valeitvo@yahoo.com.mx
La
exposición del sistema de la dialéctica idealista de Hegel inicia con una
introducción general conocida como Fenomenología del espíritu (1807) en la que
el espíritu “encarna” en la sensibilidad espacial y temporal y poco a poco se
va “deshaciendo” de lo sensible para culminar en el saber absoluto, pasando
previamente por el arte y la religión. Pocos años después entre 1812 y 1816
continúa con su sistema y edita su obra monumental: Ciencia de la lógica, en la
que expone las tres leyes fundamentales: Ley del tránsito recíproco de la
cantidad y la cualidad, Ley de la contradicción y Ley de la negación de la
negación; además, formula la mayoría de categorías contradictorias de la Lógica
dialéctica. Posteriormente en 1817 publica Compendio de las ciencias
filosóficas en la que expone en forma sintética su sistema filosófico
estructurado en el concepto (Dios), la filosofía de la naturaleza y el espíritu
absoluto. Más adelante, en 1821 concluye su sistema con la publicación de la Filosofía del derecho, obra en la que consecuente
con su método idealista expone el concepto del derecho y su realización
material.
Dado
el carácter idealista de la dialéctica hegeliana, fue necesaria su inversión
por Marx y Engels en la cuarta década del siglo XIX, pero fue en la segunda
mitad de dicho siglo entre 1859 y 1886, ya en su madurez intelectual y la
generalización de los principales descubrimientos de su época, cuando
invirtieron la dialéctica idealista hegeliana, al crear el materialismo
dialéctico, en el que se sintetiza los principales rasgos de la dialéctica:
materia en movimiento.
Desarrollo
La
Fenomenología del espíritu (1807) es
la primera obra que integra el sistema dialéctico idealista de Hegel, escrito
en el que inicia con la “encarnación” sensible del espíritu en el espacio y en
el tiempo y gradualmente el espíritu se va “deshaciendo” de la sensibilidad
hasta culminar con el saber absoluto en el que los conceptos están despojados
de las trabas sensibles. Además, pre-anuncia la Ley del tránsito recíproco de la
cantidad vs la cualidad en el movimiento de los conceptos:
“No es difícil darse cuenta, por lo demás, de que vivimos en tiempos de
gestación y de transición hacia una nueva época. El espíritu ha roto con el
mundo anterior de su ser allí y de su representación y se dispone a hundir eso
en el pasado, entregándose a la tarea de su propia transformación. El espíritu,
ciertamente, no permanece nunca quieto, sino que se halla siempre en movimiento
incesantemente progresivo. Pero, así como en el niño, tras un largo período de
silenciosa nutrición, el primer aliento rompe bruscamente la gradualidad del
proceso puramente acumulativo en un salto cualitativo, y el niño nace, así
también el espíritu que se forma va madurando lenta y silenciosamente hacia la
nueva figura, va desprendiéndose de una partícula tras otra de la estructura de
su mundo anterior y los estremecimientos de este mundo se anuncian solamente
por medio de síntomas aislados; la frivolidad y el tedio que se apoderan de lo
existente y el vago presentimiento de lo desconocido son los signos
premonitorios de que algo otro se avecina. Estos paulatinos desprendimientos,
que no alteran la fisonomía del todo, se ven bruscamente interrumpidos por la
aurora que de repente ilumina como un rayo la imagen del mundo nuevo”.
Las
leyes de la dialéctica y categorías (conceptos generales) en su versión
idealista fueron descubiertas por Hegel y expuestas en su monumental obra: Ciencia de la lógica entre 1812 y 1816,
dividida en tres partes: Doctrina del Ser, en la que enuncia la ley de la
transición recíproca de la cantidad y la cualidad, la cual concibe el
movimiento de los conceptos como la unidad contradictoria de cambios
cuantitativos (graduales) que al rebasar un rango conocido como medida, se produce
un cambio brusco (“salto”) que da origen a una nueva cualidad; Doctrina de la
esencia, en la que expone la ley de la contradicción y afirma que se trata de
la ley más importante, que establece que en el universo todos los procesos son
contradictorios y; Doctrina del concepto, en la que sintetiza las dos leyes
anteriores y la denominó como ley de la negación de la negación, que es
producto de la negación del Ser y su relevo por la esencia y ésta es negada por
el concepto, con lo que se retorna al punto de partida el Ser abstracto, pero a
un nivel superior; es decir, que el conocimiento se mueve en espiral y de lo
simple a lo complejo. Esta ley en su expresión matemática expresa una ley de
los signos: (-) (-) = (+).
Además
de las tres leyes fundamentales de la dialéctica Hegel, explica las categorías
(conceptos generales) entre las que destacan: cantidad vs cualidad, singular vs
general, apariencia vs esencia, necesidad vs casualidad, libertada vs
necesidad, posibilidad vs realidad; entre otras, en las que está implícita la
ley de la contradicción.
Específicamente
en la Doctrina del Ser expone la Ley
de la transformación recíproca de la cantidad vs la cualidad.
El
ser abstracto tiene que materializarse -según Hegel-, es decir, tiene que darse
una existencia en los objetos finitos sensibles, los que en su movimiento son
la unidad contradictoria entre la cantidad vs la cualidad.
Es
en los siguientes pasajes, en los que Hegel formula la Ley de la transformación recíproca de la cantidad y la cualidad:
“Dado que la determinación de cantidad es
así, en la existencia, la doble determinación de que una vez es la cantidad a
la cual está vinculada la cualidad, pero otra vez es la cantidad donde puede
sin perjuicio darse aquel ir y venir, ocurre el perecer de algo, que posee una
medida, en el hecho de que su cuanto ha cambiado. Este perecer parece por un
lado como repentino, porque puede cumplirse un cambio en el cuanto sin cambiar
su medida y cualidad; pero por otro lado se vuelve en un todo comprensible
precisamente por medio de la gradualidad. Es tan fácil asirse a esta categoría,
a fin de volver representable o de aclarar el perecer de una cualidad o de
algo, en cuanto que parece que así se pueda ver casi con los ojos el
desaparecer, porque el cuanto está puesto como el término extrínseco, variable
por naturaleza, y con esto el cambio se comprende por sí mismo como cambio sólo
del cuánto. Pero en la realidad con esto no se explica nada; el cambio es a la
vez esencialmente el traspaso de una cualidad a otra, o el traspaso más
abstracto de una existencia a una no existencia; en esto hay una determinación
diferente de la que se halla en la gradualidad, que es sólo una disminución o
aumento, y es el mantenerse unilateralmente adherido a la magnitud”.
Es
evidente que Hegel entiende como verdadero cambio el tránsito de una cualidad a
otra, producto de la interrupción de la gradualidad.
Más
adelante, se pregunta:
“¿Puede acaso el arrancar un pelo de una
cabeza o de una cola de caballo convertirse en peladas, o termina un montón de
ser un montón si se saca de él un grano? Esto, vale decir, no realiza tal
cambio cualitativo, lo cual puede concederse sin dificultad, en tanto semejante
sustracción constituye sólo una y por cierto también totalmente insignificante
diferencia cuantitativa; y así se sustrae un pelo o un grano, y esto se repite
de modo que, según lo que se había concedido, se sustrae cada vez sólo uno; y
al final se muestra el cambio cualitativo, que la cabeza o la cola quedaron
peladas y el montón ha desaparecido. Se olvidó, en aquella concesión, no sólo
la repetición, sino que las cantidades por sí mismas insignificantes (tal como
los gastos por sí mismos insignificantes sustraídos de un patrimonio) se suman
y que la suma constituye el todo cualitativo, de modo que al final éste ha
desaparecido, la cabeza es calva y el bolsillo está vacío”.
Hegel,
explica, que la repetición prolongada de la cantidad, culmina en un cambio de
cualidad.
Prosigue en su exposición:
“Cuando el proceso progresivo de una cualidad
está en la constante continuidad de la cantidad, las relaciones que se
aproximan a un punto calificativo, consideradas cuantitativamente, difieren
sólo por el más y el menos. La variación, en este aspecto, es una variación
gradual. Pero la gradualidad se refiere sólo a lo exterior de la variación, no
a lo cualitativo de ella; la relación cuantitativa anterior, que se halla
infinitamente cerca de la siguiente, es, sin embargo, otra existencia
cualitativa. En el aspecto cualitativo, por lo tanto, el proceder meramente
cuantitativo de la gradualidad, que no es en sí misma de ningún modo un límite,
se halla absolutamente interrumpido; y puesto que la nueva cualidad que se
introduce, considerada en su relación puramente cuantitativa, es otra
indeterminada frente a la que desaparece o sea una cualidad indiferente, el
traspaso representa un salto; las dos cualidades se hallan puestas una frente a
la otra como completamente extrínsecas”.
Para
Hegel, pues, la cualidad representa la identidad relativa del ser y la cantidad
es la supresión gradual de la cualidad; pero llega un momento, en el que se
produce la supresión brusca, violenta, de la anterior cualidad y su relevo por
una nueva cualidad. A la supresión rápida, brusca o violenta, de la antigua
cualidad y su sustitución por una nueva cualidad, se conoce como “salto”.
Pone
como ejemplo, la variación térmica del agua, la cual puede aumentar o
disminuir, generando un salto. Si la temperatura aumenta gradualmente, llega un
momento, en el que se interrumpe repentinamente la gradualidad, el agua líquida
se ha transformado cualitativamente en agua en estado gaseoso. Si la
temperatura disminuye gradualmente, la gradualidad se interrumpe violentamente
en el punto de congelación, el agua líquida transita al agua en estado sólido
–hielo-:
“El agua cuando varía su temperatura, no se
vuelve por eso sólo menos caliente, sino que pasa por los estados de sólido, de
fluidez líquida y de fluidez elástica. Estos diferentes estados no se
introducen gradualmente, sino que precisamente el simple progresar gradual de
la variación de la temperatura se halla de una vez interrumpido y detenido por
estos puntos, y la introducción de otro estado es un salto. Todo nacimiento y
muerte, en lugar de ser una gradualidad progresiva, son antes bien una
interrupción de ella, y un salto desde la variación cuantitativa hacia la
cualitativa”.
Después,
rechaza categóricamente, la opinión generalizada de que en la naturaleza no se
producen saltos:
“Ningún salto se da en la naturaleza, se
dice; y la representación ordinaria, cuando debe concebir un nacer o perecer,
cree, haberlo comprendido al representárselo como un aparecer o desaparecer
gradual. Pero se ha mostrado que las variaciones del ser en general no son sólo
el traspasar de una magnitud a otra magnitud, sino un traspaso de lo
cualitativo a lo cuantitativo y viceversa, un devenir otro, que es un
interrumpirse de lo gradual, y el surgir de otro cualitativo, frente a la
existencia antecedente. El agua no se convierte en dura poco a poco por el
enfriamiento, de modo que se vuelve viscosa y gradualmente se endurece hasta
llegar a la consistencia del hielo, sino que es dura de una vez; ya con toda la
temperatura del punto de congelación, si está en reposo, puede conservar
todavía su fluidez y una pequeña sacudida la lleva al estado de dureza”.
Así
pues, Hegel, en la primera parte de su Ciencia
de la lógica, en la doctrina del ser, formula la esencia de la ley del
tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad: La cualidad se mueve
cuantitativamente –gradualmente- hasta que llega un momento, en el que se
rebasa la medida y se interrumpe la gradualidad repentinamente –se produce un
salto-, para dar paso a una nueva cualidad.
La
medida es el rango en el que la cualidad se mueve cuantitativamente; pero al
llegar a su límite superior o inferior, se interrumpe la gradualidad y se
produce un cambio brusco, un “salto”, con lo que aparece una nueva cualidad que
releva a la vieja cualidad.
Al
superarse la medida el objeto finito ha dado paso a la esencia. Se ha producido
el movimiento de la apariencia sensible a la esencia, a través de un salto.
Además,
en la doctrina del ser, expone la esencia de su idealismo filosófico:
“La proposición de que lo finito es ideal,
constituye el idealismo. El idealismo de la filosofía no consiste en nada más
que en esto: no reconocer lo finito como un verdadero existente. Cada filosofía
es esencialmente un idealismo, o por lo menos lo tiene como principio, y el
problema entonces consiste sólo en reconocer en qué medida ese principio se
halla efectivamente realizado. La filosofía es idealismo tanto como la
religión; porque tampoco la religión reconoce la finitud como un ser verdadero,
como un último, un absoluto, o bien como un no puesto, inengendrado, eterno. La
oposición de la filosofía idealista y la realista carece por lo tanto de
significado. Una filosofía que atribuye a la existencia finita en cuanto tal un
ser verdadero, último y absoluto, no merece el nombre de filosofía; los
principios de las filosofías antiguas o modernas, el agua o la materia o los
átomos son pensamientos, universales, ideales, no cosas tal como se encuentran
de manera inmediata, vale decir, en su individualidad sensible. Incluso aquella
agua de Tales; pues, si bien es aún el agua empírica, es además a la vez lo en
sí o la esencia de todas las otras cosas, y éstas no son independientes,
fundamentadas en sí, sino puestas por otro, el agua; vale decir, son ideales.
Así como anteriormente el principio, lo universal ha sido llamado lo ideal, y aún
más, tiene que ser llamado ideal el concepto, la idea, el espíritu, y así como
que luego las cosas sensibles individuales se hallan como ideales, vale decir
como eliminadas, en el principio, en el concepto y aún más en el espíritu, de
igual modo que hacer observar previamente en esto la misma duplicidad que se ha
mostrado en el infinito; vale decir que una vez lo ideal es lo concreto, lo
existente de verdad, y otra vez al contrario sus momentos son igualmente lo
ideal, lo eliminado en él; pero en realidad se trata sólo de un único todo
concreto, del cual son inseparables los momentos”.
La
filosofía por esencia es idealismo, pues, toda filosofía –según Hegel- no puede
estar fundada en lo finito sensible, por no tener verdad propia, su verdad está
en otro: lo infinito, ideal o universal abstracto. Separa lo infinito
–abstracto- de lo finito sensible, como si la dialéctica recuperada por él no
implicara en el objeto material la unidad contradictoria de lo finito vs lo
infinito, lo singular vs lo general, la apariencia vs la esencia, etc.
La
Doctrina de la esencia, Hegel la
desarrolla en la segunda parte de la Ciencia
de la lógica.
Inicia la Doctrina de la esencia,
explicando que la verdad del ser está en la esencia. Esto es muy importante,
puesto que lo finito es apariencia –forma de manifestarse de la esencia-, por consiguiente,
el conocimiento científico, tiene que moverse de la apariencia a la esencia:
“La verdad del ser es la esencia. El ser
es lo inmediato. Puesto que el saber quiere conocer lo verdadero, lo que el ser
es en sí y por sí, no se detiene en lo inmediato y en sus determinaciones, sino
que penetra a través de aquél, suponiendo que detrás de este ser existe algo
más que el ser mismo, y que este fondo constituye la verdad del ser. Este
conocimiento es un saber mediato, porque no se halla directamente cerca de la
esencia o en ella, sino que empieza por otro, es decir, por el ser, y tiene que
recorrer previamente un camino, esto es, el camino que lleva a salir del ser o
más bien a entrar en éste. Solamente porque, al partir del ser inmediato, el
saber se interna, halla la esencia por vía de esta mediación”.
Después de afirmar que la verdad está en la esencia y para descubrirla, el
saber –conocimiento- tiene que recorrer un largo camino, desde el ser
inmediato, hasta lo que está oculto –lo interno- detrás de lo inmediato,
continúa con el análisis de la Ley de la
Identidad de la Lógica de Aristóteles:
“El principio de identidad, que suele ser
presentado como la primera ley del pensamiento; en su expresión positiva: A=A,
no es, en primer lugar, más que la expresión de una vacua tautología. Por lo tanto,
se ha observado correctamente, que esta ley del pensamiento no tiene contenido
y no lleva más adelante. De esta manera es la vacua identidad, a la que
permanecen apegados los que quieren tomarla como tal, por algo verdadero y
citarla siempre, afirmando que la identidad no es la diferencia, sino que la
identidad y la diferencia son diferentes. Ellos no ven que ya de este modo
dicen que la identidad es algo diferente; pues dicen que la identidad es diferente
de la diferencia. Dado que esto tiene que ser concebido al mismo tiempo como
naturaleza de la identidad, en ello está sobrentendido que la identidad no es
diferente de modo extrínseco, sino que, en ella misma, y en su naturaleza está
el ser diferente. Y, además, al mantenerse firme en esta identidad inmóvil, que
tiene su opuesto en la diversidad, ellos no ven, que con eso la transforman en
una determinación unilateral, que, como tal, no posee verdad. Se concede que el
principio de identidad expresa sólo una determinación unilateral, y contiene
sólo la verdad formal, es decir, una verdad abstracta, incompleta. Pero en este
juicio correcto, está sobrentendido inmediatamente que la verdad está completa
sólo en la unidad de la identidad con la diferencia, y por consiguiente
consiste sólo en esta unidad. Cuando se afirma que aquella identidad es
incompleta, se presenta en forma nebulosa al pensamiento como lo completo, la
totalidad frente a la cual la identidad sería incompleta; pero como por
otro lado la identidad queda mantenida absolutamente separada de la diferencia,
y esta separación está considerada como algo esencial, como algo válido, como
una verdad, entonces, en estas afirmaciones contradictorias no se puede ver
nada más que la falta de unificación de los dos pensamientos siguientes: que la
identidad como abstracta, es esencial; y que como tal es al mismo tiempo
incompleta: lo cual significa falta de la conciencia del movimiento negativo,
que es la forma en que la identidad misma está presentada en estas
afirmaciones. O bien, cuando esto se expresa afirmando que la identidad es
esencial identidad, como separación de la diferencia, o en su separación con
respecto a la diferencia, entonces su verdad expresada es inmediatamente esto:
que la identidad consiste en ser separación como tal, o en estar esencialmente
en la separación, es decir, en no ser nada por sí, sino en existir sólo como
momento de la separación”.
Está
claro que, para Hegel, el Principio
de Identidad de la Lógica formal de Aristóteles, es abstracta,
unilateral, incompleta; para completarse tiene que englobar a su contrario: la
diferencia, porque solo en la unidad de la identidad y la diferencia está la
verdad.
Una vez explicadas las limitaciones de la Ley de la Identidad aristotélica, prosigue con el estudio
del Principio de contradicción:
“La otra expresión del principio de
identidad: A no puede ser al mismo tiempo A y no A, tiene forma negativa;
se llama el principio de contradicción. La determinación de la oposición ha
sido también formulada en un principio, el llamado principio del tercero
excluido. Algo es A o es no A; no hay un tercero. Este principio contiene, en
primer lugar, el concepto de que todo es un opuesto, algo determinado; o como
positivo, o como negativo. Es un principio importante, que tiene su necesidad
en el hecho de que la identidad traspasa a la diversidad, y ésta a la
oposición. El principio del tercero excluido se diferencia además del principio
considerado antes, de la identidad o de la contradicción, que decía: no hay
nada, que al mismo tiempo sea A y no A. El tercero excluido contiene el
concepto que no hay nada que no sea ni A, ni no A, es decir que no hay un
tercero, que sea indiferente con respecto a la oposición. De hecho, en cambio,
en esta proposición misma hay un tercero, que es indiferente con respecto a la
oposición, y precisamente A mismo está (como tercero) presente en ella. Este A
no es ni + A, ni –A, y puede ser tanto +A, como –A. El algo, que tendría que
ser +A o no –A, está referido, de este modo, tanto a +A, como a no A; y
también, al estar referido a A, no tendría que ser referido a no A así como no
tiene que ser referido a A si está referido a no A. Por consiguiente, el algo
mismo es el tercero, que tendría que ser excluido. Cuando las determinaciones
opuestas se hallan, en el algo, sea como opuestas, sea como superadas en este
poner, el tercero, por lo tanto, que tiene aquí el aspecto de algo muerto,
representa, considerado más profundamente, la unidad de la reflexión, en que
vuelve la oposición, como su base. Si ahora se han elevado a forma de
proposición las primeras determinaciones reflexivas, la identidad, la
diversidad y la oposición, entonces tanto más habría que comprender en una
proposición aquella determinación reflexiva, a la que las otras traspasan como
a su verdad, es decir, la contradicción; y habría que decir: todas las cosas
están en contradicción en sí mismas, y esto justamente en el sentido de que
esta proposición expresaría, frente a las otras, mucho más la verdad y la
esencia de las cosas. La contradicción, que se destaca en la oposición, es sólo
el desarrollo de la nada, contenida en la identidad, y que se presentó en la
expresión, que afirmaba que el principio de identidad no dice nada. Esta
negación se determina ulteriormente convirtiéndose en la diversidad y
oposición, que ahora representa la contradicción puesta”.
En
los anteriores pasajes, Hegel, hace una severa crítica a leyes de la Lógica
formal de Aristóteles, particularmente el Principio
de contradicción y formula la Ley
dialéctica de la contradicción al afirmar que en el universo todas las
cosas son contradictorias en sí mismas. Es decir, que las contradicciones están
en el interior de los mismos objetos.
Prosigue
con la crítica, en el sentido de que el Principio de Identidad de la Lógica formal está tan arraigado,
de tal manera que la contradicción es secundaria, pero resulta que la
contradicción es fundamental, es la que da vida a la identidad abstracta,
muerta y constituye la fuente del movimiento de las cosas:
“Pero es una de las ideas preconcebidas
fundamentales de la Lógica aceptada hasta ahora y de la representación
habitual, el creer que la contradicción no es una determinación tan esencial e
inmanente como la identidad; más bien, cuando se tuviera que hablar de un orden
jerárquico, y cuando ambas determinaciones tuvieran que ser mantenidas como
separadas, entonces la contradicción tendría que ser considerada como lo más
profundo y lo más esencial. En efecto, frente a ella, la identidad es sólo la
determinación de lo simple inmediato, del ser muerto; en cambio, la
contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad; pues sólo al contener
una contradicción en sí, una cosa se mueve, tiene impulso y actividad.
Habitualmente ante todo se intenta alejar la contradicción, apartándola de las
cosas, de lo existente, y de lo verdadero en general; se afirma, que no hay
nada que sea contradictorio. Al contrario, luego, se imputa la contradicción a
la reflexión subjetiva, que, por medio de sus referencias y comparaciones, la había
establecido en primer lugar. Pero tampoco en esta reflexión se presentaría
verdaderamente la contradicción, pues lo contradictorio no podría ser
representado ni pensado. En general la contradicción, sea en lo real o en la
reflexión conceptual, vale como una accidentalidad, y al mismo tiempo como una
anormalidad y un paroxismo morboso transitorio”.
Para
Hegel, la contradicción no es algo anormal, accidental, es algo que es
inherente a todos los objetos y a los conceptos; hasta en el más simple
movimiento, el desplazamiento mecánico está presente:
“Ahora, por lo que se refiere a la afirmación
de que no existe la contradicción, que no es algo presente, no necesitamos
preocuparnos por una afirmación de este tipo. Una determinación absoluta de la
esencia tiene que hallarse en cualquier experiencia, en todo lo real como en
cada concepto. Ya recordamos anteriormente la misma cosa con respecto al
infinito, que es la contradicción que se presenta en la esfera del ser. Sin
embargo, la experiencia común manifiesta ella misma que por lo menos hay una
multitud de cosas contradictorias, de ordenamientos que se contradicen, etc.,
cuya contradicción no se presenta sólo en una reflexión extrínseca, sino en
ellos mismos. Además, no puede considerársela solamente como una anormalidad,
que se presentase sólo aquí y allá, sino que es lo negativo en su determinación
esencial, el principio de todo movimiento, que no consiste en otra cosa sino en
una manifestación de la misma contradicción. El mismo movimiento extrínseco
sensible representa su existencia inmediata. Algo se mueve no sólo porque se
halla en este momento aquí y en otro momento allá, sino porque en uno y el otro
mismo momento se halla aquí y no aquí, porque en este aquí existe y no existe
conjuntamente”.
No
hay dudad, que para Hegel la contradicción es la "fuerza motriz del
movimiento", tanto de la realidad material, como conceptual; aunque, es en
la Doctrina de la esencia, donde
plantea ésta importante ley, a diferencia de la Ley del tránsito de los cambios
cualitativos y viceversa, que la formula en la esfera de los objetos finitos
que adquieren existencia por el tránsito del ser abstracto a su determinación
cualitativa y cuantitativa.
La
dialéctica hegeliana, es el resultado de la generalización de los conocimientos
aportados por la filosofía y por las ciencias particulares (física, química, historia
social, etc.); su deficiencia está en su idealismo objetivo, el cual considera
que la realidad material es derivada del concepto en su máxima expresión (Dios).
La
dialéctica no es nueva, inicia con Heráclito (530-470 a.C.) en Grecia, al
señalar que en la naturaleza todo fluye. Su dialéctica (movimiento) es
criticada por los eleatas, al negar el movimiento; pero, Hegel, en su Ciencia de la lógica, en este punto se
expresa con las siguientes palabras:
“Hay que conceder a los antiguos dialécticos
las contradicciones que ellos señalan en el movimiento; pero de esto no se
sigue que por eso el movimiento no exista, sino más bien que el movimiento es
la contradicción misma en su existencia”.
Insiste
en el sentido de que las contradicciones no son externas, están en el interior
de los propios objetos y son la causa del movimiento de los mismos. Así pues,
se trata de un auto movimiento de los objetos y los conceptos, ya que son las
contradicciones internas las que mueven a los objetos, no requieren de un
impulso exterior:
“De la misma manera el auto movimiento
interno, que es el auto movimiento verdadero y propio, es decir, el impulso en
general no es otra cosa sino el hecho de que algo existe en sí mismo, y es la
falta, es decir, lo negativo de sí mismo, en un único e idéntico aspecto. La
identidad abstracta en sí no representa todavía ninguna vitalidad, sino que,
como lo positivo es en sí mismo la negatividad, por eso sobresale de sí y se
empeña en modificarse. Por lo tanto, algo es viviente, sólo cuando contiene en
sí la contradicción y justamente es esta fuerza de contener y sostener en sí la
contradicción. Pero, si algo existente no puede, en su determinación positiva,
abarcar al mismo tiempo su determinación negativa y mantener firme la una y la
otra, es decir, sino puede tener en sí mismo la contradicción, entonces no es
ésta la unidad viviente misma, no es fundamento, sino que perece en la
contradicción. El pensamiento especulativo consiste sólo en que el pensamiento
mantiene firme la contradicción y en ella se mantiene firme a sí mismo; pero no
en que, como acontece con la representación, se deje dominar por la
contradicción y deje que sus determinaciones sean disueltas por ésta solamente
en otras, o en la nada”
Las
contradicciones están hasta en las cosas más triviales del sentido común, como
arriba-abajo, adelante-atrás, a un lado, izquierda-derecha, etc., en las que
solo pueden ser concebidas como la unidad con su contra-parte:
“Si en el movimiento, en el impulso o en
otras cosas similares la contradicción está ocultada por la representación, en
la simplicidad de estas determinaciones, al contrario, la contradicción se
presenta de inmediato en las determinaciones correlativas. Los ejemplos más
triviales de arriba y abajo, derecha e izquierda, padre e hijo, etc., al
infinito, contienen todas las oposiciones en un único término. Arriba es lo que
no es abajo, arriba está determinado sólo como el no ser abajo, y existe sólo
en razón de que hay un abajo, y viceversa; en una determinación se halla su
contrario. El padre es el otro del hijo, y el hijo es el otro del padre, y cada
uno existe sólo como este otro del otro; y al mismo tiempo una determinación
existe sólo en relación con la otra; su ser es un único subsistir. El padre es
algo también por sí, aun fuera de su relación con el hijo; pero así no es
padre, sino un hombre en general; del mismo modo arriba y abajo, derecho e
izquierdo son también algo reflejado en sí, fuera de la relación, pero entonces
son sólo lugares en general. Los opuestos contienen la contradicción sólo
porque ellos bajo el mismo respecto se relacionan uno con otro de modo negativo
o sea se eliminan recíprocamente y son indiferentes uno frente a otro. La
representación, al traspasar al momento de la indiferencia de las
determinaciones, olvida en ésta la unidad negativa de ellas y las considera así
solo como diferentes en general; en tal determinación la derecha ya no es
derecha, la izquierda ya no es izquierda, etc. Pero cuando de hecho, la
representación tiene delante de sí la derecha y la izquierda, ella tiene de
este modo a sí estas determinaciones que se presentan como negándose a sí
mismas, una en la otra, y al mismo tiempo como no negándose en esta unidad, sino
estando de manera indiferente cada una por sí”.
Lo
más importante en el libro segundo, en el que Hegel analiza la Doctrina de la esencia, es el rescate de
la dialéctica y la reformula, en respuesta a la crítica de las limitaciones de
la lógica aristotélica. Específicamente, pone en el centro de la lógica
dialéctica, la ley de la contradicción como motor del movimiento de los objetos
materiales y de los conceptos.
También, en la doctrina de la esencia, expone la contradicción entre el
contenido y la forma, como la más universal, que opera en la naturaleza, la
sociedad y el pensamiento. No se trata de una contradicción externa, se trata
más bien de una contradicción interna, derivada de la esencia. El contenido en
su movimiento dialéctico se transforma en forma. esta es la forma de existencia
del contenido. Entre ambos conceptos, hay un nexo interno, es decir, se trata
de una ley, que expresa la constancia en la variabilidad de los fenómenos: En
este sentido, define la ley como la inmovilidad del fenómeno inestable.
En
la última parte de la Ciencia de la lógica,
Hegel estudia la doctrina del concepto. Lo entiende, como resultado de la doble
negación: negación del ser por la esencia y la negación de ésta por el
concepto:
“El concepto debe ante todo ser considerado
en general como el tercero con respecto al ser y la esencia, esto es a lo
inmediato y la reflexión. Ser y esencia, por lo tanto, son los momentos de su
devenir; pero es la base y la verdad de ellos, considerada como identidad,
donde ellos han perecido y están contenidos. Ellos están contenidos en el
concepto porque éste es su resultado; pero ya no están en él como ser y como
esencia; sino que tienen esta determinación sólo porque no han vuelto todavía a
esta unidad suya”.
Hegel,
engloba en la Lógica Objetiva, al ser y la esencia, indicando con esto, que
ambos son inherentes a las cosas materiales. El objeto finito, es el algo
determinado en sus dos acepciones: cualidad y cantidad, la esencia está también
en el objeto finito, pero está oculto, constituye su fundamento y en ella está
la verdad expresada en forma de concepto:
“La lógica objetiva, que considera el ser y
la esencia, constituye, por ende, propiamente la exposición genética del
concepto. Con más exactitud, la sustancia es ya la esencia real, o sea la
esencia que está en unidad con el ser y ha penetrado en la realidad. Por consiguiente,
el concepto tiene la sustancia como su presuposición inmediata, la sustancia
representa en sí lo que el concepto es como manifestado. El movimiento
dialéctico de la sustancia a través de la causalidad y acción recíproca, es,
por ende, la generación inmediata del concepto, por cuyo medio se halla
presentado su devenir. Pero su devenir tiene, como por doquiera el devenir, el
significado de que él es la reflexión de lo que traspasa a su fundamento, y lo
que primeramente aparece como otro al cual el primero ha traspasado, constituye
la verdad de éste. Así el concepto es la verdad de la sustancia, y, como la
manera determinada de relación de la sustancia es la necesidad, la libertad se
muestra como la verdad de la necesidad, y como la manera de relación del
concepto”.
Más
adelante en otro pasaje, está expuesta con toda nitidez la Ley de la negación de la negación:
“El concepto fue considerado antes como la
unidad del ser y la esencia. La esencia es la primera negación del ser, que se
ha convertido así en apariencia; el concepto es la segunda negación, o sea la
negación de la negación, y, por ende, es el ser restablecido, pero como la
infinita mediación y la negatividad de este ser en sí mismo. Por consiguiente,
ser y esencia, ya no tienen, en el concepto, la determinación en la que ellos
existen como ser y esencia, ni tampoco están en una unidad tal que no aparezca
sólo en el otro. El concepto no se distingue por lo tanto en estas
determinaciones. Es la verdad de la relación sustancial, en la que ser y
esencia consiguen su acabada independencia y determinación, uno por medio del
otro”.
Así
pues, aquí está planteada la esencia de la Ley
de la Negación de la Negación: la esencia niega al ser y el concepto
es la negación de la esencia; se ha producido una doble negación, para retornar
al punto de partida: el concepto abstracto, que no es más que el punto de
partida (el ser abstracto), pero elevado a un nivel superior.
En
1817 Hegel publicó su Enciclopedia de las
ciencias filosóficas, obra en la que escribió una síntesis de su sistema
filosófico en la que sintetizó su sistema y escribió:
“La concepción más profunda es el concepto;
el cual es, por su propia naturaleza, inmanente en general, e inmanente, por
tanto, a la naturaleza como tal. La naturaleza ha sido determinada como la idea
en la forma del ser otro. Como la idea es, de este modo, la negación de sí
misma y exterior a sí, la naturaleza no es exterior a sí, solo relativamente
respecto a la idea (y respecto a la existencia subjetiva de la idea, el
espíritu), sino que la exterioridad constituye la determinación, en la cual
ella es como naturaleza”.
Es
evidente que para Hegel la naturaleza es el ser otro de la idea, es decir la naturaleza
se deriva de la idea.
Más
adelante: “La naturaleza considerada en
sí, en la idea, es divina; pero en el modo en que es, su ser no corresponde a
su concepto; es, por el contrario, la contradicción no resuelta…La naturaleza
es representación de la idea, claro está que se puede y se debe admirar en ella
la sabiduría de Dios. La naturaleza es la verdadera realidad de la idea”. Así
pues, la naturaleza es la realización de la idea.
Luego,
expuso cuestiones muy importantes relacionadas con lo finito vs lo infinito: “Solo las cosas naturales están sujetas al
tiempo, por ser finitas; lo verdadero, por el contrario, la idea, el espíritu,
es eterno”.
La
naturaleza es negada y el espíritu se convierte en concepto: “El conocimiento del espíritu es el más
concreto de los conocimientos, y, por lo mismo, el más alto y complejo. La
esencia del espíritu es, por consiguiente, formalmente, la libertad y su
particularización y manifestación. Lo absoluto es el espíritu: ésta es la más
alta definición de lo absoluto. Encontrar esta definición, y comprender su
significado y su contenido, tal se puede decir ha sido la tendencia absoluta de
toda cultura y de toda filosofía; a este
punto ha mirado con sus esfuerzos toda religión y toda ciencia; solo este
impulso explica la historia del mundo…Lo que aquí es dado en forma
representativa, y es en sí la esencia, es preciso comprenderlo en su propio
elemento: el concepto; éste es el deber de la filosofía, deber que no puede
decirse resuelto de modo verdadero e inmanente, mientras el concepto y la
libertad no lleguen a ser objeto y alma de la filosofía”.
La
meta de la filosofía, de la religión y de la cultura en general de apropiarse
del espíritu absoluto, el cual se despoja de toda sensibilidad para lograr la
verdadera “libertad”. “Es en la unidad de
la objetividad del espíritu y de su idealidad, o de su concepto, unidad que es
en sí y por sí, y se produce eternamente: el espíritu en su verdad absoluta.
Tal es el espíritu absoluto”. Dentro de éste, Hegel considera al arte, la
religión y la filosofía como su máxima expresión.
Finalmente,
en la filosofía del derecho (1821): En el siguiente párrafo Hegel, precisa el
objeto de estudio de la filosofía del derecho: “El objeto de la ciencia filosófica del derecho es la Idea del
Derecho, el concepto del Derecho y su realización. La filosofía se ocupa de las
Ideas, y por eso con lo que suele llamarse “meros conceptos”; más bien muestra
la unilateralidad y falta de verdad de éstos últimos, así como muestra que el
concepto es lo que tiene realidad (y no lo que frecuentemente recibe ese
nombre, que no es sino una determinación abstracta del entendimiento) porque se
la da a sí mismo. Todo lo que no es tal realidad postulada por el concepto
mismo, es existencia pasajera, accidentalidad externa, opinión, apariencia
inesencial, falsedad, engaño, etc. La configuración que se da a sí mismo el
concepto al realizarse, es, para el conocimiento del concepto mismo, el momento
esencial de la Idea, que es diferente a su forma de ser solamente concepto. El
campo del Derecho es lo espiritual, y su lugar preciso y punto de partida es la
voluntad, que es libre, de suerte que la libertad constituye su sustancia y
determinación; y el sistema del Derecho es el reino de la libertad realizada,
el mundo del espíritu expresado por sí mismo, como en una segunda naturaleza”.
Todo lo que no es concepto es transitorio,
aparente, falso, etc. Es decir, solo el concepto tiene realidad al determinarse
o realizarse, lo que significa que la realidad sensible es creada por el
concepto (espíritu), principio fundamental que define a la filosofía idealista.
En seguida el pensador alemán, define a la
dialéctica, en los siguientes términos: “Llamo
dialéctica al principio motor del concepto, que disuelve, pero también produce la
especificación de lo universal. Dialéctica no de la manera negativa tal como
aparece frecuentemente en Platón, en el sentido de que ella disuelva, enrede y
lleve aquí y allá un objeto, un principio dado en general al sentimiento o la
conciencia inmediata y trate solo con la deducción de su opuesto. Este
procedimiento puede considerar como su resultado último llegar a lo opuesto de
una representación; o a permanecer en la contradicción si se actúa
decididamente –como en el antiguo escepticismo-; o también pobremente lograr
una aproximación a la verdad, que es la moderna mediocridad. La más alta
dialéctica del concepto es producir y concebir la determinación –no como
oposición y límite solamente-, sino desde ella comprender y producir el
contenido y el resultado positivos, porque únicamente con esto ella es desarrollo
y progreso inmanente. Esta dialéctica no es, pues, un hacer externo de un
pensar subjetivo, sino el alma propia del contenido, la cual hace brotar
orgánicamente sus ramas y sus frutos. De este desenvolvimiento de la idea, en
tanto actividad propia de la misma razón, el pensamiento en cuanto subjetivo
solo es espectador, sin añadir nada de su parte. Considerar algo racionalmente,
no significa acercar la razón al objeto desde fuera y elaborarlo con ella, sino
significa que el objeto es, por sí mismo, racional; aquí es el espíritu en su
libertad la culminación suprema de la razón autoconsciente, la que se da
realidad y se produce como mundo existente; la ciencia solo tiene la tarea de
llevar a la conciencia este trabajo propio de la razón de la cosa.
En el anterior párrafo está claro que para
Hegel la dialéctica es la “fuerza motriz” que mueve los conceptos; es decir, todo
su sistema filosófico trata esencialmente de la dialéctica de los conceptos.
Si
bien es cierto que, Hegel expone las tres leyes de la dialéctica en la lógica
(pensamiento) y por su sistema idealista, considera a la idea lógica como la
generadora de la naturaleza material. En este sentido, era necesario invertir
su dialéctica para convertirla en una dialéctica materialista, en la que la
materia en su movimiento es la que genera al pensamiento, como lo prueba el
prolongado desarrollo de las ciencias naturales.
Fueron
Marx y Engels quienes realizaron la inversión de la dialéctica idealista de
Hegel, entre 1844 y 1847, en sus obras: Manuscritos económico-filosóficos de Marx (1844), La sagrada familia de ambos (1845), La ideología alemana de los dos
(1846) y Miseria de la filosofía de
Marx (1847). Pero, donde Marx se expresa en forma sintética es, en
el Epílogo a la segunda edición del
Tomo I del Capital (1873), en que afirma:
"Mi método dialéctico no solo difiere del de
Hegel, en cuanto a sus fundamentos, sino que es su antítesis directa. Para
Hegel el proceso del pensar, al que convierte incluso, bajo el nombre de idea,
en un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su
manifestación externa. Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material
traspuesto y traducido a la mente humana...La mistificación que sufre la
dialéctica en manos de Hegel, en modo alguno obsta para que haya sido él quien,
por vez primera, expuso de manera amplia y consciente las formas generales del
movimiento de aquélla. En él la dialéctica está puesta al revés. Es necesario
darle la vuelta, para descubrir así su núcleo racional que se oculta bajo su
envoltura mística".
Por
su parte, Engels (1873-1886) al recopilar materiales para su Dialéctica de la naturaleza, explica que
las leyes de la dialéctica, son abstracciones de la historia de la naturaleza y
de la sociedad humana, que se reflejan en el pensamiento humano; por
consiguiente, son leyes universales que operan en la naturaleza, la sociedad y
el conocimiento. Estas leyes son:
Ley del trueque de la cantidad en
cualidad, y viceversa.
Ley de penetración de los contrarios.
Ley de la negación de la negación.
"Las tres han sido desarrolladas por Hegel,
en su forma idealista, como simples leyes del pensamiento: la primera, en la
primera parte de su Lógica, en la teoría del ser; la segunda ocupara toda la
segunda parte, con mucho la más importante de todas, de su Lógica, la teoría de
la esencia; la tercera, finalmente, figura como la ley fundamental que preside
la estructura del todo el sistema. El error reside en que estas leyes son
impuestas, como leyes del pensamiento, a la naturaleza y a la historia, en vez
de derivarlas de ellas. De ahí proviene toda la construcción forzada y
que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el mundo, quiéralo o no, tiene
que organizarse con arreglo a un sistema discursivo, que sólo es, a su vez,
producto de una determinada fase de su desarrollo del pensamiento humano. Pero,
si invertimos los términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que
en la filosofía idealista parecían algo extraordinariamente misterioso,
resultan inmediatamente simples y claras como la luz del Sol".
En
seguida, Engels en su obra el Anti-Duhring (1878),
en polémica con Duhring expone la ley del tránsito recíproco de la
cantidad y la cualidad:
“Detengámonos un momento a comparar esta
nítida clasificación de los eficaces esquemas generales y su punto de vista
realmente crítico, con las crudezas, arideces y fantasías febriles de un Hegel.
Y nos encontramos con que la Lógica de Hegel comienza con el ser,
exactamente lo mismo que el señor Duhring; que del ser resulta la nada, igual
como en el señor Duhring; con que de este nada–ser se pasa al devenir, cuyo
resultado es la existencia, es decir, una forma más alta y más colmada del ser,
exactamente lo mismo que en el señor Duhring. La existencia nos lleva a la
calidad, y ésta a la cantidad…exactamente lo mismo que en el señor Duhring…Ni
más ni menos que la línea nodal hegeliana de relaciones de medida en que, al
llegar a un determinado nudo, la gradación ascendente o descendente puramente
cuantitativa origina ya un salto cualitativo, como acontece, por ejemplo, con
el agua puesta a calentar o enfriar, en que el punto de ebullición y el punto
de congelación son los nudos en que se efectúa el salto a un nuevo estado de
aglutinación, en que, por lo tanto, la cantidad se trueca en calidad”.
Para
Engels, la gradación cuantitativa ascendente o descendente se mueve
gradualmente en un rango en el que se conserva la vieja cualidad, pero al
rebasar la medida se produce un salto que inaugura la aparición repentina de una nueva
cualidad.
En
seguida Engels analiza el movimiento material, reafirma la Ley del tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad, explicando
que el movimiento cuantitativo gradual, se interrumpe bruscamente –salto-, para
dar origen a una nueva cualidad:
“Para la dialéctica, el hecho de que el
movimiento se exprese en su contrario, en la quietud no representa ninguna
dificultad. Para ella…toda esa antítesis es puramente relativa; no existe
quietud absoluta ni equilibrio incondicional. Todo movimiento aislado tiende al
equilibrio, y el movimiento total altera nuevamente el equilibrio. De aquí que
la quietud y el equilibrio sean, donde quiera que se presenten, el resultado de
un movimiento limitado, y es natural que ese movimiento pueda medirse y
expresarse por sus resultados, y pueda, a la vez, restablecerse partiendo de
él, bajo una u otra forma. La transición de una forma de movimiento a otra, por
muy gradualmente que se desarrolle, representa siempre un salto, un viraje
decisivo”.
En
seguida analiza el espacio y el tiempo, como las formas más elementales de
existencia de la materia, que nos revelan las contradicciones internas que
mueven a los objetos. Además, explica que hasta en el movimiento más elemental
–el mecánico- se pone de manifiesto la contradicción:
“Mientras consideramos las cosas como
estáticas e inertes, cada una de por sí, una al lado de la otra [espacio] y
sucesivamente [tiempo], no descubrimos en ellas ninguna contradicción. Nos
encontramos con determinadas propiedades, en parte comunes, en parte diferentes
y hasta contradictorias entre sí, pero que, en este caso, no albergan ninguna
contradicción por estar distribuidas entre objetos diversos. Hasta donde
alcanza esta forma de abordar los objetos de investigación, podemos
desenvolvernos con el método especulativo, vulgar, de la metafísica. Pero, todo
cambia de raíz, tan pronto como queramos analizar las cosas en su movimiento,
en su transformación, en su vida, en su influencia recíproca. Entonces,
caeremos inmediatamente en un cúmulo de contradicciones. Ya el movimiento es de
por sí una contradicción; el simple desplazamiento mecánico de un lugar sólo
puede realizarse gracias al hecho de que un cuerpo esté al mismo tiempo, en el
mismo instante, en un lugar y en otro, gracias al hecho de estar y no estar al
mismo tiempo en el mismo sitio. Y el surgimiento continúo y la simultánea
solución a esta contradicción es precisamente lo que constituye el movimiento.
Si ya el simple movimiento mecánico, el simple desplazamiento de lugar encierra
una contradicción, tanto más la encierran las formas superiores del movimiento
de la materia, y muy especialmente la vida orgánica y su desarrollo. Ya hemos
visto que la vida consiste precisamente, ante todo, en que un ser sea al mismo
tiempo, en el mismo instante, el que es y otro. La vida no es, pues, a su vez,
más que una contradicción albergada en las cosas y en los fenómenos y que se
origina y soluciona incesantemente; al cesar la contradicción, cesa la vida y
sobreviene la muerte. Hemos visto, asimismo, que tampoco en el mundo del
pensamiento nos hallamos libres de contradicciones”.
En
la anterior cita, también, Engels explica que cuando los objetos se estudian en
sus dimensiones espacial y temporal no se revelan sus contradicciones; las
condiciones cambian radicalmente cuando los objetos se estudian como procesos,
entonces se ponen de manifiesto las fuerzas contradictorias internas que los
mueven, tanto en la naturaleza, la vida y el pensamiento. Es decir, la
contradicción, la hace extensiva a todos los objetos del universo, incluyendo
el pensamiento.
En
seguida explica la Ley de la Negación de la Negación:
“¿Qué es
la negación de la negación? Una ley extraordinariamente general y, por ello
mismo, extraordinariamente eficaz e importante, que rige el desarrollo de la
naturaleza, de la historia y del pensamiento; una ley que, se impone en el
mundo vegetal y animal, en la geología, en las matemáticas, en la historia y en
la filosofía. La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales que
rigen la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, de la sociedad humana y del
pensamiento. Negar, en dialéctica, no consiste lisa y llanamente en decir no, en
declarar que una cosa no existe, o en destruirla caprichosamente…el carácter de
la negación obedece en primer lugar, a la naturaleza general, y, en segundo
lugar, a la naturaleza específica del proceso. Yo no debo solo negar, sino
también eliminar nuevamente la negación. La primera negación ha de ser, pues,
de tal naturaleza, que haga posible o permita que siga siendo posible la
segunda. ¿Cómo? Eso dependerá del carácter específico de cada caso concreto. Al
moler un grano de cebada, al aplastar un insecto, ejecuto indudablemente el
primer acto de negación, pero hago imposible la segunda negación. Cada clase de
objetos tiene, por lo tanto, su modo peculiar de ser negada de tal manera que
engendre un proceso de desarrollo, y lo mismo ocurre con las ideas y los
conceptos”.
Así
pues, la inversión materialista de las leyes de la dialéctica idealista,
descubiertas por Hegel en el pensamiento, Marx y Engels fundaron el
materialismo dialéctico, con él se retorna a la dialéctica materialista
inaugurada por Heráclito, pero a nivel muy superior, tal como lo sintetiza
Engels, en su Dialéctica de la naturaleza: los grandes descubrimientos de
las ciencias naturales, particularmente, la Teoría
celular (1837-1838), Ley de la
transformación y conservación de la materia y la energía (1843) y la Teoría de la evolución (1859), con los
que "La nueva concepción de la
naturaleza había quedado delineada en sus rasgos fundamentales: todo lo que
había en ella de rígido se aflojaba, cuanto había de plasmado se esfumaba, lo
que se consideraba eterno pasaba a ser perecedero y la naturaleza toda se
revelaba como algo que se movía en perenne flujo y eterno ciclo. Hemos
retornado, así, a la concepción de los grandes fundadores de la filosofía
griega, según la cual la naturaleza toda, desde lo más pequeño hasta lo más
grande, desde el grano de arena hasta el Sol, desde el protozoo hasta el
hombre, se halla, existe en perenne proceso de nacimiento y extinción, en flujo
incesante, en un estado continuo de movimiento y cambio. Pero con una diferencia
esencial, y es que para los griegos sólo era una intuición genial constituye
para nosotros el resultado de una investigación rigurosamente científica y
experimental, razón por la cual cobra una forma más definida y clara".
Conclusiones
El
sistema filosófico de Hegel inicia con su Fenomenología
del espíritu (1807), obra en la que el espíritu se transforma en realidad
material en el espacio y el tiempo como formas de su existir; además, formula
por primera vez la ley la transformación recíproca de la cantidad vs la
cualidad en los procesos.
Las
tres leyes universales de la dialéctica fueron descubiertas por Hegel y
expuestas en su Monumental obra: Ciencia
de la lógica (1812-1816): Ley del tránsito recíproco de la cantidad y la
calidad, ley de la contradicción y la ley de la negación de la negación.
Hegel
en su obra: Compendio de las ciencias
filosóficas (1817) sintetiza su sistema idealista y precisa que la
naturaleza es el otro ser del concepto o espíritu y en la Filosofía del derecho, obra con la que culmina su sistema
filosófico y remata diciendo que la Filosofía del derecho, tiene como objeto de
estudio la realización material del concepto del derecho; es decir. El concepto
crea la realidad material, principio que define al idealismo filosófico.
El
principal aporte de Hegel –aparte de las leyes del movimiento del pensamiento-
es el método dialéctico: el estudio de los objetos como procesos que se mueven
producto de las contradicciones internas, así como las categorías (conceptos
generales): cantidad vs cualidad, singular vs general, apariencia vs esencia,
ley (movimiento vs reposo), necesidad vs casualidad, libertad vs necesidad,
posibilidad vs realidad, abstracto vs concreto; etc. Todas expresiones de la
ley de la contradicción.
Dado
el carácter idealista de la dialéctica hegeliana, tuvo que ser invertida por
Marx y Engels para darle un contenido materialista y así apareció el
materialismo dialéctico, que sintetiza los dos aspectos más importantes de la
dialéctica: materia que se mueve.
Según
la ley del tránsito recíproco de la cantidad vs la cualidad, los objetos se
mueven gradualmente, hasta un límite, en el que si se rebasa la medida
–cualidad cuantitativa-, aparece un cambio brusco –salto- que da origen a una
nueva cualidad. Así pues, el movimiento es la unidad de los cambios
cuantitativos graduales y los cambios cualitativos –saltos-.
La
contradicción interna, es la “fuerza motriz# que mueve a los objetos materiales
y al pensamiento.
En
el universo todos los procesos son cíclicos –negación de la negación-. Para
completar el ciclo, se requiere doble negación para superar los dos aspectos
contradictorios, inherentes a los objetos materiales y el pensamiento. En la
esfera de las matemáticas, la doble negación significa: (-) (-) = +
Las
leyes de la dialéctica, son una poderosa herramienta teórica y metodológica que
orienta y potencia el conocimiento científico.
Las
tres leyes generales del movimiento de la materia y el pensamiento –leyes de la
dialéctica-, constituyen el fundamento teórico de las ciencias particulares, ya
que los objetos materiales son la unidad de lo general y lo particular.
Bibliografía
Engels Federico. 1878. Anti Duhring. Ediciones de Cultura Popular. México D.F.
Engels
Federico. 1873-1886. Dialéctica de la naturaleza. Editorial Grijalbo, S.A.
México D.F.
Hegel
Federico. 1812-1816. Ciencia de la lógica. Traducción de Mondolfo Rodolfo
(1960). Buenos Aires, Argentina.
Hegel.
1807. Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica(1994). México, D.F.
Hegel. 1980. Enciclopedia de las ciencias
filosóficas. Editorial Porrúa(1980). México, D.F.
Hegel. 1821. Filosofía del derecho. UNAM (1975). México, D. F.
Marx C. 1844. Manuscritos económico-filosóficos. Fondo de Cultura Económica (1982). México D.F.
Marx
C. y Engels F. 1845. La sagrada Familia (Crítica de la crítica crítica).
Editorial Claridad (1938). Buenos Aires, Argentina.
Marx
C. y Engels F. 1846. La Ideología Alemana. Editorial Pueblo y Revolución (1966). La
Habana, Cuba.
Marx C. 1847. Miseria de la Filosofía: Respuesta a la “Filosofía de la Miseria”
del Señor Proudhon. Editorial Progreso (1980). Moscú, URSS.
Marx
C. 1873. Epílogo a la segunda Edición del Capital.Tomo I. Volumen I. Siglo XXI
Editores (2014), S.A. México, D.F.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario