CATEGORIAS Y LEYES DE LA DIALÉCTICA
MATERIALISTA
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
Introducción
La dialéctica tiene sus antecedentes
en la antigüedad griega en los siglos V y IV A.C. con Heráclito, quien por
primera vez concibió el movimiento de la materia como resultado de la contradicción.
Su doctrina dialéctica motivó el desarrollo de la filosofía idealista de Parménides, al afirmar el fundamento de la variabilidad de los fenómenos singulares está en
el ser, ente metafísico suprasensible inmutable. La doctrina dialéctica de
Heráclito fue opacada por la filosofía idealista platónica y por la filosofía
aristotélica, particularmente la lógica de la identidad que niega la
contradicción. Fue hasta principios del siglo XIX cuando el gran pensador
alemán Hegel rescató la doctrina del ser de Parménides y el devenir de la
dialéctica de Heráclito y expuesta en su Ciencia de la lógica entre 1812 y
1816, que aunque se trataba de una dialéctica de los conceptos logró la
síntesis de los descubrimientos científicos alcanzados en esa época.
La dialéctica idealista hegeliana fue
invertida por Marx y Engels a mediados del siglo XIX y junto con la generalización
de los nuevos descubrimientos científicos, fue transformada en dialéctica
materialista. Esta constituye el logro filosófico más importante y consiste en
un complejo de categorías y leyes universales estructuradas lógicamente, que explican
racionalmente los problemas más generales de la naturaleza, la sociedad y el
conocimiento. Por su carácter general, funcionan como marco de referencia teórico
y metodológico en la investigación de los objetos de estudio de las ciencias
particulares.
Las categorías o conceptos más
generales, así como las leyes universales de la dialéctica materialista, son el
resultado de la actividad práctica de la sociedad humana, que al generalizarse se
convierte en lógica. Es decir, surgen en la marcha ascendente de lo concreto a
lo abstracto, de lo singular a lo universal. Pero, una vez que las categorías
han surgido, el conocimiento sigue, al parecer, una dirección inversa: de lo
abstracto a lo concreto y de lo universal a lo singular. Quien se empeñe en
quedarse en lo universal y en no salir de sus límites, caerá en lo abstracto,
es decir, en la desvinculación de la vida y la actividad práctica. Cada
categoría en particular, expresa determinado momento del movimiento mismo; para
comprender el objeto como un todo se requiere de la concurrencia de todas las
categorías. Se pueden desconocer las categorías, no
ser dialécticos conscientes, pero las leyes dialécticas objetivas universales se imponen con tal fuerza a quienes la investigan, que se ven
obligados, espontáneamente, a pensar en forma dialéctica (Rosental
y Straks, 1960).
1. Espacio vs tiempo: formas de existencia de la
materia en movimiento
Bunge (1973) escribió
que para Newton el espacio y el tiempo no solamente existen objetivamente, sino
que son a su modo cosas reales: el espacio ha existido fuera de todo cuerpo y
continuará existiendo en ausencia de estos cuerpos materiales, en cuanto al tiempo, es una especie
de cosa autónoma e inaprensible, un género particular de corriente. Es poco
probable que los sabios hayan dado una gran importancia a los componentes
teológicos de la filosofía newtoniana del espacio y del tiempo, pero durante
largo tiempo aceptaron que el espacio y el tiempo existían fuera de la materia
y que no estaban sometidos a ninguna acción por parte de ésta. Esta concepción
que prevalece hasta el presente en la mayor parte de las ciencias, es la
llamada concepción del espacio absoluto y del tiempo absoluto, no condicionados
por los procesos materiales. Si en el universo no existiera más que un solo y
único cuerpo, éste no podría desplazarse, puesto que el movimiento sólo es
posible en relación con un determinado sistema material de referencia. Por
ello, independientemente de las fuerzas que actúan para que el movimiento sea
posible, es necesario tener por lo menos dos cuerpos. Si el universo estuviera
completamente vacío, no habría en él ni espacio ni tiempo. El espacio físico no
existe más que en la medida en que existen sistemas físicos (cuerpos, campos,
entidades cuánticas, etc.). Exactamente de la misma forma, el tiempo no existe
más que en la medida en que estos sistemas se transforman de una manera u otra.
Un universo estático poseería caracteres espaciales, pero carecería de tiempo.
En consecuencia, a diferencia de una teoría puramente matemática del espacio y
del tiempo, una filosofía racional del espacio y del tiempo debe partir de la
hipótesis de que el espacio es un sistema de relaciones concretas entre objetos
físicos, y que el tiempo es una determinada función de las modificaciones que
se producen en estos objetos. En otros términos: debe ser una teoría del
espacio y del tiempo relacional y no absoluta. Desde un punto de vista relacional,
el espacio-tiempo no es un sistema de referencia abstracto ni una especie de
arena o fondo, fijos e inicialmente dados, sobre los cuales se desarrolla la
comedia cósmica. El espacio-tiempo sería más bien estructura fundamental del
conjunto de los acontecimientos. Para el materialismo dialéctico el espacio y
el tiempo son formas de existencia de la materia y como tales son inherentes al
movimiento interno de la realidad material y de ninguna manera se trata de
procesos externos a la dinámica material del universo como la concibe la
metafísica.
2. Ley de la contradicción
De Gortari (1959) opina que:
La “Dialéctica –dice Hegel-
consiste en concebir los contrarios como fundidos en una unidad, o a lo
positivo como inmanente de lo negativo”. Porque, si se considera al pensamiento
por medio de la identidad sin contradicción, entonces se le considera al mismo
tiempo como inmóvil y, como trascendente al universo, en el cual todo es
movimiento. Ahora bien, lo que la ciencia ha comprobado es justamente lo contrario:
el pensamiento es inmanente al universo y, en su movimiento, refleja y expresa
al movimiento del universo. Los conflictos internos del pensamiento
corresponden, así, a las contradicciones objetivas de los procesos universales.
Y, por lo tanto, la lógica representa la conexión inmediata del pensamiento con
el contenido concreto de las manifestaciones de la existencia. En consecuencia,
todo conocimiento, como forma de expresión de un proceso existente, exhibe una
sucesión inacabable de contradicciones, en las cuales y por las cuales llega a
ser determinado progresivamente. Porque, en rigor, “no hay nada en lo cual no
se pueda y se deba mostrar la contradicción; es decir, las determinaciones
opuestas; ya que un objeto sin contradicción no es sino una pura abstracción
del entendimiento, por la cual se mantiene con violencia una sola de las
determinaciones, en tanto que se oscurece en la conciencia la determinación
opuesta, contenida en la primera”. La ley de la contradicción en los objetos
existentes y entre ellos, es el fundamento primordial de la lógica científica.
Con esta ley se expresa el conflicto entre opuestos que impera objetivamente en
el universo entero. Porque la existencia se manifiesta en aspectos
contradictorios que se excluyen mutuamente, y todos los procesos –de la
naturaleza, la sociedad y el pensamiento- están formados por elementos
contradictorios y antagónicos. El desarrollo de estos procesos es una pugna
entre contrarios que, finalmente, llegan a identificarse. Y es en esta lucha y
por esta identificación que se produce el movimiento, los saltos bruscos, el
desenvolvimiento gradual de los procesos y las interrupciones en este
desarrollo, la transformación recíproca entre los polos opuestos, la
destrucción de lo caduco y el surgimiento de lo nuevo.
El conflicto entre los contrarios
se manifiesta de diversos modos. En primer término, toda determinación implica
necesariamente la determinación de su opuesto; porque la existencia de un
proceso implica ineludiblemente la existencia del proceso opuesto. Así, para
comprender algo, es preciso distinguirlo de su opuesto, porque su existencia
depende de la existencia de otras cosas, las cuales se engendran con ella en
una relación de contradicción. Además, los opuestos polares siempre llegan a
identificarse. Aun cuando en cierto momento dos propiedades aparezcan como
excluyentes entre sí, no obstante, esta oposición radical se supera siempre en
un momento posterior, en el cual se identifican las propiedades antagónicas por
la coincidencia de sus características. Por otro lado, cada proceso concreto es
una unidad de elementos contrapuestos. Porque toda manifestación particular de
uno de estos elementos implica la relativa abstracción de los otros elementos,
sin que por ello dejen de existir estos últimos. Así, cuando se resalta la existencia de un elemento determinado, entonces ocurre
sencillamente que el correspondiente elemento contrario está ocupando una
posición relativamente secundaria y menos manifiesta. Por consiguiente, cada
proceso constituye el desarrollo continuo de un conflicto entre fuerzas,
movimientos, impulsos, influencias o tendencias de sentido opuesto. Por lo
tanto, en todo proceso se manifiesta objetivamente su existencia
contradictoria. Más aún, las propiedades opuestas de un proceso son las que lo
constituyen de una manera intrínseca; o sea, que la contradicción en los
procesos y entre los procesos es la forma fundamental de su existencia
objetiva. Por todo esto, en un sentido lógico estricto, las determinaciones
contradictorias de un proceso –o bien, la determinación simultánea de procesos
opuestos- no solo pueden ser, sino que deben ser compatibles y verdaderas al
mismo tiempo.
La contradicción interna es la
causa básica del desenvolvimiento de un objeto; mientras que sus
interconexiones y la interacción mutua con otros objetos, siempre en oposición,
constituyen las causas secundarias de dicho desenvolvimiento. Entonces, las
causas externas son la condición del cambio, en tanto que las causas internas
forman las bases del cambio. De este modo las contradicciones externas se hacen
operantes a través de las contradicciones internas y se manifiestan en la
manera como condicionan a estas últimas.
Así pues, la Ley de la unidad y
lucha de los contrarios se enuncia de la siguiente forma:
“La unidad y lucha de contrarios es
la ley conforme a la cual todas las cosas, todos los fenómenos y procesos, que
poseen internamente lados y tendencias opuestas, luchan entre si; la lucha de
contrarios da un impulso interior al desarrollo y conduce a una agudización de
las contradicciones, que al llegar a cierta fase, se resuelven mediante la
extinción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo” (Konstantinov, 1976).
2.1. Universo: unidad
contradictoria de lo Finito vs lo infinito
Fue Hegel (1812-1816), quien dio un salto en el
conocimiento de la dialéctica de lo finito y lo infinito. Concibe a la esencia
de lo finito como: no ser, perecer y morir. Su ser está en lo infinito. Este
está en la negación permanente de lo finito. Lo finito es la cualidad del ser
dentro de sí. Lo infinito es la afirmación, resultado de la negación de la
negación de lo finito. Este no tiene realidad, su realidad está en lo infinito
que constituye su fundamento.
Engels (1878) en su polémica con Duhring en el campo de la
las ciencias naturales, analizó la naturaleza del universo y afirmó que
la esencia de lo finito no está en su ser abstracto, más bien está en su unidad material
y la prueba de tal aseveración está en el prolongado período de desarrollo de
las ciencias naturales experimentales. Estas confirman que detrás del nacer y
perecer de lo finito está la materialidad del universo. En este sentido el
universo en su dimensión infinita es eterno, es decir, no tiene principio ni
fin.
Vásquez (1993) al interpretar la
dialéctica hegeliana de lo infinito y lo finito, al afirmar que Hegel entendía
que la filosofía, si pretende ser verdaderamente tal, es idealismo.
Evidentemente, la filosofía de Hegel será también idealismo. ¿Qué hay que
entender por tal? Por idealismo hay que entender, dice Hegel, "la
idealidad de lo finito", esto es, que lo finito solo llega a la verdad
cuando logra la identidad con el concepto. Lo finito, es lo perecedero, lo que
tiene un nacimiento y un fin. Lo infinito, en cambio, ni nace ni muere ni cambia:
permanece siempre igual a sí mismo. Una filosofía no idealista mantiene
separados ambos conceptos. Por un lado, lo infinito, del otro, lo finito. Según
Hegel, la infinitud verdadera es la unidad de lo finito y lo infinito. La
unidad de ambos términos se logra a través del pensamiento. Lo infinito y lo
finito son aspectos contradictorios de la realidad, por consiguiente, la unidad
tiene que producirse, a través de la dialéctica. Lo finito, por su propia
dialéctica tiene que convertirse en infinito. Uno de los ejemplos más claros en
los que Hegel expone la dialéctica de lo finito y lo infinito en la Fenomenología
del espíritu (1807), es cuando analiza la dialéctica de la certeza sensible (tiempo vs espacio). El ahora es una determinación del tiempo y a la pregunta de
¿qué es el ahora? contesta que el ahora es de noche. Pero a la noche la sucede
el medio día. De este ejemplo infiere Hegel que dos ahora, el que se refería al
día y el que se refería a la noche han dejado de ser, no se han conservado.
Pero se mantiene el ahora que sirve para señalar a ambos, o más bien, a todos
los ahora que dejan de ser. Estos, son finitos, empiezan y luego dejan de ser.
Pero el ahora que permanece, no perece, no le afecta que los ahora sensibles
dejen de ser, no le afecta para nada el surgir y perecer de los ahora, se
mantiene en el desaparecer de los ahora sensibles finitos. Ellos tienen dentro
de sí su negación, pero esa negación es lo que hace surgir el ahora que
permanece. Si no fuera por ese desaparecer, o lo que es lo mismo, por la
negación de lo sensible, no surgiría el ahora que no perece. Algo similar
ocurre con el espacio. Aquí es un árbol, luego el aquí es una casa. En este
ejemplo, el árbol y la casa son negados, pero se conserva el aquí que no perece
con lo sensible. A esto que aparece con la negación de lo finito-sensible, es a
lo que Hegel denomina como universal y es la verdad de la certeza sensible. El
propósito de Hegel es demostrar que lo finito-sensible no es. Esta es una tesis
fundamental de su filosofía idealista. El ser sensible no tiene realidad. La
dialéctica, esto es, el proceso de negación de lo sensible, se fundamenta en la
no realidad de lo finito-sensible. En consecuencia, Hegel tiene como supuesto
que lo real es lo universal o infinito, lo que permanece en la negación de lo
sensible. En la dialéctica de la certeza sensible ya está operando la base de
la filosofía hegeliana: el no ser de lo sensible, la no verdad e irrealidad de
lo singular sensible. Así pues, según Hegel, lo finito sensible no es. En
contraposición al idealismo de Hegel, el materialismo afirma, que la verdadera
realidad, de la que hay que partir para lograr un conocimiento verdadero, es lo
finito. La dialéctica de lo finito, su negación es el mecanismo que Hegel
utiliza para demostrar que solo hay una realidad, la de lo infinito. Lo finito
es lo limitado, lo que tiene comienzo y fin, lo que existe al lado de otros
objetos. Estos son su límite, y a la vez, cada ser finito se diferencia de los
otros. Un ser diferente de los otros, constituido de modo diferente, limitado
en espacio y tiempo, es un ser finito. Feuerbach y Marx invierten la dialéctica
idealista hegeliana y ponen como fundamento de lo infinito a lo
finito-sensible. En este sentido, el conocimiento tiene que moverse de lo
finito-sensible a lo infinito insensible.
2.2. Contenido vs forma
Rosental y Straks (1960) explican
que:
La forma y el contenido son
categorías de la dialéctica materialista, en las que se reflejan, como en otras
categorías, los aspectos esenciales del desarrollo del mundo objetivo.
El materialismo mecanicista y
metafísico de los siglos XVII y XVIII trató de superar la separación entre el
contenido y la forma y de dar al problema una solución materialista. Giordano
Bruno, por ejemplo, señaló la unidad del contenido y de la forma, que eran,
para él, manifestaciones de una naturaleza única. Francis Bacon, uno de los
fundadores del materialismo metafísico, suponía que la forma es inherente por
necesidad a la materia. En el fondo, formulaba la idea de que la forma es inherente al contenido y que se hallaba
determinada por éste. Bacon entendía por forma el movimiento en cuanto estado
de la materia. Aunque la concepción de Bacon acerca de la forma y el contenido
era, en lo fundamental, acertada, materialista, este pensador no percibía aún
toda la complejidad del problema de las relaciones mutuas entre ambas
categorías.
Los viejos materialistas,
metafísicos y mecanicistas, no veían e incluso negaban, por regla general, las
contradicciones internas, inherentes a los objetos y fenómenos, ni acertaban a
elevarse a una comprensión de la fuente del movimiento de la materia por sí
misma; por todo ello, era natural que no estuvieran en condiciones de explicar
las contradictorias relaciones mutuas entre el contenido y la forma, ni de demostrar,
especialmente, el papel activo de la forma.
Kant, como es sabido, admitía la
existencia de cosas fuera de la conciencia humana, pero negaba toda posibilidad
de conocerlas. Según el filósofo alemán, el caos de impresiones sensibles se
ordena por medio de las formas “a priori” de la sensibilidad (el espacio y el
tiempo) y de las categorías del entendimiento (causalidad, ley, etc.), innatas
en el hombre y que se dan en él independientemente de toda experiencia. Kant
consideraba, metafísicamente, las formas lógicas como inmutables, aisladas de
su contenido material, y, llegaba, por esta vía, a la conclusión idealista de
que la forma y el contenido son patrimonio privativo del hombre, que no conoce
más que sus propias impresiones sensibles, y no pertenecen, por tanto, al mundo
objetivo.
Enfrentándose a la metafísica, que
no alcanzaba a ver la actividad de la forma, y sometiendo a crítica la
separación kantiana entre el contenido y la forma, Hegel subrayaba la unidad y
el carácter contradictorio de la forma y la materia y señalaba, al mismo
tiempo, que la forma es, en esa misma medida, el movimiento de la materia.
La forma y la materia, según Hegel,
se presuponen la una a la otra. La materia debe tener necesariamente una forma.
Pero, al considerar la materia como el ser otro de la idea, como algo inferior
en relación con la idea, Hegel afirmaba que la materia “es pasiva, en oposición
a la forma, que es lo activo”. Es el resultado a que conduce, inevitablemente,
su concepción idealista, deformada, del universo.
Aristóteles, al plantear en
términos generales el problema de las categorías, entre ellas las de contenido
y forma, sentaba ciertas bases para su investigación en el futuro. Los
representantes del materialismo metafísico aportaron, como un elemento valioso,
su empeño en concebir el contenido y la forma partiendo de una base
materialista, pero estaban lejos de comprender la dialéctica de las relaciones
mutuas entre ambas categorías. Hegel señaló el nexo dialéctico que une a las
categorías de contenido y forma y en ello reside el aspecto positivo de sus
ideas. No podía, sin embargo, resolver acertadamente el problema, ya que partía
de bases falsas, idealistas.
El materialismo dialéctico parte de
la tesis de que el mundo que existe objetivamente es una materia infinitamente
multiforme y en continuo movimiento y desarrollo. Y la fuente del movimiento de
este mundo material único debe buscarse en las contradicciones que lleva en su
seno. El contenido y la forma se dan en todas las cosas y procesos de la realidad.
En el mundo objetivo, el contenido
es el aspecto interno de los objetos. Este aspecto representa un conjunto de
elementos y procesos que constituyen el fundamento de la existencia y del
desarrollo de las cosas. La forma es la organización, la estructuración del
contenido. En los fenómenos, que pertenecen a la esfera del conocimiento, la
forma es la expresión del contenido.
En la naturaleza, cada átomo posee
cierto número de partículas elementales (electrones, protones y neutrones), que
actúan las unas sobre las otras. Estas partículas constituyen el contenido del
átomo. Las partículas, a su vez, se hallan dispuestas en cierto orden: los
protones y neutrones forman el núcleo del átomo y los electrones se mueven
alrededor del núcleo; como resultado de ello, el átomo posee una determinada
estructura o forma, que es característica de todo elemento químico.
El contenido de diferentes
cristales se halla representado por un conjunto de átomos, sujetos a una
estrecha relación mutua, y su forma consiste en la estructura del enrejado
cristalino, en que los átomos se disponen en forma muy precisa en relación los
unos con los otros.
“Toda la naturaleza orgánica
–escribió Engels- es una sólida demostración de la identidad o unidad
indisoluble del contenido y la forma. Los fenómenos morfológicos y los
fisiológicos, la forma y el contenido se condicionan mutuamente”.
Cada organismo tiene su propio
contenido representado por el conjunto de elementos materiales inherentes a él,
células, órganos, que cumplen diversas actividades y funciones de un modo
específico. De la misma manera, cada organismo posee, asimismo, determinada
estructura, una cierta organización de los elementos materiales que lo
integran, es decir, una forma. Ningún organismo podría existir sin la unidad de
contenido y forma.
El modo de producción social
presenta dos aspectos (las fuerzas productivas y las relaciones de producción),
que actúan como contenido y forma, vinculados entre sí.
El contenido de una empresa o
institución lo constituye la actividad concreta de los hombres que la integran,
y la forma está representada por la organización, por la distribución y la
subordinación de quienes trabajan en ella.
En la vida espiritual, las cosas
son un poco distintas. El pensamiento, la idea es el reflejo de determinado
contenido en la conciencia humana, expresado por medio de palabras.
En una obra literaria el contenido
se halla representado por las relaciones sociales, por el trabajo o la lucha de
clases, que se refleja en ella, y la forma, expresión del contenido, por la
composición, el asunto, el lenguaje, etc.
La forma no es algo superficial o
exterior, impuesto desde fuera al contenido del objeto. Claro está que los
objetos tienen también una forma externa, espacial y geométrica que salta en
seguida a la percepción; pero la forma no se limita a esta manifestación
externa, sino que internamente se halla unida al contenido.
Todo organismo vivo se ha formado
no solamente con los elementos exteriores a él. También los órganos que
constituyen su contenido, tienen su propia forma.
Las células orgánicas, que integran cada órgano en particular, poseen su propia
forma, que reviste un interés especial para la histología. En las células
cualitativamente distintas de órganos diferentes se efectúan los procesos
específicos inherentes a ellas, que han adquirido bioquímicamente una forma,
que ofrecen determinada estructura y se hallan sujetos a una acción mutua. La
forma externa aparece vinculada al comportamiento activo del contenido, que se
ha ido formando internamente, y que viene a ser su resultado.
La forma exterior es producto del
contenido total, integrado por una enorme cantidad de elementos particulares,
que poseen su forma propia.
La forma externa no se identifica,
en general, con la forma interna, inherente al contenido.
El nexo de las formas externa e
interna con el contenido del objeto presenta un carácter distinto en los
diferentes objetos y procesos.
La forma, por consiguiente, no es
sólo algo superficial, sino también algo interno que penetra y traspasa el
contenido, dotado de forma en cada uno de sus elementos. El contenido y la
forma se penetran recíprocamente; el contenido tiene una forma y la forma posee
un contenido.
Al mismo tiempo, el contenido y la
forma no son una pareja de contrarios inmutables e inmóviles. Cada uno de estos
polos opuestos, enlazados en un conjunto de relaciones mutuas con otros
fenómenos, puede desempeñar el papel de forma o de contenido.
No existe, una forma que no esté
empapada de contenido, que no organice el movimiento y la actividad de un
contenido, del mismo modo que no existe un contenido que no se exprese,
estructuralmente, en determinada forma. No existe ningún contenido cuyo
desarrollo no provoque ciertos cambios en su forma, como no hay tampoco una
forma que no influya, a su vez, en el desarrollo de su contenido.
Por oposición a las doctrinas de
los filósofos idealistas, el materialismo dialéctico sostiene que el papel
fundamental y determinante en la correlación entre el contenido y la forma
corresponde al contenido. Primero, cambia el contenido y después y, en
consonancia con este cambio, se modifica y reestructura la forma. El contenido
opera como el principio rector por ser el fundamento mismo de las cosas.
La materia en movimiento, con sus
estados concretos, es el contenido de los objetos y de los fenómenos, que se
presentan bajo múltiples formas. “La materia –dice Marx- es el sujeto de todos
los cambios”. El contenido del conocimiento lo da el mismo mundo material, que
se refleja en el cerebro humano en forma de percepciones, conceptos, etc. Estas
formas ideales, los pensamientos, se expresan por medio de sonidos y se
representan con signos gráficos, es decir, materialmente. Por consiguiente, las
formas ideales, tanto por su contenido como por su expresión externa, dependen
del mundo material.
La forma no puede existir aislada
del contenido; carece de un sustrato propio, al margen de él. Su fundamento es
el contenido mismo; es natural, por ello, que la forma dependa del contenido,
que es el aspecto determinante.
El contenido de los objetos y
fenómenos se halla en continuo desarrollo. La forma, a su vez, se desarrolla
también, pero más lentamente que el contenido; es decir, posee mayor
estabilidad que éste.
El contenido desempeña el papel
determinante en los cambios que se operan en la forma.
Al cambiar el contenido, se opera
también un cambio visible en la estructura morfológica o, lo que es lo mismo,
en la forma del organismo.
Los cambios morfológicos, es decir,
los cambios que se producen en la estructura, en la organización de los
diferentes órganos y tejidos (formas) del organismo, se operan como una
consecuencia necesaria del prolongado funcionamiento, que cambia a lo largo de
una serie de generaciones, de los elementos materiales vivos, es decir, del
contenido.
Los datos relativos al desarrollo
de la vida social demuestran igualmente que el contenido desempeña el papel
determinante con respecto a la forma. La ley de la correspondencia de las
relaciones de producción con el carácter de las fuerzas productivas,
descubierta por Marx, pone de relieve los rasgos específicos de la
interdependencia dialéctica entre el contenido y la forma en la vida social.
La producción social se halla
siempre sujeta a un proceso de movimiento y desarrollo, que comienza siempre
por los cambios que se operan en el estado de las fuerzas productivas y, ante
todo, en los instrumentos de producción. El desarrollo de las fuerzas
productivas es la base, el fundamento de la historia de la humanidad.
Las relaciones de producción, es
decir, la forma que reviste el desarrollo de las fuerzas productivas, se
modifica en consonancia con los cambios operados en el contenido. La historia
de la humanidad se nos presenta como una sucesiva sustitución de las formas
sociales, determinada por el desarrollo del contenido, o lo que es lo mismo, de
las fuerzas productivas. Estas últimas desempeñan una función tan decisiva, que
Marx escribió lo siguiente acerca de los instrumentos de trabajo,
considerándolos como índices de las relaciones sociales en que el trabajo se
realiza: “El molino a mano hace surgir la sociedad encabezada por el señor
feudal; el molino de vapor, la sociedad presidida por el capitalista
industrial”.
La relativa autonomía de la forma
se revela en su mayor estabilidad con respecto al contenido, que cambia con más
rapidez que la forma. Una de las manifestaciones de la autonomía relativa de la
forma consiste en el retraso de su desarrollo con respecto al del contenido,
como lo demuestran muchos hechos de la vida, en la naturaleza y en la sociedad.
Los cambios que se operan en el
intercambio de sustancias, es decir, en el contenido, no traen consigo, rápida
y automáticamente, cambios de forma. El contenido, aunque ya modificado, sigue
inserto todavía por algún tiempo en la vieja forma.
También en la vida social marcha la
forma a la zaga del contenido. El capitalismo actual constituye un ejemplo del
claro retraso de la forma social con relación al desarrollo del contenido. Hace
ya mucho tiempo que, en los países capitalistas, reviste la producción un
carácter social, no obstante lo cual se mantiene en pie la propiedad
capitalista privada sobre los medios de producción.
La forma y el contenido actúan en
el proceso de desarrollo como contrarios dialécticos, que se condicionan
mutuamente.
Lenin caracterizaba la correlación
entre forma y contenido como una de las manifestaciones esenciales de la ley
universal de la unidad y lucha de contrarios.
El nacimiento y desarrollo de las
contradicciones y de la “lucha” entre el contenido y la forma, tanto en la vida
social como en el desarrollo de la naturaleza, son manifestaciones de la ley
universal del desarrollo a través de la lucha de contrarios. Sin embargo, el
carácter de la contradicción entre el contenido y la forma, su grado de
desarrollo y el modo de resolverse en cada caso concreto presenta rasgos
peculiares, ya que todo depende de las condiciones concretas, internas y
externas.
La “lucha” del contenido con la forma es una de las fuerzas motrices del desarrollo de las cosas y de los fenómenos y de su tránsito a nuevos estados cualitativos. Sin embargo, para no caer en una concepción superficialmente estrecha y unilateral de las fuentes del desarrollo de las cosas, debe tenerse presente que la “lucha” entre el contenido y la forma se despliega siempre dentro de las condiciones concretas.
Lenin señalaba que un viraje, un
cambio brusco en el desarrollo conduce inevitablemente a una falta de
concordancia entre la vieja forma y el nuevo contenido.
De lo antes expuesto se deduce que
la concordancia o, por el contrario, la discordancia entre la forma y el
contenido, es de suma importancia para el desarrollo de éste. El objeto, el
régimen social, sólo puede desarrollarse con más éxito y mayor rapidez allí
donde la forma corresponde al contenido. Si ambos aspectos concuerdan, ello
significará que la forma satisface las necesidades del desarrollo del
contenido, contribuye a que el movimiento avance y actúa como importante fuerza
motriz del progreso.
La necesidad de que se correspondan
el contenido y la forma viene impuesta objetivamente por las necesidades del
desarrollo del contenido. Toda forma concreta existe solamente en la medida en
que corresponde total o parcialmente al contenido, en la medida en que abre
ancho cauce a su desarrollo y contribuye al desarrollo del contenido, o, al
menos, brinda una posibilidad de desarrollo por limitada que sea. Cuando menos
corresponde la forma al contenido, tanto más se acerca aquélla a su muerte.
Cuando surge un hondo divorcio entre la forma y el contenido, la vieja forma
acaba por desaparecer, para dejar paso a otra nueva, que corresponde al
contenido en desarrollo y garantiza su progreso ulterior y su existencia
futura.
El contenido, en su desarrollo,
tiende a engendrar la forma que le corresponde. Esta tendencia a establecer la
concordancia entre el contenido y la forma es una ley universal, por la que se
rige el desarrollo de la naturaleza y la sociedad.
Afanasiev (1990) afirma que las
categorías de contenido y forma, principalmente, nos enseñan qué es un objeto
dado (singular). Contenido se le dice al conjunto de elementos y procesos que
constituyen un objeto o fenómeno dado. Forma es la estructura u organización
del contenido; la forma no es un agregado externo que se relacione con el
contenido; por el contrario, es algo intrínseco e inherente al mismo. El
contenido y la forma se dan en todos los objetos y procesos singulares de la
realidad. El contenido y la forma son aspectos contradictorios indisolublemente
unidos. El contenido representa la parte más dinámica y la forma es la porción
relativamente estable de los objetos; por consiguiente la forma se rezaga del
contenido hasta cierto límite, ya que si se rebasa se produce un cambio
cualitativo que da origen a un fenómeno nuevo.
Konstantinov (1976), explica que:
El nacimiento, el desarrollo y la
superación de las contradicciones entre el contenido y la forma es una de las
expresiones más esenciales y universales del desarrollo, mediante la lucha de
contrarios. Las categorías de contenido y forma son de suma importancia para
comprender los procesos del desarrollo. Cada objeto tiene su propio contenido y
su propia forma, que sólo pueden concebirse en su íntima relación mutua. El
contenido es la base, el aspecto fundamental del objeto que determina su
peculiaridad cualitativa y se manifiesta en todos sus elementos.
El contenido no existe al margen de
la forma. La forma es el modo de existir del contenido; es la organización
interna, la estructuración del contenido que hace posible la existencia de
éste. El organismo no puede existir sin cierta estructura morfológica. La idea
más elevada no basta por sí sola para crear una obra de arte, sino se expresa
en una forma artística, en imágenes, o si la obra no proporciona placer estético.
Las fuerzas productivas no pueden existir sin determinadas relaciones de
producción que constituyen la forma de su desarrollo.
En todo objeto se da siempre un
contenido y una forma, pero, dentro de esta unidad, el papel esencial,
determinante, corresponde al contenido. Este determina su propia forma y la
engendra; la forma depende de él. No es arbitraria, sino que corresponde a
determinado contenido…La importante función de la forma se halla determinada
por las exigencias del contenido de los objetos.
Aunque dependa del contenido, la
forma no es pasiva; influye activamente sobre él y presta una contribución
inmensa a su desarrollo.
El contenido es un elemento más
dinámico y variable que la forma; ésta ofrece una mayor estabilidad y quietud.
En virtud de que la forma depende del contenido, sólo cambia al cambiar éste;
sin embargo, su mayor estabilidad conduce a una contradicción, pues mientras el
contenido se altera incesantemente, la forma permanece inalterable durante
algún tiempo. Ahora bien, la estabilidad de la forma no debe interpretarse como
una inmutabilidad absoluta, ya que pueden modificarse algunas propiedades o
ciertos elementos aislados de ella aunque en conjunto sigan siendo la misma
hasta ese momento.
La interdependencia entre el contenido
y la forma de los objetos y fenómenos pasa por diferentes etapas. Sería erróneo
suponer que la relativa estabilidad de la forma es siempre y en todos los casos
un factor conservador. Al iniciarse un proceso, concuerda con su contenido y
contribuye al desarrollo de éste. La determinación y la estabilidad de la forma
son, mientras se da esa concordancia, la fuerza propulsora del desarrollo. Si
la forma cambiara a cada instante, no podría cumplir esa función.
La contradicción entre el nuevo
contenido y la antigua forma provoca una lucha entre ellos. Esta lucha es una
de las expresiones más importantes de la vigencia de la ley de la lucha de
contrarios en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, y no cesa hasta que
la vieja forma es reemplazada por otra nueva, que corresponda al contenido ya
modificado. Con frecuencia, la lucha es muy tenaz y prolongada. La antigua
forma revela una gran fuerza y se resiste a ser cambiada, toda vez que no
desaparece automáticamente al surgir un nuevo contenido y posee una relativa
autonomía que le permite subsistir durante largo tiempo, pese a los cambios
operados en el contenido.
En conclusión, en los campos más
variados de la actividad práctica, debemos tener en cuenta la dialéctica del
contenido y la forma.
3. Tránsito recíproco de los cambios cuantitativos y cualitativos
De Gortari (1959)
explica que:
El conocimiento de un
proceso comienza por la acción de alguna manifestación de su existencia.
Primero, su existencia se muestra en una indiferenciación absoluta, en su forma
más simple, como idéntica a sí misma. Esta mera existencia es también mera
abstracción y, por consiguiente, es activamente negativa, como existencia
indeterminada. Porque tanto la existencia de un proceso como su
indeterminación, constituyen una contradicción en desarrollo, una pugna entre
opuestos; la cual lleva justamente, en su desenvolvimiento, a la determinación
del proceso en la manifestación de su existencia. El resultado es la
contradicción superada, la existencia con su determinación; es decir, el
conocimiento del proceso como una forma determinada de su existencia. Entonces,
el proceso en su devenir queda expresado en la forma de uno de sus momentos.
Esta existencia, en tanto que es determinada de manera simple e inmediata, es
la cualidad.
La cualidad es la existencia
determinada como manera de existir. Los procesos existentes manifiestan su
cualidad activamente y, por lo tanto, la precisión de su manifestación es
determinación cualitativa. Entonces, lo que permite distinguir al proceso de
modo inmediato, es la precisión cualitativa de su existencia. En otras
palabras, la determinación cualitativa de un proceso es la expresión
cognoscitiva de su existencia definida.
La precisión en la determinación
cualitativa de un proceso que acaba por llevar, ineluctablemente, a su
consideración cuantitativa. Después de identificar a un proceso consigo mismo,
distinguiéndolo negativamente de los demás y unificándolo con otros, surge la
necesidad de avanzar en su conocimiento, determinándolo cuantitativamente. En
la coincidencia de su cualidad común, el proceso se diferencia de los otros
miembros de la clase únicamente por su cantidad; esto es, por la magnitud en
que posee la cualidad ya determinada.
En tanto que la cualidad es una
síntesis de la continuidad –ya que la cualidad del objeto es relativamente
estable-, la cantidad es, por lo contrario, la unidad de la discontinuidad. Sin
embargo, la continuidad de un proceso siempre es relativa. Únicamente se
mantiene dentro de ciertos límites, que pueden descubrirse en cada caso
concreto. Cuando se rebasan estas fronteras, se rompe la continuidad existente
dentro del intervalo determinado del proceso. Pero este quebrantamiento de la
continuidad solo se produce para dar paso a una nueva continuidad, la cual mostrará
después sus límites correspondientes. Esto ocurre en el curso de todas las
manifestaciones de un proceso; y lo mismo acontece para todos los procesos del
universo. De este modo, cada proceso existente se compone de una sucesión de
intervalos continuos, separados entre sí por límites definidos. Y, en rigor,
cada proceso se manifiesta simultáneamente en ambos aspectos contradictorios:
como continuo y, a la vez, como discontinuo. Por otra parte, la continuidad es
uno de los modos como se manifiesta la infinitud del universo: como una
totalidad única e indisoluble en la cual se realizan transformaciones
incesantes. Al propio tiempo, es
susceptible de diferenciación en un número infinito de momentos o de aspectos finitos
y, en consecuencia, se muestra como discontinuo. Entonces, por su distinción
como discreto se determina separadamente a cada proceso; mientras que, por
medio de su continuidad, se descubren las conexiones que ligan a los procesos.
Continuidad y discontinuidad son,
por lo tanto, momentos distinguibles, pero no distintos, de la unidad
inseparable del todo.
La continuidad es el curso de los
cambios continuos de los momentos discontinuos reunidos en estrecha unidad. A
su vez, la discreción consiste en la separación relativa de los elementos
continuos, dentro del desarrollo del proceso.
Los procesos del universo se
encuentran sujetos a una agregación y una sustracción continuas, respecto a la
magnitud de cada una de sus cualidades. No obstante, este cambio no constituye
una disipación, ni tampoco una generación absoluta; puesto que la variación es
relativa entre unos procesos y otros, mientras que, en el seno de la totalidad
del universo se mantiene constante la cantidad. Por lo tanto, una misma
cualidad se manifiesta en cantidades diferentes, tanto de un proceso a otro
como en el curso de un mismo proceso. En tal caso, la cualidad se muestra
indiferente a su variación cuantitativa y se mantiene invariable ante ella. Sin
embargo, esta invarianza no se sostiene para todo cambio cuantitativo, ni en el
sentido del crecimiento ni tampoco para la disminución. Es decir, que la
permanencia de una cualidad solo existe dentro de ciertos límites de su
variación cuantitativa y es relativa a ellos. En consecuencia, cuando la
cantidad crece o decrece hasta alcanzar uno de estos límites, entonces, se
produce un cambio en la cualidad. Así, al ser transpuesto el límite
correspondiente desaparece una cualidad determinada y, en su lugar, el proceso
adquiere una cualidad distinta. En otras palabras: la variación cuantitativa se
transforma en un cambio cualitativo.
El fin de una cualidad corresponde,
entonces, al principio de otra cualidad. En las entrañas mismas de la cualidad
vieja se engendra la nueva cualidad, en contradicción con la primera.
La nueva cualidad no está contenida
en la primera cualidad en cualquier magnitud de ésta, sino que se produce a
partir del momento en que se acumula o se pierde una cierta cantidad de ella. A
partir de este momento, la nueva cualidad se desarrolla rápidamente, en lucha con
la cualidad anterior, hasta que se manifiesta bruscamente como una propiedad
diferente, en una forma distinta de existencia, con la consiguiente
desaparición de la vieja cualidad.
La cualidad se encuentra limitada,
entonces, por una frontera superior y otra inferior, existiendo solamente
dentro del intervalo cuantitativo definido por estos puntos críticos. En
general, el alcance del límite superior de la cantidad produce un cambio
cualitativo diferente al que ocurre cuando se rebasa el límite inferior. Además,
una vez transpuesto el límite superior, este se convierte en frontera inferior
de un nuevo intervalo de variación cuantitativa, con la consiguiente
permanencia relativa de la nueva cualidad y su condicionamiento a un límite
superior diferente.
Asimismo, el rebasamiento del
límite inferior conduce a otro intervalo en el cual la cantidad varía entre
dicho límite –convertido en límite superior- y otra frontera inferior. Y, como
esta conexión entre intervalos de variación cuantitativa no se agota en general,
resulta que toda frontera es, a la vez, superior e inferior, condicionando a
dos intervalos sucesivos. Es más, por medio de la variación continua de la
cantidad se puede pasar, en ambos sentidos, de un intervalo de constancia
cualitativa al intervalo siguiente o al anterior, provocando la transformación
brusca de la cualidad.
La sucesión de intervalos muestra
la relatividad de lo continuo y lo discontinuo. Porque la continuidad se
mantiene dentro de intervalos discretos y, a su vez, la discontinuidad se
manifiesta en una serie de elementos continuos. Al mismo tiempo, en esta
conversión mutua de cantidad y cualidad se pone al descubierto la relación que
existe entre el desenvolvimiento gradual y el desarrollo a saltos de los
procesos. Por una parte, la cantidad se acumula en un proceso, o se transfiere
a otros procesos, de un modo continuo; pero solo para dar lugar a la
transformación brusca de la cualidad determinada por esa cantidad.
Todo proceso encierra en sí
contradicciones internas, las cuales representan la lucha y, a la vez, la
unidad de los elementos opuestos que constituyen al proceso. Los aspectos
contradictorios tienden mutuamente a excluirse, luchan entre sí y se oponen
recíprocamente. A su vez, las diversas parejas de elementos contradictorios
contenidas en un proceso, también se oponen unas a las otras, luchan por
dominar a las otras y tratan de excluirlas. Igualmente, los distintos procesos
combaten entre sí, se oponen mutuamente y tienden a su exclusión recíproca. De
esta manera están formados y así se comportan todos los procesos de la
naturaleza, lo mismo que los procesos creados por el hombre en su sociedad y en
su pensamiento; y por ello todos los procesos del universo son impulsados al
movimiento y al cambio incesantes.
Los dos aspectos de cada una de las
contradicciones de un proceso tienen mutuamente como supuesto de su existencia
al aspecto opuesto y ambos coexisten en la unidad del proceso.
Ningún aspecto puede existir
aislado, porque su contrario constituye la condición fundamental de su
existencia. Por una parte, los elementos contradictorios se oponen entre sí y,
por otro lado, se encuentran interconectados, ínter-penetrados, conjugados y en
interdependencia. Tal es la relación de identidad existente entre los opuestos.
La contradicción está condicionada por la acción mutua entre ambos aspectos.
Por lo tanto, la interconexión de los opuestos existe únicamente en su
separación y, a la vez, su unidad solo existe en su oposición. Además de tender
mutuamente a su exclusión y de encontrarse recíprocamente penetrados, los
opuestos muestran siempre el impulso de transformarse en sus contrarios, de
transferirse a la posición antagónica. La conversión mutua entre los opuestos
representa otro aspecto de su identidad.
Cada proceso, como unidad
constituida por opuestos, acaba por producir una nueva unidad también formada
por contrarios y, entonces, del primer proceso surge un nuevo proceso: termina
el proceso viejo y se inicia el nuevo. A su vez, la contradicción contenida en
el nuevo proceso inicia la historia de su propio desenvolvimiento. Por lo
tanto, la sustitución de lo viejo por lo nuevo es otra ley fundamental,
inviolable, del universo.
La unidad de los opuestos es condicional, temporal, transitoria, relativa. En
cambio la lucha de los opuestos mutuamente excluyentes es absoluta, tal como el
desarrollo y el movimiento son absolutos. La estabilidad de los procesos es
relativa, pero la mutabilidad manifiesta en la transformación de unos procesos
en otros es absoluta. El desarrollo de los procesos asume dos formas
principales: la forma del reposo relativo y la forma del cambio manifiesto.
Ambas formas tienen su causa en la lucha entre los dos factores contradictorios
contenidos en un mismo proceso. Cuando el desenvolvimiento se muestra en la
primera forma, está ocurriendo solamente un cambio cuantitativo, pero no
cualitativo –o, a la inversa, una variación cualitativa sin modificación de la
cantidad- y, en consecuencia, el proceso se encuentra en estado de reposo
aparente. Cuando el desarrollo asume la segunda forma, es que la variación
cuantitativa o cualitativa de la primera forma ya ha alcanzado cierto punto
crítico y, por consiguiente, se manifiesta como un estado de cambio brusco y
visible en el proceso.
La contradicción, en su relación y
en su conflicto con la unidad que constituye, se manifiesta concretamente como
diferencia y como diferenciación; después, como en el transcurso de un término
de la oposición al otro, es decir, como contradicción en desarrollo y en
alternación; más tarde, como antagonismo o contradicción exasperada; y
finalmente, como incompatibilidad en trance de resolución y de superación. Toda
contradicción empieza por ser incluyente, en tanto que muestra la coexistencia
de los opuestos en lucha; pero acaba por ser excluyente, en cuanto desemboca en
un antagonismo insostenible entre los elementos que la constituyen. El momento
final de una contradicción, cuando ésta alcanza su mayor profundidad, es al
mismo tiempo el momento en que se produce su cancelación.
El desarrollo de la contradicción
se desenvuelve a través de diversas etapas orgánicamente integradas, desde la
identidad (unidad), diferenciación, oposición, antagonismo e incompatibilidad;
hasta que finalmente se resuelve la contradicción para dar paso a una nueva cualidad.
La Ley del tránsito recíproco de
los cambios cuantitativos a cualitativos, es una forma particular de la unidad
y lucha de contrarios, puesto que la cantidad representa el movimiento
permanente de la materia y la cualidad representa el reposo relativo de los
procesos materiales; es decir, el movimiento de la materia es la unidad del
movimiento absoluto y la estabilidad relativa del movimiento de los fenómenos
materiales, y si el pensamiento es el reflejo de la realidad material, por
consiguiente esta ley también se manifiesta en la esfera de la conciencia.
Cualidad es la “totalidad de rasgos
sustanciales que expresan la naturaleza
y peculiaridad de la cosa” (Krapivin, 1985). El mismo autor señala que “la
cualidad indica la relativa estabilidad de la cosa, su determinación. Esta
determinación de la cosa está relacionada con su existencia. El cambio de la
cualidad de la cosa es el cambio de la propia cosa”.
“La cualidad se identifica... se
funde, coincide con el objeto mismo” (Konstantinov, 1976).
“La cualidad determina una cosa
precisamente como esa cosa, y no como otra. Gracias a esta determinación unas
cosas se diferencian de otras, y a consecuencia de ello, se forma la diversidad
cualitativa de la realidad…la cualidad –dice Hegel– es en general idéntica al
ser, es la determinación directa…algo es lo que es gracias a su cualidad, y al
perder su cualidad deja de ser lo que es” (Konstantinov, 1979).
“En la propia definición de
cualidad tropezamos ya con la dialéctica del objeto, de la cosa. Porque cuando
determinamos una cosa en su originalidad cualitativa la comparamos con otra y,
por consiguiente, establecemos los límites de su ser. Mas allá de esos límites
no es ya lo que es, es ya otra cosa. Esto significa que la cualidad de la cosa
se identifica con su finitud. La determinación cualitativa de cualquier clase
de objetos significa su igualdad. Naturalmente esos objetos se distinguen por
algunas propiedades, pero son idénticos cualitativamente. Siendo idénticos por
su cualidad, solo se diferencian cuantitativamente” (Konstantinov, 1979).
El mismo autor indica que “la
categoría de cantidad requiere abstracción de la diversidad cualitativa de las
cosas…la regularidad general de la cognición es tal que al principio se
investigan las diferencias cualitativas de las cosas, y después, sus
regularidades cuantitativas”. Por lo anterior las leyes que se formulan
cuantitativamente enlazan diversas cualidades (conjunto de objetos distintos)”.
En suma esta ley puede ser
formulada en los siguientes términos: “La ley del tránsito de los cambios
cuantitativos a cualitativos es la ley que por virtud de la cual los pequeños y
al principio imperceptibles cambios cuantitativos, acumulándose gradualmente,
rebasan al llegar a cierta fase la medida del objeto y provocan radicales
cambios cualitativos, a consecuencia de lo cual cambian los objetos, desaparece
la vieja cualidad y surge otra nueva” (Konstantinov, 1976).
4. Negación de la negación (carácter cíclico del
movimiento)
Tanto el movimiento del contenido
objetivo, como el de su forma de expresión en el pensamiento, ocurren como
devenir entre los términos en oposición, comprendiendo a cada uno de ellos en
la variación de su nivel de desarrollo y de su posición y al conflicto de su
negación recíproca; hasta que, finalmente, el propio devenir hace desaparecer
la oposición, disolviéndola y creando algo nuevo como solución a la
contradicción. Esta solución es el resultado de la negación de la contradicción
y engendra, por la negación que es inherente a toda existencia, una nueva
oposición que, a su vez, sigue su propio devenir. Por ello, tanto en la
existencia como en el pensamiento de la existencia, la negación es creadora, ya
que constituye la causa y la razón del movimiento y es su expresión viva.
El fundamento de la evolución de
los procesos existentes es su contradicción interna y el desenvolvimiento de
esta contradicción. Por ello, en el conocimiento, el devenir de la oposición es
lo que permite determinar y entender la transición de un proceso a su opuesto y
el aniquilamiento de lo anterior, como condición para el surgimiento de lo
nuevo.
La evolución es un desarrollo que
repite en cierto modo las etapas ya recorridas, pero que las recorre en otra
forma y en un nivel superior –como “negación de la negación”-, es un desarrollo
en espiral, por decirlo así, y no en línea recta. Es un desenvolvimiento en
forma de saltos, de catástrofes, de revoluciones, por ruptura de la
continuidad, por transformación de la cantidad en cualidad, como impulso interno del desarrollo provocado por el conflicto de las contradicciones, de
las fuerzas y de las tendencias divergentes que actúan sobre un proceso
determinado, o dentro de los límites de un fenómeno concreto, o en el seno de
una sociedad definida; por interdependencia y concatenación estrecha e
inseparable de todos los aspectos de cada uno de los fenómenos –en los cuales
la historia descubre sin cesar nuevos aspectos-, por la interrelación que
produce el proceso único y universal del movimiento regido por leyes que le son
inmanentes; tales son algunos de los rasgos de la dialéctica, en lo que
concierne a la teoría de la evolución.
Hegel expresa el desarrollo de la
negación hasta su extremo, como
transcurso de lo relativo abstracto a lo concreto absoluto, de la manera
siguiente: “Lo que determina la progresión del concepto es lo negativo que el
contiene…esto es lo que constituye la verdadera dialéctica. Pero la negación en
general debe ser distinguida de la segunda negación, la cual es la negatividad
concreta absoluta, del mismo modo que la primera es la negatividad abstracta.
La primera negación prepara y hace posible a la segunda; pero esta última, la
negación de la negación, disuelve y supera a la primera y, a la vez, se la
apropia. Porque la cancelación de la negación constituye el momento en el cual
se muestra el resultado del movimiento; aun cuando este momento es solo el
comienzo de un nuevo desenvolvimiento que, siempre por negación y por
disolución de la negación, conducirá a una nueva transformación en un plano más
elevado y, así, en forma sucesiva e inagotable. El progreso científico consiste
en reconocer la proposición lógica según la cual lo negativo es, al mismo
tiempo, lo positivo; o que esto es contradictorio, apunta solamente a la
negación de su contenido particular; o bien, que tal negación no es la negación
de todo, sino de una sola cosa determinada y que, en consecuencia, el resultado
contiene esencialmente aquello que se produce en tanto que es resultado. Al
propio tiempo que el resultado de la negación es una negación definida y
precisa, ella posee un contenido. Se trata de un concepto nuevo, más rico que
el precedente y superior a él. En efecto, se enriquece con la negación de éste,
de su contrario y, por consecuencia, lo contiene; pero contiene algo más, ya
que es la unidad de si mismo y de su contrario".
Por todo esto, tenemos que la
negación de la negación surge como resultado del desarrollo de las
contradicciones existentes y es, por lo tanto, un momento en el curso de la
unidad de sus elementos opuestos. Constituye una etapa transitoria en el
desenvolvimiento del proceso que prepara y produce la siguiente fase, ya que
denota la resolución de la contradicción, por su cancelación y su superación. Y
conduce, como transición activa, a una nueva unidad de contrarios, en la cual
quedan contenidos los opuestos anteriores y su conflicto. En consecuencia, la
ley dialéctica de la negación de la negación no consiste en la trivialidad de
negar doblemente una afirmación, para volver al mismo punto de partida y en el
mismo nivel. Por el contrario, representa la negación completa de ambos
aspectos opuestos y de la negación que los separa y los enlaza. De aquí que la
negación de la negación solo lleve al punto de partida en tanto que lo incluye
como elemento inferior, entre los varios elementos que integran la nueva
unidad.
“La ley de la negación de la
negación es una ley cuya acción está condicionada por el nexo y la continuidad
entre lo negado y lo que niega; a consecuencia de ello, la negación dialéctica
no es una negación vacía…que rechaza todo el desarrollo precedente, sino una
condición del desarrollo que afirma y conserva en si todo el contenido positivo
de las fases anteriores, repite a un nivel superior algunos rasgos de los grados
iniciales y tiene, en su conjunto, un carácter de avance ascensional”
(Konstantinov, 1979).
La expresión matemática de la ley
de la negación de la negación es la siguiente: (-) (-) = (+). Es decir, la
doble negación implica retornar al punto de partida. En este caso a la
afirmación (+) inicial. Esta ley se deriva del carácter contradictorio de los
procesos materiales, ya que tienen que ser negados los dos contrarios en pugna. En este sentido la negación de la negación expresa el carácter cíclico -más bien en espiral- de los procesos materiales y del pensamiento como expresión mental.
5. Proceso del conocimiento de lo infinito
El conocimiento de lo
infinito debe partir de lo finito sensible, específicamente de la multitud de los objetos singulares y
por medio de la abstracción descubrir lo general. Sin embargo, lo genérico no
agota el conocimiento de lo infinito, es necesario continuar y descubrir la
esencia oculta detrás de la variabilidad fenoménica que constituye su
fundamento. Una vez descubierta la esencia, el proceso del conocimiento
prosigue en búsqueda de la necesidad, ya que la ciencia estudia los procesos
que inevitablemente tienen que suceder; pero, partiendo de la casualidad (lo
que puede suceder o no puede suceder) que es su forma externa de manifestarse. Con
el descubrimiento de la necesidad y la esencia, se hace posible avanzar aún más
en un conocimiento más profundo de lo infinito, con el descubrimiento de la
ley, definida como el reposo relativo en del movimiento permanente de la
materia, así como una relación necesaria y esencial entre los fenómenos del
universo. El conocimiento de las leyes no es suficiente para conocer al objeto
en su totalidad, es necesario concluir con el descubrimiento de la causa,
partiendo de su contra-parte, el efecto. Sólo así, es posible conocer al objeto
de estudio en su concreción mental, partiendo de lo concreto sensible y pasando
por la abstracción de singular y contingente.
5.1. Singular vs
general
Afanasiev (1990) escribe que:
Al observar el mundo material, lo primero que se presenta
ante nuestros ojos es una multitud infinita de objetos y fenómenos singulares.
Posteriormente, al compararlos y confrontarlos, el hombre descubre en ellos
características y relaciones generales, semejantes.
Estas categorías expresan los vínculos que existen entre un
conjunto de objetos de la misma clase.
Lo universal es lo que existe
realmente en lo singular; es por ello inadmisible cualquier contraposición
entre los conceptos que expresan lo universal y los objetos singulares.
Las categorías, lo mismo que las
sensaciones, percepciones y representaciones, son imágenes del mundo objetivo,
pero imágenes más complejas y profundas. Estas imágenes, en efecto, no reflejan
los objetos en su singularidad, sino en su universalidad y necesidad; reflejan
su esencia y las leyes por las que se rigen.
En el objeto singular se pueden
descubrir todas las categorías, pues no existe ningún objeto que no posea
contenido, forma, cualidad, cantidad y medida.
Las categorías pares expresan en
forma particular la ley universal de la contradicción, es decir el hecho real
en el sentido de que todos los procesos materiales son contradictorios, pero la
contradicción no excluye la unidad relativa y temporal de los aspectos
contrapuestos.
Lo singular es un fenómeno u objeto
determinado, un proceso o hecho que se da en la naturaleza y en la sociedad. Lo
singular recibe con frecuencia en las obras filosóficas el nombre de
individual. También se denomina singular o individual al concepto de un hecho o
acontecimiento real único, es decir, al pensamiento que abarca este hecho
singular. Por universal se entiende la comunidad que existe objetivamente de
rasgos, propiedades y caracteres de los objetos y fenómenos singulares de la
realidad objetiva, o también la similitud de las relaciones y nexos entre
ellos. Universal es lo que se repite a través de lo múltiple, lo diverso y lo
individual. También se denomina universal o general al grupo o clase de
objetos, caracterizados por poseer aspectos comunes a todos ellos. Lo universal
se refleja en el conocimiento bajo la forma de los conceptos generales, de los
juicios universales y de las leyes de la ciencia.
Se denomina particular a un grupo
de objetos, fenómenos o hechos que, siendo generales, forman parte al mismo
tiempo de otro grupo más general; dentro de este grupo, lo particular se
presenta como singular o individual, es decir, como parte de un todo más
amplio. Lo particular es un eslabón intermedio entre lo general y lo singular.
Lo universal se halla íntimamente
relacionado con la categoría de ley, en cuanto que esta expresa el nexo
estable, esencial, interno y reiterado entre los fenómenos. Lo que no es
universal, lo que no se repite siempre y, en determinada forma, en ciertas
condiciones, no puede considerarse como ley. Por tanto, la ley es uno de los
modos de manifestarse de la universalidad.
El pensamiento solo puede conocer y
definir lo singular considerándolo como universal. El pensamiento no puede
expresar lo singular sino es por medio de lo universal.
Lo universal en el pensamiento, es
decir, los conceptos y las leyes, es una abstracción de lo singular, una
síntesis de los rasgos, de las cualidades y de los procesos observados
realmente en innumerables objetos y fenómenos singulares en una sola imagen, en
una sola fórmula. A ello hay que agregar que el pensamiento, al reflejar lo
universal, lo esencial, al destacar lo fundamental y necesario, viene a separar
del objeto lo que tiene de inesencial, de casual y secundario. Lo universal
refleja más profundamente el objeto y proporciona un conocimiento más preciso
de lo singular, ya que pone de manifiesto lo que hay de esencial, de dominante,
en este objeto singular.
Lo universal se halla íntimamente
vinculado, a su vez, con la necesidad, es decir, con lo que hay de interno, de
forzoso, en los fenómenos y relaciones del mundo objetivo; lo necesario es por
lo tanto universal.
Lo universal está emparentado
también con la esencia. Esta es el aspecto interno de la realidad que expresa
el nexo profundo entre los fenómenos, lo que se mantiene a través de los
infinitos cambios de estos fenómenos y a través de sus relaciones con otros.
Lo singular se halla muy relacionado
con las categorías de casualidad y fenómeno. La necesidad como es sabido, se
presenta bajo la forma de la casualidad, unida siempre a circunstancias que no
son necesarias, ya que a veces pueden darse unas circunstancias y a veces
otras. Ello significa que la casualidad es algo singular, algo que no es
característico ni se presenta en masa.
Lo singular se halla también
íntimamente vinculado con el fenómeno, en que se manifiesta la esencia.
Lo singular no
existe al margen de sus nexos con lo universal, y lo universal solo existe a
través de lo singular. Lo singular solo existe en el nexo que lo une a lo
universal.
Todo objeto
singular, posee al mismo tiempo, el carácter de lo universal. Ello quiere decir
que todo lo que es singular es también, de uno u otro modo, universal. Pero lo
universal es también una parte, un aspecto o la esencia de lo singular. Lo
universal existe en lo singular y este forma parte de lo universal.
Lo individual o
singular es siempre el objeto concreto, el fenómeno individual.
El concepto es el
resultado de la abstracción de lo singular y de lo particular, del
descubrimiento de lo universal en lo singular y de la fijación de este último
en nuestro pensamiento.
La inducción y la
deducción son dos formas de razonamiento muy relacionadas con las categorías de
lo singular y universal. Ambas caracterizan el movimiento del conocimiento de
lo singular a lo general y de este a lo singular respectivamente.
La deducción parte
del criterio de que lo singular lleva en su seno rasgos universales, lo que le
permite descubrir nuevos conocimientos mediante este razonamiento.
La inducción parte
del principio de que todo lo singular tiene rasgos repetitivos que la conducen
a lo universal.
Tanto la inducción
como la deducción son razonamientos posibles derivados de la unidad inseparable
de lo universal y lo singular.
Kursanov (1966)
expuso que:
El concepto es la
expresión mediata y generalizada de lo singular y la siguiente fase en el
proceso del conocimiento es definirlo.
La definición del
concepto significa, como es sabido, el descubrimiento de su contenido, lo que
tiene lugar a través de la indicación de los rasgos más importantes y
determinantes [esenciales]. Hacemos hincapié en la importancia gnoseológica de
la definición del concepto. Consiste, ante todo, en que en el proceso de la
definición se descubre el contenido del concepto y, de este modo, el concepto
adquiere directamente un carácter sustancial y, por consiguiente,
objetivo-verdadero. En rigor, el proceso de la formulación del concepto
incluye, inevitablemente, su definición como fase final del proceso y forma con
éste una unidad orgánica. Pero esta fase es absolutamente necesaria; sin ella,
el concepto puede no expresar directamente los rasgos determinantes, es decir,
que en ese caso no se pondrá de manifiesto su contenido. El momento culminante
de la definición corresponde a la elaboración de los términos necesarios,
encargados de fijar directamente el pensamiento acerca de los objetos
correspondientes y de sus propiedades. Así pues, en lógica se llama definición
al pensamiento o juicio acerca del contenido del concepto.
5.2. Fenómeno (apariencia) vs esencia
Afanasiev (1990) explica que:
Una vez que se ha expuesto
claramente lo que es el contenido y la forma de un objeto dado, es necesario
considerar si todos sus componentes y manifestaciones tienen el mismo valor;
esto es, determinar si cada uno de ellos influye en la misma medida en la
existencia y desarrollo del objeto dado. El medio por el que se resuelve esta
cuestión, es el del estudio de las categorías de esencia y fenómeno.
El concepto de esencia es muy
parecido al de contenido, pero no son idénticos. Pues mientras que el contenido
es el conjunto de todos los principios y procesos que integran a un objeto
dado, la esencia solo es el aspecto principal, intrínseco, y relativamente
estable del objeto. La esencia determina la naturaleza del objeto y es el
principio del que proceden sus demás características y aspectos.
El fenómeno y la esencia expresan
la compleja unidad de los aspectos internos y externos de los objetos y
procesos de la realidad objetiva. En cuanto categorías del conocimiento,
reflejan la unidad dialéctica de los grados sensible y racional del proceso
cognoscitivo, que revela la esencia profunda de las cosas, sobre la base de la
práctica.
La esencia y el fenómeno, son dos
aspectos indisolublemente vinculados de la realidad objetiva; uno de ellos, el
aspecto interno (esencia) no puede manifestarse sino a través del aspecto
externo (fenómeno). Ahora bien los dos aspectos contradictorios, no coinciden
nunca plenamente en el modo de manifestarse, y es precisamente esta falta de
coincidencia es lo que hace necesario el proceso del conocimiento científico. En
efecto, la ciencia no tiene otro fin que el descubrir detrás de lo externo,
detrás de lo que se percibe inmediatamente, el fundamento, la esencia de las
cosas; es decir, el otro aspecto, el aspecto oculto e interno de los procesos
materiales.
La esencia es el aspecto interno
relativamente estable, de la realidad objetiva, que permanece oculto tras la
superficie de los fenómenos y que se manifiesta a través de ellos.
El fenómeno es el aspecto externo
más movible y cambiante de la realidad objetiva, que constituye la forma de
manifestarse de la esencia.
En un primer nivel la contradicción
entre la esencia y el fenómeno se presenta como la unidad contradictoria de los
aspectos externos e internos.
El proceso del conocimiento inicia
con el aspecto externo cambiante de las cosas y a través de la abstracción
descubre la esencia oculta de los fenómenos.
La unidad existente entre la
esencia y sus diversas manifestaciones nos permite hallar lo universal en la
pluralidad de los fenómenos singulares y descubrir las leyes de su desarrollo.
En el nivel superficial de los
fenómenos están los datos científicos proporcionados por la observación directa
y por los instrumentos; información que representa la etapa inicial para el
descubrimiento de la esencia oculta detrás de los fenómenos.
Para descubrir la esencia, hay que
realizar una serie de experiencias y observaciones especiales; hay que separar
lo esencial e importante de lo inesencial y casual; hay que desarrollar un
complejo trabajo analítico de los datos experimentales obtenidos; en una
palabra, es necesario llevar a cabo una profunda investigación científica.
La contradicción entre esencia y
fenómeno es precisamente la causa de que la ciencia solo pueda descubrir la
esencia de muchos fenómenos al cabo de una prolongada labor y a veces como
fruto de investigaciones que duran siglos.
En el segundo nivel la
contradicción entre la esencia y el fenómeno se presenta también bajo la forma
de contradicción entre lo estable y lo inestable, entre lo que se halla en
reposo y lo que se mueve, entre lo que permanece más o menos constante y lo que
cambia rápidamente.
Una vez que ha sido descubierta la
esencia, es decir, una vez operada la reducción de lo externo a lo interno, del
fenómeno a la esencia, la tarea del conocimiento científico consiste en
demostrar cómo y porqué la esencia aparece precisamente bajo determinada forma
y no bajo otra; en este momento se transita dialécticamente a las categorías de
causa y efecto.
El descubrimiento de la
contradicción existente entre la esencia y el fenómeno en el proceso
cognoscitivo constituye, por tanto, un proceso complejo. Este proceso consiste
en el movimiento del pensamiento de lo concreto a lo abstracto, al conocimiento
de la esencia y estriba, a su vez, en un movimiento inverso: de ascenso de lo
abstracto a lo concreto, de la esencia al fenómeno, es decir, de elevación
hacia una comprensión más profunda de los fenómenos y de los procesos.
La práctica constituye el
fundamento inmediato del conocimiento sensible, también se convierte en el
criterio objetivo de la verdad.
La práctica es la fuente, la fuerza
motriz del proceso del conocimiento, ella es justamente la que plantea a la
ciencia nuevas tareas, a la par que exige el que se penetre cada vez más con
mayor profundidad en la esencia de los fenómenos.
El proceso del conocimiento no
puede detenerse en la superficie de los fenómenos, sino que debe siempre llegar
a su esencia, penetrar en lo más profundo de los procesos, asimilar las leyes
por las que se rige el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, ya que
solo el conocimiento de la esencia, de los nexos internos de los hechos,
permite que nos orientemos en el medio que nos rodea, prever el resultado
probable de nuestras acciones y determinar acertadamente el rumbo que han de
seguir los procesos históricos.
"Por esencia se entienden las
relaciones internas, estables. La esencia, como el aspecto interno, es lo
opuesto al aspecto externo, mutable de la realidad y conocido como fenómeno".
La discordancia entre esencia y fenómeno fundamentan la necesidad
de la ciencia y de la investigación científica.
5.3. Casualidad vs necesidad
Afanasiev (1990) afirma que:
Estas categorías expresan
las relaciones que existen internamente en los objetos y con los procesos
materiales externos con los que interaccionan en su desarrollo.
La necesidad es lo que tiene su
causa en si mismo, lo que se desprende inevitablemente y con fuerza de ley de
la esencia misma, de los nexos internos de las cosas (esencia), de los procesos
y acontecimientos; lo que ha de suceder, forzosamente, así y no de otro modo.
Casualidad es lo que tiene su
fundamento y causa fuera de sí, en otra cosa,
no en si mismo, ni en la esencia de los fenómenos, de los procesos, de
los hechos mismos, ni de las cosas; es lo que se desprende de los nexos
accidentales o externos, no de los nexos y vinculo internos, y lo que, en
virtud de ello, puede ser o no ser, lo que puede suceder así o de otro modo.
Todos los objetos del mundo
material están en interacción recíproca, consigo mismo como lo expresa la
categoría de necesidad y con el mundo externo como lo expresa la categoría de
casualidad, que está relacionada con la influencia de los procesos materiales
externos al objeto de interés y que también condicionan el desarrollo de los
fenómenos reales.
La casualidad con frecuencia
expresa lo singular que no es objeto de la ciencia; no obstante, en una
multitud de fenómenos casuales se abre paso la necesidad, expresada en las
leyes estadísticas.
Rosental y Straks (1960) explican
que una formidable definición de necesidad la ofrece Hegel en los siguientes
términos:
“Representa la correlación entre
aspectos que, por su esencia, están tan concatenados mutuamente que junto con
el uno es directamente supuesto también
el otro”; en otras palabras, necesarios son los fenómenos y sucesos que no
pueden dejar de tener lugar, que se desprenden inevitablemente de la propia
esencia de las cosas. Su nacimiento es condicionado por la concatenación
objetiva de los dos, de las condiciones de la realidad.
Casuales son los fenómenos que
pueden suceder o no suceder, que en su determinación no se derivan de la propia
esencia de los fenómenos.
De la semilla brota el vegetal;
pero inesperadamente una “tempestad”, acompañada de granizo, la destruye. Claro
está que la muerte del vegetal ocurrió casualmente: para el destino de este
vegetal no estaba, ni mucho menos, predicho, que necesariamente había de
perecer. La tempestad podía darse, o no podía darse. La tempestad es, pues,
para el vegetal un fenómeno puramente casual. La necesidad está estrechamente
relacionada con la casualidad, esta es la forma de manifestarse de la
necesidad.
Sembramos la semilla en la tierra,
cuidamos su crecimiento, y de esta semilla brota necesariamente el vegetal.
Pero con igual necesidad, debido a los procesos que ocurren en la atmósfera,
cae la granizada que mata al vegetal. Tanto un proceso como el otro suceden
necesariamente, y solo su interacción engendra un fenómeno casual, la muerte
del vegetal. Por eso dijo Plejanov, muy justamente, que la casualidad se
constituye en el punto de intersección [interacción] de dos sucesos o fenómenos
necesarios. Ya de esto carecen de fundamento los que analizan la casualidad
separada de la necesidad. Pero la casualidad está vinculada con la necesidad
todavía en otra forma, de un modo más profundo.
Si tomamos, no uno o varios casos,
sino la masa de las casualidades, se descubre que detrás de ellas se oculta una
determinada necesidad histórica, que las casualidades son las formas en que se
manifiesta la necesidad.
Al principio, una desviación o
diferencia tal tiene un carácter puramente casual. No es típica de toda la
especie. Pero si esta desviación casual ayuda al animal o al vegetal a ganar en
la lucha por la existencia, es transmitida por herencia de generación en
generación y se convierte en un aspecto común de la especie. Lo casual se
convierte en necesario, así como lo que antes era necesario se convierte en
casual, hasta que desaparece por completo. Sin este tránsito mutuo, dialéctico,
de la casualidad y la necesidad, no hubiera sido posible, en general, el
desarrollo del mundo orgánico.
Afanasiev (1990) señala que la
causalidad es la concatenación más general, la más universal. Pero ella no
manifiesta toda la multiformidad de concatenaciones que existen en la realidad;
únicamente explica una porción pequeña de ellas. Dentro del intrincado sistema
de concatenaciones del universo, las relaciones necesarias y casuales también
desempeñan una importante función.
En síntesis, la casualidad debe ser
entendida desde dos puntos de vista: uno en el sentido de ser un proceso resultado
de la interacción de dos fenómenos necesarios; el otro relacionado con la
manifestación masiva de fenómenos casuales, detrás de los cuales se abre paso
la necesidad como tendencia, y que estadísticamente corresponde a las medidas de tendencia central (media, mediana, moda, etc.). La
estadística es la ciencia de las casualidades masivas y es muy común en los
fenómenos biológicos y sociales.
5.4. Ley
“Ley [es]… la imagen
constante del fenómeno inestable. El mundo suprasensible es… un tranquilo reino
de las leyes, ciertamente más allá del mundo percibido, ya que este mundo solo
presenta la ley a través del constante cambio, pero las leyes se hayan
precisamente presentes en el, como su tranquila imagen inmediata” (Hegel,
1807).
La ley objetiva es una de las
formas generales de las relaciones existentes entre los fenómenos.
La ley no expresa todos los
vínculos generales existentes entre los fenómenos, refleja solo aquellos que
son esenciales para un conjunto de aspectos internos de un conjunto de procesos
materiales relacionados.
Konstantinov (1976) afirma que, “no
todo lo similar, idéntico, es ley, sino solamente aquello que expresa la
esencia de los fenómenos. Ley es el nexo interno y el condicionamiento mutuo de
los fenómenos. Ley es la conexión interna y necesaria de los fenómenos”.
Konstantinov (1979) explica que:
Toda ley es una forma de lo
universal: la ley abarca y expresa lo general, la esencia, los nexos internos
de una masa inmensa de fenómenos afines, lo que de un modo esencial y general
caracteriza a esta masa de fenómenos. Pero cada fenómeno de por si tiene sus
cualidades propias, y la acción de la ley se refracta a través de estas
cualidades específicas de lo singular.
La ley en su forma general, es una
determinada relación necesaria entre cosas, fenómenos o procesos, relación que
responde a su naturaleza interna, a su esencia. El concepto de ley es una de
las fases del conocimiento de la unidad, los nexos y la acción mutua de los
fenómenos del mundo objetivo.
No todo nexo entre los fenómenos es
una ley. La ley expresa los nexos internos que tienen carácter esencial. Es lo
esencial en el movimiento de los fenómenos. Los conceptos de ley y esencia
corresponden al mismo orden, a la misma fase.
La ley es la relación necesaria
entre los fenómenos… los nexos sujetos a ley actúan obligatoriamente, por la
fuerza de la necesidad.
La ley es lo permanente, lo
estable, lo que se repite, lo que hay de idéntico en los fenómenos. La ley
refleja aquello en que los fenómenos más diversos son idénticos entre si. Lo
idéntico solo ocurre en lo diverso, y lo diverso no excluye la identidad, la
unidad de los fenómenos en cualquiera de sus aspectos o propiedades. La ciencia
al descubrir los nexos internos de los fenómenos sujetos a leyes, establece la
identidad en lo diverso y la diversidad en lo idéntico. La ley es una relación
interna, necesaria, esencial, entre dos fenómenos.
La ley se caracteriza como una
relación de causa a efecto; sin embargo, dicha relación es más general que la
ley, ya que la incluye en su seno. La relación causal puede no tener fuerza de
ley, puede ser casual, es decir, no ser por si misma una manifestación de la
ley. Ahora bien, la ley entraña necesariamente cierta relación causal, ya que
provoca siempre determinado efecto.
La ley implica un nexo de causa a
efecto, en su más profundo sentido. En el nexo esencial entre dos fenómenos,
que es lo que constituye la ley, la acción de un aspecto se convierte en causa
de la acción de otro y, a la par, en efecto suyo.
Todo fenómeno es internamente
contradictorio. En su individualidad es irrepetible y, sin embargo, pese a
ello, se repite y reproduce constantemente. El fenómeno es cambiante, pero
lleva en sí, al mismo tiempo algo estable, firme y en reposo. La ley representa
lo que continuamente se repite y se reproduce en el fenómeno.
Lo estable se haya indisolublemente
unido a la universalidad, que es otro rasgo fundamental de la ley. La ley es
universal en el sentido de que encarna los nexos necesarios, estables,
esenciales, de todos los fenómenos de un determinado campo, sin excepción. Por
muy individual que se presente un fenómeno, sino es casual, siempre se
descubrirán en el ciertos rasgos comunes, que le convierten en un fenómeno
sujeto a ley.
Así pues, la ley es una relación
necesaria, esencial, interna y estable de los objetos y fenómenos, expresada en
los movimientos de estos.
Hegel consideró la ley como lo que
permanece en calma, en reposo, en los fenómenos.
Las Academias de Ciencias de Cuba y
la Academia de Ciencias de la URSS (1981) argumentan que la existencia de relaciones
estables, permanentes e invariables entre las propiedades, rasgos y
características de los objetos y fenómenos que cambian incesantemente, sirve de
base para la abstracción de las leyes. Precisamente la ley expresa la relación
estable entre determinadas propiedades y características de los objetos y
procesos, resultando indiferentes si se trata de las propiedades de un objeto
aislado o de diferentes objetos. Tanto los objetos como sus propiedades, no se
mantienen iguales, sino que sufren diversas modificaciones que se describen en
las ciencias naturales con ayuda de las variables. Pero independientemente de
los cambios y las características de los objetos y procesos, en estas
modificaciones siempre se pueden separar algunas relaciones estables y permanentes.
Las leyes son como las estrellas
que nos orientan o guían en el infinito movimiento de los procesos materiales.
La ciencia no puede restringirse al
estudio de lo variable (singular) por que la materia es infinita en su
movimiento y nunca alcanzaría la meta de explicar todos los fenómenos
individuales, por que estos son infinitos en su manifestación. Sin embargo,
detrás de todo ese infinito movimiento de la materia, existe algo en reposo
relativo, que es lo que expresa la categoría de Ley. Matemáticamente se expresa
como constantes que se derivan de la interacción de las variables o procesos
materiales que intervienen; por consiguiente puede ser definida como la
dependencia necesaria y esencial entre los fenómenos; es decir las leyes
expresan la constancia que se conserva en la variabilidad resultado de la
interacción de los objetos materiales y en las ciencias naturales se expresan a
través de magnitudes numéricas constantes.
Las leyes pueden clasificarse en
estadísticas y deterministas. Las primeras expresan los nexos necesarios que
ocurren en una multitud de procesos materiales casuales y por lo mismo están
sujetos a probabilidad; en cambio las leyes deterministas constituyen un caso
particular de las leyes estadísticas cuando la probabilidad de ocurrencia es
igual a 1 y se presentan cuando el promedio coincide con el hecho casual
singular. Por ejemplo cuando el precio promedio coincide con el precio
individual de una mercancía. Además las leyes deterministas operan al nivel de
los fenómenos singulares.
5.5. Posibilidad vs realidad
Rosental y Straks (1960) escriben que la realidad en el sentido más amplio
de la palabra, es el mundo objetivo que nos rodea y existe infinitamente en el
espacio y en el tiempo. Sin embargo, la realidad solamente existe en sus
manifestaciones finitas y concretas, ninguna de las cuales está dotada de una
existencia eterna. Todas ellas se hallan sujetas a un proceso de cambio, de
aparición y desaparición. Antes de que los fenómenos se conviertan en una
realidad, deben existir primeramente, y existen, como mera posibilidad de
aparición, posibilidad creada por determinados fenómenos anteriores, que
encierran dicha posibilidad en forma de condiciones. La posibilidad surge de la
existencia de la necesidad objetiva y de las leyes que rigen a la naturaleza,
gracias a ello, ciertas condiciones encierran en su seno determinadas
posibilidades. La posibilidad también se halla relacionada con la casualidad,
en el sentido de que puede realizarse o no. En suma la realidad es la posibilidad
ya realizada.
5.6. Efecto vs causa
Afanasiev (1990), explica
que:
Estas categorías expresan
las relaciones necesarias que se presentan entre los aspectos internos de los
procesos materiales y constituyen un momento singular en el eslabonamiento universal
de los procesos.
El fenómeno, que provoca
directamente la aparición de otro y que aparece como su origen, recibe el
nombre de causa. El fenómeno provocado por determinada causa se denomina
efecto.
La relación causal representa un
momento en la concatenación universal de los procesos materiales.
Uno de los rasgos esenciales del
nexo causal entre los procesos es la sucesión temporal de la causa y el efecto,
es decir, que el efecto acontece después de la causa.
La causa antecede necesariamente en
el tiempo al efecto; el efecto, en cambio, solo aparece después de que la causa
ha comenzado a actuar.
La relación causal representa un
momento en el desarrollo de la naturaleza y de la sociedad. El efecto, como
nuevo fenómeno, solamente puede surgir en determinada fase del desarrollo de
las causas que lo engendran; por esta razón, el fenómeno que la hace de efecto
aparece siempre después de la causa respectiva. La prioridad de la causa con
respecto al efecto, por insignificante que sea, es obligada en toda relación
causal.
Rasgo importantísimo del nexo
causal es su carácter necesario. Este carácter necesario de la relación causal
significa que todo el conjunto de causas y condiciones del fenómeno provoca
siempre absolutamente un determinado fenómeno, el efecto. Dicho con otras
palabras, las mismas causas repetidas en las mismas condiciones producen
siempre los mismos efectos.
Las causas y condiciones de muchos
fenómenos de la naturaleza y de la sociedad permanecen relativamente estables a
lo largo del tiempo. Esto conduce, como demuestra la ciencia y la práctica, a
que los fenómenos se repitan en sus rasgos esenciales; esta reiteración del
fenómeno demuestra igualmente el carácter necesario y la identidad del nexo
causal dentro de las condiciones dadas.
Las relaciones causales necesarias
son, a diferencia de las casuales, las relaciones estables, reiteradas en una
multitud de fenómenos, comunes o universales, que expresan las tendencias
esenciales del desarrollo de cierto núcleo de fenómenos de la naturaleza y de
la sociedad. Así pues, la relación causal es el movimiento sucesivo necesario -sujeto a ley- en el movimiento de la materia.
La idea de que la relación causal
abarca todos los fenómenos de la realidad sin excepción es el principio básico
de toda verdadera investigación científica, es decir, el principio del
determinismo. La causa y el efecto cambian
constantemente de lugar en la realidad objetiva. El fenómeno, que actúa como
causa en determinado fenómeno, es siempre efecto de otro.
Todo fenómeno es, al mismo tiempo,
causa y efecto, pero lo es en relaciones distintas.
5.7. Concreto vs abstracto
Estas categorías están íntimamente
relacionadas con el proceso del conocimiento y están estrechamente vinculadas
con las categorías de esencia y fenómeno. Estas últimas nos orientan para
entender los aspectos internos y externos de los objetos, y lo concreto y abstracto
son categorías que nos guían en el descubrimiento de la esencia mediante la
abstracción.
Las categorías de lo abstracto y lo
concreto constituyen el método para descubrir la esencia y las leyes por las
que se rigen los fenómenos de la realidad material.
Lo concreto en el conocimiento
refleja el hecho objetivo de que los fenómenos y objetos de la realidad existen
en una unidad, como un todo compuesto de diferentes aspectos, cualidades y
relaciones.
La imagen concreta cognoscitiva
representa un reflejo unitario del objeto; es decir, sus diferentes aspectos se
presentan en una unidad, en una conexión recíproca.
Lo abstracto puede darse en el
conocimiento porque los diferentes aspectos y las diversas propiedades y
relaciones de los objetos poseen una relativa autonomía, se distinguen entre
sí, se hallan en una distinta relación con la esencia; por ello, en el
conocimiento se pueden separar unos aspectos del objeto, abstrayéndolos de
otros.
Lo abstracto surge al separar los
aspectos secundarios de los fenómenos, con el fin de captar su esencia. Esta
actividad mental que permite prescindir de los aspectos inesenciales para
descubrir la esencia, se conoce como abstracción. La práctica determina cual es
la propiedad que debe destacarse como esencial.
La tarea de abstraer
no solamente consiste en destacar lo que hay de común, de idéntico, entre los
objetos, sino principalmente en poner de relieve la esencia de las cosas. La
abstracción no estriba simplemente en separar lo general, sino en destacar al
mismo tiempo lo que es general y esencial en los procesos materiales.
Así pues, lo abstracto no solo
refleja lo que hay de similar entre los fenómenos, sino su esencia, su sujeción
a leyes y su naturaleza universal.
Lo abstracto no es el punto final
del proceso del conocimiento, sino una etapa para elevarse a lo concreto.
En el movimiento de lo abstracto a
lo concreto no se recrea el objeto sensible, que ya existía antes e
independientemente de que fuera conocido, lo que surge es el concepto concreto
de el; la verdad abstracta no existe, la verdad es siempre concreta. Esta
marcha ascendente hacia lo concreto significa una marcha hacia el conocimiento
más profundo de la esencia del objeto.
La Lógica Dialéctica considera que
lo concreto es el punto de partida y de llegada del proceso del conocimiento.
Lo concreto sensible es el punto de partida del conocimiento, lo concreto, a su
vez, como síntesis y combinación de numerosas abstracciones, es la meta del
conocimiento científico y las abstracciones aisladas constituyen el medio para
alcanzar este fin.
La marcha de nuestro conocimiento
desde lo concreto sensible a través de lo abstracto hacia lo concreto,
reproducido sobre la base del conocimiento de la esencia de los fenómenos,
expresa la negación de la negación del saber humano.
Lo abstracto es la negación de lo
concreto sensible, y lo concreto, como síntesis de innumerables abstracciones,
es la negación de lo abstracto. Esto no significa la vuelta a lo concreto que
sirve de punto de partida, sino a lo concreto elevado a un nivel más alto de
desarrollo del conocimiento, en el que el objeto es captado de modo más
profundo y multilateral.
5.8. Lo lógico vs lo histórico
Al igual que las categorías de lo
abstracto y lo concreto; las categorías de lo histórico y lo lógico también
tienen una función metodológica, con la diferencia de que estas categorías
sirven para abordar los objetos de investigación en su movimiento material.
Son dos categorías
básicas para comprender el proceso del conocimiento en su desarrollo histórico;
por consiguiente tiene gran importancia para la estructuración lógica de las
leyes y categorías como un sistema que refleje fielmente la realidad material y
para la clasificación de las ciencias en base al movimiento de la materia.
Por histórico hay
que entender la realidad objetiva que existe independientemente de la
conciencia del sujeto cognoscente, la realidad que se desarrolla históricamente
y se halla en un estado de cambio constante. La categoría de lo histórico
refleja el carácter histórico y mutable del mundo objetivo.
Lo lógico es una
forma del conocimiento, el reflejo de la realidad, la copia intelectual o
imagen de ella; es así mismo, una determinada forma del movimiento del
pensamiento hacia el objeto.
Lo lógico y lo
histórico se hallan en unidad y deben considerarse en íntima relación.
Se trata de una
unidad en la que lo histórico, es decir, el mundo objetivo en desarrollo,
determina a lo lógico y en la que lo lógico es un reflejo de lo histórico.
Lo lógico debe
reflejar, en lo esencial, el proceso histórico de los procesos reales.
En consecuencia las
categorías y conceptos científicos deben ser reflejo del nexo histórico entre
los fenómenos y deben deducirse unas de otras en consonancia con la verdadera
historia del objeto de investigación.
Lo lógico es el
reflejo mental corregido de lo histórico, puesto que no considera los
retrocesos temporales que desvían el desarrollo normal progresivo de los
fenómenos.
Lo lógico no es mera
descripción de los hechos, aunque estos se consideren en su desarrollo
histórico, sino un complejo proceso del pensamiento que aspira a conocer la
realidad captando las leyes que rigen su desarrollo.
Lo lógico no repite
lo histórico en todos sus detalles, sino que reproduce en forma de
abstracciones lo más importante, lo que constituye su esencia, basándose para
ello en el estudio de toda la riqueza del proceso real. Lo lógico y lo
histórico forman una unidad, pero no son idénticos; coinciden en lo
fundamental, en lo esencial.
Lo lógico es el
reflejo sintético y corregido de lo histórico, en el sentido de que refleja el
desarrollo de la realidad ajustado a leyes y de que explica la necesidad de ese
desarrollo.
La misión de la ciencia estriba
en reflejar la conexión histórica fundamental que se observa entre los
fenómenos a lo largo del desarrollo de un objeto dado.
6. Conclusiones
La ley de la
contradicción es la que define a la dialéctica materialista y establece que en
el universo todos los procesos son contradictorios. En este sentido, la
naturaleza, la sociedad y el conocimiento son contradictorios.
La contradicción más elemental es la existente entre el espacio vs el tiempo que se definen como las formas de existencia de la materia. Más específicamente el espacio puede ser definido como tiempo en reposo de la materia y el tiempo puede ser definido como movimiento sucesivo de la materia. Esta no existe en el espacio y en el tiempo, más bien, su existencia es espacial y temporal.
La contradicción más elemental es la existente entre el espacio vs el tiempo que se definen como las formas de existencia de la materia. Más específicamente el espacio puede ser definido como tiempo en reposo de la materia y el tiempo puede ser definido como movimiento sucesivo de la materia. Esta no existe en el espacio y en el tiempo, más bien, su existencia es espacial y temporal.
La
contradicción más general es la que se da entre el contenido vs la forma, la
cual es inherente a todos los procesos materiales. Es la materia en movimiento
(contenido) la que genera su forma o estructura correspondiente. Además,
existen contradicciones de menor generalidad, como son: la atracción vs la
repulsión que mueven al universo físico, metabolismo (anabolismo vs
catabolismo) que mueve a la vida, lucha social que transforma a las sociedades
humanas y razonamientos contradictorios (inducción vs deducción, análisis vs
síntesis, polémica) que mueven al conocimiento.
El
movimiento entendido como todo cambio o transformación que opera en la materia
y en el conocimiento, es la unidad contradictoria entre la cantidad vs la
cualidad y su transformación recíproca, como lo establece la segunda ley de la
dialéctica materialista. Esta ley es un caso particular de la ley dialéctica de
la contradicción.
La ley
de la negación de la negación es el resultado de la ley de la contradicción,
puesto, que tienen que ser negados los dos contrarios. Establece que los
procesos materiales se mueven en espiral. Retornan a su punto de partida, pero
a un nivel muy superior. Es decir, el movimiento de la materia y el conocimiento
se mueve de lo simple a lo complejo. La expresión matemática de la ley de la
negación de la negación es: (-) (-) = (+).
Las tres
leyes de la dialéctica sirven de marco de referencia teórico y metodológico general,
para el estudio de los problemas de investigación de todas las ciencias
particulares, por el hecho de que todo objeto de estudio es la unidad
contradictoria de lo general vs lo singular.
En
correspondencia con la ley de la contradicción, el universo es la unidad
contradictoria de lo finito vs lo infinito y su conocimiento se mueve de lo
finito sensible a lo infinito insensible. Específicamente el método general del
conocimiento de lo infinito consiste en moverse de lo concreto sensible y a
través de la abstracción descubrir lo abstracto y en seguida por medio de
abstracciones sucesivas reproducir el objeto de estudio en su totalidad en la
esfera del pensamiento. Es decir, también el proceso del conocimiento se mueve
cíclicamente: de lo concreto sensible a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto
del pensamiento.
7. Referencias bibliográficas
Academia de Ciencias de Cuba y la Academia
de Ciencias de la
URSS. Fundamentos de filosofía marxista. Editorial Grijalbo. S.A.
México, D.F.
Afanasiev V. 1990. Fundamentos de
filosofía. Editores Unidos. México, D.F.
Bunge Mario. 1973. La ciencia, su
método y su filosofía. Ediciones de Cultura Popular, S.A. México, D.F.
Engels Federico. 1878. Anti-Duhring.
Ediciones de Cultura Popular, S.A. México D.F.
Hegel. 1812-1816. Ciencia de la Lógica. Traducción de
Mondolfo Rodolfo (1960).
Hegel.
1807. Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica, S.A. México, D.F.
Konstantinov F.V. 1976. Fundamentos
de filosofía marxista leninista. Editorial Grijalbo. México, D.F.
Konstantinov. V.F. 1979. Fundamentos
de la filosofía marxista leninista. Parte I. Materialismo dialéctico. Editorial
Ciencias Sociales. La Habana.
Cuba.
Rosental M. y Straks G. M. 1960. Categorías del materialismo dialéctico. Editorial Grijalbo.
México, D.F.
De Gortari E. 1959. Introducción a
la lógica dialéctica. Fondo de Cultura Económica. México, D.F.
Krapivin V. 1985. ABC de
conocimientos socio – políticos. ¿Qué es el Materialismo Dialéctico?. Editorial
Progreso. Moscú URSS.
Kursanov A. G. 1966. El
materialismo dialéctico y el concepto. Editorial Grijalbo, S.A. México, D.F.
Vásquez Eduardo. 1993. La dialéctica en
Hegel y Marx. Apuntes filosóficos. Universidad Central de Venezuela. Caracas,
Venezuela.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario