DE LA COMUNIDAD PRIMITIVA A LA SOCIEDAD
CLASISTA PRE-CAPITALISTA
Valentin Vasquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
1. La producción de bienes materiales
Marx
(1859) en el prólogo de su obra Contribución
a la crítica de la economía política, plantea las tesis fundamentales del
materialismo histórico:
En
la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una
superestructura política y jurídica y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social.
El
modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que
determina su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su
conciencia. Al llegar a una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones existentes o,
lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas
suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base
económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa
superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas revoluciones, hay
que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las
condiciones económicas de producción, que pueden apreciarse con la exactitud
propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra las formas ideológicas en
que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que el piensa de
sí, no podemos juzgar a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que,
por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de
la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas
sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece
antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de
ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que
las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la
propia sociedad antigua. Por eso la humanidad se propone siempre únicamente los
objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que
estos objetivos solo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están
gestando, las condiciones materiales para su realización.
Marx
(1867) en su obra cumbre –El Capital-
respecto al trabajo lo describe como un proceso entre el hombre y la
naturaleza, un proceso en el que el hombre media, regula y controla su
metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como “un poder natural.
Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad,
brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la
naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese
movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la
vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y
sujeta a su señorío el juego de fuerzas
de la misma. Los elementos simples del proceso laboral son la actividad
orientada a un fin -o sea el trabajo mismo-, su objeto y sus medios. La tierra
(la cual, económicamente hablando, incluye también el agua), en el estado
originario en que proporciona al hombre víveres, medios de subsistencia ya
listos para el consumo, existe sin intervención de aquel como objeto general
del trabajo humano. Todas las cosas que el trabajo se limita a desligar de su
conexión directa con la tierra son objetos preexistentes en la naturaleza. Si
el objeto de trabajo ya ha pasado por el filtro de un trabajo anterior, lo
denominamos materia prima. El medio de trabajo es una cosa o conjunto de cosas
que el trabajador interpone entre él y el objeto de trabajo y que le sirve como
vehículo de su acción sobre dicho objeto. El trabajador se vale de sus
propiedades mecánicas, físicas y químicas de las cosas para hacerlas operar,
conforme al objetivo que se ha fijado, como medios de acción sobre las cosas. La
tierra es, a la par que su despensa originaria, su primer arsenal de medios de
trabajo. Proporciona, por ejemplo, la primera piedra que arroja, con la que
frota, corta, etc. La tierra misma es un medio de trabajo, aunque para servir
como tal en la agricultura suponga a su vez toda una serie de otros medios de
trabajo y un desarrollo relativamente alto de la fuerza laboral. Apenas el
proceso laboral se ha desarrollado hasta cierto punto, requiere ya medios de
trabajo productos del trabajo mismo. En las más antiguas cavernas habitadas por
el hombre encontramos instrumentos y armas líticos. Junto a las piedras,
maderas, huesos y conchas labrados, desempeña el papel principal como medio el
animal domesticado, criado para tal efecto, y por lo tanto ya modificado por el
propio trabajo. El uso y la creación de medios de trabajo, aunque en germen se
presentan en ciertas especies animales, caracterizan el proceso específicamente
humano de trabajo, y de ahí que Franklin defina al hombre como “a toolmaking
animal”, un animal que fabrica herramientas. La misma importancia que posee la
estructura de los huesos fósiles para conocer la organización de las especies
animales extinguidas, la tienen los vestigios de medios de trabajo para
formarse un juicio acerca de formaciones económico-sociales primitivas. Lo que
diferencia unas épocas de otras no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios
de trabajo se hace. Los medios de trabajo no solo son escalas graduadas que
señalan el desarrollo alcanzado por la fuerza de trabajo humana, sino también
indicadores de las relaciones sociales bajo las cuales se efectúa ese trabajo. El
el proceso laboral,…la actividad del hombre, a través del medio de trabajo,
efectúa una modificación del objeto de trabajo procurada de antemano. El
proceso se extingue en el producto. Su producto es un valor de uso, un material
de la naturaleza adaptado a las necesidades humanas mediante un cambio de
forma. El trabajo se ha amalgamado a su objeto. Se ha objetivado, y el objeto
ha sido elaborado. Lo que en el trabajador aparecía bajo la forma de
movimiento, aparece ahora en el producto como atributo en reposo, bajo la forma
del ser. El obrero hiló, y su producto es un hilado. Si se considera el proceso
global desde el punto de vista de su resultado, del producto, tanto el medio de
trabajo como el objeto de trabajo se pondrán de manifiesto como medios de
producción, y el trabajo mismo como trabajo productivo.
Mitropolski
(1960) explica que “para la producción de bienes materiales son necesarios los
objetos del trabajo, es decir, el material sobre el cual actúa el trabajo del
hombre, y los medios de trabajo, especialmente los instrumentos. Los medios de
trabajo y los objetos del trabajo forman los medios de producción. Pero éstos
no proporcionan de por sí bienes materiales a la sociedad. Es el elemento
activo de la producción la fuerza de trabajo, o sea, la aptitud del hombre para
el trabajo, sus fuerzas físicas y espirituales, sus conocimientos y hábitos,
que le ponen en condiciones de producir bienes materiales. La fuerza de trabajo
crea y acciona los medios de producción. Así, pues, las fuerzas productivas de
la sociedad son la unidad de los medios de producción –en primer lugar, los
instrumentos de trabajo- creados por la misma y de los hombres que los accionan
y producen bienes materiales. Puesto que los instrumentos de trabajo se
perfeccionan constantemente en el proceso de la actividad laboral, el hombre se
independiza cada vez más de las fuerzas de la naturaleza e implanta su dominio
sobre ella. El continuo progreso de los instrumentos de trabajo es la base y el
factor más importante del avance de la sociedad humana. El nivel de desarrollo
de los instrumentos de trabajo determina el grado de dominio del hombre sobre
las fuerzas de la naturaleza. Para comprender el progreso histórico y económico
de la sociedad humana se tiene que examinar, en primer lugar, su factor
decisivo: el desarrollo de la producción de bienes materiales y el
perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo. La contra-parte de las
fuerzas productivas, son los vínculos sociales que los hombres establecen
durante el proceso de producción, son las relaciones de producción que son
parte inalienable de la producción material. Las relaciones de producción
determinan el modo de distribuir cuanto se produzca en la sociedad. La
distribución de los productos del trabajo, que enlaza la producción y el
consumo, depende de quienes son los propietarios de los medios de producción.
Las relaciones de producción no dependen de la voluntad de los hombres, porque
éstos no pueden elegir a su albedrío las fuerzas productivas. Cada generación
encuentra un nivel determinado de desarrollo de las fuerzas productivas y se ve
sujeta a las leyes del desarrollo del modo de producción correspondiente hasta
que éste se extinga en el proceso de cambio de las fuerzas productivas. Las
fuerzas productivas con sus correspondientes relaciones de producción, tomadas
en su conjunto, forman el modo de producción históricamente determinado que
constituye la base material de la vida de la sociedad. El modo de producción de
los bienes materiales desempeña el papel determinante en el progreso social y
es distinto para cada etapa del desarrollo de la sociedad.
2. Comunidad primitiva
Mitropolski
(1960) escribe que el término “comunismo primitivo” suele aplicarse de manera
convencional a la sociedad primitiva, a sus relaciones de producción y a todo
el régimen de la misma. La sociedad primitiva puede llamarse comunista
únicamente porque desconocía la explotación del hombre por el hombre, la
propiedad privada y la división en clases, siendo iguales todos sus miembros.
Pero el comunismo primitivo era fruto del estado embrionario de las fuerzas
productivas, de los propios hombres y del rendimiento extremadamente bajo de su
trabajo. En los siglos XIV-XIII a.C. prosiguió el desarrollo de las fuerzas
productivas. El mayor invento de aquel tiempo fue el arco y la flecha, el arma
más potente y de largo alcance del hombre primitivo. Además, con el empleo de
anzuelos y arpones de hueso y primitivas redes aumentó la significación
económica de la pesca. Los nuevos instrumentos incrementaron la productividad
del trabajo. Todo esto permitió al hombre permanecer más tiempo en un mismo
lugar, lo que lo indujo a construir viviendas de madera (casas). Así, el hombre
abandonaba poco a poco la vida nómada por el sedentarismo. El aumento de la
productividad del trabajo proporcionó al hombre la posibilidad a tipos de
producción estables: la agricultura y la ganadería. Esto ocurrió cuando la
productividad del trabajo se había elevado tanto como para permitir al hombre
vivir largo tiempo a cuenta de otros tipos de producción y de las reservas
creadas, hasta que madurasen las cosechas o creciera el ganado. El paso de la
recolección a la agricultura primitiva solo se hizo posible con el invento de
aperos especializados de labranza (palos de punta aguda y endurecida y azadas)
y gracias a los hábitos y experiencia acumulados en largos años de vida
recolectora. Durante el período de la comunidad primitiva se domesticaron casi
todos los cultivos agrícolas conocidos en la actualidad. Las tribus indias de
América se especializaron desde tiempos remotos en la recolección, al
desarrollar la agricultura obtuvieron de las especies silvestres de la flora
americana, cultivos importantes como el maíz y la papa. El paso a la agricultura
condicionó cierta independencia del hombre respecto de la naturaleza, ya que
una productividad más alta, propia de esta ocupación, permitía crear reservas
de productos para el futuro. La agricultura vino a ampliar considerablemente la
esfera de la actividad laboral humana. El hombre adquirió experiencia y hábitos
laborales nuevos, comprendió más a fondo las leyes del desarrollo de la
naturaleza y creó nuevos instrumentos de producción. El desarrollo de la
ganadería primitiva coincidió, aproximadamente, con el de la agricultura. El
primer paso hacia la domesticación de animales fue el acorralamiento. A los
animales salvajes acorralados se les conservaba como reserva viva de carne: al
principio, por un tiempo muy corto; luego, un encierro prolongado permitió la
multiplicación de los animales de corral. El ganado contribuyó en gran medida,
al desarrollo del hombre, al abastecerle de carne en los períodos desfavorables
de caza. La forma colectiva de propiedad sobre los instrumentos y medios de
producción concordaba con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de
la sociedad. La agricultura y ganadería primitivas impedían cualquier forma de
propiedad que no fuera social, ya que el cultivo de la tierra con los medios de producción rudimentarios
(hacha de piedra para la tala de bosques y azada de madera o palo para cavar),
como asimismo el acorralamiento de animales eran imposibles sin el concurso de
la comunidad. El trabajo colectivo imponía la forma social de propiedad sobre
los medios de producción fundamentales: la tierra, los cazaderos, los botes,
etc. La economía casera, a su vez, tenía carácter social porque la gente siguió
viviendo en casas comunales, algunas de cuales contaban con centenares de
moradores. La comunidad primitiva basada en la propiedad comunal de los medios
de producción, excluía la propiedad privada y por consiguiente estaban ausentes
las clases sociales, en consecuencia, el Estado como producto irreconciliable
de la lucha de clases no existía.
3. De la comunidad primitiva a la sociedad
esclavista
Los
instrumentos de piedra, aunque perfeccionados, eran de rendimiento muy bajo. Los
cambios radicales en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad
primitiva se operaron en los milenios VI-V a.C., al comenzar el empleo de metales
para la fabricación de instrumentos de trabajo. El uso de los instrumentos
metálicos estimuló el aumento de todas
las fuerzas productivas de toda la sociedad, elevó considerablemente la
productividad del trabajo y, como consecuencia, originó cambios en las
relaciones de producción. El vasto empleo de instrumentos metálicos tuvo una
importancia enorme para el desarrollo de la agricultura. En las regiones
tórridas y secas, la tierra solo podía cultivarse en las faldas de las
cordilleras donde eran frecuentes las lluvias y había ríos y riachuelos de
montaña. El hombre empezó a cavar acequias –canales- para el riego de sus
campos. Más tarde aprendió a elevar el agua por medio de diques y presas, así
como conservarla en embalses artificiales y cisternas talladas en la roca. El
desarrollo de la irrigación contribuyó a la extensión geográfica de la
agricultura y al aumento de la superficie de siembra, elevándose por tanto, las
cosechas. El cultivo de la tierra ya dependía menos de las condiciones
naturales y proporcionaba más productos alimenticios al hombre. La agricultura
progresó con mayor rapidez en los fértiles valles de los grandes ríos, donde
las crecidas anuales depositaban en los campos el aluvión y el limo, ricos en
sustancias nutritivas. Para el cultivo de zonas menos fértiles, el hombre tuvo
que alternar los campos con mayor frecuencia. Talaba los bosques y quemaba los
tocones y raíces para proceder luego al cultivo de la nueva parcela. En estos
casos, la tierra podía utilizarse solo durante un tiempo limitado, al cabo del
cual el hombre abandonaba por muchos años la agotada parcela que iba a ser
nuevamente invadida por el bosque. Este sistema de agricultura se practicó en
muchas regiones del mundo antiguo. La agricultura de tala y la irrigación
exigían aperos metálicos. La tierra se cultivaba principalmente con la azada de
piedra y, más tarde, metálica. En las regiones apropiadas la agricultura
alcanzó, con el tiempo, un alto grado de desarrollo y se convirtió en la
actividad principal del hombre. En las zonas desfavorables para la agricultura
progresó la ganadería. Como la cría del ganado era más productiva que la caza,
las tribus cazadoras pasaban poco a poco a la ganadería, especialmente en las
estepas –extensas llanuras-. En varias zonas la ganadería era incluso más
eficaz que la agricultura y vino a constituir la ocupación exclusiva de algunas
tribus antes agricultoras. Las tribus
pastoras obtenían principalmente carne, leche y productos lácteos, pieles,
lana, etc., mientras que las dedicadas a la agricultura producían, en
cantidades relativamente grandes, diversos cereales, hortalizas, frutos y
productos elaborados. Las tribus ganaderas permanecían en un mismo lugar
durante largo tiempo, o sea, hasta el agotamiento completo de los pastizales. En
algunos casos las tribus pastoras se instalaban en los valles esteparios,
fundiéndose con la población agrícola o bien combinando la ganadería con la
agricultura. En otros, tuvo lugar el proceso inverso, pasando las tribus
agricultoras al pastoreo. El desarrollo de la agricultura y la ganadería
constituyó un importante avance en la evolución de la humanidad. El hombre por
medio de un trabajo tenaz, creó nuevas especies de plantas y domesticó nuevos
animales. Creció la producción de bienes materiales indispensables para la
vida. La productividad del trabajo de las comunidades primitivas se elevó con
mucha más rapidez, acelerando el progreso de la sociedad. La especialización de
las distintas tribus en una u otra esfera de la producción marcó la primera
división social del trabajo en la historia de la humanidad. Las tribus pastoras
ampliaban sus conocimientos y perfeccionaban los hábitos necesarios para el
desarrollo de la ganadería, para incrementar la productividad del trabajo y
obtener más productos. Las tribus agricultoras mejoraban los procedimientos de
cultivo de la tierra y recogían cada vez mayores cosechas. La especialización
de la actividad laboral propiciaba el desarrollo de los instrumentos de trabajo
y medios de producción; por lo tanto, siguió en aumento continuo la
productividad del trabajo. Los vínculos entre las tribus de pastoras y
agricultoras influyeron considerablemente en el desarrollo de sus fuerzas
productivas. Así pues, la primera división social del trabajo, originada por la
especialización de las fuerzas productivas de la sociedad, coadyuvó al sucesivo
desarrollo de éstas y al aumento de la productividad del trabajo. El proceso
ulterior de las fuerzas productivas estaba asociado principalmente a un empleo,
cada vez más amplio, de diversos metales para la fabricación de instrumentos de
trabajo. Los nuevos instrumentos agrícolas que mejoraban el cultivo de la
tierra y la vasta utilización del ganado en calidad de fuerza de tracción
elevaron considerablemente la productividad del trabajo. La producción de
hierro y otros metales, así como el invento de equipos de rendimiento
relativamente elevado impusieron la formación, en las comunidades, de grupos de
gentes habituadas a la fabricación de instrumentos de trabajo y objetos
metálicos. El desarrollo de las fuerzas productivas exigía la especialización
individual en un tipo de producción determinado. Aparecieron en la comunidad
los artesanos profesionales que invertían la parte fundamental de su trabajo,
no en la obtención directa de productos para su consumo personal, sino en la
fabricación de objetos que la comunidad necesitaba. La producción de metales y
artículos metálicos, la alfarería y la tejeduría dieron lugar a los primeros
oficios. Así se produjo, en el proceso de desarrollo de las fuerzas
productivas, la segunda división social del trabajo: la artesanía se separó de
la agricultura y la ganadería. La segunda división social del trabajo suponía
que las fuerzas productivas se habían desarrollado ya hasta el grado de poder
satisfacer las necesidades de los miembros de la comunidad, incluidos aquellos
que, sin participar de manera directa en la producción de objetos de consumo,
estaban dedicados también al trabajo socialmente útil. La primera división
social del trabajo condicionó la especialización económica de las tribus en dos
direcciones fundamentales: la ganadería y la agricultura. La especialización
exigía fortalecer los vínculos inter-comunales. En las comunidades dedicadas a
la ganadería ya se producían excedentes de ganado, cueros, lana, carne y otros
artículos pecuarios, pero se experimentaba una escases aguda de cereales,
hortalizas y otros productos agrícolas. Y como en las comunidades agricultoras
se observaba el cuadro contrario -exceso de productos agrícolas y escases de
artículos pecuarios- surgió la necesidad del intercambio económico entre las
distintas comunidades. En el período de la primera y la segunda división social
del trabajo, la productividad de éste se elevó tanto que los miembros de la
sociedad, además de asegurarse los medios de existencia, podían producir algo
por encima de lo indispensable. Lo producido por encima de cuanto se requiere
para mantener la vida del propio trabajador y de su familia se llama
plus-producto, y el trabajo excedente para la creación de éste recibe el nombre
de plus-trabajo. Cuando la producción alcanzó un nivel capaz de cubrir las
necesidades vitales del hombre, e incluso asegurar un plus-producto, se abrió
el camino para el progreso ulterior de la sociedad. En aquel período, gracias
al desarrollo de las fuerzas productivas y al aumento de la productividad del
trabajo, no solo de toda la colectividad, sino también de cada uno de sus
integrantes, los hombres no necesitaban ya unirse necesariamente en grandes
asociaciones de producción para obtener los medios de existencia
indispensables. Los miembros de las comunidades se dedicaban a múltiples
actividades, variando su productividad en dependencia del género de trabajo y
del individuo. En estas circunstancias, la distribución igualitaria de los productos
del trabajo basada en el esfuerzo igual de los miembros de la comunidad no
cuadraba ya con las necesidades del desarrollo ulterior de las fuerzas
productivas. De ahí los cambios operados en la esfera de la distribución: el
que daba más a la comunidad, recibía más. El reparto igualitario de los bienes
en la comunidad, aunque alterado, se practicó de hecho durante algún tiempo
más, puesto que solo el plus-producto se distribuía conforme a la medida y a
los resultados del trabajo, mientras que la distribución de los bienes
fundamentales siguió siendo igualitaria. Más tarde, el desarrollo de las
fuerzas productivas permitió a cada individuo que tuviera la productividad
media del trabajo, asegurarse, sin la ayuda colectiva los bienes indispensables
para la vida. Los nuevos métodos de producción en la agricultura, especialmente
el empleo del arado y la azada, hacía innecesario el esfuerzo simultáneo de
gran número de personas en un mismo proceso de trabajo. La base económica que
exigía la cooperación laboral de un gran conjunto de trabajadores fue
desapareciendo poco a poco. Con la aparición de medios técnicos nuevos el
trabajo colectivo de la comunidad dejó de ser una necesidad; más aún, no
correspondía ya al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas por estar
basado en la técnica antigua y limitar la utilización de instrumentos de
trabajo nuevos, más perfectos. Así, pues, las relaciones de producción dejaron
de corresponder al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Las
relaciones de producción antiguas, caracterizadas por el colectivismo y por la
propiedad social sobre los medios de producción, empezaron a frenar el
desarrollo de las fuerzas productivas y tenían que ser sustituidas, inevitablemente,
por otras nuevas. Al crecer las fuerzas productivas y penetrar la división del
trabajo en la comunidad, cuando sus miembros empezaron a producir cada uno por
su cuenta y a intercambiar productos en el mercado, surgió la propiedad privada
como expresión del aislamiento material de los productores de mercancías. El
aumento de la productividad del trabajo originado por el desarrollo de las
fuerzas productivas condicionó la aparición de la propiedad sobre el productor
mismo: el hombre. Cuando la producción solo alcanzaba para mantener la vida
humana, la explotación de un hombre por otro no era posible. Por ello, en la
mayoría de los casos, se sacrificaba a los prisioneros de guerra, o bien se les
admitía como miembros iguales en derechos, para reforzar la comunidad. El
aumento de la productividad del trabajo hizo que el prisionero produjera ya más
de lo que era necesario para su mantenimiento. Al obligar al prisionero a
trabajar para sus captadores arrebatándole su porción correspondiente del
plus-producto social, una parte de la sociedad pudo usurpar los bienes creados
por el cautivo, es decir, explotarlo. Entonces, en lugar de sacrificar a los
prisioneros se les convertía en esclavos, trabajadores sin derechos, mantenidos
por la comunidad mientras proporcionaban plus-producto y eran ventajosos. Al
esclavo se le podía matar desde el momento en que ya su trabajo dejaba de traer
provecho a la comunidad. La aparición de la esclavitud era un fenómeno por
completo lógico de aquel tiempo, cuando el trabajo pudo ya crear el
plus-producto, aunque en un grado considerable, a cuenta del agotamiento de las
fuerzas físicas y morales de los productores de bienes materiales. Al
principio, los esclavos pertenecían a la comunidad en su conjunto o a la
familia patriarcal. Posteriormente fueron apropiados, junto con otros bienes
comunales, pasando a ser propiedad de los jefes más influyentes. Con la
aparición del trabajo de los esclavos, consecuencia lógica del desarrollo de
las fuerzas productivas comenzó un nuevo período en el desarrollo de la
sociedad, el período de explotación del hombre por el hombre. La sociedad
caracterizada por las relaciones de producción sobre la base de la propiedad
colectiva de los instrumentos y medios de producción, se dividió en tres grupos
fundamentales según las relaciones en que éstos se encontraban con respecto a
dichos instrumentos y medios: a). Los esclavos carentes de toda propiedad y que
pertenecían, ellos mismos, totalmente, a sus dueños, los esclavistas. b). Los
esclavistas poseedores tanto de los instrumentos y medios de producción como de
los esclavos, cuyo trabajo explotaban. c). Los miembros libres de las
comunidades que tenían pequeña parcela propia basada en el trabajo personal y
en la pequeña propiedad de los instrumentos y medios de producción. Muchos de
estos pequeños propietarios se fueron arruinando y convirtiendo en esclavos,
mientras que algunos otros se enriquecían hasta transformarse en explotadores
esclavistas. Sin embargo, los pequeños propietarios libres, miembros de las
comunidades, no dejaron de subsistir. El desarrollo de las fuerzas productivas
afectó el aspecto más importante de las relaciones de producción: la
pertenencia de los instrumentos y medios de producción. Según quien era el
propietario de éstos se produjo la división de la sociedad en clases. Por
primera vez en la historia de la humanidad surgió la sociedad de clases.
La
aparición de la propiedad privada y con ella la sociedad clasista, la cual es
típica en las antiguas Grecia y Roma, como lo expone Morgan (1877) en su obra: La sociedad antigua, al describir los
estadios de desarrollo de la sociedad, en la que argumenta que la propiedad
privada aparece en el período superior de la civilización: En las postrimerías
de este período se generaliza la propiedad en masa –consistente en una variedad
de bienes de propiedad individual- debido al asentamiento de la agricultura,
manufactura, tratos locales, comercio exterior; pero: La antigua tenencia en
común de las tierras no había cedido más que en parte a la propiedad
individual. En este estadio se produjo la esclavitud; se halla directamente
relacionada con la producción de la propiedad. En ella (la esclavitud) tuvo su
origen la familia patriarcal del tipo hebreo y la familia semejante de las
tribus latinas bajo autoridad paterna, así como también una forma modificada de la misma familia entre las tribus griegas.
Hacia el final del período superior de la barbarie, se produjo la tendencia a
dos formas de propiedad, a saber de Estado e individual. Entre los griegos
algunas tierras eran aún comunes a la tribu, otras comunes a la fratria
[asociación de tribus] para usos religiosos, otras a la gens [grupo social
unido por parentesco]; pero la mayor parte de las tierras habían caído en
propiedad individual. Con respecto a Roma, el autor citado, escribió: Desde su
primer establecimiento, las tribus romanas, tenían un campo público, el ager romanus, a la vez había tierras de
la curia para fines religiosos, de la gens y de individuos particulares. Una
vez que se extinguieron estas corporaciones sociales, las tierras que habían tenido
en común fueron convirtiéndose en propiedad privada. Estas diversas formas de
propiedad muestran que la tenencia más antigua de la tierra era la comunitaria
de la tribu; tras iniciarse su cultivo, una parte de las tierras de la tribu se
repartió entre las gentes, teniendo cada una de ellas su parte común, a esto
sucedió con el transcurso del tiempo la adjudicación a individuos y por último
estas adjudicaciones se convirtieron en propiedad privada individual. Así pues,
el autor citado asocia el origen de la sociedad clasista en Grecia y Roma a la
aparición de la propiedad privada de la tierra.
Marx
(1881) en respuesta a carta de la rusa Vera Zasúlich describe los rasgos de la
comuna agrícola rural: “Para juzgar ahora los destinos posibles de la comunidad
rural, desde un punto de vista puramente teórico, o sea suponiendo siempre
condiciones de vida normales, me es preciso ahora designar ciertos rasgos
característicos que distinguen la comuna agrícola de los tipos más arcaicos”:
“Primeramente,
las comunidades primitivas anteriores se basan todas en el parentesco natural
de sus miembros; al romper ese vinculo, fuerte pero estrecho, la comunidad
agrícola es más capaz de adaptarse, de ensancharse y de entrar en contacto con
los extraños. Además, en ella, la casa y su complemento, el patio, son ya la
propiedad privada del cultivador, mientras que mucho antes de la introducción
misma de la agricultura, la casa común fue una de las bases materiales de las
comunidades precedentes. Finalmente, aunque la tierra laborable sigue siendo
propiedad comunal, es dividida periódicamente entre los miembros de la
comunidad agrícola, de modo que cada cultivador explota por su cuenta las
tierras que le son asignadas y se apropia individualmente de sus frutos,
mientras que en las comunidades más arcaicas, la producción se efectúa en común
y solamente se reparte el producto. Este tipo primitivo de la producción
colectiva o cooperativa fue, claro está, consecuencia de la debilidad del
individuo aislado y no la socialización de los medios de producción”.
Andreev (1988) cita la obra de Engels (1884): El origen de la familia, la propiedad privada y el estado: Al
cotejar las épocas del salvajismo, la barbarie y la civilización, marcó la
génesis y la evolución histórica de: a) la propiedad comunal-gentilicia en el
marco de la comunidad primitiva, b) la propiedad particular de la época en que
dicho régimen es sustituido por la sociedad de clases antagónicas y c) la
propiedad privada como base de la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo. Si
al principio se recolectó el grano para el ganado, no tardó en llegar a ser un
alimento para el hombre. La tierra cultivada continuó siendo propiedad de la
tribu y se entregaba en usufructo primero a la gens, después a las comunidades
de familias y, por último, a los individuos. Estos debieron tener ciertos
derechos de posesión, pero nada más. La formación y el desarrollo de la
propiedad particular sobre el ganado fueron probablemente más rápidos y menos
difíciles. Nada sabemos hasta de cuándo y cómo pasaron los rebaños de propiedad
común de la tribu o de la gens a ser patrimonio de los distintos cabezas de
familia; pero, en lo esencial, ello debió de acontecer en ese estadio. La
formación y la evolución impetuosa de la propiedad particular constituyeron una
premisa económica para la sustitución lógica de la gens matriarcal por la
familia patriarcal. Los lazos gentilicio-maternos crujieron por el impulso de
los brotes de propiedad privada que se abrían paso precipitadamente para salir
de la comunidad. El cambio que había separado al productor del consumidor
propició este proceso. El objeto más dinámico del intercambio y de la propiedad
particular fue el ganado. En las regiones donde, en virtud de las condiciones
ecológicas y de otra índole, la ganadería no se había implantado con suficiente
amplitud, y la agricultura se desarrollaba a base del trabajo con azada
(civilizaciones autóctonas de la América precolombina, de África Tropical,
etc.), la descomposición del régimen gentilicio asumió la forma de matriarcado
postrero. Pero la célula principal en que fue particularizándose la propiedad y
se libró la dramática lucha entre el principio colectivista y el de propiedad
privada (introducido y estimulado por la producción mercantil) era la comunidad
campesina agrícola: estructura social conservadora y, al propio tiempo, no
exenta de dinamismo histórico, de la época de transición del régimen de la
comunidad primitiva a la sociedad de clases antagónicas. En el seno de la
comunidad maduraron las nuevas relaciones de producción, de tipo antagónico,
contrarias a las propias de la comunidad primitiva. Su lugar resquebrajó y, con
el transcurso del tiempo, aniquiló las tradiciones comunales. Con ello se
abrieron vastos espacios para la diferenciación material y los antagonismos de
clase. La comunidad gentilicia evolucionó, pasando por varias etapas y formas
transitorias, hasta convertirse en una comunidad territorial (rural), que
absorbía los conflictos antagónicos inherentes a la sociedad dada. La propiedad
particular existió realmente en forma de repartos sucesivos –anuales (debido a
la puesta en cultivo de eriales y baldíos), al principio, y cada vez más raros
después- de las tierras comunales labradas por las familias, grandes y
pequeñas. El primer terreno hecho propiedad privada de una persona fue la
tierra en que se encontraba la casa. La inviolabilidad de la vivienda, base de
toda libertad individual, se trasladó del campamento del nómada a la casa de
troncos del campesino sedentario y, poco a poco, se convirtió en derecho de propiedad
completo sobre la finca. El carácter sagrado de la vivienda no fue consecuencia
sino causa de su transformación en propiedad privada. En pos de la finca fue
haciéndose propiedad de familias e individuos la tierra de labor. Este proceso
se operó con particular nitidez en las condiciones económicas extremas. El
carácter del terreno y la necesidad de inversiones de recursos y trabajo
especiales para preparar el aprovechamiento agrícola de la tierra –en los
valles angostos, entre pantanos, en las zonas de altas montañas, etc.-
obligaban en este caso a hacer del usufructo una prerrogativa de familias. Fueron
el último baluarte de la marca (como de toda comunidad agrícola en general) los
bosques, pastizales, eriales, pantanos, ríos, estanques, lagos, caminos,
cazaderos y pesqueras de uso común. Pero también ellos se convirtieron poco a
poco en propiedad familiar. Este proceso, muy desarrollado en la época feudal,
bajo la presión de las relaciones capitalistas puso la marca –comunidad
primitiva alemana- al borde de la perdición. Así pues, los estadios de la
génesis de la propiedad privada sobre la tierra se hallan estrechamente
vinculados y, en rigor, sincronizados con
las etapas de desarrollo de la comunidad, desde la gentilicia hasta la casera
y, luego, rural, y con la descomposición de esta última en ricos y pobres sin
tierra. La marca-comunidad otrora libre se transforma en aldea de campesinos
parcelarios. En principio, la particularización de la propiedad comunal sobre
la tierra pudo realizarse tanto “desde arriba” como “desde abajo”. Este
proceso, pudo avanzar por dos causes. Antes se produjo en el plano histórico,
su transformación en propiedad estatal sobre la tierra del tipo Ager publicus
[tierra pública] romana. Más tarde aparecieron los islotes de propiedad
territorial privada. La propiedad del Estado se encontraba por encima de las
comunidades; su primera consecuencia histórica fue el poder supremo del tipo de
los déspotas orientales, que conservaba la estructura comunal. La propiedad privada,
por el contrario, fue producto e instrumento de descomposición de la comunidad.
La propiedad plena y libre del suelo no significaba tan solo facultad de
poseerlo íntegramente, sin restricción alguna, sino que también quería decir
facultad para enajenarlo. De este modo, en el plano histórico, la propiedad
privada creció del fondo social (de seguro, del culto, etc.) y del botín
integrado en el mismo, conforme iban desarrollándose el cambio y el comercio. Fueron
el primero objeto de la propiedad de nuevo tipo los bienes muebles (fácilmente
transportables y enajenables): ganado, al principio, luego armas e instrumentos
de trabajo, artículos de lujo y esclavos. Después pasaron a ser propiedad
privada también la casa y la finca. El doble carácter de la propiedad en la
época de transición radicó en que los bienes muebles eran ya privados, mientras
que los inmuebles (ante todo, la tierra) seguían siendo todavía colectivos. El
paso de la tierra a propiedad privada inició la época de su papel determinante
en la vida social. Y por último, esa propiedad alcanzó sus formas maduras con
el surgimiento de la circulación monetaria regular. La formación de la
propiedad privada en tanto que relación social cualitativamente nueva es ajena,
en principio, a la esencia misma del régimen de la comunidad primitiva. El
sujeto de la propiedad privada estaba en las capas sociales nacientes: la
aristocracia militar y la cúspide sacerdotal primero, los mercaderes y usureros
después. La cristalización de la propiedad privada es a su vez un componente
importantísimo de la instauración de la sociedad de clases antagónicas. La
propiedad particular, surgida como forma social de aseguramiento de la
actividad vital de las colectividades, iba convirtiéndose en su antítesis:
usurpación de la tierra, de los instrumentos y otras premisas de la producción
por la cúspide privilegiada. Esta última integró poco a poco la clase dominante
y se excluyó del proceso de la producción social. Los productores directos
fueron separados por la fuerza de los medios de producción. Los grupos sociales
dominantes asumieron la función de unir la fuerza de trabajo con los medios de
producción, aumentando de este modo sus privilegios, su riqueza y poder social.
En la “superficie” de la vida social, la propiedad privada naciente se
presentaba como actitud de los hombres ante las cosas más que como una nueva
actitud de unos hombres para con otros. La propiedad privada tiene una base
mucho más profunda. La actitud misma del hombre hacia la tierra, el ganado, los
instrumentos y otras premisas de la producción (debido ya a su carácter social)
está mediatizada lógicamente por la actitud de unos hombres para con otros. En
los diversos componentes de la propiedad privada, ella “aflora” en grados
diferentes: con el mayor relieve en las relaciones de disposición y mínimamente
en las de uso. Valiéndose de la propiedad privada, precisamente, la clase
dominante parasitaria, integrada por los mercaderes, usureros y elementos de la
aristocracia gentilicia, conquista la dirección general de la producción y
“avasalla” económicamente a los productores. Se convierte en el intermediario
indispensable entre cada dos productores y los explota a ambos. La institución
de la propiedad privada apareció lógicamente en la vida de los hombres cuando las
fuerzas productivas y la división social del trabajo alcanzaron un nivel de
desarrollo determinado. Es decir, no surgió como fruto de la actividad
intelectual ni como realización de los objetivos abstractos de algunos grupos
sociales, sino porque había madurado la necesidad de un modo nuevo en principio
de regulación social de la producción y el consumo, que permitiera a la
humanidad llevar adelante las fuerzas productivas y la cultura.
Linera
(2009) ubica a la comunidad agrícola en una fase intermedia entre la comunidad
primitiva ancestral y la sociedad clasista basada en la propiedad privada:
“Siendo que la comuna agrícola emergió del desarrollo y extinción de la forma
comunal ancestral, y la vez fue sustituida por formas de organización social en
las que surge la propiedad privada de la tierra, (…). La comuna agrícola forma
última de la configuración comunal de la sociedad, puede ser vista entonces
como un momento de transición de la forma de propiedad comunal a la forma de
propiedad privada de las condiciones de producción de la sociedad. Esto en
virtud de que la comuna agrícola se basa en el trabajo comunitario de la tierra
comunal –bosques, pastizales, etc.- y el trabajo familiar de la posesión
particular”.
Zubritski
(1960) dice que el modo esclavista de producción era más progresista que su
antecesor, porque solo liberando una parte de la sociedad del trabajo manual se
haría posible el ulterior desarrollo de la sociedad. La prolongada época de la
esclavitud tiene varias fases. Comenzó en la esclavitud comunal aparecida bajo
el régimen de la comunidad primitiva, antes de la descomposición de la
propiedad comunal. Los esclavos pertenecían entonces a la comunidad en su
conjunto. La esclavitud patriarcal, semejante a la comunal, nació en las mismas
condiciones y durante largo tiempo coexistió con las relaciones de la comunidad
primitiva y sus vestigios. El prisionero
de guerra o el miembro de la comunidad empobrecido, tenía que entregar a otra
persona (jefe o sacerdote en la mayoría de los casos) todo su trabajo por la
exigua alimentación que de él recibía. Con el desarrollo general de la
propiedad privada se fue estableciendo el “derecho” a poseer no solo bienes
materiales, sino también al productor mismo. El miembro de la comunidad
empobrecido o el prisionero de guerra era ya esclavo tanto de hecho como de
derecho, es decir, pertenecía por entero a su amo (dueño). Las fuentes
principales de aumento de esclavos fueron ya entonces las guerras, el comercio
de esclavos y la esclavización de los deudores insolventes. Estas fuentes eran
propias, con ciertas modificaciones de las sociedades esclavistas en todos los
continentes. La explotación de los esclavos fue la primera forma de explotación
–y la más brutal- en la historia de la humanidad. Los esclavos, desprovistos de
toda propiedad y siendo ellos, a su vez, propiedad del dueño, fueron objeto de
la explotación más inhumana que registra la historia. Los integrantes de las
comunidades eran libres, pero la masa llevaba una vida miserable y se
encontraba bajo la eterna amenaza de caer en la esclavitud por las deudas no
pagadas. Para mantener sumisos y hacer trabajar en provecho ajeno a los
esclavos y plebeyos; para multiplicar sus riquezas y satisfacer su codicia sin
limites, los esclavistas necesitaban un órgano permanente de violencia y
coerción. Tal órgano, que iba naciendo paulatinamente, fue el Estado. La función principal del Estado esclavista
(igual que en las demás sociedades explotadoras posteriores: la feudal y la
capitalista) fue la represión de los explotados. Los Estados esclavistas
sostuvieron guerras continuas, saqueando a la población conquistada y
convirtiendo en tributarios o esclavos a los vencidos. De ahí la segunda
función del Estado, propia también de cualquier otro Estado basado en la
explotación del hombre por el hombre: la expansión territorial. A diferencia de
la época de la comunidad primitiva, en que la fuerza militar era una milicia
que estaba constituida por todos los miembros de la comunidad aptos para las
armas, en el Estado esclavista aparece una fuerza separada del pueblo y opuesta
a él: el ejército profesional, llamado a defender los intereses particulares de
los explotadores. Surgen también los tribunales, que en su actividad prescinden
de los intereses de la sociedad en su conjunto para someterse a los de una
parte insignificante de ella: los esclavistas. Los sacerdotes se identificaban
en el Estado para formar con él un todo único, introduciéndose en el aparato
estatal, como vigilantes, guardianes, escribientes, controladores, recaudadores
de impuestos, etc. Los tipos históricos
de Estado explotador difieren unos de otros. Pero su esencia es la misma: la
minoría explotadora domina sobre la mayoría explotada. La relación con que se
encuentra la clase con respecto a los medios de producción es su rasgo
característico principal, el que determina todos los demás: su papel en la
organización social del trabajo, las fuentes de los ingresos y la cuantía de
éstos. Así, pues, las clases son grandes grupos de individuos que se
diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social
históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con
respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y
formulan en gran parte), por el papel que desempeñan en la organización social
del trabajo, y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben
la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases sociales aparecen
solo después de la aparición del plus-producto, es decir, cuando el desarrollo
de las fuerzas productivas permite al hombre producir más de lo indispensable
para satisfacer sus necesidades vitales. Las relaciones de producción incluyen
las formas de propiedad sobre los medios de producción, la posición de las
clases en el proceso de producción y las formas de distribución de los
productos. A los esclavos se les podía vender, donar, intercambiar y heredar
sin limitación alguna, cualquiera que fuese su situación familiar. Cada esclavo
llevaba un sello con el nombre del propietario. Los esclavos, además de estar
desprovistos de medios de producción, carecían en absoluto de los derechos
humanos más elementales. Así, pues, la propiedad ilimitada del esclavista sobre
todos los medios de producción y sobre el propio trabajador, el esclavo,
constituía la esencia de las relaciones de producción esclavistas. El aumento
del intercambio dio lugar a la aparición, ya en el régimen de la comunidad
primitiva, de un equivalente universal de las mercancías, asumiendo esta
función los productos más importantes: ganado, pieles, marfil y otros. En la
sociedad esclavista, el papel de equivalente universal pasa gradualmente a los
metales: al principio, el hierro y el cobre; más tarde, el oro y,
especialmente, la plata. Aparece el dinero –en forma de lingotes y, luego, de
monedas acuñadas- como equivalente universal y medio de circulación, como
mercancía de tipo especial, como mercancía de las mercancías. El desarrollo del
comercio estimuló la aparición de los mercaderes, que no participaban en la producción,
sino que se dedicaban enteramente al intercambio, apropiándose parte de los
productos. Así se produjo la tercera gran división social del trabajo, la cual
consolidó las relaciones mercantiles en la sociedad esclavista.
4. Sociedad feudal
4.1. Origen del feudalismo
Kérov
(1960) explica que las relaciones feudales surgieron en las entrañas de la
sociedad esclavista, del mismo modo que las relaciones esclavistas nacieron en
el seno de la comunidad primitiva. El desarrollo del sistema de colonato fue una
manifestación de la crisis del modo de producción esclavista. La pequeña
propiedad campesina había sido absorbida casi íntegramente por los grandes
terratenientes. Los latifundios, basados en el trabajo de los esclavos y
colonos, eran el prototipo de los futuros dominios feudales. Los grandes
terratenientes, así como los colonos y esclavos que cultivaban los latifundios
se contentaban con lo que se producía en éstos. La economía adquiría un
carácter natural autárquico. Solo la lucha de clases en combinación con las
invasiones de tribus germánicas y eslavas pudo llevar a término la ruina del
Imperio Romano de Occidente y del régimen esclavista, contribuyendo al mismo
tiempo al afianzamiento de las relaciones feudales. El período de formación de
las relaciones feudales constituye el período inicial que los historiadores
identifican con el término “Edad Media”. De ahí que dicho período sea
considerado como la fase inicial del Medievo. En Europa comenzó éste en el
siglo V, aproximadamente, y concluyó a principios del siglo XI. El segundo
período de la Edad Media se identifica con la época del desarrollo del
feudalismo, cuando los oficios se separaron por segunda vez de la agricultura y
se formaron las ciudades como centros de artesanado y comercio. Este proceso se
produjo en Europa durante los siglos XI-XV. El tercer período es el postrero
del Medievo. Se caracteriza por la descomposición de las relaciones feudales y
el nacimiento de las relaciones capitalistas. En Europa duró desde el siglo XV
hasta mediados del siglo XVII. Así, pues, a mediados del siglo XVII terminó la
época feudal (Edad Media) para dar comienzo a la era del capitalismo.
Entre
los antiguos germanos y eslavos, los prisioneros de guerra hechos esclavos se
asemejaban por su situación a los colonos romanos. Disponían de una parcela de
tierra y pequeña hacienda propia, por las que pagaban al señor tributos en
especie (ganado, cereales, etc.). En los primeros siglos de nuestra era la
comunidad, en descomposición, de los antiguos germanos y eslavos fue cediendo
su lugar a la comunidad vecinal o territorial (llamada marca por los germanos). La tierra pasaba a las familias en
usufructo individual. Más tarde, a medida que la comunidad territorial iba
desintegrándose, la tierra se convertía progresivamente en propiedad privada. Este
proceso estuvo ligado al aumento de la productividad del método individual de
laboreo. El empleo del arado pesado era imposible mientras predominaba la
esclavitud. La nobleza de las tribus concentró en sus manos extensas tierras y
ganado. En los siglos V y VI el desarrollo de la propiedad individual campesina
había alcanzado ya grandes proporciones. Los esclavos y colonos del Imperio
Romano de Occidente y de Bizancio apoyaban a las tribus germanas y eslavas
invasoras, porque los conquistadores establecían un régimen mucho mejor para la población local
desamparada. Los germanos quitaban la tierra y los eslavos principalmente a los
grandes terratenientes. Además, practicaban formas de explotación de los
esclavos mucho más suaves que las utilizadas por los romanos. La situación de
los campesinos libres mejoró también al principio, gracias a las costumbres
comunales traídas por los germanos. Los grandes terratenientes romanos se
fundían con la aristocracia germánica, constituyéndose así una clase dominante
única. El cultivo de la tierra perteneciente a la familia real y a los grandes
propietarios estaba a cargo de los esclavos. Pero éstos eran ya distintos
esencialmente de los que vivieron en los tiempos del imperio romano. Muchos de
ellos tenían su parcela y hacienda independiente por las que pagaban
determinados tributos. Sin embargo, carecían en absoluto de derechos. A partir
de los siglos V y VI, algunos propietarios (especialmente, los de mayor peso)
distribuyeron algunas de sus tierras entre los campesinos libres empobrecidos.
Por la parcela así recibida, el campesino pagaba a su propietario parte de la
cosecha y cumplía determinados trabajos para éste. El campesino puesto al borde
de la ruina por las vejaciones de los grandes terratenientes se veía
constreñido a entregar su parcela en propiedad a uno de ellos, para recibirla
luego en usufructo vitalicio o hereditario. El campesino entregaba al
propietario parte de los productos y asumía algunas obligaciones más a cambio
de la protección contra los atentados de otros feudales. En algunos casos, los
campesinos recibían, además de su propiedad antigua, una parcela
complementaria. Por este procedimiento, los grandes propietarios agrarios,
comprendida la iglesia (los francos “adoptaron” el cristianismo en el siglo
VI), movilizaban mano de obra para el cultivo de tierras baldías. La concesión
de tierras en propiedad privada incondicional había cesado. Los miembros de la
clase dominante tenían que prestar servicios militares, reclutando destacamentos
en sus dominios, que mandaban personalmente, para pagar las tierras que el rey
les otorgase. Esta posesión de tierra convencional se llamaba beneficio. El beneficio no era
hereditario, sino vitalicio, con la particularidad de que podía ser retirado en
caso de no cumplir el beneficiario los compromisos asumidos en cuanto al
servicio militar. Después de la muerte del beneficiario, la tierra volvía al
rey o a sus herederos. En los siglos IX y X se produjeron nuevos cambios en el
carácter de las relaciones agrarias. El beneficio militar pasó a ser
hereditario, convirtiéndose en feudo. El sistema de feudos guardaba vínculos
directos con el vasallaje, o sea el reconocimiento, por el propietario de
tierra, de su dependencia respecto a otro mayor, estableciéndose entre ellos
las relaciones de vasallo y señor. A cambio de la finca que recibía del señor,
el vasallo tenía que prestarle servicio militar. Se estaba formando la escala
jerárquica característica para la organización estatal y política del feudalismo.
La posición más alta correspondía a los grandes feudales que se consideraban
vasallos inmediatos del rey. Más abajo se encontraban los propietarios de peso
menor y, en el peldaño inferior de la escala, los pequeños feudales, llamados
posteriormente caballeros. En cuanto a la técnica el perfeccionamiento de los
métodos de elaboración del hierro dio lugar al empleo de los arados (pesados y
ligeros) y algunos otros instrumentos agrícolas. Ello elevaba la productividad
de la agricultura, contribuyendo a la introducción del sistema de tres hojas y
aumento de la superficie de los viñedos. El desarrollo de la vinicultura
obligaba a perfeccionar su técnica, por lo que iba mejorando continuamente la
prensa de uva. Aparecieron los molinos de viento y otros dispositivos técnicos.
El molino movido por agua, que ya existía desde los tiempos de la esclavitud,
fue perfeccionado, añadiéndosele la rueda hidráulica accionada por gravedad. Más
a pesar de haberse alcanzado cierto progreso, la técnica de la producción feudal
de aquel período permanecía estancada. Esta situación caracterizaba a la
economía feudal en todas las etapas de su desarrollo. Para caracterizar la
esencia de las relaciones feudales, es preciso definir, en primer lugar, la
forma de propiedad de los medios de producción, el modo de realización de dicha
propiedad, el modo de distribución de los productos y, por último, la situación
de los distintos grupos y clases sociales en virtud de los factores
mencionados, y sus relaciones recíprocas en el proceso de producción. Los
señores feudales realizaban su propiedad de doble manera. Desde el período de
formación, las tierras se dividían en tres categorías. La casa con dependencias
y huerta pertenecía al campesino. Las tierras de labor se consideraban
propiedad comunal, pero se distribuían sistemáticamente entre las familias
campesinas que las cultivaban. Los bosques, prados y otros terrenos eran
propiedad comunal indivisible. Este sistema quedó en vigor, más o menos,
durante la formación del feudalismo. Pero la mayor parte de las tierras de
labor se encontraban ya bajo la observación directa de los gerentes del feudal,
habiéndose convertido en dominios. Este fue uno de los métodos usados por los
feudales para ejercer la propiedad monopolista de la tierra. El otro utilizado
paralelamente al primero, consistía en conceder a los campesinos
parcelas-tenencias en las que trabajasen sin vigilancia directa por parte del
feudal. Los bosques y otras superficies de uso agrícola pertenecían igualmente
al feudal, con la particularidad de que se hacían extensivos a ellos algunos
derechos de los campesinos como miembros de la comunidad (el pastoreo, la
pesca, etc.). Los campesinos conservaron durante siglos los restos de la
comunidad en forma de organización social específica, protectora de sus
intereses. La tierra era objeto de la producción. Había que cultivarla y luego
recoger la cosecha. Para ello se necesitaban aperos agrícolas. Todo ello era
propiedad de los señores feudales, que proporcionaban a los campesinos en
determinadas condiciones, instrumentos y ganado. Esta parte de los medios de
producción pasaba a ser propiedad de los campesinos. La economía revestía un
carácter natural, típico para el modo de producción feudal. En el feudo, la
producción tenía por objeto satisfacer las necesidades del feudal, laico o
clerical, y de sus allegados, y en los dominios del rey, las de la corte real. Los
oficios, separados de la agricultura en la época de la esclavitud, habían
vuelto a unirse con aquélla como resultado del descenso económico durante el
período de hundimiento del Imperio Romano. La producción feudal satisfacía las
necesidades del feudal y abastecía de los artículos artesanos indispensables a
los campesinos; todo lo producido, con muy pocas excepciones, se consumía
dentro de la propia hacienda. Todo cuanto se producía en el feudo era fruto del
trabajo campesino. Este producto puede dividirse en las tres partes siguientes:
a)
la que se apropiaba el señor feudal;
b)
la necesaria para el mantenimiento de la vida del campesino y de su familia; y
c)
la obtenida por el campesino por encima del mínimo indispensable para la
alimentación, gracias al aumento de la productividad del trabajo.
La
segunda parte y la tercera eran lo que se llama producto necesario, mientras
que la primera constituía el plus-producto. En consonancia con ello, el trabajo
del campesino se dividía en necesario y adicional. Las condiciones de vida de
los campesinos (y más tarde, de los artesanos) les obligaban a privarse hasta
de lo más necesario con tal de poder pagar con las cosechas los tributos al
señor feudal. La renta no se medía por las simples necesidades físicas de los
feudales y campesinos. Los feudales arrebataban frecuentemente a los campesinos
lo más indispensable, reduciéndolos a una vida miserable. La cuantía de la
renta era función de las condiciones históricas determinadas, en primer lugar,
de la relación existente entre las fuerzas de clase de los propietarios
feudales y productores directos. Por consiguiente, variaba según la zona
geográfica y período histórico. Los tipos de renta feudal se fueron modificando
con el tiempo. Al principio, el campesino tenía que dedicar gran parte de su
tiempo al trabajo en el campo señorial; es decir, se trataba entonces de la
renta en trabajo. Al elevarse la productividad del trabajo del campesino y el
nivel de sus hábitos laborales, los feudales estimaron conveniente concentrar
la parte fundamental de la producción en la propia hacienda campesina. Así
sobrevino la segunda etapa en el desarrollo de la renta feudal, cuando apareció
la renta en especie. La mayor parte de la renta se percibía en concepto del
pago por el uso de la tierra y de los instrumentos de producción proporcionados
al campesino por el feudal. En esta categoría se incluía también el pago por el
uso de los pastos y otros terrenos comunales apropiados por los señores
feudales. Durante la fase inicial del Medievo se practicó la renta
principalmente en trabajo, mientras que la renta en especie más bien era una
excepción. Con el desarrollo de las ciudades adquirió importancia primordial la
renta en dinero, porque el feudal no se contentaba ya con los productos de su
hacienda, sino que, además, necesitaba dinero para comprar otros más. En la
época del desarrollo de la renta en especie y, más tarde, en dinero, los
tributos por el uso de la tierra representaban la parte fundamental de la renta
feudal. El plus-producto se gravaba también con otras cargas, tales como pagos
derivados de la dependencia personal, en primer lugar, y multas judiciales y
administrativas. La dependencia personal, judicial y administrativa de los
campesinos convenía a los feudales no solo como fuente de ingresos
complementarios, sino que tenía además otra significación, mucho más
importante. Es cierto que el pago de los tributos por el uso de la tierra
implicaba elementos de dependencia económica de los campesinos. Sin embargo,
para obligar al campesino, dotado de la tierra y poseedor de los instrumentos
de producción, a entregar al feudal gran parte de cuanto producía se necesitaba
una coerción no económica, el poder directo del feudal sobre la personalidad
del campesino. La dependencia personal podía revestir formas muy distintas,
desde la servidumbre hasta la limitación de los derechos de clase. El poder
judicial y administrativo del feudal iba ligado estrechamente al poder que éste
ejercía sobre la personalidad del campesino. La coerción no económica
constituía uno de los rasgos típicos del modo de producción feudal. En la
sociedad franca, la dependencia personal establecíase simultáneamente al saqueo
de tierras comunales por los grandes propietarios. Los campesinos libres
arruinados no tenían más remedio que pedir amparo a un vecino poderoso para
quedar con vida y conservar algunos bienes en medio de guerras e incursiones
constantes de los grandes feudales. Tal protección, que en estado rudimentario
había existido ya en los tiempos del Imperio Romano, se llamaba patrocinio,
mientras el hecho de entregarse uno a la protección de un gran terrateniente,
se llamaba encomienda. Los ingresos de los feudales provenían de la sobre
explotación de los productores directos: los campesinos y, más tarde de los
artesanos. La inmensa mayoría de la población dependía por completo de los
propietarios de la tierra, que constituían una minoría insignificante. De ahí
el antagonismo principal de la sociedad feudal. Además de las clases
antagónicas fundamentales –campesinos siervos vs propietarios feudales-,
integraban la sociedad feudal los artesanos y otros grupos sociales. Las
distintas clases y grupos sociales de la sociedad feudal se agrupaban, lo mismo
que en la época de la esclavitud, en los estamentos o estados a los que
distinguía su posición jurídica.
Rasgos
típicos que caracterizan la formación del feudalismo en Europa Occidental: a)
la creación de los grandes latifundios feudales, sobre la base de la propiedad
feudal de la tierra, y el avasallamiento de la mayoría de los campesinos
libres; b) la fusión de los esclavos y colonos, heredados de la época
esclavista, con los campesinos siervos. Como resultado aparecieron la clase de
los feudales y la clase de los campesinos, dependientes de aquéllos, y
productores fundamentales de los bienes materiales. El terrateniente feudal
detentaba cierto poder político. Las supervivencias de la comunidad libre de las
tribus germánicas se manifestaron en la sociedad feudal en la forma de
organización peculiar de campesinos siervos.
En
resumen el rasgo típico del modo de producción feudal, es que la propiedad de
los medios de producción principales –la tierra y los instrumentos de trabajo-
era monopolio de los feudales. La concesión de esos medios al productor
directo, condicionada por el carácter de la propiedad en el feudalismo, ligaba
al campesino a la tierra, originando su dependencia económica y la coerción de
carácter económico. Al mismo tiempo existía la dependencia personal del
campesino respecto al señor, o sea, una coerción no económica, sin la cual
habría sido imposible conseguir que los campesinos trabajasen en provecho de
los feudales. Las formas y el grado de esa coerción variaban entre la
servidumbre y la limitación de los derechos estamentales. La economía feudal
tenía un carácter natural autárquico, siendo muy escasos sus contactos con el
exterior. Premisa y consecuencia del sistema feudal de economía eran el nivel
extremadamente bajo y el estado rutinario de la técnica. Por su esencia, el
modo de producción feudal era más progresista que el esclavista, aunque ambos
se basaban en la explotación de la mayoría trabajadora por la minoría
dominante. A diferencia del esclavo, el campesino siervo tenía familia y
pequeña hacienda propia y, por tanto, estaba interesado en su trabajo. El
interés del productor directo por los resultados de su trabajo constituía la
base del desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad feudal.
Para
el feudalismo desarrollado es típico la aparición y progreso de las ciudades
como centros de oficios y comercio en los que se concentraba la producción
mercantil. El proceso de separación de los oficios de la agricultura, iniciado
en tiempos de la comunidad primitiva y que había avanzado considerablemente
durante la época de la esclavitud, quedó detenido después. En el feudalismo,
los oficios volvieron a desgajarse de la agricultura como resultado de una
compleja y prolongada evolución impulsada por el desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad feudal. Esos oficios pasaron a ocupar un lugar
notable en las ocupaciones de la familia campesina, especializándose algunos de
sus miembros en un arte mecánico determinado. Al principio, la segregación de
los oficios no superó el marco del feudo. Posteriormente, al desarrollarse la
especialización, el artesano acudía cada vez más a menudo al mercado para
vender sus artículos y comprar cuanto necesitaba. Así, pues, se convertía en
productor de mercancías, al destinar a la venta parte de su producción. La
producción del artesano altamente calificado encontraba poca demanda en el
campo. Además, la explotación feudal incomodaba cada vez más a los campesinos
artesanos, viéndose obligados a huir del yugo del señor para vender libremente
sus productos. La separación de los oficios rebasó el marco del feudo y de la
comunidad rural para abarcar ya toda la sociedad. Este proceso de división
social del trabajo creaba las premisas para la aparición de la contradicción
entre la ciudad y el campo. Los campesino huidos de las aldeas, con permiso del
señor o sin él, buscaron sitios cómodos para la venta de la producción
artesana, próximos a las fuentes de materias primas y relativamente seguros.
Por ello solían instalarse junto a las residencias fortificadas de los reyes,
príncipes o arzobispos, o al lado de centros de gobierno administrativo o bien
de grandes monasterios y abadías, también fortificados. Al trasladarse a nuevos
lugares los campesinos (en general, siervos de la gleba) iban liberándose poco
a poco del yugo feudal, puesto que el rey y los señores que les habían admitido
estaban interesados en atraer a los artesanos y mano de obra. A medida que
pasaba el tiempo, los feudales tuvieron que recurrir cada vez más a los
servicios del mercado para la compra de artículos artesanos y la venta de
productos agropecuarios. Los propios campesinos empezaban a adquirir algunos
objetos en el mercado. La intensificación del yugo feudal impelía a los
campesinos a abandonar sus aldeas, creciendo, por tanto, los poblados de
carácter comercial y artesano que iban a convertirse en centros de oficios y
producción mercantil. Sus necesidades en pan y otros productos agropecuarios
condicionaron el comienzo del intercambio comercial entre la ciudad y el campo.
La división social del trabajo, aparecida al comienzo de la evasión de los
campesinos siervos, experimentó considerables progresos. La esfera única de la
producción social se dividió en dos: la agraria y la industrial. Los productos
se transformaron en mercancías. Al mismo tiempo se formó definitivamente una
capa social nueva, la de los mercaderes. Estos compraban a los artesanos sus
artículos para revenderlos luego en el mercado. Es decir, el artesano no vendía
el mismo en el mercado, lo que había producido. Los campesinos huidos eran
portadores de las costumbres y tradiciones propias de la comunidad. Sobre esta
base se iban creando nuevas comunidades de las futuras ciudades importantes: la
agricultura, a que seguía dedicándose, al principio, parte de la población, los
oficios, el comercio, la defensa contra los feudales vecinos, etc. La comunidad
prestaba una ayuda activa a los campesinos siervos ingresados en ella,
contribuyendo a liberarles del poder de los señores feudales y a adquirir los
derechos individuales y de posesión de bienes, propios del hombre libre. Poco a
poco se iban creando las bases del gremio, organización de artesanos basada en
los principios del gobierno comunal y que correspondía al carácter económico de
una sociedad con débil desarrollo de la producción de la producción mercantil. Las
ciudades medievales se encontraban en los dominios de los señores feudales y,
por tanto, estaban supeditadas necesariamente al señor, que, al principio,
concentraba la plenitud del poder en ellas. Los feudales procuraban extraer de
las ciudades el máximo de ingresos, lo que tenía necesariamente que originar
una lucha entre los municipios en proceso de formación y los señores feudales. Muchas
ciudades, especialmente de las surgidas en las tierras pertenecientes al rey no
habían obtenido los derechos de la comuna autónoma, pero gozaban de toda una
serie de privilegios y franquicias. Los órganos electos de gobierno municipal
actuaban allí de común con el representante del señor feudal o representante
del rey. Pero todas las ciudades tenían un rasgo común, y consistía en que su
población se había emancipado de la dependencia personal. Se consideraba libre
cualquier campesino que hubiera residido en la ciudad durante un año y un día. Llegó
a preponderar en los órganos municipales
la parte más rica de la población, a la que se dio posteriormente, por analogía
con la antigüedad, el nombre de patriciado urbano (aristocracia). Integraban el
patriciado los propietarios de tierras urbanas, los grandes mercaderes y los
pocos feudales pequeños residentes en la ciudad, mientras que la masa
fundamental de la población estaba compuesta de los artesanos con sus
familiares. Los oficios constituían la base de la producción de la sociedad medieval.
En la época del feudalismo, la pequeña producción era típica para la ciudad
tanto como para el campo. El artesano, igual que el campesino, era pequeño
productor. Tenía instrumentos de producción propios y una hacienda basada en el
trabajo personal, con los cuales procuraba los medios de existencia sin aspirar
a la obtención del beneficio. Los artesanos medievales se agruparon en gremios
formados por individuos de un mismo oficio. El gremio reglamentaba la
producción determinando, por ejemplo, la cantidad y las dimensiones de piezas
de paño y la calidad de las materias primas. Como regla, cada artesano podía
tener no más de dos oficiales y otros tantos aprendices. Los estatutos
gremiales fijaban el salario de los oficiales y las reglas para la venta. También
se reglamentaban los precios de los artículos manufacturados. Los gremios
tenían el carácter de uniones de producción para la ayuda recíproca entre los
agrupados. Desempeñaban asimismo funciones de carácter religioso, poseían sus
capillas y sus santos protectores, celebraban fiestas religiosas, etc. Además,
cada gremio formaba una unidad militar que, en caso de conflicto armado,
actuaba con sus jefes al frente. En la mayoría de las ciudades, los gremios
eran obligatorios. Nadie tenía derecho a practicar un oficio sin ser miembro
del gremio correspondiente. Estaba prohibido vender en la ciudad los objetos
producidos fuera de ella, sin que se hiciera excepción ni siquiera para las
aldeas vecinas. La división del trabajo dentro de los gremios tenía un carácter
limitado. El desarrollo de la técnica y de la especialización estimulaba el
crecimiento numérico de los gremios, pero la producción seguía siendo pequeña.
El número de gremios se contaba por decenas en cada ciudad, y por centenares en
las grandes urbes. En París, por ejemplo, a principios del siglo XIV
funcionaban 300 gremios de artesanos. Los gremios desempeñaban inicialmente un
papel positivo al ayudar a los artesanos en la organización del proceso laboral
y en la lucha por sus derechos. Pero más tarde empezaron a frenar el progreso
económico. Los jefes gremiales se oponían a cualquier innovación o
perfeccionamiento técnico. Cada gremio guardaba celosamente sus secretos de
producción. En la organización de los oficios existía una especie de jerarquía
feudal entre los maestros, los oficiales y los aprendices. Los maestros iban a
constituir paulatinamente un grupo privilegiado. El oficial no siempre podía
llegar a ser maestro. Para ascender a esta categoría, tenía que hacer la
llamada obra maestra y someterla al examen de una comisión severa. Además, el
aspirante aportaba una gran suma de dinero para la organización de la juerga
tradicional. A medida que pasaba el tiempo era cada vez más difícil preparar la
obra requerida, de modo que, prácticamente, solo podían aspirar a este título
los hijos y demás parientes próximos de los maestros. Como consecuencia de esto
se formó una capa permanente con los oficiales que, privados de toda esperanza
en cuanto al ascenso, se agrupaban en alianzas o cofradías para proteger sus
intereses. Simultáneamente se estaba operando la diferenciación, según los
bienes de fortuna, entre los gremios y entre los maestros de un mismo gremio. Creció
la explotación de los artesanos por el capital comercial. En los gremios de los
grandes centros comerciales aparecieron personas que compraban artículos
manufacturados y distribuían materias primas, procurando acaparar toda la
producción de quienes les hubieren comprado éstas. Los maestros artesanos de
escaso medios adquirían materias primas a crédito, para pagarlas después con su
producción; poco a poco, caían bajo el domino de los acaparadores que iban a
convertirse en mercaderes profesionales. A medida que aumentaba el papel del
dinero, tanto los trabajadores como los feudales se veían constreñidos, cada
vez con más frecuencia, a pedir préstamos. Esto provocó la aparición de un
nutrido grupo de personas que acumulaban dinero para prestarlo con usura. En
las ciudades del Norte de Italia, donde en los siglos XIII y XIV adquirieron
gran envergadura las relaciones monetario-mercantiles, hizo su aparición la banca. Esta palabra es de origen
italiano, como también la bancarrota,
que quería decir el volcamiento de la mesa del banquero arruinado. Los
banqueros usurario prestaban sus “servicios” también a los artesanos
necesitados, contribuyendo a la depauperación de muchos de ellos. Los
aprendices y oficiales, los artesanos y otros ciudadanos pobres de la ciudad
medieval, opuesta a los mercaderes, usureros, artesanos acomodados y
aristócratas feudales residentes en la ciudad, que formaban la capa superior de
ésta. El aumento de la producción para el mercado marcó también su sello en el
desarrollo de las relaciones agrarias. El papel de la renta en trabajo fue
disminuyendo. La percepción y acumulación de dinero pasó a ser el objetivo
principal de los señores feudales, a diferencia de lo que ocurría en la fase
inicial de la Edad Media cuando el cambio de los tributos en especie por los
monetarios revestía un carácter incidental y episódico. La conmutación de la
renta en trabajo y en especie por dinero adquirió vastas proporciones. Los
campesinos se veían obligados a vender más y más productos de su trabajo en el
mercado. Los feudales concedían a los campesinos cierta autonomía económica
para incrementar la renta en dinero. No importaba ya tanto la dependencia
personal del campesino, pues consideraban más ventajoso trocar los tributos que
ésta suponía por una gran suma en metálico. El precio de rescate que
establecían era tan alto que los campesinos, a veces, no estaban en condiciones
de pagarlo; exteriorizaban su protesta contra tal “liberación”. En muchos
casos, los feudales tenían que recurrir a la fuerza de las armas para obligar a
“emanciparse” a los campesinos. Todos los campesinos no estaban en condiciones
de pagar los impuestos con que se gravaba sus parcelas. Los más pobres perdían
su tierra o parte de ella. Muchas haciendas campesinas fueron a parar a manos
de los usureros. El capital usurario penetraba en la esfera de las relaciones
agrarias. Los campesinos necesitados hipotecaban sus parcelas a los usureros,
sin poder desempeñarlas después a causa del interés elevado. Los campesinos
ricos adquirían la tierra de sus vecinos, y muchos de aquéllos lograban
aumentar en varias veces la superficie de sus parcelas. Muchos feudales, tanto
los laicos como los eclesiásticos, abrumados por las dificultades financieras,
pedían dinero a los feudales clericales más ricos y a los usureros, cayendo en
dependencia respecto a éstos. Muchos de los grandes terratenientes empezaron a
conceder en arriendo temporal parte de sus tierras, por un pago más elevado del
que cobraban de las parcelas campesinas corrientes. Este sistema, muy ventajoso
para los feudales, llamado pequeño arriendo campesino, se fue extendiendo cada
vez más. La tierra se entregaba con frecuencia en condiciones de aparcería,
llegando a veces a la mitad de la cosecha la cuantía del pago. La extensión del
arriendo campesino atestiguaba el desarrollo sucesivo de las relaciones de
producción feudales. En la vida del agro, la economía señorial fue decayendo al
mismo tiempo que crecía la importancia de la hacienda campesina. Así, pues, con
la extensión de las relaciones monetario-mercantiles a los campesinos se
intensificó la explotación de sus miembros más pobres, en primer lugar, y de
todo el campesinado en general. El desarrollo del comercio y la creación de
mercados permanentes fortalecían la situación de las ciudades, que desempeñaron
un papel cada vez más importantes en la vida económica de la sociedad feudal. El
cambio de las condiciones sociales en virtud del desarrollo de las relaciones
monetario-mercantiles planteó la necesidad de modificar la forma del poder
político de la clase feudal. La nueva forma del Estado feudal reflejaba la
tendencia a la centralización, motivada por la unidad económica de grandes
territorios. La unificación política y la formación de Estados centralizados
fueron un proceso histórico trascendental de la época del feudalismo
desarrollado. Los reyes franceses redujeron a sumisión a los grandes feudales
del país, uno tras otro, apoyándose en los feudales pequeños y medios que
sufrían toda clase de vejaciones por culpa de aquellos. El poder real, como
interprete de los intereses de la clase feudal, estimaba conveniente proteger el
comercio y la industria artesana en las ciudades, por lo cual desempeñó un
papel progresivo en aquel período. La clase de los feudales no se limitaba a
fortalecer su dominio sobre las masas trabajadoras por medio de la explotación
económica y opresión política; también se valió de un arma muy poderosa como es
la ideología. En la ideología de la sociedad feudal ejercieron un papel
decisivo la religión y la iglesia. Como se sabe, el cristianismo pasó a ser la
religión oficial de los esclavistas en la época de los emperadores romanos.
Durante la Edad Media, se convirtió en apoyo ideológico de la clase feudal
dominante. La propia estructura de la iglesia católica imitaba la jerarquía
clásica. El papa y la curia romana encabezaban el clero, siguiéndoles en jerarquía
los cardenales, obispos, abades, etc. En los peldaños más bajos de la escala
jerárquica se encontraban los curas, que mantenían contacto directo con la
población. La iglesia católica era uno de los propietarios más ricos de Europa.
Poseían tierras labrantías, viñedos, bosques y pastizales, así como ganado
mayor, cabras, cerdos y ovejas. Además, los señores eclesiásticos recibían la
décima parte del producto campesino (diezmo). La iglesia incrementaba sus
riquezas a costa de una explotación despiadada de los campesinos y artesanos. En
la fase inicial de la Edad Media y durante el período de feudalismo
desarrollado, la cultura de la Europa Occidental tenía un carácter marcadamente
clerical (católico). La filosofía antigua había sido desplazada por la teología
católica. Desaparecieron las matemáticas y las ciencias naturales, ligadas
estrechamente a la filosofía en la antigüedad. La literatura se redujo a vidas
de “santos”, y la historia, a los anales monasteriales. La poesía, la música y
todas las bellas artes estuvieron al servicio del catolicismo. La enseñanza
pasó a ser monopolio exclusivo del clero.
El
período de descomposición del feudalismo comienza en el siglo XVI, antecediéndole
la producción capitalista, en su estado embrionario apareció ya en los siglos
XIV y XV en las ciudades italianas. En cuanto a la técnica, el hombre empleó la
rueda hidráulica en calidad de motor desde la época de la esclavitud,
instalándola directamente en la corriente de agua. A partir del siglo XIV
empezó a usarse la rueda movida por la fuerza del agua al caer de lo alto, por
gravedad, constituyendo un factor de rendimiento mucho más elevado que la
anterior. La rueda perfeccionada se utilizó en las ramas de producción más
diversas. Esta rueda perfeccionada permitió pasar al soplado mecánico en el
alto horno, inventado ya en el siglo XV. Antes, valiéndose de los fuelles
accionados a mano, solo se alcanzaba reducir el metal al estado pastoso. Los
altos hornos hicieron ya posible la fundición de diversos artículos de hierro.
Comenzó la producción de acero. Todo ello coadyuvó al perfeccionamiento de los
instrumentos de trabajo. Hicieron también su aparición los tornos y las
máquinas de taladrar y pulimentar. Se inició, asimismo, el uso de mecanismos
primitivos en la industria minera. En la producción textil, los telares
verticales fueron cediendo su lugar a los horizontales, de un rendimiento
mayor. El empleo de piezas metálicas permitió construir embarcaciones de gran
capacidad, aptas para la navegación a grandes distancias. Se perfeccionó
considerablemente la brújula. Se inventó la imprenta en 1443 y se dio principio
a la industria de artes gráficas. Con el crecimiento de la población urbana
aumentaba la demanda de alimentos. La industria en desarrollo exigía cada vez
más lana, cueros, lino, cáñamo y otras plantas industriales. Durante el último
período de la Edad Media experimentaron considerable progreso la ganadería, la
horticultura y la vini-viticultura. El desarrollo múltiple de la industria y el
avance de la agricultura profundizaron más aun la separación entre ellas y
dieron lugar al nacimiento de nuevas ramas industriales. Prosiguió el aumento
de la división social del trabajo, lo que suponía el desarrollo de las
relaciones monetario-mercantiles y del comercio. Los mercados, que antes se
limitaban a tal o cual región, adquirieron carácter nacional. El progreso del
comercio, en las condiciones nuevas, contribuyó a la decadencia de la pequeña
producción y a que surgieran elementos de las relaciones capitalistas de
producción. El nivel relativamente de la producción mercantil hacía que unas cuantas personas –mercaderes-,
usureros, etc.- acumularan grandes sumas de dinero. Esta fue una de las
premisas históricas para el surgimiento del capital. La otra se manifestó en la
existencia de una masa de individuos personalmente libres, desprovistos de
medios de producción y, por consiguiente, de medios de subsistencia como
resultado de la expropiación violenta por parte de la clase feudal y de la
burguesía naciente. En la creación de esas premisas consistió, precisamente, la
esencia de la acumulación originaria del capital. La primera fase de desarrollo
de la producción capitalista en la industria fue la cooperación capitalista
simple. Exteriormente solo difería del taller de artesanos por un número mayor
de trabajadores. Pero en esencia se trataba de que muchos trabajadores
directos, convertidos en obreros asalariados, no trabajaban ya para sí mismos,
sino para el capitalista, que podía ser un comerciante, acaparador, usurero o
maestro artesano enriquecido. En el taller capitalista no se practico la
división del trabajo, cumpliendo todos los obreros operaciones análogas. No
obstante, la cooperación permitió ahorrar trabajo y elevar su productividad en
comparación con el taller de artesanos. La diferencia de resultados del trabajo
se la apropiaba el capitalista. El paso siguiente en el desarrollo de la
producción capitalista fue la manufactura, o sea, la cooperación capitalista
basada en la división del trabajo. En la manufactura se empleó, como antes, la
técnica artesana. Al principio, los mercaderes, usureros o pequeños empresarios
acaparaban los artículos producidos por dichos artesanos, aprovechando las
dificultades materiales de éstos y su alejamiento de los mercados de venta. El
acaparador establecía los precios de los artículos y suministraba a crédito
materias primas e instrumentos al productor. Por fin, este acaparador terminó
por convertirse en distribuidor, en empresario capitalista que pagaba un
pequeño salario a los artesanos, antes independientes. Así apareció la
manufactura, nuevo tipo de empresa capitalista, distinta de la cooperación
simple, aunque basada también en el trabajo manual. Las empresas de éste género
se creaban preferentemente a expensas del capital comercial y se les denominaba
manufactura dispersa, puesto que los productores no trabajaban todavía en un
local común, sino a domicilio. Otro tipo de formación de manufactura consistía
en que el propio empresario compraba todas las instalaciones y materias primas
necesarias y abría un gran taller en el que trabajaban obreros asalariados. En
este caso se trata ya de la manufactura centralizada. La industria textil
capitalista en desarrollo necesitaba más lana y mano de obra que la producción
artesana. La cría de ovejas pasó a ser una ocupación ventajosa. Los numerosos
rebaños exigían extensos pastizales, pero gran parte de las tierras utilizables
para este fin eran pequeñas haciendas campesinas. En el siglo XVI, los lores
feudales ingleses, que desde hacía mucho venían creando ovejas en sus dominios,
empezaron a expulsar a los campesinos de sus tierras. La expulsión se efectuó
en masa, despoblando extensos territorios. Los campesinos desahuciados, que no
tenían ya bienes ni medios de subsistencia, iban a trabajar en la manufactura
capitalista. A ello contribuyó también el gobierno feudal con las persecuciones
de los “vagabundos” mediante leyes crueles (la llamada “legislación
sanguinaria). La expropiación violenta de los campesinos, como modo de
acumulación originaria de capital, tuvo lugar también en los países bajos y en
Francia. Las deudas de Estado fueron un medio importante de acumulación
originaria del capital. El Estado necesitaba siempre dinero para el
mantenimiento del ejército y del aparato burocrático. Como generalmente los
impuestos no bastaban para estos fines, el Estado feudal (en primer lugar, el
francés) solía tomar a préstamo dinero de los usureros y mercaderes, pagándoles
un elevado interés. Otro medio más de acumulación originaria, ampliamente
fomentado por el Estado feudal, fue el proteccionismo. Los gobiernos de Francia
y, más tarde, de Inglaterra y los países Bajos, gravaban con altos derechos
arancelarios los artículos manufacturados de importación, prohibían la
exportación de materias primas y alimentos y concedían subsidios, primas y
otras ventajas a los mercaderes e industriales de su respectivo país. El saqueo
de tierras recién descubiertas y convertidas en colonias, junto con la
expropiación violenta del campesinado, ofrecía las mayores posibilidades para
la acumulación de capital. El desarrollo de las relaciones
monetario-mercantiles estimuló el afán de acumular riquezas pecuniarias en la
clase feudal dominante en Europa. El deseo de adquirir oro y otros tesoros dio
lugar a los “descubrimientos geográficos” y, luego, motivó la política
colonialista de las potencias europeas. Los feudales y mercaderes españoles y
portugueses fueron los primeros en emprender la colonización. En busca de oro
los portugueses alcanzaron las costas de África y, después de doblarla,
llegaron hasta la India. Desde finales del siglo XV depredaron este país,
llevándose especias, oro, marfil y otras riquezas. Los conquistadores españoles
saquearon las riquezas y destruyeron la cultura, altamente desarrollada, de los
aztecas en México y de los incas en Perú. Aprovechando su superioridad en el
armamento y con ayuda de predicadores católicos se apoderaron del continente
Americano. La nación surgió sobre la base de las relaciones de producción
capitalistas. Por consiguiente, los vínculos nacionales que se estaban creando
eran vínculos burgueses. Siendo la burguesía una clase dominante, económica y
políticamente, la nación adquiría el carácter burgués, aunque estuviera formada
por todas las clases y capas de la población. Su ideología también era
burguesa. El desarrollo de las relaciones capitalistas obligó a los feudales a
crear una forma política nueva de su hegemonía clasista: la monarquía feudal
absoluta. El desarrollo de las relaciones capitalistas en las ciudades de
Italia de los siglos XIV y XV hizo surgir nuevos fenómenos en la esfera de la
ideología. Se fue creando una cultura de la burguesía incipiente, llamada
Renacimiento. La producción capitalista naciente despertó el interés por el
estudio fundamental de los fenómenos naturales. Esta circunstancia contribuyó
al impetuoso ascenso de las ciencias naturales y la técnica, iniciado a finales
del siglo XV. La importancia de la producción gremial fue menguando
continuamente. El desarrollo del capitalismo implicaba la formación de dos
clases antagónicas, la burguesía y el proletariado. Este último creció
numéricamente a cuenta de los campesinos y artesanos expropiados. Al oponerse a
la religión católica que constituía la base ideológica de la sociedad feudal,
la burguesía, como clase explotadora, no podía renunciar a la concepción
religiosa del mundo. Por ello, no se planteó liquidar definitivamente la
iglesia y la religión, sino que solo se propuso reformarlas: sustituir el
catolicismo por una iglesia nueva, la protestante. El protestantismo reflejaba
con la mayor idoneidad los puntos de vista e intereses de la joven burguesía. El
protestantismo negaba la infalibilidad del Papa romano en las cuestiones de la
fe, considerando que la única fuente de conocimiento de la verdad era la “santa
escritura” (Biblia). Las ideas del protestantismo encontraron su encarnación
clásica en la doctrina del predicador suizo Juan Calvino.
5. Capitales usurario y comercial: formas
pre-capitalistas del capital
Marx
y Engels (1894) escriben que el capital que devenga interés o, tal como podemos
llamarlo en su forma antigua, el capital usurario, pertenece, con su hermano
gemelo el capital comercial a las formas antediluvianas del capital, que
preceden largamente al modo capitalista de producción y se encuentran en las
más diversas formaciones económico-sociales. La existencia del capital usurario
no exige sino que por lo menos una parte de los productos se haya transformado
en mercancías y que, al mismo tiempo, con el tráfico de mercancías se haya
desarrollado el dinero en sus diversas funciones. El desarrollo del capital
usurario se vincula al desarrollo del capital comercial, y en especial al
capital dedicado al tráfico del dinero. Se ha visto cómo con el dinero surge
necesariamente el atesoramiento. Sin embargo, el atesorador profesional sólo se
torna importante en cuanto se convierte en usurero. El comerciante pide
prestado dinero para obtener ganancias con él, para emplearlo como capital,
vale decir para desembolsarlo. También en sus formas más antiguas, pues, el
prestamista de dinero lo enfrenta exactamente de la misma manera en que
enfrenta al capitalista moderno. Las formas características en las que existe
el capital usurario en las épocas que preceden al modo de producción
capitalista son dos. Las mismas formas se repiten sobre la base de la
producción capitalista, pero como formas meramente subordinadas. Estas dos
formas son: primero, la usura por préstamo de dinero a nobles dilapidadores,
fundamentalmente a terratenientes; segundo, la usura por préstamo de dinero al
pequeño productor, que se haya en posesión de sus propias condiciones de
trabajo, lo cual incluye al artesano, pero muy específicamente al campesino, ya
que, en general, en las condiciones pre-capitalistas, en la medida en que las
mismas admiten los pequeños productores individuales y autónomos, la clase
campesina debe constituir su inmensa mayoría. Ambas cosas, tanto la ruina de
los ricos terratenientes a causa de la usura como la expoliación de los
pequeños productores, dan por resultado la formación y concentración de grandes
capitales dinerarios. Pero en la medida en que este proceso destruya el antiguo
modo de producción, tal como ocurriera en la Europa moderna, y el que remplace
a éste por el modo capitalista de producción, son cosas que dependen por
completo del grado de evolución histórica y de las circunstancias dadas con el
mismo. El capital usurario en cuanto forma característica del capital que
devenga interés corresponde al predominio de la pequeña producción, de los
campesinos que trabajan personalmente y de los pequeños maestros artesanos.
Cuando al trabajador las condiciones de trabajo y el producto del trabajo lo
enfrentan en cuanto capital –tal como ocurre en el modo de producción
capitalista desarrollado- no necesita tomar prestado dinero en su carácter de
productor. Cuando lo toma, ello ocurre, como en el caso de la casa de empeños,
por necesidades personales. En cambio allí donde el trabajador es propietario,
real o nominal, de sus condiciones de trabajo y de su producto, se halla, en
cuanto productor, en relación con el capital del prestamista dinerario, capital
que lo enfrenta en su carácter de capital usurario. Newman expresa
desabridamente la cosa cuando dice que al banquero se le respeta, mientras que
al usurero se le odia y se le desprecia, porque el primero les presta a los
ricos y el segundo a los pobres. Pues pasa por alto la circunstancia de que en
este caso se halla de por medio la diferencia entre dos modos de producción
social y de los órdenes sociales correspondientes a los mismos, y que la cuestión
no queda zanjada con el contraste entre ricos y pobres. Por el contrario, la
usura que esquilma al pobre pequeño productor va de la mano de la usura que
esquilma al rico terrateniente. Una vez que la usura de los patricios romanos
hubo arruinado por completo a los plebeyos romanos, a los pequeños campesinos,
llegó a su fin esta forma de explotación y la economía esclavista pura asumió
el lugar de la economía de los pequeños campesinos. Bajo la forma del interés,
el usurero puede devorar aquí todos los excedentes por encima de los medios de
subsistencia más estrictos (del monto de lo que será después el salario) de los
productores (esto es, devorar lo que más tarde aparece como la ganancia y la
renta de la tierra), y por ello es en extremo absurdo comparar el nivel de este
interés, en el cual el prestamista se apropia de todo el plus-valor con
excepción de aquello que le corresponde al Estado, con el nivel de la tasa de
interés moderna, en la cual el interés –por lo menos el interés normal- sólo
constituye una parte de ese plus-valor. Se olvida, al hacerlo, que el obrero
asalariado produce y cede al capitalista que lo emplea la ganancia, el interés
y la renta de la tierra, en suma, todo el plus-valor. Carey efectúa esta
comparación absurda para demostrar con ella lo ventajoso que es para los
obreros el desarrollo del capital y la disminución en la tasa de interés que
acompaña a esa evolución. Además, cuando el usurero, no contento con arrancar
por la fuerza el plus-trabajo de su víctima, adquiere poco a poco los títulos
de propiedad sobre las condiciones de trabajo de ésta, sobre la tierra, su
casa, etc., estando con ello permanentemente ocupado en expropiarla de ese
modo, hay quienes vuelven a olvidar en cambio que esta total expropiación de
las condiciones de trabajo del obrero, no es un resultado hacia el cual tienda
el modo capitalista de producción, sino el supuesto ya acabado del cual parte.
Al igual que el esclavo real, el esclavo asalariado está a salvo, por su
posición, de la posibilidad de convertirse en esclavo por deudas, cuando menos
en su calidad de productor; en todo caso solo puede llegar a serlo en su
carácter de consumidor. El capital usurario en esta forma, en la que de hecho
se apropia del todo el plus-trabajo de los productores directos sin modificar
el modo de producción; en la que la propiedad o en su caso la posesión de las
condiciones de producción por parte de los productores –y la pequeña producción
aislada que le es correspondiente- es un supuesto esencial; en la que, por
consiguiente, el capital no subordina directamente al trabajo, y por ello no lo
enfrenta como capital industrial, este capital usurario causa la miseria de
este modo de producción, paraliza las fuerzas productivas en lugar de
desarrollarlas y perpetúa al mismo tiempo estas lamentables condiciones en las
que no ocurre, como en la producción capitalista, que la producción social del
trabajo se desarrolle a expensas del propio trabajo. De esta manera, la usura
opera, por una parte, socavando y destruyendo la riqueza y la propiedad
antiguas y feudales. Por otra parte socava y arruina la producción
pequeño-campesina y pequeño burguesa, en suma, todas aquellas formas en las que
el productor aparece aún como propietario de los medios de producción. En el
modo de producción capitalista desarrollado, el trabajador no es propietario de
las condiciones de producción, del campo que cultiva, de la materia prima que
elabora, etc. Esta enajenación de las condiciones de producción con respecto al
productor corresponde aquí, empero, a un verdadero trastrocamiento en el propio
modo de producción. Los trabajadores aislados se reúnen en la gran fábrica para
una actividad dividida y ensamblada; la herramienta se convierte en la máquina.
El propio modo de producción ya no permite esa fragmentación de los
instrumentos de producción vinculada con la pequeña propiedad, tal como tampoco
permite el aislamiento de los propios trabajadores. En la producción
capitalista, la usura ya no puede separar las condiciones de producción
respecto del productor, porque ya están separados. La usura centraliza los
patrimonios dinerarios allí donde los medios de producción están dispersos. No
modifica el modo de producción, sino que se adhiere a él como un parásito, lo
succiona y lo deja en la miseria. Lo vacía, lo enerva y obliga a que la
reproducción prosiga bajo condiciones cada vez más lamentables. De ahí la aversión
popular contra la usura, aversión que alcanza su punto máximo en el mundo
antiguo, en el cual la propiedad del productor con respecto a sus condiciones
de producción es, al mismo tiempo, la base de las condiciones políticas, de la
autonomía del ciudadano. En la medida en que impera la esclavitud o en que el
plus-producto resulta consumido por el señor feudal y su mesnada y el
propietario del esclavos o el señor feudal sucumben a la usura, el modo de
producción sigue también siendo el mismo, sólo se vuelve más duro para los
trabajadores. El esclavista o el señor feudal endeudados esquilman más porque,
a su vez, son más esquilmados. O bien, finalmente, ceden su lugar al usurero,
quien se convierte personalmente en terrateniente o propietario de esclavos,
como el caballero en la Roma antigua. El lugar de los antiguos explotadores,
cuya explotación era más o menos patriarcal por ser, en gran parte, un medio de
poder político, lo ocupa un advenedizo despiadado y ávido de dinero. La usura
cumple una función revolucionaria en todos los modos de producción
pre-capitalistas solamente por el hecho de que destruye y disuelve las formas
de propiedad sobre cuya firme base y constante reproducción en la misma forma
reposa la organización política. En las formas asiáticas la usura puede
subsistir por largo tiempo sin acarrear otra cosa que la decadencia económica y
la corrupción política. Sólo donde y cuando se hallan presentes las restantes
condiciones del modo capitalista de producción, la usura aparece como uno de
los medios de formación del nuevo modo de producción, por la ruina de los
señores feudales y de la pequeña producción por una parte, y por la
centralización de las condiciones laborales para constituir el capital, por la
otra. El capital usurario posee el modo de explotación del capital sin su modo
de producción. Esta relación también se repite dentro de la economía burguesa
en ramos industriales atrasados o en aquellos que resisten el pasaje hacia el
modo de producción moderno. Si se pretende comparar el tipo de interés inglés
con el de la India, no se debe tomar en consideración la tasa de interés del
Banco de Inglaterra, sino por ejemplo la de prestamistas de máquinas pequeñas a
pequeños productores de la industria doméstica. Frente a la riqueza
consumidora, la usura es históricamente importante por ser ella misma un
proceso de surgimiento del capital. El capital usurario y el patrimonio
comercial median la formación de un patrimonio dinerario independiente de la
propiedad de la tierra. Cuanto menos se desarrolla el carácter del producto en
cuanto mercancía, cuanto menos se haya apoderado el valor de cambio de la
producción en toda su amplitud y profundidad, tanto más aparece el dinero como
la riqueza propiamente dicha en cuanto tal, como la riqueza general frente a su
restringido modo de presentarse en valores de uso. En ello se basa el
atesoramiento. Prescindiendo del dinero en cuanto dinero mundial y tesoro, el
dinero se manifiesta como forma absoluta de la mercancía principalmente en la
forma del medio de pago. Y es especialmente su función en cuanto medio de pago
la que desarrolla el interés y, por ende, el capital dinerario. Lo que pretende
la riqueza corruptora es el dinero como dinero, el dinero como medio de
comprarlo todo. (También para el pago de deudas). El pequeño productor necesita
dinero, antes que nada, para pagar. (Aquí desempeña un importante papel el que
las prestaciones en especie y las contribuciones a los terratenientes y al Estado
se transformaran en renta dineraria y en impuestos en dinero). En ambos casos
se utiliza el dinero como dinero. Por otro lado el atesoramiento sólo se torna
real, sólo si cumple sus sueños en la usura. Lo que reclama el propietario del
tesoro no es capital, sino dinero como dinero; pero en virtud del interés
transforma ese tesoro dinerario para sí en capital, en un medio en virtud del
cual se apodera del plus-trabajo en forma total o parcial, y asimismo de una parte
de las propias condiciones de producción, aun cuando las mismas permanezcan
enfrentándolo nominalmente como propiedad ajena. El usurero no conoce
limitación alguna salvo la capacidad de pago o de resistencia de quien necesita
dinero. En la producción pequeño-campesina y pequeño burguesa, el dinero se
necesita principalmente como medio de compra cuando el trabajador (que en estos
modos de producción es aún predominantemente el propietario de las condiciones
de producción) pierde dichas condiciones por circunstancias casuales o por
conmociones extraordinarias, o cuando menos si no puede reponerlas en el curso
ordinario de la reproducción. Los medios de subsistencia y las materias primas
constituyen parte esencial de estas condiciones de producción. Su encarecimiento
puede imposibilitar su reposición a
partir de lo que rinda la venta del producto, así como simplemente una mala
cosecha puede impedir que el campesino reponga las simientes. Las mismas
guerras mediante las cuales los patricios romanos arruinaban a los plebeyos,
obligándolos a prestaciones bélicas que les impedían la reproducción de sus
condiciones de trabajo, y que por ende los hacían empobrecerse (y el
empobrecimiento, restricción o pérdida de las condiciones de reproducción son
aquí las formas predominantes), llenaban los depósitos y sótanos de aquéllos
con el cobre (el dinero de aquel entonces) obtenido como botín. En lugar de
proporcionarles directamente a los plebeyos las mercancías necesarias, los
cereales, caballos, ganado vacuno, les prestaban ese cobre que era inútil para
ellos mismos y aprovechaban esta situación para extorsionar enormes intereses
usurarios, mediante los cuales convirtieron a los plebeyos en esclavos por
deudas. Bajo Carlomagno, los campesinos francos también fueron arruinados por
las guerras, de modo que no les quedó más recurso que transformarse de deudores
en siervos. Como es sabido, en el Imperio Romano ocurrió a menudo que las
hambrunas provocaran la venta de los hijos y que hombres libres se vendieran a
sí mismos, como esclavos, a los más ricos. Esto es todo en lo que se refiere a
las épocas de virajes de índole general. Consideradas en detalle, la
conservación o pérdida de las condiciones de producción por parte del pequeño
productor dependen de mil circunstancias fortuitas, y cada una de tales
contingencias o pérdidas significa un empobrecimiento y se convierte en un
punto en el cual puede asentarse el parásito usurario. El pequeño campesino no
necesita sino que se le muera una vaca para quedar incapacitado de recomenzar
su reproducción en la escala anterior. De ese modo cae víctima de la usura, y
una vez que esto sucede no llega a librarse ya jamás de ella. Sin embargo, la
función del dinero como medio de pago es el terreno propio, grande y peculiar
del usurero. Cualquier prestación dineraria, interés de la tierra, tributo,
impuesto, etc., que venza en un plazo dado, trae aparejada la necesidad de un
pago en dinero. Por ello la usura en general se yuxtapone, desde los antiguos
romanos hasta los tiempos modernos, a los arrendadores de contribuciones,
arrendatarios generales, y recaudadores
generales. Entonces se desarrolla con el comercio y con la generalización de la
producción mercantil la separación temporal entre compra y pago. El dinero debe
entregarse en un plazo determinado. Las crisis dinerarias modernas demuestran
cómo esto puede llevar a circunstancias en las que el capitalista financiero y
el usurero se funden, aun hoy en día, en uno solo. Pero la misma usura se
convierte en medio principal para seguir perfeccionando la necesidad del dinero
como medio de pago, al hacer que el productor se vaya endeudando cada vez más
profundamente y aniquilándole los medios de pago habituales al hacer que la
propia presión de los intereses posibilite su reproducción regular. Aquí, la
usura brota súbitamente del dinero en cuanto medio de pago y expande esa
función del dinero, su terreno más peculiar. El desarrollo del sistema
crediticio se lleva a cabo como reacción contra la usura. No significa ni más
ni menos que la subordinación del capital que devenga interés a las condiciones
y necesidades del modo capitalista de producción. En general, en el sistema
crediticio moderno el capital que devenga interés se adecua a las condiciones
de la producción capitalista. La usura como tal no solo subsiste, sino que
entre los pueblos de producción capitalista desarrollada se la libera de las
trabas que le había impuesto la antigua legislación. El capital que devenga
interés conserva la forma de capital usurario frente a personas y clases o en
condiciones en las cuales no se toma o no se puede tomar un préstamo de la
manera correspondiente al modo capitalista de producción; cuando se toma
prestado por necesidad personal, como en el caso de las casas de empeños;
cuando se le presta a la riqueza para la dilapidación; o bien cuando el
productor es un productor no capitalista, un pequeño campesino, artesano, etc.,
es decir que aun es dueño de sus propias condiciones de producción en cuanto
productor directo; por último, cuando el propio productor capitalista opera en
tan pequeña escala que se asemeja a los productores que trabajan personalmente.
Lo que distingue al capital que devenga interés –en la medida en que constituye
un elemento esencial del modo capitalista de producción- del capital usurario,
no es en modo alguno la naturaleza o el carácter de ese propio capital. Solo lo
diferencian las diversas condiciones bajo las cuales funciona, y por ello
también la figura totalmente transformada del prestatario enfrentado al
prestamista de dinero. Incluso cuando se le concede crédito a un hombre sin
fortuna en su carácter de industrial o comerciante, ello ocurre confiando en
que actuará como capitalista, en que mediante el capital prestado se apropiará
del trabajo impago. Se le concede crédito en carácter de capitalista potencial.
Cuanto más capaz sea una clase dominante de incorporar a los hombres más
eminentes de las clases dominadas, tanto más sólida y peligrosa será su
dominación. Esta lucha violenta contra la usura, esta exigencia del capital que
devenga interés al capital industrial, es solo una precursora de las creaciones
orgánicas que establecen estas condiciones de la producción capitalista en el
sistema bancario moderno, sistema que por una parte despoja de su monopolio al
capital usurario al concentrar todas las reservas de dinero que yacen inertes y
lanzarlas al mercado dinerario, mientras que por otra parte restringe el
monopolio de los propios metales preciosos mediante la creación del dinero
crediticio. Es un error considerar que los recursos de los que dispone el
moderno sistema bancario son solamente los recursos de los ociosos. En primer
lugar está una parte del capital que los industriales y comerciantes tienen
momentáneamente desocupado en forma de dinero, como reserva dineraria o como capital
que aún se ha de invertir; vale decir capital ocioso, pero capital de los
ociosos. En segundo lugar, la parte de los réditos y ahorros de todos,
permanente o transitoriamente destinada a la acumulación. Y ambas cosas son
esenciales para el carácter del sistema bancario. Pero nunca hay que olvidar
que, en primer lugar, el dinero bajo la forma de los metales preciosos sigue
siendo el sustrato del cual el sistema crediticio jamás podrá liberarse,
conforme a su propia naturaleza. En segundo lugar, no hay que olvidar que el
sistema crediticio tiene como supuesto el monopolio de los medios sociales de
producción (bajo la forma de capital y propiedad de la tierra) en manos de
particulares, ni que el propio sistema de crédito es, por una parte, una forma
inmanente del modo de producción capitalista, y por la otra una fuerza
impulsora de su desarrollo hacia su forma última y suprema posible. Con arreglo
a su organización y centralización formal y tal como se manifestara ya en 1697
en Some Thoughts of the Interests of
England, el sistema bancario es el producto más artificial y elaborado al
que llega el modo de producción capitalista en su conjunto. De ahí el poderío
tan inmenso de un instituto como el Banco de Inglaterra sobre el comercio y la
industria, pese a que el movimiento real de éstos quede por completo fuera de
su ámbito y a que se conduzca pasivamente a su respecto. De cualquier manera,
con ello queda dada la forma de una contabilización y una distribución
generales de los medios de producción en escala social, pero solo la forma.
Hemos visto que la ganancia media del capitalista individual, o de cada capital
en particular, está determinada no por el plus-trabajo de que se apropia este
capital en primera instancia, sino por el monto del plus-trabajo global del que
se apropia el capital global, en su carácter de parte proporcional del capital
global, solo extrae sus dividendos. Este carácter social del capital solo se
media y se efectiviza por completo en virtud del pleno desarrollo del sistema
crediticio y bancario. Por otra parte, este sistema va más allá. Pone a
disposición de los capitalistas industriales y comerciales todo el capital
disponible y aun el potencial de la sociedad, que no haya sido ya activamente
empleado, de tal modo que ni el prestamista ni el usuario de este capital son
sus propietarios o productores. De ese modo deroga el carácter privado del
capital e implica en sí –pero también solo en sí- la derogación del propio
capital. En virtud del sistema bancario, la distribución del capital queda
sustraída de las manos de los capitalistas privados y usureros en cuanto
actividad particular, en cuanto función social. Pero a causa de ello, al mismo
tiempo, la banca y el crédito se convierten asimismo en el medio más poderoso
para impulsar la producción capitalista más allá de sus propios límites, y en
uno de los vehículos más eficaces de las crisis y de las estafas. Por último,
no cabe duda de que el sistema crediticio servirá como una poderosa palanca.
Hemos visto que el capital comercial y el capital que devenga interés son las
formas más antiguas de capital. Pero está en la naturaleza de las cosas que el
capital que devenga interés se presente, en la idea popular, como la forma por
excelencia del capital. En el capital comercial se produce una actividad
mediadora, ya se la interprete como estafa, trabajo o como se quiera. En
cambio, en el capital que devenga interés, el carácter autorreproductor del
capital, el valor que se valoriza a sí mismo, la producción de plus-valor, se
presenta en forma pura en cuanto calidad oculta. A ello se debe también que
incluso una parte de los economistas políticos, especialmente en aquellos
países en los que el capital industrial no se halla aun completamente
desarrollado, como en Francia, se aferren a él como forma fundamental del
capital, concibiendo la renta de la tierra, por ejemplo, solo como otra forma
del mismo, ya que también en este caso predomina la forma del préstamo. De ese
modo se desconoce por completo la articulación interna del modo capitalista de producción,
y se pasa enteramente por alto que la tierra, al igual que el capital, solo se
presta a capitalistas. Por supuesto que, en lugar de dinero, pueden prestarse
medios de producción, tales como máquinas, edificios destinados a las
actividades comerciales, etc. Pero en ese caso representan una determinada suma
de dinero, y el hecho de que además del interés se abone una parte por el
desgaste es cosa que surge del valor de uso, de la forma natural específica de
estos elementos del capital. Lo decisivo es, una vez más, si se los presta a
los productores directos, lo cual presupone la no existencia del modo
capitalista de producción, cuando menos en la esfera en que ello acontece; o
bien si se los presta a los capitalistas industriales, lo cual constituye precisamente
el supuesto sobre la base del modo capitalista de producción. Más inapropiado,
menos correspondiente aun al concepto es mezclar con esto el préstamo de casas,
etc., para el consumo individual. Es un hecho evidente que también de este modo
se estafa a la clase obrera, y de una manera que clama al cielo; pero ello
ocurre igualmente en el caso del comerciante minorista que le proporciona sus
medios de subsistencia. Es ésta una explotación secundaria que discurre
paralela a la explotación originaria, esto es, a la que se desarrolla
directamente en el propio proceso de producción. La diferencia entre venta y
préstamo es aquí totalmente irrelevante y formal, sólo aparece como esencial a
quienes desconocen por entero las conexiones reales. Tanto la usura como el
comercio explotan un modo de producción dado, pero no lo crean, se comportan
exteriormente respecto al mismo. La usura trata de conservarlo directamente
para poder explotarlo en forma renovada y constante; es conservadora, y solo lo
torna más miserable. Cuanto menos entren los elementos de producción como
mercancías en el proceso de producción, y cuanto menos salgan de él como
mercancías, tanto más aparecerá su génesis a partir del dinero como un acto
especial. Cuanto más insignificante sea el papel que desempeñe la circulación
en la reproducción social, tanto más floreciente será la usura. El hecho de que
el patrimonio dinerario se desarrolle como un patrimonio especial significa,
con respecto al capital usurario, que posee todas sus exigencias en la forma de
exigencias de dinero. Se desarrolla tanto más en un país cuanto más restringido
a prestaciones en especie, etc., es decir, al valor de uso, se halle el grueso
de la producción. En la medida en que la usura produzca este doble efecto –en
primer lugar, y en general, el de formar un patrimonio dinerario independiente
junto al estamento comercial, y en segundo lugar el de apropiarse de las
condiciones de trabajo, es decir el de arruinar a los poseedores de las
antiguas condiciones de trabajo-, constituye una poderosa palanca para la
formación de los supuestos del capital industrial. La iglesia había prohibido los
intereses, pero no la venta de la propiedad para salir de apuros; ni siquiera
había prohibido ceder la propiedad al prestamista de dinero por un lapso
determinado y hasta la restitución del importe, a fin de que el mismo pudiese
encontrar en ello su garantía, pero también, y durante su posesión y con su
usufructo, la compensación por el dinero que había prestado. La propia iglesia,
o las comunidades y corporaciones piadosas pertenecientes a ella, extrajeron de
ella sus grandes beneficios, sobre todo en tiempos de las cruzadas. Esto llevó
gran parte de la riqueza nacional a constituir lo que dio en llamarse “mano
muerta”, sobre todo puesto que, de esta manera, el judío no podía dedicarse a
la usura, ya que la posesión de una prenda de tal magnitud era inocultable. Sin
la prohibición de los intereses, las iglesias y conventos jamás habrían podido
llegar a ser tan ricos.
6. Conclusiones
El
desarrollo de las fuerzas productivas constituyó la base material para el
surgimiento de la propiedad privada de los medios de producción –principalmente
la tierra-, así como la división social del trabajo procesos que condicionaron
la aparición de las sociedades clasistas pre-capitalistas.
La
comunidad primitiva igualitaria correspondió a una etapa en el desarrollo de la
sociedad en las fuerzas estaban poco desarrolladas y solo eran compatibles con
la propiedad comunal de la tierra como principal medio de producción.
El
modo de producción “asiático” –despótico tributario- es intermedio entre la
comunidad primitiva igualitaria y la sociedad clasista –esclavista o
feudalista-.
Con
el desarrollo de las fuerzas productivas aumento la productividad del trabajo y
con ello la generación de un excedente, dando como resultado primero la
propiedad privada de los objetos personales y después del principal medio de
producción: la tierra. Y, con la aparición de la propiedad privada de la tierra
y del esclavo, apareció el sistema esclavista, una sociedad clasista en la que las
clases antagónicas fundamentales fueron la esclavista poseedora privada de los
medios de producción y de la mano de obra, cuya contra-parte social fue la
clase trabajadora esclava. Con la sociedad clasista aparece el Estado, poder
político al servicio de la clase económicamente dominante.
La
sociedad antagónica que relevo al esclavismo fue el modo de producción feudal,
cuyas clases principales fueron: la feudal formada por los señores feudales
propietarios de la tierra como principal medio de producción y su contra-parte
estuvo formada por los campesinos siervos, cuyo plus-trabajo se apropiaba el
terrateniente como renta: en trabajo, especie y dinero.
En
Europa la comunidad primitiva igualitaria en general evoluciono a la sociedad
esclavista y esta se transformó en el modo de producción feudal. En América la
comunidad primitiva igualitaria se convirtió en sociedad feudal.
En
el seno del feudalismo se abrió paso el capitalismo, cuyas condiciones fueron
la expropiación de los productores directos propietarios de sus medios de
producción y su conversión en mano de obra libre para ser contratada como
asalariada por los nuevos propietarios privados capitalistas de los medios de
producción.
El
capital usurario y comercial antecedieron al capitalismo y surgieron desde el
esclavismo y se adaptaron a los modos de producción con los que coexistieron.
En el capitalismo se subordinan al desarrollo del capital industrial.
El comercio entre las ciudades y el campo feudal contribuyo a la declinación del feudalismo, pero fueron las contradicciones internas del modo de produccion feudal las decisivas para su desintegración y su relevo por el modo de produccion capitalista. Específicamente durante el periodo de crisis del sistema feudal un sector privilegiado de productores directos acomodados -campesinos siervos y artesanos- los que se enfrentaron a la clase feudal, la debilitaron y finalmente la derrotaron para ser realidad al capitalismo moderno basado en el capital industrial.
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Mitropolski
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