sábado, 15 de septiembre de 2018

REVOLUCIONES TECNOLÓGICAS CAPITALISTAS INCOMPATIBLES CON EL EMPLEO

REVOLUCIONES TECNOLÓGICAS CAPITALISTAS INCOMPATIBLES CON EL EMPLEO

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx


Introducción

El rasgo general que caracteriza al capitalismo es la producción de mercancías, régimen en el que hasta la fuerza de trabajo humana se transforma en mercancía, como resultado de la expropiación de los medios de producción de los productores directos (campesinos y artesanos), para convertirlos en mano de obra libre, dispuesta a vender su capacidad de trabajo a los capitalistas propietarios de los medios de producción expropiados.

La fuerza de trabajo como toda mercancía tiene valor de valor y valor de uso. Su valor representa el tiempo de trabajo socialmente necesario para la subsistencia del obrero y se expresa en los medios de subsistencia necesarios para su existencia y es equivalente al salario que percibe el trabajador. Es decir, la fuerza de trabajo se intercambia por su valor y se expresa como salario. En este sentido se trata de un intercambio de equivalentes. En consecuencia no hay posibilidad de plusvalía. No obstante, el valor de uso de uso de la fuerza de trabajo consiste precisamente en el trabajo que el obrero desarrolla en la empresa capitalista durante la jornada laboral, la cual se divide en tiempo de trabajo necesario en el que el trabajador produce lo equivalente al precio (salario) de su capacidad de trabajo y, en el tiempo de trabajo adicional en que se produce la plusvalía, que constituye la esencia del sistema capitalista.

La plusvalía apareció con el capitalismo y en su inicio no fue más que la transformación formal del plus-producto en su forma dineraria del régimen feudal que le antecedió en plusvalía absoluta, que implica una jornada laboral dividida en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo adicional, forma de plusvalía que prevaleció sobre todo en el período manufacturero del capitalismo.

Sin embargo, lo característico del capitalismo es la plusvalía relativa que implica la constante innovación tecnológica, por medio de la cual aumenta la productividad del trabajo, lo que permite abaratar el costo de los medios de subsistencia de los obreros y con ello disminuir el tiempo de trabajo necesario en el que el obrero compensa el salario que percibe y, por consiguiente, aumentar el tiempo de trabajo adicional en el trabajador produce la plusvalía. Esto ha venido sucediendo desde la primera revolución industrial en la segunda mitad del siglo XVIII ocurrida en Inglaterra y después extendida al resto de países. Así siguió ocurriendo con el resto de las revoluciones tecnológicas que le han sucedido. No obstante, la quinta revolución tecnológica de naturaleza digital, ha aumentado la productividad del trabajo a niveles sin precedentes con la automatización de los procesos productivos e improductivos y desde luego el aumento de la plusvalía relativa. Pero, la robotización de la economía está causando un desempleo tecnológico masivo y, como el trabajo productivo es la única fuente de plusvalía, entonces, la ganancia capitalista tiende a descender a medida que disminuye la cantidad de trabajadores relevados por las máquinas. Así pues, las fuerzas productivas han alcanzado un nivel de desarrollo con la tecnología digital, que han entrado en conflicto con las relaciones de producción capitalistas, contradicción que desembocará en una nueva revolución social que relevará dichas relaciones de producción burguesas y su sustitución por unas nuevas relaciones sociales de producción acordes con las fuerzas productivas vigentes.


Marco de referencia teórico

Marx (1859) en el prólogo de su obra: Contribución a la crítica de la economía política, expresa la tesis fundamental del materialismo histórico:

“En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una superestructura política y jurídica y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción, que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos solo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización”.

Una vez expuesto el principio fundamental del materialismo histórico, Marx (1873) en el primer tomo de El Capital analiza el proceso de producción del capital. Consecuentemente, en esta parte se hace abstracción del proceso de circulación. A grandes rasgos en este tomo inicia con el análisis de la mercancía, se descubren sus contradicciones, dando como resultado la caracterización del valor de uso y del valor. Este en su movimiento da como resultado la teoría del valor. Este en su manifestación externa da origen al valor de cambio, cuyo desarrollo, explica el surgimiento del dinero. En seguida se caracterizan las diferentes formas del dinero. Luego estudia el proceso de transformación del dinero en capital, mediante la compra-venta de la fuerza de trabajo. Más adelante, describe el proceso de trabajo, sus elementos –medios de trabajo, objeto de trabajo, medios de producción y las fuerzas productivas-. En este punto también se detalla la esencia del capitalismo: la producción de plusvalía. Sus diferentes formas se estudian a continuación. Primero la plusvalía absoluta que se relaciona con la lucha de la clase obrera por reducir la jornada laboral. Luego se caracteriza la plusvalía relativa, asociada principalmente a la primera revolución tecnológica industrial ocurrida en Inglaterra, como una forma reducir el tiempo de trabajo necesario en el que el obrero compensa lo que recibe de salario por el valor de su fuerza de trabajo y, en consecuencia se prolonga el tiempo de trabajo adicional en el que se produce la plusvalía relativa. La plusvalía extraordinaria la considera como una forma temporal de la plusvalía relativa. Analiza la tasa de explotación y la masa de explotación. En seguida estudia el salario en el capitalismo y particularmente, sus dos formas: salario por tiempo y salario a destajo. En este punto crítica a la economía política clásica, por tomar prestadas expresiones de la vida cotidiana como “precio necesario” y “precio natural”, expresiones que se quedan en la esfera del empirismo y no avanzan en el descubrimiento de la esencia del salario en el capitalismo. Además, precisa la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo, distinción que le permite explicar, que el obrero no vende su trabajo, sino su fuerza de trabajo. En este sentido, el salario es la expresión monetaria del valor de la fuerza de trabajo. Luego estudia la reproducción capitalista en sus dos vertientes. La simple y la ampliada, lo que lo lleva a explicar la esencia de la acumulación originaria de capital: el despojo violento de los medios de producción a los productores directos, para convertir a los medios de producción en propiedad del capitalista, y al mismo tiempo convertir a los productores despojados en trabajadores libres que el capitalismo requiere. También analiza la concentración y la centralización del capital. La composición técnica y orgánica del capital, el ejército industrial de reserva, etc.; procesos muy importantes relaciones con la tecnología.

Finalmente estudia la tendencia histórica de la producción capitalista: su reemplazo por un modo de producción en el que se haga compatible el carácter cada vez más social de la producción que el capitalismo ha generado, con el incesante desarrollo de las fuerzas productivas.

A la muerte de Marx en 1883, Engels (1885) publicó el tomo II de El Capital (el proceso de circulación del capital) en el que se explica que el desarrollo normal del capitalismo exige necesariamente el intercambio equilibrado entre los grandes sectores de la producción. El intercambio es una necesidad, ya que el sector I productor de medios de producción y particularmente los capitalistas y los obreros dedicados a ese sector adquieren productos del sector II para satisfacer sus necesidades de consumo individual; por otro lado, el sector II y principalmente los capitalista de ese sector necesariamente tienen que adquirir medios de producción del sector I para seguir produciendo artículos de consumo.

En el caso del sector I que elabora máquinas para producir, es evidente que la reposición de su capital constante se reduce al intercambio recíproco entre los diferentes capitalistas dedicados a ese proceso. Es decir, la reposición del capital constante en el sector I no necesita del intercambio con el sector II, puesto que los medios de producción para fabricar máquinas solo es función del sector I. Por el contrario el capital variable destinado a salario y la plusvalía del sector I solo se realiza con el intercambio con artículos de consumo del sector II que representan al capital constante. Los capitalistas del sector II al vender productos de consumo a los capitalistas y obreros del sector I transforman una parte de su producción en dinero, el cual es utilizado para la adquisición de medios de producción. En cuanto al capital variable utilizado en salarios y la plusvalía se realizan en el seno del propio sector II, a través de la compra de artículos de consumo para cubrir sus necesidades.

La crisis se produce como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, traducido fundamentalmente en la elaboración de máquinas cada vez más perfeccionadas que al ser incorporadas a la producción de artículos de consumo, provocan la creación de una cantidad enorme de productos que rebasan los límites del capital variable y la plusvalía del sector I, de tal forma que se presenta un excedente de producción que no puede ser realizado, originando que el capital constante del sector II no pueda ser repuesto. El equilibrio se logra solo por medio de la crisis.

La crisis no es una sobre-producción de medios de producción, sino una sobre-producción de artículos de consumo, debido a una mayor productividad de las máquinas.

Tanto en el sector I como en el sector II, el mejoramiento tecnológico genera el desplazamiento de fuerza de trabajo, por lo tanto en ambos sectores la ganancia tiende a disminuir; en consecuencia, la crisis estalla en el momento que las ganancias capitalistas ya no son compatibles con un mayor desarrollo tecnológico.

El centro del desarrollo de las fuerzas productivas reflejado en la producción de mejores medios de producción se da en el sector I dedicado a la producción de máquinas.

El mayor desarrollo tecnológico en el sector I se traduce en la fabricación de máquinas para producir máquinas, lo cual origina un mayor desplazamiento de mano de obra. Esto provoca el descenso del capital variable y la plusvalía de los obreros y capitalistas del sector I; proceso que conjuntamente contribuye al descenso de las ganancias capitalistas, puesto que el peso del capital constante aumenta en mayor proporción que el capital variable. Esto provoca que la ganancia cada vez más se rezague respecto al volumen de los artículos de consumo del sector II que representan al capital constante. 

Con otras palabras el descenso de las ganancias capitalistas en el sector I origina la sobre-producción de artículos de consumo en el sector II, desencadenándose la crisis para restablecer el equilibrio entre la ganancia capitalista del sector I y la sobre-producción del sector II, y específicamente de los artículos que representan al capital constante.

La crisis se produce en el momento que el desequilibrio entre el sector I y el sector II ya no es posible mantenerse.

La crisis se agrava aún más, ya que también en el sector II se produce el descenso de la ganancia, ya que la introducción de máquinas más perfeccionadas, también desplazan mano de obra; originando que los artículos de consumo tampoco se realicen en su totalidad por el capital variable y la plusvalía en el seno del propio sector II. Así pues, se produce un excedente de artículos de consumo incompatible con la ganancia de los capitalistas de ambos sectores de la producción.

Al igual que el segundo tomo de El Capital, Engels (1894) publicó el tomo III (el proceso global de la producción capitalista) en el que se expone la ley de la tendencia decreciente de la ganancia capitalista: a medida que se desarrolla el capitalismo, el capital constante (principalmente máquinas) va desempeñando un mayor peso en relación al capital variable (salarios), puesto que el capitalismo produce la innovación científica para ponerla al servicio de la producción (tecnología aplicada), y como el capital constante no genera plusvalía, entonces, es evidente que si el capital variable va disminuyendo en proporción al capital constante, en consecuencia desciende la tasa de ganancia. Con otras palabras, a medida que se desarrolla el capitalismo aumenta la composición orgánica del capital, es decir, el capital constante se incrementa más a prisa que el capital variable, lo cual origina que se genere un descenso de la tasa de ganancia.

La competencia capitalista provoca que permanentemente los capitalistas desarrollen la productividad del trabajo, a través de la mejora tecnológica, para apropiarse de una mayor cantidad de plusvalía relativa y extraordinaria. Sin embargo, el aumento de la productividad implica un mayor peso del capital constante en relación al capital variable y por consiguiente la tasa de ganancia se reduce.

Como la producción capitalista es en esencia reproducción ampliada –acumulación-, entonces, tanto el capital constante como el capital variable, en términos absolutos tienden a incrementarse a medida que se desarrolla la producción capitalista; por lo tanto, la ley de la tasa decreciente de ganancia implica únicamente, que en forma relativa el capital variable es menor que el capital constante.

La ley decreciente de la tasa de ganancia capitalista es una tendencia contrarrestada por diversas causas, entre las que destacan el aumento del grado de explotación del trabajo asalariado, que al incrementar la producción de plusvalía frena el descenso de la ganancia; la reducción del salario por debajo de su valor, que al disminuir el valor de la fuerza de trabajo también contrarresta el efecto de dicha ley; disminución del precio de los elementos del capital constante, como consecuencia del incremento de la productividad del trabajo; la superpoblación relativa que presiona a la baja al salario; el comercio exterior, a través del intercambio desigual que favorece el abaratamiento de los productos, principalmente para los países más desarrollados y finalmente el aumento del capital por acciones. Este último factor, contrarresta el descenso de la tasa de ganancia, mediante la centralización del capital, puesto que la fusión de capitales aislados produce una gran concentración de obreros en empresas de mayores dimensiones, favoreciendo así una mayor explotación del trabajo y con ello una mayor extracción de plusvalía.

Conforme se desarrolla el capitalismo se incrementa la productividad. Esta al crecer reduce el tiempo de trabajo necesario, aumentado así la tasa de plusvalía al prolongarse el tiempo de trabajo adicional. Sin embargo, la productividad genera un proceso contrario, puesto que al introducirse mejoras tecnológicas se produce una disminución de la cantidad de obreros, en consecuencia se reduce la ganancia. Así pues, a pesar de que existen factores que contrarrestan el descenso de la tasa de ganancia, también existen factores contrarios que en última instancia favorecen la operación de la ley de la tasa decreciente de ganancia.

El capitalismo tiende a desarrollar en forma absoluta las fuerzas productivas independientemente del valor, la plusvalía y las relaciones sociales en que se desenvuelve; pero por otro lado tiene como objetivo la producción y apropiación de plusvalía, de aquí que frecuentemente se presenten crisis, que no son más que soluciones violentas y momentáneas de las contradicciones existentes, bruscos estallidos que restablecen temporalmente el desequilibrio.

La tasa de ganancia es la fuerza motriz de la producción capitalista y solo se origina si se puede producir con ganancia y en la medida en que es posible producir con ella. El desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social es la tarea histórica y la justificación del capital. Esa es precisamente la manera en que se crea, sin saberlo, las condiciones materiales de un modo de producción superior.

Según Pérez (2004) entre los años de 1770 y el 2000 se han sucedido cinco revoluciones tecnológicas, cuyas características se resumen en el siguiente cuadro.

Cuadro 1. Revoluciones tecnológicas (1770-2000)
Revolución tecnológica
Nombre
País
Big bang iniciador de la revolución
Año
Primera
Revolución industrial
Inglaterra
Mecanización de la industria textil
1771
Segunda
Era del vapor y los ferrocarriles
Inglaterra
Prueba del motor a vapor Rocket para el ferrocarril Liverpool-Manchester
1829
Tercera
Era del acero, la electricidad y la ingeniería pesada
Estados Unidos y Alemania
Inauguración de la acería Bessemer de Carnegie en Pittsburgh Pennsylvania
1875
Cuarta
Era del petróleo, el automóvil y la producción en masa
Estados Unidos y Alemania
Salida del primer modelo-T de la planta Ford en Detroit, Michigan
1908
Quinta
Era de la informática y las telecomunicaciones
Estados Unidos
Invento del microprocesador Intel en Santa Clara, California
1971
Fuente: Pérez (2004)

Las cinco revoluciones que se han sucedido en el marco del capitalismo, según la autora mencionada, han tenido una temporalidad entre 50 y 60 años.

Rabilotta (2011) afirma que en el capitalismo actual: el aumento del capital constante destinado a automatizar o robotizar los procesos de producción comienza el proceso irreversible de reducción constante de la mano de obra, del capital variable en la fórmula empleada por Karl Marx, en prácticamente todos los procesos productivos. La acrecentada competencia entre capitalistas acentúa la baja tendencial de la ganancia y alimenta la revolución tecno-científica que ha permitido en el último siglo emprender el camino de la automatización del modo de producción. Desde los años 60 comenzó a cristalizarse el modo de producción en el cual la “mano” de la manufactura comienza a ser desplazada mecanismos, antecesores de los actuales sistemas robóticos presentes y a veces dominantes en la mayoría de los procesos de producción. El avanzado proceso de automatización aumenta la producción y disminuye significativamente la participación de “la principal fuerza productiva, el hombre”, el trabajador asalariado, que no solo es excluido del proceso de producción sino del consumo, es decir del mercado, fase vital para la reproducción del capital. En otras palabras, el desarrollo de las fuerzas productivas en los principales centros del capitalismo gracias a la automatización, la informática y el acelerado desarrollo científico-técnico, que acelera la disminución de la principal fuerza productiva, el hombre mismo mientras aumenta la producción, está provocando una contradicción fundamental con las relaciones de producción y de cambio, conflicto que causará una nueva revolución social que relevará el capitalismo financiero actual, por otras relaciones de producción superiores acordes con el elevado desarrollo de las fuerzas productivas presentes, tal como lo previó Marx en 1859.


Revoluciones tecnológicas capitalistas incompatibles con el empleo

El rasgo genérico de las cinco revoluciones tecnológicas es el desplazamiento de la mano de obra en los procesos económicos. Lo que ha variado es la magnitud de la sustitución de la fuerza de trabajo en cada una de las revoluciones tecnológicas. En la primera son las máquinas las que relevan a trabajadores e inicia en Inglaterra con la mecanización de la industria textil en 1771. Después en 1829 en la era del vapor y los ferrocarriles, la revolución se produce en el transporte de mercancías y pasajeros, cambio cualitativo que “barrió” con los carretas y carruajes, talleres y la tracción animal. En 1875 en la era del acero, la electricidad y la ingeniería pesada, se revoluciona la industria de la construcción y la mecanización de la industria y el transporte. La cuarta revolución conocida como la era del petróleo, el automóvil y la producción en masa, inaugura el uso del petróleo como fuente de energía para el movimiento del transporte automotriz. Finalmente la era de la informática y las telecomunicaciones, que inicia en 1971 y sigue vigente en la actualidad, está produciendo la automatización masiva de las actividades económicas, tanto productivas como improductivas, proceso que está causando un desempleo tecnológico masivo, tanto en los países capitalistas desarrollados como en los países capitalistas subdesarrollados.

Oppenheimer (2018) con base en la experiencia de haber constatado en Europa, Asia y América y, además, entrevistas con expertos en el impacto de la tecnología digital en el mundo laboral, concluye que: “es probable que, en las próximas dos décadas, casi la mitad de los trabajos sea reemplazada por computadoras con inteligencia artificial”.

Galván (2018) escribe que: “No obstante las cuantiosas ganancias que registra año tras año, el segundo banco más grande de España y número uno en México, BBVA-Bancomer, emprendió un recorte de personal en su filial mexicana que alcanzará a 984 empleados, según el servicio informativo Infosel. El periódico español El Economista cifra los despidos en un número mayor a mil 500 personas. Publicó que el motivo del recorte es el proceso de digitalización que está llevando a cabo la institución financiera. En mayo, el consejero delegado Carlos Torres Vila dijo que la digitalización es una de las principales herramientas de la empresa para lograr eficiencia y así enfrentar las depreciaciones de ciertas monedas con las que opera, como el peso mexicano. Esa teoría sí que es genial: enfrentar los efectos de una devaluación despidiendo empleados. El beneficio neto del grupo bancario en 2017 fue de 45 mil 603 millones de pesos, 11.8 por ciento más frente a los 40 mil 787 millones del año anterior. Las utilidades generadas por la institución en México fueron equivalentes a 40.3 por ciento del total de las obtenidas por el Grupo BBVA en los 11 países en que opera”.

Es evidente que la tendencia a la automatización de los procesos laborales, derivada de la revolución digital actual, nadie la detiene y en consecuencia el desempleo tecnológico cada vez será mayor.


Discusión

La esencia del  capitalismo es la generación de plusvalía (trabajo no pagado) durante el proceso de producción de mercancías y, las dos para producirla son alargando la jornada laboral (plusvalía absoluta), agotada históricamente, por lo que la única fuente de plusvalía a la que recurre el capitalista es la plusvalía relativa. Esta está asociada al desarrollo tecnológico, pues es el único que hace posible reducir el tiempo de trabajo necesario, período en el que el obrero cubre lo que percibe como salario de la venta de su fuerza de trabajo y el resto de la jornada laboral (tiempo de trabajo adicional) se prolonga, con lo que aumenta la plusvalía, que constituye la fuente de la ganancia capitalista. En este sentido el capitalismo tienen que revolucionar permanentemente la tecnología para garantizar la creación de la plusvalía relativa y, mientras la innovación tecnológica se produce en alguna industria en particular se produce una plusvalía relativa extraordinaria que beneficia a las industrias innovadoras tecnológica y que posteriormente al generalizarse en las industrias se normaliza como plusvalía relativa.

Sin embargo, las revoluciones tecnológicas que han sido característica del capitalismo desde hace casi 250 años, cuando se produjo la primera revolución industrial en Inglaterra y la consiguiente mecanización de la industria textil, tuvo el inconveniente de sustituir mano de obra. Lo mismo sucedió con la siguiente revolución tecnológica relacionada con la máquina de vapor que se incorporó a los ferrocarriles, también ocurrida en Inglaterra, la que provocó la desaparición de muchos trabajadores que se dedicaban al transporte tradicional a base de carruajes que se movían con tracción animal. No se diga de la tercera revolución tecnológica: la del acero, la electricidad y la industria pesada, ocurrida en Alemania y Estados Unidos, la cual mejoró la construcción de los transportes (ferrocarriles, barcos, etc.) y una mayor mecanización de los procesos productivos (industria y agricultura), lo que implicó el incremento de trabajadores relevados por las máquinas y su incorporación al “ejército” de desempleados. La cuarta revolución tecnológica acaecida a principios del siglo pasado, cuyo epicentro fue Estados Unidos y Alemania, estuvo asociada a la producción en masa de vehículos movidos con motores de combustión interna a base de petróleo como fuente de energía, innovación tecnológica que revolucionó el trasporte público y privado. Finalmente, la quinta revolución tecnológica con sede en California (Estados Unidos), relacionada con la informática y las telecomunicaciones, inicia en la década de los 70 del siglo XX y continúa en el presente siglo XXI. A diferencia de las cuatro revoluciones tecnológicas que le han antecedido, se trata de una innovación técnica que está causando la automatización de todas las actividades económicas, tanto productivas como improductivas, proceso que está intensificando el desempleo tecnológico.


Conclusiones

Las cinco revoluciones tecnológicas que se han sucedido en los últimos 250 años han sido el fundamento de la plusvalía relativa desde el capitalismo industrial hasta el actual capitalismo financiero. Pero en el presente la revolución digital con su automatización de la economía, al mismo tiempo que aumenta la productividad del trabajo, también causa el desempleo masivo. Con esto el capitalismo pierde parcialmente la principal fuente de plusvalía base de su ganancia. Así ha entrado en una contradicción, entre las fuerzas productivas que se desarrollan incesantemente como consecuencia de las revoluciones tecnológicas que chocan con las relaciones de producción capitalistas, las cuales tendrán que ser relevadas por unas nuevas relaciones sociales de producción en correspondencia con el nivel alcanzado por las actuales fuerzas productivas.

Así pues, el capitalismo con sus cinco revoluciones tecnológicas ha desarrollado las fuerzas productivas en un nivel como nunca lo habían logrado los sistemas socio-económicos que le han precedido y con ello ha preparado las condiciones de su relevo por un nuevo modo de producción superior que potencie el subsecuente ascenso de las fuerzas productivas, en el que el mayor tiempo libre del hombre derivado de la automatización, sirva para actividades recreativas y coadyuven en la formación de hombres universales y así acabar con la mediocridad que reina en la sociedad capitalista actual.

La producción de bienes materiales es inherente a la sociedad humana e implica la aplicación productiva de la tecnología: desde la comunidad paleolítica y neolítica hasta el capitalismo financiero actual y, sólo en los sistemas socio-económicos clasistas la tecnología está al servicio de los intereses de la clase dominante económicamente. En este sentido la tecnología no es mala de por sí, es en el marco de las relaciones de producción capitalistas actuales, lo que ha causado un desempleo tecnológico masivo que amenaza la estabilidad del propio capitalismo; sin embargo, en una nueva sociedad la automatización será una bendición para el disfrute de la sociedad.


Bibliografía

Galván Ochoa Enrique. 2018. BBVA Bancomer despedirá a casi mil empleados. La Jornada. Ciudad de México, México.

Marx Karl. 1859. Contribución a la crítica de la economía política. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. México, D.F.

Marx Karl. 1873. El Capital. Tomo I. El proceso de producción del capital. Segunda Edición. Londres, Inglaterra. Siglo XXI Editores (2014). México, D.F.

Marx Karl-Engels Friedrich. 1885. El Capital. Tomo II. El proceso de circulación del capital. Siglo XXI Editores (2014). México, D.F.

Marx Karl-Engels Friedrich. 1894. El Capital. Tomo III. El proceso global de la producción capitalista. Siglo XXI Editores (2014). México, D.F.

Oppenheimer Andrés. 2018. ¡Sálvese quien pueda¡. El futuro del trabajo en la era de la automatización. Penguin Random House. Grupo Editorial, S.A. de C.V. Ciudad de México, México.

Pérez Carlota. 2004. Revoluciones tecnológicas y capital financiero. Dinámica de las grandes burbujas financieras y las épocas de bonanza. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. México, D.F.

Rabilotta Alberto. 2011. Y parece que Marx tenía razón. https://www.alainet.org/es/active/47472.

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