DEL
SENTIDO COMÚN A LA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO
Valentín
Vásquez
Oaxaca,
México
valeitvo@yahoo.com.mx
Introducción
Hay un sentir generalizado de que la filosofía “no sirve
para nada”, porque no tiene ninguna aplicación práctica. No obstante, hasta en
la hora en la que nos encontramos diariamente en algún lugar está presente,
aunque en forma oculta. Así, detrás de la hora que marca el reloj hay algo más
profundo como es el tiempo y del lugar (espacio). Lo mismo puede decirse
de nuestra relaciones sociales, en las que todas las convivencias se realizan
en algún centro de eventos localizado en algún lugar (espacio) y en una fecha determinada (tiempo). No se diga el tiempo en el que se basa nuestro calendario está
basado en el movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol, lo que
implica que el tiempo es la medida del movimiento de nuestro planeta alrededor
de la estrella más cercana. Lo mismo cabe para el movimiento de rotación que causa la sucesión (tiempo) del día y la noche y mide y su duración de veinticuatro horas.
La importancia del tiempo y del espacio en las culturas antiguas se pone en evidencia en el desarrollo de calendarios para programar sus actividades agropecuarias y su vida cotidiana. El tiempo y el espacio, son dos aspectos contradictorios que no están separados, es decir, todo objeto material está en el espacio (donde) y en el tiempo (cuando).
Aun en los movimientos más cotidianos, está presente el espacio y el tiempo, como lo prueba nuestra vida diaria en la que nos movemos de un sitio (espacio) a otro lugar (espacio) y en cuyo traslado somos testigos de una película real en la que se suceden (tiempo) imágenes reales (espacios).
En la historia también está presente el espacio y el tiempo, puesto, que hablar de historia es hablar de movimiento, desde el origen de un objeto has el presente y se puede conjeturar su futuro. Es evidente, pues, que la historia es movimiento de los objetos materiales (naturaleza y sociedad) y como el tiempo es la medida del movimiento, entonces, el tiempo está implícito en la historia y como ésta no puede ser concebida en abstracto, sino que tiene que acontecer en un espacio determinado.
Asimismo, en la vida cotidiana es común decir esto es cierto o correcto y desde luego, se trata de un problema filosófico esencial, puesto que, tiene que ver con la verdad científica, concepto central de todas las ciencias y como tal tiene que ser abordado por la lógica. En este sentido, pues, sólo la filosofía puede dar una respuesta profunda respecto de la verdad, como categoría lógica general que se expresa por medio de conceptos, definiciones y leyes.
Sin embargo, en el presente trabajo sólo se analizarán el espacio y el tiempo como formas de existencia de la materia en movimiento.
El sentido común asociado a la vida cotidiana impregnó la concepción antigua del espacio y del tiempo, formulada por Aristóteles en su Física en el siglo IV antes de Cristo en la que escribió que el espacio es el lugar en el que están contenidos los cuerpos materiales, de cuya concepción dedujo que la materia es todo lo que ocupa un lugar en el espacio, idea que ha perdurado en el tiempo y hoy todavía se cita en los libros impresos, por los docentes y en la "biblioteca virtual" que está relevando a las bibliotecas físicas. Sin embargo, lo que Aristóteles plasmó en su Física es el sentido común y éste no tiene nada de ciencia, ya que ésta no es sentimiento, sino pensamiento; es decir, el conocimiento científico tiene que elevarse del sentido común al pensamiento abstracto, movimiento mental que requiere el concurso de la filosofía, particularmente de la lógica, ciencia filosófica que sintetiza y generaliza los conocimientos de las ciencias particulares.
La importancia del tiempo y del espacio en las culturas antiguas se pone en evidencia en el desarrollo de calendarios para programar sus actividades agropecuarias y su vida cotidiana. El tiempo y el espacio, son dos aspectos contradictorios que no están separados, es decir, todo objeto material está en el espacio (donde) y en el tiempo (cuando).
Aun en los movimientos más cotidianos, está presente el espacio y el tiempo, como lo prueba nuestra vida diaria en la que nos movemos de un sitio (espacio) a otro lugar (espacio) y en cuyo traslado somos testigos de una película real en la que se suceden (tiempo) imágenes reales (espacios).
En la historia también está presente el espacio y el tiempo, puesto, que hablar de historia es hablar de movimiento, desde el origen de un objeto has el presente y se puede conjeturar su futuro. Es evidente, pues, que la historia es movimiento de los objetos materiales (naturaleza y sociedad) y como el tiempo es la medida del movimiento, entonces, el tiempo está implícito en la historia y como ésta no puede ser concebida en abstracto, sino que tiene que acontecer en un espacio determinado.
Asimismo, en la vida cotidiana es común decir esto es cierto o correcto y desde luego, se trata de un problema filosófico esencial, puesto que, tiene que ver con la verdad científica, concepto central de todas las ciencias y como tal tiene que ser abordado por la lógica. En este sentido, pues, sólo la filosofía puede dar una respuesta profunda respecto de la verdad, como categoría lógica general que se expresa por medio de conceptos, definiciones y leyes.
Sin embargo, en el presente trabajo sólo se analizarán el espacio y el tiempo como formas de existencia de la materia en movimiento.
El sentido común asociado a la vida cotidiana impregnó la concepción antigua del espacio y del tiempo, formulada por Aristóteles en su Física en el siglo IV antes de Cristo en la que escribió que el espacio es el lugar en el que están contenidos los cuerpos materiales, de cuya concepción dedujo que la materia es todo lo que ocupa un lugar en el espacio, idea que ha perdurado en el tiempo y hoy todavía se cita en los libros impresos, por los docentes y en la "biblioteca virtual" que está relevando a las bibliotecas físicas. Sin embargo, lo que Aristóteles plasmó en su Física es el sentido común y éste no tiene nada de ciencia, ya que ésta no es sentimiento, sino pensamiento; es decir, el conocimiento científico tiene que elevarse del sentido común al pensamiento abstracto, movimiento mental que requiere el concurso de la filosofía, particularmente de la lógica, ciencia filosófica que sintetiza y generaliza los conocimientos de las ciencias particulares.
A pesar de que la comprensión del espacio y del tiempo se ha desarrollado y en la actualidad se conciben como formas de la existencia de la materia. No obstante, la concepción científica está ausente en los cursos de física en los que sigue vigente la concepción aristotélica. Esto reafirma la necesidad de la filosofía para depurararla de la falsedad del sentido común.
En síntesis, es necesario el concurso de la filosofía para explicar lo que está oculto en nuestra vida cotidiana y no se diga para lograr un verdadero conocimiento científico, a través de la síntesis de los conocimientos de las ciencias particulares.
El
espacio y el tiempo oculto en nuestra vida cotidiana
Existe la opinión generalizada de que la filosofía es “inútil”
y sin embargo, hasta en la vida cotidiana está presente, aunque en forma
oculta. Así, desde que salimos de nuestra colonia en la que vivimos hasta nuestro
centro de trabajo y si se trata de estudiantes, desde que salen de su casa hasta
la escuela, viven una película real en la que se van sucediendo (tiempo)
imágenes (espacio) hasta que llegan a su lugar de llegada. Algo similar
acontece con los documentales, los cuales consisten una serie de sucesiones
(tiempo) de imágenes (espacios), desde que inicia la película hasta que termina.
En este sentido, es evidente que el tiempo es movimiento (sucesión) y el
espacio una serie de momentos de reposo.
Lo mismo ocurre en nuestras relaciones sociales.
Siempre en los encuentros sociales, es costumbre decir, donde (espacio) y a que
hora (tiempo) nos vemos; te veo en la ciudad de Oaxaca, el lunes al medio día
(tiempo); me invitaron a una boda el próximo domingo (tiempo) en San Andrés
Ixtlahuaca (espacio); etc. En todos los casos implica movilizarse desde el
lugar (espacio) de residencia hasta el sitio del evento, en cuyo traslado se
vive una película en la que se suceden (espacios) en un período de tiempo desde
el sitio de origen hasta el lugar (espacio) del encuentro social. Al igual que
en el anterior caso de relaciones laborales y educativas, el espacio puede ser
definido como tiempo en reposo y el tiempo como espacio en movimiento.
En los planes de manejo, las acciones tienen que
disponerse espacial y temporalmente, para lograr los objetivos propuestos. Si
se trata de un plan de manejo forestal, las actividades de reforestación tiene
que programarse en el tiempo más oportuno (cuando inician las lluvias) y en los
sitios (espacios) más adecuados, para alcanzar los objetivos del plan.
Todo lo anterior, pone en evidencia que en nuestra
vida cotidiana están ocultos aspectos de fondo, como es el espacio y el tiempo.
Esto no es casual, ya que el tiempo y espacio son formas de existencia de la
materia y la existencia tiene que ver con nuestra sensibilidad, particularmente
con la viso-espacilidad y la temporalidad.
Más estrictamente lo que percibimos es la existencia
de unas cosas a lado de otras (espacio) y la sucesión de unas cosas después de
otras (tiempo). Así pues, el tiempo en su concepción más elemental, también
está relacionado con la sucesión del día vs la noche, sucesión de las
estaciones del año, sucesión de mañanas frías y tardes calurosas, etc. Además,
existe la relación de causa vs efecto, de crucial importancia para la
investigación científica por tratarse de una relación necesaria, a diferencia de
las sucesiones anteriores que tienen un carácter no causal.
En síntesis, la sucesión es la forma más simple del
tiempo, ya que éste también tiene que ver con el movimiento o cambio que puede
ser cuantitativo y cualitativo. Es precisamente la transformación recíproca
entre la cantidad y la cualidad la que produce el movimiento. En general los
cambios cualitativos, son cambios bruscos o “saltos” que se producen por la
acumulación de cambios graduales, que al rebasar un rango (medida) en el que se
mueven se producen nuevas cualidades. La cantidad vs la cualidad, son inherentes
a todos los objetos físicos naturales y artificiales. La cantidad es la
cualidad en reposo relativo o magnitud de la cualidad, y la cualidad es la
cantidad superada. Como la cualidad y la cantidad se derivan del tiempo
(movimiento), por consiguiente, también se trata de una forma de existencia de
los objetos materiales, al igual que el espacio. Por esto está presente en
nuestra vida cotidiana.
La cantidad vs la cualidad también está en la cocina, cuando
se pone a hervir cualquier bebida líquida. En el caso más simple cuando se pone a
hervir agua en la estufa. La temperatura aumenta cuantitativamente desde la
temperatura ambiente del agua hasta la temperatura de ebullición (100 C°), en
cuyo rango de temperaturas (temperatura ambiente hasta 100 C°) el agua conserva
su cualidad de ser agua líquida, pero cuando se rebasa ese rango (medida)
aparece una nueva cualidad: el agua en estado gaseoso (vapor), es decir la
cantidad se ha truncado bruscamente en una nueva cualidad. En la estufa el gas
(hidrocarburo) se combina con el oxígeno del aire en sus cantidades
correspondientes para generar nuevas cualidades (bióxido de carbono, vapor de
agua y energía (calor) que calienta a la estufa para que hierva el agua.
En el campo las plantas en su desarrollo (movimiento
biológico) es la unidad contradictoria del crecimiento (cantidad) y
diferenciación (cualidad), lo mismo ocurre con los cultivos en los que sus
diferentes fases de desarrollo: germinación, floración y fructificación; son
cambios cualitativos, consecuencia, de cambios graduales (cuantitativos) que
culminan en cambios bruscos o “saltos” biológicos. En este sentido, el
desarrollo biológico es la unidad contradictoria de la cantidad vs la cualidad.
Así pues, la cualidad y la cantidad por ser inherente
al movimiento de los objetos materiales están presentes en todos los procesos
de nuestra vida cotidiana.
El espacio y el tiempo, así como la cantidad y la
cualidad inherentes al movimiento de los objetos materiales tienen que ver con
nuestra sensibilidad, por lo mismo pasan desapercibidos, porque no se hacen
conscientes, por lo que nos movemos a “ciegas” en nuestra vida cotidiana y
desde luego no se puede ir más allá del sentido común, porque eso implica
elevarse al nivel de la ciencia, y ésta no es sentimiento, sino pensamiento
abstracto.
De
la concepción cotidiana a la concepción científica del espacio y del tiempo
El
primer filósofo que trató acerca del espacio y del tiempo fue Aristóteles
(384-322 a.C.) en Grecia y lo escribió en su libro de Física en el año 348 a.C.
en el que el tiempo lo concibe como la medida del movimiento, tal como lo
concebían las culturas antiguas y lo plasmaban en sus calendarios. Respecto al espacio,
lo concibe como el lugar (“recipiente”) en el que está contenida la materia, ya
que un espacio vacío no puede existir y de su concepción del espacio se deduce
que la materia la concebía como todo lo que ocupa un lugar en el espacio. Esta
opinión de Aristóteles que no son propiamente definiciones del espacio y de la
materia, son las se siguen enseñando a través de los libros, profesores y ahora
en la “biblioteca virtual” accesible con el internet.
El
espacio y el tiempo pasaron desapercibidos durante el milenio de la Edad Media
(Siglos: V-XV) largo período (tiempo) en el que dominó la enseñanza de la
escolástica (mezcla de la filosofía aristotélica depurada de sus aspectos
materialistas y la religión cristiana) y todo conocimiento científico se
contrastaba con las “sagradas escrituras” como criterio de veracidad.
En
el interior del feudalismo medieval se desarrollaba la nueva clase social (burguesía)
actora principal del capitalismo naciente, sistema que exigía el desarrollo de
las ciencias naturales como fundamento tecnológico para incrementar la
producción de alimentos y materias primas para la industria que requerían los mercados
nacionales y mundiales durante los siglos XVI y XVII, sistema económico
internacional para el que sistema feudal ya no correspondía y era necesario
derribarlo. Esta tarea lo realizaron las revoluciones burguesas en Europa:
primero Holanda y luego Inglaterra y posteriormente se extendieron en el resto
de los países en los que también se desarrollaba el capitalismo en seno del
feudalismo como fue el caso de Francia.
Respecto
a la ideología el capitalismo nació en lucha contra la escolástica medieval
inservible para el nuevo sistema socio-económico. En Francia aparece el
filósofo francés René Descartes, quien tuvo que renegar contra toda la
escolástica medieval que le inculcaron en las aulas y como consecuencia planteó
la duda metódica en la que “aniquiló” hasta la realidad sensible por desconfiar
hasta de la sensibilidad y culminó con la única verdad evidente –según él- el pensamiento del sujeto (el Yo), a partir de la cual dedujo las reglas del
método que debían orientar el desarrollo de la ciencia (1637). Sin embargo,
heredó a sus sucesores un problema filosófico: la dualidad de la materia y el
espíritu (pensamiento), es decir, para él la materia que la concebía como
extensión (espacio) y el pensamiento (mente) eran independientes y no tenían
relación entre sí. Así pues, con Descartes surge el racionalismo como filosofía
de la burguesía en la que la razón debe ser la medida de todas las cosas. Además,
el filósofo francés concibió la existencia de verdades innatas que no exigían
la concurrencia de la experiencia para su formación.
Espinoza
(1677) consciente de la dualidad cartesiana, para lograr la unidad de la
extensión (espacio) y el pensamiento, recurrió a la sustancia aristotélica como
fundamento unitario y consideró a la extensión y el pensamiento como atributos
de la sustancia. Respecto al espíritu (Dios) no lo concibió como un ser
abstracto trascendente o suprasensible, sino que se trataba de un ente que está presente en la propia naturaleza, como lo prueba su célebre frase: “Dios o
naturaleza”.
La filosofía de Spinoza es materialista al no concebir un Dios trascendente como lo concibe el idealismo religioso, concepción que indujo a Leibniz a rechazarla y proponer su Monadología como un sistema de átomos espirituales como fundamentos de la realidad material. Pero en el campo de las ciencias naturales, particularmente en la Física (Mecánica) a principios del siglo XVIII sostuvo una polémica con Newton, respecto a la naturaleza del espacio y el tiempo. Para Newton, quien en 1687 había publicado su magna obra: Principios matemáticos de la filosofía natural, en la que postulaba el espacio y el tiempo absolutos, es decir, los entendía como entes físicos no condicionados por nada e independientes del movimiento de los procesos materiales, concepción a la que se opuso el filósofo alemán. Para Leibniz el espacio y el tiempo tienen que ver con un orden de las cosas: el espacio es un orden relacional de las cosas y el tiempo es un orden sucesional. La polémica fue célebre en su tiempo y dada la popularidad científica de Newton, la nueva concepción del espacio y del tiempo propuesta por Leibniz quedó olvidada.
Fue
hasta fines del siglo XVIII, cuando Kant retoma el estudio del espacio y del
tiempo en su Crítica de la razón pura
(1781), en la que considera el espacio y el tiempo como formas a priori
-independientes de la experiencia-, que junto con las categorías (conceptos
generales) del entendimiento de universalidad y necesidad, permiten ordenar el
mundo caótico de los fenómenos sensibles, pero la “cosa en sí” que está más
allá de la sensibilidad no es accesible al conocimiento científico. En este
sentido, todo lo suprasensible y trascendente a la sensibilidad,
particularmente lo espiritual no tiene fundamento racional y solo tiene razón
de ser en la “razón” práctica (ética) como acto de fe.
La
doctrina de Kant acerca de la incognoscibilidad de la “cosa en sí” fue combatida por Hegel en su Ciencia de la Lógica (1812-1816) en la
que concibe que dicho ente trascendente a la sensibilidad tiene que
manifestarse como fenómeno y el conocimiento científico tiene que moverse de
los fenoménico aparente a la esencia de las cosas. En consecuencia, la “cosa en
sí” kantiana si es posible conocerla. No obstante, la certeza de la teoría del
conocimiento hegeliana, su sistema filosófico basado en el panteísmo spinoziano
(“Dios o Naturaleza”) lo desarrolla a través de la dialéctica y concibe a la
naturaleza como “el otro ser del espíritu”, es decir, que la naturaleza es la
idea absoluta (espíritu) hecha realidad. En este sentido, el espacio y el
tiempo al ser inherentes a la naturaleza, aunque los concibe idealistamente,
los entiende correctamente en su Enciclopedia
de las ciencias filosóficas (1817), particularmente en la Filosofía de la naturaleza, ya que al
espacio lo define como la yuxtaposición de las cosas y el tiempo lo relaciona
con el movimiento, es decir, desarrolla la concepción de Leibniz respecto del
espacio y del tiempo.
Lo
más valioso del sistema filosófico idealista hegeliano, fue su dialéctica de
los conceptos expuesta en su Ciencia de la Lógica, resultado de la síntesis
(generalización) de las principales ciencias de principios del siglo XIX. En
la primera parte de su Lógica en la doctrina del ser expone la Ley de la
transición recíproca de la cantidad y cualidad, en la que expone la naturaleza
del movimiento como la unidad contradictoria de la cantidad y la cualidad; en
la doctrina de la esencia (segunda parte de su Lógica) expone la Ley de la
contradicción al generalizar las antinomias kantianas y en polémica con la ley
de la identidad de la lógica aristotélica, escribe que en el universo todo es
contradictorio; y, en la tercera pare de su Lógica expone la Ley de la negación
de la negación, que tiene que ver con el movimiento en espiral de los procesos
y se deriva de la ley de la contradicción, ya que implica la negación de los
dos contrarios en pugna.
La
dialéctica idealista de Hegel fue invertida por Marx a mediados del siglo XIX y
expuesta en el epílogo de la segunda edición del primer tomo del Capital (1873),
para convertirse en la dialéctica materialista. Es decir, la dialéctica no solo
está en los conceptos, sino que está en los propios procesos materiales y si el
pensamiento es el reflejo abstracto de la realidad material, por consiguiente,
también el pensamiento es dialéctico. En este sentido, las leyes de la
dialéctica son universales y operan en la naturaleza, la sociedad y el
conocimiento.
Los
grandes descubrimientos de mediados del siglo XIX, entre los que destacan la
ley de transformación de las diferentes formas de energía, la teoría celular
como unidad fisiológica y anatómica de todos los organismos vivos y la teoría
de la evolución de Darwin, confirmaron la unidad de materia y movimiento, es
decir, del materialismo dialéctico, tal como lo expuso Engels en sus obras: El
Anti-Dühring
(1878)
y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886). En estas
obras, particularmente en el Anti-
Dühring expone su concepción del espacio y del tiempo. A ambos
los concibe como formas de existencia de la materia; específicamente al espacio
lo define como la existencia de las cosas: unas al lado de otras y al tiempo lo
define como la existencia de las cosas: unas después de otras. Así, culmina el
desarrollo desde la concepción cotidiana del espacio y del tiempo hasta su
concepción científica.
Conclusiones
El espacio y el tiempo por ser formas de existencia de
la materia están presentes en la vida cotidiana. En este sentido, al no
hacerse conscientes pasan desapercibidos, pero que con una elemental reflexión se
ponen en evidencia. En este sentido, la materia no existe en el espacio y en el tiempo su existencia es espacial y temporal.
La experiencia de la vida cotidiana a través de la
generalización, permite definir al espacio como tiempo en reposo y el tiempo
como espacio en movimiento. Este es todo cambio que puede ser cualitativo y
cuantitativo. En este sentido el movimiento es la unidad contradictoria de la
cantidad vs la cualidad. En sentido estricto el espacio es reposo relativo,
puesto, al final hasta el orden en que están dispuestos los objetos también
cambia. Así pues, todo lo que existe es materia que se mueve.
La vida cotidiana está asociada al sentido común y éste impregnó a la concepción aristotélica del espacio y del tiempo y sigue vigente en la Física, lo que significa que requiere del concurso de la filosofía para depurarla de la apariencia inherente al sentido común.
La concepción actual del espacio y del tiempo como formas de existencia de la materia, es el resultado de un prolongado desarrollo de la filosofía, desde la concepción aristotélica hasta el presente.
La compresión científica del espacio y del tiempo es el resultado del movimiento del conocimiento del sentido común (apariencia) a la esencia de los procesos materiales.
Referencias
bibliográficas
Descartes René. 1637. Discurso del método. Editorial
Colofón S.A. México, D.F.
Engels Federico. 1878. Anti-Dühring. Ediciones de
Cultura Popular, S.A. México, D.F.
Engels F. 1886. Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana. C. Marx y F. Engels: Obras Escogidas en dos tomos. t. II.
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1963.
Leibniz-Clark. 1715-1716. Polémica Leibniz-Clark. Internet.
Marx Carlos. Epílogo a la segunda edición del primer
tomo del Capital. 1973. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. México, D.F.
Spinoza Baruch. 1677. La ética según el orden geométrico. Editora Española. Madrid, España.