DE LA SOCIEDAD IGUALITARIA PRIMITIVA A LA SOCIEDAD IGUALITARIA MODERNA EN MÉXICO
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
Introducción
La especie humana tuvo su origen en
Este de África hace unos dos millones de años y, después de un prolongado
proceso de desarrollo en su movimiento llego al continente Americano a través
del estrecho de Bering en Alaska, aprovechando su congelación hace unos
25000-30000 a. C. años. En México arribo
hace unos 21000 años a. C. y durante unos 16000 años, dependió de una economía
basada en la recolección de productos vegetales y la caza de animales salvajes;
es decir, se trató de una sociedad nómada que vivió de la apropiación directa de lo que la naturaleza le
proporcionaba para cubrir sus necesidades básicas, hasta que por el año 5000 a.
C. fue relevada por comunidades agrícolas igualitarias que vivieron unos 4000
años (5000-1000 a.C.). Se caracterizaron por la existencia de la propiedad
comunal de la tierra como principal medio de producción, que condicionaba también
una distribución igualitaria de los bienes de subsistencia de sus habitantes.
Es decir, en las comunidades igualitarias estuvo ausente la desigualdad social,
por consiguiente, la causa de su prolongada existencia, así como su declive fue
el escaso desarrollo tecnológico que condicionaba el carácter comunitario de
las mismas.
Sin embargo, las sociedades que
sucedieron a las comunidades igualitarias, desde los olmecas (1000 a. C.) hasta
los mexicas (1520) se caracterizaron por cierta diferenciación social, entre
nobles -poseedores de la riqueza y puestos más importantes- y campesinos
pobres, cuyo trabajo les permitía subsistir y además generar un excedente
destinado al pago de tributo, ya sea en especie o en trabajo. En la esfera
política las sociedades evolucionaron de una dominación teocrática -poder de
los sacerdotes y dioses- a una dominación militarista -poder de los guerreros-,
alcanzando su apogeo en la sociedad mexica. Aunque el militarismo no existió en
estado puro, ya que no solo se sometía a los pueblos con fines económicos
-tributos- sino también aportaban prisioneros de guerra para ser sacrificados
en honor a sus dioses. La conquista española truncó la posible disolución de la
sociedad azteca, tal como había sucedido con sus antecesoras, debido
probablemente a los antagonismos de clase, ya que en la sociedad mexica eran
más agudos tanto internamente -desigualdad social- y externamente con los
pueblos conquistados y sometidos a la tributación.
Las formas fundamentales de la tierra
–principal medio de producción- en la sociedad mexica, fueron la comunal
–calpullalli- y la estatal. El tlatoani en representación del Estado realizaba
asignaciones de tierras a los calpulli, nobleza -pipiltin- e instituciones del
Estado.
La sociedad mexica estaba estratificada
socialmente en dos grupos fundamentales: nobles –pipiltin- poseedores de la
riqueza y proveedores de la clase gobernante; y, los macehualtin el grupo pobre
de la gente común que aportaba el trabajo propio en su parcela asignada en
usufructo y el trabajo como tequio para las obras públicas, además, trabajaban
las tierras asignadas a la nobleza y al tlatoani. La diferenciación social
generaba contradicciones sociales antagónicas, que dieron como resultado la
necesidad del Estado al servicio del grupo social dominante. Las
características descritas inherentes a la sociedad mexica, permiten asemejarla
al Modo de Producción Asiático, que abstraído de su ubicación geográfica puede
identificarse como Modo de Producción Tributario. Dado el escaso desarrollo de
las fuerzas productivas, el Estado acudía al servicio masivo de la mano de obra
campesina, para la construcción de obras públicas.
En correspondencia con la diferenciación social, aparece primero una dominación
ideológica a través de la religión, representada por los sacerdotes y dioses.
Posteriormente la dominación evolucionó hace un control militarista, con el que
aparece propiamente el Estado como representante político de la nobleza mexica.
El feudalismo
sucedió a la comunidad prehispánica basada en el Modo de Producción Tributario,
sociedad en transición que la conquista española alteró violentamente y la
moldeo al estilo de la sociedad medieval que imperaba en España; es decir, le
impuso un modo de producción clasista, en el que una minoría detentaba enormes
extensiones territoriales –haciendas civiles y eclesiásticas- en las que
laboraban los campesinos siervos en sus diversas modalidades –acasillados,
aparceros, comuneros, etc.-. Es decir, la miseria contrastaba con la riqueza
que poseían algunas miles de familias españolas y sus descendientes criollos,
desigualdad social que ya despuntaba en las sociedades prehispánicas en la
época de la conquista, pero que en lugar de atenuarse se agudizó.
La
desigualdad social imperante durante toda la dominación colonial española y
agudizada al final de la misma en el siglo XVIII con las reformas liberales
implementadas por los gobiernos borbónicos, fue la causa del estallamiento de
la Revolución de Independencia de 1810 en la que se enfrentó el pueblo
explotado contra el poder virreinal que estaba al servicio de minoría pudiente:
hacendados, clero y altos funcionarios, principalmente en su primera etapa
(1810-1815) liderada por Hidalgo y Morelos, en la que no solo lucharon por la
Independencia sino que lucharon contra sus enemigos de clase: hacendados y
clero que poseían el grueso de la riqueza. Esto explica el carácter violento de
la revolución y los decretos agrarios de Hidalgo y Morelos en los que exigían
la devolución de las tierras a los campesinos de las que habían sido despojados
por los hacendados, así como la abolición de los tributos y de la esclavitud.
Por su contenido, las medidas implementadas por los dirigentes revolucionarios,
todas eran de naturaleza burguesa, ya que su eliminación abría el camino para el
desarrollo del capitalismo en México. Desafortunadamente la tendencia popular
revolucionaria fue derrotada y la consumación de la Independencia la pactaron
los enemigos de la revolución, los hacendados y el clero.
A pesar del carácter conservador de la
Independencia, significó una continuidad en el desarrollo de la burguesía
industrial, de tal forma que a mediados del siglo XIX, se produce un salto
–discontinuidad- en su desarrollo con la Reforma (1854-1860), liderada por los
liberales, que aunque en la historia oficial se le conoce como Reforma, en
realidad se trató de una profunda Revolución Burguesa, que comenzó con la Ley
Lerdo de 1856, en la que quedaba prohibido el monopolio de la tierra, tanto de
las comunidades indígenas, como de la Iglesia. En este sentido, estableció que
las tierras pertenecientes a las corporaciones civiles – comunidades
indígenas - y religiosas -Iglesia- serían
vendidas a los arrendatarios. Así pues, la Ley Lerdo perseguía privatizar las
tierras comunales y de la Iglesia, para incorporarlas a la circulación
mercantil, tal como lo exigía el capitalismo naciente. La ley Lerdo fue
incorporada a la Constitución Liberal de 1857. Esta profundizó las diferencias con
los Conservadores, que aunque también eran partidarios del desarrollo
industrial con el apoyo del Estado, los liberales pensaban en una sociedad de
pequeños productores que por acción de las leyes del mercado fomentarían la
agricultura, la industria y el comercio. La lucha se radicalizó y culminó con
las Leyes de Reforma en 1859, entre las que destacan, la Ley de Nacionalización
de los bienes de la Iglesia, principalmente las tierras que constituían su
mayor capital. Hasta aquí los Liberales habían dado un paso muy importante,
para el desarrollo de la burguesía industrial, puesto que la base social de su
movimiento revolucionario, eran los comerciantes, los terratenientes
–hacendados- y rancheros, que fueron los que adquirieron las tierras de la
Iglesia, pues eran ellos, los que contaban con los recursos económicos. Se
había consumado la primera etapa de la Revolución Burguesa: la destrucción
principalmente del monopolio territorial de la Iglesia, que conjuntamente con
la aplicación de las leyes liberales contenidas en la Constitución de 1857 a
las comunidades indígenas, contribuyeron a la conversión de las
tierras en mercancías y la mano de obra “libre” de sus medios de producción se
convertía también en mercancía que el capitalismo exigía. La intervención
francesa (1862-1867) demoró la aplicación de las Leyes de Reforma, pero una vez
derrotada, en 1877 arribó a la presidencia de la República el General Porfirio
Díaz, quien consumó la “obra” reformadora de sus antecesores liberales.
Específicamente, continúo con el combate al monopolio territorial de las
comunidades indígenas, con el Decreto sobre Colonización y Compañías
Deslindadoras en 1883, con el propósito de deslindar todos los terrenos que no
pudieran acreditarse legalmente considerados como “baldíos”; Circular
expedida en 1890 que enfilada contra la propiedad comunal de la tierra para
privatizarla y Ley del 26 de marzo de 1894, en la que se daba amplia libertad
las Compañías Deslindadoras, para adquirir grandes extensiones territoriales.
Todas estas medidas implementadas por el gobierno de Porfirio Díaz, produjeron
el mayor despojo de tierras de las comunidades indígenas, transformando a sus
miembros en fuerza de trabajo disponible para las necesidades del capital. Se
había dado otro paso más en el desarrollo del capitalismo mexicano.
Paralelamente al despojo territorial de las comunidades indígenas, el gobierno
del General Díaz fomentó el desarrollo principalmente de la industria
extractiva –minerales y petróleo-, cuya producción y distribución requería de
transportes, lo que condujo a la construcción de la red ferroviaria;
agricultura basada en cultivos tropicales de exportación; y, dada la escases de
recursos financieros del Estado, recurrió al capital extranjero, principalmente
norteamericano. En suma, el porfirismo implico otro salto en el desarrollo del
capitalismo en México, al culminar la expropiación de las tierras comunales de
los indígenas, para transformarlos, tanto a ellos como a sus tierras en
mercancías para el mercado capitalista.
Así pues, el
capitalismo había sucedido al feudalismo colonial en la segunda mitad del siglo
XIX, pero en vez de atemperar la pobreza la aumento, pues ahora millones de
comuneros campesinos despojados de sus tierras habían engrosado las filas de la
pobreza, contrastando con la existencia de una minoría oligárquica de
hacendados (8431) poseía el grueso de la riqueza. Es evidente que las reformas
liberal-burguesas juaristas y porfiristas habían acrecentado la desigualdad
social, la cual produjo la irrupción violenta de la revolución de 1910.
No
obstante, que la oligarquía porfirista fue aniquilada por la Revolución
1910-1940 y, a pesar de las importantes reformas cardenistas de carácter
popular, desde 1940 se han venido revirtiendo las conquistas históricas plasmadas
en la Constitución de 1917, principalmente los artículos 27 y 23, que tienen
que ver con el reparto agrario y los derechos de los trabajadores,
respectivamente; a tal grado que en la actualidad el capitalismo en su fase
financiera y cuya política neoliberal, ha liquidado prácticamente las
conquistas históricas logradas mediante una revolución en la que murieron un
millón de mexicanos, la mayoría de ellas trabajadores del campo y de la ciudad.
El
capitalismo en su fase financiera no ha liquidado la desigualdad social, por el
contrario la ha perpetuado y la ha potenciado a niveles extremos, a pesar de
las políticas sociales para revertirla, lo que significa que la pobreza y la
riqueza, son dos aspectos contradictorios que aparecieron con las sociedades
clasistas; por consiguiente, su erradicación pasa por la desaparición del
capitalismo financiero actual y su sustitución por una sociedad igualitaria,
proceso cíclico que retornará al punto de partida: las comunidades igualitarias
que prosperaron durante miles de años en México, antes de que las relevaran las
sociedades tributarias estratificadas; pero se tratará de una sociedad
igualitaria moderna, cuya base será la aplicación de la tecnología para
aumentar la productividad del trabajo, en beneficio de toda la sociedad y no
sólo para una oligarquía parasitaria como ahora sucede. Así pues, la tecnología
hará posible la disponibilidad de mayor tiempo libre para el desarrollo de
hombres universales y no como ocurre en el capitalismo en el que las maquinas
sustituyen a los trabajadores y los lanza al desempleo y a la pobreza.
El
movimiento de la comunidad igualitaria primitiva a la sociedad igualitaria
moderna, es la unidad contradictoria de cambios cuantitativos que no alteran la
cualidad de la sociedad existente, pero que al rebasar cierto límite –medida- se
transforman en cambios bruscos –saltos- en los que emerge una nueva sociedad.
Es decir, se trata de la unidad contradictoria de cambios evolutivos que no
alteran la cualidad de la sociedad existente y cambios revolucionarios que
inauguran el surgimiento de una nueva sociedad. Además, el movimiento social no
es lineal, sino que se mueve cíclicamente, porque se tienen que negar dos
contrarios: la comunidad igualitaria primitiva fue negada por la sociedad
clasista y ésta será negada por la sociedad igualitaria moderna, para retornar a
una sociedad igualitaria moderna, basada en el desarrollo tecnológico acumulado
en miles de años. Solo así será posible eliminar la pobreza que se ha
perpetuado en la genética de las sociedades clasistas.
1. Modo de Producción Tributario
La especie humana tuvo su origen en
Este de África hace unos dos millones de años y, después de un prolongado
proceso de desarrollo en su movimiento llego al continente Americano a través
del estrecho de Bering en Alaska, aprovechando su congelación hace unos
25000-30000 a. C. años. Según Semo
(2003) en el caso de México la especie arribo hace unos 21000 años a. C. y
durante unos 16000 años, dependió de una economía basada en la recolección de
productos vegetales y la caza de animales salvajes; es decir, se trató de una
sociedad nómada que vivió de la apropiación directa de lo que la naturaleza
le proporcionaba para cubrir sus necesidades básicas, hasta que por el año 5000
a. C. fue relevada por comunidades agrícolas igualitarias sedentarias, las
cuales que vivieron unos 4000 años (5000-1000 a.C.), cuyo rasgo fundamental fue
el cultivo de plantas (agricultura) y la domesticación de algunos animales con
fines alimenticios; no obstante, estuvo ausente la domesticación de animales
para la tracción animal. En lo económico se caracterizaron por la existencia de
la propiedad comunal de la tierra como principal medio de producción, que
condicionaba también una distribución igualitaria de los bienes de subsistencia
de sus habitantes. Es decir, en las comunidades igualitarias estuvo ausente la
desigualdad social, por consiguiente, la causa de su prolongada existencia, así
como su declive fue el escaso desarrollo tecnológico que condicionaba el
carácter comunitario de las mismas.
Rivera Martín (1983) escribe que:
"podemos concluir que las sociedades mesoamericanas, tanto las
correspondientes a los grandes señoríos de la Triple Alianza
[México-Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba], como los miembros de esta misma, se
encontraban en una etapa de transición entre la sociedad tribal y la sociedad
civil tipo moderno, con estratificaciones marcadas y pronunciada tendencia
hacia la constitución de clases sociales definidas. En el momento de arribo de
los españoles, la estratificación se encaminaba hacia una sociedad con cierta
permeabilidad social debido, entre otros factores, al aumento de la producción
agrícola y al consecuente incremento de los tributos, así como también la
consiguiente redistribución de los productos. De no haber sobrevenido la
conquista, el factor de crecimiento de las sociedades mesoamericanas habría
conducido al establecimiento de una sociedad con expansión en el intercambio de
productos, basado ya no solo en los tributos sino en el comercio, donde no se
puede suponer el verdadero establecimiento de un sistema monetario y el
perfeccionamiento de la comercialización de la tierra y sus
productos". La base económica en que se basaba la transición de la
comunidad tribal a la sociedad clasista, era el surgimiento de la propiedad
privada, la cual ya existía en la Triple Alianza representada por la propiedad
del Tlatoani y de la nobleza; las cuales coexistían con la propiedad
comunal. Aunque Carrasco (1985) argumenta que en realidad los gobernantes
procedían de la nobleza poseedora de tierras propias y que para poder desempeñar
los cargos los dirigentes políticos, particularmente al Tlatoani se le
asignaban tierras por el común de la población, es decir, era una forma de
remuneración por el cargo desempeñado. Así pues, solo existía la propiedad
privada de la nobleza y la propiedad comunal (calpullalli). En
conclusión, dice Carrasco que "el régimen de la tierra demuestra que
dominaba la distribución políticamente determinada de este medio fundamental de
producción. A cada estamento, a cada institución y puesto público, correspondía
un tipo especial de tierras destinadas a sostener a sus poseedores en el
ejercicio de las funciones de ellos requeridas en la organización política. El
dominio político de la distribución de la tierra era lo suficientemente firme
para permitir que herencia y ventas, efectuaran cambios y reajustes dentro del
marco políticamente definido. Lo más importante en la organización económica
del México antiguo era el hecho de que había una economía dirigida y regulada
por el organismo político. La base de la economía era una estructura de
dominación definida por la existencia de dos estamentos fundamentales: los
nobles (pipiltin), que formaban, la clase dominante que controlaba los
medios materiales de producción, y los plebeyos (macehualtin), que eran
la clase trabajadora dependiente económica y políticamente de la nobleza. Los
medios fundamentales de producción estaban controlados por el organismo
político. La rama más importante de la producción era la agricultura, que
producía no solo alimentos sino también materias primas para muchas artesanías.
Entonces los medios de producción fundamentales en esa economía eran, por una
parte la tierra, y por la otra el trabajo. Tanto tierra como trabajo estaban
controlados por el mecanismo político. El trabajo también estaba administrado
por el organismo político. Todo individuo en el México antiguo tenía la
obligación de dar su tequitl. Tequitl quiere decir
oficio, trabajo o tributo: se puede decir que es la obligación de todo
individuo de contribuir con algo a la sociedad. El Tlatoani, el rey,
tenía su tequitl que era el gobernar; un sacerdote daba su tequitl,
el servicio religioso; el tequitl del guerrero era batallar, etcétera;
todos daban su tequitl. Tratándose de la organización de la economía, lo
fundamental era el tequitl aportado por la gran masa de la gente común
-los productores- para el sostenimiento del Estado en su totalidad o de los
miembros de la clase dominante de quienes dependían. A cambio de usufructuar
una parcela para su sustento, el macehual tenía que pagar
tributo en especie y en trabajo. En resumen, se puede concluir que en el México
antiguo la producción estaba organizada sobre la base de la distribución
políticamente determinada de los medios de producción, o sea tierra y trabajo:
tierra dada al macehual para que se sustentara y aportara tributo y servicios
personales; tierra dada a instituciones y miembros del estamento gobernante con
el derecho a exigir tributo y servicios de los macehuales. La clase
dominante, por lo tanto, estaba organizada como personal gobernante y recibía
sus ingresos como tributo. Todo el excedente económico tomaba la forma de
tributo". El autor citado considera que la economía del México
antiguo, puede describirse como una variedad del modo de producción asiático,
cuyas características, también las sintetiza, tal como las esbozó Marx: 1)
comunidades campesinas auto-suficientes que organizan la producción para el
mercado interno, más un excedente que se paga como tributo al soberano; 2)
despotismo, o sea, poder absoluto o arbitrario del soberano; 3) sumisión
política de toda la población lo que indujo a Marx a concebir el modo de
producción asiático como "esclavitud general" (en contraste con la esclavitud
clásica en la que el esclavo era propiedad privada de ciudadanos libres); y 4)
obras de riego y control de aguas como base material que en manos del Estado
explica la concentración del poder. En este sentido, lo esencial del modo de
producción asiático es "la organización política de la economía, en la que
los medios materiales de producción están controlados o reglamentados por el
Estado y las relaciones de producción son relaciones políticas y constituye
parte de la organización estamental de la sociedad. La concentración del poder
económico y político en manos del Estado es lo que conduce al despotismo".
En forma similar se expresa Semo (2003) al afirmar que la formación social
mexica se asemejaba al modo de producción asiático y para liberarlo de cualquier
implicación geográfica lo identifica como Modo de Producción Tributario (MPT),
el cual incluye el trabajo tributario. Existen evidencias irrefutables de que
la sociedad mexica era una combinación de relaciones comunitarias y propiedad
privada, en la cual las primeras jugaban claramente un papel dominante. Tanto
entre los macehuales como entre los nobles [pipiltin], para tener acceso a la
tierra había que pertenecer a la comunidad, ya sea campesina o a esa
"comunidad superior" que conforman el Estado y la nobleza adscrita a
él con el huey tlatoani en su cúspide. La pertenencia a la nobleza
mexica está fijada por los valores políticos y reforzados por múltiples
privilegios de rango. En Tenochtitlán, los artesanos y comerciantes tenían sus
propios calpullis, y los segundos estaban organizados en una corporación
gremial que normaba estrictamente las actividades de cada individuo. La
propiedad privada, la autonomía individual, las relaciones contractuales y las
relaciones de explotación y dominación están sumergidas en el mundo de las
lealtades y funciones comunitarias y familiares en todos los estratos. El
impacto de esa herencia prehispánica había de hacerse sentir durante mucho
tiempo, frenando el surgimiento de iniciativas individuales y la consolidación
de instituciones, ligadas con el capitalismo. Durante el primer siglo de
historia colonial, algunos rasgos de la Corona española y el sistema colonial,
en lugar de debilitar, refuerzan los elementos del modo de producción
tributario existentes en la sociedad indígena. Un Estado burocrático extrae
tributo de las comunidades indígenas, sin abocarse a destruirlas. En cierta
medida, se produce una continuidad socio-económica reflejada en la legislación
española sobre la comunidad y las repúblicas de indios. Al mismo tiempo la
colonia produce los elementos de la modificación del modo de producción
tributario: La integración de México a la economía-mundo europeo naciente y el
desarrollo de los grandes latifundios privados.
En suma existieron
comunidades prehispánicas igualitarias, en las que no existía la propiedad
privada de la tierra como principal medio de producción, y acorde con la
propiedad comunal, la distribución de los bienes también era igualitaria, en
consecuencia estaba ausente la desigualdad social. Las que las relevaron y que existieron desde el año 1000 a. C.
hasta 1521, se caracterizaron por ser sociedades en transición hacia una
sociedad clasista, en las que ya existía una desigualdad social, derivada de la
dualidad en la propiedad de la tierra: la del tlatoani y la de la nobleza
(pipiltin, que coexistía con la comunal de los macehuales. Es decir, ya
imperaba cierta desigualdad social que generaba contradicciones internas y
externas, que fueron aprovechadas por los españoles para su conquista.
2. Feudalismo colonial
Durante el inicio de la dominación
colonial, el principal medio de producción fue la tierra para la obtención de
los medios indispensables para la existencia de la sociedad. Como los
conquistadores carecían de medios de producción -principalmente la tierra-
tuvieron que recurrir a la Encomienda, institución económica introducida por
Hernán Cortés poco después de la conquista militar en 1521. La encomienda se
basó en la propiedad comunal de las tierras de los pueblos indígenas, cuya mano
de obra la utilizaron para producir para su subsistencia y un excedente en
forma de tributo –en especie y trabajo- destinado al encomendero como pago a
los servicios que prestaba a los pueblos encomendados, principalmente la
evangelización de sus miembros. La producción de la tierra de los comuneros
indígenas se producía en el propio espacio territorial y en la misma jornada
laboral. La Encomienda fue una institución económica que en lo esencial
conservaba el viejo Modo de Producción Tributario (MPT) heredado de las
sociedades prehispánicas. Lo que cambio fueron los beneficiarios de los
tributos aportados por los campesinos comunitarios encomendados a los conquistadores
españoles. Ahora eran los encomenderos los que recibían el trabajo excedente en
lugar del grupo gobernante prehispánico. En este sentido, la Encomienda
representa una etapa de transición del MPT al Modo de Producción Feudal.
La Corona española prohibió el tributo en trabajo, el cual quedó integrado en
las Leyes de Indias de 1542. En la Nueva España se suprimió hasta 1549. Desde
entonces el tributo se pagaba en especie y en dinero, condición que contribuyó
a la mercantilización de la economía colonial.
Ante la catástrofe demográfica –descenso de la población de 15 a 3 millones- de
la población indígena, debido a la sobre-explotación y enfermedades
contagiosas, la mano de obra no fue suficiente para cubrir las necesidades de
los propios encomenderos, así como de los nuevos propietarios privados de
minas, haciendas, obrajes y obras públicas. En consecuencia, desde la segunda
mitad del siglo XVI las autoridades virreinales recurrieron al repartimiento
forzoso de la mano de obra indígena para cubrir las necesidades de los nuevos
propietarios privados, dueños principalmente de minas, haciendas y obrajes. Así
es como inicia propiamente el Modo de Producción Feudal en México.
El repartimiento -trabajo forzoso- no resolvió la demanda laboral de los primeros
propietarios privados españoles, pues éstos, requerían mano de obra libre
de medios de producción para poder contratarla, condición que se produjo con la
formación de la población mestiza -clase proletaria-, cuya carencia de
medios de producción -tierra principalmente- propios, los obligó a alquilarse
para no morirse de hambre, pero dada la competencia entre las empresas
españolas por la escasa mano de obra mestiza, ésta pasó de la
"libertad" a la dependencia laboral, por medio del peonaje por
deudas, ya que se convirtió en mano de obra “cautiva”, sin libertad de
movimiento y de venta de su fuerza de trabajo. El peonaje por deudas existió
como principal fuente de trabajo permanente de las actividades económicas
principales, desde principios del siglo XVII, cuando se legalizó en 1632 la
extinción del repartimiento forzoso hasta la primera mitad del siglo XVIII.
Además, en el caso de las actividades agropecuarias por su naturaleza
-dependiente de las condiciones ambientales-, cuando desapareció el trabajo forzado
-repartimiento- y por la carencia o insuficiencia de tierra de los campesinos,
los hacendados recurrieron a la aparcería en la que la producción se distribuía
entre hacendados y campesinos arrendatarios en distintas proporciones, siendo
muy común el reparto del producto a medias, dando como resultado la formación
de los campesinos medieros, muy común en México. Asimismo, cuando la naturaleza
de las actividades agropecuarias lo requerían los hacendados contrataban mano
de obra asalariada en forma temporal. Así pues, en el campo se establecieron
relaciones de dependencia de diversa naturaleza, entre el hacendado poseedor de
la tierra y el ganado y los campesinos en sus diversas modalidades, con cuyo
trabajo obtenían los medios de subsistencia necesarios y la renta destinada al
terrateniente, que en su inicio fue en trabajo forzado -repartimiento- y
posteriormente en especie -producto- y dinero, rasgos que caracterizan al modo
de producción como feudal.
Con el surgimiento de las minas en la
región centro-norte, se formaron grandes ciudades aunadas a las ya existentes,
así como producto de las congregaciones de la población sobreviviente después
de la catástrofe demográfica, en las que se desarrolló la industria artesanal,
cuya organización gremial también fue típica del sistema feudal.
Con el sistema feudal que
relevó al Modo de Producción Tributario, la desigualdad social se convirtió en
parte consustancial del sistema clasista, puesto, que la clase minoritaria
formada por hacendados, la Iglesia y los altos funcionarios virreinales, en su
mayoría españoles eran poseedores de las tierras y del capital comercial y
usurario; contrastando con la mayoría de la población – peones acasillados,
aparceros, comuneros, etc.- que vivían en la miseria.
Alamán (1808), ilustre intelectual
conservador, describe la estructura poblacional de la sociedad en vísperas del
inicio de la Independencia: La distinción que las leyes hicieron entre las
diversas clases de habitantes fueron de gran influencia en la revolución y en todos
los acontecimientos sucesivos. Estos nuevos elementos fueron los españoles y
los negros que ellos trajeron de África. Distinguiéndose poco tiempo después
los españoles en nacidos en Europa y los naturales de América, a quienes por
esta razón se dio el nombre de criollos, que con el transcurrir del tiempo vino
a considerarse como una voz insultante, pero que en su origen no significaba
más que nacido y criado en la tierra. De la mezcla de los españoles con la
clase india procedieron los mestizos, así como de la de todos los negros, los
mulatos, los zambos, pardos y toda la variada nomenclatura que se comprendía
con el nombre genérico de castas. A los españoles nacidos en Europa, se les
llamaba gachupines, que en lengua mexicana significa "hombres que tienen
calzados con puntas o que pican", en alusión a las espuelas, y este
nombre, lo mismo que el de criollo, con el progreso de la rivalidad entre unos
y otros, vino también a tenerse como ofensivo. Los indios vivían en poblaciones
separadas de los españoles, gobernados por sí mismos, formando municipalidades
que se llamaban repúblicas, y conservaban sus idiomas y trajes peculiares. Se
ocupaban especialmente de la labranza, ya como jornaleros en las fincas de los
españoles, ya cultivando las tierras propias de sus pueblos, que se les
repartían en pequeñas porciones por una moderada renta que se invertía en los
gastos de la iglesia y otros de utilidad general, cuyo sobrante se depositaba
en las cajas de comunidad. Todo esto hacía de los indios una nación enteramente
separada: ellos consideraban como extranjeros a todo lo que no era ellos
mismos, y como no obstante sus privilegios eran vejados por todas las demás
clases, a todas las miraban con igual odio y desconfianza. La población
indígena predominaba en las intendencias de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz y
Michoacán, situadas en lo alto de la cordillera y en sus declives hacia ambos
mares. Los españoles europeos residían principalmente en la capital, en
Veracruz, en las poblaciones principales de las provincias, en especial en las
de minas, sin dejar de hallarse también en las poblaciones menores y en los
campos, y de estos sobre todo en los climas calientes, en las haciendas de
caña, cuya industria estaba casi exclusivamente en sus manos. Los criollos
seguían la misma distribución que los europeos, aunque proporcionalmente
abundaban más en poblaciones pequeñas y en los campos, lo que procedía de estar
en sus manos las magistraturas y los curatos de menos importancia, y ser más
bien propietarios de fincas rústicas que ocuparse del comercio y otros giros
propios de las ciudades grandes.
En síntesis, la población descrita por el autor citado, consideraba los grupos
sociales siguientes:
Indios: 2 400 000; españoles: 1 200 000, de los cuales 70 000 eran europeos; castas:
2 400 000, dando un total de 6 000 000 de habitantes.
Es evidente que la mayoría de la población estaba constituida por los indios y
por las castas, que eran el grueso de la población trabajadora del campo y de
la ciudad. Ambas, participaron en el movimiento de independencia en diverso
grado bajo la dirección de los criollos y del bajo clero, en contra
principalmente de los españoles peninsulares que conformaba una minoría
privilegiada y rica a fines de la dominación colonial.
Humboldt (2008) visitó la Nueva España
en 1803 y como resultado de su estancia escribió un libro en el que asentó: México
es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la
distribución de fortunas, civilización, cultivo de la tierra y población…Esta
inmensa desigualdad de fortunas no solo se observa en la casa de los blancos
(europeos y criollos), sino igualmente se manifiesta entre los indígenas. Los
indios mexicanos, considerándolos en masa, presentan el espectáculo de la miseria.
Confinados aquellos naturales en las tierras menos fértiles, indolentes por
carácter y aún más por consecuencia de su situación política, viven solo para
salir del día”. La contra-parte de la miseria que viven los indígenas, según
Humboldt, que cita un informe del obispo de Michoacán de 1799: “La población de
la Nueva España se compone de tres clases de hombres a saber: de blancos o
españoles, de indios y castas. Yo considero que los españoles componen la
décima parte de la masa total. Casi todas las propiedades y riquezas del reino
están en sus manos. Los indios y las castas cultivan la tierra; sirven a la
gente acomodada, y solo viven del trabajo de sus brazos. De ello resulta entre
los indios y los blancos esta oposición de intereses, este odio recíproco que
tan fácilmente nace entre los que lo poseen todo y los que nada tienen, entre
los dueños y los esclavos. Así es que vemos de una parte los efectos de la
envidia y de la discordia, la astucia, el robo, la inclinación a dañar a los
ricos en sus intereses; y de otra la arrogancia, la dureza, y el deseo de
abusar en todas ocasiones de la debilidad del indio. No ignoro que estos males
nacen en todas partes de la grande desigualdad de condiciones. Pero en América
son todavía más espantosas porque no hay estado intermedio; es uno rico o
miserable, noble o infame de derecho y de hecho”.
La desigualdad extrema que asombró a
Humboldt a principios del siglo XIX, fue la causa del origen de la Revolución
de Independencia en 1810.
3. Revolución y contrarrevolución en la Independencia
La Independencia fue la respuesta
revolucionaria de los campesinos pobres –peones de las haciendas-, comuneros
indígenas, obreros de minas y obrajes, a cerca de 300 años de dominación y
explotación colonial, cuya dirección recayó en líderes del bajo clero -Hidalgo
y Morelos- y la oficialidad criolla del ejército virreinal.
En su fase revolucionaria –de 1810 a
1815- la Independencia liderada principalmente por Miguel Hidalgo y José María
Morelos, en el fragor de la lucha ambos dirigentes decretaron medidas
orientadas a la abolición de la esclavitud y el tributo, así como la
restitución de las tierras a su legítimos dueños: los campesinos pobres y
comuneros indígenas, todas de naturaleza pre-capitalista implementadas para
fomentar el desarrollo del capitalismo. En este sentido, la tendencia
revolucionaria y popular de la Independencia en su primera etapa era de
carácter burgués.
Entre 1816 y 1820, después de la
derrota y asesinato de Hidalgo (1811) y de Morelos (1815), solo se conservó la
resistencia popular – por medio de la guerrilla- en el Sureste del país, en lo
que hoy es Veracruz por Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo, Mier y Terán en
Puebla e Hidalgo y sobre todo por Vicente Guerrero en lo que hoy es el Estado
de Guerrero. Esta situación pudo haberse prolongado de no presentarse una
coyuntura política externa ocurrida en España. Específicamente se trató de una
revolución liberal burguesa triunfante en 1820, cuyas reformas amenazaban
extenderse a la Nueva España. En estas condiciones las clases privilegiadas
–principalmente los grandes hacendados y el alto clero- bajo la dirección de la
oficialidad del ejército realista, particularmente, Agustín de Iturbide,
empezaron a planear la consumación de la Independencia, como una medida para
proteger sus intereses de clase en caso de que las reformas liberal-burguesas
implementadas en España trascendieran a la Nueva España. Para lograr su
objetivo Iturbide tuvo que negociar con Guerrero el Plan de Iguala para
consumar la Independencia en 1821. Así pues, por la dialéctica de la lucha de
clases, lo que inició como una revolución culminó como una contrarrevolución
encabezada por Iturbide antiguo combatiente de la insurgencia popular.
La consumación de la Independencia fue
resultado de un pacto político, entre la clase conservadora en declive
-hacendados e Iglesia- y la clase revolucionaria en ascenso -burguesía-. Una
vez culminada la Independencia objetivo central del Plan de Iguala, las
contradicciones afloraron, dando origen a un prolongado período de inestabilidad
política, que culminó con el triunfo la burguesía a mediados del siglo XIX con
la Revolución de Reforma.
4. Origen del capitalismo en México
El capitalismo mexicano aparece a
mediados del siglo XIX, con la Revolución Burguesa de Reforma (1854-1860),
después de un prolongado y accidentado proceso de desarrollo, que se inicia con
la consolidación de la dominación española a fines del siglo XVI, en la que
impera un sistema de producción de naturaleza feudal, cuyo poder económico lo
detentan los grandes terratenientes –hacendados- y la Iglesia, dependientes del
poder político virreinal. La contra-parte de la clase dominante son los
campesinos –peones- en sus diversas modalidades que trabajan jornadas
laborales extenuantes en las haciendas civiles y eclesiásticas. El programa de
la Revolución Burguesa de Reforma, se centró principalmente en las siguientes
medidas: derrota política del Partido Conservador como representante de la
clase clerical-terrateniente, destrucción del enorme poder económico, político
e ideológico de la Iglesia y despojo de las tierras comunales de los indígenas
para generar la mano de obra “libre” que el capitalismo naciente exigía. La
Reforma se inició en 1854 con la Revolución de Ayutla (Guerrero), encabezada
por Juan Álvarez, viejo combatiente por la Independencia al lado del indomable
Vicente Guerrero. A los pocos meses de iniciarse la Revolución de Ayutla,
se incorporaron distinguidos liberales, entre los que se encontraban Benito
Juárez, Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga y Miguel Lerdo de Tejada. El Grupo
Liberal derrota al General Santa Ana en noviembre de 1855 y asume el
cargo como Presidente provisional de México el General Juan Álvarez. El nuevo
gobierno revolucionario solo dura hasta fines de dicho año y es relevado por el
General Ignacio Comonfort en la Presidencia de la República. Este gobierno,
inició reformas trascendentales, destacando la Ley Lerdo de 1856, en la que se
establecía que todas las corporaciones civiles y religiosas, tendrían que
vender sus tierras a los arrendatarios. Esta ley en realidad estuvo orientada a
la privatización de las tierras comunales de los pueblos y las tierras de la
Iglesia, con el fin de lanzarlas a la circulación mercantil y al mismo tiempo
transformar la fuerza de trabajo de los comuneros indígenas en mercancía puesta
al servicio del capitalismo naciente, ley que posteriormente fue incorporada en
la nueva Constitución Liberal en 1857. La promulgación de la nueva constitución
y particularmente por su contenido liberal burgués, causó inconformidad entre
el grupo conservador, a tal grado que a través de un golpe de Estado y en
contubernio con el gobierno, depusieron al Presidente Comonfort y derogaron la
Constitución de 1857. El golpe de Estado radicalizó al Partido Liberal, de tal
manera que la lucha se intensificó y prolongó durante tres años -1858 a 1860- y
en el fragor de la lucha el gobierno legítimo del Presidente Benito Juárez decretó
las Leyes de Reforma en 1859, siendo la principal la Nacionalización de los
bienes de la Iglesia, principalmente las tierras para ponerlas a disposición
del capital privado. Así pues, en un período de siete años (1854-1860) se
produjeron dos revoluciones y una contrarrevolución: la Revolución de Ayutla,
esta es negada por la contrarrevolución -golpe de Estado-implementada por los
conservadores y finalmente la Reforma de Juárez derrota a la reacción
conservadora, por medio de una revolución, con lo que se cierra el ciclo:
revolución-contrarrevolución-revolución; es decir, se produjo la doble
negación, para retornar al punto de partida pero a un nivel superior, ya que la
revolución de Reforma se había radicalizado e intensificado.
Las medidas más importantes implementadas por los gobiernos liberales de
Comonfor y Juárez -Ley Lerdo de 1856, Constitución de 1857 y Nacionalización de
los bienes de la Iglesia-, estuvieron orientadas a socavar el poder económico
de la Iglesia y las comunidades indígenas con el fin de sentar las bases del
naciente capitalismo mexicano.
Con la Revolución burguesa de Reforma se había consumado la primera etapa de la
Revolución Burguesa: la destrucción principalmente del monopolio territorial de
la Iglesia, que conjuntamente con la aplicación de las leyes liberales
contenidas en la Constitución de 1857 a las comunidades indígenas,
contribuyeron a la conversión de las tierras en mercancías y la
mano de obra “libre” de sus medios de producción se convertía también en mercancía
que el capitalismo exigía. La intervención francesa (1862-1867) demoró la
aplicación de las Leyes de Reforma, pero una vez derrotada, en 1877 arribó a la
presidencia de la República el General Porfirio Díaz, quien consumó la “obra”
reformadora de sus antecesores liberales. Específicamente, continúo con el
combate al monopolio territorial de las comunidades indígenas, con el Decreto
sobre Colonización y Compañías Deslindadoras en 1883, con el propósito de
deslindar todos los terrenos que no pudieran acreditarse legalmente
considerados como “baldíos”; Circular expedida en 1890 enfilada contra
la propiedad comunal de la tierra para privatizarla y Ley del 26 de marzo de
1894, en la que se daba amplia libertad a las Compañías Deslindadoras, para
adquirir grandes extensiones territoriales. Todas estas medidas implementadas
por el gobierno de Porfirio Díaz, produjeron el mayor despojo de tierras de las
comunidades indígenas, transformando a sus miembros en fuerza de trabajo
disponible para las necesidades del capital. Se había dado otro paso más en el
desarrollo del capitalismo mexicano. Paralelamente al despojo territorial de
las comunidades indígenas, el gobierno del General Díaz fomentó el desarrollo
principalmente de la industria extractiva –minerales y petróleo-, cuya
producción y distribución requería de transportes, lo que condujo a la
construcción de la red ferroviaria; agricultura basada en cultivos tropicales
de exportación; y, dada la escases de recursos financieros del Estado, recurrió
al capital extranjero, principalmente norteamericano.
Así pues, el
capitalismo había sucedido al feudalismo colonial en la segunda mitad del siglo
XIX, pero en vez de atemperar la pobreza la aumentó, pues ahora millones de
comuneros campesinos despojados de sus tierras habían engrosado las filas de la
pobreza, contrastando con la existencia de una minoría oligárquica que
detentaba la riqueza. Es evidente que las reformas liberal-burguesas juaristas
y porfiristas habían acrecentado la desigualdad social, no porque Benito Juárez
y Porfirio Díaz obedecieran a un sentimiento antipopular y menos en contra de
los indígenas de donde procedían, sino que el despojo de las comunidades
campesinas era una necesidad para el desarrollo del capitalismo en México,
desigualdad social que produjo la irrupción violenta de la revolución de 1910.
5. De la revolución de 1910-1940 a la contrarrevolución neoliberal
Cuadro 1. Haciendas y ranchos en México
Año
|
Ranchos
|
Haciendas
|
1877
|
14705
|
5869
|
1900
|
32557
|
5932
|
1910
|
48633
|
8431
|
Fuente: Jürgen (1979).
En el cuadro anterior es evidente, la
enorme desigualdad social generada por la política porfirista: la tierra se
encontraba en propiedad de 8431 hacendados y 48 633 rancheros; contrastando con
la pobreza en que vivía la inmensa mayoría de campesinos, trabajadores de la
ciudad, pequeños y medianos empresarios, etc.
En la cima de la sociedad porfirista
existía una minoría (oligarquía) de poseedores de la riqueza formada por los
8431 hacendados y tal vez unas decenas de empresas industriales y/o servicios, que
conjuntamente fluctuaba probablemente en unas 1000 familias, pero dado su poder
económico, era la que decidía el rumbo político del país.
La estrategia armada de la revolución fue
el resultado de la cerrazón política del gobierno porfirista y por el
empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos pobres y
trabajadores de la ciudad, en condiciones miserables que provocaron
inconformidad generalizada en el seno del pueblo trabajador, principalmente en
los centros minero de Cananea Sonora y textil en Río Blanco Veracruz, como lo
prueban las huelgas de 1906 y 1907 respectivamente.
De 1910 a 1913 transcurre la primera
etapa de la Revolución, cuya lucha armada concluye en mayo de 1911 con la
renuncia a la Presidencia de la República por parte de Porfirio Díaz. Madero
asume la Presidencia de México, a fines de 1911 convencido de que la Revolución
había culminado. En su corto mandato creó el Departamento del Trabajo en 1912,
para atender los problemas laborales entre trabajadores y empresarios. Con
respecto al problema agrario, no cumplió con el Artículo 3 de su Plan de San
Luis en el que se estipulaba la restitución de tierras a los campesinos pobres,
debido a su condición social de pertenecer a los terratenientes aburguesados,
en contraste, con el movimiento campesino revolucionario.
La falta de apoyo de los campesinos pobres a Madero lo debilitó socialmente, coyuntura aprovechada por el poder económico intacto del Estado y la oligarquía porfiristas que conspiraron, junto los enemigos externos, para derrocar a Madero mediante un golpe de Estado y entronizar a Victoriano Huerta como Presidente espurio de México. Con esto la oligarquía porfirista y el capital extranjero recuperan el poder político. La revolución maderista, por la dialéctica de la lucha de clases se había transformado en contrarrevolución.
La falta de apoyo de los campesinos pobres a Madero lo debilitó socialmente, coyuntura aprovechada por el poder económico intacto del Estado y la oligarquía porfiristas que conspiraron, junto los enemigos externos, para derrocar a Madero mediante un golpe de Estado y entronizar a Victoriano Huerta como Presidente espurio de México. Con esto la oligarquía porfirista y el capital extranjero recuperan el poder político. La revolución maderista, por la dialéctica de la lucha de clases se había transformado en contrarrevolución.
Con el golpe de Estado a Madero se pasa
a la segunda etapa de la Revolución que dura de 1913 a 1914, un poco más de un
año. Se inicia con el levantamiento armado por parte de Venustiano Carranza,
siendo Gobernados de su Estado. Se trata de un hacendado porfirista que se
había inconformado con Díaz desde 1909 al ser aplastado por la
"maquinaria" oficial en favor de su adversario, en la contienda
electoral para la gubernatura de su Estado natal (Coahuila).
Con la caída de Huerta en 1914 había sido derrotada políticamente la vieja
burguesía porfirista. Para Carranza, Obregón y Calles la lucha había terminado,
pero para los campesinos pobres, sólo había terminado una etapa y proseguía la
siguiente, consistente en el reparto de las tierras de las haciendas, tal como
lo proponía el Plan de Ayala. Es en esta nueva fase de la revolución cuando
estallaron las contradicciones de clase: por un lado se encontraba la burguesía
agraria conservadora -latifundista- encabezada por Carranza; por el otro los
campesinos pobres básicamente zapatistas compuestos principalmente por pequeños
propietarios, comuneros indígenas y aparceros que luchaban contra los
hacendados para recuperar sus tierras. Así como, el villismo que estrictamente
no se trataba de un movimiento campesino, pues estuvo formado por vaqueros,
pastores, mineros, ferrocarrileros y braceros; que por sus intereses coincidían
más con los zapatistas, como quedó demostrado en la reunión de Xochimilco entre
Villa y Zapata a fines de 1914.
Entre las clases fundamentales en lucha, estaba la pequeña burguesía,
representada por Calles y Obregón, que dada su posición intermedia y su mayor
afinidad social con la burguesía latifundista, se alío con Carranza, para tomar
partido contra las fuerzas revolucionarias de Villa y Zapata. Antes de la lucha
entre las clases fundamentales que se enfrentaban en la Revolución, Carranza se
vio obligado en contra de sus intereses a hacer concesiones al movimiento
campesino, como fue la expedición de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, en
la que establecía la restitución de tierras a los campesinos
pobres. Estos, conjuntamente con el villismo, no fueron capaces de
articular un proyecto nacional que expresara sus intereses para orientar sus
luchas en forma independiente de la burguesía, lo que repercutió posteriormente
en su derrota militar. No fue su falta de heroísmo y valor lo que los llevó a
la derrota, más bien hizo falta la presencia de una clase obrera más
desarrollada capaz de elaborar una alternativa programática y organizativa
independiente de la burguesía para arrastrar a los villistas y zapatistas a la
lucha contra sus enemigos de clase liderados por Carranza, Calles y Obregón.
Por el contrario, los contingentes "obreros" organizados en la Casa
de Obrero Mundial, de tendencia anarco sindicalista -apolítica- derivada de su
origen artesanal, fueron “movidos” a las posiciones de la burguesía y
organizados en los “Batallones Rojos” para colaborar
militarmente con Obregón para derrotar a la División del Norte dirigida por
Francisco Villa, en los combates desarrollados en Guanajuato y Aguas Calientes
en abril de 1915.
Dado el enorme peso social de las fuerzas populares revolucionarias
dirigidas por Villa y zapata, a la burguesía triunfante no le quedó otra alternativa
que incorporar sus demandas más sentidas en la nueva Constitución promulgada el
5 de febrero de 1917, cuyos intereses de la clase trabajadora y de los
campesinos pobres, fueron plasmados en los Artículos 123 y 27
respectivamente, artículos que sirvieron de programa a los posteriores
gobiernos para reglamentar las relaciones obrero–patronales y el reparto de
tierras.
Lázaro Cárdenas fue electo candidato a
la presidencia de la República por el Partido Nacional Revolucionario –hoy PRI-
el 6 de diciembre de 1933. Después de una intensa campaña resultó electo
Presidente de la República en las elecciones realizadas el 4 de julio de 1934,
para el período: 1° de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940.
El problema más candente que enfrenta el nuevo gobierno, es el rezago agrario,
heredado de los anteriores gobiernos. Para atenderlo y dar una solución
radical emprende una profunda reforma agraria.
Kovalev (1976) explica, que el nuevo gobierno emprendió una profunda reforma
agraria, consistente en el reparto de los latifundios, a tal grado que durante
su sexenio repartió alrededor de 20 millones de hectáreas. La reforma agraria
liberó a la agricultura mexicana de las sujeciones semi-feudales y le garantizó
el libre desarrollo capitalista. La reforma agraria mexicana se
realizó prácticamente sin indemnización a los terratenientes, lo que liberó a
la sociedad de enormes gastos improductivos. Solamente la minoría de grandes
terratenientes gozó de indemnización. Los campesinos recibieron sus parcelas
sin pagar nada. Esta solución, tan radical y democrática del problema de la
indemnización, se produjo de manera espontánea, gracias a la correlación de
fuerzas políticas que se forjó en el país y a las particularidades del
desarrollo de la Revolución Democrático-burguesa de 1910-1917.
La profundidad de la reforma agraria
emprendida por Cárdenas, representa un salto revolucionario en el reparto
agrario, como lo evidencian los datos siguientes: desde que Carranza expidió la
Ley Agraria del 6 de enero de 1915 a noviembre de 1934 se repartieron 7152842
hectáreas de tierras a 793442 campesinos y en el período presidencia de
Cárdenas (1934-1940), se distribuyeron 18352273 hectáreas de tierras a 1 millón
de campesinos. La naturaleza clasista de los gobiernos que sucedieron a
Porfirio Díaz es más evidente, ya que de 1911, cuando Madero asume la
Presidencia de la República a 1920, año en que concluye Venustiano Carranza su
período presidencial, solo se repartieron alrededor de 200000 hectáreas de
tierras, una extensión insignificante en casi nueve años de gobierno, reparto
agrario prácticamente nulo, dada la naturaleza latifundista -hacendados- de
ambos presidentes. El resto de las 7152842 hectáreas de tierras, se repartieron
de 1921 al 30 de noviembre de 1934, por los gobiernos que sucedieron a Carranza
y lo hicieron por la presión revolucionaria de las masas campesinas, pues a
pesar de que no pertenecían a la oligarquía latifundista, no eran partidarios
del reparto agrario. Lo anterior confirma la importancia del reparto agrario en
el sexenio cardenista. Además, conjuntamente con el reparto agrario, el
gobierno apoyo con créditos al sector ejidal de la agricultura, a través del
Banco Nacional de Crédito Ejidal. Asimismo, en correspondencia con la
naturaleza social de la propiedad ejidal de la tierra, se fomentó la
organización de cooperativas para la producción agropecuaria.
La profunda reforma agraria cardenista, liquidó la vieja hacienda porfirista
con rasgos semi feudales -peones "acasillados", aparceros, tiendas de
raya, etc.- que frenaban el desarrollo capitalista de la agricultura. En este
sentido, se trata de una medida revolucionaria que "barrió" las
trabas feudales al desarrollo del capitalismo en la agricultura.
La obra económica y social del
Cardenismo no se redujo a la reforma agraria; además, implementó otras acciones
de trascendental importancia, como fueron las nacionalizaciones de los
ferrocarriles en 1937 y la del petróleo en 1938. Ambas medidas estuvieron
encaminadas a reducir el poder económico del capital extranjero,
particularmente el norteamericano, de sectores estratégicos de la economía. Los
ferrocarriles, fundamentales para el transporte de mercancías y pasajeros por
las distintas regiones del país. Las comunicaciones ferroviarias, fueron
fundamentales para la integración del país en un mercado nacional, que aunque
la red no aumentó significativamente, si implicó mantenimiento y rehabilitación
de los daños causados por el proceso revolucionario. El petróleo, desde el
principio del siglo XX adquirió importancia estratégica como fuente de energía
que mueve la economía y su traslado en propiedad del Estado fue crucial para el
desarrollo de la industria manufacturera capitalista del país. Con las
nacionalizaciones del petróleo y de los ferrocarriles se golpeó al capital
extranjero, básicamente norteamericano, que desde el Porfirismo hasta Calles
había sido privilegiado.
En la derrota de la burguesía reaccionaria, representada por Calles y aliada al
capital extranjero, así como las expropiaciones del petróleo y los
ferrocarriles, no hubieran sido posibles sin el apoyo decidido del movimiento
obrero. Para 1933 la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), con su
política laboral oficialista, estaba en una profunda crisis derivada del
asesinato de Obregón y de la debilidad de Calles. En este sentido, era
indispensable reorganizar el movimiento obrero, para que respondiera a la nueva
coyuntura sociopolítica del país. Así surgió la Confederación General de
Obreros y Campesinos de México (CGOCM) en 1933, con el propósito de unificar
los movimientos obrero y campesino. Ante la agudización de la lucha contra la
burguesía reaccionaria, en 1935, se fundó el Comité Nacional de Defensa
Proletaria (CNDP), con el fin de combatir a la contrarrevolución que estaba en
marcha para detener las reformas cardenistas. Finalmente, en febrero de 1936,
se creó la Confederación de Trabajadores de México (CTM), central obrera que
fue fundamental para implementar las transformaciones revolucionarias
cardenistas, particularmente las nacionalizaciones -expropiaciones- de los
ferrocarriles en 1937 y el petróleo en 1938.
Con la reforma agraria y las nacionalizaciones del petróleo y los
ferrocarriles, se había derrotado a la vieja oligarquía porfirista y al capital
extranjero, baluartes del antiguo sistema primario-exportador que caracterizaron
al sistema porfirista, los cuales habían sobrevivido a los gobiernos emanados
de la Revolución de 1910-1917: desde Carranza (1917-1920) hasta Abelardo
Rodríguez (1932-1934).
El reparto agrario y las nacionalizaciones de los ferrocarriles y el petróleo,
tuvieron como marco jurídico, la Constitución General de la República de 1917,
particularmente los Artículos 27 y 123, así como la Ley de Expropiación
decretada por el Presidente Lázaro Cárdenas.
Las reformas cardenistas fueron
rechazadas por la gran burguesía, particularmente la de Monterrey que se
opuso a las reformas cardenistas y conjuntamente con la crispación social y
política en 1940, definieron la sucesión presidencial a favor de Manuel Ávila
Camacho conocido por su tendencia política moderada.
6. Del capitalismo industrial al neoliberalismo
Vizgunova (1978) afirma que el
capitalismo mexicano alcanzó su relativa madurez entre 1940 y 1970. La
ampliación de la esfera de explotación capitalista incorporó a las filas del
proletariado nuevas capas de la población trabajadora provenientes del
campesinado y de la pequeña y mediana burguesía empobrecida. La composición del
proletariado se hizo más compleja. Nuevos destacamentos de empleados de las
esferas productiva y no productiva se incorporaron a sus filas. También se
amplió considerablemente la composición del proletariado industrial por ramas
de producción; se formaron nuevos grupos de obreros fabriles en las ramas más
modernas de la industria. Aumentó el peso específico del proletariado fabril en
conjunto. Con el desarrollo industrial se intensificó la concentración de
obreros en las grandes empresas y complejos industriales, así como en distintas
regiones. Las relaciones capitalistas en el campo provocaron un aumento del
proletariado agrícola que, que en las condiciones específicas del país,
constituye uno de los destacamentos obreros más numeroso. Cuantitativamente el
proletariado mexicano urbano y rural, contaba en 1960 aproximadamente con 6.5
millones de trabajadores, y absorbía más de la mitad (57.5%) de la población
económicamente activa. De este modo, se ha convertido en la fuerza social más
numerosa y una de las clases fundamentales de la sociedad mexicana.
En el cuadro que sigue se presenta la estructura social de México para 1960.
Cuadro 2. Estructura social de México en 1960
Clase
|
Personas (miles)
|
Grande y mediana burguesía urbana
|
100
|
Latifundistas y burguesía rural
|
130
|
Proletariado urbano
|
3 500
|
Proletariado y semiproletariado rural
|
3 000
|
Campesinos y ejidatarios
|
3 000
|
Capas medias urbanas
|
1 600
|
Total
|
11 330
|
En el cuadro anterior, es evidente que en la década de 1960, el proletariado
del sector fabril –urbano y rural- empezó a predominar en el conjunto de
obreros y empleados, mientras que en 1930, constituía aproximadamente la mitad
del total de ocupados, debido principalmente al aumento considerable de la
concentración de obreros de la industria de la transformación. Si al
proletariado rural y urbano sumamos los campesinos y ejidatarios, da un total
de 9 500 000 que si la unamos el 1 600 000 personas de la clase media, que como
un todo puede ser considerada como el pueblo que de una u otra forma, es
explotada por esa minoría que posee el grueso de la riqueza.
Sin
embargo, Aguilar (1972) argumenta que para la década de 1970 ya existía un
grupo minoritario de empresarios (oligarquía) y, escribe que México tenía un
poco más de 50 millones de habitantes, de los cuales cerca de 17 millones constituían
la Población Económicamente Activa (PEA). Si conservadoramente se supone que el
3 o 4% de la PEA, como máximo, correspondía a la burguesía, resultarían unos
600000 capitalistas de todos los niveles, y, entre ellos, acaso de 50000 a 70000
con el mayor poder económico. Pero aun este pequeño sector, que en general
podría identificarse con la alta burguesía, rebasa con mucho a lo que,
estrictamente hablando, es la oligarquía, la que probablemente esté formada por
no más de un millar de influyentes mexicanos, de unos mil capitalistas del
sector privado y del sector público, que, en virtud de las posiciones que
ocupan tanto en la actividad económica como en la estructura del poder,
constituyen el núcleo que controla el grueso de la riqueza e influye
decisivamente en la vida económica y política del país. La contra-parte de la
oligarquía financiera que Aguilar estimaba en un millar de empresarios, eran
los millones de proletarios del campo y de la ciudad, así como de los
campesinos y de las capas medias de la población, sectores de la sociedad que
en conjunto percibían menor proporción de la riqueza social.
El desarrollo del capital industrial y
financiero continuo su desarrollo, acompañado por una activa participación del
Estado en la economía, mediante la creación y adquisición de empresas, no para
desplazar a la empresa privada, sino para apoyarla, a través de precios bajos
de los bienes y servicios públicos. El mayor número de empresas estatales se
formó durante los gobiernos de Luis Echeverría (1970-1976) y López Portillo
(1976-1982), período que coincide con la crisis del capitalismo industrial y
financiero. La crisis también explica, el hecho de que muchas empresas del
Estado, fueron producto de la adquisición de empresas en difícil situación
financiera, para salvarlas de la quiebra.
Para mediados de la década de 1970 en el marco de la crisis mundial del
capitalismo, el capitalismo industrial y financiero entra en crisis. Esta
favorece la consolidación del capital financiero, ya que es en ésta década
cuando se produce la concentración y la centralización del capital financiero
con la creación de la banca múltiple o universal. Con esta se genera un mayor
entrelazamiento del capital financiero con las empresas industriales y de
servicios.
En el ambiente de crisis se produce la
confrontación del gobierno con el capital financiero, dando como resultado la
creación del Consejo Coordinador Empresarial (1975), organización
política-empresarial para enfrentar a la política económica de Luis Echeverría,
particularmente al Estado “empresario”, confrontación que culmina con la
nacionalización de los bancos en 1982.
Conforme se desarrolla el capitalismo: del industrial al financiero (1940-1982)
se produce la concentración de la riqueza en un reducido número de empresarios,
a tal grado que antes de la nacionalización de los bancos en septiembre de
1982, un reducido número de grupos financieros, que según Morera (1998), era de
alrededor de 26 que conformaban una verdadera oligarquía financiera, que
concentraba la riqueza, contrastando con la extensión de la pobreza en sectores
cada vez más amplios de los trabajadores.
7. Neoliberalismo: política de la oligarquía financiera
El rasgo esencial del capitalismo
financiero actual en México, no es en el sentido clásico como se concebía a
principios del siglo pasado en los países capitalistas desarrollados, en los
que fue el resultado de la fusión del capital bancario con el industrial; más
bien, se trata de un capital financiero desvinculado de la economía real
productiva, centrado principalmente en las empresas comerciales y de servicios.
Con la nacionalización de los bancos en septiembre de 1982, el Estado,
particularmente el gobierno, aparentemente había resultado el triunfador contra
el capital financiero; sin embargo, la victoria fue parcial y temporal,
puesto que para fines del mismo año, el nuevo gobierno de Miguel de la Madrid
(1982-1988), quien inició una serie de “reformas estructurales” al servicio del
capital financiero, conocida como neoliberalismo, cuyo eje central es el libre
mercado, en el que el Estado, tenía que dejar de ser propietario y dejar la actividad
económica a la libre acción de las fuerzas del mercado.
Una de las estrategias fue la
privatización masiva de empresas del Estado, demanda exigida por el capital
financiero, desde la creación del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en 1975
en su confrontación con el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976). Con el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se produce un “salto” en la
consolidación del capital financiero, ya que se produce una segunda “ola” de
privatizaciones, que aunque no fue masiva, como en el gobierno anterior, se
trató empresas estratégicas del Estado, destacando Teléfonos de México (Telmex)
y los bancos nacionalizados. Mención especial requiere la Reforma al Artículo
27 Constitucional, en la que se legaliza la formación de Sociedades
Mercantiles, con el fin de dar facilidades al capital privado para invertir en la
agricultura y con ello favorecer la privatización de las tierras ejidales y
comunales en el campo. Con el siguiente gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000)
continua el proceso de privatización de empresas del Estado, entre las que
sobresalen los Ferrocarriles Nacionales de México, comunicación satelital,
petroquímica y privatización de pensiones del IMSS. Con el primer gobierno del
PAN, el de Vicente Fox (2000-2006) se realizó la venta al capital extranjero de
los bancos nacionales, ya que Banamex fue adquirido por el Banco estadounidense
Citigroup, Bancomer por Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) de nacionalidad
española, Serfin por el Banco español Santander, Internacional por HSBC de
capital británico e Inverlat por el banco canadiense Scotia Bank; así el 80 %
de los bancos fue adquirido por el capital extranjero, quedando el restante 20%
en poder de Banorte, único banco de capital nacional. Con el segundo gobierno
del PAN, el de Felipe Calderón (2006-2012), se crean las condiciones para la
privatización del sector energético al facilitar la entrada de capital
extranjero, así como la derrota en 2009 del último bastión sindical
representado por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), a través de la
liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. El actual gobierno
prosigue con las “reformas estructurales”, sobresaliendo la energética,
destacando la privatización de los hidrocarburos, que beneficiará al capital
extranjero y a la poderosa oligarquía financiera que detenta el poder económico
y decide el rumbo político del país. En suma el Estado “empresario” ha sido
reducido a su mínima expresión, en beneficio del capital financiero, de tal
forma que se ha reestructurado y fortalecido. Además, la riqueza se ha
concentrado en una oligarquía financiera que se mantuvo relativamente estable
las décadas de los 80 y principios de la década del 90 del siglo pasado en
alrededor de 26-27 grupos financieros y que en la actualidad oscila
aproximadamente en 16, contrastando con la enorme pobreza que padecen más de 50
millones de mexicanos.
8. Conclusiones
La sociedad feudal que sucedió
al Modo de Producción Tributario prehispánico, que imperó durante la dominación
colonial no atenuó la desigualdad social, por el contrario la agudizó.
Las reformas
liberal-burguesas de fines del siglo XVIII implementadas por los borbones
acentuaron la desigualdad social, contradicción que generó la revolución de
Independencia.
Las reformas
liberal-burguesas realizadas por los
dirigentes liberales acordes con las necesidades del capitalismo en la segunda
mitad del siglo XIX, tampoco redujeron la desigualdad social, dando como
resultado la irrupción de otra revolución: la de 1910-1917.
Las reformas cardenistas
intentaron distribuir la riqueza social en favor del pueblo trabajador, pero
fueron revertidas por los gobiernos que le sucedieron, culminando con una mayor
desigualdad social a tal grado que en los inicios de la década de los 80 del
siglo pasado, alrededor de 26 familias poseían el grueso de la riqueza,
contrastando con la enorme pobreza en que se debate la mayoría de la sociedad.
La política neoliberal
implementada desde 1983 ha incrementado la desigualdad social en niveles
extremos, ya que aproximadamente entre 15 y 20 familias detentan la mayor
proporción de la riqueza y, cuya contra-parte (el pueblo trabajador) vive en la
pobreza extrema, a pesar de las políticas sociales que han fomentado los
gobiernos neoliberales.
Es evidente que las
sociedades clasistas que sucedieron al Modo de Producción Tributario
prehispánico, no han resuelto el problema de la desigualdad social, por el
contrario la han incrementado cada vez más, contrastando con una oligarquía
cada vez más pequeña, que concentra el grueso de la riqueza.
Todas las reformas de
tinte liberal, desde las borbónicas de fines del siglo XVIII hasta las
implementadas por los liberales de la segunda mitad del siglo XIX, han generado
una enorme desigualdad social que ha sido la causa de las revoluciones, desde
la Independencia hasta la de 1910-1940.
El neoliberalismo como la
expresión política de una oligarquía financiera de naturaleza capitalista, ha
elevado al extremo la desigualdad social, situación que no requiere mucha
reflexión para deducir en que va terminar.
Si las comunidades
igualitarias que precedieron al Modo de Producción Tributario, vivieron miles
de años en los que estuvo ausente la desigualdad social; contrastando con las sociedades
clasistas en las que es la condición esencial y necesaria de su existencia; por
consiguiente, es evidente que la causa de la desigualdad social es la
existencia de la sociedad clasista. Así pues, la erradicación de la desigualdad
social pasa por abolición de la sociedad capitalista.
En
síntesis, el movimiento de la comunidad igualitaria primitiva a la sociedad
igualitaria moderna, es la unidad contradictoria de cambios cuantitativos que
no alteran la cualidad de la sociedad existente, pero que al rebasar cierto
límite –medida- se transforman en cambios bruscos –saltos- emerge
una nueva sociedad. Es decir, se trata de la unidad contradictoria de cambios
evolutivos que no alteran la cualidad de la sociedad existente y cambios
revolucionarios que inauguran el surgimiento de una nueva sociedad. Además, el
movimiento social no es lineal, sino que se mueve cíclicamente, porque se
tienen que negar dos contrarios: la comunidad igualitaria primitiva fue negada
por la sociedad clasista y ésta será negada por la sociedad igualitaria
moderna, para retornar a una sociedad igualitaria moderna, basada en el
desarrollo tecnológico acumulado en miles de años.
El
carácter cíclico del movimiento de la comunidad primitiva a la sociedad igualitaria
moderna, se ilustra en la siguiente imagen.
Imagen 1. Naturaleza cíclica del movimiento social y su expresión matemática: (-) (-) = (+)
Solo con la erradicación de la sociedad clasista
capitalista será posible la abolición de la pobreza, la cual se ha perpetuado
en la "genética" de la sociedad clasista actual.
El tránsito de la oligarquía financiera a la sociedad clasista igualitaria moderna, implica una transformación revolucionaria de la sociedad clasista actual, cuyos actores políticos principales serán las clases populares dirigidas por una organización política de vanguardia para conquistar el poder político y desde "arriba", implementar las políticas que contribuyan al establecimiento de una sociedad igualitaria moderna, en la que destierre la pobreza.
El tránsito de la oligarquía financiera a la sociedad clasista igualitaria moderna, implica una transformación revolucionaria de la sociedad clasista actual, cuyos actores políticos principales serán las clases populares dirigidas por una organización política de vanguardia para conquistar el poder político y desde "arriba", implementar las políticas que contribuyan al establecimiento de una sociedad igualitaria moderna, en la que destierre la pobreza.
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