miércoles, 13 de marzo de 2019

CATEGORÍAS Y LEYES DE LA DIALÉCTICA MATERIALISTA

CATEGORIAS Y LEYES DE LA DIALÉCTICA MATERIALISTA

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx


Introducción

La dialéctica tiene sus antecedentes en la antigüedad griega en los siglos V y IV A.C. con Heráclito, quien por primera vez concibió el movimiento de la materia como resultado de la contradicción. Su doctrina dialéctica motivó el desarrollo de la filosofía idealista de Parménides, al afirmar el fundamento de la variabilidad de los fenómenos singulares está en el ser, ente metafísico suprasensible inmutable. La doctrina dialéctica de Heráclito fue opacada por la filosofía idealista platónica y por la filosofía aristotélica, particularmente la lógica de la identidad que niega la contradicción. Fue hasta principios del siglo XIX cuando el gran pensador alemán Hegel rescató la doctrina del ser de Parménides y el devenir de la dialéctica de Heráclito y expuesta en su Ciencia de la lógica entre 1812 y 1816, que aunque se trataba de una dialéctica de los conceptos logró la síntesis de los descubrimientos científicos alcanzados en esa época.

La dialéctica idealista hegeliana fue invertida por Marx y Engels a mediados del siglo XIX y junto con la generalización de los nuevos descubrimientos científicos, fue transformada en dialéctica materialista. Esta constituye el logro filosófico más importante y consiste en un complejo de categorías y leyes universales estructuradas lógicamente, que explican racionalmente los problemas más generales de la naturaleza, la sociedad y el conocimiento. Por su carácter general, funcionan como marco de referencia teórico y metodológico en la investigación de los objetos de estudio de las ciencias particulares.

Las categorías o conceptos más generales, así como las leyes universales de la dialéctica materialista, son el resultado de la actividad práctica de la sociedad humana, que al generalizarse se convierte en lógica. Es decir, surgen en la marcha ascendente de lo concreto a lo abstracto, de lo singular a lo universal. Pero, una vez que las categorías han surgido, el conocimiento sigue, al parecer, una dirección inversa: de lo abstracto a lo concreto y de lo universal a lo singular. Quien se empeñe en quedarse en lo universal y en no salir de sus límites, caerá en lo abstracto, es decir, en la desvinculación de la vida y la actividad práctica. Cada categoría en particular, expresa determinado momento del movimiento mismo; para comprender el objeto como un todo se requiere de la concurrencia de todas las categorías. Se pueden desconocer las categorías, no ser dialécticos conscientes, pero las leyes dialécticas objetivas universales se imponen con tal fuerza a quienes la investigan, que se ven obligados, espontáneamente, a pensar en forma dialéctica (Rosental y Straks, 1960).


1. Espacio vs tiempo: formas de existencia de la materia en movimiento

Bunge (1973) escribió que para Newton el espacio y el tiempo no solamente existen objetivamente, sino que son a su modo cosas reales: el espacio ha existido fuera de todo cuerpo y continuará existiendo en ausencia de estos cuerpos materiales, en cuanto al tiempo, es una especie de cosa autónoma e inaprensible, un género particular de corriente. Es poco probable que los sabios hayan dado una gran importancia a los componentes teológicos de la filosofía newtoniana del espacio y del tiempo, pero durante largo tiempo aceptaron que el espacio y el tiempo existían fuera de la materia y que no estaban sometidos a ninguna acción por parte de ésta. Esta concepción que prevalece hasta el presente en la mayor parte de las ciencias, es la llamada concepción del espacio absoluto y del tiempo absoluto, no condicionados por los procesos materiales. Si en el universo no existiera más que un solo y único cuerpo, éste no podría desplazarse, puesto que el movimiento sólo es posible en relación con un determinado sistema material de referencia. Por ello, independientemente de las fuerzas que actúan para que el movimiento sea posible, es necesario tener por lo menos dos cuerpos. Si el universo estuviera completamente vacío, no habría en él ni espacio ni tiempo. El espacio físico no existe más que en la medida en que existen sistemas físicos (cuerpos, campos, entidades cuánticas, etc.). Exactamente de la misma forma, el tiempo no existe más que en la medida en que estos sistemas se transforman de una manera u otra. Un universo estático poseería caracteres espaciales, pero carecería de tiempo. En consecuencia, a diferencia de una teoría puramente matemática del espacio y del tiempo, una filosofía racional del espacio y del tiempo debe partir de la hipótesis de que el espacio es un sistema de relaciones concretas entre objetos físicos, y que el tiempo es una determinada función de las modificaciones que se producen en estos objetos. En otros términos: debe ser una teoría del espacio y del tiempo relacional y no absoluta. Desde un punto de vista relacional, el espacio-tiempo no es un sistema de referencia abstracto ni una especie de arena o fondo, fijos e inicialmente dados, sobre los cuales se desarrolla la comedia cósmica. El espacio-tiempo sería más bien estructura fundamental del conjunto de los acontecimientos. Para el materialismo dialéctico el espacio y el tiempo son formas de existencia de la materia y como tales son inherentes al movimiento interno de la realidad material y de ninguna manera se trata de procesos externos a la dinámica material del universo como la concibe la metafísica.


2. Ley de la contradicción

De Gortari (1959) opina que:

La “Dialéctica –dice Hegel- consiste en concebir los contrarios como fundidos en una unidad, o a lo positivo como inmanente de lo negativo”. Porque, si se considera al pensamiento por medio de la identidad sin contradicción, entonces se le considera al mismo tiempo como inmóvil y, como trascendente al universo, en el cual todo es movimiento. Ahora bien, lo que la ciencia ha comprobado es justamente lo contrario: el pensamiento es inmanente al universo y, en su movimiento, refleja y expresa al movimiento del universo. Los conflictos internos del pensamiento corresponden, así, a las contradicciones objetivas de los procesos universales. Y, por lo tanto, la lógica representa la conexión inmediata del pensamiento con el contenido concreto de las manifestaciones de la existencia. En consecuencia, todo conocimiento, como forma de expresión de un proceso existente, exhibe una sucesión inacabable de contradicciones, en las cuales y por las cuales llega a ser determinado progresivamente. Porque, en rigor, “no hay nada en lo cual no se pueda y se deba mostrar la contradicción; es decir, las determinaciones opuestas; ya que un objeto sin contradicción no es sino una pura abstracción del entendimiento, por la cual se mantiene con violencia una sola de las determinaciones, en tanto que se oscurece en la conciencia la determinación opuesta, contenida en la primera”. La ley de la contradicción en los objetos existentes y entre ellos, es el fundamento primordial de la lógica científica. Con esta ley se expresa el conflicto entre opuestos que impera objetivamente en el universo entero. Porque la existencia se manifiesta en aspectos contradictorios que se excluyen mutuamente, y todos los procesos –de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento- están formados por elementos contradictorios y antagónicos. El desarrollo de estos procesos es una pugna entre contrarios que, finalmente, llegan a identificarse. Y es en esta lucha y por esta identificación que se produce el movimiento, los saltos bruscos, el desenvolvimiento gradual de los procesos y las interrupciones en este desarrollo, la transformación recíproca entre los polos opuestos, la destrucción de lo caduco y el surgimiento de lo nuevo.

El conflicto entre los contrarios se manifiesta de diversos modos. En primer término, toda determinación implica necesariamente la determinación de su opuesto; porque la existencia de un proceso implica ineludiblemente la existencia del proceso opuesto. Así, para comprender algo, es preciso distinguirlo de su opuesto, porque su existencia depende de la existencia de otras cosas, las cuales se engendran con ella en una relación de contradicción. Además, los opuestos polares siempre llegan a identificarse. Aun cuando en cierto momento dos propiedades aparezcan como excluyentes entre sí, no obstante, esta oposición radical se supera siempre en un momento posterior, en el cual se identifican las propiedades antagónicas por la coincidencia de sus características. Por otro lado, cada proceso concreto es una unidad de elementos contrapuestos. Porque toda manifestación particular de uno de estos elementos implica la relativa abstracción de los otros elementos, sin que por ello dejen de existir estos últimos. Así, cuando se resalta la existencia de un elemento determinado, entonces ocurre sencillamente que el correspondiente elemento contrario está ocupando una posición relativamente secundaria y menos manifiesta. Por consiguiente, cada proceso constituye el desarrollo continuo de un conflicto entre fuerzas, movimientos, impulsos, influencias o tendencias de sentido opuesto. Por lo tanto, en todo proceso se manifiesta objetivamente su existencia contradictoria. Más aún, las propiedades opuestas de un proceso son las que lo constituyen de una manera intrínseca; o sea, que la contradicción en los procesos y entre los procesos es la forma fundamental de su existencia objetiva. Por todo esto, en un sentido lógico estricto, las determinaciones contradictorias de un proceso –o bien, la determinación simultánea de procesos opuestos- no solo pueden ser, sino que deben ser compatibles y verdaderas al mismo tiempo.

La contradicción interna es la causa básica del desenvolvimiento de un objeto; mientras que sus interconexiones y la interacción mutua con otros objetos, siempre en oposición, constituyen las causas secundarias de dicho desenvolvimiento. Entonces, las causas externas son la condición del cambio, en tanto que las causas internas forman las bases del cambio. De este modo las contradicciones externas se hacen operantes a través de las contradicciones internas y se manifiestan en la manera como condicionan a estas últimas.

Así pues, la Ley de la unidad y lucha de los contrarios se enuncia de la siguiente forma:

La unidad y lucha de contrarios es la ley conforme a la cual todas las cosas, todos los fenómenos y procesos, que poseen internamente lados y tendencias opuestas, luchan entre si; la lucha de contrarios da un impulso interior al desarrollo y conduce a una agudización de las contradicciones, que al llegar a cierta fase, se resuelven mediante la extinción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo” (Konstantinov, 1976).

2.1. Universo: unidad contradictoria de lo Finito vs lo infinito

Fue Hegel (1812-1816), quien dio un salto en el conocimiento de la dialéctica de lo finito y lo infinito. Concibe a la esencia de lo finito como: no ser, perecer y morir. Su ser está en lo infinito. Este está en la negación permanente de lo finito. Lo finito es la cualidad del ser dentro de sí. Lo infinito es la afirmación, resultado de la negación de la negación de lo finito. Este no tiene realidad, su realidad está en lo infinito que constituye su fundamento.

Engels (1878) en su polémica con Duhring en el campo de la las ciencias naturales, analizó la naturaleza del universo y afirmó que  la esencia de lo finito no está en su ser abstracto, más bien está en su unidad material y la prueba de tal aseveración está en el prolongado período de desarrollo de las ciencias naturales experimentales. Estas confirman que detrás del nacer y perecer de lo finito está la materialidad del universo. En este sentido el universo en su dimensión infinita es eterno, es decir, no tiene principio ni fin.

Vásquez (1993) al interpretar la dialéctica hegeliana de lo infinito y lo finito, al afirmar que Hegel entendía que la filosofía, si pretende ser verdaderamente tal, es idealismo. Evidentemente, la filosofía de Hegel será también idealismo. ¿Qué hay que entender por tal? Por idealismo hay que entender, dice Hegel, "la idealidad de lo finito", esto es, que lo finito solo llega a la verdad cuando logra la identidad con el concepto. Lo finito, es lo perecedero, lo que tiene un nacimiento y un fin. Lo infinito, en cambio, ni nace ni muere ni cambia: permanece siempre igual a sí mismo. Una filosofía no idealista mantiene separados ambos conceptos. Por un lado, lo infinito, del otro, lo finito. Según Hegel, la infinitud verdadera es la unidad de lo finito y lo infinito. La unidad de ambos términos se logra a través del pensamiento. Lo infinito y lo finito son aspectos contradictorios de la realidad, por consiguiente, la unidad tiene que producirse, a través de la dialéctica. Lo finito, por su propia dialéctica tiene que convertirse en infinito. Uno de los ejemplos más claros en los que Hegel expone la dialéctica de lo finito y lo infinito en la Fenomenología del espíritu (1807), es cuando analiza la dialéctica de la certeza sensible (tiempo vs espacio). El ahora es una determinación del tiempo y a la pregunta de ¿qué es el ahora? contesta que el ahora es de noche. Pero a la noche la sucede el medio día. De este ejemplo infiere Hegel que dos ahora, el que se refería al día y el que se refería a la noche han dejado de ser, no se han conservado. Pero se mantiene el ahora que sirve para señalar a ambos, o más bien, a todos los ahora que dejan de ser. Estos, son finitos, empiezan y luego dejan de ser. Pero el ahora que permanece, no perece, no le afecta que los ahora sensibles dejen de ser, no le afecta para nada el surgir y perecer de los ahora, se mantiene en el desaparecer de los ahora sensibles finitos. Ellos tienen dentro de sí su negación, pero esa negación es lo que hace surgir el ahora que permanece. Si no fuera por ese desaparecer, o lo que es lo mismo, por la negación de lo sensible, no surgiría el ahora que no perece. Algo similar ocurre con el espacio. Aquí es un árbol, luego el aquí es una casa. En este ejemplo, el árbol y la casa son negados, pero se conserva el aquí que no perece con lo sensible. A esto que aparece con la negación de lo finito-sensible, es a lo que Hegel denomina como universal y es la verdad de la certeza sensible. El propósito de Hegel es demostrar que lo finito-sensible no es. Esta es una tesis fundamental de su filosofía idealista. El ser sensible no tiene realidad. La dialéctica, esto es, el proceso de negación de lo sensible, se fundamenta en la no realidad de lo finito-sensible. En consecuencia, Hegel tiene como supuesto que lo real es lo universal o infinito, lo que permanece en la negación de lo sensible. En la dialéctica de la certeza sensible ya está operando la base de la filosofía hegeliana: el no ser de lo sensible, la no verdad e irrealidad de lo singular sensible. Así pues, según Hegel, lo finito sensible no es. En contraposición al idealismo de Hegel, el materialismo afirma, que la verdadera realidad, de la que hay que partir para lograr un conocimiento verdadero, es lo finito. La dialéctica de lo finito, su negación es el mecanismo que Hegel utiliza para demostrar que solo hay una realidad, la de lo infinito. Lo finito es lo limitado, lo que tiene comienzo y fin, lo que existe al lado de otros objetos. Estos son su límite, y a la vez, cada ser finito se diferencia de los otros. Un ser diferente de los otros, constituido de modo diferente, limitado en espacio y tiempo, es un ser finito. Feuerbach y Marx invierten la dialéctica idealista hegeliana y ponen como fundamento de lo infinito a lo finito-sensible. En este sentido, el conocimiento tiene que moverse de lo finito-sensible a lo infinito insensible.

2.2. Contenido vs forma

Rosental y Straks (1960) explican que:

La forma y el contenido son categorías de la dialéctica materialista, en las que se reflejan, como en otras categorías, los aspectos esenciales del desarrollo del mundo objetivo.

El materialismo mecanicista y metafísico de los siglos XVII y XVIII trató de superar la separación entre el contenido y la forma y de dar al problema una solución materialista. Giordano Bruno, por ejemplo, señaló la unidad del contenido y de la forma, que eran, para él, manifestaciones de una naturaleza única. Francis Bacon, uno de los fundadores del materialismo metafísico, suponía que la forma es inherente por necesidad a la materia. En el fondo, formulaba la idea de que la forma  es inherente al contenido y que se hallaba determinada por éste. Bacon entendía por forma el movimiento en cuanto estado de la materia. Aunque la concepción de Bacon acerca de la forma y el contenido era, en lo fundamental, acertada, materialista, este pensador no percibía aún toda la complejidad del problema de las relaciones mutuas entre ambas categorías.

Los viejos materialistas, metafísicos y mecanicistas, no veían e incluso negaban, por regla general, las contradicciones internas, inherentes a los objetos y fenómenos, ni acertaban a elevarse a una comprensión de la fuente del movimiento de la materia por sí misma; por todo ello, era natural que no estuvieran en condiciones de explicar las contradictorias relaciones mutuas entre el contenido y la forma, ni de demostrar, especialmente, el papel activo de la forma.

Kant, como es sabido, admitía la existencia de cosas fuera de la conciencia humana, pero negaba toda posibilidad de conocerlas. Según el filósofo alemán, el caos de impresiones sensibles se ordena por medio de las formas “a priori” de la sensibilidad (el espacio y el tiempo) y de las categorías del entendimiento (causalidad, ley, etc.), innatas en el hombre y que se dan en él independientemente de toda experiencia. Kant consideraba, metafísicamente, las formas lógicas como inmutables, aisladas de su contenido material, y, llegaba, por esta vía, a la conclusión idealista de que la forma y el contenido son patrimonio privativo del hombre, que no conoce más que sus propias impresiones sensibles, y no pertenecen, por tanto, al mundo objetivo.

Enfrentándose a la metafísica, que no alcanzaba a ver la actividad de la forma, y sometiendo a crítica la separación kantiana entre el contenido y la forma, Hegel subrayaba la unidad y el carácter contradictorio de la forma y la materia y señalaba, al mismo tiempo, que la forma es, en esa misma medida, el movimiento de la materia.

La forma y la materia, según Hegel, se presuponen la una a la otra. La materia debe tener necesariamente una forma. Pero, al considerar la materia como el ser otro de la idea, como algo inferior en relación con la idea, Hegel afirmaba que la materia “es pasiva, en oposición a la forma, que es lo activo”. Es el resultado a que conduce, inevitablemente, su concepción idealista, deformada, del universo.

Aristóteles, al plantear en términos generales el problema de las categorías, entre ellas las de contenido y forma, sentaba ciertas bases para su investigación en el futuro. Los representantes del materialismo metafísico aportaron, como un elemento valioso, su empeño en concebir el contenido y la forma partiendo de una base materialista, pero estaban lejos de comprender la dialéctica de las relaciones mutuas entre ambas categorías. Hegel señaló el nexo dialéctico que une a las categorías de contenido y forma y en ello reside el aspecto positivo de sus ideas. No podía, sin embargo, resolver acertadamente el problema, ya que partía de bases falsas, idealistas.

El materialismo dialéctico parte de la tesis de que el mundo que existe objetivamente es una materia infinitamente multiforme y en continuo movimiento y desarrollo. Y la fuente del movimiento de este mundo material único debe buscarse en las contradicciones que lleva en su seno. El contenido y la forma se dan en todas las cosas y procesos de la realidad.

En el mundo objetivo, el contenido es el aspecto interno de los objetos. Este aspecto representa un conjunto de elementos y procesos que constituyen el fundamento de la existencia y del desarrollo de las cosas. La forma es la organización, la estructuración del contenido. En los fenómenos, que pertenecen a la esfera del conocimiento, la forma es la expresión del contenido.

En la naturaleza, cada átomo posee cierto número de partículas elementales (electrones, protones y neutrones), que actúan las unas sobre las otras. Estas partículas constituyen el contenido del átomo. Las partículas, a su vez, se hallan dispuestas en cierto orden: los protones y neutrones forman el núcleo del átomo y los electrones se mueven alrededor del núcleo; como resultado de ello, el átomo posee una determinada estructura o forma, que es característica de todo elemento químico.

El contenido de diferentes cristales se halla representado por un conjunto de átomos, sujetos a una estrecha relación mutua, y su forma consiste en la estructura del enrejado cristalino, en que los átomos se disponen en forma muy precisa en relación los unos con los otros.

Toda la naturaleza orgánica –escribió Engels- es una sólida demostración de la identidad o unidad indisoluble del contenido y la forma. Los fenómenos morfológicos y los fisiológicos, la forma y el contenido se condicionan mutuamente”.

Cada organismo tiene su propio contenido representado por el conjunto de elementos materiales inherentes a él, células, órganos, que cumplen diversas actividades y funciones de un modo específico. De la misma manera, cada organismo posee, asimismo, determinada estructura, una cierta organización de los elementos materiales que lo integran, es decir, una forma. Ningún organismo podría existir sin la unidad de contenido y forma.

El modo de producción social presenta dos aspectos (las fuerzas productivas y las relaciones de producción), que actúan como contenido y forma, vinculados entre sí.

El contenido de una empresa o institución lo constituye la actividad concreta de los hombres que la integran, y la forma está representada por la organización, por la distribución y la subordinación de quienes trabajan en ella.

En la vida espiritual, las cosas son un poco distintas. El pensamiento, la idea es el reflejo de determinado contenido en la conciencia humana, expresado por medio de palabras.

En una obra literaria el contenido se halla representado por las relaciones sociales, por el trabajo o la lucha de clases, que se refleja en ella, y la forma, expresión del contenido, por la composición, el asunto, el lenguaje, etc.

La forma no es algo superficial o exterior, impuesto desde fuera al contenido del objeto. Claro está que los objetos tienen también una forma externa, espacial y geométrica que salta en seguida a la percepción; pero la forma no se limita a esta manifestación externa, sino que internamente se halla unida al contenido.

Todo organismo vivo se ha formado no solamente con los elementos exteriores a él. También los órganos que constituyen su contenido, tienen su propia forma. Las células orgánicas, que integran cada órgano en particular, poseen su propia forma, que reviste un interés especial para la histología. En las células cualitativamente distintas de órganos diferentes se efectúan los procesos específicos inherentes a ellas, que han adquirido bioquímicamente una forma, que ofrecen determinada estructura y se hallan sujetos a una acción mutua. La forma externa aparece vinculada al comportamiento activo del contenido, que se ha ido formando internamente, y que viene a ser su resultado.

La forma exterior es producto del contenido total, integrado por una enorme cantidad de elementos particulares, que poseen su forma propia.

La forma externa no se identifica, en general, con la forma interna, inherente al contenido.

El nexo de las formas externa e interna con el contenido del objeto presenta un carácter distinto en los diferentes objetos y procesos.

La forma, por consiguiente, no es sólo algo superficial, sino también algo interno que penetra y traspasa el contenido, dotado de forma en cada uno de sus elementos. El contenido y la forma se penetran recíprocamente; el contenido tiene una forma y la forma posee un contenido.

Al mismo tiempo, el contenido y la forma no son una pareja de contrarios inmutables e inmóviles. Cada uno de estos polos opuestos, enlazados en un conjunto de relaciones mutuas con otros fenómenos, puede desempeñar el papel de forma o de contenido.

No existe, una forma que no esté empapada de contenido, que no organice el movimiento y la actividad de un contenido, del mismo modo que no existe un contenido que no se exprese, estructuralmente, en determinada forma. No existe ningún contenido cuyo desarrollo no provoque ciertos cambios en su forma, como no hay tampoco una forma que no influya, a su vez, en el desarrollo de su contenido.

Por oposición a las doctrinas de los filósofos idealistas, el materialismo dialéctico sostiene que el papel fundamental y determinante en la correlación entre el contenido y la forma corresponde al contenido. Primero, cambia el contenido y después y, en consonancia con este cambio, se modifica y reestructura la forma. El contenido opera como el principio rector por ser el fundamento mismo de las cosas.

La materia en movimiento, con sus estados concretos, es el contenido de los objetos y de los fenómenos, que se presentan bajo múltiples formas. “La materia –dice Marx- es el sujeto de todos los cambios”. El contenido del conocimiento lo da el mismo mundo material, que se refleja en el cerebro humano en forma de percepciones, conceptos, etc. Estas formas ideales, los pensamientos, se expresan por medio de sonidos y se representan con signos gráficos, es decir, materialmente. Por consiguiente, las formas ideales, tanto por su contenido como por su expresión externa, dependen del mundo material.

La forma no puede existir aislada del contenido; carece de un sustrato propio, al margen de él. Su fundamento es el contenido mismo; es natural, por ello, que la forma dependa del contenido, que es el aspecto determinante.

El contenido de los objetos y fenómenos se halla en continuo desarrollo. La forma, a su vez, se desarrolla también, pero más lentamente que el contenido; es decir, posee mayor estabilidad que éste.

El contenido desempeña el papel determinante en los cambios que se operan en la forma.

Al cambiar el contenido, se opera también un cambio visible en la estructura morfológica o, lo que es lo mismo, en la forma del organismo.

Los cambios morfológicos, es decir, los cambios que se producen en la estructura, en la organización de los diferentes órganos y tejidos (formas) del organismo, se operan como una consecuencia necesaria del prolongado funcionamiento, que cambia a lo largo de una serie de generaciones, de los elementos materiales vivos, es decir, del contenido.

Los datos relativos al desarrollo de la vida social demuestran igualmente que el contenido desempeña el papel determinante con respecto a la forma. La ley de la correspondencia de las relaciones de producción con el carácter de las fuerzas productivas, descubierta por Marx, pone de relieve los rasgos específicos de la interdependencia dialéctica entre el contenido y la forma en la vida social.

La producción social se halla siempre sujeta a un proceso de movimiento y desarrollo, que comienza siempre por los cambios que se operan en el estado de las fuerzas productivas y, ante todo, en los instrumentos de producción. El desarrollo de las fuerzas productivas es la base, el fundamento de la historia de la humanidad.
Las relaciones de producción, es decir, la forma que reviste el desarrollo de las fuerzas productivas, se modifica en consonancia con los cambios operados en el contenido. La historia de la humanidad se nos presenta como una sucesiva sustitución de las formas sociales, determinada por el desarrollo del contenido, o lo que es lo mismo, de las fuerzas productivas. Estas últimas desempeñan una función tan decisiva, que Marx escribió lo siguiente acerca de los instrumentos de trabajo, considerándolos como índices de las relaciones sociales en que el trabajo se realiza: “El molino a mano hace surgir la sociedad encabezada por el señor feudal; el molino de vapor, la sociedad presidida por el capitalista industrial”.

La relativa autonomía de la forma se revela en su mayor estabilidad con respecto al contenido, que cambia con más rapidez que la forma. Una de las manifestaciones de la autonomía relativa de la forma consiste en el retraso de su desarrollo con respecto al del contenido, como lo demuestran muchos hechos de la vida, en la naturaleza y en la sociedad.

Los cambios que se operan en el intercambio de sustancias, es decir, en el contenido, no traen consigo, rápida y automáticamente, cambios de forma. El contenido, aunque ya modificado, sigue inserto todavía por algún tiempo en la vieja forma.

También en la vida social marcha la forma a la zaga del contenido. El capitalismo actual constituye un ejemplo del claro retraso de la forma social con relación al desarrollo del contenido. Hace ya mucho tiempo que, en los países capitalistas, reviste la producción un carácter social, no obstante lo cual se mantiene en pie la propiedad capitalista privada sobre los medios de producción.

La forma y el contenido actúan en el proceso de desarrollo como contrarios dialécticos, que se condicionan mutuamente.

Lenin caracterizaba la correlación entre forma y contenido como una de las manifestaciones esenciales de la ley universal de la unidad y lucha de contrarios.

El nacimiento y desarrollo de las contradicciones y de la “lucha” entre el contenido y la forma, tanto en la vida social como en el desarrollo de la naturaleza, son manifestaciones de la ley universal del desarrollo a través de la lucha de contrarios. Sin embargo, el carácter de la contradicción entre el contenido y la forma, su grado de desarrollo y el modo de resolverse en cada caso concreto presenta rasgos peculiares, ya que todo depende de las condiciones concretas, internas y externas.

La “lucha” del contenido con la forma es una de las fuerzas motrices del desarrollo de las cosas y de los fenómenos y de su tránsito a nuevos estados cualitativos. Sin embargo, para no caer en una concepción superficialmente estrecha y unilateral de las fuentes del desarrollo de las cosas, debe tenerse presente que la “lucha” entre el contenido y la forma se despliega siempre dentro de las condiciones concretas.

Lenin señalaba que un viraje, un cambio brusco en el desarrollo conduce inevitablemente a una falta de concordancia entre la vieja forma y el nuevo contenido.

De lo antes expuesto se deduce que la concordancia o, por el contrario, la discordancia entre la forma y el contenido, es de suma importancia para el desarrollo de éste. El objeto, el régimen social, sólo puede desarrollarse con más éxito y mayor rapidez allí donde la forma corresponde al contenido. Si ambos aspectos concuerdan, ello significará que la forma satisface las necesidades del desarrollo del contenido, contribuye a que el movimiento avance y actúa como importante fuerza motriz del progreso.

La necesidad de que se correspondan el contenido y la forma viene impuesta objetivamente por las necesidades del desarrollo del contenido. Toda forma concreta existe solamente en la medida en que corresponde total o parcialmente al contenido, en la medida en que abre ancho cauce a su desarrollo y contribuye al desarrollo del contenido, o, al menos, brinda una posibilidad de desarrollo por limitada que sea. Cuando menos corresponde la forma al contenido, tanto más se acerca aquélla a su muerte. Cuando surge un hondo divorcio entre la forma y el contenido, la vieja forma acaba por desaparecer, para dejar paso a otra nueva, que corresponde al contenido en desarrollo y garantiza su progreso ulterior y su existencia futura.

El contenido, en su desarrollo, tiende a engendrar la forma que le corresponde. Esta tendencia a establecer la concordancia entre el contenido y la forma es una ley universal, por la que se rige el desarrollo de la naturaleza y la sociedad.

Afanasiev (1990) afirma que las categorías de contenido y forma, principalmente, nos enseñan qué es un objeto dado (singular). Contenido se le dice al conjunto de elementos y procesos que constituyen un objeto o fenómeno dado. Forma es la estructura u organización del contenido; la forma no es un agregado externo que se relacione con el contenido; por el contrario, es algo intrínseco e inherente al mismo. El contenido y la forma se dan en todos los objetos y procesos singulares de la realidad. El contenido y la forma son aspectos contradictorios indisolublemente unidos. El contenido representa la parte más dinámica y la forma es la porción relativamente estable de los objetos; por consiguiente la forma se rezaga del contenido hasta cierto límite, ya que si se rebasa se produce un cambio cualitativo que da origen a un fenómeno nuevo.

Konstantinov (1976), explica que:

El nacimiento, el desarrollo y la superación de las contradicciones entre el contenido y la forma es una de las expresiones más esenciales y universales del desarrollo, mediante la lucha de contrarios. Las categorías de contenido y forma son de suma importancia para comprender los procesos del desarrollo. Cada objeto tiene su propio contenido y su propia forma, que sólo pueden concebirse en su íntima relación mutua. El contenido es la base, el aspecto fundamental del objeto que determina su peculiaridad cualitativa y se manifiesta en todos sus elementos.

El contenido no existe al margen de la forma. La forma es el modo de existir del contenido; es la organización interna, la estructuración del contenido que hace posible la existencia de éste. El organismo no puede existir sin cierta estructura morfológica. La idea más elevada no basta por sí sola para crear una obra de arte, sino se expresa en una forma artística, en imágenes, o si la obra no proporciona placer estético. Las fuerzas productivas no pueden existir sin determinadas relaciones de producción que constituyen la forma de su desarrollo.

En todo objeto se da siempre un contenido y una forma, pero, dentro de esta unidad, el papel esencial, determinante, corresponde al contenido. Este determina su propia forma y la engendra; la forma depende de él. No es arbitraria, sino que corresponde a determinado contenido…La importante función de la forma se halla determinada por las exigencias del contenido de los objetos.

Aunque dependa del contenido, la forma no es pasiva; influye activamente sobre él y presta una contribución inmensa a su desarrollo.

El contenido es un elemento más dinámico y variable que la forma; ésta ofrece una mayor estabilidad y quietud. En virtud de que la forma depende del contenido, sólo cambia al cambiar éste; sin embargo, su mayor estabilidad conduce a una contradicción, pues mientras el contenido se altera incesantemente, la forma permanece inalterable durante algún tiempo. Ahora bien, la estabilidad de la forma no debe interpretarse como una inmutabilidad absoluta, ya que pueden modificarse algunas propiedades o ciertos elementos aislados de ella aunque en conjunto sigan siendo la misma hasta ese momento.

La interdependencia entre el contenido y la forma de los objetos y fenómenos pasa por diferentes etapas. Sería erróneo suponer que la relativa estabilidad de la forma es siempre y en todos los casos un factor conservador. Al iniciarse un proceso, concuerda con su contenido y contribuye al desarrollo de éste. La determinación y la estabilidad de la forma son, mientras se da esa concordancia, la fuerza propulsora del desarrollo. Si la forma cambiara a cada instante, no podría cumplir esa función.

La contradicción entre el nuevo contenido y la antigua forma provoca una lucha entre ellos. Esta lucha es una de las expresiones más importantes de la vigencia de la ley de la lucha de contrarios en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, y no cesa hasta que la vieja forma es reemplazada por otra nueva, que corresponda al contenido ya modificado. Con frecuencia, la lucha es muy tenaz y prolongada. La antigua forma revela una gran fuerza y se resiste a ser cambiada, toda vez que no desaparece automáticamente al surgir un nuevo contenido y posee una relativa autonomía que le permite subsistir durante largo tiempo, pese a los cambios operados en el contenido.

En conclusión, en los campos más variados de la actividad práctica, debemos tener en cuenta la dialéctica del contenido y la forma.


3. Tránsito recíproco de los cambios cuantitativos y cualitativos

De Gortari (1959) explica que:

El conocimiento de un proceso comienza por la acción de alguna manifestación de su existencia. Primero, su existencia se muestra en una indiferenciación absoluta, en su forma más simple, como idéntica a sí misma. Esta mera existencia es también mera abstracción y, por consiguiente, es activamente negativa, como existencia indeterminada. Porque tanto la existencia de un proceso como su indeterminación, constituyen una contradicción en desarrollo, una pugna entre opuestos; la cual lleva justamente, en su desenvolvimiento, a la determinación del proceso en la manifestación de su existencia. El resultado es la contradicción superada, la existencia con su determinación; es decir, el conocimiento del proceso como una forma determinada de su existencia. Entonces, el proceso en su devenir queda expresado en la forma de uno de sus momentos. Esta existencia, en tanto que es determinada de manera simple e inmediata, es la cualidad.

La cualidad es la existencia determinada como manera de existir. Los procesos existentes manifiestan su cualidad activamente y, por lo tanto, la precisión de su manifestación es determinación cualitativa. Entonces, lo que permite distinguir al proceso de modo inmediato, es la precisión cualitativa de su existencia. En otras palabras, la determinación cualitativa de un proceso es la expresión cognoscitiva de su existencia definida.

La precisión en la determinación cualitativa de un proceso que acaba por llevar, ineluctablemente, a su consideración cuantitativa. Después de identificar a un proceso consigo mismo, distinguiéndolo negativamente de los demás y unificándolo con otros, surge la necesidad de avanzar en su conocimiento, determinándolo cuantitativamente. En la coincidencia de su cualidad común, el proceso se diferencia de los otros miembros de la clase únicamente por su cantidad; esto es, por la magnitud en que posee la cualidad ya determinada.

En tanto que la cualidad es una síntesis de la continuidad –ya que la cualidad del objeto es relativamente estable-, la cantidad es, por lo contrario, la unidad de la discontinuidad. Sin embargo, la continuidad de un proceso siempre es relativa. Únicamente se mantiene dentro de ciertos límites, que pueden descubrirse en cada caso concreto. Cuando se rebasan estas fronteras, se rompe la continuidad existente dentro del intervalo determinado del proceso. Pero este quebrantamiento de la continuidad solo se produce para dar paso a una nueva continuidad, la cual mostrará después sus límites correspondientes. Esto ocurre en el curso de todas las manifestaciones de un proceso; y lo mismo acontece para todos los procesos del universo. De este modo, cada proceso existente se compone de una sucesión de intervalos continuos, separados entre sí por límites definidos. Y, en rigor, cada proceso se manifiesta simultáneamente en ambos aspectos contradictorios: como continuo y, a la vez, como discontinuo. Por otra parte, la continuidad es uno de los modos como se manifiesta la infinitud del universo: como una totalidad única e indisoluble en la cual se realizan transformaciones incesantes. Al propio tiempo,  es susceptible de diferenciación en un número infinito de momentos o de aspectos finitos y, en consecuencia, se muestra como discontinuo. Entonces, por su distinción como discreto se determina separadamente a cada proceso; mientras que, por medio de su continuidad, se descubren las conexiones que ligan a los procesos.

Continuidad y discontinuidad son, por lo tanto, momentos distinguibles, pero no distintos, de la unidad inseparable del todo.

La continuidad es el curso de los cambios continuos de los momentos discontinuos reunidos en estrecha unidad. A su vez, la discreción consiste en la separación relativa de los elementos continuos, dentro del desarrollo del proceso.

Los procesos del universo se encuentran sujetos a una agregación y una sustracción continuas, respecto a la magnitud de cada una de sus cualidades. No obstante, este cambio no constituye una disipación, ni tampoco una generación absoluta; puesto que la variación es relativa entre unos procesos y otros, mientras que, en el seno de la totalidad del universo se mantiene constante la cantidad. Por lo tanto, una misma cualidad se manifiesta en cantidades diferentes, tanto de un proceso a otro como en el curso de un mismo proceso. En tal caso, la cualidad se muestra indiferente a su variación cuantitativa y se mantiene invariable ante ella. Sin embargo, esta invarianza no se sostiene para todo cambio cuantitativo, ni en el sentido del crecimiento ni tampoco para la disminución. Es decir, que la permanencia de una cualidad solo existe dentro de ciertos límites de su variación cuantitativa y es relativa a ellos. En consecuencia, cuando la cantidad crece o decrece hasta alcanzar uno de estos límites, entonces, se produce un cambio en la cualidad. Así, al ser transpuesto el límite correspondiente desaparece una cualidad determinada y, en su lugar, el proceso adquiere una cualidad distinta. En otras palabras: la variación cuantitativa se transforma en un cambio cualitativo.

El fin de una cualidad corresponde, entonces, al principio de otra cualidad. En las entrañas mismas de la cualidad vieja se engendra la nueva cualidad, en contradicción con la primera.

La nueva cualidad no está contenida en la primera cualidad en cualquier magnitud de ésta, sino que se produce a partir del momento en que se acumula o se pierde una cierta cantidad de ella. A partir de este momento, la nueva cualidad se desarrolla rápidamente, en lucha con la cualidad anterior, hasta que se manifiesta bruscamente como una propiedad diferente, en una forma distinta de existencia, con la consiguiente desaparición de la vieja cualidad.

La cualidad se encuentra limitada, entonces, por una frontera superior y otra inferior, existiendo solamente dentro del intervalo cuantitativo definido por estos puntos críticos. En general, el alcance del límite superior de la cantidad produce un cambio cualitativo diferente al que ocurre cuando se rebasa el límite inferior. Además, una vez transpuesto el límite superior, este se convierte en frontera inferior de un nuevo intervalo de variación cuantitativa, con la consiguiente permanencia relativa de la nueva cualidad y su condicionamiento a un límite superior diferente.

Asimismo, el rebasamiento del límite inferior conduce a otro intervalo en el cual la cantidad varía entre dicho límite –convertido en límite superior- y otra frontera inferior. Y, como esta conexión entre intervalos de variación cuantitativa no se agota en general, resulta que toda frontera es, a la vez, superior e inferior, condicionando a dos intervalos sucesivos. Es más, por medio de la variación continua de la cantidad se puede pasar, en ambos sentidos, de un intervalo de constancia cualitativa al intervalo siguiente o al anterior, provocando la transformación brusca de la cualidad.

La sucesión de intervalos muestra la relatividad de lo continuo y lo discontinuo. Porque la continuidad se mantiene dentro de intervalos discretos y, a su vez, la discontinuidad se manifiesta en una serie de elementos continuos. Al mismo tiempo, en esta conversión mutua de cantidad y cualidad se pone al descubierto la relación que existe entre el desenvolvimiento gradual y el desarrollo a saltos de los procesos. Por una parte, la cantidad se acumula en un proceso, o se transfiere a otros procesos, de un modo continuo; pero solo para dar lugar a la transformación brusca de la cualidad determinada por esa cantidad.

Todo proceso encierra en sí contradicciones internas, las cuales representan la lucha y, a la vez, la unidad de los elementos opuestos que constituyen al proceso. Los aspectos contradictorios tienden mutuamente a excluirse, luchan entre sí y se oponen recíprocamente. A su vez, las diversas parejas de elementos contradictorios contenidas en un proceso, también se oponen unas a las otras, luchan por dominar a las otras y tratan de excluirlas. Igualmente, los distintos procesos combaten entre sí, se oponen mutuamente y tienden a su exclusión recíproca. De esta manera están formados y así se comportan todos los procesos de la naturaleza, lo mismo que los procesos creados por el hombre en su sociedad y en su pensamiento; y por ello todos los procesos del universo son impulsados al movimiento y al cambio incesantes.

Los dos aspectos de cada una de las contradicciones de un proceso tienen mutuamente como supuesto de su existencia al aspecto opuesto y ambos coexisten en la unidad del proceso.

Ningún aspecto puede existir aislado, porque su contrario constituye la condición fundamental de su existencia. Por una parte, los elementos contradictorios se oponen entre sí y, por otro lado, se encuentran interconectados, ínter-penetrados, conjugados y en interdependencia. Tal es la relación de identidad existente entre los opuestos. La contradicción está condicionada por la acción mutua entre ambos aspectos. Por lo tanto, la interconexión de los opuestos existe únicamente en su separación y, a la vez, su unidad solo existe en su oposición. Además de tender mutuamente a su exclusión y de encontrarse recíprocamente penetrados, los opuestos muestran siempre el impulso de transformarse en sus contrarios, de transferirse a la posición antagónica. La conversión mutua entre los opuestos representa otro aspecto de su identidad.

Cada proceso, como unidad constituida por opuestos, acaba por producir una nueva unidad también formada por contrarios y, entonces, del primer proceso surge un nuevo proceso: termina el proceso viejo y se inicia el nuevo. A su vez, la contradicción contenida en el nuevo proceso inicia la historia de su propio desenvolvimiento. Por lo tanto, la sustitución de lo viejo por lo nuevo es otra ley fundamental, inviolable, del universo.

La unidad de los opuestos es condicional, temporal, transitoria, relativa. En cambio la lucha de los opuestos mutuamente excluyentes es absoluta, tal como el desarrollo y el movimiento son absolutos. La estabilidad de los procesos es relativa, pero la mutabilidad manifiesta en la transformación de unos procesos en otros es absoluta. El desarrollo de los procesos asume dos formas principales: la forma del reposo relativo y la forma del cambio manifiesto. Ambas formas tienen su causa en la lucha entre los dos factores contradictorios contenidos en un mismo proceso. Cuando el desenvolvimiento se muestra en la primera forma, está ocurriendo solamente un cambio cuantitativo, pero no cualitativo –o, a la inversa, una variación cualitativa sin modificación de la cantidad- y, en consecuencia, el proceso se encuentra en estado de reposo aparente. Cuando el desarrollo asume la segunda forma, es que la variación cuantitativa o cualitativa de la primera forma ya ha alcanzado cierto punto crítico y, por consiguiente, se manifiesta como un estado de cambio brusco y visible en el proceso.

La contradicción, en su relación y en su conflicto con la unidad que constituye, se manifiesta concretamente como diferencia y como diferenciación; después, como en el transcurso de un término de la oposición al otro, es decir, como contradicción en desarrollo y en alternación; más tarde, como antagonismo o contradicción exasperada; y finalmente, como incompatibilidad en trance de resolución y de superación. Toda contradicción empieza por ser incluyente, en tanto que muestra la coexistencia de los opuestos en lucha; pero acaba por ser excluyente, en cuanto desemboca en un antagonismo insostenible entre los elementos que la constituyen. El momento final de una contradicción, cuando ésta alcanza su mayor profundidad, es al mismo tiempo el momento en que se produce su cancelación.

El desarrollo de la contradicción se desenvuelve a través de diversas etapas orgánicamente integradas, desde la identidad (unidad), diferenciación, oposición, antagonismo e incompatibilidad; hasta que finalmente se resuelve la contradicción para dar paso a una nueva cualidad.

La Ley del tránsito recíproco de los cambios cuantitativos a cualitativos, es una forma particular de la unidad y lucha de contrarios, puesto que la cantidad representa el movimiento permanente de la materia y la cualidad representa el reposo relativo de los procesos materiales; es decir, el movimiento de la materia es la unidad del movimiento absoluto y la estabilidad relativa del movimiento de los fenómenos materiales, y si el pensamiento es el reflejo de la realidad material, por consiguiente esta ley también se manifiesta en la esfera de la conciencia.

Cualidad es la “totalidad de rasgos sustanciales que expresan  la naturaleza y peculiaridad de la cosa” (Krapivin, 1985). El mismo autor señala que “la cualidad indica la relativa estabilidad de la cosa, su determinación. Esta determinación de la cosa está relacionada con su existencia. El cambio de la cualidad de la cosa es el cambio de la propia cosa”.

La cualidad se identifica... se funde, coincide con el objeto mismo” (Konstantinov, 1976).

La cualidad determina una cosa precisamente como esa cosa, y no como otra. Gracias a esta determinación unas cosas se diferencian de otras, y a consecuencia de ello, se forma la diversidad cualitativa de la realidad…la cualidad –dice Hegel– es en general idéntica al ser, es la determinación directa…algo es lo que es gracias a su cualidad, y al perder su cualidad deja de ser lo que es” (Konstantinov, 1979).

En la propia definición de cualidad tropezamos ya con la dialéctica del objeto, de la cosa. Porque cuando determinamos una cosa en su originalidad cualitativa la comparamos con otra y, por consiguiente, establecemos los límites de su ser. Mas allá de esos límites no es ya lo que es, es ya otra cosa. Esto significa que la cualidad de la cosa se identifica con su finitud. La determinación cualitativa de cualquier clase de objetos significa su igualdad. Naturalmente esos objetos se distinguen por algunas propiedades, pero son idénticos cualitativamente. Siendo idénticos por su cualidad, solo se diferencian cuantitativamente” (Konstantinov, 1979).

El mismo autor indica que “la categoría de cantidad requiere abstracción de la diversidad cualitativa de las cosas…la regularidad general de la cognición es tal que al principio se investigan las diferencias cualitativas de las cosas, y después, sus regularidades cuantitativas”. Por lo anterior las leyes que se formulan cuantitativamente enlazan diversas cualidades (conjunto de objetos distintos)”.

En suma esta ley puede ser formulada en los siguientes términos: “La ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos es la ley que por virtud de la cual los pequeños y al principio imperceptibles cambios cuantitativos, acumulándose gradualmente, rebasan al llegar a cierta fase la medida del objeto y provocan radicales cambios cualitativos, a consecuencia de lo cual cambian los objetos, desaparece la vieja cualidad y surge otra nueva” (Konstantinov, 1976).


4. Negación de la negación (carácter cíclico del movimiento)

Tanto el movimiento del contenido objetivo, como el de su forma de expresión en el pensamiento, ocurren como devenir entre los términos en oposición, comprendiendo a cada uno de ellos en la variación de su nivel de desarrollo y de su posición y al conflicto de su negación recíproca; hasta que, finalmente, el propio devenir hace desaparecer la oposición, disolviéndola y creando algo nuevo como solución a la contradicción. Esta solución es el resultado de la negación de la contradicción y engendra, por la negación que es inherente a toda existencia, una nueva oposición que, a su vez, sigue su propio devenir. Por ello, tanto en la existencia como en el pensamiento de la existencia, la negación es creadora, ya que constituye la causa y la razón del movimiento y es su expresión viva.

El fundamento de la evolución de los procesos existentes es su contradicción interna y el desenvolvimiento de esta contradicción. Por ello, en el conocimiento, el devenir de la oposición es lo que permite determinar y entender la transición de un proceso a su opuesto y el aniquilamiento de lo anterior, como condición para el surgimiento de lo nuevo.

La evolución es un desarrollo que repite en cierto modo las etapas ya recorridas, pero que las recorre en otra forma y en un nivel superior –como “negación de la negación”-, es un desarrollo en espiral, por decirlo así, y no en línea recta. Es un desenvolvimiento en forma de saltos, de catástrofes, de revoluciones, por ruptura de la continuidad, por transformación de la cantidad en cualidad, como impulso interno del desarrollo provocado por el conflicto de las contradicciones, de las fuerzas y de las tendencias divergentes que actúan sobre un proceso determinado, o dentro de los límites de un fenómeno concreto, o en el seno de una sociedad definida; por interdependencia y concatenación estrecha e inseparable de todos los aspectos de cada uno de los fenómenos –en los cuales la historia descubre sin cesar nuevos aspectos-, por la interrelación que produce el proceso único y universal del movimiento regido por leyes que le son inmanentes; tales son algunos de los rasgos de la dialéctica, en lo que concierne a la teoría de la evolución.

Hegel expresa el desarrollo de la negación hasta su extremo,  como transcurso de lo relativo abstracto a lo concreto absoluto, de la manera siguiente: “Lo que determina la progresión del concepto es lo negativo que el contiene…esto es lo que constituye la verdadera dialéctica. Pero la negación en general debe ser distinguida de la segunda negación, la cual es la negatividad concreta absoluta, del mismo modo que la primera es la negatividad abstracta. La primera negación prepara y hace posible a la segunda; pero esta última, la negación de la negación, disuelve y supera a la primera y, a la vez, se la apropia. Porque la cancelación de la negación constituye el momento en el cual se muestra el resultado del movimiento; aun cuando este momento es solo el comienzo de un nuevo desenvolvimiento que, siempre por negación y por disolución de la negación, conducirá a una nueva transformación en un plano más elevado y, así, en forma sucesiva e inagotable. El progreso científico consiste en reconocer la proposición lógica según la cual lo negativo es, al mismo tiempo, lo positivo; o que esto es contradictorio, apunta solamente a la negación de su contenido particular; o bien, que tal negación no es la negación de todo, sino de una sola cosa determinada y que, en consecuencia, el resultado contiene esencialmente aquello que se produce en tanto que es resultado. Al propio tiempo que el resultado de la negación es una negación definida y precisa, ella posee un contenido. Se trata de un concepto nuevo, más rico que el precedente y superior a él. En efecto, se enriquece con la negación de éste, de su contrario y, por consecuencia, lo contiene; pero contiene algo más, ya que es la unidad de si mismo y de su contrario".

Por todo esto, tenemos que la negación de la negación surge como resultado del desarrollo de las contradicciones existentes y es, por lo tanto, un momento en el curso de la unidad de sus elementos opuestos. Constituye una etapa transitoria en el desenvolvimiento del proceso que prepara y produce la siguiente fase, ya que denota la resolución de la contradicción, por su cancelación y su superación. Y conduce, como transición activa, a una nueva unidad de contrarios, en la cual quedan contenidos los opuestos anteriores y su conflicto. En consecuencia, la ley dialéctica de la negación de la negación no consiste en la trivialidad de negar doblemente una afirmación, para volver al mismo punto de partida y en el mismo nivel. Por el contrario, representa la negación completa de ambos aspectos opuestos y de la negación que los separa y los enlaza. De aquí que la negación de la negación solo lleve al punto de partida en tanto que lo incluye como elemento inferior, entre los varios elementos que integran la nueva unidad.

La ley de la negación de la negación es una ley cuya acción está condicionada por el nexo y la continuidad entre lo negado y lo que niega; a consecuencia de ello, la negación dialéctica no es una negación vacía…que rechaza todo el desarrollo precedente, sino una condición del desarrollo que afirma y conserva en si todo el contenido positivo de las fases anteriores, repite a un nivel superior algunos rasgos de los grados iniciales y tiene, en su conjunto, un carácter de avance ascensional” (Konstantinov, 1979).

La expresión matemática de la ley de la negación de la negación es la siguiente: (-) (-) = (+). Es decir, la doble negación implica retornar al punto de partida. En este caso a la afirmación (+) inicial. Esta ley se deriva del carácter contradictorio de los procesos materiales, ya que tienen que ser negados los dos contrarios en pugna. En este sentido la negación de la negación expresa el carácter cíclico -más bien en espiral- de los procesos materiales y del pensamiento como expresión mental.


5. Proceso del conocimiento de lo infinito

El conocimiento de lo infinito debe partir de lo finito sensible, específicamente  de la multitud de los objetos singulares y por medio de la abstracción descubrir lo general. Sin embargo, lo genérico no agota el conocimiento de lo infinito, es necesario continuar y descubrir la esencia oculta detrás de la variabilidad fenoménica que constituye su fundamento. Una vez descubierta la esencia, el proceso del conocimiento prosigue en búsqueda de la necesidad, ya que la ciencia estudia los procesos que inevitablemente tienen que suceder; pero, partiendo de la casualidad (lo que puede suceder o no puede suceder) que es su forma externa de manifestarse. Con el descubrimiento de la necesidad y la esencia, se hace posible avanzar aún más en un conocimiento más profundo de lo infinito, con el descubrimiento de la ley, definida como el reposo relativo en del movimiento permanente de la materia, así como una relación necesaria y esencial entre los fenómenos del universo. El conocimiento de las leyes no es suficiente para conocer al objeto en su totalidad, es necesario concluir con el descubrimiento de la causa, partiendo de su contra-parte, el efecto. Sólo así, es posible conocer al objeto de estudio en su concreción mental, partiendo de lo concreto sensible y pasando por la abstracción de singular y contingente.

5.1. Singular vs general

Afanasiev (1990) escribe que:

Al observar el mundo material, lo primero que se presenta ante nuestros ojos es una multitud infinita de objetos y fenómenos singulares. Posteriormente, al compararlos y confrontarlos, el hombre descubre en ellos características y relaciones generales, semejantes.

Estas categorías expresan los vínculos que existen entre un conjunto de objetos de la misma clase.

Lo universal es lo que existe realmente en lo singular; es por ello inadmisible cualquier contraposición entre los conceptos que expresan lo universal y los objetos singulares.

Las categorías, lo mismo que las sensaciones, percepciones y representaciones, son imágenes del mundo objetivo, pero imágenes más complejas y profundas. Estas imágenes, en efecto, no reflejan los objetos en su singularidad, sino en su universalidad y necesidad; reflejan su esencia y las leyes por las que se rigen.

En el objeto singular se pueden descubrir todas las categorías, pues no existe ningún objeto que no posea contenido, forma, cualidad, cantidad y medida.

Las categorías pares expresan en forma particular la ley universal de la contradicción, es decir el hecho real en el sentido de que todos los procesos materiales son contradictorios, pero la contradicción no excluye la unidad relativa y temporal de los aspectos contrapuestos.

Lo singular es un fenómeno u objeto determinado, un proceso o hecho que se da en la naturaleza y en la sociedad. Lo singular recibe con frecuencia en las obras filosóficas el nombre de individual. También se denomina singular o individual al concepto de un hecho o acontecimiento real único, es decir, al pensamiento que abarca este hecho singular. Por universal se entiende la comunidad que existe objetivamente de rasgos, propiedades y caracteres de los objetos y fenómenos singulares de la realidad objetiva, o también la similitud de las relaciones y nexos entre ellos. Universal es lo que se repite a través de lo múltiple, lo diverso y lo individual. También se denomina universal o general al grupo o clase de objetos, caracterizados por poseer aspectos comunes a todos ellos. Lo universal se refleja en el conocimiento bajo la forma de los conceptos generales, de los juicios universales y de las leyes de la ciencia.

Se denomina particular a un grupo de objetos, fenómenos o hechos que, siendo generales, forman parte al mismo tiempo de otro grupo más general; dentro de este grupo, lo particular se presenta como singular o individual, es decir, como parte de un todo más amplio. Lo particular es un eslabón intermedio entre lo general y lo singular.

Lo universal se halla íntimamente relacionado con la categoría de ley, en cuanto que esta expresa el nexo estable, esencial, interno y reiterado entre los fenómenos. Lo que no es universal, lo que no se repite siempre y, en determinada forma, en ciertas condiciones, no puede considerarse como ley. Por tanto, la ley es uno de los modos de manifestarse de la universalidad.

El pensamiento solo puede conocer y definir lo singular considerándolo como universal. El pensamiento no puede expresar lo singular sino es por medio de lo universal.

Lo universal en el pensamiento, es decir, los conceptos y las leyes, es una abstracción de lo singular, una síntesis de los rasgos, de las cualidades y de los procesos observados realmente en innumerables objetos y fenómenos singulares en una sola imagen, en una sola fórmula. A ello hay que agregar que el pensamiento, al reflejar lo universal, lo esencial, al destacar lo fundamental y necesario, viene a separar del objeto lo que tiene de inesencial, de casual y secundario. Lo universal refleja más profundamente el objeto y proporciona un conocimiento más preciso de lo singular, ya que pone de manifiesto lo que hay de esencial, de dominante, en este objeto singular.

Lo universal se halla íntimamente vinculado, a su vez, con la necesidad, es decir, con lo que hay de interno, de forzoso, en los fenómenos y relaciones del mundo objetivo; lo necesario es por lo tanto universal.

Lo universal está emparentado también con la esencia. Esta es el aspecto interno de la realidad que expresa el nexo profundo entre los fenómenos, lo que se mantiene a través de los infinitos cambios de estos fenómenos y a través de sus relaciones con otros.

Lo singular se halla muy relacionado con las categorías de casualidad y fenómeno. La necesidad como es sabido, se presenta bajo la forma de la casualidad, unida siempre a circunstancias que no son necesarias, ya que a veces pueden darse unas circunstancias y a veces otras. Ello significa que la casualidad es algo singular, algo que no es característico ni se presenta en masa.

Lo singular se halla también íntimamente vinculado con el fenómeno, en que se manifiesta la esencia.

Lo singular no existe al margen de sus nexos con lo universal, y lo universal solo existe a través de lo singular. Lo singular solo existe en el nexo que lo une a lo universal.

Todo objeto singular, posee al mismo tiempo, el carácter de lo universal. Ello quiere decir que todo lo que es singular es también, de uno u otro modo, universal. Pero lo universal es también una parte, un aspecto o la esencia de lo singular. Lo universal existe en lo singular y este forma parte de lo universal.

Lo individual o singular es siempre el objeto concreto, el fenómeno individual.

El concepto es el resultado de la abstracción de lo singular y de lo particular, del descubrimiento de lo universal en lo singular y de la fijación de este último en nuestro pensamiento.

La inducción y la deducción son dos formas de razonamiento muy relacionadas con las categorías de lo singular y universal. Ambas caracterizan el movimiento del conocimiento de lo singular a lo general y de este a lo singular respectivamente.

La deducción parte del criterio de que lo singular lleva en su seno rasgos universales, lo que le permite descubrir nuevos conocimientos mediante este razonamiento.

La inducción parte del principio de que todo lo singular tiene rasgos repetitivos que la conducen a lo universal.

Tanto la inducción como la deducción son razonamientos posibles derivados de la unidad inseparable de lo universal y lo singular.

Kursanov (1966) expuso que:

El concepto es la expresión mediata y generalizada de lo singular y la siguiente fase en el proceso del conocimiento es definirlo.

La definición del concepto significa, como es sabido, el descubrimiento de su contenido, lo que tiene lugar a través de la indicación de los rasgos más importantes y determinantes [esenciales]. Hacemos hincapié en la importancia gnoseológica de la definición del concepto. Consiste, ante todo, en que en el proceso de la definición se descubre el contenido del concepto y, de este modo, el concepto adquiere directamente un carácter sustancial y, por consiguiente, objetivo-verdadero. En rigor, el proceso de la formulación del concepto incluye, inevitablemente, su definición como fase final del proceso y forma con éste una unidad orgánica. Pero esta fase es absolutamente necesaria; sin ella, el concepto puede no expresar directamente los rasgos determinantes, es decir, que en ese caso no se pondrá de manifiesto su contenido. El momento culminante de la definición corresponde a la elaboración de los términos necesarios, encargados de fijar directamente el pensamiento acerca de los objetos correspondientes y de sus propiedades. Así pues, en lógica se llama definición al pensamiento o juicio acerca del contenido del concepto.

5.2. Fenómeno (apariencia) vs esencia

Afanasiev (1990) explica que:

Una vez que se ha expuesto claramente lo que es el contenido y la forma de un objeto dado, es necesario considerar si todos sus componentes y manifestaciones tienen el mismo valor; esto es, determinar si cada uno de ellos influye en la misma medida en la existencia y desarrollo del objeto dado. El medio por el que se resuelve esta cuestión, es el del estudio de las categorías de esencia y fenómeno.

El concepto de esencia es muy parecido al de contenido, pero no son idénticos. Pues mientras que el contenido es el conjunto de todos los principios y procesos que integran a un objeto dado, la esencia solo es el aspecto principal, intrínseco, y relativamente estable del objeto. La esencia determina la naturaleza del objeto y es el principio del que proceden sus demás características y aspectos.

El fenómeno y la esencia expresan la compleja unidad de los aspectos internos y externos de los objetos y procesos de la realidad objetiva. En cuanto categorías del conocimiento, reflejan la unidad dialéctica de los grados sensible y racional del proceso cognoscitivo, que revela la esencia profunda de las cosas, sobre la base de la práctica.

La esencia y el fenómeno, son dos aspectos indisolublemente vinculados de la realidad objetiva; uno de ellos, el aspecto interno (esencia) no puede manifestarse sino a través del aspecto externo (fenómeno). Ahora bien los dos aspectos contradictorios, no coinciden nunca plenamente en el modo de manifestarse, y es precisamente esta falta de coincidencia es lo que hace necesario el proceso del conocimiento científico. En efecto, la ciencia no tiene otro fin que el descubrir detrás de lo externo, detrás de lo que se percibe inmediatamente, el fundamento, la esencia de las cosas; es decir, el otro aspecto, el aspecto oculto e interno de los procesos materiales.

La esencia es el aspecto interno relativamente estable, de la realidad objetiva, que permanece oculto tras la superficie de los fenómenos y que se manifiesta a través de ellos.

El fenómeno es el aspecto externo más movible y cambiante de la realidad objetiva, que constituye la forma de manifestarse de la esencia.

En un primer nivel la contradicción entre la esencia y el fenómeno se presenta como la unidad contradictoria de los aspectos externos e internos.

El proceso del conocimiento inicia con el aspecto externo cambiante de las cosas y a través de la abstracción descubre la esencia oculta de los fenómenos.

La unidad existente entre la esencia y sus diversas manifestaciones nos permite hallar lo universal en la pluralidad de los fenómenos singulares y descubrir las leyes de su desarrollo.

En el nivel superficial de los fenómenos están los datos científicos proporcionados por la observación directa y por los instrumentos; información que representa la etapa inicial para el descubrimiento de la esencia oculta detrás de los fenómenos.

Para descubrir la esencia, hay que realizar una serie de experiencias y observaciones especiales; hay que separar lo esencial e importante de lo inesencial y casual; hay que desarrollar un complejo trabajo analítico de los datos experimentales obtenidos; en una palabra, es necesario llevar a cabo una profunda investigación científica.

La contradicción entre esencia y fenómeno es precisamente la causa de que la ciencia solo pueda descubrir la esencia de muchos fenómenos al cabo de una prolongada labor y a veces como fruto de investigaciones que duran siglos.

En el segundo nivel la contradicción entre la esencia y el fenómeno se presenta también bajo la forma de contradicción entre lo estable y lo inestable, entre lo que se halla en reposo y lo que se mueve, entre lo que permanece más o menos constante y lo que cambia rápidamente.

Una vez que ha sido descubierta la esencia, es decir, una vez operada la reducción de lo externo a lo interno, del fenómeno a la esencia, la tarea del conocimiento científico consiste en demostrar cómo y porqué la esencia aparece precisamente bajo determinada forma y no bajo otra; en este momento se transita dialécticamente a las categorías de causa y efecto.

El descubrimiento de la contradicción existente entre la esencia y el fenómeno en el proceso cognoscitivo constituye, por tanto, un proceso complejo. Este proceso consiste en el movimiento del pensamiento de lo concreto a lo abstracto, al conocimiento de la esencia y estriba, a su vez, en un movimiento inverso: de ascenso de lo abstracto a lo concreto, de la esencia al fenómeno, es decir, de elevación hacia una comprensión más profunda de los fenómenos y de los procesos.

La práctica constituye el fundamento inmediato del conocimiento sensible, también se convierte en el criterio objetivo de la verdad.

La práctica es la fuente, la fuerza motriz del proceso del conocimiento, ella es justamente la que plantea a la ciencia nuevas tareas, a la par que exige el que se penetre cada vez más con mayor profundidad en la esencia de los fenómenos.

El proceso del conocimiento no puede detenerse en la superficie de los fenómenos, sino que debe siempre llegar a su esencia, penetrar en lo más profundo de los procesos, asimilar las leyes por las que se rige el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, ya que solo el conocimiento de la esencia, de los nexos internos de los hechos, permite que nos orientemos en el medio que nos rodea, prever el resultado probable de nuestras acciones y determinar acertadamente el rumbo que han de seguir los procesos históricos.

"Por esencia se entienden las relaciones internas, estables. La esencia, como el aspecto interno, es lo opuesto al aspecto externo, mutable de la realidad y conocido como fenómeno".

La discordancia entre  esencia y fenómeno fundamentan la necesidad de la ciencia y de la investigación científica.

5.3. Casualidad vs necesidad

Afanasiev (1990) afirma que:

Estas categorías expresan las relaciones que existen internamente en los objetos y con los procesos materiales externos con los que interaccionan en su desarrollo.

La necesidad es lo que tiene su causa en si mismo, lo que se desprende inevitablemente y con fuerza de ley de la esencia misma, de los nexos internos de las cosas (esencia), de los procesos y acontecimientos; lo que ha de suceder, forzosamente, así y no de otro modo.

Casualidad es lo que tiene su fundamento y causa fuera de sí, en otra cosa,  no en si mismo, ni en la esencia de los fenómenos, de los procesos, de los hechos mismos, ni de las cosas; es lo que se desprende de los nexos accidentales o externos, no de los nexos y vinculo internos, y lo que, en virtud de ello, puede ser o no ser, lo que puede suceder así o de otro modo.

Todos los objetos del mundo material están en interacción recíproca, consigo mismo como lo expresa la categoría de necesidad y con el mundo externo como lo expresa la categoría de casualidad, que está relacionada con la influencia de los procesos materiales externos al objeto de interés y que también condicionan el desarrollo de los fenómenos reales.

La casualidad con frecuencia expresa lo singular que no es objeto de la ciencia; no obstante, en una multitud de fenómenos casuales se abre paso la necesidad, expresada en las leyes estadísticas.

Rosental y Straks (1960) explican que una formidable definición de necesidad la ofrece Hegel en los siguientes términos:

Representa la correlación entre aspectos que, por su esencia, están tan concatenados mutuamente que junto con el uno es directamente  supuesto también el otro”; en otras palabras, necesarios son los fenómenos y sucesos que no pueden dejar de tener lugar, que se desprenden inevitablemente de la propia esencia de las cosas. Su nacimiento es condicionado por la concatenación objetiva de los dos, de las condiciones de la realidad.

Casuales son los fenómenos que pueden suceder o no suceder, que en su determinación no se derivan de la propia esencia de los fenómenos.

De la semilla brota el vegetal; pero inesperadamente una “tempestad”, acompañada de granizo, la destruye. Claro está que la muerte del vegetal ocurrió casualmente: para el destino de este vegetal no estaba, ni mucho menos, predicho, que necesariamente había de perecer. La tempestad podía darse, o no podía darse. La tempestad es, pues, para el vegetal un fenómeno puramente casual. La necesidad está estrechamente relacionada con la casualidad, esta es la forma de manifestarse de la necesidad.

Sembramos la semilla en la tierra, cuidamos su crecimiento, y de esta semilla brota necesariamente el vegetal. Pero con igual necesidad, debido a los procesos que ocurren en la atmósfera, cae la granizada que mata al vegetal. Tanto un proceso como el otro suceden necesariamente, y solo su interacción engendra un fenómeno casual, la muerte del vegetal. Por eso dijo Plejanov, muy justamente, que la casualidad se constituye en el punto de intersección [interacción] de dos sucesos o fenómenos necesarios. Ya de esto carecen de fundamento los que analizan la casualidad separada de la necesidad. Pero la casualidad está vinculada con la necesidad todavía en otra forma, de un modo más profundo.

Si tomamos, no uno o varios casos, sino la masa de las casualidades, se descubre que detrás de ellas se oculta una determinada necesidad histórica, que las casualidades son las formas en que se manifiesta la necesidad.

Al principio, una desviación o diferencia tal tiene un carácter puramente casual. No es típica de toda la especie. Pero si esta desviación casual ayuda al animal o al vegetal a ganar en la lucha por la existencia, es transmitida por herencia de generación en generación y se convierte en un aspecto común de la especie. Lo casual se convierte en necesario, así como lo que antes era necesario se convierte en casual, hasta que desaparece por completo. Sin este tránsito mutuo, dialéctico, de la casualidad y la necesidad, no hubiera sido posible, en general, el desarrollo del mundo orgánico.

Afanasiev (1990) señala que la causalidad es la concatenación más general, la más universal. Pero ella no manifiesta toda la multiformidad de concatenaciones que existen en la realidad; únicamente explica una porción pequeña de ellas. Dentro del intrincado sistema de concatenaciones del universo, las relaciones necesarias y casuales también desempeñan una importante función.

En síntesis, la casualidad debe ser entendida desde dos puntos de vista: uno en el sentido de ser un proceso resultado de la interacción de dos fenómenos necesarios; el otro relacionado con la manifestación masiva de fenómenos casuales, detrás de los cuales se abre paso la necesidad como tendencia, y que estadísticamente corresponde a las medidas de tendencia central (media, mediana, moda, etc.). La estadística es la ciencia de las casualidades masivas y es muy común en los fenómenos biológicos y sociales.

5.4. Ley

Ley [es]… la imagen constante del fenómeno inestable. El mundo suprasensible es… un tranquilo reino de las leyes, ciertamente más allá del mundo percibido, ya que este mundo solo presenta la ley a través del constante cambio, pero las leyes se hayan precisamente presentes en el, como su tranquila imagen inmediata” (Hegel, 1807).

La ley objetiva es una de las formas generales de las relaciones existentes entre los fenómenos.

La ley no expresa todos los vínculos generales existentes entre los fenómenos, refleja solo aquellos que son esenciales para un conjunto de aspectos internos de un conjunto de procesos materiales relacionados.

Konstantinov (1976) afirma que, “no todo lo similar, idéntico, es ley, sino solamente aquello que expresa la esencia de los fenómenos. Ley es el nexo interno y el condicionamiento mutuo de los fenómenos. Ley es la conexión interna y necesaria de los fenómenos”.

Konstantinov (1979) explica que:

Toda ley es una forma de lo universal: la ley abarca y expresa lo general, la esencia, los nexos internos de una masa inmensa de fenómenos afines, lo que de un modo esencial y general caracteriza a esta masa de fenómenos. Pero cada fenómeno de por si tiene sus cualidades propias, y la acción de la ley se refracta a través de estas cualidades específicas de lo singular.

La ley en su forma general, es una determinada relación necesaria entre cosas, fenómenos o procesos, relación que responde a su naturaleza interna, a su esencia. El concepto de ley es una de las fases del conocimiento de la unidad, los nexos y la acción mutua de los fenómenos del mundo objetivo.

No todo nexo entre los fenómenos es una ley. La ley expresa los nexos internos que tienen carácter esencial. Es lo esencial en el movimiento de los fenómenos. Los conceptos de ley y esencia corresponden al mismo orden, a la misma fase.

La ley es la relación necesaria entre los fenómenos… los nexos sujetos a ley actúan obligatoriamente, por la fuerza de la necesidad.

La ley es lo permanente, lo estable, lo que se repite, lo que hay de idéntico en los fenómenos. La ley refleja aquello en que los fenómenos más diversos son idénticos entre si. Lo idéntico solo ocurre en lo diverso, y lo diverso no excluye la identidad, la unidad de los fenómenos en cualquiera de sus aspectos o propiedades. La ciencia al descubrir los nexos internos de los fenómenos sujetos a leyes, establece la identidad en lo diverso y la diversidad en lo idéntico. La ley es una relación interna, necesaria, esencial, entre dos fenómenos.

La ley se caracteriza como una relación de causa a efecto; sin embargo, dicha relación es más general que la ley, ya que la incluye en su seno. La relación causal puede no tener fuerza de ley, puede ser casual, es decir, no ser por si misma una manifestación de la ley. Ahora bien, la ley entraña necesariamente cierta relación causal, ya que provoca siempre determinado efecto.

La ley implica un nexo de causa a efecto, en su más profundo sentido. En el nexo esencial entre dos fenómenos, que es lo que constituye la ley, la acción de un aspecto se convierte en causa de la acción de otro y, a la par, en efecto suyo.

Todo fenómeno es internamente contradictorio. En su individualidad es irrepetible y, sin embargo, pese a ello, se repite y reproduce constantemente. El fenómeno es cambiante, pero lleva en sí, al mismo tiempo algo estable, firme y en reposo. La ley representa lo que continuamente se repite y se reproduce en el fenómeno.

Lo estable se haya indisolublemente unido a la universalidad, que es otro rasgo fundamental de la ley. La ley es universal en el sentido de que encarna los nexos necesarios, estables, esenciales, de todos los fenómenos de un determinado campo, sin excepción. Por muy individual que se presente un fenómeno, sino es casual, siempre se descubrirán en el ciertos rasgos comunes, que le convierten en un fenómeno sujeto a ley.

Así pues, la ley es una relación necesaria, esencial, interna y estable de los objetos y fenómenos, expresada en los movimientos de estos.

Hegel consideró la ley como lo que permanece en calma, en reposo, en los fenómenos.

Las Academias de Ciencias de Cuba y la Academia de Ciencias de la URSS (1981) argumentan que la existencia de relaciones estables, permanentes e invariables entre las propiedades, rasgos y características de los objetos y fenómenos que cambian incesantemente, sirve de base para la abstracción de las leyes. Precisamente la ley expresa la relación estable entre determinadas propiedades y características de los objetos y procesos, resultando indiferentes si se trata de las propiedades de un objeto aislado o de diferentes objetos. Tanto los objetos como sus propiedades, no se mantienen iguales, sino que sufren diversas modificaciones que se describen en las ciencias naturales con ayuda de las variables. Pero independientemente de los cambios y las características de los objetos y procesos, en estas modificaciones siempre se pueden separar algunas relaciones estables y permanentes.

Las leyes son como las estrellas que nos orientan o guían en el infinito movimiento de los procesos materiales.

La ciencia no puede restringirse al estudio de lo variable (singular) por que la materia es infinita en su movimiento y nunca alcanzaría la meta de explicar todos los fenómenos individuales, por que estos son infinitos en su manifestación. Sin embargo, detrás de todo ese infinito movimiento de la materia, existe algo en reposo relativo, que es lo que expresa la categoría de Ley. Matemáticamente se expresa como constantes que se derivan de la interacción de las variables o procesos materiales que intervienen; por consiguiente puede ser definida como la dependencia necesaria y esencial entre los fenómenos; es decir las leyes expresan la constancia que se conserva en la variabilidad resultado de la interacción de los objetos materiales y en las ciencias naturales se expresan a través de magnitudes numéricas constantes.

Las leyes pueden clasificarse en estadísticas y deterministas. Las primeras expresan los nexos necesarios que ocurren en una multitud de procesos materiales casuales y por lo mismo están sujetos a probabilidad; en cambio las leyes deterministas constituyen un caso particular de las leyes estadísticas cuando la probabilidad de ocurrencia es igual a 1 y se presentan cuando el promedio coincide con el hecho casual singular. Por ejemplo cuando el precio promedio coincide con el precio individual de una mercancía. Además las leyes deterministas operan al nivel de los fenómenos singulares.

5.5. Posibilidad vs realidad

Rosental y Straks (1960) escriben que la realidad en el sentido más amplio de la palabra, es el mundo objetivo que nos rodea y existe infinitamente en el espacio y en el tiempo. Sin embargo, la realidad solamente existe en sus manifestaciones finitas y concretas, ninguna de las cuales está dotada de una existencia eterna. Todas ellas se hallan sujetas a un proceso de cambio, de aparición y desaparición. Antes de que los fenómenos se conviertan en una realidad, deben existir primeramente, y existen, como mera posibilidad de aparición, posibilidad creada por determinados fenómenos anteriores, que encierran dicha posibilidad en forma de condiciones. La posibilidad surge de la existencia de la necesidad objetiva y de las leyes que rigen a la naturaleza, gracias a ello, ciertas condiciones encierran en su seno determinadas posibilidades. La posibilidad también se halla relacionada con la casualidad, en el sentido de que puede realizarse o no. En suma la realidad es la posibilidad ya realizada.


5.6. Efecto vs causa

Afanasiev (1990), explica que:

Estas categorías expresan las relaciones necesarias que se presentan entre los aspectos internos de los procesos materiales y constituyen un momento singular en el eslabonamiento universal de los procesos.

El fenómeno, que provoca directamente la aparición de otro y que aparece como su origen, recibe el nombre de causa. El fenómeno provocado por determinada causa se denomina efecto.

La relación causal representa un momento en la concatenación universal de los procesos materiales.

Uno de los rasgos esenciales del nexo causal entre los procesos es la sucesión temporal de la causa y el efecto, es decir, que el efecto acontece después de la causa.

La causa antecede necesariamente en el tiempo al efecto; el efecto, en cambio, solo aparece después de que la causa ha comenzado a actuar.

La relación causal representa un momento en el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad. El efecto, como nuevo fenómeno, solamente puede surgir en determinada fase del desarrollo de las causas que lo engendran; por esta razón, el fenómeno que la hace de efecto aparece siempre después de la causa respectiva. La prioridad de la causa con respecto al efecto, por insignificante que sea, es obligada en toda relación causal.

Rasgo importantísimo del nexo causal es su carácter necesario. Este carácter necesario de la relación causal significa que todo el conjunto de causas y condiciones del fenómeno provoca siempre absolutamente un determinado fenómeno, el efecto. Dicho con otras palabras, las mismas causas repetidas en las mismas condiciones producen siempre los mismos efectos.

Las causas y condiciones de muchos fenómenos de la naturaleza y de la sociedad permanecen relativamente estables a lo largo del tiempo. Esto conduce, como demuestra la ciencia y la práctica, a que los fenómenos se repitan en sus rasgos esenciales; esta reiteración del fenómeno demuestra igualmente el carácter necesario y la identidad del nexo causal dentro de las condiciones dadas.

Las relaciones causales necesarias son, a diferencia de las casuales, las relaciones estables, reiteradas en una multitud de fenómenos, comunes o universales, que expresan las tendencias esenciales del desarrollo de cierto núcleo de fenómenos de la naturaleza y de la sociedad. Así pues, la relación causal es el movimiento sucesivo necesario -sujeto a ley- en el movimiento de la materia.

La idea de que la relación causal abarca todos los fenómenos de la realidad sin excepción es el principio básico de toda verdadera investigación científica, es decir, el principio del determinismo. La causa y el efecto cambian constantemente de lugar en la realidad objetiva. El fenómeno, que actúa como causa en determinado fenómeno, es siempre efecto de otro.

Todo fenómeno es, al mismo tiempo, causa y efecto, pero lo es en relaciones distintas.

5.7. Concreto vs abstracto

Estas categorías están íntimamente relacionadas con el proceso del conocimiento y están estrechamente vinculadas con las categorías de esencia y fenómeno. Estas últimas nos orientan para entender los aspectos internos y externos de los objetos, y lo concreto y abstracto son categorías que nos guían en el descubrimiento de la esencia mediante la abstracción.

Las categorías de lo abstracto y lo concreto constituyen el método para descubrir la esencia y las leyes por las que se rigen los fenómenos de la realidad material.

Lo concreto en el conocimiento refleja el hecho objetivo de que los fenómenos y objetos de la realidad existen en una unidad, como un todo compuesto de diferentes aspectos, cualidades y relaciones.

La imagen concreta cognoscitiva representa un reflejo unitario del objeto; es decir, sus diferentes aspectos se presentan en una unidad, en una conexión recíproca.

Lo abstracto puede darse en el conocimiento porque los diferentes aspectos y las diversas propiedades y relaciones de los objetos poseen una relativa autonomía, se distinguen entre sí, se hallan en una distinta relación con la esencia; por ello, en el conocimiento se pueden separar unos aspectos del objeto, abstrayéndolos de otros.

Lo abstracto surge al separar los aspectos secundarios de los fenómenos, con el fin de captar su esencia. Esta actividad mental que permite prescindir de los aspectos inesenciales para descubrir la esencia, se conoce como abstracción. La práctica determina cual es la propiedad que debe destacarse como esencial.

La tarea de abstraer no solamente consiste en destacar lo que hay de común, de idéntico, entre los objetos, sino principalmente en poner de relieve la esencia de las cosas. La abstracción no estriba simplemente en separar lo general, sino en destacar al mismo tiempo lo que es general y esencial en los procesos materiales.

Así pues, lo abstracto no solo refleja lo que hay de similar entre los fenómenos, sino su esencia, su sujeción a leyes y su naturaleza universal.

Lo abstracto no es el punto final del proceso del conocimiento, sino una etapa para elevarse a lo concreto.

En el movimiento de lo abstracto a lo concreto no se recrea el objeto sensible, que ya existía antes e independientemente de que fuera conocido, lo que surge es el concepto concreto de el; la verdad abstracta no existe, la verdad es siempre concreta. Esta marcha ascendente hacia lo concreto significa una marcha hacia el conocimiento más profundo de la esencia del objeto.

La Lógica Dialéctica considera que lo concreto es el punto de partida y de llegada del proceso del conocimiento. Lo concreto sensible es el punto de partida del conocimiento, lo concreto, a su vez, como síntesis y combinación de numerosas abstracciones, es la meta del conocimiento científico y las abstracciones aisladas constituyen el medio para alcanzar este fin.

La marcha de nuestro conocimiento desde lo concreto sensible a través de lo abstracto hacia lo concreto, reproducido sobre la base del conocimiento de la esencia de los fenómenos, expresa la negación de la negación del saber humano.

Lo abstracto es la negación de lo concreto sensible, y lo concreto, como síntesis de innumerables abstracciones, es la negación de lo abstracto. Esto no significa la vuelta a lo concreto que sirve de punto de partida, sino a lo concreto elevado a un nivel más alto de desarrollo del conocimiento, en el que el objeto es captado de modo más profundo y multilateral.

5.8. Lo lógico vs lo histórico

Al igual que las categorías de lo abstracto y lo concreto; las categorías de lo histórico y lo lógico también tienen una función metodológica, con la diferencia de que estas categorías sirven para abordar los objetos de investigación en su movimiento material.

Son dos categorías básicas para comprender el proceso del conocimiento en su desarrollo histórico; por consiguiente tiene gran importancia para la estructuración lógica de las leyes y categorías como un sistema que refleje fielmente la realidad material y para la clasificación de las ciencias en base al movimiento de la materia.

Por histórico hay que entender la realidad objetiva que existe independientemente de la conciencia del sujeto cognoscente, la realidad que se desarrolla históricamente y se halla en un estado de cambio constante. La categoría de lo histórico refleja el carácter histórico y mutable del mundo objetivo.

Lo lógico es una forma del conocimiento, el reflejo de la realidad, la copia intelectual o imagen de ella; es así mismo, una determinada forma del movimiento del pensamiento hacia el objeto.

Lo lógico y lo histórico se hallan en unidad y deben considerarse en íntima relación.

Se trata de una unidad en la que lo histórico, es decir, el mundo objetivo en desarrollo, determina a lo lógico y en la que lo lógico es un reflejo de lo histórico.

Lo lógico debe reflejar, en lo esencial, el proceso histórico de los procesos reales.

En consecuencia las categorías y conceptos científicos deben ser reflejo del nexo histórico entre los fenómenos y deben deducirse unas de otras en consonancia con la verdadera historia del objeto de investigación.

Lo lógico es el reflejo mental corregido de lo histórico, puesto que no considera los retrocesos temporales que desvían el desarrollo normal progresivo de los fenómenos.

Lo lógico no es mera descripción de los hechos, aunque estos se consideren en su desarrollo histórico, sino un complejo proceso del pensamiento que aspira a conocer la realidad captando las leyes que rigen su desarrollo.

Lo lógico no repite lo histórico en todos sus detalles, sino que reproduce en forma de abstracciones lo más importante, lo que constituye su esencia, basándose para ello en el estudio de toda la riqueza del proceso real. Lo lógico y lo histórico forman una unidad, pero no son idénticos; coinciden en lo fundamental, en lo esencial.

Lo lógico es el reflejo sintético y corregido de lo histórico, en el sentido de que refleja el desarrollo de la realidad ajustado a leyes y de que explica la necesidad de ese desarrollo.

La misión de la ciencia estriba en reflejar la conexión histórica fundamental que se observa entre los fenómenos a lo largo del desarrollo de un objeto dado.


6. Conclusiones

La ley de la contradicción es la que define a la dialéctica materialista y establece que en el universo todos los procesos son contradictorios. En este sentido, la naturaleza, la sociedad y el conocimiento son contradictorios.

La contradicción más elemental es la existente entre el espacio vs el tiempo que se definen como las formas de existencia de la materia. Más específicamente el espacio puede ser definido como tiempo en reposo  de la materia y el tiempo puede ser definido como movimiento sucesivo de la materia. Esta no existe en el espacio y en el tiempo, más bien, su existencia es espacial y temporal.

La contradicción más general es la que se da entre el contenido vs la forma, la cual es inherente a todos los procesos materiales. Es la materia en movimiento (contenido) la que genera su forma o estructura correspondiente. Además, existen contradicciones de menor generalidad, como son: la atracción vs la repulsión que mueven al universo físico, metabolismo (anabolismo vs catabolismo) que mueve a la vida, lucha social que transforma a las sociedades humanas y razonamientos contradictorios (inducción vs deducción, análisis vs síntesis, polémica) que mueven al conocimiento.

El movimiento entendido como todo cambio o transformación que opera en la materia y en el conocimiento, es la unidad contradictoria entre la cantidad vs la cualidad y su transformación recíproca, como lo establece la segunda ley de la dialéctica materialista. Esta ley es un caso particular de la ley dialéctica de la contradicción.

La ley de la negación de la negación es el resultado de la ley de la contradicción, puesto, que tienen que ser negados los dos contrarios. Establece que los procesos materiales se mueven en espiral. Retornan a su punto de partida, pero a un nivel muy superior. Es decir, el movimiento de la materia y el conocimiento se mueve de lo simple a lo complejo. La expresión matemática de la ley de la negación de la negación es: (-) (-) = (+).

Las tres leyes de la dialéctica sirven de marco de referencia teórico y metodológico general, para el estudio de los problemas de investigación de todas las ciencias particulares, por el hecho de que todo objeto de estudio es la unidad contradictoria de lo general vs lo singular.

En correspondencia con la ley de la contradicción, el universo es la unidad contradictoria de lo finito vs lo infinito y su conocimiento se mueve de lo finito sensible a lo infinito insensible. Específicamente el método general del conocimiento de lo infinito consiste en moverse de lo concreto sensible y a través de la abstracción descubrir lo abstracto y en seguida por medio de abstracciones sucesivas reproducir el objeto de estudio en su totalidad en la esfera del pensamiento. Es decir, también el proceso del conocimiento se mueve cíclicamente: de lo concreto sensible a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto del pensamiento.


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