jueves, 30 de noviembre de 2017

DE LA SOCIEDAD IGUALITARIA PRIMITIVA A LA SOCIEDAD IGUALITARIA MODERNA EN MÉXICO

DE LA SOCIEDAD IGUALITARIA PRIMITIVA A LA SOCIEDAD IGUALITARIA MODERNA EN MÉXICO
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx

Introducción
La especie humana tuvo su origen en Este de África hace unos dos millones de años y, después de un prolongado proceso de desarrollo en su movimiento llego al continente Americano a través del estrecho de Bering en Alaska, aprovechando su congelación hace unos 25000-30000 a. C. años.  En México arribo hace unos 21000 años a. C. y durante unos 16000 años, dependió de una economía basada en la recolección de productos vegetales y la caza de animales salvajes; es decir, se trató de una sociedad nómada que vivió  de la  apropiación directa de lo que la naturaleza le proporcionaba para cubrir sus necesidades básicas, hasta que por el año 5000 a. C. fue relevada por comunidades agrícolas igualitarias que vivieron unos 4000 años (5000-1000 a.C.). Se caracterizaron por la existencia de la propiedad comunal de la tierra como principal medio de producción, que condicionaba también una distribución igualitaria de los bienes de subsistencia de sus habitantes. Es decir, en las comunidades igualitarias estuvo ausente la desigualdad social, por consiguiente, la causa de su prolongada existencia, así como su declive fue el escaso desarrollo tecnológico que condicionaba el carácter comunitario de las mismas.

Sin embargo, las sociedades que sucedieron a las comunidades igualitarias, desde los olmecas (1000 a. C.) hasta los mexicas (1520) se caracterizaron por cierta diferenciación social, entre nobles -poseedores de la riqueza y puestos más importantes- y campesinos pobres, cuyo trabajo les permitía subsistir y además generar un excedente destinado al pago de tributo, ya sea en especie o en trabajo. En la esfera política las sociedades evolucionaron de una dominación teocrática -poder de los sacerdotes y dioses- a una dominación militarista -poder de los guerreros-, alcanzando su apogeo en la sociedad mexica. Aunque el militarismo no existió en estado puro, ya que no solo se sometía a los pueblos con fines económicos -tributos- sino también aportaban prisioneros de guerra para ser sacrificados en honor a sus dioses. La conquista española truncó la posible disolución de la sociedad azteca, tal como había sucedido con sus antecesoras, debido probablemente a los antagonismos de clase, ya que en la sociedad mexica eran más agudos tanto internamente -desigualdad social- y externamente con los pueblos conquistados y sometidos a la tributación.

Las formas fundamentales de la tierra –principal medio de producción- en la sociedad mexica, fueron la comunal –calpullalli- y la estatal. El tlatoani en representación del Estado realizaba asignaciones de tierras a los calpulli, nobleza -pipiltin- e instituciones del Estado.

La sociedad mexica estaba estratificada socialmente en dos grupos fundamentales: nobles –pipiltin- poseedores de la riqueza y proveedores de la clase gobernante; y, los macehualtin el grupo pobre de la gente común que aportaba el trabajo propio en su parcela asignada en usufructo y el trabajo como tequio para las obras públicas, además, trabajaban las tierras asignadas a la nobleza y al tlatoani. La diferenciación social generaba contradicciones sociales antagónicas, que dieron como resultado la necesidad del Estado al servicio del grupo social dominante. Las características descritas inherentes a la sociedad mexica, permiten asemejarla al Modo de Producción Asiático, que abstraído de su ubicación geográfica puede identificarse como Modo de Producción Tributario. Dado el escaso desarrollo de las fuerzas productivas, el Estado acudía al servicio masivo de la mano de obra campesina, para la construcción de obras públicas.


En correspondencia con la diferenciación social, aparece primero una dominación ideológica a través de la religión, representada por los sacerdotes y dioses. Posteriormente la dominación evolucionó hace un control militarista, con el que aparece propiamente el Estado como representante político de la nobleza mexica.

El feudalismo sucedió a la comunidad prehispánica basada en el Modo de Producción Tributario, sociedad en transición que la conquista española alteró violentamente y la moldeo al estilo de la sociedad medieval que imperaba en España; es decir, le impuso un modo de producción clasista, en el que una minoría detentaba enormes extensiones territoriales –haciendas civiles y eclesiásticas- en las que laboraban los campesinos siervos en sus diversas modalidades –acasillados, aparceros, comuneros, etc.-. Es decir, la miseria contrastaba con la riqueza que poseían algunas miles de familias españolas y sus descendientes criollos, desigualdad social que ya despuntaba en las sociedades prehispánicas en la época de la conquista, pero que en lugar de atenuarse se agudizó.

La desigualdad social imperante durante toda la dominación colonial española y agudizada al final de la misma en el siglo XVIII con las reformas liberales implementadas por los gobiernos borbónicos, fue la causa del estallamiento de la Revolución de Independencia de 1810 en la que se enfrentó el pueblo explotado contra el poder virreinal que estaba al servicio de minoría pudiente: hacendados, clero y altos funcionarios, principalmente en su primera etapa (1810-1815) liderada por Hidalgo y Morelos, en la que no solo lucharon por la Independencia sino que lucharon contra sus enemigos de clase: hacendados y clero que poseían el grueso de la riqueza. Esto explica el carácter violento de la revolución y los decretos agrarios de Hidalgo y Morelos en los que exigían la devolución de las tierras a los campesinos de las que habían sido despojados por los hacendados, así como la abolición de los tributos y de la esclavitud. Por su contenido, las medidas implementadas por los dirigentes revolucionarios, todas eran de naturaleza burguesa, ya que su eliminación abría el camino para el desarrollo del capitalismo en México. Desafortunadamente la tendencia popular revolucionaria fue derrotada y la consumación de la Independencia la pactaron los enemigos de la revolución, los hacendados y el clero.

A pesar del carácter conservador de la Independencia, significó una continuidad en el desarrollo de la burguesía industrial, de tal forma que a mediados del siglo XIX, se produce un salto –discontinuidad- en su desarrollo con la Reforma (1854-1860), liderada por los liberales, que aunque en la historia oficial se le conoce como Reforma, en realidad se trató de una profunda Revolución Burguesa, que comenzó con la Ley Lerdo de 1856, en la que quedaba prohibido el monopolio de la tierra, tanto de las comunidades indígenas, como de la Iglesia. En este sentido, estableció que las tierras pertenecientes  a las corporaciones civiles – comunidades indígenas - y religiosas  -Iglesia- serían vendidas a los arrendatarios. Así pues, la Ley Lerdo perseguía privatizar las tierras comunales y de la Iglesia, para incorporarlas a la circulación mercantil, tal como lo exigía el capitalismo naciente. La ley Lerdo fue incorporada a la Constitución Liberal de 1857. Esta profundizó las diferencias con los Conservadores, que aunque también eran partidarios del desarrollo industrial con el apoyo del Estado, los liberales pensaban en una sociedad de pequeños productores que por acción de las leyes del mercado fomentarían la agricultura, la industria y el comercio. La lucha se radicalizó y culminó con las Leyes de Reforma en 1859, entre las que destacan, la Ley de Nacionalización de los bienes de la Iglesia, principalmente las tierras que constituían su mayor capital. Hasta aquí los Liberales habían dado un paso muy importante, para el desarrollo de la burguesía industrial, puesto que la base social de su movimiento revolucionario, eran los comerciantes, los terratenientes –hacendados- y rancheros, que fueron los que adquirieron las tierras de la Iglesia, pues eran ellos, los que contaban con los recursos económicos. Se había consumado la primera etapa de la Revolución Burguesa: la destrucción principalmente del monopolio territorial de la Iglesia, que conjuntamente con la aplicación de las leyes liberales contenidas en la Constitución de 1857 a las comunidades indígenas,  contribuyeron a la conversión  de las tierras en mercancías y la mano de obra “libre” de sus medios de producción se convertía también en mercancía que el capitalismo exigía. La intervención francesa (1862-1867) demoró la aplicación de las Leyes de Reforma, pero una vez derrotada, en 1877 arribó a la presidencia de la República el General Porfirio Díaz, quien consumó la “obra” reformadora de sus antecesores liberales. Específicamente, continúo con el combate al monopolio territorial de las comunidades indígenas, con el Decreto sobre Colonización y Compañías Deslindadoras en 1883, con el propósito de deslindar todos los terrenos que no pudieran acreditarse legalmente considerados como “baldíos”; Circular expedida en 1890 que enfilada contra la propiedad comunal de la tierra para privatizarla y Ley del 26 de marzo de 1894, en la que se daba amplia libertad las Compañías Deslindadoras, para adquirir grandes extensiones territoriales. Todas estas medidas implementadas por el gobierno de Porfirio Díaz, produjeron el mayor despojo de tierras de las comunidades indígenas, transformando a sus miembros en fuerza de trabajo disponible para las necesidades del capital. Se había dado otro paso más en el desarrollo del capitalismo mexicano. Paralelamente al despojo territorial de las comunidades indígenas, el gobierno del General Díaz fomentó el desarrollo principalmente de la industria extractiva –minerales y petróleo-, cuya producción y distribución requería de transportes, lo que condujo a la construcción de la red ferroviaria; agricultura basada en cultivos tropicales de exportación; y, dada la escases de recursos financieros del Estado, recurrió al capital extranjero, principalmente norteamericano. En suma, el porfirismo implico otro salto en el desarrollo del capitalismo en México, al culminar la expropiación de las tierras comunales de los indígenas, para transformarlos, tanto a ellos como a sus tierras en mercancías para el mercado capitalista.

Así pues, el capitalismo había sucedido al feudalismo colonial en la segunda mitad del siglo XIX, pero en vez de atemperar la pobreza la aumento, pues ahora millones de comuneros campesinos despojados de sus tierras habían engrosado las filas de la pobreza, contrastando con la existencia de una minoría oligárquica de hacendados (8431) poseía el grueso de la riqueza. Es evidente que las reformas liberal-burguesas juaristas y porfiristas habían acrecentado la desigualdad social, la cual produjo la irrupción violenta de la revolución de 1910.

No obstante, que la oligarquía porfirista fue aniquilada por la Revolución 1910-1940 y, a pesar de las importantes reformas cardenistas de carácter popular, desde 1940 se han venido revirtiendo las conquistas históricas plasmadas en la Constitución de 1917, principalmente los artículos 27 y 23, que tienen que ver con el reparto agrario y los derechos de los trabajadores, respectivamente; a tal grado que en la actualidad el capitalismo en su fase financiera y cuya política neoliberal, ha liquidado prácticamente las conquistas históricas logradas mediante una revolución en la que murieron un millón de mexicanos, la mayoría de ellas trabajadores del campo y de la ciudad.

El capitalismo en su fase financiera no ha liquidado la desigualdad social, por el contrario la ha perpetuado y la ha potenciado a niveles extremos, a pesar de las políticas sociales para revertirla, lo que significa que la pobreza y la riqueza, son dos aspectos contradictorios que aparecieron con las sociedades clasistas; por consiguiente, su erradicación pasa por la desaparición del capitalismo financiero actual y su sustitución por una sociedad igualitaria, proceso cíclico que retornará al punto de partida: las comunidades igualitarias que prosperaron durante miles de años en México, antes de que las relevaran las sociedades tributarias estratificadas; pero se tratará de una sociedad igualitaria moderna, cuya base será la aplicación de la tecnología para aumentar la productividad del trabajo, en beneficio de toda la sociedad y no sólo para una oligarquía parasitaria como ahora sucede. Así pues, la tecnología hará posible la disponibilidad de mayor tiempo libre para el desarrollo de hombres universales y no como ocurre en el capitalismo en el que las maquinas sustituyen a los trabajadores y los lanza al desempleo y a la pobreza.

El movimiento de la comunidad igualitaria primitiva a la sociedad igualitaria moderna, es la unidad contradictoria de cambios cuantitativos que no alteran la cualidad de la sociedad existente, pero que al rebasar cierto límite –medida- se transforman en cambios bruscos –saltos- en los que emerge una nueva sociedad. Es decir, se trata de la unidad contradictoria de cambios evolutivos que no alteran la cualidad de la sociedad existente y cambios revolucionarios que inauguran el surgimiento de una nueva sociedad. Además, el movimiento social no es lineal, sino que se mueve cíclicamente, porque se tienen que negar dos contrarios: la comunidad igualitaria primitiva fue negada por la sociedad clasista y ésta será negada por la sociedad igualitaria moderna, para retornar a una sociedad igualitaria moderna, basada en el desarrollo tecnológico acumulado en miles de años. Solo así será posible eliminar la pobreza que se ha perpetuado en la genética de las sociedades clasistas.

1. Modo de Producción Tributario

La especie humana tuvo su origen en Este de África hace unos dos millones de años y, después de un prolongado proceso de desarrollo en su movimiento llego al continente Americano a través del estrecho de Bering en Alaska, aprovechando su congelación hace unos 25000-30000 a. C. años.  Según Semo (2003) en el caso de México la especie arribo hace unos 21000 años a. C. y durante unos 16000 años, dependió de una economía basada en la recolección de productos vegetales y la caza de animales salvajes; es decir, se trató de una sociedad nómada que vivió  de la  apropiación directa de lo que la naturaleza le proporcionaba para cubrir sus necesidades básicas, hasta que por el año 5000 a. C. fue relevada por comunidades agrícolas igualitarias sedentarias, las cuales que vivieron unos 4000 años (5000-1000 a.C.), cuyo rasgo fundamental fue el cultivo de plantas (agricultura) y la domesticación de algunos animales con fines alimenticios; no obstante, estuvo ausente la domesticación de animales para la tracción animal. En lo económico se caracterizaron por la existencia de la propiedad comunal de la tierra como principal medio de producción, que condicionaba también una distribución igualitaria de los bienes de subsistencia de sus habitantes. Es decir, en las comunidades igualitarias estuvo ausente la desigualdad social, por consiguiente, la causa de su prolongada existencia, así como su declive fue el escaso desarrollo tecnológico que condicionaba el carácter comunitario de las mismas.

Rivera Martín (1983) escribe que: "podemos concluir que las sociedades mesoamericanas, tanto las correspondientes a los grandes señoríos de la Triple Alianza [México-Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba], como los miembros de esta misma, se encontraban en una etapa de transición entre la sociedad tribal y la sociedad civil tipo moderno, con estratificaciones marcadas y pronunciada tendencia hacia la constitución de clases sociales definidas. En el momento de arribo de los españoles, la estratificación se encaminaba hacia una sociedad con cierta permeabilidad social debido, entre otros factores, al aumento de la producción agrícola y al consecuente incremento de los tributos, así como también la consiguiente redistribución de los productos. De no haber sobrevenido la conquista, el factor de crecimiento de las sociedades mesoamericanas habría conducido al establecimiento de una sociedad con expansión en el intercambio de productos, basado ya no solo en los tributos sino en el comercio, donde no se puede suponer el verdadero establecimiento de un sistema monetario y el perfeccionamiento de la comercialización de la tierra y sus productos". La base económica en que se basaba la transición de la comunidad tribal a la sociedad clasista, era el surgimiento de la propiedad privada, la cual ya existía en la Triple Alianza representada por la propiedad del Tlatoani y de la nobleza; las cuales coexistían con la propiedad comunal. Aunque Carrasco (1985) argumenta que en realidad los gobernantes procedían de la nobleza poseedora de tierras propias y que para poder desempeñar los cargos los dirigentes políticos, particularmente al Tlatoani se le asignaban tierras por el común de la población, es decir, era una forma de remuneración por el cargo desempeñado. Así pues, solo existía la propiedad privada de la nobleza y la propiedad comunal (calpullalli). En conclusión, dice Carrasco que "el régimen de la tierra demuestra que dominaba la distribución políticamente determinada de este medio fundamental de producción. A cada estamento, a cada institución y puesto público, correspondía un tipo especial de tierras destinadas a sostener a sus poseedores en el ejercicio de las funciones de ellos requeridas en la organización política. El dominio político de la distribución de la tierra era lo suficientemente firme para permitir que herencia y ventas, efectuaran cambios y reajustes dentro del marco políticamente definido. Lo más importante en la organización económica del México antiguo era el hecho de que había una economía dirigida y regulada por el organismo político. La base de la economía era una estructura de dominación definida por la existencia de dos estamentos fundamentales: los nobles (pipiltin), que formaban, la clase dominante que controlaba los medios materiales de producción, y los plebeyos (macehualtin), que eran la clase trabajadora dependiente económica y políticamente de la nobleza. Los medios fundamentales de producción estaban controlados por el organismo político. La rama más importante de la producción era la agricultura, que producía no solo alimentos sino también materias primas para muchas artesanías. Entonces los medios de producción fundamentales en esa economía eran, por una parte la tierra, y por la otra el trabajo. Tanto tierra como trabajo estaban controlados por el mecanismo político. El trabajo también estaba administrado por el organismo político. Todo individuo en el México antiguo tenía la obligación de dar su tequitlTequitl quiere decir oficio, trabajo o tributo: se puede decir que es la obligación de todo individuo de contribuir con algo a la sociedad. El Tlatoani, el rey, tenía su tequitl que era el gobernar; un sacerdote daba su tequitl, el servicio religioso; el tequitl del guerrero era batallar, etcétera; todos daban su tequitl. Tratándose de la organización de la economía, lo fundamental era el tequitl aportado por la gran masa de la gente común -los productores- para el sostenimiento del Estado en su totalidad o de los miembros de la clase dominante de quienes dependían. A cambio de usufructuar una parcela para su sustento, el macehual tenía que pagar tributo en especie y en trabajo. En resumen, se puede concluir que en el México antiguo la producción estaba organizada sobre la base de la distribución políticamente determinada de los medios de producción, o sea tierra y trabajo: tierra dada al macehual para que se sustentara y aportara tributo y servicios personales; tierra dada a instituciones y miembros del estamento gobernante con el derecho a exigir tributo y servicios de los macehuales. La clase dominante, por lo tanto, estaba organizada como personal gobernante y recibía sus ingresos como tributo. Todo el excedente económico tomaba la forma de tributo". El autor citado considera que la economía del México antiguo, puede describirse como una variedad del modo de producción asiático, cuyas características, también las sintetiza, tal como las esbozó Marx: 1) comunidades campesinas auto-suficientes que organizan la producción para el mercado interno, más un excedente que se paga como tributo al soberano; 2) despotismo, o sea, poder absoluto o arbitrario del soberano; 3) sumisión política de toda la población lo que indujo a Marx a concebir el modo de producción asiático como "esclavitud general" (en contraste con la esclavitud clásica en la que el esclavo era propiedad privada de ciudadanos libres); y 4) obras de riego y control de aguas como base material que en manos del Estado explica la concentración del poder. En este sentido, lo esencial del modo de producción asiático es "la organización política de la economía, en la que los medios materiales de producción están controlados o reglamentados por el Estado y las relaciones de producción son relaciones políticas y constituye parte de la organización estamental de la sociedad. La concentración del poder económico y político en manos del Estado es lo que conduce al despotismo".


En forma similar se expresa Semo (2003) al afirmar que la formación social mexica se asemejaba al modo de producción asiático y para liberarlo de cualquier implicación geográfica lo identifica como Modo de Producción Tributario (MPT), el cual incluye el trabajo tributario. Existen evidencias irrefutables de que la sociedad mexica era una combinación de relaciones comunitarias y propiedad privada, en la cual las primeras jugaban claramente un papel dominante. Tanto entre los macehuales como entre los nobles [pipiltin], para tener acceso a la tierra había que pertenecer a la comunidad, ya sea campesina o a esa "comunidad superior" que conforman el Estado y la nobleza adscrita a él con el huey tlatoani en su cúspide. La pertenencia a la nobleza mexica está fijada por los valores políticos y reforzados por múltiples privilegios de rango. En Tenochtitlán, los artesanos y comerciantes tenían sus propios calpullis, y los segundos estaban organizados en una corporación gremial que normaba estrictamente las actividades de cada individuo. La propiedad privada, la autonomía individual, las relaciones contractuales y las relaciones de explotación y dominación están sumergidas en el mundo de las lealtades y funciones comunitarias y familiares en todos los estratos. El impacto de esa herencia prehispánica había de hacerse sentir durante mucho tiempo, frenando el surgimiento de iniciativas individuales y la consolidación de instituciones, ligadas con el capitalismo. Durante el primer siglo de historia colonial, algunos rasgos de la Corona española y el sistema colonial, en lugar de debilitar, refuerzan los elementos del modo de producción tributario existentes en la sociedad indígena. Un Estado burocrático extrae tributo de las comunidades indígenas, sin abocarse a destruirlas. En cierta medida, se produce una continuidad socio-económica reflejada en la legislación española sobre la comunidad y las repúblicas de indios. Al mismo tiempo la colonia produce los elementos de la modificación del modo de producción tributario: La integración de México a la economía-mundo europeo naciente y el desarrollo de los grandes latifundios privados.

En suma existieron comunidades prehispánicas igualitarias, en las que no existía la propiedad privada de la tierra como principal medio de producción, y acorde con la propiedad comunal, la distribución de los bienes también era igualitaria, en consecuencia estaba ausente la desigualdad social. Las que las relevaron  y que existieron desde el año 1000 a. C. hasta 1521, se caracterizaron por ser sociedades en transición hacia una sociedad clasista, en las que ya existía una desigualdad social, derivada de la dualidad en la propiedad de la tierra: la del tlatoani y la de la nobleza (pipiltin, que coexistía con la comunal de los macehuales. Es decir, ya imperaba cierta desigualdad social que generaba contradicciones internas y externas, que fueron aprovechadas por los españoles para su conquista.


2. Feudalismo colonial

Durante el inicio de la dominación colonial, el principal medio de producción fue la tierra para la obtención de los medios indispensables para la existencia de la sociedad. Como los conquistadores carecían de medios de producción -principalmente la tierra- tuvieron que recurrir a la Encomienda, institución económica introducida por Hernán Cortés poco después de la conquista militar en 1521. La encomienda se basó en la propiedad comunal de las tierras de los pueblos indígenas, cuya mano de obra la utilizaron para producir para su subsistencia y un excedente en forma de tributo –en especie y trabajo- destinado al encomendero como pago a los servicios que prestaba a los pueblos encomendados, principalmente la evangelización de sus miembros. La producción de la tierra de los comuneros indígenas se producía en el propio espacio territorial y en la misma jornada laboral. La Encomienda fue una institución económica que en lo esencial conservaba el viejo Modo de Producción Tributario (MPT) heredado de las sociedades prehispánicas. Lo que cambio fueron los beneficiarios de los tributos aportados por los campesinos comunitarios encomendados a los conquistadores españoles. Ahora eran los encomenderos los que recibían el trabajo excedente en lugar del grupo gobernante prehispánico. En este sentido, la Encomienda representa una etapa de transición del MPT al Modo de Producción Feudal.


La Corona española prohibió el tributo en trabajo, el cual quedó integrado en las Leyes de Indias de 1542. En la Nueva España se suprimió hasta 1549. Desde entonces el tributo se pagaba en especie y en dinero, condición que contribuyó a la mercantilización de la economía colonial.

Ante la catástrofe demográfica –descenso de la población de 15 a 3 millones- de la población indígena, debido a la sobre-explotación y enfermedades contagiosas, la mano de obra no fue suficiente para cubrir las necesidades de los propios encomenderos, así como de los nuevos propietarios privados de minas, haciendas, obrajes y obras públicas. En consecuencia, desde la segunda mitad del siglo XVI las autoridades virreinales recurrieron al repartimiento forzoso de la mano de obra indígena para cubrir las necesidades de los nuevos propietarios privados, dueños principalmente de minas, haciendas y obrajes. Así es como inicia propiamente el Modo de Producción Feudal en México. 

El repartimiento -trabajo forzoso- no resolvió la demanda laboral de los primeros propietarios privados españoles, pues éstos,  requerían mano de obra libre de medios de producción para poder contratarla, condición que se produjo con la formación de la población mestiza -clase proletaria-, cuya carencia de medios de producción -tierra principalmente- propios, los obligó a alquilarse para no morirse de hambre, pero dada la competencia entre las empresas españolas por la escasa mano de obra mestiza, ésta pasó de la "libertad" a la dependencia laboral, por medio del peonaje por deudas, ya que se convirtió en mano de obra “cautiva”, sin libertad de movimiento y de venta de su fuerza de trabajo. El peonaje por deudas existió como principal fuente de trabajo permanente de las actividades económicas principales, desde principios del siglo XVII, cuando se legalizó en 1632 la extinción del repartimiento forzoso hasta la primera mitad del siglo XVIII. Además, en el caso de las actividades agropecuarias por su naturaleza -dependiente de las condiciones ambientales-, cuando desapareció el trabajo forzado -repartimiento- y por la carencia o insuficiencia de tierra de los campesinos, los hacendados recurrieron a la aparcería en la que la producción se distribuía entre hacendados y campesinos arrendatarios en distintas proporciones, siendo muy común el reparto del producto a medias, dando como resultado la formación de los campesinos medieros, muy común en México. Asimismo, cuando la naturaleza de las actividades agropecuarias lo requerían los hacendados contrataban mano de obra asalariada en forma temporal. Así pues, en el campo se establecieron relaciones de dependencia de diversa naturaleza, entre el hacendado poseedor de la tierra y el ganado y los campesinos en sus diversas modalidades, con cuyo trabajo obtenían los medios de subsistencia necesarios y la renta destinada al terrateniente, que en su inicio fue en trabajo forzado -repartimiento- y posteriormente en especie -producto- y dinero, rasgos que caracterizan al modo de producción como feudal.

Con el surgimiento de las minas en la región centro-norte, se formaron grandes ciudades aunadas a las ya existentes, así como producto de las congregaciones de la población sobreviviente después de la catástrofe demográfica, en las que se desarrolló la industria artesanal, cuya organización gremial también fue típica del sistema feudal.

Con el sistema feudal que relevó al Modo de Producción Tributario, la desigualdad social se convirtió en parte consustancial del sistema clasista, puesto, que la clase minoritaria formada por hacendados, la Iglesia y los altos funcionarios virreinales, en su mayoría españoles eran poseedores de las tierras y del capital comercial y usurario; contrastando con la mayoría de la población – peones acasillados, aparceros, comuneros, etc.- que vivían en la miseria.

Alamán (1808), ilustre intelectual conservador, describe la estructura poblacional de la sociedad en vísperas del inicio de la Independencia: La distinción que las leyes hicieron entre las diversas clases de habitantes fueron de gran influencia en la revolución y en todos los acontecimientos sucesivos. Estos nuevos elementos fueron los españoles y los negros que ellos trajeron de África. Distinguiéndose poco tiempo después los españoles en nacidos en Europa y los naturales de América, a quienes por esta razón se dio el nombre de criollos, que con el transcurrir del tiempo vino a considerarse como una voz insultante, pero que en su origen no significaba más que nacido y criado en la tierra. De la mezcla de los españoles con la clase india procedieron los mestizos, así como de la de todos los negros, los mulatos, los zambos, pardos y toda la variada nomenclatura que se comprendía con el nombre genérico de castas. A los españoles nacidos en Europa, se les llamaba gachupines, que en lengua mexicana significa "hombres que tienen calzados con puntas o que pican", en alusión a las espuelas, y este nombre, lo mismo que el de criollo, con el progreso de la rivalidad entre unos y otros, vino también a tenerse como ofensivo. Los indios vivían en poblaciones separadas de los españoles, gobernados por sí mismos, formando municipalidades que se llamaban repúblicas, y conservaban sus idiomas y trajes peculiares. Se ocupaban especialmente de la labranza, ya como jornaleros en las fincas de los españoles, ya cultivando las tierras propias de sus pueblos, que se les repartían en pequeñas porciones por una moderada renta que se invertía en los gastos de la iglesia y otros de utilidad general, cuyo sobrante se depositaba en las cajas de comunidad. Todo esto hacía de los indios una nación enteramente separada: ellos consideraban como extranjeros a todo lo que no era ellos mismos, y como no obstante sus privilegios eran vejados por todas las demás clases, a todas las miraban con igual odio y desconfianza. La población indígena predominaba en las intendencias de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz y Michoacán, situadas en lo alto de la cordillera y en sus declives hacia ambos mares. Los españoles europeos residían principalmente en la capital, en Veracruz, en las poblaciones principales de las provincias, en especial en las de minas, sin dejar de hallarse también en las poblaciones menores y en los campos, y de estos sobre todo en los climas calientes, en las haciendas de caña, cuya industria estaba casi exclusivamente en sus manos. Los criollos seguían la misma distribución que los europeos, aunque proporcionalmente abundaban más en poblaciones pequeñas y en los campos, lo que procedía de estar en sus manos las magistraturas y los curatos de menos importancia, y ser más bien propietarios de fincas rústicas que ocuparse del comercio y otros giros propios de las ciudades grandes.


En síntesis, la población descrita por el autor citado, consideraba los grupos sociales siguientes:

Indios: 2 400 000; españoles: 1 200 000, de los cuales 70 000 eran europeos; castas: 2 400 000, dando un total de 6 000 000 de habitantes.

Es evidente que la mayoría de la población estaba constituida por los indios y por las castas, que eran el grueso de la población trabajadora del campo y de la ciudad. Ambas, participaron en el movimiento de independencia en diverso grado bajo la dirección de los criollos y del bajo clero, en contra principalmente de los españoles peninsulares que conformaba una minoría privilegiada y rica a fines de la dominación colonial.

Humboldt (2008) visitó la Nueva España en 1803 y como resultado de su estancia escribió un libro en el que asentó: México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortunas, civilización, cultivo de la tierra y población…Esta inmensa desigualdad de fortunas no solo se observa en la casa de los blancos (europeos y criollos), sino igualmente se manifiesta entre los indígenas. Los indios mexicanos, considerándolos en masa, presentan el espectáculo de la miseria. Confinados aquellos naturales en las tierras menos fértiles, indolentes por carácter y aún más por consecuencia de su situación política, viven solo para salir del día”. La contra-parte de la miseria que viven los indígenas, según Humboldt, que cita un informe del obispo de Michoacán de 1799: “La población de la Nueva España se compone de tres clases de hombres a saber: de blancos o españoles, de indios y castas. Yo considero que los españoles componen la décima parte de la masa total. Casi todas las propiedades y riquezas del reino están en sus manos. Los indios y las castas cultivan la tierra; sirven a la gente acomodada, y solo viven del trabajo de sus brazos. De ello resulta entre los indios y los blancos esta oposición de intereses, este odio recíproco que tan fácilmente nace entre los que lo poseen todo y los que nada tienen, entre los dueños y los esclavos. Así es que vemos de una parte los efectos de la envidia y de la discordia, la astucia, el robo, la inclinación a dañar a los ricos en sus intereses; y de otra la arrogancia, la dureza, y el deseo de abusar en todas ocasiones de la debilidad del indio. No ignoro que estos males nacen en todas partes de la grande desigualdad de condiciones. Pero en América son todavía más espantosas porque no hay estado intermedio; es uno rico o miserable, noble o infame de derecho y de hecho”.

La desigualdad extrema que asombró a Humboldt a principios del siglo XIX, fue la causa del origen de la Revolución de Independencia en 1810.


3. Revolución y contrarrevolución en la Independencia

La Independencia fue la respuesta revolucionaria de los campesinos pobres –peones de las haciendas-, comuneros indígenas, obreros de minas y obrajes, a cerca de 300 años de dominación y explotación colonial, cuya dirección recayó en líderes del bajo clero -Hidalgo y Morelos- y  la oficialidad criolla del ejército virreinal.

En su fase revolucionaria –de 1810 a 1815- la Independencia liderada principalmente por Miguel Hidalgo y José María Morelos, en el fragor de la lucha ambos dirigentes decretaron medidas orientadas a la abolición de la esclavitud y el tributo, así como la restitución de las tierras a su legítimos dueños: los campesinos pobres y comuneros indígenas, todas de naturaleza pre-capitalista implementadas para fomentar el desarrollo del capitalismo. En este sentido, la tendencia revolucionaria y popular de la Independencia en su primera etapa era de carácter burgués.

Entre 1816 y 1820, después de la derrota y asesinato de Hidalgo (1811) y de Morelos (1815), solo se conservó la resistencia popular – por medio de la guerrilla- en el Sureste del país, en lo que hoy es Veracruz por Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo, Mier y Terán en Puebla e Hidalgo y sobre todo por Vicente Guerrero en lo que hoy es el Estado de Guerrero. Esta situación pudo haberse prolongado de no presentarse una coyuntura política externa ocurrida en España. Específicamente se trató de una revolución liberal burguesa triunfante en 1820, cuyas reformas amenazaban extenderse a la Nueva España. En estas condiciones las clases privilegiadas –principalmente los grandes hacendados y el alto clero- bajo la dirección de la oficialidad del ejército realista, particularmente, Agustín de Iturbide, empezaron a planear la consumación de la Independencia, como una medida para proteger sus intereses de clase en caso de que las reformas liberal-burguesas implementadas en España trascendieran a la Nueva España. Para lograr su objetivo Iturbide tuvo que negociar con Guerrero el Plan de Iguala para consumar la Independencia en 1821. Así pues, por la dialéctica de la lucha de clases, lo que inició como una revolución culminó como una contrarrevolución encabezada por Iturbide antiguo combatiente de la insurgencia popular.

La consumación de la Independencia fue resultado de un pacto político, entre la clase conservadora en declive -hacendados e Iglesia- y la clase revolucionaria en ascenso -burguesía-. Una vez culminada la Independencia objetivo central del Plan de Iguala, las contradicciones afloraron, dando origen a un prolongado período de inestabilidad política, que culminó con el triunfo la burguesía a mediados del siglo XIX con la Revolución de Reforma.


4. Origen del capitalismo en México
El capitalismo mexicano aparece a mediados del siglo XIX, con la Revolución Burguesa de Reforma (1854-1860), después de un prolongado y accidentado proceso de desarrollo, que se inicia con la consolidación de la dominación española a fines del siglo XVI, en la que impera un sistema de producción de naturaleza feudal, cuyo poder económico lo detentan los grandes terratenientes –hacendados- y la Iglesia, dependientes del poder político virreinal. La contra-parte de la clase dominante son los campesinos –peones- en sus diversas modalidades  que trabajan jornadas laborales extenuantes en las haciendas civiles y eclesiásticas. El programa de la Revolución Burguesa de Reforma, se centró principalmente en las siguientes medidas: derrota política del Partido Conservador como representante de la clase clerical-terrateniente, destrucción del enorme poder económico, político e ideológico de la Iglesia y despojo de las tierras comunales de los indígenas para generar la mano de obra “libre” que el capitalismo naciente exigía. La Reforma se inició en 1854 con la Revolución de Ayutla (Guerrero), encabezada por Juan Álvarez, viejo combatiente por la Independencia al lado del indomable Vicente Guerrero. A los pocos  meses de iniciarse la Revolución de Ayutla, se incorporaron distinguidos liberales, entre los que se encontraban Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga y Miguel Lerdo de Tejada. El Grupo Liberal  derrota al General Santa Ana en noviembre de 1855 y asume el cargo como Presidente provisional de México el General Juan Álvarez. El nuevo gobierno revolucionario solo dura hasta fines de dicho año y es relevado por el General Ignacio Comonfort en la Presidencia de la República. Este gobierno, inició reformas trascendentales, destacando la Ley Lerdo de 1856, en la que se establecía que todas las corporaciones civiles y religiosas, tendrían que vender sus tierras a los arrendatarios. Esta ley en realidad estuvo orientada a la privatización de las tierras comunales de los pueblos y las tierras de la Iglesia, con el fin de lanzarlas a la circulación mercantil y al mismo tiempo transformar la fuerza de trabajo de los comuneros indígenas en mercancía puesta al servicio del capitalismo naciente, ley que posteriormente fue incorporada en la nueva Constitución Liberal en 1857. La promulgación de la nueva constitución y particularmente por su contenido liberal burgués, causó inconformidad entre el grupo conservador, a tal grado que a través de un golpe de Estado y en contubernio con el gobierno, depusieron al Presidente Comonfort y derogaron la Constitución de 1857. El golpe de Estado radicalizó al Partido Liberal, de tal manera que la lucha se intensificó y prolongó durante tres años -1858 a 1860- y en el fragor de la lucha el gobierno legítimo del Presidente Benito Juárez decretó las Leyes de Reforma en 1859, siendo la principal la Nacionalización de los bienes de la Iglesia, principalmente las tierras para ponerlas a disposición del capital privado. Así pues, en un período de siete años (1854-1860) se produjeron dos revoluciones y una contrarrevolución: la Revolución de Ayutla, esta es negada por la contrarrevolución -golpe de Estado-implementada por los conservadores y finalmente la Reforma de Juárez derrota a la reacción conservadora, por medio de una revolución, con lo que se cierra el ciclo: revolución-contrarrevolución-revolución; es decir, se produjo la doble negación, para retornar al punto de partida pero a un nivel superior, ya que la revolución de Reforma se había radicalizado e intensificado.

Las medidas más importantes implementadas por los gobiernos liberales de Comonfor y Juárez -Ley Lerdo de 1856, Constitución de 1857 y Nacionalización de los bienes de la Iglesia-, estuvieron orientadas a socavar el poder económico de la Iglesia y las comunidades indígenas con el fin de sentar las bases del naciente capitalismo mexicano.

Con la Revolución burguesa de Reforma se había consumado la primera etapa de la Revolución Burguesa: la destrucción principalmente del monopolio territorial de la Iglesia, que conjuntamente con la aplicación de las leyes liberales contenidas en la Constitución de 1857 a las comunidades indígenas,  contribuyeron a la conversión  de las tierras en mercancías y la mano de obra “libre” de sus medios de producción se convertía también en mercancía que el capitalismo exigía. La intervención francesa (1862-1867) demoró la aplicación de las Leyes de Reforma, pero una vez derrotada, en 1877 arribó a la presidencia de la República el General Porfirio Díaz, quien consumó la “obra” reformadora de sus antecesores liberales. Específicamente, continúo con el combate al monopolio territorial de las comunidades indígenas, con el Decreto sobre Colonización y Compañías Deslindadoras en 1883, con el propósito de deslindar todos los terrenos que no pudieran acreditarse legalmente considerados como “baldíos”; Circular expedida en 1890 enfilada contra la propiedad comunal de la tierra para privatizarla y Ley del 26 de marzo de 1894, en la que se daba amplia libertad a las Compañías Deslindadoras, para adquirir grandes extensiones territoriales. Todas estas medidas implementadas por el gobierno de Porfirio Díaz, produjeron el mayor despojo de tierras de las comunidades indígenas, transformando a sus miembros en fuerza de trabajo disponible para las necesidades del capital. Se había dado otro paso más en el desarrollo del capitalismo mexicano. Paralelamente al despojo territorial de las comunidades indígenas, el gobierno del General Díaz fomentó el desarrollo principalmente de la industria extractiva –minerales y petróleo-, cuya producción y distribución requería de transportes, lo que condujo a la construcción de la red ferroviaria; agricultura basada en cultivos tropicales de exportación; y, dada la escases de recursos financieros del Estado, recurrió al capital extranjero, principalmente norteamericano.

Así pues, el capitalismo había sucedido al feudalismo colonial en la segunda mitad del siglo XIX, pero en vez de atemperar la pobreza la aumentó, pues ahora millones de comuneros campesinos despojados de sus tierras habían engrosado las filas de la pobreza, contrastando con la existencia de una minoría oligárquica que detentaba la riqueza. Es evidente que las reformas liberal-burguesas juaristas y porfiristas habían acrecentado la desigualdad social, no porque Benito Juárez y Porfirio Díaz obedecieran a un sentimiento antipopular y menos en contra de los indígenas de donde procedían, sino que el despojo de las comunidades campesinas era una necesidad para el desarrollo del capitalismo en México, desigualdad social que produjo la irrupción violenta de la revolución de 1910.


5. De la revolución de 1910-1940 a la contrarrevolución neoliberal
La desigualdad social extrema generada por la política liberal-burguesa implementada por Porfirio Díaz, se observa en el siguiente cuadro.

Cuadro 1. Haciendas y ranchos en México

Año
Ranchos
Haciendas
1877
14705
5869
1900
32557
5932
1910
48633
8431

Fuente: Jürgen (1979).

En el cuadro anterior es evidente, la enorme desigualdad social generada por la política porfirista: la tierra se encontraba en propiedad de 8431 hacendados y 48 633 rancheros; contrastando con la pobreza en que vivía la inmensa mayoría de campesinos, trabajadores de la ciudad, pequeños y medianos empresarios, etc.

En la cima de la sociedad porfirista existía una minoría (oligarquía) de poseedores de la riqueza formada por los 8431 hacendados y tal vez unas decenas de empresas industriales y/o servicios, que conjuntamente fluctuaba probablemente en unas 1000 familias, pero dado su poder económico, era la que decidía el rumbo político del país.

La estrategia armada de la revolución fue el resultado de la cerrazón política del gobierno porfirista y por el empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos pobres y trabajadores de la ciudad, en condiciones miserables que provocaron inconformidad generalizada en el seno del pueblo trabajador, principalmente en los centros minero de Cananea Sonora y textil en Río Blanco Veracruz, como lo prueban las huelgas de 1906 y 1907 respectivamente.

De 1910 a 1913 transcurre la primera etapa de la Revolución, cuya lucha armada concluye en mayo de 1911 con la renuncia a la Presidencia de la República por parte de Porfirio Díaz. Madero asume la Presidencia de México, a fines de 1911 convencido de que la Revolución había culminado. En su corto mandato creó el Departamento del Trabajo en 1912, para atender los problemas laborales entre trabajadores y empresarios. Con respecto al problema agrario, no cumplió con el Artículo 3 de su Plan de San Luis en el que se estipulaba la restitución de tierras a los campesinos pobres, debido a su condición social de pertenecer a los terratenientes aburguesados, en contraste, con el movimiento campesino revolucionario.

La falta de apoyo de los campesinos pobres a Madero lo debilitó socialmente, coyuntura aprovechada por  el poder económico intacto del Estado y la oligarquía porfiristas que conspiraron, junto los enemigos externos, para derrocar a Madero mediante un golpe de Estado y entronizar a Victoriano Huerta como Presidente espurio de México. Con esto la oligarquía porfirista y el capital extranjero recuperan el poder político. La revolución maderista, por la dialéctica de la lucha de clases se había transformado en contrarrevolución. 

Con el golpe de Estado a Madero se pasa a la segunda etapa de la Revolución que dura de 1913 a 1914, un poco más de un año. Se inicia con el levantamiento armado por parte de Venustiano Carranza, siendo Gobernados de su Estado. Se trata de un hacendado porfirista que se había inconformado con Díaz desde 1909 al ser aplastado por la "maquinaria" oficial en favor de su adversario, en la contienda electoral para la gubernatura de su Estado natal (Coahuila).

Con la caída de Huerta en 1914 había sido derrotada políticamente la vieja burguesía porfirista. Para Carranza, Obregón y Calles la lucha había terminado, pero para los campesinos pobres, sólo había terminado una etapa y proseguía la siguiente, consistente en el reparto de las tierras de las haciendas, tal como lo proponía el Plan de Ayala. Es en esta nueva fase de la revolución cuando estallaron las contradicciones de clase: por un lado se encontraba la burguesía agraria conservadora -latifundista- encabezada por Carranza; por el otro los campesinos pobres básicamente zapatistas compuestos principalmente por pequeños propietarios, comuneros indígenas y aparceros que luchaban contra los hacendados para recuperar sus tierras. Así como, el villismo que estrictamente no se trataba de un movimiento campesino, pues estuvo formado por vaqueros, pastores, mineros, ferrocarrileros y braceros; que por sus intereses coincidían más con los zapatistas, como quedó demostrado en la reunión de Xochimilco entre Villa y Zapata a fines de 1914. 


Entre las clases fundamentales en lucha, estaba la pequeña burguesía, representada por Calles y Obregón, que dada su posición intermedia y su mayor afinidad social con la burguesía latifundista, se alío con Carranza, para tomar partido contra las fuerzas revolucionarias de Villa y Zapata. Antes de la lucha entre las clases fundamentales que se enfrentaban en la Revolución, Carranza se vio obligado en contra de sus intereses a hacer concesiones al movimiento campesino, como fue la expedición de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, en la que establecía la restitución de tierras a los campesinos pobres. Estos, conjuntamente con el villismo, no fueron capaces de articular un proyecto nacional que expresara sus intereses para orientar sus luchas en forma independiente de la burguesía, lo que repercutió posteriormente en su derrota militar. No fue su falta de heroísmo y valor lo que los llevó a la derrota, más bien hizo falta la presencia de una clase obrera más desarrollada capaz de elaborar una alternativa programática y organizativa independiente de la burguesía para arrastrar a los villistas y zapatistas a la lucha contra sus enemigos de clase liderados por Carranza, Calles y Obregón. Por el contrario, los contingentes "obreros" organizados en la Casa de Obrero Mundial, de tendencia anarco sindicalista -apolítica- derivada de su origen artesanal, fueron “movidos” a las posiciones de la burguesía y organizados en los “Batallones Rojos” para colaborar militarmente con Obregón para derrotar a la División del Norte dirigida por Francisco Villa, en los combates desarrollados en Guanajuato y Aguas Calientes en abril de 1915.

Dado el enorme peso social de las fuerzas populares revolucionarias dirigidas por Villa y zapata, a la burguesía triunfante no le quedó otra alternativa que incorporar sus demandas más sentidas en la nueva Constitución promulgada el 5 de febrero de 1917, cuyos intereses de la clase trabajadora y de los campesinos pobres, fueron plasmados en los Artículos 123 y 27 respectivamente, artículos que sirvieron de programa a los posteriores gobiernos para reglamentar las relaciones obrero–patronales y el reparto de tierras.

Lázaro Cárdenas fue electo candidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional Revolucionario –hoy PRI- el 6 de diciembre de 1933. Después de una intensa campaña resultó electo Presidente de la República en las elecciones realizadas el 4 de julio de 1934, para el período: 1° de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940.


El problema más candente que enfrenta el nuevo gobierno, es el rezago agrario, heredado de los anteriores gobiernos. Para atenderlo  y dar una solución radical emprende una profunda reforma agraria.

Kovalev (1976) explica, que el nuevo gobierno emprendió una profunda reforma agraria, consistente en el reparto de los latifundios, a tal grado que durante su sexenio repartió alrededor de 20 millones de hectáreas. La reforma agraria liberó a la agricultura mexicana de las sujeciones semi-feudales y le garantizó el libre desarrollo capitalista.  La reforma agraria mexicana  se realizó prácticamente sin indemnización a los terratenientes, lo que liberó a la sociedad de enormes gastos improductivos. Solamente la minoría de grandes terratenientes gozó de indemnización. Los campesinos recibieron sus parcelas sin pagar nada. Esta solución, tan radical y democrática del problema de la indemnización, se produjo de manera espontánea, gracias a la correlación de fuerzas políticas que se forjó en el país y a las particularidades del desarrollo de la Revolución Democrático-burguesa de 1910-1917.

La profundidad de la reforma agraria emprendida por Cárdenas, representa un salto revolucionario en el reparto agrario, como lo evidencian los datos siguientes: desde que Carranza expidió la Ley Agraria del 6 de enero de 1915 a noviembre de 1934 se repartieron 7152842 hectáreas de tierras a 793442 campesinos y en el período presidencia de Cárdenas (1934-1940), se distribuyeron 18352273 hectáreas de tierras a 1 millón de campesinos. La naturaleza clasista de los gobiernos que sucedieron a Porfirio Díaz es más evidente, ya que de 1911, cuando Madero asume la Presidencia de la República a 1920, año en que concluye Venustiano Carranza su período presidencial, solo se repartieron alrededor de 200000 hectáreas de tierras, una extensión insignificante en casi nueve años de gobierno, reparto agrario prácticamente nulo, dada la naturaleza latifundista -hacendados- de ambos presidentes. El resto de las 7152842 hectáreas de tierras, se repartieron de 1921 al 30 de noviembre de 1934, por los gobiernos que sucedieron a Carranza y lo hicieron por la presión revolucionaria de las masas campesinas, pues a pesar de que no pertenecían a la oligarquía latifundista, no eran partidarios del reparto agrario. Lo anterior confirma la importancia del reparto agrario en el sexenio cardenista. Además, conjuntamente con el reparto agrario, el gobierno apoyo con créditos al sector ejidal de la agricultura, a través del Banco Nacional de Crédito Ejidal. Asimismo, en correspondencia con la naturaleza social de la propiedad ejidal de la tierra, se fomentó la organización de cooperativas para la producción agropecuaria.


La profunda reforma agraria cardenista, liquidó la vieja hacienda porfirista con rasgos semi feudales -peones "acasillados", aparceros, tiendas de raya, etc.- que frenaban el desarrollo capitalista de la agricultura. En este sentido, se trata de una medida revolucionaria que "barrió" las trabas feudales al desarrollo del capitalismo en la agricultura.

La obra económica y social del Cardenismo no se redujo a la reforma agraria; además, implementó otras acciones de trascendental importancia, como fueron las nacionalizaciones de los ferrocarriles en 1937 y la del petróleo en 1938. Ambas medidas estuvieron encaminadas a reducir el poder económico del capital extranjero, particularmente el norteamericano, de sectores estratégicos de la economía. Los ferrocarriles, fundamentales para el transporte de mercancías y pasajeros por las distintas regiones del país. Las comunicaciones ferroviarias, fueron fundamentales para la integración del país en un mercado nacional, que aunque la red no aumentó significativamente, si implicó mantenimiento y rehabilitación de los daños causados por el proceso revolucionario. El petróleo, desde el principio del siglo XX adquirió importancia estratégica como fuente de energía que mueve la economía y su traslado en propiedad del Estado fue crucial para el desarrollo de la industria manufacturera capitalista del país. Con las nacionalizaciones del petróleo y de los ferrocarriles se golpeó al capital extranjero, básicamente norteamericano, que desde el Porfirismo hasta Calles había sido privilegiado.

En la derrota de la burguesía reaccionaria, representada por Calles y aliada al capital extranjero, así como las expropiaciones del petróleo y los ferrocarriles, no hubieran sido posibles sin el apoyo decidido del movimiento obrero. Para 1933 la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), con su política laboral oficialista, estaba en una profunda crisis derivada del asesinato de Obregón y de la debilidad de Calles. En este sentido, era indispensable reorganizar el movimiento obrero, para que respondiera a la nueva coyuntura sociopolítica del país. Así surgió la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM) en 1933, con el propósito de unificar los movimientos obrero y campesino. Ante la agudización de la lucha contra la burguesía reaccionaria, en 1935, se fundó el Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP), con el fin de combatir a la contrarrevolución que estaba en marcha para detener las reformas cardenistas. Finalmente, en febrero de 1936, se creó la Confederación de Trabajadores de México (CTM), central obrera que fue fundamental para implementar las transformaciones revolucionarias cardenistas, particularmente las nacionalizaciones -expropiaciones- de los ferrocarriles en 1937 y el petróleo en 1938.

Con la reforma agraria y las nacionalizaciones del petróleo y los ferrocarriles, se había derrotado a la vieja oligarquía porfirista y al capital extranjero, baluartes del antiguo sistema primario-exportador que caracterizaron al sistema porfirista, los cuales habían sobrevivido a los gobiernos emanados de la Revolución de 1910-1917: desde Carranza (1917-1920) hasta Abelardo Rodríguez (1932-1934).


El reparto agrario y las nacionalizaciones de los ferrocarriles y el petróleo, tuvieron como marco jurídico, la Constitución General de la República de 1917, particularmente los Artículos 27 y 123, así como la Ley de Expropiación decretada por el Presidente Lázaro Cárdenas.

Las reformas cardenistas fueron rechazadas por la gran burguesía, particularmente la de Monterrey que se opuso a las reformas cardenistas y conjuntamente con la crispación social y política en 1940, definieron la sucesión presidencial a favor de Manuel Ávila Camacho conocido por su tendencia política moderada.


6. Del capitalismo industrial al neoliberalismo

Vizgunova (1978) afirma que el capitalismo mexicano alcanzó su relativa madurez entre 1940 y 1970. La ampliación de la esfera de explotación capitalista incorporó a las filas del proletariado nuevas capas de la población trabajadora provenientes del campesinado y de la pequeña y mediana burguesía empobrecida. La composición del proletariado se hizo más compleja. Nuevos destacamentos de empleados de las esferas productiva y no productiva se incorporaron a sus filas. También se amplió considerablemente la composición del proletariado industrial por ramas de producción; se formaron nuevos grupos de obreros fabriles en las ramas más modernas de la industria. Aumentó el peso específico del proletariado fabril en conjunto. Con el desarrollo industrial se intensificó la concentración de obreros en las grandes empresas y complejos industriales, así como en distintas regiones. Las relaciones capitalistas en el campo provocaron un aumento del proletariado agrícola que, que en las condiciones específicas del país, constituye uno de los destacamentos obreros más numeroso. Cuantitativamente el proletariado mexicano urbano y rural, contaba en 1960 aproximadamente con 6.5 millones de trabajadores, y absorbía más de la mitad (57.5%) de la población económicamente activa. De este modo, se ha convertido en la fuerza social más numerosa y una de las clases fundamentales de la sociedad mexicana.

En el cuadro que sigue se presenta la estructura social de México para 1960.

Cuadro 2. Estructura social de México en 1960

Clase
Personas (miles)
Grande y mediana burguesía urbana
100
Latifundistas y burguesía rural
130
Proletariado urbano
3 500
Proletariado y semiproletariado rural
3 000
Campesinos y ejidatarios
3 000
Capas medias urbanas
1 600
Total
11 330
Fuente: Vizgunova (1978)

En el cuadro anterior, es evidente que en la década de 1960, el proletariado del sector fabril –urbano y rural- empezó a predominar en el conjunto de obreros y empleados, mientras que en 1930, constituía aproximadamente la mitad del total de ocupados, debido principalmente al aumento considerable de la concentración de obreros de la industria de la transformación. Si al proletariado rural y urbano sumamos los campesinos y ejidatarios, da un total de 9 500 000 que si la unamos el 1 600 000 personas de la clase media, que como un todo puede ser considerada como el pueblo que de una u otra forma, es explotada por esa minoría que posee el grueso de la riqueza.

Sin embargo, Aguilar (1972) argumenta que para la década de 1970 ya existía un grupo minoritario de empresarios (oligarquía) y, escribe que México tenía un poco más de 50 millones de habitantes, de los cuales cerca de 17 millones constituían la Población Económicamente Activa (PEA). Si conservadoramente se supone que el 3 o 4% de la PEA, como máximo, correspondía a la burguesía, resultarían unos 600000 capitalistas de todos los niveles, y, entre ellos, acaso de 50000 a 70000 con el mayor poder económico. Pero aun este pequeño sector, que en general podría identificarse con la alta burguesía, rebasa con mucho a lo que, estrictamente hablando, es la oligarquía, la que probablemente esté formada por no más de un millar de influyentes mexicanos, de unos mil capitalistas del sector privado y del sector público, que, en virtud de las posiciones que ocupan tanto en la actividad económica como en la estructura del poder, constituyen el núcleo que controla el grueso de la riqueza e influye decisivamente en la vida económica y política del país. La contra-parte de la oligarquía financiera que Aguilar estimaba en un millar de empresarios, eran los millones de proletarios del campo y de la ciudad, así como de los campesinos y de las capas medias de la población, sectores de la sociedad que en conjunto percibían menor proporción de la riqueza social.

El desarrollo del capital industrial y financiero continuo su desarrollo,  acompañado por una activa participación del Estado en la economía, mediante la creación y adquisición de empresas, no para desplazar a la empresa privada, sino para apoyarla, a través de precios bajos de los bienes y servicios públicos. El mayor número de empresas estatales se formó durante los gobiernos de Luis Echeverría (1970-1976) y López Portillo (1976-1982), período que coincide con la crisis del capitalismo industrial y financiero. La crisis también explica, el hecho de que muchas empresas del Estado, fueron producto de la adquisición de empresas en difícil situación financiera, para salvarlas de la quiebra.

Para mediados de la década de 1970 en el marco de la crisis mundial del capitalismo, el capitalismo industrial y financiero entra en crisis. Esta favorece la consolidación del capital financiero, ya que es en ésta década cuando se produce la concentración y la centralización del capital financiero con la creación de la banca múltiple o universal. Con esta se genera un mayor entrelazamiento del capital financiero con las empresas industriales y de servicios.

En el ambiente de crisis se produce la confrontación del gobierno con el capital financiero, dando como resultado la creación del Consejo Coordinador Empresarial (1975), organización política-empresarial para enfrentar a la política económica de Luis Echeverría, particularmente al Estado “empresario”, confrontación que culmina con la nacionalización de los bancos en 1982.


Conforme se desarrolla el capitalismo: del industrial al financiero (1940-1982) se produce la concentración de la riqueza en un reducido número de empresarios, a tal grado que antes de la nacionalización de los bancos en septiembre de 1982, un reducido número de grupos financieros, que según Morera (1998), era de alrededor de 26 que conformaban una verdadera oligarquía financiera,  que concentraba la riqueza, contrastando con la extensión de la pobreza en sectores cada vez más amplios de los trabajadores.


7. Neoliberalismo: política de la oligarquía financiera

El rasgo esencial del capitalismo financiero actual en México, no es en el sentido clásico como se concebía a principios del siglo pasado en los países capitalistas desarrollados, en los que fue el resultado de la fusión del capital bancario con el industrial; más bien, se trata de un  capital financiero desvinculado de la economía real productiva, centrado principalmente en las empresas comerciales y de servicios.


Con la nacionalización de los bancos en septiembre de 1982, el Estado, particularmente el gobierno, aparentemente había resultado el triunfador contra  el capital financiero; sin embargo, la victoria fue parcial y temporal, puesto que para fines del mismo año, el nuevo gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), quien inició una serie de “reformas estructurales” al servicio del capital financiero, conocida como neoliberalismo, cuyo eje central es el libre mercado, en el que el Estado, tenía que dejar de ser propietario y dejar la actividad económica a la libre acción de las fuerzas del mercado.

Una de las estrategias fue la privatización masiva de empresas del Estado, demanda exigida por el capital financiero, desde la creación del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en 1975 en su confrontación con el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976). Con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se produce un “salto” en la consolidación del capital financiero, ya que se produce una segunda “ola” de privatizaciones, que aunque no fue masiva, como en el gobierno anterior, se trató empresas estratégicas del Estado, destacando Teléfonos de México (Telmex) y los bancos nacionalizados. Mención especial requiere la Reforma al Artículo 27 Constitucional, en la que se legaliza la formación de Sociedades Mercantiles, con el fin de dar facilidades al capital privado para invertir en la agricultura y con ello favorecer la privatización de las tierras ejidales y comunales en el campo. Con el siguiente gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) continua el proceso de privatización de empresas del Estado, entre las que sobresalen los Ferrocarriles Nacionales de México, comunicación satelital, petroquímica y privatización de pensiones del IMSS. Con el primer gobierno del PAN, el de Vicente Fox (2000-2006) se realizó la venta al capital extranjero de los bancos nacionales, ya que Banamex fue adquirido por el Banco estadounidense Citigroup, Bancomer por Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) de nacionalidad española, Serfin por el Banco español Santander, Internacional por HSBC de capital británico e Inverlat por el banco canadiense Scotia Bank; así el 80 % de los bancos fue adquirido por el capital extranjero, quedando el restante 20% en poder de Banorte, único banco de capital nacional. Con el segundo gobierno del PAN, el de Felipe Calderón (2006-2012), se crean las condiciones para la privatización del sector energético al facilitar la entrada de capital extranjero, así como la derrota en 2009 del último bastión sindical representado por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), a través de la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. El actual gobierno prosigue con las “reformas estructurales”, sobresaliendo la energética, destacando la privatización de los hidrocarburos, que beneficiará al capital extranjero y a la poderosa oligarquía financiera que detenta el poder económico y decide el rumbo político del país. En suma el Estado “empresario” ha sido reducido a su mínima expresión, en beneficio del capital financiero, de tal forma que se ha reestructurado y fortalecido. Además, la riqueza se ha concentrado en una oligarquía financiera que se mantuvo relativamente estable las décadas de los 80 y principios de la década del 90 del siglo pasado en alrededor de 26-27 grupos financieros y que en la actualidad oscila aproximadamente en 16, contrastando con la enorme pobreza que padecen más de 50 millones de mexicanos.


8. Conclusiones

La sociedad feudal que sucedió al Modo de Producción Tributario prehispánico, que imperó durante la dominación colonial no atenuó la desigualdad social, por el contrario la agudizó.

Las reformas liberal-burguesas de fines del siglo XVIII implementadas por los borbones acentuaron la desigualdad social, contradicción que generó la revolución de Independencia.

Las reformas liberal-burguesas realizadas por  los dirigentes liberales acordes con las necesidades del capitalismo en la segunda mitad del siglo XIX, tampoco redujeron la desigualdad social, dando como resultado la irrupción de otra revolución: la de 1910-1917.

Las reformas cardenistas intentaron distribuir la riqueza social en favor del pueblo trabajador, pero fueron revertidas por los gobiernos que le sucedieron, culminando con una mayor desigualdad social a tal grado que en los inicios de la década de los 80 del siglo pasado, alrededor de 26 familias poseían el grueso de la riqueza, contrastando con la enorme pobreza en que se debate la mayoría de la sociedad.

La política neoliberal implementada desde 1983 ha incrementado la desigualdad social en niveles extremos, ya que aproximadamente entre 15 y 20 familias detentan la mayor proporción de la riqueza y, cuya contra-parte (el pueblo trabajador) vive en la pobreza extrema, a pesar de las políticas sociales que han fomentado los gobiernos neoliberales.

Es evidente que las sociedades clasistas que sucedieron al Modo de Producción Tributario prehispánico, no han resuelto el problema de la desigualdad social, por el contrario la han incrementado cada vez más, contrastando con una oligarquía cada vez más pequeña, que concentra el grueso de la riqueza.

Todas las reformas de tinte liberal, desde las borbónicas de fines del siglo XVIII hasta las implementadas por los liberales de la segunda mitad del siglo XIX, han generado una enorme desigualdad social que ha sido la causa de las revoluciones, desde la Independencia hasta la de 1910-1940.

El neoliberalismo como la expresión política de una oligarquía financiera de naturaleza capitalista, ha elevado al extremo la desigualdad social, situación que no requiere mucha reflexión para deducir en que va terminar.

Si las comunidades igualitarias que precedieron al Modo de Producción Tributario, vivieron miles de años en los que estuvo ausente la desigualdad social; contrastando con las sociedades clasistas en las que es la condición esencial y necesaria de su existencia; por consiguiente, es evidente que la causa de la desigualdad social es la existencia de la sociedad clasista. Así pues, la erradicación de la desigualdad social pasa por abolición de la sociedad capitalista.

En síntesis, el movimiento de la comunidad igualitaria primitiva a la sociedad igualitaria moderna, es la unidad contradictoria de cambios cuantitativos que no alteran la cualidad de la sociedad existente, pero que al rebasar cierto límite –medida- se transforman en cambios bruscos –saltos- emerge una nueva sociedad. Es decir, se trata de la unidad contradictoria de cambios evolutivos que no alteran la cualidad de la sociedad existente y cambios revolucionarios que inauguran el surgimiento de una nueva sociedad. Además, el movimiento social no es lineal, sino que se mueve cíclicamente, porque se tienen que negar dos contrarios: la comunidad igualitaria primitiva fue negada por la sociedad clasista y ésta será negada por la sociedad igualitaria moderna, para retornar a una sociedad igualitaria moderna, basada en el desarrollo tecnológico acumulado en miles de años.

El carácter cíclico del movimiento de la comunidad primitiva a la sociedad igualitaria moderna, se ilustra en la siguiente imagen.

Imagen 1. Naturaleza cíclica del movimiento social y su expresión matemática: (-) (-) = (+)




Solo con  la erradicación de la sociedad clasista capitalista será posible la abolición de la pobreza, la cual se ha perpetuado en la "genética" de la sociedad clasista actual.

El tránsito de la oligarquía financiera a la sociedad clasista igualitaria moderna, implica una transformación revolucionaria de la sociedad clasista actual, cuyos actores políticos principales serán las clases populares dirigidas por una organización política de vanguardia para conquistar el poder político y desde "arriba", implementar las políticas que contribuyan al establecimiento de una sociedad igualitaria moderna, en la que destierre la pobreza.


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