DE LA REVOLUCIÓN DE 1910-1940 A LA CONTRARREVOLUCIÓN NEOLIBERAL EN MÉXICO
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
1. Introducción
El rasgo genérico del capitalismo es la producción generalizada de mercancías. La producción mercantil llega a tal extremo que hasta la fuerza de trabajo se convierte en mercancía y la condición necesaria es la expropiación de los medios de producción de sus propietarios directos(comunidades, campesinos y artesanos) por los capitalistas industriales. Este proceso genera las dos condiciones necesarias para el surgimiento del capitalismo: mano de obra libre de sus medios de producción y propietarios capitalistas de los medios de producción. Para que la producción capitalista funcione se necesita la compra venta de la mercancía fuerza de trabajo para que opere los medios de producción, dando como resultado la producción de mercancías, en cuyo proceso se genera la plusvalía que constituye la ganancia del capitalista.
Con el proceso descrito anteriormente inicia propiamente la producción capitalista y se cono como acumulación originaria de capital. En México ocurrió a mediados del siglo XIX, particularmente en el período de 1854-1860 y para ello fueron necesarias dos revoluciones: la de Ayutla (1854-1855) que derrocó a Antonio López de Santa Ana,cuyo nuevo gobierno implementó la privatización de las tierras comunales indígenas y del Clero.así como lar promulgación de una nueva Constitución en 1857; y la Reforma (1857-1860),cuya medida más importante fue la nacionalización de los bienes de la Iglesia. Así pues, ambas medidas
estuvieron orientadas a la privatización de la tierra para convertirla en mercancía y al mismo tiempo,convertir a sus propietarios en proletarios despojados de sus medios de producción, para también convertirlos en mercancías.
El proceso de privatización fue lento por las continuas guerras civiles entre liberales y conservadores, así como por invasión francesa (1862-1867).
Una vez pacificado el país la obra privatizadora la continuó Porfirio Díaz (1876-1911). La privatización de las tierras llegó a tal extremo que prácticamente las tierras comunales indígenas desaparecieron y fueron apropiadas principalmente por los hacendados.
Es evidente, que el nacimiento del capitalismo está asociado al despojo y a la violencia, así como a la sobre-explotación de los trabajadores para generación de la riqueza capitalista, La desigualdad socio-económica a finales del Porfirismo fue tan extrema que generó las condiciones para el estallamiento violento de una nueva revolución en 1910.
El rasgo genérico del capitalismo es la producción generalizada de mercancías. La producción mercantil llega a tal extremo que hasta la fuerza de trabajo se convierte en mercancía y la condición necesaria es la expropiación de los medios de producción de sus propietarios directos(comunidades, campesinos y artesanos) por los capitalistas industriales. Este proceso genera las dos condiciones necesarias para el surgimiento del capitalismo: mano de obra libre de sus medios de producción y propietarios capitalistas de los medios de producción. Para que la producción capitalista funcione se necesita la compra venta de la mercancía fuerza de trabajo para que opere los medios de producción, dando como resultado la producción de mercancías, en cuyo proceso se genera la plusvalía que constituye la ganancia del capitalista.
Con el proceso descrito anteriormente inicia propiamente la producción capitalista y se cono como acumulación originaria de capital. En México ocurrió a mediados del siglo XIX, particularmente en el período de 1854-1860 y para ello fueron necesarias dos revoluciones: la de Ayutla (1854-1855) que derrocó a Antonio López de Santa Ana,cuyo nuevo gobierno implementó la privatización de las tierras comunales indígenas y del Clero.así como lar promulgación de una nueva Constitución en 1857; y la Reforma (1857-1860),cuya medida más importante fue la nacionalización de los bienes de la Iglesia. Así pues, ambas medidas
estuvieron orientadas a la privatización de la tierra para convertirla en mercancía y al mismo tiempo,convertir a sus propietarios en proletarios despojados de sus medios de producción, para también convertirlos en mercancías.
El proceso de privatización fue lento por las continuas guerras civiles entre liberales y conservadores, así como por invasión francesa (1862-1867).
Una vez pacificado el país la obra privatizadora la continuó Porfirio Díaz (1876-1911). La privatización de las tierras llegó a tal extremo que prácticamente las tierras comunales indígenas desaparecieron y fueron apropiadas principalmente por los hacendados.
Es evidente, que el nacimiento del capitalismo está asociado al despojo y a la violencia, así como a la sobre-explotación de los trabajadores para generación de la riqueza capitalista, La desigualdad socio-económica a finales del Porfirismo fue tan extrema que generó las condiciones para el estallamiento violento de una nueva revolución en 1910.
2. De la revolución de 1910-1940 a la contrarrevolución neo-liberal
Cuadro 1. Haciendas y ranchos en México
Año
|
Ranchos
|
Haciendas
|
1877
|
14705
|
5869
|
1900
|
32557
|
5932
|
1910
|
48633
|
8431
|
Fuente: Jürgen (1979).
En el cuadro anterior es evidente, la
enorme desigualdad social generada por la política porfirista: la tierra se
encontraba en propiedad de 8431 hacendados y 48 633 rancheros; contrastando con
la pobreza en que vivía la inmensa mayoría de campesinos, trabajadores de la
ciudad, pequeños y medianos empresarios, etc.
En la cima de la sociedad porfirista
existía una minoría (oligarquía) de poseedores de la riqueza formada por los
8431 hacendados y tal vez unas decenas de empresas industriales y/o servicios, que
conjuntamente fluctuaba probablemente en unas 1000 familias, pero dado su poder
económico, era la que decidía el rumbo político del país.
La estrategia armada de la revolución fue
el resultado de la cerrazón política del gobierno porfirista y por el
empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos pobres y
trabajadores de la ciudad, en condiciones miserables que provocaron
inconformidad generalizada en el seno del pueblo trabajador, principalmente en
los centros minero de Cananea Sonora y textil en Río Blanco Veracruz, como lo
prueban las huelgas de 1906 y 1907 respectivamente.
De 1910 a 1913 transcurre la primera
etapa de la Revolución, cuya lucha armada concluye en mayo de 1911 con la
renuncia a la Presidencia de la República por parte de Porfirio Díaz. Madero
asume la Presidencia de México, a fines de 1911 convencido de que la Revolución
había culminado. En su corto mandato creó el Departamento del Trabajo en 1912,
para atender los problemas laborales entre trabajadores y empresarios. Con
respecto al problema agrario, no cumplió con el Artículo 3 de su Plan de San
Luis en el que se estipulaba la restitución de tierras a los campesinos pobres,
debido a su condición social de pertenecer a los terratenientes aburguesados,
en contraste, con el movimiento campesino revolucionario.
La falta de apoyo de los campesinos pobres a Madero lo debilitó socialmente, coyuntura aprovechada por el poder económico intacto del Estado y la oligarquía porfiristas que conspiraron, junto los enemigos externos, para derrocar a Madero mediante un golpe de Estado y entronizar a Victoriano Huerta como Presidente espurio de México. Con esto la oligarquía porfirista y el capital extranjero recuperan el poder político. La revolución maderista, por la dialéctica de la lucha de clases se había transformado en contrarrevolución.
La falta de apoyo de los campesinos pobres a Madero lo debilitó socialmente, coyuntura aprovechada por el poder económico intacto del Estado y la oligarquía porfiristas que conspiraron, junto los enemigos externos, para derrocar a Madero mediante un golpe de Estado y entronizar a Victoriano Huerta como Presidente espurio de México. Con esto la oligarquía porfirista y el capital extranjero recuperan el poder político. La revolución maderista, por la dialéctica de la lucha de clases se había transformado en contrarrevolución.
Con el golpe de Estado a Madero se pasa
a la segunda etapa de la Revolución que dura de 1913 a 1914, un poco más de un
año. Se inicia con el levantamiento armado por parte de Venustiano Carranza,
siendo Gobernados de su Estado. Se trata de un hacendado porfirista que se
había inconformado con Díaz desde 1909 al ser aplastado por la
"maquinaria" oficial en favor de su adversario, en la contienda
electoral para la gubernatura de su Estado natal (Coahuila).
Con la caída de Huerta en 1914 había sido derrotada políticamente la vieja
burguesía porfirista. Para Carranza, Obregón y Calles la lucha había terminado,
pero para los campesinos pobres, sólo había terminado una etapa y proseguía la
siguiente, consistente en el reparto de las tierras de las haciendas, tal como
lo proponía el Plan de Ayala. Es en esta nueva fase de la revolución cuando
estallaron las contradicciones de clase: por un lado se encontraba la burguesía
agraria conservadora -latifundista- encabezada por Carranza; por el otro los
campesinos pobres básicamente zapatistas compuestos principalmente por pequeños
propietarios, comuneros indígenas y aparceros que luchaban contra los
hacendados para recuperar sus tierras. Así como, el villismo que estrictamente
no se trataba de un movimiento campesino, pues estuvo formado por vaqueros,
pastores, mineros, ferrocarrileros y braceros; que por sus intereses coincidían
más con los zapatistas, como quedó demostrado en la reunión de Xochimilco entre
Villa y Zapata a fines de 1914.
Entre las clases fundamentales en lucha, estaba la pequeña burguesía,
representada por Calles y Obregón, que dada su posición intermedia y su mayor
afinidad social con la burguesía latifundista, se alío con Carranza, para tomar
partido contra las fuerzas revolucionarias de Villa y Zapata. Antes de la lucha
entre las clases fundamentales que se enfrentaban en la Revolución, Carranza se
vio obligado en contra de sus intereses a hacer concesiones al movimiento
campesino, como fue la expedición de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, en
la que establecía la restitución de tierras a los campesinos
pobres. Estos, conjuntamente con el villismo, no fueron capaces de
articular un proyecto nacional que expresara sus intereses para orientar sus
luchas en forma independiente de la burguesía, lo que repercutió posteriormente
en su derrota militar. No fue su falta de heroísmo y valor lo que los llevó a
la derrota, más bien hizo falta la presencia de una clase obrera más
desarrollada capaz de elaborar una alternativa programática y organizativa
independiente de la burguesía para arrastrar a los villistas y zapatistas a la
lucha contra sus enemigos de clase liderados por Carranza, Calles y Obregón.
Por el contrario, los contingentes "obreros" organizados en la Casa
de Obrero Mundial, de tendencia anarco sindicalista -apolítica- derivada de su
origen artesanal, fueron “movidos” a las posiciones de la burguesía y
organizados en los “Batallones Rojos” para colaborar
militarmente con Obregón para derrotar a la División del Norte dirigida por
Francisco Villa, en los combates desarrollados en Guanajuato y Aguas Calientes
en abril de 1915.
Dado el enorme peso social de las fuerzas populares revolucionarias
dirigidas por Villa y zapata, a la burguesía triunfante no le quedó otra alternativa
que incorporar sus demandas más sentidas en la nueva Constitución promulgada el
5 de febrero de 1917, cuyos intereses de la clase trabajadora y de los
campesinos pobres, fueron plasmados en los Artículos 123 y 27
respectivamente, artículos que sirvieron de programa a los posteriores
gobiernos para reglamentar las relaciones obrero–patronales y el reparto de
tierras.
Lázaro Cárdenas fue electo candidato a
la presidencia de la República por el Partido Nacional Revolucionario –hoy PRI-
el 6 de diciembre de 1933. Después de una intensa campaña resultó electo
Presidente de la República en las elecciones realizadas el 4 de julio de 1934,
para el período: 1° de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940.
El problema más candente que enfrenta el nuevo gobierno, es el rezago agrario,
heredado de los anteriores gobiernos. Para atenderlo y dar una solución
radical emprende una profunda reforma agraria.
Kovalev (1976) explica, que el nuevo gobierno emprendió una profunda reforma
agraria, consistente en el reparto de los latifundios, a tal grado que durante
su sexenio repartió alrededor de 20 millones de hectáreas. La reforma agraria
liberó a la agricultura mexicana de las sujeciones semi-feudales y le garantizó
el libre desarrollo capitalista. La reforma agraria mexicana se
realizó prácticamente sin indemnización a los terratenientes, lo que liberó a
la sociedad de enormes gastos improductivos. Solamente la minoría de grandes
terratenientes gozó de indemnización. Los campesinos recibieron sus parcelas
sin pagar nada. Esta solución, tan radical y democrática del problema de la
indemnización, se produjo de manera espontánea, gracias a la correlación de
fuerzas políticas que se forjó en el país y a las particularidades del
desarrollo de la Revolución Democrático-burguesa de 1910-1917.
La profundidad de la reforma agraria
emprendida por Cárdenas, representa un salto revolucionario en el reparto
agrario, como lo evidencian los datos siguientes: desde que Carranza expidió la
Ley Agraria del 6 de enero de 1915 a noviembre de 1934 se repartieron 7152842
hectáreas de tierras a 793442 campesinos y en el período presidencia de
Cárdenas (1934-1940), se distribuyeron 18352273 hectáreas de tierras a 1 millón
de campesinos. La naturaleza clasista de los gobiernos que sucedieron a
Porfirio Díaz es más evidente, ya que de 1911, cuando Madero asume la
Presidencia de la República a 1920, año en que concluye Venustiano Carranza su
período presidencial, solo se repartieron alrededor de 200000 hectáreas de
tierras, una extensión insignificante en casi nueve años de gobierno, reparto
agrario prácticamente nulo, dada la naturaleza latifundista -hacendados- de
ambos presidentes. El resto de las 7152842 hectáreas de tierras, se repartieron
de 1921 al 30 de noviembre de 1934, por los gobiernos que sucedieron a Carranza
y lo hicieron por la presión revolucionaria de las masas campesinas, pues a
pesar de que no pertenecían a la oligarquía latifundista, no eran partidarios
del reparto agrario. Lo anterior confirma la importancia del reparto agrario en
el sexenio cardenista. Además, conjuntamente con el reparto agrario, el
gobierno apoyo con créditos al sector ejidal de la agricultura, a través del
Banco Nacional de Crédito Ejidal. Asimismo, en correspondencia con la
naturaleza social de la propiedad ejidal de la tierra, se fomentó la
organización de cooperativas para la producción agropecuaria.
La profunda reforma agraria cardenista, liquidó la vieja hacienda porfirista
con rasgos semi feudales -peones "acasillados", aparceros, tiendas de
raya, etc.- que frenaban el desarrollo capitalista de la agricultura. En este
sentido, se trata de una medida revolucionaria que "barrió" las
trabas feudales al desarrollo del capitalismo en la agricultura.
La obra económica y social del
Cardenismo no se redujo a la reforma agraria; además, implementó otras acciones
de trascendental importancia, como fueron las nacionalizaciones de los
ferrocarriles en 1937 y la del petróleo en 1938. Ambas medidas estuvieron
encaminadas a reducir el poder económico del capital extranjero,
particularmente el norteamericano, de sectores estratégicos de la economía. Los
ferrocarriles, fundamentales para el transporte de mercancías y pasajeros por
las distintas regiones del país. Las comunicaciones ferroviarias, fueron
fundamentales para la integración del país en un mercado nacional, que aunque
la red no aumentó significativamente, si implicó mantenimiento y rehabilitación
de los daños causados por el proceso revolucionario. El petróleo, desde el
principio del siglo XX adquirió importancia estratégica como fuente de energía
que mueve la economía y su traslado en propiedad del Estado fue crucial para el
desarrollo de la industria manufacturera capitalista del país. Con las
nacionalizaciones del petróleo y de los ferrocarriles se golpeó al capital
extranjero, básicamente norteamericano, que desde el Porfirismo hasta Calles
había sido privilegiado.
En la derrota de la burguesía reaccionaria, representada por Calles y aliada al
capital extranjero, así como las expropiaciones del petróleo y los
ferrocarriles, no hubieran sido posibles sin el apoyo decidido del movimiento
obrero. Para 1933 la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), con su
política laboral oficialista, estaba en una profunda crisis derivada del
asesinato de Obregón y de la debilidad de Calles. En este sentido, era
indispensable reorganizar el movimiento obrero, para que respondiera a la nueva
coyuntura sociopolítica del país. Así surgió la Confederación General de
Obreros y Campesinos de México (CGOCM) en 1933, con el propósito de unificar
los movimientos obrero y campesino. Ante la agudización de la lucha contra la
burguesía reaccionaria, en 1935, se fundó el Comité Nacional de Defensa
Proletaria (CNDP), con el fin de combatir a la contrarrevolución que estaba en
marcha para detener las reformas cardenistas. Finalmente, en febrero de 1936,
se creó la Confederación de Trabajadores de México (CTM), central obrera que
fue fundamental para implementar las transformaciones revolucionarias
cardenistas, particularmente las nacionalizaciones -expropiaciones- de los
ferrocarriles en 1937 y el petróleo en 1938.
Con la reforma agraria y las nacionalizaciones del petróleo y los
ferrocarriles, se había derrotado a la vieja oligarquía porfirista y al capital
extranjero, baluartes del antiguo sistema primario-exportador que caracterizaron
al sistema porfirista, los cuales habían sobrevivido a los gobiernos emanados
de la Revolución de 1910-1917: desde Carranza (1917-1920) hasta Abelardo
Rodríguez (1932-1934).
El reparto agrario y las nacionalizaciones de los ferrocarriles y el petróleo,
tuvieron como marco jurídico, la Constitución General de la República de 1917,
particularmente los Artículos 27 y 123, así como la Ley de Expropiación
decretada por el Presidente Lázaro Cárdenas.
Las reformas cardenistas fueron
rechazadas por la gran burguesía, particularmente la de Monterrey que se
opuso a las reformas cardenistas y conjuntamente con la crispación social y
política en 1940, definieron la sucesión presidencial a favor de Manuel Ávila
Camacho conocido por su tendencia política moderada.
3. Del capitalismo industrial al neo-liberalismo
Vizgunova (1978) afirma que el
capitalismo mexicano alcanzó su relativa madurez entre 1940 y 1970. La
ampliación de la esfera de explotación capitalista incorporó a las filas del
proletariado nuevas capas de la población trabajadora provenientes del
campesinado y de la pequeña y mediana burguesía empobrecida. La composición del
proletariado se hizo más compleja. Nuevos destacamentos de empleados de las
esferas productiva y no productiva se incorporaron a sus filas. También se
amplió considerablemente la composición del proletariado industrial por ramas
de producción; se formaron nuevos grupos de obreros fabriles en las ramas más
modernas de la industria. Aumentó el peso específico del proletariado fabril en
conjunto. Con el desarrollo industrial se intensificó la concentración de
obreros en las grandes empresas y complejos industriales, así como en distintas
regiones. Las relaciones capitalistas en el campo provocaron un aumento del
proletariado agrícola que, que en las condiciones específicas del país,
constituye uno de los destacamentos obreros más numeroso. Cuantitativamente el
proletariado mexicano urbano y rural, contaba en 1960 aproximadamente con 6.5
millones de trabajadores, y absorbía más de la mitad (57.5%) de la población
económicamente activa. De este modo, se ha convertido en la fuerza social más
numerosa y una de las clases fundamentales de la sociedad mexicana.
En el cuadro que sigue se presenta la estructura social de México para 1960.
Cuadro 2. Estructura social de México en 1960
Clase
|
Personas (miles)
|
Grande y mediana burguesía urbana
|
100
|
Latifundistas y burguesía rural
|
130
|
Proletariado urbano
|
3 500
|
Proletariado y semiproletariado rural
|
3 000
|
Campesinos y ejidatarios
|
3 000
|
Capas medias urbanas
|
1 600
|
Total
|
11 330
|
En el cuadro anterior, es evidente que en la década de 1960, el proletariado
del sector fabril –urbano y rural- empezó a predominar en el conjunto de
obreros y empleados, mientras que en 1930, constituía aproximadamente la mitad
del total de ocupados, debido principalmente al aumento considerable de la
concentración de obreros de la industria de la transformación. Si al
proletariado rural y urbano sumamos los campesinos y ejidatarios, da un total
de 9 500 000 que si la unamos el 1 600 000 personas de la clase media, que como
un todo puede ser considerada como el pueblo que de una u otra forma, es
explotada por esa minoría que posee el grueso de la riqueza.
Sin
embargo, Aguilar (1972) argumenta que para la década de 1970 ya existía un
grupo minoritario de empresarios (oligarquía) y, escribe que México tenía un
poco más de 50 millones de habitantes, de los cuales cerca de 17 millones constituían
la Población Económicamente Activa (PEA). Si conservadoramente se supone que el
3 o 4% de la PEA, como máximo, correspondía a la burguesía, resultarían unos
600000 capitalistas de todos los niveles, y, entre ellos, acaso de 50000 a 70000
con el mayor poder económico. Pero aun este pequeño sector, que en general
podría identificarse con la alta burguesía, rebasa con mucho a lo que,
estrictamente hablando, es la oligarquía, la que probablemente esté formada por
no más de un millar de influyentes mexicanos, de unos mil capitalistas del
sector privado y del sector público, que, en virtud de las posiciones que
ocupan tanto en la actividad económica como en la estructura del poder,
constituyen el núcleo que controla el grueso de la riqueza e influye
decisivamente en la vida económica y política del país. La contra-parte de la
oligarquía financiera que Aguilar estimaba en un millar de empresarios, eran
los millones de proletarios del campo y de la ciudad, así como de los
campesinos y de las capas medias de la población, sectores de la sociedad que
en conjunto percibían menor proporción de la riqueza social.
El desarrollo del capital industrial y
financiero continuo su desarrollo, acompañado por una activa participación del
Estado en la economía, mediante la creación y adquisición de empresas, no para
desplazar a la empresa privada, sino para apoyarla, a través de precios bajos
de los bienes y servicios públicos. El mayor número de empresas estatales se
formó durante los gobiernos de Luis Echeverría (1970-1976) y López Portillo
(1976-1982), período que coincide con la crisis del capitalismo industrial y
financiero. La crisis también explica, el hecho de que muchas empresas del
Estado, fueron producto de la adquisición de empresas en difícil situación
financiera, para salvarlas de la quiebra.
Para mediados de la década de 1970 en el marco de la crisis mundial del
capitalismo, el capitalismo industrial y financiero entra en crisis. Esta
favorece la consolidación del capital financiero, ya que es en ésta década
cuando se produce la concentración y la centralización del capital financiero
con la creación de la banca múltiple o universal. Con esta se genera un mayor
entrelazamiento del capital financiero con las empresas industriales y de
servicios.
En el ambiente de crisis se produce la
confrontación del gobierno con el capital financiero, dando como resultado la
creación del Consejo Coordinador Empresarial (1975), organización
política-empresarial para enfrentar a la política económica de Luis Echeverría,
particularmente al Estado “empresario”, confrontación que culmina con la
nacionalización de los bancos en 1982.
Conforme se desarrolla el capitalismo: del industrial al financiero (1940-1982)
se produce la concentración de la riqueza en un reducido número de empresarios,
a tal grado que antes de la nacionalización de los bancos en septiembre de
1982, un reducido número de grupos financieros, que según Morera (1998), era de
alrededor de 26 que conformaban una verdadera oligarquía financiera, que
concentraba la riqueza, contrastando con la extensión de la pobreza en sectores
cada vez más amplios de los trabajadores.
4. Neoliberalismo: política de la oligarquía financiera
El rasgo esencial del capitalismo
financiero actual en México, no es en el sentido clásico como se concebía a
principios del siglo pasado en los países capitalistas desarrollados, en los
que fue el resultado de la fusión del capital bancario con el industrial; más
bien, se trata de un capital financiero desvinculado de la economía real
productiva, centrado principalmente en las empresas comerciales y de servicios.
Con la nacionalización de los bancos en septiembre de 1982, el Estado,
particularmente el gobierno, aparentemente había resultado el triunfador contra
el capital financiero; sin embargo, la victoria fue parcial y temporal,
puesto que para fines del mismo año, el nuevo gobierno de Miguel de la Madrid
(1982-1988), quien inició una serie de “reformas estructurales” al servicio del
capital financiero, conocida como neoliberalismo, cuyo eje central es el libre
mercado, en el que el Estado, tenía que dejar de ser propietario y dejar la actividad
económica a la libre acción de las fuerzas del mercado.
Una de las estrategias fue la
privatización masiva de empresas del Estado, demanda exigida por el capital
financiero, desde la creación del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en 1975
en su confrontación con el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976). Con el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se produce un “salto” en la
consolidación del capital financiero, ya que se produce una segunda “ola” de
privatizaciones, que aunque no fue masiva, como en el gobierno anterior, se
trató empresas estratégicas del Estado, destacando Teléfonos de México (Telmex)
y los bancos nacionalizados. Mención especial requiere la Reforma al Artículo
27 Constitucional, en la que se legaliza la formación de Sociedades
Mercantiles, con el fin de dar facilidades al capital privado para invertir en la
agricultura y con ello favorecer la privatización de las tierras ejidales y
comunales en el campo. Con el siguiente gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000)
continua el proceso de privatización de empresas del Estado, entre las que
sobresalen los Ferrocarriles Nacionales de México, comunicación satelital,
petroquímica y privatización de pensiones del IMSS. Con el primer gobierno del
PAN, el de Vicente Fox (2000-2006) se realizó la venta al capital extranjero de
los bancos nacionales, ya que Banamex fue adquirido por el Banco estadounidense
Citigroup, Bancomer por Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) de nacionalidad
española, Serfin por el Banco español Santander, Internacional por HSBC de
capital británico e Inverlat por el banco canadiense Scotia Bank; así el 80 %
de los bancos fue adquirido por el capital extranjero, quedando el restante 20%
en poder de Banorte, único banco de capital nacional. Con el segundo gobierno
del PAN, el de Felipe Calderón (2006-2012), se crean las condiciones para la
privatización del sector energético al facilitar la entrada de capital
extranjero, así como la derrota en 2009 del último bastión sindical
representado por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), a través de la
liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. El actual gobierno
prosigue con las “reformas estructurales”, sobresaliendo la energética,
destacando la privatización de los hidrocarburos, que beneficiará al capital
extranjero y a la poderosa oligarquía financiera que detenta el poder económico
y decide el rumbo político del país. En suma el Estado “empresario” ha sido
reducido a su mínima expresión, en beneficio del capital financiero, de tal
forma que se ha reestructurado y fortalecido. Además, la riqueza se ha
concentrado en una oligarquía financiera que se mantuvo relativamente estable
las décadas de los 80 y principios de la década del 90 del siglo pasado en
alrededor de 26-27 grupos financieros y que en la actualidad oscila
aproximadamente en 16, contrastando con la enorme pobreza que padecen más de 50
millones de mexicanos.
5. Conclusiones
La sociedad feudal que sucedió
al Modo de Producción Tributario prehispánico, que imperó durante la dominación
colonial no atenuó la desigualdad social, por el contrario la agudizó.
Las reformas
liberal-burguesas de fines del siglo XVIII implementadas por los borbones
acentuaron la desigualdad social, contradicción que generó la revolución de
Independencia.
Las reformas
liberal-burguesas realizadas por los
dirigentes liberales acordes con las necesidades del capitalismo en la segunda
mitad del siglo XIX, tampoco redujeron la desigualdad social, dando como
resultado la irrupción de otra revolución: la de 1910-1917.
Las reformas cardenistas
intentaron distribuir la riqueza social en favor del pueblo trabajador, pero
fueron revertidas por los gobiernos que le sucedieron, culminando con una mayor
desigualdad social a tal grado que en los inicios de la década de los 80 del
siglo pasado, alrededor de 26 familias poseían el grueso de la riqueza,
contrastando con la enorme pobreza en que se debate la mayoría de la sociedad.
La política neoliberal
implementada desde 1983 ha incrementado la desigualdad social en niveles
extremos, ya que aproximadamente entre 15 y 20 familias detentan la mayor
proporción de la riqueza y, cuya contra-parte (el pueblo trabajador) vive en la
pobreza extrema, a pesar de las políticas sociales que han fomentado los
gobiernos neoliberales.
Es evidente que las
sociedades clasistas que sucedieron al Modo de Producción Tributario
prehispánico, no han resuelto el problema de la desigualdad social, por el
contrario la han incrementado cada vez más, contrastando con una oligarquía
cada vez más pequeña, que concentra el grueso de la riqueza.
Todas las reformas de
tinte liberal, desde las borbónicas de fines del siglo XVIII hasta las
implementadas por los liberales de la segunda mitad del siglo XIX, han generado
una enorme desigualdad social que ha sido la causa de las revoluciones, desde
la Independencia hasta la de 1910-1940.
El neo-liberalismo como la
expresión política de una oligarquía financiera de naturaleza capitalista, ha
elevado al extremo la desigualdad social, situación que no requiere mucha
reflexión para deducir la necesidad de una verdadera revolución popular.
Solo con la erradicación de la sociedad clasista
capitalista será posible la abolición de la pobreza, la cual se ha perpetuado
en la "genética" de la sociedad clasista actual.
El tránsito de la oligarquía financiera a la sociedad clasista igualitaria moderna, implica una transformación revolucionaria de la sociedad clasista actual, cuyos actores políticos principales serán las clases populares dirigidas por una organización política de vanguardia para conquistar el poder político y desde "arriba", implementar las políticas que contribuyan al establecimiento de una sociedad igualitaria moderna, en la que destierre la pobreza.
6. Bibliografía
Jürgen H.H. 1979. 1910–1917. Raíces económicas de la Revolución
Mexicana. Ediciones Taller abierto. México D. F.
Kovalev E.V. 1976. Transformaciones políticas y sociales en México de 1930 a 1940. Ediciones de Cultura Popular. México, D.F.
Morera Camacho Carlos. 1998. El capital financiero en México. Límites y
contradicciones. Ediciones Era, S.A. de C.V. México, D.F.
Vizgunova I. 1978. La situación de la
clase obrera en México. Ediciones de Cultura Popular S.A. México, D.F.
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