NATURALEZA SOCIO-ECONÓMICA DE LA CIVILIZACIÓN AZTECA Y SU CONQUISTA
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
1. Introducción
Existe consenso entre los historiadores que en el México antiguo después del año 1000 a.C. aparecieron sociedades estratificadas en el que una minoría de la población era la posesionaria de la riqueza generada por la mayoría trabajadora de la población. Esta condición surgió desde la cultura Olmeca sobre todo en la Venta en Tabasco, fase en la que ya es evidente en la representación escultórica y arquitectónica la existencia de grupos sociales antagónicos. Algo similar sucedió con la civilización teotihuacana a principios de nuestra era, pero que alcanzó su apogeo por el año 650 después de Cristo. Así lo evidencia la imponente ciudad de Teotihuacán las monumentales obras arquitectónicas, especialmente las pirámides del Sol y la Luna, así otros complejos arquitectónicos, obras que solo pudieron ser realizadas con el trabajo de una mayoría de trabajadores controlados por el Estado. Este patrón se repite en las ciudades mayas de Yucatán, Chiapas, Guatemala y Honduras, en las que se erigieron obras artísticas grandiosas por su estilo arquitectónico, así como conocimientos relevantes en Astronomía y Matemáticas. En el mismo sentido puede decirse de la cultura zapoteca en Oaxaca, que también logró su máximo florecimiento en período Clásico (100-900 d.C.).
Existe consenso entre los historiadores que en el México antiguo después del año 1000 a.C. aparecieron sociedades estratificadas en el que una minoría de la población era la posesionaria de la riqueza generada por la mayoría trabajadora de la población. Esta condición surgió desde la cultura Olmeca sobre todo en la Venta en Tabasco, fase en la que ya es evidente en la representación escultórica y arquitectónica la existencia de grupos sociales antagónicos. Algo similar sucedió con la civilización teotihuacana a principios de nuestra era, pero que alcanzó su apogeo por el año 650 después de Cristo. Así lo evidencia la imponente ciudad de Teotihuacán las monumentales obras arquitectónicas, especialmente las pirámides del Sol y la Luna, así otros complejos arquitectónicos, obras que solo pudieron ser realizadas con el trabajo de una mayoría de trabajadores controlados por el Estado. Este patrón se repite en las ciudades mayas de Yucatán, Chiapas, Guatemala y Honduras, en las que se erigieron obras artísticas grandiosas por su estilo arquitectónico, así como conocimientos relevantes en Astronomía y Matemáticas. En el mismo sentido puede decirse de la cultura zapoteca en Oaxaca, que también logró su máximo florecimiento en período Clásico (100-900 d.C.).
El desarrollo de las culturas del México antiguo descritas su desarrollo alcanzó período de apogeo en el período Clásico y posteriormente declinaron, probablemente por las contradicciones sociales que albergaban en su seno.
La última sociedad estratificada que estableció se en la isla de Tenochtitlán, fue la mexica. Esta fue la última en arribar al valle de México y en un período relativamente breve evolucionó de una sociedad igualitaria, basada en la apropiación directa de productos vegetales a través de la recolección, así de la cacería, se transformó en una sociedad estratificada, con un estilo de vida sedentario y con alimentos obtenidos de una agricultura intensiva en un ambiente lacustre en combinación la cacería de animales y pesca.
En suma desde la cultura Olmeca hasta la Mexica, el rasgo genérico que las caracterizó fue una estratificación social: existencia de una minoría noble que detentaba el incipiente poder estatal y una mayoría trabajadora, principalmente campesinos que trabajaban para su subsistencia y el tributo destinado al grupo gobernante.
En lo que si no existe consenso respecto a la naturaleza socio-económica de las sociedades prehispánicas descritas, es en cuanto a la naturaleza de la propiedad de la tierra como principal medio de producción. Para algunos solo existió la propiedad comunal representada por el calpullalli y la estatal, controlada por el gobernante en turno. Para otros coexistió la propiedad comunal con la propiedad privada en poder de la nobleza, que para el caso de la sociedad mexica estaba en propiedad de los pipiltin, trabajada por la clase mayoritaria de la sociedad: los macehualtin.
Del esclarecimiento de la naturaleza de la propiedad de la tierra depende la comprensión de las sociedades prehispánicas, particularmente de la sociedad azteca que fue la última y la más desarrollada, ya que la existencia de la propiedad privada de la tierra, implica la existencia de clases sociales antagónicas y con ellas la aparición del Estado como órgano político al servicio de la clase social dominante propietaria privada de la tierra. La polémica sigue. Lo que sí es una realidad es la existencia de una sociedad con grupos sociales antagónicos, cuyos conflictos dan origen a un Estado incipiente, cuyo representante -el tlatoani- distribuye la tierra a los calpulli, a los nobles -pipiltin- e instituciones estatales, así como la distribución de la mano de obra en forma de tequio -tributo en trabajo- para las obras públicas. Estas características se asemejan a lo que destacados historiadores y en consonancia con Marx, identifican como Modo de Producción Asiático compatible con la propiedad comunal de la tierra y la desigualdad social.
2. Propiedad de la tierra
2.1. Tierras del calpulli
Bartra (1980) indica que a nivel imperio la unidad básica de tenencia de la tierra fue el altépetl, pueblo o comunidad aldeana, la propiedad de la tierra era colectiva. A las tierras se les denominaba altepetlalli (tlalli = tierra); los pueblos estaban divididos en parcialidades, éstas en calpullis y los barrios en calles o tlaxilacallis. La propiedad era colectiva, pero el usufructo era individual. La organización de éste sistema de tenencia, en la ciudad de Tenochtitlán por lo menos, tenía por base el calpulli, que era dirigido por un calpullec; este debió haber tenido gran importancia, como jefe de clan, durante los primeros tiempos. Pero ya para el momento de la conquista su poder había disminuido mucho ante el empuje de los funcionarios-nobles del Estado y especialmente ante el cobrador de tributos (calpixque). Zurita no deja ninguna duda sobre el carácter colectivo de la propiedad de la tierra del calpulli; cada familia recibía una parte de la tierra, que usufructuaba a perpetuidad. Esta forma de tenencia lleva impresa aún las huellas de su origen clásico, sin embargo la propiedad colectiva se encuentra ya bastante erosionada, ya que la tierra está parcelada y repartida entre diferentes familias. Además, el usufructo de las tierras asignadas a cada familia tenía un carácter hereditario, pero si las tierras permanecían incultas más de dos años, eran retomadas por el calpulli y asignadas a otra familia.
2.2. Tierras del Estado asignadas por el tlatoani
El mismo Bartra (1980), explica que paralelamente a las tierras del calpulli o del altépetl existían formas de tenencia dependientes del tlatoani -no como individuo, sino como suprema autoridad estatal- o al servicio de alguna institución pública. Se pueden establecer cuatro tipos de tenencia de la tierra:
a) Tlatocatlalli, tlatocamilli. Son tierras asignadas al tlatoani y controladas directamente por éste, cuya producción se utilizaba para mantener el personal a su servicio o para gratificar a nobles y guerreros que se hubiesen distinguido por sus servicios.
b) Teopantlalli o teotlalli. Tierras cuyo producto se destinaba al mantenimiento de los templos de la casta sacerdotal y del culto religioso.
c) Milchimalli o cacalomilli y yaotlalli. Tierras destinadas a los gastos de guerra. Pero estas formas se diferenciaban bastante entre sí; las llamadas milchimalli estaban ubicadas dentro del calpulli y eran trabajadas por los llamados cacalomilpan, y producían el maíz que se destinaba a elaboración del pinole; las cacalomilli, probablemente también parte del calpulli, producían el maíz utilizado en la elaboración de tortillas. El yaotlalli eran tierras de las provincias conquistadas, en las que seguramente trabajaba una población mucho más explotada; sus productos también eran destinados a las necesidades de la guerra.
d) Tecpantlalli. Tierras destinadas al mantenimiento del palacio; eran trabajadas por gente llamada tecpanpouhqui o tecpantlaca, quienes no pagaban tributo (es decir, su tributo era justamente el cultivo de estas tierras).
De las formas de tenencia de tierra descritas las tres últimas están destinadas a una función específica: el culto religioso, la guerra y los funcionarios del palacio. Pero la primera forma -tlatocamilli- es de gran interés, ya que es el punto de partida o el origen de lo que se ha llamado, tal vez con cierta precipitación, "propiedad privada". El hecho es que el rey disponía en muchos pueblos de una extensión de tierra que podía utilizar para diversos propósitos; pero no se trataba de propiedad privada del rey. Estas eran justamente las tierras que eran utilizadas para premiar a los que se distinguían, para pagar los "salarios" a los funcionarios del Estado azteca y en general para mantener a la nobleza.
Adicionalmente existían otras dos formas de tenencia de la tierra denominas pillalli y tecpillalli. Estas son la expresión del pago de "sueldo" a los funcionarios-nobles del Estado; esta forma de tenencia, en realidad, no es más que la cesión a un individuo del derecho a cobrar los tributos que toda la comunidad debe pagar al Estado. Estas tierras eran trabajadas por gente llamada teccallec, quienes eran aldeanos que usufructuaban su tierra, pero que en lugar de tributar al tlatoani tributaban a los tectecuhtzin. Esto parece indicar que las tierras tecpillalli no eran más que porciones de las mismas tlatocatlalli cedidas de por vida a un funcionario-noble. El derecho a este tipo de tierras podía venderse, más solamente a un noble, jamás a un macehuall; pero en ocasiones la cesión de la tierra se hacía con la expresa prohibición de venta. Los hijos de los tectecuhtzin no heredaban la tierra automáticamente, pero eran preferidos antes que cualquier otra persona para suceder al cargo del padre, y pasaban a formar parte de la nobleza. Las tierras pillalli, por otra parte, se distinguían de las otras fundamentalmente por ser cultivadas por un tipo de población desposeída totalmente de tierras: los mayeques. Estos no pagaban tributo al rey sino al pilli -noble- dueño de la tierra; eran vendidas y heredadas conjuntamente con la población mayeque allí asentada. No todas las tierras pillalli podían ser vendidas, pues con gran frecuencia el rey al hacer concesión imponía como condición la prohibición de la venta; si el pilli moría sin herederos, la tierra volvía a manos del rey. Las peculiaridades del sistema pillalli y la relación pilli-mayeque no constituyeron, en ningún momento, la base de la estructura social azteca, aunque indudablemente llegaban a adquirir una gran importancia. Sin duda representaban una tendencia que en un momento dado y bajo ciertas circunstancias hubiera podido romper con el sistema tributario centralizado. Entonces ¿existió realmente, propiedad privada de la tierra? Es importante señalar dos peculiaridades de la forma pillalli, la única que podría ser considerada como tal. En primer lugar, estas tierras tienen por origen una cesión real, lo que implica ciertas limitaciones, y por ello no aparecen como libre propiedad individual, ya que el Estado, en cualquier momento, podía ejercer su derecho sobre la tierra. En segundo lugar, los dueños de la tierra, que constituían una especie de nobleza hereditaria, tienen que contribuir con sus servicios al Estado. En sociedad azteca no existió una clase dominante formada al margen del estado; a diferencia de la Europa feudal, entre los aztecas el Estado no constituía la unión política de los grandes propietarios de tierras, sino que por el contrario, sólo a través del Estado y del tlatoani podía surgir una clase de propietarios, la cual -por lo mismo- quedaba indisolublemente ligada al aparato estatal, de la misma forma que el aldeano estaba ligado a la comunidad, unida aglutinante del conjunto de comunidades. La existencia de esta aparente propiedad privada no puede observarse sin tomar en cuenta el conjunto de formas de tenencia de la tierra y al margen de la estructura global de la sociedad azteca. Los pillalli no son propietarios de tierra independientes del Estado; son propietarios a través del Estado, junto con el tlatoani, forman el Estado. Por ello, no puede aceptarse la existencia de una verdadera propiedad privada de la tierra, en el sentido europeo del término.
Castillo (1984) se pronuncia en forma similar respecto las tierras descritas; pillalli y tecpillalli.
Las pillalli son tierras de los pipiltin o nobles. El tipo de poseedor
para estas tierras parece haber tenido, según Torquemada, dos modalidades: 1)
era propio de los miembros de la antigua nobleza transmitir a su descendencia
los derechos a estas tierras; 2) a los individuos no nobles, por su valor y
hazañas en la guerra, el tlatoani
podía encumbrarlos y al mismo tiempo otorgarles tierras de las cuales se
sustentasen.
Las tecpillalli. Tierras de los tecpiltin o individuos de ilustre cepa. Como se dijo, los derechos a estas tierras los poseían los pipiltin merced a una muy lejana descendencia. Ambos poseedores los nobles y los encumbrados por hazañas guerreras podían enajenar sus tierras a su arbitrio, salvo el único impedimento de hacerlo a macehualtin, es decir a la gente común del pueblo. Por lo tanto, el carácter individual de la propiedad se veía restringido considerablemente. A este respecto expresa Torquemada:
… a ningún macehual… los unos ni los otros no podían vendérselas, porque por el mismo caso quedaban perdidas y entraba el señor [tlatoani] poseyéndolas, y quedaban aplicadas al calpulli en cuya suerte caían, para los de aquella parcialidad pagasen el tributo conforme a la cantidad de tierras que eran; y si alguno de estos moría sin herederos, lo era el señor [tlatoani].
“Aparte de la restricción en la enajenación, la transcripción anterior induce a pensar que en las pillalli no se ejercía la propiedad privada. Según lo dicho por Torquemada, tanto en las tierras incautadas –por transgresión a la norma de enajenación-, como en aquellas carentes de herederos, “entraba el señor poseyéndolas”. Tal parece con esto que el tlatoani quedaba como poseedor universal de estas tierras; pero no era precisamente “el señor”, como afirma Torquemada, el que las poseía, sino el Estado, y aquél como dignatario supremo, tenía facultades para aplicarlas a cualquier recién encumbrado en la escala social; en la forma más o menos semejante a como lo hacía con las yaotlalli antes mencionadas. De este modo podría asegurarse el carácter estatal en la posesión de las pillalli. También Katz, quien se inclina por la existencia de la propiedad privada, proporciona cierto apoyo a las afirmaciones dichas. Al comentar este autor acerca de que solo podía venderse esta tierra entre nobles, expresa que “en caso contrario, revertía al soberano”. Con esto se está indicando claramente que el tlatoani había sido poseedor de esas tierras, mismas que ahora, por contravención de los nobles, revertían a su persona. Pero hay que observar que tal reversión no era hacia el individuo, puesto que si así fuese, no tendría porqué darlas en usufructo; ni tampoco lo era hacia la persona del cargo supremo, ya que siendo así irían a acrecentar las tlatocatlalli o tierras del señorío, provocando con ello una disminución en las pillalli y menoscabando los bienes de individuos altamente encumbrados. Las tierras, según lo dicho, retornaban a su legítimo propietario, el Estado, a través de su máximo representante el huey tlatoani, para que éste las aplicara en el momento oportuno a quien fuera necesario.
“Con lo hasta aquí escrito se podría concluir con la afirmación de la inexistencia de la propiedad particular territorial entre los antiguos mexicanos, y cabría hacerlo puesto que como fue visto dicha propiedad recaía únicamente en dos entidades: el calpulli y la ciudad. En las tierras del primero, sus integrantes las trabajaban para su provecho y para las finalidades de su propia comunidad, en tanto que en las de la segunda, el tlatoani como cabeza del Estado y siguiendo las normas vigentes, adjudicaba su derechos a los templos, al palacio, al ejército, a los nobles y a él mismo”.
“Todo parece ser evidente, mas si se observa el mismo panorama, pero a partir de un sitio distinto, por principio de cuentas se advertirá que las conclusiones a que se han llegado hasta el momento han sido enunciadas tomando en consideración sólo las normas, aplicables al caso, que se encontraban vigentes entre los habitantes del México antiguo; que el fundamento de todo ello ha sido entonces de tipo puramente formal. Al hablar de las pillalli y tecpillalli, se llegó a la conclusión, lógica y formal, de la ausencia de la propiedad privada territorial entre los mexicas; no obstante, cabe aún preguntarse si existía o existe alguna diferencia sustancial entre el auténtico terrateniente (de hecho y de derecho) y el individuo poseedor solamente del usufructo de la tierra y con derecho, además, de transmitirlo a toda su descendencia; y debe considerarse que al terrateniente, históricamente, lo que importa es el interés del suelo y no el suelo mismo, el cual en la mayoría de las veces ni conoce ni llega a pisar siquiera. Los señores de la minoría encumbrada del México pre-cortesiano no tenían la facultad –sancionada por ellos y sus ancestros- de ejercer los derechos inherentes a la propiedad de la tierra, tal y como desde la antigüedad europea hemos considerado, pero ¿a caso eso es definitivo? ¿A caso no dicen otra cosa los hechos reales de las relaciones entre los mexicas? Como se sabe, una de las condiciones previas para la existencia independiente del conglomerado mexica fue la apropiación de un territorio determinado. Esta apropiación fue de índole comunal y por ende, cada miembro de la comunidad resultaba por ser tal, no un propietario sino mero poseedor individual de una porción de tierra, condicionado además, por ciertos requisitos de trabajo, individuales y comunales. El terreno que los individuos poseían quedaba en esta forma garantizado por la propia comunidad y ésta a su vez por el trabajo común excedente de sus integrantes. Sin embargo, por arriba de la comunidad global, pero inevitablemente vinculada a ella, una unidad social o sector –llámese grupo, casta, calpulli- controlaba el proceso general de la producción y absorbía tanto los tributos como el trabajo comunal (en obras diversas incluyendo la guerra), los cuales canalizaba al engrandecimiento de la comunidad, de su dios y de sí misma. Consiguientemente queda claro que dicha unidad superior – o sea los pipiltin y guerreros encabezados por el tlatoani- , se reproducía gracias a la comunidad y asimismo que mediante los vínculos económicos establecidos quedaba ciertamente como dueña absoluta de las condiciones objetivas de producción, una de las cuales, en verdad la más importante por la índole de la estructura económica mexica, era la tierra”.
“En resumen, podría asegurarse que en el México antiguo existieron únicamente dos formas en la tenencia de la tierra: la comunal y la estatal; pero ello considerando sólo desde un punto de vista estrictamente formal, ya que si se atiende a otros ámbitos de la realidad histórica la propiedad individual de la tierra aparece de inmediato. De este modo, si se insiste en la inexistencia de la propiedad [privada] territorial entre los mexicas y en que lo que había eran sólo posesión y retribuciones personales por méritos, servicios o funciones (aunque por las sucesiones hubiera individuos que aparentaran ser verdaderos terratenientes), si se insiste en eso, únicamente se estará interpretando una parte de la realidad, se estará condicionado sólo por los estímulos de la norma jurídica y olvidando lo sustancial de las relaciones y cualidad de las cosa humanas. Si ningún mexica, incluyendo al tlatoani, pudo pregonar en aquella época “esta tierra es mía”, estaba en lo cierto: la tierra no era de él sino para él. Trastrocamiento de palabras solamente”.
Para Semo (2004) la formación social mexica se asemejaba al modo de producción asiático y para liberarlo de cualquier implicación geográfica lo identifica como Modo de Producción Tributario (MPT), el cual fue más común en el extremo Oriente, en los países islámicos, en México y Perú. Se caracteriza: 1) por la inexistencia o la extrema debilidad de la propiedad privada de la tierra, ya sea ésta de origen noble o campesino. Las tierras es del Estado, la comunidad agraria o incluso, en algunos casos, de la tribu, pero no privada; 2) tanto a nivel de la nobleza como de los plebeyos, el individuo no ha roto el cordón umbilical que lo une a la comunidad. Sólo a través de ella puede tener acceso a la tierra y a otras prerrogativas económicas; 3) la nobleza carece de poder propio. Sus miembros son funcionarios del Estado central y reciben del monarca la mayor parte de sus privilegios; 4) el monarca, que frecuentemente se identifica con una deidad o cumple altas funciones sacerdotales, acumula un poder enorme sustentado en la concentración de funciones políticas, económicas y religiosas que involucran poblaciones numerosas; 5) el Estado acrecienta su poder mediante la realización y mantenimiento de grandes sistemas de riego o, en su defecto, de importantes obras públicas (como las que necesitaba permanentemente Tenochtitlán) o en el mantenimiento de numerosos ejércitos imperiales, tareas que no pueden asumir pequeños señores feudales; 6) el sistema produce una extensa burocracia profesional que se encarga de administrar el tributo y el imperio; 7) en la mediada en que existen, los comerciantes a distancia son también dependientes del Estado. Más que aliados y/o competidores, son un apéndice, un complemento de éste, sin posibilidad alguna de constituirse en poder autónomo. La iniciativa individual del comerciante es debilitada por la rigidez de sus gremios y el carácter hereditario de la profesión. El MPT es una estructura que combina relaciones comunitarias con relaciones de clase, en las cuales la explotación económica y el dominio político están ya presentas. Una definición más "estatista" sería: "la combinación de la actividad productiva de las comunidades aldeanas y la intervención económica de una autoridad estatal que explota a éstas al mismo tiempo que las dirige". La "unidad superior"...puede ser identificada con esa forma del Estado. El MPT aparece frecuentemente en la transición de las sociedades igualitarias a las sociedades de clase. En él, las aldeas agrícolas son sujetas al poder de un grupo reducido de individuos que representan una comunidad superior. Este poder se constituye en el ejercicio de funciones religiosas, políticas y económicas por medio de las cuales esa minoría acaba sometiendo a las comunidades dispersas en nombre de una unidad superior, verdadera o imaginaria. Lo que sigue es que el carácter comunal de la propiedad de la tierra en la aldea queda paulatinamente condicionada por el derecho inmanente del rey sobre ella. Para Marx, el modo de producción asiático responde a la necesidad de llevar a cabo grandes proyectos económicos y que superan los medios y la capacidad productiva de las comunidades aisladas o los señores feudales. Es en ese contexto en el cual surge un poder central fuerte, que Marx "despotismo oriental". La existencia de esos proyectos determina la concentración del poder en manos de un monarca absoluto que se apropia de ese excedente que toma la forma de tributo. En un principio la aparición del MPT se asocia con la aparición de las grandes civilizaciones de Egipto, India, Mesopotamia y China y representa un desarrollo brillante de todos los aspectos de la civilización: nuevas tecnologías en la agricultura, la arquitectura, avances en el comercio, la escritura, las matemáticas y el derecho. Con el tiempo, la coincidencia de las estructuras comunitarias y las relaciones de clase se vuelven una fuente de estancamiento que sólo pueden superar la consolidación paulatina de la propiedad privada y la producción para el mercado. En algunos casos la propiedad privada de los nobles sobre la tierra, la aparición de siervos que trabajan en ellas, , el desarrollo de la producción para el mercado y el dinero se abrieron camino, reduciendo la importancia de la comunidad, el tributo y el poder despótico del monarca, al permitir el paso a una formación social de tipo feudal. El MPT y el feudalismo no son sociedades excluyentes. Pueden darse en el mismo escenario en forma sucesiva o simultánea y en un orden inverso, pero eso no disipa las profundas diferencias que las separan. Una sociedad determinada puede tener elementos de ambas, pero si se considera un período prolongado sólo uno de ellos puede ser dominante. A veces nuestros conocimientos históricos nos impiden resolver este problema, pero es difícil concebir una coexistencia pacífica indefinida entre ambas modalidades de organización pre-capitalista. La existencia de un Estado despótico que controla la división del trabajo, la producción y la distribución en el ámbito imperial, excluye la dispersión del poder político y económico del feudalismo. La relación entre comunidades e individuo es invertida, y la ciudad burguesa, tolerada por el feudalismo, es lo opuesto del comercio paraestatal del MPT. Existen evidencias irrefutables de que la sociedad mexica era una combinación de relaciones comunitarias y propiedad privada, en la cual las primeras jugaban claramente un papel dominante. Tanto entre los macehuales como entre los nobles, para tener acceso a la tierra había que pertenecer a la comunidad, ya sea campesina o a esa "comunidad superior" que conforman el Estado y la nobleza adscrita a él con el huey tlatoani en su cúspide. La pertenencia a la nobleza mexica está fijada por los valores políticos y reforzados por múltiples privilegios de rango. En Tenochtitlán, los artesanos y comerciantes tenían sus propios calpullis, y los segundos estaban organizados en una corporación gremial que normaba estrictamente las actividades de cada individuo. La propiedad privada, la autonomía individual, las relaciones contractuales y las relaciones de explotación y dominación están sumergidas en el mundo de las lealtades y funciones comunitarias y familiares en todos los estratos. El impacto de esa herencia prehispánica había de hacerse sentir durante mucho tiempo, frenando el surgimiento de iniciativas individuales y la consolidación de instituciones, ligadas con el capitalismo. Durante el primer siglo de historia colonial, algunos rasgos de la Corona española y el sistema colonial, en lugar de debilitar, refuerzan los elementos del modo de producción tributario existentes en la sociedad indígena. Un Estado burocrático extrae tributo de las comunidades indígenas, sin abocarse a destruirlas. En cierta medida, se produce una continuidad socio-económica reflejada en la legislación española sobre la comunidad y las repúblicas de indios. Al mismo tiempo la Colonia produce los elementos de la modificación del modo de producción tributario: La integración de México a la economía-mundo europeo naciente y el desarrollo de los grandes latifundios privados".
3. Trabajo
3.1. Agrícola
Como la agricultura era la principal actividad económica en la sociedad mexica, por consiguiente, la producción agrícola, era realizada principalmente por cuatro tipos de trabajadores (Castillo, 1984):
a) Calpuleque. Son los calpúllec de que habla Zorita, es decir, macehuales que trabajaban las calpullalli para su provecho y para el pago de tributos. Las tierras dedicadas a este último fin las labraban estos campesinos mediante jornadas rotativas.
b) Teccaleque. Llamados teccállec por Zorita. Eran los labradores de las Tecpantlalli dentro de su propio calpulli, es decir, macehuales de posición similar a los calpuleque. Unos y otros trabajaban para sí y para cubrir los tributos, de tal suerte que la única diferencia entre ambos parece haber estado sólo en el destino de los tributos del suelo que cultivaban en comunidad. En tanto que los calpuleque tributaban al huey tlatoani, los Teccaleque lo hacían sólo al noble al cual estaba adjudicado el derecho de la tierra.
c) Renteros. Labraban las tierras ajenas y podían tener o no parcelas asignadas a sus personas. Era gente que, no teniendo o no queriendo tierras en su propio calpulli, rentaba por un tiempo determinado las de los nobles o de la comunidad. Las tlatocatlalli, eran las trabajadas por este tipo de personas y también quedó expresado que los miembros de un calpulli podían arrendar las tierras de otro, siempre y cuando la renta se aplicara en beneficio del primero.
d) Mayeque o tlalmaque. Constituyeron el sector campesino que, formó una de las capas inferiores de la sociedad azteca; además no tuvieron, como los anteriores, tierras asignadas a su provecho. Los mayeque eran también renteros en las tierras que labraban, pero con la diferencia de que en vez de serlo solamente por un determinado tiempo, estaban ligados de por vida a esa forma de trabajo; además, juntamente con los derechos a la tierra quedaban incluidos en las sucesiones hereditarias de los poseedores. La renta que pagaban, aparte del servicio de leña y agua para la casa del usufructuario, consistía en una porción del producto recolectado o bien en el cultivo de determinada superficie. Como los teccaleque, tampoco tributaban estos campesinos al huey tlatoani, ni trabajaban en las tierras comunales; únicamente en tiempos de guerra acudían al servicio del señor supremo quien, además, tenía sobre ellos jurisdicción civil y penal.
3.2. Comunitario
Además de los anteriores tipos de trabajos particulares, existió el trabajo comunitario, en el que participaban todos lo miembros del calpulli en la realización de obras públicas de interés general, tales como la construcción de templos, calzadas, represas, acueductos y edificios públicos. Ante la ausencia de una tecnología avanzada que supliera a la mano de obra indígena, fue el uso masivo de la fuerza de trabajo de los mexicas la que se aplicó en la realización de las obras de interés general de la comunidad mexica.
Para concluir este apartado, el autor citado consigna la interesante observación escrita que aparece en los Anales de Cuauhtitlán, acerca de los acontecimientos ocurridos en el año 1465, en particular en lo referente al trabajo comunal:
… en este tiempo por primera vez se comenzó el trabajo comunal allá en Tenochtitlán; junto a México comenzó cuando se levantó el acueducto de Chapultepec, que viene a entrar en su interior. Y el que en este tiempo gobernara en Tenochtitlán era Huehue Moteuczomatzin [Moctezuma Ilhuicamina], pero el entonces dirigió el canal fue Netzahualcoyotzin, tlatoani de Tetzcoco.
Florescano (1986) escribe que “la disponibilidad de grandes cantidades de energía humana, una característica del llamado “despotismo asiático”, llevó a los grupos dominantes a crear complejos sistemas administrativos dedicados a organizar y dirigir la fuerza de trabajo, de manera de concertar el calendario agrícola –que determinaba la ocupación de la mayor parte de la energía humana en épocas fijas- con las necesidades del aparato administrativo, militar y ceremonial. Así, la especialización temporal que imponía el calendario agrícola (épocas de roza o quema de los campos, siembra, deshierbe y cosecha), se adaptó un calendario administrativo, religioso y ceremonial, creado por los grupos dirigentes, de manera que durante todo el año tenían ocupados a los maceguales u hombres comunes, desempeñando diversos trabajos en tiempos y lugares precisos. Este sistema conocido en los tiempos coloniales con el nombre de cuatequitl, administró centralmente la fuerza de trabajo disponible en un territorio y en épocas determinadas, mediante la organización en cada jurisdicción territorial de cuadrillas de trabajadores encargadas de cumplir tareas definidas (tequitl o tequio en el español de la colonia), por períodos también determinados, los cuales eran sustituidos por otras tandas de trabajadores organizados en la misma forma, de manera que “por su tanda y rueda” toda la fuerza activa de los pueblos se aplicaba a las tareas asignadas por el sistema central…el cuatequitl era un sistema laboral que maximizaba la disponibilidad de enormes contingentes de energía humana, pues tomando sólo una parte pequeña de la población trabajadora de cada barrio o jurisdicción territorial, lograba reunir grandes contingentes de trabajadores que, coordinados en tiempo y lugar, podían realizar tareas gigantescas en un tiempo relativamente corto, sin que los barrios y provincias que aportaban los trabajadores disminuyeran o suspendieran sus actividades rutinarias. Al igual que el tributo o el reclutamiento de hombres para el ejército, el cuatequitl era una forma de extraer, de manera regulada y periódica, el excedente de energía humana de las aldeas, para aplicarlo luego concentradamente en las áreas estratégicas que seleccionaba el grupo dominante. Actuaba como un sistema gigantesco de concentración y redistribución de la energía humana, que aunque beneficiaba sobre todo al sector dirigente y a los centros políticos dominantes (cabeceras de los señoríos y centros ceremoniales y administrativos), también se aplicaba a obras de beneficio común: calzadas, caminos, obras hidráulicas, terrazas de cultivo, desmonte y ampliación de áreas agrícolas, graneros, edificios públicos, etc.)…En este sistema la religión desempañó una función muy importante, ya que “la mentalidad religiosa rural, y la ideología religiosa al servicio del estado, concebía a los elementos de la naturaleza como una manifestación de los dioses o como habitados por dioses y fuerzas sobrenaturales: de ahí que todas las actividades relacionadas con la naturaleza, y particularmente con el ciclo agrícola, estuvieron rodeados de actos propiciatorios y ceremonias religiosas, de tal manera que el trabajo agrícola era también un ritual cargado de sentido religioso. Roturar el suelo, sembrar las semillas, limpiar los cultivos y cosechar los frutos, eran para el campesino actos religiosos en los que su actividad se unía a la de los dioses de la renovación y la fecundidad”. Tanto el trabajo como la producción eran colectivos. “Tanto los sistemas de trabajo como los medios de producción –hombres, tierra, materias primas-, como el fin mismo del trabajo…eran producir bienes para satisfacer necesidades colectivas”. En este sentido, “también la apropiación de una parte del producto social por los grupos dirigentes no se hacía individualmente, sino en tanto funcionarios o representantes de la colectividad. Y aun esta apropiación del producto social por el grupo gobernante no se hacía sin antes dejar al calpulli o las aldeas, la parte necesaria para su reproducción…todo aumento importante de los tributos o de las cuotas de trabajo ocurría por agregación, por conquista y sujeción política de nuevos pueblos, no por cambio o mejoría de las condiciones internas del sistema. Así, en los últimos tiempos del dominio azteca, más que un desarrollo de las fuerzas productivas hubo un proceso continuo de conquistas que agregaron nuevos tributos y recursos humanos a los ya disponibles”.
4. Estructura social
4.1. Diferenciación social
Wolf (1975) explica que hasta la caída de Azcapotzalco en 1428 el grupo dirigente y sus descendientes, gozaron de privilegios sociales, sin poseer por ello una fuente de poder económico para no depender de los plebeyos, organizados en calpullis, pero no tenían, como ellos, acceso a la tierra. Sólo el calpulli tenía derecho a poseerlas. Pero con la derrota de Azcapotzalco, esta situación cambió radicalmente. La victoria en la guerra contra los tepanecas aseguró conjuntamente el poder económico y político de la nobleza mexica. El principal botín obtenido fue la tierra de las provincias conquistadas, con todo y los campesinos que las trabajaban y que fue explotada, para consagrar los privilegios de la élite militar. En las nuevas tierras, que tomaron como patrimonio permanente, los nobles ocuparon la mano de obra que provenía de la "gente que había llegado huyendo de otras ciudades y provincias", llamada "mano derecha" (mayeque). Estos trabajadores agrícolas no formaban parte de los calpullis; a cambio del derecho de cultivar la tierra y de comer, cedieron el derecho de cambiar de lugar. Atados a la guerra, eran transferidos por ella. Pero aparte de esta sujeción económica, se hallaban en libertad, y poseían bienes personales. Sus amos tenían sobre ellos un poder económico, no un poder judicial como parece haber ocurrido en la Europa feudal. La conquista de nuevas tierras afectó a los miembros los calpullis también de otra manera. El acceso a la tierra permitía a los jefes crear una nobleza pura para recompensar servicios así como una nobleza de linaje [parentesco]; se premiaba de por vida a los plebeyos que se habían destacado en la guerra o en el comercio. La creación de éstos "caballeros" (tecuhtin) dio a las clases inferiores la posibilidad de cambiar; estas recompensas y las distinciones sociales, establecieron una diferencia entre la masa de la población de los calpullis y un pequeño grupo de privilegiados. Sin embargo a medida que esta nobleza por servicios se hacía cada vez más importante, con la expansión del dominio mexica, entró en conflicto con la nobleza de linaje disputándose ambas los puestos burocráticos. En el transcurso de la última fase de la supremacía mexica, una reacción aristocrática durante el gobierno de Moctezuma Xocoyotzin disminuyó los privilegios de los nobles por servicios en beneficio de un nuevo monopolio del poder en manos de la nobleza de linaje.
Rivera Martín (1983) escribe que: "podemos concluir que las sociedades mesoamericanas, tanto las correspondientes a los grandes señoríos de la Triple Alianza [México-Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba], como los miembros de esta misma, se encontraban en una etapa de transición entre la sociedad tribal y la sociedad civil tipo moderno, con estratificaciones marcadas y pronunciada tendencia hacia la constitución de clases sociales definidas. En el momento de arribo de los españoles, la estratificación se encaminaba hacia una sociedad con cierta permeabilidad social debido, entre otros factores, al aumento de la producción agrícola y al consecuente incremento de los tributos, así como también la consiguiente redistribución de los productos. De no haber sobrevenido la conquista, el factor de crecimiento de las sociedades mesoamericanas habría conducido al establecimiento de una sociedad con expansión en el intercambio de productos, basado ya no solo en los tributos sino en el comercio, donde no se puede suponer el verdadero establecimiento de un sistema monetario y el perfeccionamiento de la comercialización de la tierra y sus productos". La base económica en que se basaba la transición de la comunidad tribal a la sociedad clasista, era el surgimiento de la propiedad privada, la cual ya existía en la Triple Alianza representada por la propiedad del Tlatoani y de la nobleza; las cuales coexistían con la propiedad comunal. Aunque Carrasco (1985) argumenta que en realidad los gobernantes procedían de la nobleza poseedora de tierras propias y que para poder desempeñar los cargos los dirigentes políticos, particularmente al Tlatoani se le asignaban tierras por el común de la población, es decir, era una forma de remuneración por el cargo desempeñado. Así pues, solo existía la propiedad privada de la nobleza y la propiedad comunal (callpullalli). En conclusión, dice Carrasco que "el régimen de la tierra demuestra que dominaba la distribución políticamente determinada de este medio fundamental de producción. A cada estamento, a cada institución y puesto público, correspondía un tipo especial de tierras destinadas a sostener a sus poseedores en el ejercicio de las funciones de ellos requeridas en la organización política. El dominio político de la distribución de la tierra era lo suficientemente firme para permitir que herencia y ventas, efectuaran cambios y reajustes dentro del marco políticamente definido. Lo más importante en la organización económica del México antiguo era el hecho de que había una economía dirigida y regulada por el organismo político. La base de la economía era una estructura de dominación definida por la existencia de dos estamentos fundamentales: los nobles (pipiltin), que formaban, la clase dominante que controlaba los medios materiales de producción, y los plebeyos (macehualtin), que eran la clase trabajadora dependiente económica y políticamente de la nobleza. Los medios fundamentales de producción estaban controlados por el organismo político. La rama más importante de la producción era la agricultura, que producía no solo alimentos sino también materias primas para muchas artesanías. Entonces los medios de producción fundamentales en esa economía eran, por una parte la tierra, y por la otra el trabajo. Tanto tierra como trabajo estaban controlados por el mecanismo político. El trabajo también estaba administrado por el organismo político. Todo individuo en el México antiguo tenía la obligación de dar su tequitl. Tequitl quiere oficio, trabajo o tributo: se puede decir que es la obligación de todo individuo de contribuir con algo a la sociedad. El Tlatoani, el rey, tenía su tequitl que era el gobernar; un sacerdote daba su tequitl, el servicio religioso; el tequitl del guerrero era batallar, etcétera; todos daban su tequitl. Tratándose de la organización de la economía, lo fundamental era el tequitl aportado por la gran masa de la gente común -los productores- para el sostenimiento del estado en su totalidad o de los miembros de la clase dominante de quienes dependían. A cambio de usufructuar una parcela para su sustento, el macehual tenía que pagar tributo en especie y en trabajo. En resumen, se puede concluir que en el México antiguo la producción estaba organizada sobre la base de la distribución políticamente determinada de los medios de producción, o sea tierra y trabajo: tierra dada al macehual para que se sustentara y aportara tributo y servicios personales; tierra dada a instituciones y miembros del estamento gobernante con el derecho a exigir tributo y servicios de los macehuales. La clase dominante, por lo tanto, estaba organizada como personal gobernante y recibía sus ingresos como tributo. Todo el excedente económico tomaba la forma de tributo". El autor citado considera que la economía del México antiguo, puede describirse como una variedad del modo de producción asiático, cuyas características, también las sintetiza, tal como las esbozó Marx: 1) comunidades campesinas auto-suficientes que organizan la producción para el mercado interno, más un excedente que se paga como tributo al soberano; 2) despotismo, o sea, poder absoluto o arbitrario del soberano; 3) sumisión política de toda la población lo que indujo a Marx a concebir el modo de producción asiático como "esclavitud general" (en contraste con la esclavitud clásica e la que el esclavo era propiedad privada de ciudadanos libres); y 4) obras de riego y control de aguas como base material que en manos del estado explica la concentración del poder. En este sentido, lo esencial del modo de producción asiático es "la organización política de la economía, en la que los medios materiales de producción están controlados o reglamentados por el estado y las relaciones de producción son relaciones políticas y constituye parte de la organización estamental de la sociedad. La concentración del poder económico y político en manos del estado es lo que conduce al despotismo".
La comunidad mexica estaba en una etapa de transición al momento de la llegada de los españoles, entre una sociedad comunitaria y una sociedad estratificada. Específicamente Castillo (1984) indica que la comunidad mexica se había dividido en dos sectores fundamentales: el de los pipiltin y el de los macehualtin; o dicho de otro modo, el de los que poseyeron todo y el de los que nada o casi nada poseyeron. De la naturaleza de la diferenciación social, el mexica común la sentía pero ignoraba sus causas reales y no estaba en condiciones de dar una explicación racional, por consiguiente, la atribuía a un mandato de dios. Así el rango social de de cada grupo antagónico la concibe como normal y natural.
“A partir de la organización comunal de las tribus comienza a palparse las condiciones objetivas de la aparición de la diferenciación social. Primero, dentro de la estructura tribal, los guías espirituales ocuparon sin duda un nivel relativamente superior al resto de la comunidad; después, ante las presiones de otras tribus o quizás ante el incentivo propio por obtener mejores tierras, sobreviene la organización de tipo militar, la que a su vez redunda en la diferenciación de los grupos de parentesco en superiores e inferiores dentro de la misma comunidad-, o en otra mayor resultante del choque, de conquistadores y conquistados. De esta manera, a cada nueva circunstancia de oposición extra tribal corresponde otra que hace cada vez más compacta a la comunidad en su contra. Pero esta unidad proyectada al exterior lleva al interior signos contrarios: cohesión particular de los grupos recientemente diferenciados (aunque por lo general los del nivel inferior sean inconscientes), y separación progresiva de los mismos”.
4.2. Pipiltin y macehualtin
Por lo que respecta a los pipiltin fueron los que ocuparon los principales puestos de la organización social, ya sea en la administración civil, en el ejército o en el sacerdocio; asimismo primordialmente en ellos se localizaba la posibilidad de propiedad privada y de artículos especiales; y que no solo estaban exentos del pago de tributos y del trabajo agrícola (como rutina obligada, por supuesto), sino que podían llegar a ser tributados y disfrutar del servicio de otras gentes. Desde el punto de vista conceptual y religioso, macehualli es aquel que reconoce su origen en dios: así entonces, macehualtin son todos, sean del estrato y del lugar que sean. Pero desde el punto de vista social y económico la cosa es distinta: todos los que no son pipiltin son macehualtin. No obstante, hubo excepciones a esto último, ya que a los pochtecas y ciertos de artesanos no se les consideró así aunque tampoco pipiltin; y no se les estimó macehualtin no sólo –pero sobre todo- por su situación económica, sino posiblemente por su origen étnico distinto. Siendo así, resulta más clara la división en dos sectores a partir del gobierno de Acamapichtli [1375-1395]: los que se unieron en parentesco a él, pipiltin, los que no, macehualtin, pero mexicanos todos. Los pipiltin transformados en macehualtin se les vedó, como a cualquiera de éstos, la posesión y uso de determinadas prendas; debieron servir en las obras comunales, y a los poseedores de tierras se les recomendó mandasen “como a viles vasallos y les traigan atropellados a su servicio”; y a sus padres “que los dejen maltratar como a hombres bajos y de bajo corazón”. Los macehualtin de la isla de México fueron solamente los mexicanos integrantes del pueblo llano, fuesen tales por origen o, por rareza, pipiltin vueltos a su posición inicial. Sus ocupaciones, enmarcadas en la producción directa del sustento y riqueza sociales, fueron sobre todo agrícolas, de pesca y caza, combinadas generalmente con labores de artesanía común y con diferentes servicios de tipo civil, militar y religioso. En cuanto a la distribución de la riqueza social, basta con recordar que tierras y ropas o artículos de determinada calidad, salvo en pocas y especiales circunstancias, les estaban prohibidas en propiedad.
4.3. Tlameme
Tal vez por la costumbre generalizada de extender el término macehualli a todos los hombres de escasos recursos y carentes de un linaje de importancia, comúnmente se ha omitido, hacer mención de los cargadores –“tameme”-, tlameme o tlamama del México antiguo. Sin embargo, dada la inexistencia de bestias de carga y de la rueda como implemento mecánico de transporte, debe suponerse un número bastante elevado de individuos dedicados a estas actividades. Y sí se piensa en el problema que representaba durante las campañas militares alimentar a los tlameme, entonces debe concluirse que éstos eran sucesivamente de los poblados por donde iba pasando el ejército. El trabajo de los tlameme en la guerra era sólo de carácter eventual; y ellos, campesinos que debían llevar sus propios alimentos, o mejor dicho, su “itacate”. Estas personas constituían el último sector del sistema social de producción.
4.4. Mayeque
Al igual que los tlameme, los mayeque estuvieron fuera del los macehualtin. Las raíces etimológicas del concepto mayeque son, may (tl), mano, brazo, y -e, sufijo posesional; y entonces la significación de nomayecauh es “mi poseedor de manos”, es decir, mi servidor, mi trabajador. Acerca del origen de estos “propietarios de manos” o mayeque hay dos cuestiones provenientes del siglo XVI que por su interés es importante precisar. La primera es de fray Domingo de la Anunciación y en ella se dice que la parte de las tierras que en un principio eran comunales, fueron cedidas por los señores a personas particulares, las cuales, a su vez, dejaron a su descendencia; agrega que “en estas tierras recogían los señores y principales a los que se venían de otros pueblos y provincias huyendo. Y según el tratamiento que les hacían, así holgaban o no de servir y obedecer en lo que les mandaban y éstos eran los tributarios de los señores principales. La siguiente cuestión es de Zorita y en ella se explica que los mayeque eran labradores que estaban en tierra ajena y que, además, no tenían ninguna propiedad “porque a los principios cuando repartieron la tierra los que la ganaron..., no les cupo a éstos parte”. Ambas opiniones coinciden en la falta de posesión de la tierra por parte de esta gente. Las causas que dan son, por un lado, la expropiación de la tierra comunal y, por otro, el no haberles correspondido nada en el reparto. Pero en tanto que la primera corresponde cabalmente a la realidad histórica, la segunda, la de Zorita, parece no estar muy definida. Puede decirse por lo pronto que los mayeque no integraban al grupo de los macehualtin (de México), sino que constituían un sector étnicamente distinto al conglomerado para el que trabajaban. Cabe recordar que durante la tercera década del siglo XV México aún formaba parte de las tierras tepanecas y que a costa de éstas, particularmente, se formó la mexicatlalli, de la que ya fraccionada resultaron los diferentes tipos de tierra de labor. Se infiere entonces que de allí, de la mexicatlalli, principalmente de la ribera oeste del lago, surgieron las primeras -si no las únicas- tierras de mayeque, y que éstos fueron los antiguos macehualtin de Tepeyácac, de Azcapotzalco, de Coyoacán, etc. De este modo puede afirmarse que los mayeque fueron gente étnicamente extraña a los mexicanos, que ocuparon y trabajaron precisamente las mismas tierras que con anterioridad habían poseído en forma comunal. Pero si antes el producto de su trabajo había sido para sí y para su calpulli, ahora lo era para sí y para el pilli a cuyo nombre se habían asignado las tierras, al cual debían proporcionar trabajo doméstico, además de obligarse en tiempo de guerra o de necesidad al tlatoani de México.
4.5. Tlatlacohtin y mamaltin
Al tlacohtli se le ha identificado –desde los cronistas del siglo XVI hasta los especialistas actuales-, con el esclavo, aunque las condiciones en las que se encontraba uno y otro difieren notablemente. Si los españoles tradujeron la palabra tlacohtli como “esclavo”, significa únicamente que, como solía acontecer, al encontrar desde su peculiar punto de vista ciertas semejanzas con las formas de vida ya conocidas, utilizaron términos occidentales para designar aspectos varios de la cultura indígena. De ahí que se lean en sus escritos palabras como rey, emperador, siervo y muchas más que si bien dan una idea, no se identifican plenamente con la realidad que se quiso determinar. No hay que perder de vista que, en el caso especial de tlatlacohtin, a los colonizadores hispanos interesaba sobremanera que hubieran existido desde antes como esclavos. Si la raíz etimológica no tiene ninguna relación con el verbo cohua (comprar), parece entonces que solo queda una que corresponde, gramatical e históricamente, con el término y el individuo tlacohtli. Dicha raíz es el adjetivo tlaco, que denota mitad, medianía, algo que no es grande ni pequeño; y el significado último es entonces el mismo del adjetivo pero sustantivado ya por el sufijo –tli. En apoyo de lo anterior está la posibilidad de la presencia en el México antiguo de cierta tendencia social –figurada al menos- a renegar de los status de gran riqueza y también, evidentemente, de los de suma pobreza. Por lo que respecta a la aparente negación del estado de ubérrimo [riqueza], se explica quizás por el temor a la acción de grupos contrarios o del Estado, y también por la conveniencia de mostrar humildad y disimular la distancia hacia el otro extremo de la escala social. Prueba de esto se encuentra en la actitud de los pochtecas de rechazar honores y de ocultar su posición de bonanza, o en la de los pipiltin de evitar nombramientos de mucha importancia. La vida del tlacohtli transcurría en forma semejante a la del cualquier otro individuo; las leyes lo protegían, podía tener propiedades incluyendo en esto a otros hombres de su misma categoría social; su servidumbre nunca fue mayor que la del resto del pueblo y en caso de tener descendencia, ésta no participaba de su suerte. La única diferencia estaba, pues, en que su persona, pese a sus derechos, era posesión de otra y además de una relativa degradación moral, podía verse por ciertas circunstancias en peligro de muerte por sacrifico. En cuanto a la adquisición de la condición de tlacohtli o tlatlacoliztli, se advierte dos formas fundamentales: a) por coacción del derecho y b) por voluntad propia y familiar. Las principales causas de la primera eran el robo, las deudas, el homicidio y el juego; entre las de la segunda estaban la necesidad (que derivó en las épocas de grandes calamidades a la huehuetlatlacoliztli conocida como “servidumbre antigua”), y el escarmiento para algún miembro de la familia. La persona que por determinado motivo se convertía en tlacohtli de otra, en pago del delito cometido, de la deuda o de la cantidad recibida de bienes, además de los alimentos proporcionados durante el período fijado, se obligaba a servirle en su hogar (barrer, hilar, acarrear leña), ayudar en las labores agrícolas o transportar mercancías en caso de que fuese dedicado al comercio. Así pues, se concluye, primero: que tlacohtli podía ser cualquier mexicano, pero macehualtin en su mayoría. Segundo, que no hay absolutamente ninguna razón para traducir, como se ha venido haciendo, tlacohtli como esclavo. Si se considera la significación histórica de la esclavitud y se confronta con lo que se ha escrito acerca del tlacohtli, se hace patente que la situación de éste difiere en lo más esencial de la de los esclavos de la Grecia y Roma clásicas, en las que el esclavo era propiedad de los esclavistas y podían disponer de ellos como mejor les conviniera –venderlos e incluso matarlos-. Por lo que respecta al cautivo de guerra, malli, no tuvo ninguna significación de importancia dentro del sistema de producción básico de los mexicanos antiguos, más bien lo desbordaba. Su destino fue siempre alguna de las formas de sacrificio ritual y por lo tanto su aprehensión sólo podía traducirse en el beneplácito de los dioses y en la obtención de prestigio por parte de los guerreros esforzados que, eran por lo general de estratos elevados. Desde los puntos de vista social y económico, mamaltin y tlatlacohtin, se igualaban en su situación; ninguno de ellos fue utilizado en forma alguna de producción material y sus vidas sólo sirvieron para obtener prestigio ante la sociedad y ante los dioses.
5. Tributo
Bartra (1980) escribe que todos los pueblos conquistados eran tributarios del Estado azteca que para el siglo XVI en vísperas de la conquista llegaron a ser 371. De acuerdo a la forma como fueron sometidos los pueblos conquistados, resultaron tres formas de organización tributaria:
a) Aquellos pueblos que eran sometidos totalmente, que perdían el derecho a elegir tecuhtli (jefe, señor) propio, en los cuales el Estado asignaba un calpixque (cobrador de tributos), y que perdían y que perdían el derecho a su territorio.
b) Aquellos pueblos a los que se les permitía tener tecuhtli propio, pero a los que se les asignaba calpixque.
c) Aquellos pueblos que conservaron su autonomía y su territorio, y que llevaban ellos mismos el tributo al rey de México.
En la propia Tenochtitlán, la capital del imperio, el sistema tributario se adaptaba a su peculiar estructura territorial: los barrios o calpullis. Estos barrios constituían los restos de la antigua organización clánica de a tribu mexica, la cual al establecerse en Tenochtitlán repartió la tierra de acuerdo con su sistema clánico, asignando a cada calpulli una porción de terreno.
Sin embargo, al nivel de todo el imperio, la unidad básica del sistema tributario fue el altépetl pueblo, comunidad aldeana). La responsabilidad de tributar era colectiva; no se asignaba tributo a individuos o a familias, sino al conjunto del altépetl.
Según Zurita, había cuatro clases de tributarios:
a) Teccallec, quienes no tributaban al tlatoani, sino a unos señores llamados tectecuhtzin.
b) Calpullec, población de las comunidades y de los barrios que tributaban al tlatoani.
c) Pochteca, mercaderes que tributaban al tlatoani.
d) Mayeques, que eran campesinos sin tierra comunal, que tributaban a los pipiltin o nobles. Estos estaban exentos de tributo; pero de una u otra forma estaban ligados al Estado y debían prestar sus servicios al rey.
Aquí se observa un fenómeno interesante: si bien la mayor parte de la población, la de los barrios (calpulli) y pueblos (altépetl), tributaba al tlatoani, había estratos sociales que recibían de forma privada tributos de los vasallos. Las fuentes son bastante oscuras respecto a este problema, pero se puede establecer que los señores llamados tectecuhtzin no eran sino funcionarios del Estado; el dinero, entre los aztecas, sólo era usado para el cambio (mantas, cacao, oro, pero los "salarios" de los funcionarios consistían en el producto de ciertas tierras más los servicios de aquellos que las trabajaban (los cuales por ello no pagaban tributo al rey). Así pues, los teccallec no son más que la población de las comunidades, con derecho a tierra, que en lugar de pagar el tributo al tlatoani, lo pagaban al funcionario ennoblecido; de cualquier manera es un tributo al Estado.
El caso de los mayeques es más complejo, pues se trata de gente sin tierra, excluida del calpulli, que está ligada a la tierra que posee un pilli (un noble o pipiltzin en plural). En este caso es difícil establecer si se trata de una cesión del tributo o bien de una relación de servidumbre; de cualquier forma, los pipiltin cumplían funciones al servicio del Estado, como jueces, embajadores, guerreros, etc,. La diferencia entre tectecuhtzin y pipiltzin consistía en que los primeros adquirían el título por haberse destacado en la guerra (o en servicios prestados al rey), mientras que los segundos formaban una nobleza hereditaria.
Se tributaba tanto en especie como en trabajo. Todos los pueblos tenían asignado su tributo; había pueblos cuyo único tributo consistía en la construcción de casas, palacios, templo que requería el Estado, con la obligación de proveer no sólo la mano de obra, sino los materiales de construcción; otros pueblos tenían la responsabilidad de proveer durante todo el año la leña necesaria para el palacio.
El estudio de la tributación no solo revela a la comunidad aldeana como base de la economía, sino que comprueba algunas de sus peculiaridades internas; uno de los rasgos más citados por Marx en su descripción de las sociedades que mantienen un sistema de tipo asiático, es la combinación del trabajo casero artesanal y manufacturero con la agricultura. El conjunto de productos tributados demuestra que las comunidades eran capaces de producir cuanto necesitaban sin tener que recurrir más que a algunos trueques simples con las aldeas vecinas, con alguna ocasional caravana de mercaderes o en el mercado local del pueblo grande más cercano. A pesar de las diferencias regionales, la unidad entre el trabajo artesanal y la agricultura se mantenía en todas las zonas tributarias.
La masa de la producción aldeana no adquiría el carácter de mercancía. Las comunidades eran básicamente autosuficientes, y el pluproducto se convertía casi en su totalidad en tributo, el cual se convertía en mercancía -parcialmente- una vez que llegaba a manos del Estado. Ni siquiera el pago de "salarios" a los nobles-funcionarios implicaba la utilización de dinero, pues por lo regular recibían su pago en tributos directamente de las comunidades donde desempeñaban una función, o eran mantenidos en la corte con los tributos recibidos por el rey.
Sólo una porción de los tributos adquirían el carácter de mercancía, pues la mayor parte se dedicaba a cubrir directamente las necesidades de la enorme y ramificada burocracia azteca, el mantenimiento de una casta sacerdotal y una casta guerrera improductiva y el sostenimiento de una vida lujosa de los nobles.
6. Escala social
En cuanto a la escala social, Castillo (1984) escribe que: a través del análisis presentado, es innegable una diferenciación social en la estructura social de la sociedad mexica. Continuamente se advierten o se expresan diferencias sociales de la población azteca, de las cuales destacan las siguientes:
a a) De
casta: entre pipiltin, macehualtin y elementos étnicos distintos
como los mayeque y los mamaltin, así como algunos pochtecas, artesanos y tlameme. De todos los pipiltin ocuparon el sitio preeminente y
por lo general, cerrado a los demás.
b) De
prestigio, sobre todo el derivado de la guerra. Cualquier miembro de la
sociedad podía, al menos así se pensaba, adquirir el prestigio más renombrado;
pero los hechos lo desmienten: solo la posición del pilli permitía los mayores y de posibilidad más frecuente.
c c) De
riqueza: entre pipiltin y pochtecas y entre ambos y el resto de la
población. Los dos primeros, y muy principalmente los pipiltin, tuvieron acceso a la posesión de todo cuanto fue
considerado bien de grande estima. Los bienes que la ley permitía a los macehualtin fueron generalmente de
subsistencia.
d d) De
dominio: únicamente los pipiltin
tenían acceso a los puestos claves de dirección y de mando: los macehualtin podían solo aspirar a los
secundarios.
Resumiendo,
en los cuatro puntos dados de la diferenciación únicamente los pipiltin ocupaban los primeros lugares y
ninguno de los demás puede, desde el punto de vista estricto de la
estratigrafía social, competir al menos por la primacía del segundo lugar. Esto
indica que el sistema social de valoración fue ideado ex profeso para tal fin,
e indudablemente por el sector primado; y desde luego, no se descarta el hecho
de que los otros grupos se excluyan entre sí a través de sistemas particulares.
Este último es el caso de los pochtecas
y algunos grupos de artesanos que, de hecho, ocupaban un nivel económico
superior con relación al del resto de la población, perfilándose así como una
clase emergente, o no fundamental, de rango elevado. Ahora bien, de lo dicho y
de la revisión de cada uno de los cuatro puntos y considerando que la diferenciación
de estratos sociales refleja las relaciones que se dan en la sociedad, se
desprende que, al igual que en toda estructura clasista, los pipiltin, como poseedores que fueron de
la riqueza y del poder, trataron de justificar y de conservar su status por medio de ideologías
peculiares –una de las cuales fue el sistema valorativo de estratificación,
derivado del régimen de derecho establecido por ellos-; y es indudable,
también, el desarrollo implícito en las relaciones entre éstos y los macehualtin, que fueron los receptores
de su mandato y los productores de la riqueza –como trabajo excedente-,
obligado y consumido por aquellos. La patente diferenciación económica y social
entre los mexicanos movió a Orosco y Berra a esbozar el siguiente esquema de la
“deslumbradora apariencia” de México-Tenochtitlán:
El
rey, los sacerdotes, los nobles, los soldados, las clases privilegiadas, vivían
en la comodidad y la abundancia; pero los demás, atados al suelo, agobiados por
el trabajo, con malo y escaso alimento, vegetaban para sus señores sin
recompensa ni esperanza. Inmensa era la distancia entre el rey y su vasallo;
distinta la condición entre la capital del imperio y las provincias sometidas.
Aquella sociedad se dividía marcadamente entre vencedores y vencidos; entre
señores y esclavos; entre privilegiados y poseedores de los bienes de la tierra
e ilotas desheredados, sin otro porvenir halagüeño que la muerte alcanzada en
el campo de batalla o en el ara de un dios.
Así pues, los antiguos mexicanos como integrantes de una sociedad que, de manera similar a otras en la historia, presenta las características más profundas de la división de la sociedad en clases, es decir, la dominación y explotación conjuntamente dirigidas por unos y sufridas por los más.
7. Origen, desarrollo y conquista de la civilización azteca
La sociedad azteca fue la última que arribó al Valle de México, después de una prolongada peregrinación, en la que la economía para obtener los alimentos para cubrir sus necesidades consistió en la caza de animales salvajes y la recolección de productos de plantas silvestres, es decir, se trató de una economía apropiación directa de lo que la propia naturaleza proporcionaba. Una vez establecida en el islote de Tenochtitlán en 1325, la comunidad mexica se hizo sedentaria con la domesticación de plantas cultivadas en un ambiente lacustre, combinada con la caza y la pesca.
Después de medio siglo de evolución se produce cierta estratificación social: se formó una nobleza –pipiltin- que concentró el grueso de la riqueza y la contra-parte, los macehualtin, trabajadores de las tierras comunales del calpulli y de tierras individuales asignadas para su usufructo.
Acorde con el poder económico de la nobleza, para 1375 se entronizó como el primer tlatoani Acamapichtli, reinado que perduró hasta 1395. Desde entonces hasta la conquista española, los cargos de tlatoani se heredaron a personas de la misma nobleza emparentada, tal como lo evidencia la sucesión de Acamapichtli por su hijo Huitzilihuitl en 1395, reinado que culminó en 1414 y el ascenso como tlatoani de Chimalpopoca también hijo de Huitzilihuitl, cuyo gobierno se prolongó hasta 1428, cuando fue relevado por Ixcoátl. Con éste inicia la guerra contra los tepanecas, los cuales fueron derrotados, logrando así la sociedad mexica su independencia y la apropiación del islote, con lo que dejó de ser tributaria. Es con Ixcoátl con el que se inicia propiamente el imperio mexica al iniciar las conquistas y sometimiento de los pueblos circunvecinos al dominio de la Triple Alianza, particularmente a la ciudad de México-Tenochtitlán. A Ixcoátl lo releva en el cargo Moctezuma Ilhuicamina en 1440. Este tlatoani es el que logra consolidar al imperio mexicano al extender la dominación mexica a otros pueblos más alejados. Su reinado termina en 1469. Es sucedido por Axayacátl, cuyo gobierno culmina en 1481. En este año asume el poder Tízoc, quien tiene un breve reinado, ya que termina en 1486. En este mismo año es elegido Ahuítzotl como tlatoani, cuyo gobierno culmina en 1502 y es relevado por Moctezuma Xocoyotzin, tlatoani que le correspondió recibir a los conquistadores españoles en México-Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519. Al siguiente año, el 30 de junio de 1520 los españoles encabezados por Hernán Cortés fueron expulsados de la capital azteca, fecha memorable que en la historia oficial se le conoce como la “noche triste”, cuando en realidad se trató de la derrota de los españoles por la resistencia heroica del pueblo mexica bajo el liderazgo de Cuitlahuac. Este fue víctima de la viruela enfermedad contagiosas traída por los españoles en el mismo año de la resistencia tenochca. El que sucedió a Cuitlahuac fue el joven Cuauhtémoc, hijo del Ahuítzotl, que si bien no fue entronizado formalmente dadas las circunstancias de guerra extraordinarias con los españoles. Organizó la resistencia heroica, pero dada la superioridad tecnológica de los españoles y su alianza con otros pueblos, principalmente los tlaxcaltecas, finalmente la ciudad de México-Tenochtitlán tuvo que rendirse el 13 de agosto de 1521. La conquista de los mexicas fue resultado de causas estructurales profundas, principalmente las contradicciones internas y externas. Las primeras debido las diferencias sociales entre una nobleza reducida –pipiltin-, de cuyo seno se elegía al tlatoani y el pueblo o gente común, principalmente los macehualtin, que aportaban la mano de obra como comuneros de los calpulli y en sus tierras asignadas al usufructo familiar, así como el trabajo excedente en las tierras comunales del calpulli y en las tierras asignadas a los funcionarios para obtener el tributo destinado al Estado y a los particulares. La gente común del pueblo, es decir, los macehualtin y mayeques –campesinos desprovistos de tierras comunales y procedentes de otras tribus- estaban vedados de participar en los cargos públicos importantes y menos como gobernante supremo, es decir, como tlatoani. Aunada a la estratificación social interna de la sociedad azteca, estaba la división externa entre la Triple Alianza, principalmente la México-Tenochtitlán, ya Tlacopan su presencia era simbólica después de la derrota de Azcapotzalco en 1428 y Texcoco fue marginada de la alianza. En estas condiciones la sociedad mexica fue la que conquistó a gran cantidad de pueblos: desde los circunvecinos al Valle de México, Valle de Puebla, Veracruz, Oaxaca, Chiapas y hasta Centroamérica. Así se conformó un vasto imperio al que tributaban productos diversos los pueblos conquistados, así como prisioneros de guerra destinados al sacrificio de su dios Huitzilopochtli. Así, fueron las contradicciones internas y externas, las que facilitaron la alianza de los pueblos sometidos a la dominación de los mexicas a los conquistadores españoles, así como la superioridad de las armas las condiciones que facilitaron la conformación de un ejército aliado de alrededor de 150 000 integrantes, en los que destacaban por su mayor cantidad los tlaxcaltecas, ya que los españoles rondaban en los 1000 miembros. En contra-parte los aztecas se vieron cada vez más aislados de sus propios aliados de la Triple Alianza, puesto que hasta los propios texcocanos bajo la dirección de Ixtlixóchitl se aliaron a los españoles en 1521 para derrotar a los aztecas.
8. Conclusiones
Todas las sociedades prehispánicas desde los olmecas (1000 a. C.) hasta los mexicas (1520) se caracterizaron por cierta diferenciación social, entre nobles -poseedores de la riqueza y puestos más importantes- y campesinos pobres, cuyo trabajo les permitía subsistir y además generar un excedente destinado al pago de tributo, ya sea en especie o en trabajo. En la esfera política las sociedades evolucionaron de una dominación teocrática -poder de los sacerdotes y dioses- a una dominación militarista -poder de los guerreros-, alcanzando su apogeo en la sociedad mexica. Aunque el militarismo no existió en estado puro, ya que no solo se sometía a los pueblos con fines económicos -tributos- sino también aportaba prisioneros de guerra para ser sacrificados en honor a sus dioses. La conquista española truncó la posible disolución de la sociedad azteca, tal como había sucedido con sus antecesoras, debido probablemente a los antagonismos de clase, ya que en la sociedad mexica eran más agudos tanto internamente -desigualdad social- y externamente con los pueblos conquistados y sometidos a la tributación.
Todas las sociedades prehispánicas desde los olmecas (1000 a. C.) hasta los mexicas (1520) se caracterizaron por cierta diferenciación social, entre nobles -poseedores de la riqueza y puestos más importantes- y campesinos pobres, cuyo trabajo les permitía subsistir y además generar un excedente destinado al pago de tributo, ya sea en especie o en trabajo. En la esfera política las sociedades evolucionaron de una dominación teocrática -poder de los sacerdotes y dioses- a una dominación militarista -poder de los guerreros-, alcanzando su apogeo en la sociedad mexica. Aunque el militarismo no existió en estado puro, ya que no solo se sometía a los pueblos con fines económicos -tributos- sino también aportaba prisioneros de guerra para ser sacrificados en honor a sus dioses. La conquista española truncó la posible disolución de la sociedad azteca, tal como había sucedido con sus antecesoras, debido probablemente a los antagonismos de clase, ya que en la sociedad mexica eran más agudos tanto internamente -desigualdad social- y externamente con los pueblos conquistados y sometidos a la tributación.
Las
formas fundamentales de la tierra –principal medio de producción- en la
sociedad mexica, fueron la comunal –calpullalli- y la estatal.
El tlatoani en representación del Estado realizaba asignaciones de tierras a los calpulli, nobleza -pipiltin- e instituciones del Estado.
La
sociedad mexica estaba estratificada socialmente en dos grupos fundamentales:
nobles –pipiltin- poseedores de la riqueza y proveedores de la clase
gobernante; y, los macehualtin el grupo pobre de la gente común que aportaba el
trabajo propio en su parcela asignada en usufructo y el trabajo como tequio
para las obras públicas, además trabajaban las tierras asignadas a la nobleza y al
tlatoani. La diferenciación social generaba contradicciones sociales antagónicas, que dieron como resultado la necesidad del Estado al servicio del grupo social dominante. Las características descritas inherentes a la sociedad mexica, permiten asemejarla al Modo de Producción Asiático, que abstraído de su ubicación geográfica puede identificarse como lo hace Semo, como Modo de Producción Tributario. Dado el escaso desarrollo de las fuerzas productivas, el Estado acudía al servicio masivo de la mano de obra campesina, para la construcción de obras públicas.
El Modo de Producción Tributario es intermedio entre la sociedad agrícola comunitaria igualitaria que lo precedió (5000-1000 a.C.) y el Modo Feudal de producción que lo sucedió después de la conquista española. Indudablemente que evolucionaba gradualmente hacia una sociedad clasista, proceso que fue alterado violentamente por la conquista española.
El Modo de Producción Tributario es intermedio entre la sociedad agrícola comunitaria igualitaria que lo precedió (5000-1000 a.C.) y el Modo Feudal de producción que lo sucedió después de la conquista española. Indudablemente que evolucionaba gradualmente hacia una sociedad clasista, proceso que fue alterado violentamente por la conquista española.
En correspondencia con la diferenciación social, aparece primero una dominación ideológica a través de la religión, representada por los sacerdotes y dioses. Posteriormente la dominación evolucionó hace un control militarista, con el que aparece propiamente el Estado como representante político de la nobleza mexica.
9. Bibliografía
Bartra Roger. 1980. Trabajo y tenencia de la tierra en la sociedad azteca. El Modo de producción asiático. Ediciones Era. México, D.F.
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Wolf Eric. 1975. Pueblos y culturas de Meso-américa. Ediciones Era. México, D.F.
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