en el algo, sea como opuestas, sea como superadas en este poner, el tercero, por lo tanto, que tiene aquí el aspecto de algo muerto, representa, considerado más profundamente, la unidad de la reflexión, en que vuelve la oposición, como su base. Si ahora se han elevado a forma de proposición las primeras determinaciones reflexivas, la identidad, la diversidad y la oposición, entonces tanto más habría que comprender en una proposición aquella determinación reflexiva, a la que las otras traspasan como a su verdad, es decir, la contradicción; y habría que decir: todas las cosas están en contradicción en sí mismas, y esto justamente en el sentido de que esta proposición expresaría, frente a las otras, mucho más la verdad y la esencia de las cosas. La contradicción, que se destaca en la oposición, es sólo el desarrollo de la nada, contenida en la identidad, y que se presentó en la expresión, que afirmaba que el principio de identidad no dice nada. Esta negación se determina ulteriormente convirtiéndose en la diversidad y oposición, que ahora representa la contradicción puesta”.

En los anteriores pasajes, Hegel, hace una severa crítica a leyes de la Lógica formal de Aristóteles, particularmente el Principio de contradicción y formula la Ley dialéctica de la contradicción al afirmar que en el universo todas las cosas son contradictorias en sí mismas. Es decir, que las contradicciones están en el interior de los mismos objetos.

Prosigue con la crítica, en el sentido de que el Principio de Identidad de la Lógica formal está tan arraigado, de tal manera que la contradicción es secundaria, pero resulta que la contradicción es fundamental, es la que da vida a la identidad abstracta, muerta y constituye la fuente del movimiento de las cosas:

Pero es una de las ideas preconcebidas fundamentales de la Lógica aceptada hasta ahora y de la representación habitual, el creer que la contradicción no es una determinación tan esencial e inmanente como la identidad; más bien, cuando se tuviera que hablar de un orden jerárquico, y cuando ambas determinaciones tuvieran que ser mantenidas como separadas, entonces la contradicción tendría que ser considerada como lo más profundo y lo más esencial. En efecto, frente a ella, la identidad es sólo la determinación de lo simple inmediato, del ser muerto; en cambio, la contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad; pues sólo al contener una contradicción en sí, una cosa se mueve, tiene impulso y actividad. Habitualmente ante todo se intenta alejar la contradicción, apartándola de las cosas, de lo existente, y de lo verdadero en general; se afirma, que no hay nada que sea contradictorio. Al contrario, luego, se imputa la contradicción a la reflexión subjetiva, que, por medio de sus referencias y comparaciones, la había establecido en primer lugar. Pero tampoco en esta reflexión se presentaría verdaderamente la contradicción, pues lo contradictorio no podría ser representado ni pensado. En general la contradicción, sea en lo real o en la reflexión conceptual, vale como una accidentalidad, y al mismo tiempo como una anormalidad y un paroxismo morboso transitorio”.

Para Hegel, la contradicción no es algo anormal, accidental, es algo que es inherente a todos los objetos y a los conceptos; hasta en el más simple movimiento, el desplazamiento mecánico está presente:

Ahora, por lo que se refiere a la afirmación de que no existe la contradicción, que no es algo presente, no necesitamos preocuparnos por una afirmación de este tipo. Una determinación absoluta de la esencia tiene que hallarse en cualquier experiencia, en todo lo real como en cada concepto. Ya recordamos anteriormente la misma cosa con respecto al infinito, que es la contradicción que se presenta en la esfera del ser. Sin embargo, la experiencia común manifiesta ella misma que por lo menos hay una multitud de cosas contradictorias, de ordenamientos que se contradicen, etc., cuya contradicción no se presenta sólo en una reflexión extrínseca, sino en ellos mismos. Además, no puede considerársela solamente como una anormalidad, que se presentase sólo aquí y allá, sino que es lo negativo en su determinación esencial, el principio de todo movimiento, que no consiste en otra cosa sino en una manifestación de la misma contradicción. El mismo movimiento extrínseco sensible representa su existencia inmediata. Algo se mueve no sólo porque se halla en este momento aquí y en otro momento allá, sino porque en uno y el otro mismo momento se halla aquí y no aquí, porque en este aquí existe y no existe conjuntamente”.

No hay dudad, que para Hegel la contradicción es la "fuerza motriz del movimiento", tanto de la realidad material, como conceptual; aunque, es en la Doctrina de la esencia, donde plantea ésta importante ley, a diferencia de la Ley del tránsito de los cambios cualitativos y viceversa, que la formula en la esfera de los objetos finitos que adquieren existencia por el tránsito del ser abstracto a su determinación cualitativa y cuantitativa.

La dialéctica hegeliana, es el resultado de la generalización de los conocimientos aportados por la filosofía y por las ciencias particulares (física, química, historia social, etc.); su deficiencia está en su idealismo objetivo, el cual considera que la realidad material es derivada del concepto en su máxima expresión (Dios).

La dialéctica no es nueva, inicia con Heráclito (530-470 a.C.) en Grecia, al señalar que en la naturaleza todo fluye. Su dialéctica (movimiento) es criticada por los eleatas, al negar el movimiento; pero, Hegel, en su Ciencia de la lógica, en este punto se expresa con las siguientes palabras:

Hay que conceder a los antiguos dialécticos las contradicciones que ellos señalan en el movimiento; pero de esto no se sigue que por eso el movimiento no exista, sino más bien que el movimiento es la contradicción misma en su existencia”.

Insiste en el sentido de que las contradicciones no son externas, están en el interior de los propios objetos y son la causa del movimiento de los mismos. Así pues, se trata de un auto movimiento de los objetos y los conceptos, ya que son las contradicciones internas las que mueven a los objetos, no requieren de un impulso exterior:

De la misma manera el auto movimiento interno, que es el auto movimiento verdadero y propio, es decir, el impulso en general no es otra cosa sino el hecho de que algo existe en sí mismo, y es la falta, es decir, lo negativo de sí mismo, en un único e idéntico aspecto. La identidad abstracta en sí no representa todavía ninguna vitalidad, sino que, como lo positivo es en sí mismo la negatividad, por eso sobresale de sí y se empeña en modificarse. Por lo tanto, algo es viviente, sólo cuando contiene en sí la contradicción y justamente es esta fuerza de contener y sostener en sí la contradicción. Pero, si algo existente no puede, en su determinación positiva, abarcar al mismo tiempo su determinación negativa y mantener firme la una y la otra, es decir, sino puede tener en sí mismo la contradicción, entonces no es ésta la unidad viviente misma, no es fundamento, sino que perece en la contradicción. El pensamiento especulativo consiste sólo en que el pensamiento mantiene firme la contradicción y en ella se mantiene firme a sí mismo; pero no en que, como acontece con la representación, se deje dominar por la contradicción y deje que sus determinaciones sean disueltas por ésta solamente en otras, o en la nada

Las contradicciones están hasta en las cosas más triviales del sentido común, como arriba-abajo, adelante-atrás, a un lado, izquierda-derecha, etc., en las que solo pueden ser concebidas como la unidad con su contra-parte:

Si en el movimiento, en el impulso o en otras cosas similares la contradicción está ocultada por la representación, en la simplicidad de estas determinaciones, al contrario, la contradicción se presenta de inmediato en las determinaciones correlativas. Los ejemplos más triviales de arriba y abajo, derecha e izquierda, padre e hijo, etc., al infinito, contienen todas las oposiciones en un único término. Arriba es lo que no es abajo, arriba está determinado sólo como el no ser abajo, y existe sólo en razón de que hay un abajo, y viceversa; en una determinación se halla su contrario. El padre es el otro del hijo, y el hijo es el otro del padre, y cada uno existe sólo como este otro del otro; y al mismo tiempo una determinación existe sólo en relación con la otra; su ser es un único subsistir. El padre es algo también por sí, aun fuera de su relación con el hijo; pero así no es padre, sino un hombre en general; del mismo modo arriba y abajo, derecho e izquierdo son también algo reflejado en sí, fuera de la relación, pero entonces son sólo lugares en general. Los opuestos contienen la contradicción sólo porque ellos bajo el mismo respecto se relacionan uno con otro de modo negativo o sea se eliminan recíprocamente y son indiferentes uno frente a otro. La representación, al traspasar al momento de la indiferencia de las determinaciones, olvida en ésta la unidad negativa de ellas y las considera así solo como diferentes en general; en tal determinación la derecha ya no es derecha, la izquierda ya no es izquierda, etc. Pero cuando de hecho, la representación tiene delante de sí la derecha y la izquierda, ella tiene de este modo a sí estas determinaciones que se presentan como negándose a sí mismas, una en la otra, y al mismo tiempo como no negándose en esta unidad, sino estando de manera indiferente cada una por sí”.

Lo más importante en el libro segundo, en el que Hegel analiza la Doctrina de la esencia, es el rescate de la dialéctica y la reformula, en respuesta a la crítica de las limitaciones de la lógica aristotélica. Específicamente, pone en el centro de la lógica dialéctica, la ley de la contradicción como motor del movimiento de los objetos materiales y de los conceptos. 
También, en la doctrina de la esencia, expone la contradicción entre el contenido y la forma, como la más universal, que opera en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. No se trata de una contradicción externa, se trata más bien de una contradicción interna, derivada de la esencia. El contenido en su movimiento dialéctico se transforma en forma. esta es la forma de existencia del contenido. Entre ambos conceptos, hay un nexo interno, es decir, se trata de una ley, que expresa la constancia en la variabilidad de los fenómenos: En este sentido, define la ley como la inmovilidad del fenómeno inestable.

En la última parte de la Ciencia de la lógica, Hegel estudia la doctrina del concepto. Lo entiende, como resultado de la doble negación: negación del ser por la esencia y la negación de ésta por el concepto:

El concepto debe ante todo ser considerado en general como el tercero con respecto al ser y la esencia, esto es a lo inmediato y la reflexión. Ser y esencia, por lo tanto, son los momentos de su devenir; pero es la base y la verdad de ellos, considerada como identidad, donde ellos han perecido y están contenidos. Ellos están contenidos en el concepto porque éste es su resultado; pero ya no están en él como ser y como esencia; sino que tienen esta determinación sólo porque no han vuelto todavía a esta unidad suya”.

Hegel, engloba en la Lógica Objetiva, al ser y la esencia, indicando con esto, que ambos son inherentes a las cosas materiales. El objeto finito, es el algo determinado en sus dos acepciones: cualidad y cantidad, la esencia está también en el objeto finito, pero está oculto, constituye su fundamento y en ella está la verdad expresada en forma de concepto:

La lógica objetiva, que considera el ser y la esencia, constituye, por ende, propiamente la exposición genética del concepto. Con más exactitud, la sustancia es ya la esencia real, o sea la esencia que está en unidad con el ser y ha penetrado en la realidad. Por consiguiente, el concepto tiene la sustancia como su presuposición inmediata, la sustancia representa en sí lo que el concepto es como manifestado. El movimiento dialéctico de la sustancia a través de la causalidad y acción recíproca, es, por ende, la generación inmediata del concepto, por cuyo medio se halla presentado su devenir. Pero su devenir tiene, como por doquiera el devenir, el significado de que él es la reflexión de lo que traspasa a su fundamento, y lo que primeramente aparece como otro al cual el primero ha traspasado, constituye la verdad de éste. Así el concepto es la verdad de la sustancia, y, como la manera determinada de relación de la sustancia es la necesidad, la libertad se muestra como la verdad de la necesidad, y como la manera de relación del concepto”.

Más adelante en otro pasaje, está expuesta con toda nitidez la Ley de la negación de la negación:

El concepto fue considerado antes como la unidad del ser y la esencia. La esencia es la primera negación del ser, que se ha convertido así en apariencia; el concepto es la segunda negación, o sea la negación de la negación, y, por ende, es el ser restablecido, pero como la infinita mediación y la negatividad de este ser en sí mismo. Por consiguiente, ser y esencia, ya no tienen, en el concepto, la determinación en la que ellos existen como ser y esencia, ni tampoco están en una unidad tal que no aparezca sólo en el otro. El concepto no se distingue por lo tanto en estas determinaciones. Es la verdad de la relación sustancial, en la que ser y esencia consiguen su acabada independencia y determinación, uno por medio del otro”.

Así pues, aquí está planteada la esencia de la Ley de la Negación de la Negación: la esencia niega al ser y el concepto es la negación de la esencia; se ha producido una doble negación, para retornar al punto de partida: el concepto abstracto, que no es más que el punto de partida (el ser abstracto), pero elevado a un nivel superior.

En 1817 Hegel publicó su Enciclopedia de las ciencias filosóficas, obra en la que escribió una síntesis de su sistema filosófico en la que sintetizó su sistema y escribió:

La concepción más profunda es el concepto; el cual es, por su propia naturaleza, inmanente en general, e inmanente, por tanto, a la naturaleza como tal. La naturaleza ha sido determinada como la idea en la forma del ser otro. Como la idea es, de este modo, la negación de sí misma y exterior a sí, la naturaleza no es exterior a sí, solo relativamente respecto a la idea (y respecto a la existencia subjetiva de la idea, el espíritu), sino que la exterioridad constituye la determinación, en la cual ella es como naturaleza”.

Es evidente que para Hegel la naturaleza es el ser otro de la idea, es decir la naturaleza se deriva de la idea.

Más adelante: “La naturaleza considerada en sí, en la idea, es divina; pero en el modo en que es, su ser no corresponde a su concepto; es, por el contrario, la contradicción no resuelta…La naturaleza es representación de la idea, claro está que se puede y se debe admirar en ella la sabiduría de Dios. La naturaleza es la verdadera realidad de la idea”. Así pues, la naturaleza es la realización de la idea.

Luego, expuso cuestiones muy importantes relacionadas con lo finito vs lo infinito: “Solo las cosas naturales están sujetas al tiempo, por ser finitas; lo verdadero, por el contrario, la idea, el espíritu, es eterno”.

La naturaleza es negada y el espíritu se convierte en concepto: “El conocimiento del espíritu es el más concreto de los conocimientos, y, por lo mismo, el más alto y complejo. La esencia del espíritu es, por consiguiente, formalmente, la libertad y su particularización y manifestación. Lo absoluto es el espíritu: ésta es la más alta definición de lo absoluto. Encontrar esta definición, y comprender su significado y su contenido, tal se puede decir ha sido la tendencia absoluta de toda cultura y de toda filosofía;  a este punto ha mirado con sus esfuerzos toda religión y toda ciencia; solo este impulso explica la historia del mundo…Lo que aquí es dado en forma representativa, y es en sí la esencia, es preciso comprenderlo en su propio elemento: el concepto; éste es el deber de la filosofía, deber que no puede decirse resuelto de modo verdadero e inmanente, mientras el concepto y la libertad no lleguen a ser objeto y alma de la filosofía”.

La meta de la filosofía, de la religión y de la cultura en general de apropiarse del espíritu absoluto, el cual se despoja de toda sensibilidad para lograr la verdadera “libertad”. “Es en la unidad de la objetividad del espíritu y de su idealidad, o de su concepto, unidad que es en sí y por sí, y se produce eternamente: el espíritu en su verdad absoluta. Tal es el espíritu absoluto”. Dentro de éste, Hegel considera al arte, la religión y la filosofía como su máxima expresión.

Finalmente, en la filosofía del derecho (1821): En el siguiente párrafo Hegel, precisa el objeto de estudio de la filosofía del derecho: “El objeto de la ciencia filosófica del derecho es la Idea del Derecho, el concepto del Derecho y su realización. La filosofía se ocupa de las Ideas, y por eso con lo que suele llamarse “meros conceptos”; más bien muestra la unilateralidad y falta de verdad de éstos últimos, así como muestra que el concepto es lo que tiene realidad (y no lo que frecuentemente recibe ese nombre, que no es sino una determinación abstracta del entendimiento) porque se la da a sí mismo. Todo lo que no es tal realidad postulada por el concepto mismo, es existencia pasajera, accidentalidad externa, opinión, apariencia inesencial, falsedad, engaño, etc. La configuración que se da a sí mismo el concepto al realizarse, es, para el conocimiento del concepto mismo, el momento esencial de la Idea, que es diferente a su forma de ser solamente concepto. El campo del Derecho es lo espiritual, y su lugar preciso y punto de partida es la voluntad, que es libre, de suerte que la libertad constituye su sustancia y determinación; y el sistema del Derecho es el reino de la libertad realizada, el mundo del espíritu expresado por sí mismo, como en una segunda naturaleza”.

Todo lo que no es concepto es transitorio, aparente, falso, etc. Es decir, solo el concepto tiene realidad al determinarse o realizarse, lo que significa que la realidad sensible es creada por el concepto (espíritu), principio fundamental que define a la filosofía idealista.

En seguida el pensador alemán, define a la dialéctica, en los siguientes términos: “Llamo dialéctica al principio motor del concepto, que disuelve, pero también produce la especificación de lo universal. Dialéctica no de la manera negativa tal como aparece frecuentemente en Platón, en el sentido de que ella disuelva, enrede y lleve aquí y allá un objeto, un principio dado en general al sentimiento o la conciencia inmediata y trate solo con la deducción de su opuesto. Este procedimiento puede considerar como su resultado último llegar a lo opuesto de una representación; o a permanecer en la contradicción si se actúa decididamente –como en el antiguo escepticismo-; o también pobremente lograr una aproximación a la verdad, que es la moderna mediocridad. La más alta dialéctica del concepto es producir y concebir la determinación –no como oposición y límite solamente-, sino desde ella comprender y producir el contenido y el resultado positivos, porque únicamente con esto ella es desarrollo y progreso inmanente. Esta dialéctica no es, pues, un hacer externo de un pensar subjetivo, sino el alma propia del contenido, la cual hace brotar orgánicamente sus ramas y sus frutos. De este desenvolvimiento de la idea, en tanto actividad propia de la misma razón, el pensamiento en cuanto subjetivo solo es espectador, sin añadir nada de su parte. Considerar algo racionalmente, no significa acercar la razón al objeto desde fuera y elaborarlo con ella, sino significa que el objeto es, por sí mismo, racional; aquí es el espíritu en su libertad la culminación suprema de la razón autoconsciente, la que se da realidad y se produce como mundo existente; la ciencia solo tiene la tarea de llevar a la conciencia este trabajo propio de la razón de la cosa.

En el anterior párrafo está claro que para Hegel la dialéctica es la “fuerza motriz” que mueve los conceptos; es decir, todo su sistema filosófico trata esencialmente de la dialéctica de los conceptos.

Si bien es cierto que, Hegel expone las tres leyes de la dialéctica en la lógica (pensamiento) y por su sistema idealista, considera a la idea lógica como la generadora de la naturaleza material. En este sentido, era necesario invertir su dialéctica para convertirla en una dialéctica materialista, en la que la materia en su movimiento es la que genera al pensamiento, como lo prueba el prolongado desarrollo de las ciencias naturales.

Fueron Marx y Engels quienes realizaron la inversión de la dialéctica idealista de Hegel, entre 1844 y 1847, en sus obras: Manuscritos económico-filosóficos de Marx (1844), La sagrada familia de ambos (1845), La ideología alemana de los dos (1846) y Miseria de la filosofía de Marx (1847). Pero, donde Marx se expresa en forma sintética es, en el Epílogo a la segunda edición del Tomo I del Capital (1873), en que afirma:

"Mi método dialéctico no solo difiere del de Hegel, en cuanto a sus fundamentos, sino que es su antítesis directa. Para Hegel el proceso del pensar, al que convierte incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su manifestación externa. Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material traspuesto y traducido a la mente humana...La mistificación que sufre la dialéctica en manos de Hegel, en modo alguno obsta para que haya sido él quien, por vez primera, expuso de manera amplia y consciente las formas generales del movimiento de aquélla. En él la dialéctica está puesta al revés. Es necesario darle la vuelta, para descubrir así su núcleo racional que se oculta bajo su envoltura mística".

Por su parte, Engels (1873-1886) al recopilar materiales para su Dialéctica de la naturaleza, explica que las leyes de la dialéctica, son abstracciones de la historia de la naturaleza y de la sociedad humana, que se reflejan en el pensamiento humano; por consiguiente, son leyes universales que operan en la naturaleza, la sociedad y el conocimiento. Estas leyes son:

Ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa.

Ley de penetración de los contrarios.

Ley de la negación de la negación.

"Las tres han sido desarrolladas por Hegel, en su forma idealista, como simples leyes del pensamiento: la primera, en la primera parte de su Lógica, en la teoría del ser; la segunda ocupara toda la segunda parte, con mucho la más importante de todas, de su Lógica, la teoría de la esencia; la tercera, finalmente, figura como la ley fundamental que preside la estructura del todo el sistema. El error reside en que estas leyes son impuestas, como leyes del pensamiento, a la naturaleza y a la historia, en vez de derivarlas de ellas. De ahí proviene toda la construcción forzada y que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el mundo, quiéralo o no, tiene que organizarse con arreglo a un sistema discursivo, que sólo es, a su vez, producto de una determinada fase de su desarrollo del pensamiento humano. Pero, si invertimos los términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente simples y claras como la luz del Sol".

En seguida, Engels en su obra el Anti-Duhring (1878), en polémica con Duhring expone la ley del tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad:

Detengámonos un momento a comparar esta nítida clasificación de los eficaces esquemas generales y su punto de vista realmente crítico, con las crudezas, arideces y fantasías febriles de un Hegel. Y nos encontramos con que la Lógica de Hegel comienza con el ser, exactamente lo mismo que el señor Duhring; que del ser resulta la nada, igual como en el señor Duhring; con que de este nada–ser se pasa al devenir, cuyo resultado es la existencia, es decir, una forma más alta y más colmada del ser, exactamente lo mismo que en el señor Duhring. La existencia nos lleva a la calidad, y ésta a la cantidad…exactamente lo mismo que en el señor Duhring…Ni más ni menos que la línea nodal hegeliana de relaciones de medida en que, al llegar a un determinado nudo, la gradación ascendente o descendente puramente cuantitativa origina ya un salto cualitativo, como acontece, por ejemplo, con el agua puesta a calentar o enfriar, en que el punto de ebullición y el punto de congelación son los nudos en que se efectúa el salto a un nuevo estado de aglutinación, en que, por lo tanto, la cantidad se trueca en calidad”.

Para Engels, la gradación cuantitativa ascendente o descendente se mueve gradualmente en un rango en el que se conserva la vieja cualidad, pero al rebasar la medida se produce un salto que inaugura la aparición repentina de una nueva cualidad.

En seguida Engels analiza el movimiento material, reafirma la Ley del tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad, explicando que el movimiento cuantitativo gradual, se interrumpe bruscamente –salto-, para dar origen a una nueva cualidad:

Para la dialéctica, el hecho de que el movimiento se exprese en su contrario, en la quietud no representa ninguna dificultad. Para ella…toda esa antítesis es puramente relativa; no existe quietud absoluta ni equilibrio incondicional. Todo movimiento aislado tiende al equilibrio, y el movimiento total altera nuevamente el equilibrio. De aquí que la quietud y el equilibrio sean, donde quiera que se presenten, el resultado de un movimiento limitado, y es natural que ese movimiento pueda medirse y expresarse por sus resultados, y pueda, a la vez, restablecerse partiendo de él, bajo una u otra forma. La transición de una forma de movimiento a otra, por muy gradualmente que se desarrolle, representa siempre un salto, un viraje decisivo”.

En seguida analiza el espacio y el tiempo, como las formas más elementales de existencia de la materia, que nos revelan las contradicciones internas que mueven a los objetos. Además, explica que hasta en el movimiento más elemental –el mecánico- se pone de manifiesto la contradicción:

Mientras consideramos las cosas como estáticas e inertes, cada una de por sí, una al lado de la otra [espacio] y sucesivamente [tiempo], no descubrimos en ellas ninguna contradicción. Nos encontramos con determinadas propiedades, en parte comunes, en parte diferentes y hasta contradictorias entre sí, pero que, en este caso, no albergan ninguna contradicción por estar distribuidas entre objetos diversos. Hasta donde alcanza esta forma de abordar los objetos de investigación, podemos desenvolvernos con el método especulativo, vulgar, de la metafísica. Pero, todo cambia de raíz, tan pronto como queramos analizar las cosas en su movimiento, en su transformación, en su vida, en su influencia recíproca. Entonces, caeremos inmediatamente en un cúmulo de contradicciones. Ya el movimiento es de por sí una contradicción; el simple desplazamiento mecánico de un lugar sólo puede realizarse gracias al hecho de que un cuerpo esté al mismo tiempo, en el mismo instante, en un lugar y en otro, gracias al hecho de estar y no estar al mismo tiempo en el mismo sitio. Y el surgimiento continúo y la simultánea solución a esta contradicción es precisamente lo que constituye el movimiento. Si ya el simple movimiento mecánico, el simple desplazamiento de lugar encierra una contradicción, tanto más la encierran las formas superiores del movimiento de la materia, y muy especialmente la vida orgánica y su desarrollo. Ya hemos visto que la vida consiste precisamente, ante todo, en que un ser sea al mismo tiempo, en el mismo instante, el que es y otro. La vida no es, pues, a su vez, más que una contradicción albergada en las cosas y en los fenómenos y que se origina y soluciona incesantemente; al cesar la contradicción, cesa la vida y sobreviene la muerte. Hemos visto, asimismo, que tampoco en el mundo del pensamiento nos hallamos libres de contradicciones”.

En la anterior cita, también, Engels explica que cuando los objetos se estudian en sus dimensiones espacial y temporal no se revelan sus contradicciones; las condiciones cambian radicalmente cuando los objetos se estudian como procesos, entonces se ponen de manifiesto las fuerzas contradictorias internas que los mueven, tanto en la naturaleza, la vida y el pensamiento. Es decir, la contradicción, la hace extensiva a todos los objetos del universo, incluyendo el pensamiento.

En seguida explica la Ley de la Negación de la Negación:

 “¿Qué es la negación de la negación? Una ley extraordinariamente general y, por ello mismo, extraordinariamente eficaz e importante, que rige el desarrollo de la naturaleza, de la historia y del pensamiento; una ley que, se impone en el mundo vegetal y animal, en la geología, en las matemáticas, en la historia y en la filosofía. La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales que rigen la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento. Negar, en dialéctica, no consiste lisa y llanamente en decir no, en declarar que una cosa no existe, o en destruirla caprichosamente…el carácter de la negación obedece en primer lugar, a la naturaleza general, y, en segundo lugar, a la naturaleza específica del proceso. Yo no debo solo negar, sino también eliminar nuevamente la negación. La primera negación ha de ser, pues, de tal naturaleza, que haga posible o permita que siga siendo posible la segunda. ¿Cómo? Eso dependerá del carácter específico de cada caso concreto. Al moler un grano de cebada, al aplastar un insecto, ejecuto indudablemente el primer acto de negación, pero hago imposible la segunda negación. Cada clase de objetos tiene, por lo tanto, su modo peculiar de ser negada de tal manera que engendre un proceso de desarrollo, y lo mismo ocurre con las ideas y los conceptos”.

Así pues, la inversión materialista de las leyes de la dialéctica idealista, descubiertas por Hegel en el pensamiento, Marx y Engels fundaron el materialismo dialéctico, con él se retorna a la dialéctica materialista inaugurada por Heráclito, pero a nivel muy superior, tal como lo sintetiza Engels, en su Dialéctica de la naturaleza: los grandes descubrimientos de las ciencias naturales, particularmente, la Teoría celular (1837-1838), Ley de la transformación y conservación de la materia y la energía (1843) y la Teoría de la evolución (1859), con los que "La nueva concepción de la naturaleza había quedado delineada en sus rasgos fundamentales: todo lo que había en ella de rígido se aflojaba, cuanto había de plasmado se esfumaba, lo que se consideraba eterno pasaba a ser perecedero y la naturaleza toda se revelaba como algo que se movía en perenne flujo y eterno ciclo. Hemos retornado, así, a la concepción de los grandes fundadores de la filosofía griega, según la cual la naturaleza toda, desde lo más pequeño hasta lo más grande, desde el grano de arena hasta el Sol, desde el protozoo hasta el hombre, se halla, existe en perenne proceso de nacimiento y extinción, en flujo incesante, en un estado continuo de movimiento y cambio. Pero con una diferencia esencial, y es que para los griegos sólo era una intuición genial constituye para nosotros el resultado de una investigación rigurosamente científica y experimental, razón por la cual cobra una forma más definida y clara".

 

Conclusiones

El sistema filosófico de Hegel inicia con su Fenomenología del espíritu (1807), obra en la que el espíritu se transforma en realidad material en el espacio y el tiempo como formas de su existir; además, formula por primera vez la ley la transformación recíproca de la cantidad vs la cualidad en los procesos.

Las tres leyes universales de la dialéctica fueron descubiertas por Hegel y expuestas en su Monumental obra: Ciencia de la lógica (1812-1816): Ley del tránsito recíproco de la cantidad y la calidad, ley de la contradicción y la ley de la negación de la negación.

Hegel en su obra: Compendio de las ciencias filosóficas (1817) sintetiza su sistema idealista y precisa que la naturaleza es el otro ser del concepto o espíritu y en la Filosofía del derecho, obra con la que culmina su sistema filosófico y remata diciendo que la Filosofía del derecho, tiene como objeto de estudio la realización material del concepto del derecho; es decir. El concepto crea la realidad material, principio que define al idealismo filosófico.

El principal aporte de Hegel –aparte de las leyes del movimiento del pensamiento- es el método dialéctico: el estudio de los objetos como procesos que se mueven producto de las contradicciones internas, así como las categorías (conceptos generales): cantidad vs cualidad, singular vs general, apariencia vs esencia, ley (movimiento vs reposo), necesidad vs casualidad, libertad vs necesidad, posibilidad vs realidad, abstracto vs concreto; etc. Todas expresiones de la ley de la contradicción.

Dado el carácter idealista de la dialéctica hegeliana, tuvo que ser invertida por Marx y Engels para darle un contenido materialista y así apareció el materialismo dialéctico, que sintetiza los dos aspectos más importantes de la dialéctica: materia que se mueve.

Según la ley del tránsito recíproco de la cantidad vs la cualidad, los objetos se mueven gradualmente, hasta un límite, en el que si se rebasa la medida –cualidad cuantitativa-, aparece un cambio brusco –salto- que da origen a una nueva cualidad. Así pues, el movimiento es la unidad de los cambios cuantitativos graduales y los cambios cualitativos –saltos-.

La contradicción interna, es la “fuerza motriz# que mueve a los objetos materiales y al pensamiento.

En el universo todos los procesos son cíclicos –negación de la negación-. Para completar el ciclo, se requiere doble negación para superar los dos aspectos contradictorios, inherentes a los objetos materiales y el pensamiento. En la esfera de las matemáticas, la doble negación significa: (-) (-) = +

Las leyes de la dialéctica, son una poderosa herramienta teórica y metodológica que orienta y potencia el conocimiento científico.

Las tres leyes generales del movimiento de la materia y el pensamiento –leyes de la dialéctica-, constituyen el fundamento teórico de las ciencias particulares, ya que los objetos materiales son la unidad de lo general y lo particular.

 

Bibliografía


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Engels Federico. 1873-1886. Dialéctica de la naturaleza. Editorial Grijalbo, S.A. México D.F.

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 Hegel. 1821. Filosofía del derecho. UNAM (1975). México, D. F.

 Marx C. 1844. Manuscritos económico-filosóficos. Fondo de Cultura Económica (1982). México D.F.

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Marx C. y Engels F. 1846. La Ideología Alemana. Editorial Pueblo y Revolución (1966). La Habana, Cuba. 
Marx C. 1847. Miseria de la Filosofía: Respuesta a la “Filosofía de la Miseria” del Señor Proudhon. Editorial Progreso (1980). Moscú, URSS.

Marx C. 1873. Epílogo a la segunda Edición del Capital.Tomo I. Volumen I. Siglo XXI Editores (2014), S.A. México, D.F.

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