sábado, 14 de marzo de 2015

DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA DE LA RADIACIÓN SOLAR

DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA DE LA RADIACIÓN SOLAR

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx


Introducción

Comprender la naturaleza de la radiación solar (luz) es de trascendental importancia, ya que es la fuente de energía de muchos procesos físicos, químicos y biológicos. Del conocimiento científico de su naturaleza depende la explicación de los procesos en los que participa. La concepción de su naturaleza está condicionada por el contexto histórico de sus autores. Así a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, cuando la Mecánica era la ciencia más desarrollada, la doctrina que predominó fue la de la naturaleza mecánico-corpuscular formulada por Newton, a tal grado que desplazó durante un siglo a la teoría ondulatoria expuesta por primera vez por Huygens a fines del siglo XVII. Pero el conocimiento científico se mueve gradualmente y a saltos y es así como en 1865, se produce un salto revolucionario con la formulación de la teoría electromagnética de Maxwell, la cual negó a la teoría corpuscular de Newton. El conocimiento siguió moviéndose y es a principios del siglo XX, cuando se da otro salto en el desarrollo del conocimiento acerca de la naturaleza de la luz, con la Mecánica cuántica de Plank y el efecto fotoeléctrico de Einstein, descubrimientos que probaron la naturaleza corpuscular de la luz, con lo que se retorno al punto de partida, pero a un nivel muy superior, ya que la negación no es absoluta, implica la conservación de lo positivo de cada doctrina.

Ante las evidencias experimentales y teóricas, es hasta 1924, cuando De Broglie acepta la naturaleza dual de la luz: onda y partícula.

El desconocimiento de las leyes generales del movimiento de la materia y del pensamiento induce a polémicas estériles que frenan el desarrollo del conocimiento.

A principios del siglo XIX, Hegel ya había expuesto las tres leyes universales expuestas en su Ciencia de la lógica (1812-1816): la ley de la transformación recíproca de la cantidad y la cualidad, la cual establece que en el universo todos los procesos se mueven gradualmente, en un rango conocido como medida, que si se rebasa, se produce un cambio brusco –salto- que genera el relevo de la vieja cualidad por otra nueva. Se trata de una ley general del movimiento; la ley de la contradicción, la cual plantea que en el universo, todos los procesos son contradictorios y es la contradicción la que mueve a los procesos; finalmente, la ley de la negación de la negación, la cual plantea el carácter cíclico del movimiento de los procesos materiales y del pensamiento.

Como lo general está parcialmente en lo particular, por consiguiente, las leyes generales son el fundamento teórico de las ciencias particulares. En este sentido, las leyes universales del movimiento de la materia y del pensamiento descubiertas por Hegel nos orientan para comprender la naturaleza de los problemas particulares que enfrenta la ciencia. Así pues, aplicando las leyes generales descritas, resulta que tanto la teoría corpuscular como la teoría ondulatoria son ciertas, ya que ambas contribuyen al conocimiento de la verdad como lo testimonia el aporte de dichas teorías al conocimiento de la naturaleza de la luz.  Pero si se recurre a la ley de la contradicción, resulta que la luz es de naturaleza contradictoria; es decir, es onda y es partícula a la vez. Específicamente se trata de micro-partículas llamadas fotones que tienen un movimiento ondulatorio con una velocidad de 300,000 kilómetros por segundo. La enorme velocidad con que se mueven los fotones, es natural y lógica, ya que en realidad se trata de “micro-proyectiles” nucleares emitidos o “disparados” por el Sol por la explosión de “bombas” termonucleares de hidrógeno en su interior.

Es evidente, pues, que el conocimiento de las leyes generales del movimiento de la materia y del pensamiento, permiten entender racionalmente los problemas de las ciencias particulares, ya que lo general está parcialmente inmerso en lo particular, por esta razón, constituye su fundamento teórico y nos evita movernos a ciegas en el complejo mundo de la ciencia.



1. Fundamentación teórica

Las leyes generales del movimiento del pensamiento fueron descubiertas por Hegel a principios del siglo XIX y expuestas sistemáticamente en su Ciencia de la lógica (1812-1816). En la  doctrina del ser expone la ley del tránsito recíproco de la cantidad y la cualidad, la cual establece que en el pensamiento todos los procesos se mueven gradualmente –cuantitativamente- en un rango conocido como medida y que si se rebasa se produce un cambio brusco –salto-, con lo que la cantidad se transforma en una nueva cualidad; es decir, la cualidad se mueve cuantitativamente en los límites de la medida, pero que si se rebasa, la vieja cualidad es relevada por una nueva. La ley de la contradicción la plantea en la doctrina de la esencia en polémica con la ley de la identidad de la lógica aristotélica y afirma que en el universo todos los procesos son contradictorios en sí mismos y es la contradicción la que mueve a los procesos materiales y mentales. Finalmente en la doctrina del concepto, expone la tercera ley universal, la negación de la negación; la cual establece que en el universo todos los procesos son cíclicos y que para completar el ciclo el proceso tiene que pasar por dos negaciones, para retornar al punto de partida pero a un nivel superior. Así pues, la ley de la transformación recíproca de los procesos es una ley del movimiento; la ley de la contradicción hace referencia a la “fuerza motriz” del movimiento; y por último, la ley de la negación de la negación explica el carácter cíclico de los procesos. De hecho su obra en su exposición sigue la doble negación: la doctrina de la esencia niega a la doctrina del ser y la doctrina de la esencia es negada por la doctrina del concepto, con lo que se retorna al ser abstracto como punto de partida, pero a un nivel muy superior, como doctrina del concepto. Posteriormente y durante el mismo siglo, las leyes descubiertas por Hegel, fueron confirmadas con los grandes descubrimientos científicos, principalmente el descubrimiento de la célula -1838 y 1839- como unidad anatómica y fisiológica fundamental de todos los seres vivos, partir de la cual se ha desarrollado toda diversidad biológica; la ley de la transformación de la materia y la energía a principios de la década de 40 del siglo XIX y el descubrimiento de la evolución de los organismos vivos, expuesta en 1859 en el Origen de las especies por Darwin. 

Con las leyes descubiertas por Hegel y confirmadas por los descubrimientos descritos, aparece la dialéctica como nueva doctrina filosófica que sirve de fundamento teórico a todas las ciencias particulares, especialmente las ciencias naturales.



2. Historia de las teorías de la naturaleza de la luz

Históricamente la teoría corpuscular de la naturaleza de la luz apareció en la primera mitad del siglo XVII -1638- con Descartes, filósofo, físico y matemático francés. Su obra de Mecánica en la que expone su doctrina de la luz, no fue publicada durante su vida, por temor a la censura de la Iglesia y a las represalias de la Santa Inquisición. Posteriormente, en la segunda mitad del mismo siglo, Newton trabaja acerca de la naturaleza corpuscular de la luz, pero es hasta 1704, cuando publica su tratado de Óptica, en la que se expone su concepción de la luz. Ambos científicos, formulan la naturaleza de la luz en el contexto histórico del Renacimiento de la cultura en general y de las ciencias naturales en particular. Ambos concibieron la naturaleza de la luz, como un flujo de partículas materiales con movimiento mecánico rectilíneo.

Los rasgos que caracterizan a la teoría corpuscular de Descartes-Newton, se presentan en la imagen 1.
Imagen 1. Teoría corpuscular de la luz

La contra-parte de la teoría corpuscular es la teoría ondulatoria propuesta por Huygens en 1698, la cual considera a la luz como un movimiento de ondas a semejanza de cómo el sonido se mueve en el aire –atmósfera-. La teoría del movimiento ondulatorio de la luz, requiere de un medio en el que se muevan las ondas, razón por la cual, Huygens propuso la existencia del éter como sustrato en el que se transportan las ondas de luz.

En la imagen 2 se presentan los rasgos más relevantes de la teoría ondulatoria de Huygens.
Imagen 2. Teoría ondulatoria de Huygens

Dado el prestigio de Newton, adquirido con la publicación en 1687 de su magna obra: Principios matemáticos de la filosofía natural, la teoría ondulatoria de Huygens fue olvidada durante 100 años, hasta que fue rescatada por el físico inglés Young en 1801; pero, el salto más importante en el conocimiento acerca de la naturaleza ondulatoria de la luz, lo dio Clerk Maxwell con su teoría electromagnética de la luz en 1865. La nueva teoría de la luz de Maxwell, recupera  a la vieja teoría ondulatoria de Huygens y la eleva a un nivel muy superior, con una fundamentación matemática muy sólida. Específicamente, concibe  a la luz como un movimiento de ondas electromagnéticas con una velocidad de 300,000 kilómetros por segundo. Al parecer se había llegado a la verdad absoluta acerca de la naturaleza de la luz.

La teoría ondulatoria de Maxwell, se presenta en la imagen 3.

Imagen 3. Teoría electromagnética –ondulatoria- de Maxwell

La teoría corpuscular de Newton pasó a segundo plano, hasta que Max Plank en 1900 la elevó a un peldaño más alto con la Mecánica Cuántica. Esta nueva teoría física establece que la luz se transmite en paquetes de energía llamados cuantos, es decir, la luz se comporta en su movimiento como partícula. Esta hipótesis fue confirmada en 1905 por el trabajo de Einstein conocido como efecto fotoeléctrico, el cual consiste en hacer incidir en un material metálico la luz, interacción que genera el desprendimiento de electrones, proceso físico, que sólo puede ser explicado por la naturaleza corpuscular de la luz. Los nuevos descubrimientos científicos, desembocaron en un nuevo salto revolucionario en el conocimiento de la naturaleza de corpuscular de la luz.

En la imagen 4, se presenta la naturaleza del efecto fotoeléctrico.

Imagen 4. Efecto fotoeléctrico
En la imagen 4 se observa que al incidir la luz, particularmente las radiaciones gama de alta energía sobre un metal -átomos-, se produce la emisión de electrones, proceso que solo puede ser explicado racionalmente si se considera a la luz de naturaleza corpuscular, tal como lo establece la Mecánica Cuántica, nueva rama de la física fundamentada teóricamente por Max Plank en 1900.

Ante las evidencias empíricas y teóricas, finalmente en 1924, De Broglie, fusiona la naturaleza corpuscular y ondulatoria de la luz, para dar origen a la dualidad de la luz; es decir, que la luz se comporta como partícula y como onda. Además, generaliza la dualidad de la luz a otras micro-partículas.

La explicación dada por Einstein al fenómeno físico denominado efecto fotoeléctrico se presenta en la imagen 5.

Imagen 5. Efecto fotoeléctrico y su explicación


Finalmente las características de la naturaleza dual -contradictoria- de la luz, se presentan en la imagen 6.

Imagen 6. Naturaleza dual de la luz de De Broglie

Con la naturaleza contradictoria -dual- de la luz se ha producido la negación de la negación: la Teoría ondulatoria, particularmente la electromagnética de Maxwell, negó la Teoría corpuscular de Descartes-Newton, luego a principios del siglo XX, la Teoría mecánico-corpuscular de Newton-Descartes fue negada por la Mecánica Cuántica y el efecto fotoeléctrico de Einstein, para retornar al punto de partida: naturaleza corpuscular de la luz, pero a un nivel muy superior, fundamentado en la nueva rama de la física: la Mecánica cuántica. Se confirma la naturaleza cíclica del conocimiento científico.



3. Discusión

El desconocimiento de las leyes universales del movimiento de la materia y del pensamiento induce a polémicas estériles, puesto, que si los fenómenos se enfocan para su estudio dialécticamente, resulta que los aspectos contradictorios se transforman recíprocamente y en el terreno del pensamiento, las doctrinas contradictorias se suceden y ambas son válidas. En el caso del presente escrito, es evidente que ambas teorías tanto la corpuscular como la ondulatoria, expuestas por Newton y Huygens, son productos del contexto histórico en la que sus autores las formularon a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, cuando todo era medido por el rasero de la Mecánica. En esta época la filosofía y la mayoría de las ciencias naturales se movían gradualmente, sin haber logrado dar todavía un salto o cambio cualitativo en su desarrollo. En estas condiciones en las que la única ciencia que había dado el salto cualitativo en su desarrollo, era la Mecánica, cuyas leyes y la Ley de la Gravitación Universal, estaban fundamentadas con la nueva rama de las matemáticas inventada por Newton: el cálculo diferencial e integral; así, la teoría ondulatoria de la luz fue abandonada. La teoría corpuscular de Newton negó a la teoría ondulatoria de Huygens. Solo cien años después, a principios del siglo XIX, la teoría ondulatoria fue rescatada por los experimentos del físico inglés Young y confirmada y fundamentada matemáticamente por el físico escocés Clerk Maxwell en 1865 al formular la teoría electromagnética de la luz. La teoría electromagnética de la luz de Maxwell negó a la teoría corpuscular de Newton. Esta situación no perduró mucho tiempo, ya que en 1900 el físico alemán Max Plank, descubrió que todos los cuerpos emiten radiación en paquetes llamados cuantos. Este descubrimiento fue confirmado por el trabajo de Albert Einstein en 1905, en el que al hacer incidir luz sobre una superficie metálica, se producía el desprendimiento de electrones. Este trabajo reafirmó la naturaleza corpuscular de la luz, pues, solo una partícula que choca con los metales puede generar el desprendimiento de los electrones. Se ha producido la negación de la negación: la teoría ondulatoria fue negada por la teoría corpuscular de Newton; luego ésta es negada por la teoría electromagnética de Maxwell y finalmente la mecánica cuántica de Plank y el efecto fotoeléctrico reafirman la teoría corpuscular, para retornar al punto de partida pero a un nivel muy superior.

Ante las evidencias experimentales y teóricas, es hasta 1924, cuando De Broglie acepta la dualidad de la naturaleza de la luz: onda y partícula.

Así pues, el desarrollo del conocimiento de la luz ha culminado con su naturaleza contradictoria: onda-partícula. Pero no se trata de una contradicción que se suceda temporalmente, es decir, que en su movimiento o propagación se comporte como onda y en su interacción con la materia como corpúsculo, en realidad en todo momento es la unidad contradictoria de partícula y onda. Se trata, pues, de micro-partículas llamadas fotones emitidas por el Sol, que se mueven a 300,000 kilómetros por segundo, ya que son el resultado de explosiones de “bombas” de hidrógeno en el centro del Sol.

El mecanismo que genera la energía solar en el núcleo del Sol, se presenta en la imagen 6.

Imagen 6. Generación de la energía solar

A temperaturas de 15 millones de °C en el núcleo del Sol, los elementos químicos, principalmente el hidrógeno y el helio, se encuentran en estado de plasma, es decir, partículas cargadas eléctricamente, particularmente el hidrógeno, se encuentra en forma de núcleo -protón- cargado positivamente; pero dadas las temperaturas tan elevadas, los núcleos de hidrógeno se mueven a grandes velocidades, de tal forma que se fusionan, para formar helio y liberar energía solar. Específicamente, se observa en la imagen 6, que cada segundo se fusionan 564 millones de toneladas de hidrógeno, para trasformarse en 560 millones de toneladas de helio y 4 millones de toneladas de energía. Esta energía de naturaleza nuclear, es la que mueve a los procesos, físicos, químicos, climáticos y biológicos en nuestro planeta. Se trata de micro-proyectiles nucleares llamados fotones y dado que son producto de explosiones nucleares de "bombas" de hidrógeno en el centro del Sol, se mueven a la velocidad de 300,000 kilómetros por segundo.


4. Conclusiones

Cuando las doctrinas científicas que explican el movimiento de los fenómenos materiales, se enfocan como si los objetos estuvieran aislados y estáticos, carentes de movimiento, se cae en la ley de la identidad aristotélica, la cual rechaza la contradicción; es decir, que una cosa o teoría o es una cosa o es otra pero no puede ser la unidad de ambos aspectos contradictorios. Así sucedió con las teorías corpuscular y ondulatoria, acerca de la naturaleza de la luz, cada una fue negada recíprocamente.

Si el estudio de los objetos materiales y del pensamiento, se enfocan como procesos, es decir, en su movimiento, ambas teorías son válidas en su tiempo, ya que las dos contribuyeron al conocimiento de la verdad. Así lo demostró la historia de la naturaleza de la luz.

La concepción moderna de la naturaleza de la luz es la síntesis unificadora de las teorías corpuscular y ondulatoria de la luz, pero elevadas a un nivel muy superior.

El conocimiento científico se mueve gradualmente y a saltos, como lo prueban los grandes descubrimientos durante el siglo XIX y XX –electromagnetismo, mecánica cuántica y efecto foto eléctrico- conocimientos científicos que revolucionaron la concepción de la naturaleza de la luz.

Al igual que los procesos materiales del universo, el pensamiento también se mueve por las contradicciones. Fue la confrontación entre los partidarios de la teoría corpuscular y los partidarios de la teoría ondulatoria, la que movió el desarrollo del conocimiento acerca de la naturaleza de la luz.

Como todos los procesos materiales del universo, el conocimiento científico, también se mueve cíclicamente, en este caso particular de la naturaleza de la luz: la teoría corpuscular de Newton negó a la teoría ondulatoria de Huygens, luego la teoría corpuscular de Newton fue negada fundamentalmente por la teoría electromagnética de Maxwell y finalmente ésta última fue negada por la Mecánica cuántica de Plank y el efecto fotoeléctrico de Einstein, para retornar al punto de partida, pero a un nivel muy superior; es decir, se ha producido la negación de la negación, rasgo que identifica a los procesos cíclicos.

Las leyes generales del movimiento de la materia y del pensamiento, particularmente la Ley universal de la contradicción, permite concluir que la naturaleza de la luz es contradictoria: es partícula y es onda. Específicamente se trata de micro-partículas llamadas fotones que se mueven con trayectoria ondulatoria a una velocidad de 300,000 kilómetros por segundo. Esto es natural y lógico, puesto, que en realidad se trata de “micro-proyectiles” nucleares emitidos por el Sol.


5. Bibliografía

Hegel. 1812-1816. Ciencia de la lógica. Traducción Mondolfo Rodolfo (1960). Buenos Aires, Argentina.

Internet.

jueves, 12 de marzo de 2015

DIALÉCTICA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO (MÉTODO)

DIALÉCTICA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO (MÉTODO)

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx


Introducción

El objetivo de la ciencia en general es el descubrimiento de la esencia que está oculta detrás de la apariencia de los objetos sensibles. La ciencia como forma suprema de la conciencia social, tiene como rasgo fundamental reflejar la esencia material en forma de conceptos, leyes y definiciones, expresiones lógicas de la esencia, en las que se expresa la verdad de la apariencia de los objetos percibidos por la sensibilidad del sujeto cognoscente.

Para descubrir la esencia se requiere de un método que corresponda al contenido del objeto material de estudio. Independientemente de si se trata de ciencias naturales o de ciencias sociales, la “herramienta” mental más poderosa con que cuenta el sujeto cognoscente, es la abstracción. Esta es una actividad racional que consiste en prescindir de los aspectos singulares o casuales de los objetos de estudio para destacar las propiedades universales y esenciales que constituyen su fundamento. La abstracción se utiliza en todas las ciencias; tanto en las ciencias naturales, como en las ciencias sociales; la única diferencia es que en las ciencias naturales se recurre al experimento para probar la hipótesis planteada; en cambio, en las ciencias sociales, la prueba de la hipótesis se basa en datos históricos empíricos existentes. Pero en ambos casos, la abstracción se aplica a los datos empíricos derivados del experimento en las ciencias naturales y a los datos históricos empíricos existentes en las ciencias sociales, para "depurarlos" de las contingencias -casualidades- y singularidades del objeto de estudio.

El primer resultado de la abstracción científica en la primera fase del movimiento del conocimiento de lo sensible a lo abstracto, es el concepto más general que expresa lógicamente el rasgo más universal de los objetos singulares bajo estudio. El concepto abstracto, producto de la abstracción, es la expresión lógica sintética de una multitud de fenómenos singulares. En este sentido, el concepto, es lo uno en lo múltiple, lo universal en la diversidad de los objetos singulares. Como la verdad está en la esencia, es decir, en el aspecto interno de los objetos sensibles; por consiguiente, la abstracción, tiene que descubrir no solo lo general, sino lo universal y esencial. La esencia es universal, puesto, que es lo uno, en la multitud de objetos singulares en que se manifiesta. Con el concepto abstracto, aparece la verdad abstracta. Esta es la más simple y como tal es unilateral e incompleta; en consecuencia, el conocimiento científico no concluye con la misma; tiene que moverse de lo abstracto a lo concreto del pensamiento y así transformar dialécticamente la verdad abstracta en verdad concreta. Esta es el resultado de una serie de abstracciones cada vez más particulares para apropiarse mentalmente del objeto de estudio en su totalidad concreta.

La abstracción es un actividad mental compleja de naturaleza cíclica y se mueve; primero, desde el objeto sensible a la esencia y de ésta al concepto abstracto -verdad abstracta-; segundo, desde la verdad abstracta a la verdad concreta, para apropiarse del objeto de estudio en su totalidad concreta. En este proceso mental participan la observación, la formulación de hipótesis, prueba de hipótesis, ley y teoría; pasos metodológicos necesarios para culminar en un sistema de conceptos, definiciones y leyes, que explican racionalmente el movimiento de los objetos materiales.

Así pues, el conocimiento científico se mueve cíclicamente: del objeto concreto sensible a lo abstracto, resultado de la abstracción científica y de lo abstracto a la reproducción mental del objeto concreto; pero no es el retorno al objeto sensible, sino al objeto reconstruido lógicamente. De ambos momentos del movimiento cíclico del conocimiento científico, el más importante es el ascenso de lo abstracto a lo concreto, ya que permite reproducir mentalmente al objeto de estudio en su totalidad concreta.



1. Marco de referencia teórico

El fundamento teórico del movimiento del conocimiento científico está en la ley universal de la contradicción que opera en las ciencias naturales, ciencias sociales y del pensamiento –lógica-, puesto, que lo general está integrado a lo particular, en este caso la esfera del conocimiento. La ley general de la contradicción, se particulariza como apariencia y esencia, aspectos contradictorios que mueven al conocimiento científico de la apariencia a la esencia. El descubrimiento de la esencia requiere del concurso de la abstracción. Esta es una actividad mental, que deja de lado los aspectos secundarios del objeto sensible, para centrarse en la esencia oculta detrás de la apariencia percibida por la sensibilidad. El resultado de la abstracción es el concepto abstracto, con el que surge la verdad abstracta más general. La verdad abstracta por naturaleza es muy general, unilateral e incompleta, por consiguiente, tiene que moverse dialécticamente para elevarse de lo abstracto a lo concreto, es decir, tiene que convertirse en una verdad concreta, para apropiarse del objeto de estudio en su totalidad concreta. En resumen, es la dialéctica de la apariencia y la esencia, así como la dialéctica del movimiento de lo abstracto a lo concreto, lo que constituye el fundamento teórico del movimiento del conocimiento científico.

1.1. Dialéctica de la apariencia y la esencia

Rosental y Straks (1960) expresan la compleja unidad de los aspectos internos –esencia- y externos –apariencia- de los objetos y procesos de la realidad objetiva. En cuanto categorías del conocimiento, la apariencia y esencia reflejan la unidad dialéctica de los grados sensible y racional del proceso cognoscitivo, que revela la esencia profunda de las cosas, sobre la base de la práctica.

La solución acertada del problema de las categorías de apariencia y esencia, la justa interdependencia dialéctica, se haya indisolublemente vinculada al desarrollo científico de la teoría del conocimiento en general.

El error de los materialistas sensualistas consistía en subestimar la función del pensamiento abstracto en el descubrimiento de la esencia de los fenómenos; es decir, en su incapacidad para comprender la compleja dialéctica del proceso cognoscitivo. En contraposición a ellos, los materialistas racionalistas subestimaban el papel del factor sensible. Ni unos ni otros, por otra parte, comprendían el papel determinante que desempeña la práctica, así como el papel de la actividad humana transformadora, como bases del progreso del conocimiento.

Los filósofos idealistas, por supuesto, no podían resolver tampoco el problema de las relaciones mutuas entre la esencia y la apariencia. Los agnósticos como Kant y otros, negaban, en general, la posibilidad de llegar a conocer la esencia y separaban la esencia y la apariencia, como si fueran dos aspectos aislados, limitando el objeto del conocimiento simplemente al mundo de los fenómenos. Los idealistas racionalistas, que reconocían el papel activo que el pensamiento desempeñaba en el conocimiento, exageraban a tal grado dicho papel, que acababan por ver en él al creador de la realidad material, la esencia más profunda de todos los fenómenos del universo.

Los idealistas empiristas, por el contrario, llevaban a términos absolutos el papel del factor sensible del conocimiento, considerando las sensaciones como los elementos primarios del mundo y reduciendo éste a un conjunto de sensaciones.

El materialismo dialéctico, resuelve de modo muy distinto el problema de la esencia y la apariencia. Esta filosofía ha superado la unilateralidad, la limitación, el carácter metafísico del viejo materialismo y arrojado por la borda la pretensión de los filósofos idealistas de construir un mundo a base de conceptos lógicos. Para el materialismo dialéctico, la esencia y la apariencia son dos aspectos indisolublemente vinculados de la realidad objetiva; uno de ellos, el aspecto interno –la esencia- no puede manifestarse sino a través del aspecto externo –la apariencia-. Ahora bien, los dos aspectos no coinciden nunca plenamente en el modo de manifestarse, y es precisamente esta falta de coincidencia lo que hace necesario el proceso mismo del conocimiento científico. En efecto, la ciencia no tiene otro fin que el descubrir detrás de lo externo, detrás de lo que se percibe inmediatamente, el fundamento, la esencia de las cosas; es decir, el otro aspecto, el aspecto oculto e interno. Esta dialéctica de la esencia y la apariencia sirve de base para resolver acertadamente el problema de las mutuas relaciones entre el conocimiento sensible y el pensamiento abstracto, en el descubrimiento de la esencia de las cosas. La teoría dialéctica, materialista, del conocimiento parte del principio de que el hombre, en el curso de su actividad práctica, entra en relaciones de interdependencia con los objetos y fenómenos del mundo objetivo, de que sus órganos de los sentidos reflejan dichos objetos y fenómenos, y de que, mediante el pensamiento abstracto somete a un análisis lógico los datos suministrados por los órganos de los sentidos. Es así como el hombre avanza del conocimiento de la apariencia a la esencia; del conocimiento de lo inmediato, de lo externo, al de lo mediato e interno.

La unidad de la esencia y la apariencia reviste un carácter contradictorio. La esencia expresa algo universal, en tanto que la apariencia hace patente a algo singular; en la esencia se presenta el aspecto interno, profundo, de la realidad, mientras que en la apariencia se muestra el aspecto externo, superficial; la esencia tiene mayor estabilidad, se halla en reposo y es constante; en cambio, la apariencia se distingue por su movilidad y mutabilidad; la esencia se manifiesta por medio de la apariencia, en tanto que ésta se presenta en forma directa e inmediata. Así pues, la esencia es el aspecto interno, relativamente estable, de la realidad objetiva, que permanece oculto tras la superficie de la apariencia y que se manifiesta a través de ella. La apariencia es el aspecto externo más móvil y cambiante de la realidad objetiva, que constituye la forma de manifestarse de la esencia.

El conocimiento científico, se mueve de lo empírico a lo racional. Lo empírico es lo que se percibe por los órganos de los sentidos, pero la ciencia no se queda en lo sensible, porque lo que se percibe no necesita explicación, pero sí constituye el punto de partida de la ciencia. Esta tiene que avanzar de la apariencia percibida, a lo que está detrás de la sensibilidad, lo que está oculto, lo interno; es decir, el conocimiento científico se mueve de la apariencia de los objetos a la esencia de los mismos. Este proceso del conocimiento de la observación de la variabilidad de los procesos materiales, a lo relativamente constante (leyes), constituye, el movimiento del conocimiento científico, desde la observación hasta las leyes que rigen el comportamiento de los fenómenos, pasando por la hipótesis y la prueba de hipótesis. Así pues, el conocimiento científico se mueve de lo variable a lo relativamente estable, que se expresa a través de constantes...porque no tendría caso que la ciencia estudiara, lo que permanentemente esta variando, si lo que hoy es una cosa mañana es otra. La ciencia no debe limitarse a la esfera de lo empírico, es necesario que se mueva al ámbito de lo racional (lógico).

En el ambiente académico, es muy común, escuchar opiniones, como: "esta es mi verdad", como si la verdad fuera privativa de cada persona, pues, en este sentido, debe haber tantas verdades, como número de individuos; pero entonces, si cada quién tiene su verdad, también la ciencia sería innecesaria. Puntos de vista son muchos, pero la verdad es una, porque la esencia es una. En este sentido, la verdad es la expresión lógica de la esencia y es la práctica la que la confirma.

La falta de claridad respecto a los rasgos propios de la apariencia y la esencia, así como de su contradicción, ha llevado a los investigadores a la concepción de la identidad de ambas categorías (conceptos generales). Esta identidad, ha tenido repercusiones muy importantes en el desarrollo de la ciencia, a tal grado que se considera a la percepción de los objetos materiales, como si fuera su esencia y lo que hacen en realidad, es moverse en el campo del empirismo, sin trascender más allá de la sensibilidad. Si la apariencia y la esencia, únicamente fueran idénticas, la ciencia sería superflua; también son contradictorias y ésta contradicción es la que justifica la necesidad de la ciencia.

1.2. Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en el conocimiento

Según Rosental y Straks (1960) las categorías de lo abstracto y lo concreto, están íntimamente relacionadas con el proceso del conocimiento y están estrechamente vinculadas con las categorías de esencia y apariencia. Estas últimas nos orientan para entender los aspectos internos y externos de los objetos, y lo concreto y abstracto son categorías que nos guían en el descubrimiento de la esencia mediante la abstracción.

Lo concreto en el conocimiento refleja el hecho objetivo de que los fenómenos y objetos de la realidad existen en una unidad, como un todo compuesto de diferentes aspectos, cualidades y relaciones.

La imagen concreta cognoscitiva representa un reflejo unitario del objeto; es decir, sus diferentes aspectos se presentan en una unidad, en una conexión recíproca.

Lo abstracto puede darse en el conocimiento porque los diferentes aspectos y las diversas propiedades y relaciones de los objetos poseen una relativa autonomía, se distinguen entre sí, se hallan en una distinta relación con la esencia; por ello, en el conocimiento se pueden separar unos aspectos del objeto, abstrayéndolos de otros.

Lo abstracto surge al separar los aspectos secundarios de los fenómenos, con el fin de captar su esencia. Esta actividad mental que permite prescindir de los aspectos inesenciales para descubrir la esencia, se conoce como abstracción.

La práctica determina cual es la propiedad que debe destacarse como esencial.

La tarea de abstraer no solamente consiste en destacar lo que hay de común, de idéntico, entre los objetos, sino principalmente en poner de relieve la esencia de las cosas. La abstracción no estriba simplemente en separar lo general, sino en destacar al mismo tiempo lo que es general y esencial en los procesos materiales.

Así pues, lo abstracto no solo refleja lo que hay de similar entre los fenómenos, sino su esencia, su sujeción a leyes y su naturaleza universal.

Lo abstracto no es el punto final del proceso del conocimiento, sino una etapa para elevarse a lo concreto.

En el movimiento de lo abstracto a lo concreto no se recrea el objeto sensible, que ya existía antes e independientemente de que fuera conocido, lo que surge es el concepto concreto de él; la verdad abstracta no existe, la verdad es siempre concreta. Esta marcha ascendente hacia lo concreto significa una marcha hacia el conocimiento más profundo de la esencia del objeto.

La Lógica Dialéctica considera que lo concreto es el punto de partida y de llegada del proceso del conocimiento. Lo concreto sensible es el punto de partida del conocimiento, lo concreto, a su vez, como síntesis y combinación de numerosas abstracciones, es la meta del conocimiento científico y las abstracciones aisladas constituyen el medio para alcanzar este fin.

La marcha de nuestro conocimiento desde lo concreto sensible a través de lo abstracto hacia lo concreto, reproducido sobre la base del conocimiento de la esencia de los fenómenos, expresa la negación de la negación del saber humano.

Lo abstracto es la negación de lo concreto sensible, y lo concreto, como síntesis de innumerables abstracciones, es la negación de lo abstracto. Esto no significa la vuelta a lo concreto que sirve de punto de partida, sino a lo concreto elevado a un nivel más alto de desarrollo del conocimiento, en el que el objeto es captado de modo más profundo y multilateral.

Kursanov (1966) escribe que Marx en su genial Introducción a la crítica de la economía política (1857), pone de manifiesto la inconsistencia del método rudimentario que parte inmediatamente del todo, sin analizarlo ni descomponerlo, por ejemplo, de la población, ya que como es abstracción no es nada, si se prescinde de las clases de que se compone. En esta trayectoria correcta de la ciencia, lo concreto se manifiesta como un concepto rico, pleno del contenido del saber multifacético del mundo, como la combinación de numerosas definiciones y de conceptos particulares que revelan las multiformes facetas y relaciones de los individuos, sintetizadas en el concepto concreto único. Lo concreto es la unidad de lo multiforme, la unidad de los conceptos abstractos particulares que se crean como síntesis histórico-lógicas de éstos últimos.  "Lo concreto lo es precisamente por ser la síntesis de muchas definiciones, por consiguiente, la unidad de lo multiforme".

El proceso de la dinámica del pensamiento en el desarrollo de los conceptos de lo abstracto a lo concreto, en línea ascendente, a través de un reflejo cada vez más profundo y completo de la esencia de los objetos y de los fenómenos, es la ley dialéctica universal del conocimiento. La riqueza del objeto determina la riqueza del contenido del concepto y exige la creación en el desarrollo histórico del conocimiento de nuevos y nuevos conceptos para su adecuada expresión. Cuanto más complejo y rico es el objeto, tanto más rico y multiforme debe ser el concepto científico del mismo. Cada definición abstracta es el componente necesario y un peldaño imprescindible en la formulación de lo concreto, y solo la suma infinita de los conceptos universales nos ofrece lo concreto en toda su plenitud.

Blauberg (1968) afirma que lo abstracto y lo concreto (del latín “abstractio”, aislamiento; concreto de “concrescere» crecer por aglomeración) son dos categorías dialécticamente vinculadas entre sí. Lo abstracto es un estado no desarrollado del objeto, un estado en que todavía no se han puesto de manifiesto por completo todas sus propiedades, todas sus particularidades; en tanto, lo concreto es el objeto en su integridad orgánica, en toda la multilateralidad de sus aspectos y conexiones. Son relativas las diferencias entre lo abstracto y lo concreto. Si un objeto concreto íntegro es examinado como parte de un sistema más general, tal objeto puede resultar abstracto. Lo abstracto y lo concreto ayudan de modo importante a caracterizar el conocimiento teórico acerca de los objetos. Por abstracto se entiende el conocimiento no completo, unilateral. Este conocimiento refleja distintos aspectos, rasgos y facetas de los objetos concretos, separados de otros de sus aspectos y propiedades. Tal cosa posibilita examinar las propiedades de los objetos en forma pura, al margen de cualesquiera influencias secundarias o casuales. En este caso, sin embargo, los objetos quedan desarticulados, pierden su integridad, la conexión interna de sus partes. En tanto, el conocimiento sólo es verdadero cuando es concreto, cuando considera los objetos y fenómenos de la realidad, en la total unidad de sus múltiples aspectos. El análisis concreto no puede ser logrado repentinamente: es el resultado del movimiento del pensar desde las determinaciones unilaterales, abstractas, del objeto, hasta las determinaciones cada vez más complejas y dialécticamente contradictorias. Este proceso de movimiento del pensamiento es denominado ascenso de lo abstracto a lo concreto. Fue Hegel quien quién lo describió por primera vez en sus rasgos generales; sin embargo, lo hizo de forma idealista al representárselo como un proceso en el que el pensamiento hace surgir, engendra los objetos concretos mismos. Estos en realidad existen como todo lo concreto antes de que emerja cualquier conocimiento; mas son reproducidos, reconstruidos mentalmente en el pensamiento en el proceso de ascenso de lo abstracto a lo concreto. Lo concreto es concreto porque es la síntesis de muchas determinaciones; es por consiguiente, la unidad de lo diverso. Es por eso que en el pensamiento actúa como proceso de síntesis, como resultado y no como punto de partida; aunque de hecho constituye el punto de partida real y por eso mismo también el punto de partida de la contemplación y la representación. La reproducción del objeto en el pensamiento como un todo vivo no es la simple suma, la enumeración de las abstracciones que reflejan los diferentes aspectos del objeto. En este proceso es superada su unilateralidad, su aislamiento y se ubican con una lógica tal que refleja el nexo objetivo existente entre los aspectos del propio objeto y el proceso de su desarrollo. El conocimiento no se queda en los marcos del solo pensamiento: debe utilizar el material de la observación empírica, remitirse frecuentemente a los hechos reales, a la práctica, sin lo cual no puede obtenerse el cuadro acertado del objeto como un todo concreto.

1.3. La abstracción científica

Rosental y Iudin (1965) explican que la abstracción deriva del latín «abstractio»: aislamiento, término que introdujo Boecio como traducción de la expresión griega utilizada por Aristóteles. Una de las facetas o formas del conocimiento consistente en la separación mental de varias propiedades de los objetos y de sus relaciones con delimitación o desmembración de una propiedad o relación determinada. La abstracción designa tanto el proceso de separación como su resultado. Todo conocimiento se halla necesariamente unido a procesos de abstracción. Sin ellos no sería posible descubrir la esencia del objeto, penetrar en su interior. La división del objeto en partes y la delimitación de las que son esenciales en él, el análisis multilateral de las mismas en su aspecto puro, son resultado de la actividad abstractiva del pensar. Todas las abstracciones científicas (correctas, serias, no absurdas) reflejan la naturaleza con mayor profundidad o, mejor dicho, de manera más completa. El carácter de la abstracción así como lo que concretamente se delimita en cada caso concreto y también las partes del objeto de que procede la separación mental, están determinados por los objetivos a que responda la actividad práctica y cognoscitiva del hombre y por la naturaleza del objeto que se investigue. La práctica nos proporciona, asimismo, el criterio para juzgar si las abstracciones introducidas en la ciencia son auténticamente científicas. La interpretación científica del proceso de abstracción y de sus resultados nos la proporciona el materialismo dialéctico. El idealismo ha especulado frecuentemente con las dificultades que ofrece la función abstractiva del pensar. Es propio de la filosofía idealista transformar los productos de la abstracción -conceptos, ideas- en la esencia y primer fundamento del mundo. Al mismo tiempo, el idealismo ve las abstracciones como resultado de una actividad arbitraria del intelecto, sin nexo alguno con el mundo objetivo ni con el hacer práctico del hombre. Esta manera de entender la abstracción es propia del positivismo moderno y de otras tendencias idealistas. En la lógica dialéctica, el concepto de lo abstracto se emplea también en el sentido de lo unilateral, lo que está sin desarrollar, a diferencia de lo concreto.

Kursanov (1966) al escribir acerca de la naturaleza del concepto, explica que está estrechamente vinculado al proceso de abstracción: por un lado como proceso de su formación y, por el otro, como su resultado, es decir, como concepto propiamente.

Hegel expuso ideas profundas acerca de la idea dialéctica del proceso y del carácter de la abstracción. Tanto en su Ciencia de la lógica (1812-1816) como en su Fenomenología del espíritu (1807) formula la concepción de que el concepto como abstracción suprema es la expresión y la forma en que se manifiesta la razón. Únicamente abstrayéndose de todos los elementos de la sensibilidad, alcanza el pensamiento su verdadera fuerza en el saber teórico, en la ciencia, en los conceptos  como formas supremas del conocimiento. Solo sí la abstracción se lleva hasta el fin, hasta eliminar por completo todos los elementos de las sensaciones y las nociones, se llega al concepto en el sentido supremo, enfático, de la palabra, como le gustaba repetir con frecuencia a Hegel.

La abstracción es un actividad mental compleja de naturaleza cíclica y se mueve; primero, desde el objeto sensible a la esencia y de ésta al concepto abstracto -verdad abstracta-; segundo, desde la verdad abstracta a la verdad concreta, para apropiarse del objeto de estudio en su totalidad concreta. En este proceso mental participan la observación, la formulación de hipótesis, prueba de hipótesis, conversión de las hipótesis en leyes (teoría); pasos metodológicos necesarios para culminar en un sistema de conceptos, definiciones y leyes, que explican racionalmente el movimiento de los objetos materiales.



2. Marco de referencia histórico

Hegel desde 1807 en la Fenomenología del espíritu, expone su teoría del conocimiento, en el que el espíritu se mueve desde la conciencia sensible hasta el saber-conocimiento- absoluto. Dicha obra constituye la introducción a su sistema filosófico que desarrollará posteriormente. Entre 1812 y 1816 escribe su Ciencia de la lógica, obra dividida en tres volúmenes:

A).  Doctrina del ser, en la que expone la ley de la transformación recíproca de la cantidad y la cualidad.

B).  Doctrina de la esencia. Esta, es resultado de la negación del ser y  en ella expone la ley de la contradicción.

C). Doctrina del concepto. Este es el resultado de la negación de la esencia, con lo que se retorna al punto de partida –el ser- pero a un nivel superior. El concepto es el producto de la abstracción y constituye la “célula” del pensamiento abstracto.

Posteriormente en su Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817) expone su sistema filosófico, el cual está integrado por:

a). Lógica

b). Filosofía de la naturaleza

c). Filosofía del espíritu

Es en su sistema filosófico en el que es más evidente su idealismo, pues está integrado de tal forma que el concepto –lógica- tiene que salir de su unilateralidad para materializarse en la naturaleza: en este sentido concibe a la realidad material como el ser otro del espíritu –concepto-; es decir, es el espíritu –Dios- el que crea a la naturaleza material. En seguida el espíritu en su movimiento por la sociedad, da origen a la filosofía del espíritu y culmina como espíritu absoluto y así retornar a la lógica –idea o concepto- para cerrar el ciclo. Es decir, que lo abstracto en su movimiento para salir de la unilateralidad crea a la realidad material.

Marx depuró la dialéctica hegeliana del misticismo religioso al invertir la dialéctica hegeliana y argumentar que es el ser material el que produce el espíritu; es decir, que lo abstracto o ideal es el reflejo de la materia en movimiento y no su creador como lo concebía Hegel. Así en 1857 en su Introducción general a la crítica de la economía política, afirma que parece justo empezar por lo real y lo concreto, por el supuesto efectivo, en la economía, por la población que es la base y el sujeto del acto social de la producción en su conjunto. Sin embargo, si se examina con mayor atención, esto se revela [como] falso. La población es una abstracción si deja de lado, por ejemplo, las clases que la componen. Estas clases son, a su vez, una palabra vacía si desconozco los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital, etc. Estos últimos suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si se comenzara, pues, por la población, tendría una representación caótica del conjunto y, precisando cada vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. Llegado a este punto, habría que reemprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un conjunto sino una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones. El primer camino es el que siguió la economía política naciente. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre por el todo viviente, la población, la nación, el Estado, varios estados, etc.; pero terminan siempre por descubrir, mediante el análisis, un cierto número de relaciones generales abstractas determinantes, tales como la división del trabajo, el dinero, el valor, etc. Una vez que esos momentos singulares fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos [síntesis de las abstracciones aisladas] que se elevaron desde lo simple –trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio- hasta el Estado, el cambio entre las naciones y el mercado mundial. Este último es, manifiestamente, el método correcto. Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el efectivo punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y la representación. En el primer camino, la representación plena es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. He aquí por qué Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento que, partiendo de sí mismo, se concentra en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve por sí mismo, mientras que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto, es para el pensamiento  sólo la manera de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. Pero esto no es de ningún modo el proceso de formación de lo concreto [sensible] mismo.

Marx crítica el método seguido por la economía política, consistente en el movimiento de lo concreto sensible a lo abstracto y después su transformación en sistemas económicos; momentos realizados metafísicamente (aisladamente) como sino se compenetraran dialécticamente. Para él el verdadero método dialéctico se deriva de la concepción del lo concreto como la síntesis de múltiples determinaciones, por esto el método correcto para apropiarse intelectualmente del objeto concreto es la elevación de lo abstracto a lo concreto, aunque como dialéctico de ninguna manera negaba su contra-parte –ascenso de lo concreto a lo abstracto- sólo que en el ciclo del conocimiento el movimiento de lo abstracto a lo concreto constituye el momento esencial.

Sweezy (1975) en su ensayo: El método de Marx, indica que Marx era un resuelto partidario del método abstracto-deductivo, que fue una característica tan acusada de la escuela de Ricardo. “En el análisis de las formas económicas –escribió en el prefacio a El Capital- ni el microscopio ni los reactivos químicos son útiles. La fuerza de la abstracción debe reemplazar a uno y otros”. Más aún, Marx aceptaba y practicaba lo que los teóricos modernos han llamado el método de las aproximaciones sucesivas, que eliminando suposiciones simplificantes en las etapas sucesivas de la investigación, de modo que la teoría pueda tomar en cuenta y explicar una esfera cada vez más vasta de fenómenos reales.

Aun después de que la tarea del investigador ha sido terminada, sin embargo, sigue careciendo de una fórmula soberana que lo guíe. Como muy correctamente lo hacía notar Hegel en la introducción de su Filosofía de la historia: en el “proceso del entendimiento científico, es de importancia distinguir y poner de relieve lo esencial. Pero a fin de hacer esto posible debemos saber qué es la esencia”. Poner de relieve lo esencial y hacer posible su análisis: esa es la tarea específica de la abstracción. Pero ¿por dónde empezar? ¿cómo distinguir lo esencial de lo no esencial? La metodología puede plantear estas cuestiones, pero por desgracia no puede suministrar respuestas ya hechas. Si pudiera, el proceso del entendimiento científico sería una cuestión bastante más de rutina de lo que realmente es. En la práctica, se precisa formular hipótesis acerca de lo que es esencial, profundizar en éstas hipótesis y comprobar las conclusiones con los datos de la experiencia. Si hemos de comprender la obra de un hombre de ciencia determinado, debemos, por consiguiente, tratar de identificar su hipótesis clave y descubrir, si es posible, de dónde las obtiene y cómo desarrolla sus implicaciones. Apenas es necesario hacer notar que esto no siempre es cosa fácil, pero en el caso de Marx se sabe lo suficiente de su desarrollo intelectual para hacer el intento.

Como estudiante universitario, Marx se concentró en la ciencia del derecho y la filosofía, aspirando una carrera académica.

Tenemos en el justamente famoso prefacio a la Crítica de la economía política de 1859 una declaración de Marx relativa a su desarrollo intelectual durante estos años decisivos.

“Mis estudios me condujeron –escribió Marx- a la conclusión que las relaciones jurídicas al igual que las formas del Estado no podrían ni ser entendidas en sí mismas, ni explicadas por el llamado progreso general de la mente humana, sino que tienen sus raíces en las condiciones materiales de la vida que Hegel resume a la manera de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de sociedad civil”; la anatomía de esa sociedad civil ha de verse en la economía política. El estudio de ésta última, que había yo emprendido en París, lo continué en Bruselas”.

La conclusión a que llegó y la cual, una vez alcanzada, siguió sirviendo de hilo conductor en sus investigaciones, puede ser brevemente resumida como sigue: “En la producción social que realizan los hombres entran en determinadas relaciones, que son independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a una etapa determinada de desarrollo de las fuerzas materiales de producción. La suma total de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad –la base real- sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción en la vida material determina el carácter general de los procesos sociales, políticos y espirituales de la vida. No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino que, por el contrario, su existencia social determina su conciencia. En cierta etapa de su desarrollo, las fuerzas materiales de producción de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes, o –lo lo que no es sino una expresión jurídica de lo mismo- con las relaciones de propiedad dentro de las cuales habían operado antes. De formas de desarrollo de las fuerzas de producción estas relaciones de producción se convierten en sus trabas. Entonces se abre un período de revolución social. Con el cambio de la base económica, toda la inmensa superestructura se transforma más o menos rápidamente”.

Una vez alcanzada la conclusión de que la clave del cambio social se encuentra en los movimientos del modo de producción, Marx se dedicó efectivamente a un estudio completo de la economía política, desde el punto de vista de las leyes que rigen los cambios en el modo de producción. “Poner al desnudo la ley económica del movimiento de la sociedad moderna” vino a ser así la meta científica a la que dedicó la mayor parte del resto de su vida.

Dado este objetivo ¿cómo era posible reconocer los aspectos esenciales del problema? Marx retuvo, porque parecían sostenerse en pie a la luz de estudios de investigación sobre la realidad del desarrollo histórico, aquellos elementos del pensamiento de Hegel que hacían énfasis en el proceso y el desarrollo a través del conflicto entre fuerzas opuestas o contradictorias. A diferencia de Hegel, sin embargo, siguió los conflictos históricos decisivos hacia sus raíces en el modo de producción; esto es, descubrió que eran lo que él llamó conflictos de clase…De aquí se sigue que las relaciones económicas esenciales son aquellas que están debajo y se expresan en la forma de conflictos de clase. Estos son los elementos esenciales que deben ser aislados y analizados por el método de la abstracción.

El propósito legítimo de la abstracción en la ciencia social no es nunca alejarse del mundo real, sino más bien aislar ciertos aspectos del mundo real para fines de investigación intensiva. Por consiguiente, cuando decimos estar operando en un alto nivel de abstracción queremos decir que consideramos un número relativamente reducido de aspectos de la realidad; enfáticamente, no queremos decir que aquellos aspectos que consideramos o no sean susceptibles de investigación histórica y de ilustración factual.

En el movimiento del pensamiento que se eleva de lo concreto a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto, es éste último el momento esencial para llegar al conocimiento teórico del mundo. Esta idea de Marx encuentra su aplicación en El Capital, donde hace falta buscar el método y el modo de exposición propiamente marxistas. Un examen de la manera en que Locke, Spinoza, Hegel, Adam Smith, Ricardo, concebían las relaciones de lo abstracto a lo concreto, la inducción y la deducción, muestra el progreso científico aportado por la concepción dialéctica de Marx. Las relaciones de la lógica y del desarrollo histórico real se encuentran así aclarados.

Ilienkov (1975) en su artículo: Elevarse de lo abstracto a lo concreto, señala que en el curso de su análisis del método de la economía política, Marx formula una serie de proposiciones de un inmenso alcance filosófico. Es el caso de la tesis según la cual la única vía posible y justa que permite al pensamiento resolver el problema específico del conocimiento teórico del mundo que nos rodea es “elevándose de lo abstracto a lo concreto”.

En la concepción de Marx, lo concreto es “la unidad de la diversidad”. “Esta es la razón de que aparezca en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida de la intuición y la representación”…el todo, tal como aparece en el espíritu, como una totalidad pensada, es un producto del cerebro pensante, que se apropia el mundo de la única forma que le es posible, según modo que difiere de la apropiación artística, religiosa, práctico-espiritual de ese mundo”.

El método que se eleva de lo abstracto a lo concreto, donde “las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento”. Es un método específico que “sólo es para el pensamiento la manera de apropiarse lo concreto, de reproducirlo bajo la forma de un pensamiento concreto”.

Solo este método permite al teórico resolver su problema de investigación especial: la transformación en concepto de los datos de la intuición y de la representación.

Marx es, ante todo, un materialista. En otros términos: el parte del hecho de que las abstracciones con ayuda de las cuales, por la síntesis de las cuales, el teórico reconstruye el mundo por el pensamiento, representan copias mentales de momentos particulares de la realidad objetiva misma, momentos puestos en evidencia por el análisis. Dicho de otra forma, suponemos como evidente que cada definición, tomada aparte, es el producto de la generalización y del análisis de los datos inmediatos de la intuición. En este sentido (pero solamente en este sentido) ella es el producto de la “reducción” de lo concreto en la realidad a su expresión sintetizada y abstracta en la conciencia.

En lo que concierne a las definiciones que usaba la economía política pre-marxista, Marx dice que ellas son todas productos del movimiento de lo concreto, dado en la representación hacia las abstracciones cada vez más descarnadas (desmaterializadas). Por eso Marx caracteriza el camino histórico recorrido por la economía política como un camino que parte de lo real y lo concreto y conduce primero a las “abstracciones más descarnadas”, y solamente después de éstas abstracciones descarnadas a un sistema, a una síntesis, a una combinación de abstracciones que forman una teoría.

“Reducir” la plenitud concreta de la realidad a su expresión abstracta en la conciencia, es evidentemente, la condición sin la cual ninguna investigación teórica especial puede desarrollarse. Más aún esto no es solamente “premisa”, una condición prehistórica de la apropiación teórica del mundo, sino también un momento orgánico del proceso mismo de la edificación de un sistema de definiciones científicas, es decir, de la actividad de síntesis del espíritu.

Es sabido que el teórico no encuentra preparadas, a nivel de conocimiento, todas las definiciones con las cuales él forma un sistema. Su tarea no se limita a agrupar formalmente las frágiles abstracciones ya preparadas aplicando las reglas conocidas de esta operación. Cuando el organiza un sistema de abstracciones ya preparadas, obtenidas anteriormente hace siempre de ellas un análisis crítico; él las verifica confrontándolas con los hechos y de esta forma recorre en cierto modo, nuevamente el proceso de lo abstracto de la realidad a lo concreto del pensamiento. Así, de este modo esta “subida” no es únicamente ni tan siquiera una “premisa” de la edificación de un sistema científico sino un momento orgánico de esta edificación misma.

Las definiciones abstractas particulares, cuya síntesis da “lo concreto en el pensamiento”, se forma en el curso de este mismo proceso. Así, el proceso teórico que conduce al conocimiento concreto está siempre al mismo tiempo, en cada uno de sus eslabones como en su conjunto, es un proceso de reducción de lo concreto a lo abstracto.

En otros términos, se puede decir que elevarse de lo concreto a lo abstracto, por una parte, y elevándose de lo abstracto a lo concreto, por otra parte, son aquí dos formas que se implican mutuamente en el proceso de la apropiación teórica del mundo o sea, del “pensamiento abstracto”. Cada una de ellas no se realiza más que a través de su contraria, en unión con ella. La elevación de lo abstracto a lo concreto sin su contraria, la elevación de lo concreto a lo abstracto se convertiría en un conjunto puramente escolástico de frágiles abstracciones ya hechas y copiadas de otra parte sin un espíritu crítico. Contrariamente, reducir lo concreto a lo abstracto al azar, sin una idea general de investigación claramente concebida, sin hipótesis, no puede dar tampoco teoría y no la dará. Esto sólo dará un montón desordenado de abstracciones “descarnadas”.

Pero ¿Por qué Marx, que tiene en cuenta todo esto, hace justamente del método que consiste en “elevarse de lo abstracto a lo concreto” el único método científico posible y correcto de apropiación teórica (del reflejo) del mundo? Es que la dialéctica (a diferencia del eclecticismo) no razona según el principio “de un lado, del otro lado”, sino que indica en todos los casos el lado determinante, dominante, el momento de unidad de los contrarios que es decisivo en el caso considerado. He aquí un axioma de la dialéctica.

Es específico y característico del proceso de la apropiación teórica (a diferencia de la simple toma de conciencia empírica de los hechos) que cada “abstracción”, tomada por separada, se forma en el curso del movimiento general de la investigación, en el movimiento hacia una concepción cada vez llena, completa (es decir, concreta), del objeto. Cada generalización tomada aparte (dónde la fórmula es: “de lo concreto a lo abstracto”) no tiene sentido en este caso sino a condición de ser un paso hacia la aprensión concreta de la realidad por un camino que se eleve del reflejo abstracto del objeto en el pensamiento a su expresión cada vez más concreta en el concepto.

Si un acto dado de generalización no es al mismo tiempo un paso adelante en el desarrollo de la teoría, un paso que va de un conocimiento ya alcanzado a uno nuevo conocimiento más completo, si ello no hace avanzar toda la teoría y no la enriquece de una nueva determinación general (sino que sólo hace repetir lo ya conocido), este acto está, desde el punto de vista del desarrollo de la teoría, simplemente desprovisto de sentido.

En otros términos lo “concreto” (es decir el movimiento permanente hacia una comprensión teórica cada vez más concreta) es aquí el fin específico del pensamiento teórico. En tanto que es un fin de tal naturaleza, lo “concreto” define como ley la manera de actuar del teórico (se trata de una acción mental naturalmente) en cada caso particular, por cada generalización tomada aparte.

Desde ese punto de vista, lo “abstracto” no es el fin sino el medio del proceso teórico, y cada acto de generalización (es decir, de reducción de lo concreto a lo abstracto) aparece como un momento “desvanecedor” en el movimiento general.

En el lenguaje de la dialéctica, el “momento desvanecedor” es un momento que no tiene significado por sí mismo, aparte de otros momentos, sino solamente en ligazón con ellos, en interpretación viva con ellos, de paso.

He aquí toda la cuestión. Porque Marx es un dialéctico, no se limita a la simple constatación del hecho que el proceso del pensamiento teórico incluye también el movimiento de lo concreto hacia lo abstracto y de lo abstracto hacia lo concreto, sino que pone de relieve, ante todo, la forma del movimiento del pensamiento que es lo dominante en el caso considerado y que determina el peso y la significación de la forma contraria. En la investigación teórica especializada la forma que se eleva de lo abstracto a lo concreto es la que domina. Por eso, es la específica del pensamiento teórico.

Naturalmente esto no significa de ningún modo que la otra forma esté totalmente ausente. Esto significa pura y simplemente que la reducción de la plenitud concreta de los hechos a su expresión abstracta en la conciencia no es ni la forma específica ni aún menos la determinante  del reflejo teórico del mundo.

Para tomar la absorción de la plenitud sensible concreta de los hechos en el seno de la abstracción por la forma principal y determinante de la actividad intelectual del teórico, hace falta ignorar totalmente la ciencia. Esto no es en la ciencia más que un medio necesario para cumplir con una tarea más seria, específica, de la apropiación teórica del mundo y de la meta real de la actividad del teórico. La reproducción de lo concreto en el pensamiento es el fin que determina el peso específico y la importancia de cada acto de generalización tomado por separado.

No se pueden presentar las cosas como si cada ciencia debiera primero pasar por una etapa de aproximación exclusivamente analítica del mundo,  que sería una etapa de reducción puramente inductiva de lo concreto a lo abstracto, para solamente después que ese trabajo haya sido completamente terminado poder llegar a “reunir” las abstracciones obtenidas en sistemas y “elevarse de lo abstracto a lo concreto”.

Cuando Marx se refiere a la historia de la economía política burguesa y subraya que desde el momento de su aparición ha tomado el camino del análisis unilateral para no comprometerse sino más tarde por un camino “científicamente correcto”, no quiere decir con eso que cada ciencia contemporánea deba seguir ese ejemplo y pasar por una etapa puramente analítica antes de elevarse de lo abstracto a lo concreto.

El método exclusivamente analítico no es una virtud que se puede recomendar como modelo de imitación. El, más bien, ha expresado la inevitable limitación histórica de la economía política burguesa que provenía, en particular, de la ausencia de un método elaborado del pensamiento dialéctico. La lógica dialéctica no recomienda solamente a la ciencia contemporánea comenzar por el análisis puro y por la pura reducción de lo concreto a lo abstracto para pasar seguidamente a una síntesis también pura, a una pura elevación de lo abstracto a lo concreto.

Recordemos solamente una vez más, que no se entiende únicamente por datos de la intuición y la representación lo que el individuo se representa personalmente bajo forma de imagen sensible. Esta sería una interpretación extremadamente estrecha y completamente falsa; esa era la interpretación de la filosofía pre-marxista y la de la concepción antropológica del tema del conocimiento. Marx entendía siempre por esto la masa de experiencia empírica socialmente acumulada, toda la colosal masa de nociones empíricas suministradas al teórico por los libros, los panoramas estadísticos, las revistas y los testimonios. Hoy tendríamos que agregar la colosal masa de información proporcionada por los medios electrónicos (internet).

Pero los almacenes de la memoria social conservan todos estos datos empíricos bajo una forma contraída y reducida ya a la expresión abstracta. Han sido ya expresados en lenguaje, en terminología, en cifras, en cuadros y otras formas “abstractas”. La tarea específica del teórico que parte de toda esta información sobre la realidad no consiste, bien entendida, en darle a esta expresión “abstracta” una forma aún más abstracta. Al contrario comienza siempre procediendo a un análisis crítico de las abstracciones del nivel empírico del conocimiento y las rehace para seguidamente avanzar, criticando la estrechez y el subjetivismo de tales abstracciones y destruyendo las ilusiones que ellas contienen desde el punto de vista de la realidad en su conjunto concreto. En este sentido (y sólo en este sentido), el paso del estado empírico al estado racional del conocimiento aparece también como un paso “de lo abstracto a lo concreto”.

La vieja lógica entendía, con más o menos espíritu de consecuencia, por “inducción” el análisis de los hechos empíricos, el proceso de formación de las determinaciones analíticas de un hecho. Por esto, la inducción parecía ser el medio, sino único, fundamental de acceder a un nuevo conocimiento. En cuanto a la deducción, se consideraba esencialmente como un proceso de análisis del concepto que establecía las distinciones en el interior de éste. Como tal, aparecía sobre todo como un proceso y como forma de explicación, de exposición de un conocimiento ya preparado, existente ya en la cabeza y no bajo la forma de creación de nuevos conocimientos, de conceptos nuevos. El hombre (a condición que piense realmente los hechos) no analiza los hechos empíricos con una conciencia “vacía” sino con una conciencia que ha desarrollado en el curso de la educación. Es decir, capta siempre los hechos desde el punto de vista de tal o cual concepto. Lo quiera o no, no puede sin esto pensar activamente, comprender los hechos; en el mejor de los casos, no puede sino constatarlos activamente.

Dentro de la más simple generalización, la inducción está indisolublemente ligada con la deducción: el hombre expresa los hechos en conceptos, y esto significa que toda nueva definición analítica de los hechos se forma al mismo tiempo como nueva determinación, más concreta, del concepto desde el punto de vista del cual él piensa estos hechos. En el caso contrario, no se forma, de ninguna manera, la determinación analítica del hecho.

Quien crea expresar los hechos “absolutamente sin idea preconcebida”, sin ningún concepto “anteriormente admitido”, no está desprovisto de ellos. Al contrario, es inevitablemente esclavo de los conceptos más vulgares y más absurdos.

También aquí la libertad no consiste en escapar a la necesidad, sino en asimilarla conscientemente. La verdadera ausencia de prevención no consiste en expresar los hechos sin el menor concepto “anteriormente admitido”, sino expresarlos con la ayuda de conceptos justos conscientemente asimilados.

Engels ha mostrado esto magníficamente a propósito de las categorías filosóficas de su crítica del empirismo. El científico que hace gala de su “libertad” con respecto a toda categoría lógica, por regla general, prisionero de las más vulgares representaciones a este respecto, no está en condiciones de formarlas él mismo “partiendo de los hechos”; esto sería tener la pretensión de realizar él completamente solo lo que no puede lograr sino la humanidad en toda su evolución. Por ello, en realidad, él toma siempre las categorías lógicas de una filosofía. La cuestión se reduce a saber de qué filosofía: de un mal sistema que está de moda o de un sistema que representa realmente el último grado del desarrollo y que se basa en toda la historia de las investigaciones y de las adquisiciones del pensamiento humano.

Esto no concierne, naturalmente, sólo a los conceptos filosóficos. Lo mismo sucede con las categorías de no importa que ciencia. El hombre no comienza jamás a pensar “a partir del comienzo”, directamente a partir de los hechos. Sin ideas en la cabeza no se puede percibir ningún hecho, decía Pavlov. La “intuición” sin significación y la “inducción” sin idea es ficción, de la misma manera que el “pensamiento puro”.

En consecuencia, la “inducción empírica” se realiza como proceso de concretización, de representación de los conceptos con los cuales se emprende el examen de los hechos; es decir, como deducción, como proceso de completar los conceptos iniciales con determinaciones más detalladas, obtenidas a partir de los hechos por vía de abstracción.

La dialéctica materialista ha “abolido” la vieja oposición entre la deducción y la inducción. La deducción deja de ser un procedimiento de extracción formal de determinaciones contenidas a priori en un concepto y se convierte en un procedimiento de desarrollo real de los conocimientos sobre los hechos de su movimiento y su interacción interna. Esta deducción cierra orgánicamente en sí misma el momento empírico; se logra precisamente por el análisis más riguroso de los hechos empíricos, por la inducción. Pero en el caso presente, las denominaciones “inducción” y “deducción” no expresan nada sino una semejanza exterior y formal entre el método de la dialéctica materialista y los métodos correspondientes de la lógica tradicional. En efecto, esto no es ni la deducción ni la inducción, sino otra cosa que incluye en sí misma, en tanto que “momento abolido”, la una y la otra. Ambas se realizan al mismo tiempo, en tanto que contrarias; implicándose recíprocamente, justamente por su interacción, crean una forma más elevada de desarrollo lógico.

Esta forma más elevada, que une orgánicamente en sí misma el análisis de los hechos con el análisis de los conceptos, es precisamente la forma de paso de lo abstracto a lo concreto de la que habla Marx. Es la única forma lógica de desarrollo del conocimiento que corresponde a la naturaleza real del objeto. En efecto, sólo con su ayuda lo concreto objetivo puede ser reproducido en el pensamiento como realidad históricamente desarrollada. No se puede hacer de ninguna otra forma.

El método que se eleva de lo abstracto a lo concreto ya no puede ser interpretado como un procedimiento puramente lógico para sintetizar en un sistema único las abstracciones ya preparadas, obtenidas previamente por vía puramente analítica. La concepción según la cual el conocimiento procedería primero a un análisis “puro”, en el curso del cual se elaborarían múltiples abstracciones después de una síntesis pura, tal concepción pertenece al tipo de fantasías propias de la teoría metafísica del conocimiento, como la de la inducción sin deducción.

El análisis y la síntesis son (y han sido siempre) procesos lógicos contradictorios del proceso del pensamiento, tan inseparables como la deducción de la inducción. Si tal o cual época ha sobrestimado una en perjuicio de la otra, no es necesario hacer de esto una ley a la que el pensamiento deba obedecer en el futuro, una ley lógica, conforme a la cual cada ciencia primero debiera pasar por una etapa “puramente analítica” para en seguida, apoyándose en ella, pasar a una etapa sintética.

Sin embargo, sobre una tal concepción se funda la idea de que el método que se eleva de lo abstracto a lo concreto no puede ser empleado sino cuando se ha terminado enteramente el proceso previo de “reducción” de lo concreto a lo abstracto. Este método es ante todo un procedimiento de análisis de los hechos empíricos reales. Como tal, incluye en calidad de contrario interno necesario el movimiento “inverso”; cada paso por esta vía no es otra cosa que un acto que se eleva de lo concreto dado sensible a su expresión teórica abstracta. Por esto, el proceso de elevación de lo abstracto a lo concreto en el pensamiento es al mismo tiempo un movimiento, sin cesar renovado, de lo concreto en la intuición y la representación a lo concreto en el concepto.

Las determinaciones abstractas de los hechos dados sensibles que están sintetizadas en sistemas cuando nos elevamos hacia la verdad concreta, se forman en el curso del movimiento mismo. No se encuentran en ningún caso preparadas como productos de una etapa anterior, que se dice es puramente analítica del conocimiento lógico.

Y si existe algún sentido en la afirmación según la cual, para elevarse de lo abstracto a lo concreto, es necesario reducir en forma puramente analítica lo concreto empírico sensible a una expresión abstracta por su esencia y como fase anterior particular de actividad lógica en el tiempo, este sentido reside en que el examen teórico de la realidad supone la presencia de un vocabulario desarrollado, de una terminología espontáneamente constituida, de un sistema de representación general abstracto. Esta etapa “puramente analítica” de reflejo de la realidad objetiva en la conciencia no es sino la premisa de la actividad teórica lógica y no su primera fase.

Podemos, pues resumir. El método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es una forma específica de acción del pensamiento y de elaboración lógica en conceptos de la intuición y de la representación. No es, en ningún caso un procedimiento artificial, una manera de exponer los conocimientos preparados ni un medio formal de reunir en sistema las abstracciones ya existentes. Es sobre todo, la ley “natural” del desarrollo teórico de la humanidad, puesta en evidencia por la filosofía, después transformada en método de desarrollo de la teoría conscientemente empleada.

Cada generalización “inductiva” tomada aparte (cuya fórmula es: de lo concreto en la intuición a lo abstracto en el pensamiento), se realiza en efecto, siempre en el contexto del movimiento general del conocimiento, y en este sentido no es sino “momento que se desvanece” en la marcha del movimiento general hacia la verdad concreta. Así pues, la elevación de lo abstracto a lo concreto en el pensamiento y la dialéctica del pensamiento son aspectos indisolublemente ligados.

Si se considera dialécticamente el proceso del conocimiento, el método que se eleva de lo abstracto a lo concreto, la determinación teórica general del objeto dado en la intuición y la representación a determinaciones cada vez más concretas, representa la forma teóricamente justa de la transformación de los hechos empíricos en conceptos.

Sería completamente erróneo no ver la necesidad de este método sino el hecho de que la conciencia del hombre es incapaz de abarcar de un solo golpe toda la complejidad de un objeto y que necesita “elevarse” de una representación del objeto incompleta, unilateral (abstracta), a un conocimiento más completo. Esto no sería una explicación sino la simple repetición de un hecho trivial. Que la conciencia sea efectivamente tal es evidente.

La simple toma de conocimiento de un objeto, de un fenómeno se desarrolla también como un proceso de apropiación gradual y progresivo de detalles cada vez más nuevos; ella pasa de una representación unilateral y pobre a otra más completa (pero siempre puramente empírica). El proceso de acumulación de los datos empíricos por medio de los cuales la realidad es percibida sin ser todavía conocida transcurre también como un desarrollo del conocimiento unilateral.

El método que se eleva de lo abstracto a lo concreto no es sino un método de reflejo de la realidad concreta en el pensamiento, y no un método de creación de esta realidad por la fuerza del pensamiento, como lo creía Hegel. Por esto el punto de partida y el orden del desarrollo lógico de los conceptos, según éste método, no depende del pensamiento, sino exclusivamente, como lo ha mostrado Marx, de las relaciones en las cuales se encuentran los diferentes aspectos de un todo concreto de los unos con relación a los otros.

En conclusión es evidente que el conocimiento se mueve de lo unilateral e in completo, a lo más completo; es decir, el conocimiento se eleva de lo abstracto a lo concreto, tal como sucede en la realidad y porque lo más abstracto orienta el movimiento del conocimiento.



3. Discusión

El movimiento del conocimiento es un proceso complejo que inicia con la observación del objeto concreto sensible, particularmente con los datos empíricos derivados de la observación y datos empíricos históricos; y con los antecedentes de trabajos similares y con un marco de referencia teórico, se propone una hipótesis, como explicación tentativa del problema objeto de investigación. En seguida, se procede a la prueba de la hipótesis planteada. Si se trata de un problema de investigación de las ciencias naturales, se recurre al experimento, para reproducir el fenómeno en condiciones artificiales y medir las variables. Los datos empíricos, se comparan, se analizan y se sintetizan, para concluir la validez de la hipótesis propuesta. Si los datos empíricos confirman la hipótesis planteada, la hipótesis se transforma en ley. Esta en su expresión lógica, es una de las formas del pensamiento, la más importante en que se expresa la verdad de los fenómenos naturales y como se ha expuesto es en la esencia donde se encuentra la verdad de la apariencia cambiante de los objetos sensibles. Resulta que la ley está estrechamente emparentada con la esencia, ya que la ley expresa la estabilidad relativa que está detrás de los fenómenos concretos cambiantes y la esencia también está oculta detrás de la movilidad de los fenómenos naturales cambiantes, es decir, es lo que permanece en el mundo cambiante de la apariencia. Tanto la ley como la esencia están en el mismo nivel, más allá del mundo sensible cambiante y expresan la constancia relativa que permanece en el movimiento de los objetos naturales, ya que no tendría sentido el estudio de lo cambiante por sí mismo, ya que hoy es una cosa y mañana es otra, solo las leyes permiten explicar el movimiento de los procesos que se expresan a través de variables y la ley se expresa como una constante cuando es posible fundamentarla matemáticamente. Así pues, se ha dado un salto en el movimiento del conocimiento, del objeto sensible se ha pasado a lo abstracto, a ley en la que se expresa lógicamente la esencia de los objetos percibidos como apariencia por nuestra sensibilidad. Pero, el conocimiento no concluye con el descubrimiento de la ley más general, con la verdad abstracta, es necesaria su elevación a la categoría de verdad concreta -teoría-, a través de una serie de abstracciones cada vez más particulares, para reproducir mentalmente al objeto concreto, por medio de un conjunto de leyes que expliquen en su totalidad concreta al objeto de estudio. En todo el proceso del conocimiento está presente la abstracción, ya que su fin es dejar de lado los aspectos singulares cambiantes de los datos empíricos del objeto de estudio, obtenidos del experimento y datos históricos de apoyo, para descubrir la esencia y las leyes que rigen el comportamiento de los fenómenos.

En las ciencias sociales, no es posible recurrir a la experimentación y como no se cuenta con reactivos químicos, ni microscopios, ni telescopios, etc.; solo se tienen datos empíricos históricos de los acontecimientos sociales a los cuales el sujeto cognoscente tiene que aplicar la abstracción, para descartar los aspectos singulares y casuales de los acontecimientos sociales, con la finalidad de descubrir la esencia y las leyes que rigen el comportamiento de los movimientos sociales.

Tanto en las ciencias naturales, como en las ciencias sociales, la abstracción es la principal "herramienta" mental para descubrir la esencia y las leyes que rigen el comportamiento del movimiento de los objetos materiales.

Así pues, la abstracción es una habilidad mental compleja de naturaleza cíclica que se mueve; primero, desde el objeto sensible a la esencia y de ésta al concepto abstracto -verdad abstracta-; segundo, desde la verdad abstracta a la verdad concreta, para apropiarse del objeto de estudio en su totalidad concreta. En este proceso mental participan la observación, la formulación de hipótesis, prueba de hipótesis, ley y teoría; pasos metodológicos necesarios para culminar en un sistema de conceptos, definiciones y leyes, que explican racionalmente el movimiento de los objetos materiales.



4. Conclusiones

El universo deriva etimilógicamente de uno y su unidad esta en su naturaleza material, ya que todo lo que existe es materia que se mueve. Específicamente el universo es la unidad contradictoria de lo finito y lo infinito. Lo finito, como lo indica su nombre es lo que tiene fin y desde luego principio, por consiguiente, se caracteriza por su continuo aparecer y desaparecer. Para la ciencia no tendría sentido estudiar lo finito, ya que hoy es una cosa y mañana es otra. Pero detrás de lo finito, debe existir algo que permanece y que constituye su contra-parte: lo infinito, que se define como lo que no tiene fin, pero que es relativamente constante y como tal debe ser objeto de la ciencia. En este sentido, la dialéctica del conocimiento científico o método, se orienta al descubrimiento de lo infinito que está oculto en lo finito cambiante. Para conocer lo infinito, la ciencia inicia con lo finito sensible pero enfocado de distas formas para descubrir su esencia.

El movimiento del conocimiento, de lo sensible a lo infinito se muestra en la imagen siguiente.


Imagen 1. Método científico general

En la imagen anterior se observa que el universo es de naturaleza material. En este sentido es la unidad contradictoria de lo finito y lo infinito.La dialéctica contradictoria del universo implica que lo finito en su movimiento se transforma en lo infinito y éste se convierte en lo finito; es decir, se produce una transición recíproca de ambos contrarios, generándose así una doble negación: lo infinito niega a lo finito y éste niega a lo infinito, retornando al punto de partida. Así pues, el movimiento de la materia tanto finita como infinita, tiene carácter cíclico. Como el conocimiento es el reflejo mental de la realidad material, por consiguiente, la comprensión racional de lo infinito, tiene que iniciar con lo singular sensible y por medio de abstracciones sucesivas descubrir lo genérico en la multitud de singulares. El descubrimiento de lo genérico no agota el proceso del conocimiento de lo infinito, es necesario avanzar hasta la esencia partiendo de su contra-parte: la apariencia, ya que existen algunos rasgos genéricos que no son esenciales. Una vez descubierta la esencia oculta detrás de la apariencia, el conocimiento tiene que moverse a la ley (reposo), cuya contra-parte es el movimiento, por el que tiene que iniciar el conocimiento para descubrir la ley. Esta representa la unidad en la variabilidad del movimiento sensible y se expresa matemáticamente por medio de constantes. Un rasgo fundamental de toda ley natural, es la necesidad, es decir, que se trata de un proceso que forzosamente tiene que ocurrir, pero que no puede existir si su contra-parte: la casualidad. Esta se define como lo que puede o no suceder y cuando sucede puede ser de esta u otra forma. La casualidad en su aparición individual no es objeto de estudio de la ciencia, pero en su accionar conjunto -muestras y poblaciones de objetos- se abre paso una tendencia necesaria, que si es objeto de estudio de la ciencia, en este caso es la Estadística matemática. Finalmente el conocimiento tiene que culminar con la ley de la causalidad que expresa la relación temporal necesaria entre el efecto y la causa de los procesos materiales. Así pues, todas las ciencias naturales particulares, han contribuido al conocimiento de lo infinito, entendido como lo que permanece relativamente constante en el permanente aparecer y perecer de lo finito sensible. Pero dada la naturaleza de lo infinito -lo que no tiene fin- su conocimiento solo se acerca como tendencia, pero no logra su comprensión  racional en su totalidad. Además, el conocimiento del universo, al estar condicionado por el movimiento material, también se moverá cíclicamente: de lo concreto sensible al pensamiento abstracto y de éste al pensamiento concreto; con otras palabras, el conocimiento se moverá de lo concreto sensible a la verdad abstracto y de ésta a la verdad concreta. Se ha retornado al punto de partida, pero no a lo concreto sensible, sino a lo concreto del pensamiento. Pero dada la naturaleza de lo infinito -lo que no tiene fin- su conocimiento solo se acerca como tendencia, pero no logra su comprensión  racional en su totalidad. La expresión matemática de la negación de la negación: (-)(-) = (+), tanto en el universo material finito e infinito, como en la esfera del conocimiento de lo infinito, es resultado de la negación recíproca [(+)(-) = -] de ambos contrarios en las esferas material y lógica. Así pues, es evidente que las leyes generales de la dialéctica operan en el universo material y en su reflejo mental: el conocimiento.

Para descubrir la esencia, el conocimiento científico tiene que moverse del objeto sensible concreto a lo abstracto –esencia- a través de la abstracción. Esta es una actividad mental, que consiste en prescindir de los aspectos secundarios del objeto de estudio, e implica el uso de otras formas complementarias del pensamiento abstracto, tales como son: la comparación, el análisis y la síntesis, la inducción y la deducción, etc., para finalmente descubrir la esencia y la ley, que están detrás de la apariencia cambiante de los fenómenos materiales.

La abstracción es un proceso mental complejo de naturaleza cíclica y se mueve; primero, desde el objeto sensible a la esencia y de ésta al concepto abstracto -verdad abstracta-; segundo, desde la verdad abstracta a la verdad concreta, para apropiarse del objeto de estudio en su totalidad concreta. En este proceso mental participan la observación, la formulación de hipótesis, prueba de hipótesis, ley y teoría; pasos metodológicos necesarios para culminar en un sistema de conceptos, definiciones y leyes, que explican racionalmente el movimiento de los objetos materiales.

Al igual que los procesos materiales, el conocimiento científico también se mueve cíclicamente: de lo concreto sensible, a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto del pensamiento. En este movimiento general, el papel central lo desempeña la abstracción, tanto en las ciencias naturales, como en las ciencias sociales, pues, en ambos casos, el conocimiento tiene que moverse de los datos empíricos e históricos del objeto sensible, formulación de hipótesis, prueba de la hipótesis, transformación de la hipótesis en una ley muy general -verdad abstracta- y finalmente concluir en una teoría -verdad concreta-.

De los dos momentos que integran el movimiento cíclico del conocimiento, el más importante para reproducir lo concreto en el pensamiento es el movimiento de lo abstracto a lo concreto mental.

La esencia hecha pensamiento es la verdad y con el descubrimiento de lo abstracto –esencia- aparece la verdad abstracta, que por su naturaleza general es insuficiente para apropiarse intelectualmente del objeto concreto en su totalidad. Es necesario moverse de la verdad abstracta a la verdad concreta a través de sucesivas abstracciones, para culminar con la síntesis de las múltiples determinaciones del objeto concreto y así apropiárselo integralmente.

El método general del conocimiento científico no suplanta a los métodos de las ciencias particulares, pero lo general al estar inmerso parcialmente en lo particular, constituye su fundamento teórico. En sí, es la generalización de los rasgos comunes inherentes a los métodos de las ciencias particulares, tanto naturales, como sociales. El método general del conocimiento es lo uno -universal- en la diversidad de los métodos particulares.



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