LENGUAJE: EXPRESIÓN PRÁCTICA DE LA CONCIENCIA HUMANA
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
Introducción
La conciencia es una característica esencial de la especie humana y en general puede definirse como la capacidad del cerebro del hombre para reflejar mentalmente la realidad material, a través de la religión (Dios), el arte (expresión de lo abstracto en lo concreto) y la ciencia (conceptos, definiciones y leyes); formas de la conciencia, específicamente humanas, de las que carecen los animales, puesto que los animales carecen de dioses y sus templos correspondientes, de obras artísticas y no se diga de ciencia como forma superior de la conciencia.
Si la conciencia es un rasgo propiamente humano, por consiguiente, es conveniente conocer su origen que está asociado a la aparición de la especie humana. Según las evidencias geológicas, climáticas y biológicas, el hombre primitivo surgió en el oriente africano, hace unos dos millones de años, en las regiones tropicales de Tanzania, Kenia y Etiopía, países en los que se encontraron restos de Homo habilis, que probablemente descendió de su antecesor el Australopithecus.
El rasgo esencial de Homo habilis que permitió definirlo, fue su habilidad para fabricar herramientas de trabajo para proveerse de alimentos, particularmente de productos vegetales y muy posiblemente para valerse de medios para el carroñeo de los animales salvajes, cazados por los animales depredadores salvajes que coexistieron con el. Le sucedió el Homo erectus, desde luego con instrumentos de trabajo más perfeccionados que su antecesor, así como, el descubrimiento del fuego, invento que fue crucial para el desarrollo del hombre, ya que le permitió calentarse en un ambiente frío, protegerse de los animales salvajes y utilizarlo como medio para su caza. Además, el fuego fue fundamental para el cocido de los alimentos vegetales y animales, proceso que favoreció una mejor asimilación de los nutrientes y como el metabolismo condiciona la anatomía; en este sentido, el sistema digestivo se redujo en tamaño, lo que favoreció el crecimiento de su cerebro, de tal forma que su cerebro pesaba unos 900 gramos, que comparados con los 600 gramos de su predecesor, la diferencia es significativa y se tradujo en una mayor complejidad. Posteriormente, existieron algunas especies humanas emparentadas con el género Homo, pero todavía la línea de descendencia no es definitiva, lo que si es cierto es que el Homo sapiens (hombre de Cro-Magnon) que vivió en Europa hace unos 40 000 años y con herramientas más sofisticadas y con un cerebro más complejo como sustrato material de la inteligencia, le permitieron derrotar al hombre de Neandertal que todavía existía en Europa.
Es con el Homo sapiens con el que apareció propiamente el lenguaje como un producto social, derivado de una vida social más compleja y desde entonces se convirtió en la expresión práctica de la conciencia humana. Pero, la ciencia como forma superior de la conciencia, todavía no había aparecido, tuvieron que pasar otros miles de años, para que se produjera la primera revolución tecno-productiva: la Revolución Neolítica, con la que aparece el cultivo de plantas (agricultura) y la domesticación de animales (ganadería), actividades que aumentaron la productividad de alimentos dieron origen a la primera división social del trabajo (tribus agrícolas y tribus ganaderas). Además, hizo posible el surgimiento de la sociedad clasista: el Esclavismo hace unos 1000 años antes de Cristo. Con el Esclavismo, apareció la división del trabajo en intelectual y físico, lo que hizo posible el surgimiento de la ciencia desarrollada por los intelectuales, representantes de la élite esclavista: primero la ciencia general (filosofía) y después los rudimentos de las ciencias particulares sistematizadas por Aristóteles (384-322 a. C.), las cuales exigían el concurso del lenguaje como medio para generalizar lo singular y transformarlo en conceptos, definiciones (juicios) y razonamientos, rasgos que caracterizan a todas las ciencias; es decir, sin lenguaje, no hay ciencia.
Origen de la conciencia
Si la conciencia es privativa de la especie humana, para entender su origen por lo menos hay que retroceder en el tiempo al Eón Fanerozoico (vida visible) en el que la vida se
hizo más compleja. Aparecieron los anfibios, luego los reptiles y poco después
los mamíferos y las aves. En la extinción de los reptiles (dinosaurios) tal vez
tuvo que ver una casualidad que cambió radicalmente la historia de la vida en
la Tierra: probablemente el impacto de un meteorito de unos 10-15 kilómetros de
diámetro, en lo que hoy es la Península de Yucatán y sus consecuencias
inmediatas fue un excesivo calor y luego por la presencia de cenizas en la
atmósfera que bloquearon la radiación solar, provocó frío, ambos, el calor y el
frío eliminaron a los dinosaurios y le “desbrozaron” el camino evolutivo a los pequeños
mamíferos hace unos 65 millones de años (Álvarez, 2017).
De los mamíferos se desprendieron los primates, entre los que se encuentran los simios y los monos antropoides (gorilas, orangutanes y
chimpancés) hace unos treinta millones de años. Luego hace unos 15 millones de
años aparecieron los homínidos (todas las especies emparentadas con el linaje
humano), que una vez más por la tectónica de placas se produjo un hundimiento
en el este africano y como consecuencia, la elevación del relieve en las partes contiguas, lo que
alteró la trayectoria de los vientos y de ser un clima cálido húmedo de
exuberante vegetación y fauna, el oriente africano se torna seco, clima que
condicionó el origen de la sabana, caracterizada por la existencia de grandes
llanuras de pastizales, arbustos y árboles espaciados. En este nuevo ambiente
nuestros antepasados arborícolas tuvieron que bajar de los árboles al suelo en
busca de alimentos, condición que los obligó a caminar erguidos
(Australopitecos), con lo que les quedaron libres las extremidades anteriores (manos) que al principio
las utilizaron para manipular objetos y luego fabricar instrumentos de trabajo
primitivos, dando así origen al hombre primitivo: el Homo habilis, que todavía
conservaba algunos rasgos de sus antecesores, pero su capacidad
de fabricar herramientas de trabajo lo elevaron por arriba de sus predecesores,
ya con un cerebro de unos 600 gramos, más grande que el de los Australopitecos que le antecedieron y cuyo cerebro pesaba unos 350-400 gramos. A la práctica laboral rudimentaria
basada en la apropiación directa de lo que la naturaleza le aportaba (recolección
de productos vegetales y caza de animales salvajes), también la correspondió un
lenguaje primitivo inarticulado en el que se comunicaba con todo el cuerpo,
pero principalmente con las manos. El Homo erectus que le sucedió, hace unos 1.8 millones de años y sobrevivió hasta hace unos 300 000 años, perfeccionó sus instrumentos de trabajo y logró un invento crucial para su existencia: el fuego, técnica que le permitió protegerse del
frío en un ambiente de continuas glaciaciones que iniciaron en el Pleistoceno,
último periodo de la Era Cenozoica (vida reciente), además le sirvió para
ahuyentar y cazar a los animales depredadores que coexistieron con él y lo más importante le permitió cocer sus alimentos, lo que los hizo
más asimilables y, por consiguiente, el cerebro se desarrolló cuantitativa y
cualitativamente, a tal grado que alcanzó un tamaño de unos 900 gramos. Sin
embargo, su lenguaje seguía siendo inarticulado y rudimentario y básicamente
corporal como su antecesor el Homo habilis. El siguiente hombre apareció hace
unos 35 000 años, con instrumentos de trabajo más perfeccionados y un cerebro de mayor tamaño (1500 gramos) y más complejo, cuya actividad práctica social condicionó la aparición del lenguaje articulado, fundamental para el proceso de abstracción, como lo prueban las pinturas rupestres que elaboraron, en las que se plasma en imágenes concretas lo abstracto.
La ciencia como forma superior de la conciencia, todavía no había aparecido,
tuvieron que pasar otros miles de años, para que apareciera la primera revolución tecno-productiva: la
Revolución Neolítica, con la que aparece el cultivo de plantas (agricultura) y
la domesticación de animales (ganadería), actividades que aumentaron la
productividad de alimentos y asimismo dio origen a la primera división social del
trabajo (tribus agrícolas y tribus ganaderas). Además, hizo posible el surgimiento de la sociedad clasista: el
Esclavismo hace unos 1000 años antes de Cristo. Con el Esclavismo, apareció la
división del trabajo en intelectual y físico, lo que hizo posible el
surgimiento de la ciencia desarrollada por los intelectuales, representantes de la élite esclavista: primero la ciencia general (filosofía) y después los
rudimentos de las ciencias particulares sistematizadas por Aristóteles (384-322
a. C.), las cuales exigían el concurso del lenguaje como medio para generalizar lo singular y transformarlo en conceptos, definiciones (juicios) y razonamientos, rasgos que caracterizan a todas las ciencias; es decir, sin lenguaje, no es posible, la existencia de la ciencia.
Lenguaje
y conciencia
Engels (1876), en un escrito inconcluso,
titulado: El papel del trabajo
en la transformación del mono en hombre, escribió:
“El trabajo es la fuente de toda riqueza,
afirman los especialistas en economía política. Lo es, en efecto, lo mismo que
la naturaleza, que provee de materiales que él convierte en riqueza. Pero el
trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda
la vida humana. Y lo es en grado tal que, hasta cierto punto debemos decir que
el trabajo ha creado al propio hombre”.
Refiriéndose a los monos antropomorfos –hoy
conocidos como homínidos- antecesores del hombre, por las nuevas condiciones de
vida se vieron en la necesidad de evolucionar de la forma cuadrúpeda a la
postura erecta, salto que fue decisivo para la transformación del mono en
hombre:
“Es de suponer que como consecuencia, ante todo,
de su género de vida, por el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar
funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a
prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar cada vez más
una posición erecta. Fue el paso decisivo para la transición del mono al
hombre”.
Con el trabajo las relaciones sociales se
volvieron más complejas y junto con las premisas biológicas, dieron origen al
lenguaje. Tanto el trabajo como el lenguaje impactaron en el desarrollo del
cerebro:
“En resumen, los hombres en formación llegaron a
un punto en el que tuvieron algo que decirse unos a otros. La necesidad creó el
órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero
firmemente, mediante modulaciones que producían a su vez modulaciones más
perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar
un sonido articulado tras otro…La comparación con los animales prueba que esta
explicación del origen del lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la
única correcta…Primero el trabajo, luego con él el lenguaje articulado, fueron
los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue
transformando gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su
similitud, lo supera considerablemente en tamaño y en perfección. Y a medida
que se desarrollaba el cerebro, se desarrollaban también sus instrumentos más
inmediatos: los órganos de los sentidos. De la misma manera que el desarrollo
gradual del lenguaje es acompañado necesariamente del correspondiente
perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo general del
cerebro está ligado al perfeccionamiento de todos los órganos de los sentidos… El
desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, la creciente claridad
de conciencia, el poder de abstracción y de discernimiento cada vez mayores,
reaccionaron a su vez sobre el trabajo y el lenguaje, estimulando más y más su
desarrollo. Cuando el hombres se separa definitivamente del mono, este
desarrollo no cesa ni mucho menos, sino que continúa, en distinto grado y en
distintas direcciones entre los distintos pueblos y en las diferentes épocas,
interrumpido incluso a veces por regresiones de carácter local o temporal, pero
avanzando en su conjunto a grandes pasos, considerablemente impulsado y, a la
vez, orientado en un sentido más preciso por un nuevo elemento que surge con la
aparición del hombre completo: la sociedad”.
Así pues, el lenguaje es un producto social. Surgió en forma rudimentaria, en el hombre
primitivo (Homo habilis) hace unos dos millones de años y fue la respuesta necesaria para comunicarse durante el proceso laboral, que aunque se trataba básicamente de un lenguaje corporal, particularmente de las manos fue muy importante para el desarrollo posterior de la especie humana. Se desarrolló con el Homo erectus. En
este el lenguaje siguió siendo en lo fundamental un medio de comunicación corporal. Con
el Homo sapiens hace unos 40 000 años, además, de medio de comunicación también
se transformó en el fundamento de la generalización y la abstracción,
actividades mentales que hicieron posible el pensamiento abstracto reflejado en
el arte (pinturas rupestres). Tiempo después, entre los siglos VII-IV, a.C. en Grecia, apareció la ciencia primitiva (filosofía) y las ciencias particulares rudimentarias, como formas superiores de la conciencia humana, en la que el lenguaje fue el medio para la generalización y abstracción de la realidad material y el descubrimiento de conceptos abstractos y su combinación para formar juicios y razonamientos, todos pertenecientes a la lógica (ciencia del pensamiento), cuya sistematización es inherente a toda ciencia. Así pues, sin el lenguaje oral o escrito, la ciencia es imposible.
Vygotsky (1884) en su obra: Pensamiento y lenguaje, expone sus conclusiones principales de sus investigaciones:
1.
El pensamiento y el lenguaje tienen diferentes raíces genéticas. 2. El
desarrollo del pensamiento y el lenguaje siguen líneas distintas y son
independientes uno del otro. 3. La relación entre el pensamiento y el lenguaje
no es una magnitud más o menos constante en el curso del desarrollo
filogenético. 4. Los antropoides manifiestan un intelecto semejante al del
hombre en unos aspectos (rudimentos de empleo de instrumentos) y un lenguaje
semejante al del hombre en otros (fonética del habla, función emocional y
rudimentos de la función social del lenguaje). 5. Los antropoides no
manifiestan la relación característica del hombre: la estrecha correspondencia
entre el pensamiento y el lenguaje. En el chimpancé uno y otro no guardan
ningún tipo de conexión. 6. En la filogenia del pensamiento y el lenguaje, se puede reconocer indiscutiblemente una fase pre-lingüística en el desarrollo
de la inteligencia y una fase pre-intelectual en el desarrollo del lenguaje.
Es evidente que el tipo superior de comportamiento del chimpancé, como
quiera que se considere, en tanto que lo caracteriza el uso de instrumentos,
constituye el anticipo embrionario del comportamiento humano. Para los
marxistas no resulta en absoluto inesperado el descubrimiento de Köhler. Marx
dice al respecto: “El uso y la creación de instrumentos de trabajo, aunque
propio en forma rudimentaria de algunas especies animales, constituye el rasgo
característico específico del trabajo humano...”
Respecto a la formación del concepto en el niño, el autor citado, comenta que es imposible sin palabras, el pensamiento en conceptos es imposible
sin el pensamiento basado en el lenguaje. El aspecto nuevo, esencial y central
de todo este proceso, puede ser considerado con fundamento, la causa del desarrollo de los conceptos, es el uso específico de la palabra, la utilización
funcional del signo como medio de formación de conceptos. La relación entre el
pensamiento y la palabra no es una cosa, sino un proceso, esa relación es el
movimiento del pensamiento hacia la palabra y al revés, de la palabra hacia el
pensamiento. A la luz del análisis psicológico, esta relación aparece como un
proceso en desarrollo, que atraviesa una serie de fases y estadios, en los
cuales experimenta los cambios propios del desarrollo. Desde luego, no se trata
de un desarrollo relacionado con la edad, sino de un cambio funcional, pero esa
evolución del propio proceso del pensamiento desde el pensamiento hasta la
palabra es desarrollo. El pensamiento no se manifiesta en la palabra, sino que
culmina en ella. A este respecto cabría hablar del proceso de formación (unidad
del ser y del no ser) del pensamiento en la palabra. Todo pensamiento trata de
unir algo con algo, de establecer una relación entre algo y algo. Todo
pensamiento posee movimiento, fluidez, desarrollo, en una palabra, el
pensamiento desempeña una función determinada, un trabajo determinado, resuelve
una tarea determinada. Ese fluir del pensamiento se efectúa como un movimiento
interno a través de toda una serie de planos, como el paso del pensamiento a la
palabra y de la palabra al pensamiento. Por eso, la primerísima tarea de todo
análisis que desee estudiar la relación entre el pensamiento y la palabra como
el movimiento del pensamiento hacia la palabra es estudiar las fases que
integran este movimiento, diferenciar la serie de planos que recorre el
pensamiento encarnado en la palabra. La experiencia enseña, que el pensamiento no se refleja en la
palabra, se realiza en ella; así pues, el rasgo diferenciador fundamental de la palabra lo constituye el reflejo generalizado de la realidad.
La investigación realizada conduce
de lleno al umbral de otro problema, aún más amplio, aún más profundo, aún más
ambicioso que el problema del pensamiento: el problema de la conciencia... Se ha llegado a una faceta de la naturaleza de la palabra cuyo significado
sobrepasa los límites del pensamiento como tal y que sólo puede estudiarse en
toda su plenitud dentro de un problema más general: la palabra y la conciencia. La
percepción y el pensamiento disponen de diferentes procedimientos para reflejar
la realidad en la conciencia. Estos distintos procedimientos suponen diferentes
tipos de conciencia. Por eso, el pensamiento y el lenguaje son la clave para
comprender la naturaleza de la conciencia humana. Si el lenguaje es tan antiguo
como la conciencia, si el lenguaje es la conciencia que existe en la práctica
para los demás y, por consiguiente, para uno mismo, es evidente que la palabra
tiene un papel destacado no sólo en el desarrollo del pensamiento, sino también
en el de la conciencia en su conjunto: Las investigaciones empíricas muestran a
cada paso que la palabra desempeña ese papel central en el conjunto de la conciencia
y no sólo en sus funciones aisladas. La palabra representa en la conciencia, en
términos de Feuerbach lo que es absolutamente imposible para una persona y
posible para dos. Es la expresión más directa de la naturaleza histórica de la
conciencia humana.
Así
pues, Vygotsky (1884) ya había llegado a la conclusión en correspondencia
con el Marxismo que, el lenguaje (palabra) es la realización “material” del
pensamiento.
Tiempo después Luria (1934) escribió un Epílogo a su obra, en el que afirma, lo siguiente:
Pensamiento
y lenguaje es, sin duda, uno de los principales trabajos de Vygotsky. Dedicado
al problema de la relación entre el pensamiento y el lenguaje, constituye una
importantísima investigación que desarrolla las tesis fundamentales de la
teoría general creada por él y al mismo tiempo ofrece un análisis crítico
de los intentos más conocidos de resolver este problema, intentos que
predominaban en la ciencia psicológica de Europa Occidental durante la década
de los años 20 y comienzos de los años 30.
Es
sabido que en la resolución del problema del pensamiento y de su interrelación
con el lenguaje se enfrentaban las dos corrientes fundamentales de la
psicología. Una de ellas, el asociacionismo, que alcanzó su más alto nivel en
el siglo XIX, descomponía el proceso del pensamiento en los elementos
principales: las ideas (concretamente; las ideas que se hallaban tras palabras
aisladas) y trataba de mostrar que el pensamiento se reduce en esencia a las
asociaciones (conexiones) de estos elementos. Semejante enfoque de los procesos
del pensamiento figuraba en la mayoría de los libros y manuales que utilizaron
generaciones de psicólogos. Es completamente natural que al descubrir los
elementos que integran el pensamiento los partidarios de la teoría
asociacionista no podían describir el pensamiento como un proceso integral, y
las particularidades especiales, características de la actividad intelectual
del hombre, se perdían. A comienzos del siglo XX, el enfoque asociacionista de
la psicología del pensamiento tropieza por vez primera con una resistencia
generalizada.
Dos
caminos eran posibles para salir de esta crisis. Por una lado, hacía falta
identificar unidades reales que sirven para estructurar el proceso del
pensamiento y, en lugar de asociaciones simplificadas o esquemas abstractos
(del tipo de la consideración de las relaciones), encontrar componentes que no
pudieran ser objeto de mayor división y conservaran todas las cualidades
características del pensamiento, deduciendo estos componentes (o unidades) de
la actividad práctica concreta del niño. Por otro lado, resultaba francamente necesario
enfocar los procesos del pensamiento a la luz de su desarrollo y recordando la
conocida fórmula de Marx: “Conocemos tan sólo una única ciencia, la ciencia de
la historia”. Observar las etapas reales que recorre el pensamiento en
formación del hombre adulto.
El
pensamiento y el lenguaje tienen una importancia central, clave. En gran número
de investigaciones se manifestaba la suposición de que las raíces genéticas del
pensamiento están estrechamente ligadas al lenguaje, que la palabra es siempre
la portadora del concepto que sirve de base al pensamiento, que las relaciones
de principio entre el pensamiento y el lenguaje se mantienen invariables en las
etapas sucesivas de desarrollo.
Vygotsky
rechazó con plena decisión esta tesis y mostró que el pensamiento desarrollado
del hombre tiene dos raíces independientes, una de las cuales penetra
profundamente en la acción práctica del animal y otra en el empleo del lenguaje
como medio de comunicación. Llegar a semejante conclusión le autorizaba a Vygotsky
los datos que en aquel entonces había acumulado la psicología. Así, ya a
comienzos de la segunda década de nuestro siglo, se había establecido firmemente
que los monos antropoideos observados en los experimentos de Köhler eran
capaces de realizar actos bastantes complicados, semejantes a los actos
intelectuales: los animales analizaban la situación visual, captaban sus
conexiones visuales y resultaban estar capacitados para resolver tareas de
acción relativamente sencillas. Sin embargo, en los sonidos que reflejaban el
estado emocional de los animales (la satisfacción y el disgusto, la
intimidación o el llamamiento) no era posible captar la menor alusión a que
denominasen objetos aislados; la función de los sonidos afectivos de los
antropoides era completamente diferente de las palabras de la lengua humana,
cada una de las cuales denominaba cierto objeto, refleja conexiones y
relaciones.
Vygotsky llega a la tesis que no cesa de repetir más adelante. Si Goethe
había propuesto sustituir la máxima bíblica "En el inicio fue la palabra" por
la de "En el inicio fue la acción", Vygotsky propuso cambiar la acentuación de
esta oración, destacando el primer término: "En el inicio fue la acción",
obligando a buscar cómo la unión de “acción” y “palabra” asegura la aparición
de las formas superiores de pensamiento verbal que proporcionan a la “acción”
humana rasgos básicamente nuevos, haciéndole superar notablemente los límites
de la situación captada visualmente y convierten al hombre en dueño del "campo
visual” en lugar de ser "esclavo suyo".
Se
sabe desde hace mucho que la unidad del lenguaje la constituye la palabra, que
la palabra expresa el objeto y en fases más complejas de desarrollo expresa un
determinado concepto abstracto. Sin embargo, a pesar del gran número de
investigaciones dedicadas a esta cuestión, el propio proceso de desarrollo del
significado de la palabra era dejado de lado. Se suponía que el significado de
la palabra permanecía siempre invariable (parecía evidente que la palabra “mesa”
o la palabra “manzana” significan para el niño y para el adulto la misma cosa)
y que todo el proceso de desarrollo del lenguaje guarda tan sólo relación con
el enriquecimiento y la ampliación del vocabulario y la adquisición de nuevas
palabras abstractas, que expresan determinados conceptos.
El
primer paso que da consiste en separar claramente los dos aspectos principales
o las dos funciones de la palabra. Por un lado, la palabra señala siempre un
objeto aislado (acto o cualidad), lo sustituye, o según el conocido lingüista
ruso Potébnia, sirve para representarlo. Esa función de la palabra, la denomina
Vygotsky con pleno fundamento atribución de la palabra a un objeto. El hecho de
que la atribución de la palabra a un objeto sea idéntica en el niño y en el
adulto (“mesa” siempre es mesa, “ventana” siempre es ventana) pone de
manifiesto que constituye una de las funciones más importantes de la palabra;
sin embargo, ese hecho encubre fácilmente los profundos cambios que experimenta
el contenido de la palabra durante el desarrollo del niño.
La
palabra, por un lado, no sólo señala el objeto, sino que realiza un
complicadísimo análisis de ese objeto, análisis que se ha estructurado en los
códigos del idioma durante el proceso de la historia social.
Finalmente,
como señaló Lenin, toda palabra (el discurso) ya generaliza: cuando decimos “mesa”,
nos referimos a cualquier mesa, cuando decimos “reloj”, a cualquier reloj, etc.
Los
experimentos realizados por Vygotsky no sólo mostraron que el significado de
las palabras se desarrolla, sino que permitieron también observar el propio
proceso de formación del concepto, que antes transcurría en un plano inmediato
y sólo después comenzaba a apoyarse en el significado abstracto, categorial de
las palabras.
Gorkski
y Spirkin (1961):
En
la vida conjunta de los monos antropoides no existe un principio unificador en
que pudiera concentrarse su vida común y sólidamente cohesionada. No poseen ni
un fin único ni medios comunes para alcanzarlo. En pocas palabras: no se da en
ellos una actividad de trabajo ni poseen los medios para ejecutarla, es decir,
instrumentos de trabajo. Esto explica precisamente que los monos antropoides no
necesiten lenguaje para comunicarse. En suma, no necesitan lenguaje porque no
tienen nada que decirse.
Hubo
de haber un momento, crucial, que separó el comienzo del lenguaje en el sentido
propio de ésta palabra, de la signalización animal. Es de suponer que dicho
momento abarca el período de la vida de los antecesores del hombre en que el
complejo fónico inarticulado dejó de estar vinculado a las emociones y entró en
relación con los objetos reales, o, hablando con mayor exactitud con las
imágenes de dichos objetos, y las imágenes de los objetos se enlazaron con los
complejos fónicos. De medio de expresión espontánea de las emociones, el sonido
se convirtió en medio para designar intencionalmente los objetos. Esta
transición se produjo a la vez que, en el proceso de trabajo, la mentalidad de
los animales superiores se transforma en primitiva conciencia gregaria del
hombre. Solo cuando determinado complejo fónico se produjo cada vez
que se ejecutaba la actividad correspondiente y aparecían los mismos objetos,
sólo entonces los sonidos de tipo animal se convirtieron en lenguaje humano
primario.
Es
posible afirmar con cierto grado de certeza que el lenguaje articulado sólo
pudo formarse con todas las propiedades que le son inherentes cuando el hombre
tuvo una construcción de tipo moderno, es decir, cuando se llegó al tipo de
hombre de Cro-Magnon. Los tipos de hombre que le precedieron –excepción hecha
del Neandertal, grado de transición al Cro-Magnon- se comunicaron entre sí
principalmente mediante el lenguaje inarticulado con sonidos poco
diferenciados, y con ademanes de toda clase. Probablemente no poseían más que
elementos rudimentarios del lenguaje articulado. El complejo que, con cierto
grado de certeza, permite afirmar que el lenguaje articulado con todas las
propiedades que le son características pudo formarse precisamente en la época
correspondiente al hombre de Cro-Magnon estriba, ante todo, en el carácter de
la actividad que desarrollaba ese tipo de hombre al trabajar, en las formas de
relación social que de ello se derivaban y en el nivel alcanzado en la
actividad pensante. Son muchos los hechos que atestiguan que el pensamiento del
hombre de Cro-Magnon tenía un carácter mediato. Solo el lenguaje articulado
podía servir de forma en que cobrara realidad el pensamiento abstracto.
Lo
concreto precede siempre a lo abstracto. Esta es una ley general, propia
también del desarrollo tanto del pensamiento como del lenguaje.
La
génesis de la escritura permite examinar la línea general del desarrollo del
pensamiento desde sus formas concretas y perceptibles, como imágenes, hasta las
abstractas. La escritura constituye la forma visual de fijar el lenguaje. La
escritura se mueve de la pictográfica (imágenes) a la ideográfica (ideas) y
finalmente culmina con la escritura alfabética que constituye el grado de
abstracción más elevado.
Tan
solo con la aparición de la palabra se halló el hombre en condiciones de
abstraer de los objetos tales o cuales propiedades, y distinguir las relaciones
existentes entre las cosas como algo distinto de las cosas mismas. Gracias al
lenguaje resultó posible dar forma material al reflejo que hallaban en la
conciencia las propiedades de las cosas y sus relaciones, con lo que pudieron
crear objetos ideales del pensamiento: conceptos. Con los conceptos y gracias a
ellos, se llegó a la actividad teórica en el sentido propio de la palabra.
Desde el principio, la lengua desempeña una función que en realidad, no puede
ser sustituida por nada en la labor generalizadora del pensamiento.
Precisamente, gracias al lenguaje, el hombre se halló en condiciones de pasar
del conocimiento de objetos y fenómenos singulares (sensibles) a su reflejo
generalizado en forma de conceptos. Una de las particularidades esenciales del
lenguaje radica en su función generalizadora. Sin ella, la conciencia del
hombre de ningún modo habría podido llegar a ser capaz de tener una visión de
conjunto de la infinita variedad de las cosas y de los fenómenos particulares
del mundo real. Se habría dispersado y desconcertado ante el cambio incesante
de los fenómenos, conexiones y relaciones. El lenguaje dio al hombre la posibilidad
de fijar lo general de los objetos y fenómenos, de sus concatenaciones y
relaciones, le permitió diferenciarlos, referirlos a conceptos, sintetizarlos
en conceptos y presentarlos como relativamente estables. Gracias a su función
abstractiva y generalizadora, el lenguaje puso al hombre en condiciones de
rebasar los límites de la conciencia portadora de contenidos sensoriales que le
era propia en el primer estadio de su desarrollo.
Shorojova (1963):
El
materialismo dialéctico, considerando que la conciencia es el producto de un
largo desarrollo de la materia, subraya que la conciencia es una propiedad de
formas superiores de la materia, una función del cerebro humano. La esencia de
la conciencia, como función del cerebro, consiste en que refleja el mundo
exterior. El objeto, el fenómeno del mundo exterior, existe al margen e
independientemente de la conciencia. El hombre siente y piensa porque percibe
los estímulos exteriores. Cualesquiera que sean los pensamientos que
surjan de la mente del hombre, no serán
más que imágenes de los objetos y fenómenos de la realidad objetiva, su reflejo
más o menos exacto.
La
facultad de reflejar la realidad objetiva en forma ideal, en forma de imágenes
ideales, es característica del hombre únicamente.
Para
Pávlov, la actividad refleja condicionada es la función de los segmentos
superiores del sistema nervioso central, de la corteza de los grandes
hemisferios, mientras que los reflejos incondicionales son una función
subcortical. La prueba de que los reflejos condicionados son la actividad de
los grandes hemisferios, es el hecho de que esos reflejos desaparecen al ser
extirpados los grandes hemisferios cerebrales.
Con
el lenguaje surge el segundo sistema de señales y con ello una nueva función de
la corteza cerebral: la abstracción y la generalización de las infinitas
señales del primer sistema de señales con ayuda de la palabra. La conciencia
como nueva cualidad de los procesos psíquicos no se da más que en el hombre.
Kursanov
(1966) escribió:
La
experiencia práctica del hombre es el punto de partida y la principal fuerza
motriz de todo el proceso del conocimiento humano, comenzando por sus primeras
y más simples formas y terminando en las formas superiores del pensamiento
teórico del individuo, del pensamiento teórico expresado en conceptos.
En
su doctrina, Pávlov dio un paso decisivo para el descubrimiento de la
naturaleza cualitativamente especial del pensamiento propiamente humano, a
diferencia de los elementos de la actividad consciente de los animales
superiores, desde el punto de vista, precisamente, del fundamento fisiológico.
Las secciones inferiores del cerebro, son las portadoras o transmisoras de los
reflejos no condicionados, innatos, propios tanto del animal como del hombre:
“los reflejos innatos están relacionados con la sección inferior del sistema
nervioso central”. Los innumerables reflejos condicionados, bajo cuyo influjo
transcurre la mayor parte de la vida y la actividad tanto del animal como del
hombre, tienen su fundamento material en la corteza de los hemisferios
cerebrales. El sistema vinculado a los factores sensoriales directos, mediante
el cual el organismo percibe los estímulos del medio externo, es el primer
sistema de señales del mundo que nos rodea, y es común en el hombre y los
animales. Pávlov desarrolla su genial idea del segundo sistema de señales, que
a diferencia cualitativamente del primer sistema es inherente solo al cerebro
humano. Así, dice que “durante la evolución del mundo animal, al llegar a la
fase del hombre, se produjo una adición extraordinaria a los mecanismos de la
actividad nerviosa, la palabra pasó a ser el segundo sistema de señales de la
realidad, específicamente humano, que es la señal de las primeras señales”. El
primer sistema de señales, propio también de los animales, está vinculado a
“imágenes concretas”, mientras que el segundo sistema de señales está asociado
a conceptos abstractos expresados por medio de la palabra, lo que solo es
inherente al cerebro humano.
El
pensamiento humano se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales: en
primer lugar el hombre posee un lenguaje articulado, con el que en forma verbal
expresa su pensamiento; en segundo lugar, el pensamiento del hombre tiene un
carácter abstracto: se produce bajo la forma de abstracciones científicas, de
generalizaciones científicas, mientras que la actividad consciente y elemental
de los animales superiores solamente está vinculada directamente al contenido
sensorial y no se eleva hasta las generalizaciones científicas, hasta las
abstracciones; en tercer lugar, el pensamiento del hombre posee la facultad de
comprender su propia actividad; en cuarto lugar, el pensamiento humano tiene un
carácter activo en oposición a la “adaptable” actividad nerviosa superior de
los animales.
La
práctica laboral, social, determinó la aparición de la conciencia propiamente
humana, condicionando la formación del segundo sistema de señales (lenguaje
articulado) sobre la base de las premisas fisiológicas que se habían
desarrollado en los simios superiores: los monos antropoides y los Australopitecos. Con el desenvolvimiento y complicación de los
procesos laborales, no sólo se perfecciona y desarrolla la mano humana, sino
también el pensamiento en indisoluble nexo con el progreso del lenguaje
articulado.
Marx
y Engels trazaron genialmente las líneas generales del desarrollo de los
conceptos y de las formas de la conciencia humana que les precedieron.
Señalaron sin lugar a dudas que por cuanto todas las nociones y conceptos
llevan ya en sí una generalización, también la primera generalización es la de
la actividad productora elemental del hombre y de aquellas propiedades del
objeto que son las más importantes para el individuo en el escalón
correspondiente de su vida social-productora.
Tanto
el pensamiento como el lenguaje, hacen notar Marx y Engels, no forman por sí
solos un reino aparte, sino que “son únicamente manifestaciones de la vida
real”, y su aparición y desarrollo se produce en indisoluble vínculo con la actividad práctica del hombre. “El
lenguaje es la realidad inmediata del pensamiento”, dijeron Marx y Engels.
Sobre la base del desarrollo del vínculo material entre las personas,
determinado por las necesidades y el modo de producción, es decir, por toda la
actividad práctica y la vida de las personas, surgen y se desarrollan tanto el
pensamiento como el lenguaje. “El lenguaje es tan antiguo como la conciencia;
el lenguaje es la conciencia real, práctica, existente también para las demás
personas y que sólo por ello existe también para uno mismo, y, al igual que la
conciencia, el lenguaje surge únicamente de la necesidad, de la precisión
ineluctable de comunicarse con las demás personas”.
Desde
sus primeros pasos, la actividad propiamente humana presenta un carácter
social-laboral, cualitativamente distinto de la primitiva manada de seres
humanos de los actos y el comportamiento de los monos antropoides.
En
su forma desarrollada y adecuada, el pensamiento lógico del hombre responde al
pensamiento en conceptos abstractos, se trata de un pensamiento teórico,
científico, propiamente dicho. Su aparición se refiere ya a otra época
histórica, a la época del establecimiento de las relaciones sociales
esclavistas, que significaban la contraposición del trabajo manual y el
intelectual, basada en el establecimiento de la propiedad privada y la división
de las personas en clases opuestas. Pero el pensamiento lógico bajo la forma de
conceptos abstractos no apareció súbitamente, fue producto del desarrollo
prolongado y complejo de la conciencia humana, que condujo, en un principio, a
las formas empírico-sensoriales del pensamiento conceptual, a los conceptos y
juicios lógicos elementales; después, solamente cuando se hubo recorrido este
estadio, alcanzó la altura del pensamiento teórico, la fuerza de las grandes
abstracciones científicas. Así pues, la historia de la ciencia del mundo
antiguo permite señalar una ley extraordinariamente importante: en todos los
Estados de la Antigüedad, la aparición del conocimiento científico se basa en
el desarrollo de las relaciones esclavistas de producción y, en general, de
todas las relaciones sociales de la sociedad esclavista.
El
nexo orgánico del lenguaje y el pensamiento, del concepto y la palabra alcanza
en el peldaño del conocimiento científico su forma adecuada, bajo la forma de
definiciones de conceptos, definiciones que implican la fijación exacta de su
contenido en los correspondientes y necesarios términos verbales.
Así
pues, el concepto científico es el elemento lógico central en la construcción
de los sistemas de cada ciencia; como forma del razonamiento lógico, el
concepto científico es el reflejo concentrado de las propiedades y nexos
internos, esenciales y determinantes, regulados por leyes, entre los objetos
del mundo material; al surgir como producto de una labor de abstracción activa
del raciocinio humano, el concepto científico pasa a convertirse, en el
ulterior desarrollo del conocimiento, en uno de los componentes determinantes
del “saber básico”, en el que se funda la creación y el progreso de las
disciplinas científicas; el concepto científico es la expresión más
característica y lógicamente diáfana del papel activo y de la enorme fuerza del
raciocinio humano en el conocimiento de la esencia del mundo que nos rodea, lo
que determina la extraordinaria importancia de su valor cognoscitivo y
práctico.
Luria
(1967) escribió:
Cuando,
en 1861, Broca formulo por primera vez la hipótesis de que la destrucción del
aspecto motor del lenguaje está relacionado con el deterioro de un área
limitada del cerebro, estaba procediendo con arreglo a una concepción bien
definida de la estructura cerebral y de la localización de las funciones en el córtex
cerebral. De acuerdo con esta concepción, que se vio corroborada por los
descubrimientos anatómicos de Betz y las investigaciones fisiológicas de
Fritsch y Hitzig, el córtex constituye un sistema de áreas altamente diferenciado
cuyas células desempeñan unas funciones muy concretas. En esta época, en que
los primeros estudios anatómicos y fisiológicos de la actividad cerebral
estaban diferenciando unas áreas del córtex que tenían funciones fisiológicas
(aferentes o eferentes) estrictamente definidas, los investigadores clínicos estaban
empezando a distinguir unas áreas que resultaban ser “depósitos” únicos de
procesos mentales complejos y, por consiguiente, desempeñaban funciones
psicológicas definidas. Así fue como se describieron los “centros” de la “imagen motora de
la palabra” (área de Broca) y de la “imagen sensorial de la palabra” (área
de Wernicke).
Bajo
las condiciones de la sociedad primitiva, el lenguaje empezó a desarrollarse
como medio de comunicación; entonces, con arreglo a leyes que aún no conocemos,
apareció el lenguaje verbal. En el desarrollo del lenguaje verbal, las palabras
se separaron gradualmente de las actividades laborales y de los gestos de señalización;
las palabras empezaron a abstraer y al mismo tiempo a generalizar diversas características
de los objetos. Así acabaron por crear las funciones de designación y al mismo
tiempo las de generalización y sistematización.
La
formación de los procesos verbales está relacionada con importantes cambios en
la estructura de los sistemas funcionales del cerebro de los que se ha hablado más
arriba. Con la aparición de lo que Pávlov considero como un segundo sistema de señales
de la realidad, derivado de la abstracción y al propio tiempo de la generalización
de innumerables señales directas, la forma más compleja de actividad refleja, que
intuía antes la base del comportamiento animal, cobro nuevos rasgos específicos
en el hombre.
En
las primeras investigaciones neurológicas quedó firmemente establecido el hecho
de que los trastornos del habla, las afasias, solo aparecen como consecuencia
de la lesión de ciertas áreas del hemisferio izquierdo. Como regla general, la
afasia no aparece tras una lesión en el hemisferio derecho o en áreas situadas
fuera de las áreas del hablar del córtex. Así, las primeras descripciones de
los síndromes afásicos, que posteriormente fueron precisadas por muchos
autores, revistieron un carácter claramente topológico.
En
los animales los sistemas funcionales son relativamente constantes; así, como
han mostrado Bethe, Asratian y Anokhin, la reorganización de la función dentro
de ciertos sistemas no presenta dificultad. Sin embargo, en el hombre, el
desarrollo del trabajo, el uso de instrumentos y, lo más importante de todo, la
presencia del lenguaje que constituye la base del segundo sistema de señales
del cerebro, permite a los sistemas funcionales una plasticidad extrema. En el
hombre casi todas las áreas corticales pueden adquirir una nueva significación
funcional, incorporándose así a casi cualquier sistema funcional. Por ello,
todo lo que al hombre le falta en potencial regenerativo es suplido por una
mayor flexibilidad funcional.
Luria
(1969) explica:
Las
funciones psíquicas superiores del hombre son por sí mismas sistemas
funcionales, sociales por su origen y que no se realizan de manera mediata por
su estructura. Esto significa ante todo que ninguna forma compleja de la
actividad psíquica del hombre transcurre sin participación directa o indirecta
de la facultad del habla y que las relaciones del segundo sistema de señales
desempeñan un papel decisivo en su construcción. La organización de la facultad
del habla de los procesos psíquicos se manifiesta en el complejísimo conjunto
de sus particularidades funcionales y se apoya en aquel nuevo principio de la
actividad nerviosa que se introduce en la actividad nerviosa con la aparición
del segundo sistema de señales. Gracias a la facultad de hablar se realiza la
función de abstracción y generalización de las señales directas de la realidad
y aparece la posibilidad del reflejo de aquellas conexiones y relaciones de los
objetos y fenómenos, los cuales se alejan de los límites de la percepción
sensitiva directa. Por esto, es natural que la organización verbal de los
procesos psíquicos deba considerarse como una actividad de todo el cerebro en
conjunto, que se apoya en la función conjunta del todo el complejo de
analizadores.
Ya
desde los tiempos de las clásicas investigaciones de Broca (1861) y Wernicke
(1874) se ha establecido que los dos hemisferios del encéfalo en toda su
simetría morfológica no son funcionalmente equivalentes, que el hemisferio
izquierdo principalmente en la persona derecha está ligado con las funciones
del habla y en esta relación es dominante, mientras que el hemisferio derecho
no lleva consigo tan importantes (para el habla) funciones y que puede ser
designado como subdominante. Por una serie de trabajos está indicado que la
afección de determinadas partes de las secciones frontal-temporal-occipital del
hemisferio izquierdo provoca en la persona derecha alteraciones del habla,
mientras que las afecciones de las partes análogas del hemisferio derecho no
conducen a tales síntomas.
Así
pues, el substrato cerebral de las funciones psíquicas superiores, incluida el
habla, es la actividad conjunta de ambos hemisferios que, sin embargo, no son
equivalentes por su importancia.
En
los enfermos con lesión de los lóbulos frontales del cerebro, el proceso
complejo de la actividad intelectual (pensamiento) resulta bruscamente
alterado.
Luria
(1974):
Los
sistemas del hemisferio izquierdo dominantes en el caso de los sujetos
diestros, están íntimamente conectados con el lenguaje y por medio de éste con
todos los procesos mentales en cuya organización el lenguaje desempeña una
función activa. Al mismo tiempo es bien conocido que el lenguaje participa
directamente en la formación de las formas más complejas de percepción; a
saber, la codificación de la percepción de los colores, formas y objetos de
“categorías” de complejas.
La
base para la construcción del movimiento voluntario o acción consciente es el
sistema del lóbulo frontal que, no solo mantiene y controla el tono general del
córtex, sino que con la ayuda del lenguaje interno y bajo la influencia de
impulsos aferentes que le llegan de otras partes del córtex, formula la
intención o tarea motora, asegura su conservación y además su papel regulador,
permite la ejecución del programa de acción y mantiene una vigilancia continua
de su curso. Los movimientos voluntarios y las acciones del hombre son sistemas
funcionales complejos, llevados a cabo por una “constelación” dinámica
igualmente compleja de zonas del cerebro que trabajan concertadamente, cada una
de las cuales aporta su propia contribución a la estructura de los movimientos
complejos. Por esta razón, una lesión en estas zonas, al bloquear un componente
de este sistema funciona como un todo y conduce a la aparición de defectos
motores.
La
direccionalidad y selectividad de los procesos mentales, la base sobre las que
se organizan, se denomina normalmente en psicología con el término de atención.
Por este término entendemos el factor responsable de extraer los elementos
esenciales para la actividad mental, o el proceso que mantiene una estrecha
vigilancia sobre el curso preciso y organizado de la actividad mental.
Los
lóbulos frontales humanos participan en la activación inducida por una
instrucción verbal y son una parte del sistema cerebral directamente
involucrado en los procesos asociados con las formas superiores de atención
activa. El hecho de que los lóbulos frontales tengan tantas conexiones con la
formación reticular proporciona una base morfológica y fisiológica para la
participación de los lóbulos frontales en estas formas superiores de
activación.
Las
lesiones en las partes superiores del tallo cerebral y sistema límbico pueden
alterar la base primaria de la atención, la reacción orientadora, que puede ser
inestable y de fácil extinción, o puede dejar de suprimirse por factores de
habituación. Sin embargo, es característico que, en estos casos, la atracción
de la atención por un estímulo con la ayuda de
una instrucción verbal puede compensar sus defectos y fortalecer los
componentes electro-fisiológicos y autónomos de la atención.
Los
lóbulos frontales desempeñan un importante papel en la elevación del nivel de
vigilancia de un sujeto cuando realiza una tarea y participan así,
sucesivamente, en las formas superiores de la atención.
Una
alteración en las zonas profundas del cerebro conduce a alteraciones primarias
de la memoria que están totalmente desconectadas con los defectos especiales de
la actividad gnósica (analítica y sintética) y que, consecuentemente, las
zonas profundas del cerebro, que limitan con la formación reticular de la parte
superior del tallo cerebral e incluyen las estructuras límbicas, están
relacionadas directamente no solo con el mantenimiento del tono cortical óptimo,
sino también con la creación de las condiciones necesarias para la retención de
huellas de la experiencia directa.
Aunque
los hechos relativos a la organización cerebral de la memoria se han acumulado
en su totalidad durante los últimos quince o veinte años, nuestro conocimiento
de la organización cerebral de los procesos del lenguaje se basa en la
experiencia acumulada durante más de un siglo. Cuando Broca en 1861 expresó su
teoría de que el lenguaje motor está “localizado” en las zonas posteriores del
tercio izquierdo del giro frontal, y cuando en 1874 Wernicke atribuyó al tercio
posterior del giro temporal superior izquierdo la función del lenguaje
sensorial, se habían dado los primeros pasos importantes hacia una comprensión
científica de la organización cerebral de la actividad del lenguaje.
Ahora
podemos ir todavía más lejos. La psicología moderna considera el habla como un
medio de comunicación especial que utiliza el código del lenguaje para
transmitir información. Considera el habla como una forma compleja y específicamente
organizada de actividad consciente que incluye la participación del sujeto que
formula la expresión hablada y la del sujeto que la recibe.
El
habla, basada en la palabra, la unidad básica del lenguaje, y en la frase como
la unidad básica de la expresión narrativa, utiliza automáticamente estas
posibilidades históricamente formadas, en primer lugar, como un método de
análisis y generalización de la información que se recibe y, en segundo lugar,
como un método de formular decisiones y extraer conclusiones. Por esto el
habla, un medio de comunicación, se ha convertido al mismo tiempo en un
mecanismo de actividad intelectual, un método para usar en operaciones de
abstracción y generalización y una base del pensamiento categórico.
Las
palabras son sólo la unidad básica del aspecto ejecutivo (operativo) del
proceso del lenguaje. El siguiente componente en su organización es la frase o
expresión, que puede variar en complejidad y que puede ser convertida en habla
conexa o lenguaje narrativo. El siguiente en el lenguaje impresivo es la
comprensión del significado de una frase completa o una completa expresión
verbal conexa. La organización cerebral de este proceso es evidentemente mucho
más compleja que la de la simple y directa descodificación del significado de
las palabras. En este proceso de descodificación las zonas temporales,
parietales y occipitales del hemisferio izquierdo ejercen un papel muy
importante y que una lesión patológica de dichas zonas conduce a la
interrupción de los esquemas espaciales simultáneos, que en el nivel simbólico
(lenguaje) dan lugar a fenómenos tales como la alteración del entendimiento de
las relaciones lógico-gramaticales y a serias alteraciones de la actividad
constructiva y de las operaciones aritméticas que no pueden realizarse sin
estas síntesis simultáneas (espaciales).
Se
comprenderá, por tanto, fácilmente, que la participación de los lóbulos
frontales en la descodificación de expresiones complejas, que requieren un
trabajo activo para la misma, es absolutamente necesaria y que una lesión de
los lóbulos frontales, si bien no impide la comprensión de la palabra y frases
simples, impedirá completamente la comprensión de formas complejas de lenguaje
narrativo y, en particular, la comprensión del significado oculto de una
expresión compleja.
Los
lóbulos frontales son el aparato esencial para la organización de la actividad
intelectual como un todo, incluyendo la programación del acto intelectual y la
comprobación de su ejecución.
Platonov
(1976):
La
corteza cerebral del hombre tiene un grosor de 2 a 5 milímetros y consta de
unas 15 000 millones de células (neuronas), cuya magnitud varía de 0.005 a 0.05
milímetros. Las células son diferentes tanto por su forma como por las
funciones que realizan. Algunas de ellas tienen hasta 10 000 conexiones con
otras. Creció hasta que llegó un momento en que la corteza cerebral no puede ya
alojarse libremente en el cráneo y se contrajo formándose cisuras y
circunvoluciones. La superficie total de la corteza cerebral en el hombre es en
término medio de 2000 centímetros cuadrados, con la particularidad de que dos
tercios de la misma se encuentran en el fondo de las cisuras.
Las
funciones fundamentales del organismo –respiración, circulación de la sangre,
digestión, termorregulación, etc.- están normalmente agrupadas por los términos
“funciones vegetativas”, aunque también se vinculan con el trabajo de la
corteza, pero las regulan los centros situados en los ganglios subcorticales y
en el tronco cerebral.
Los
procesos materiales que se desarrollan en el cerebro son la alternación de la
excitación e inhibición en las diferentes partes de la corteza cerebral, es
decir, la denominada neuro-dinámica cortical.
La
memoria es el reflejo, por la conciencia, de lo que existió en el pasado, por
medio del recuerdo, la reproducción y el reconocimiento, cuya base es la
formación de conexiones temporales bastante firmes en la corteza cerebral.
La
repetición es una de las condiciones esenciales de la memorización firme. Esta
idea se reflejó en el viejo adagio: “la repetición es la madre de la
instrucción”. Más, según han mostrado experimentos especiales, no toda
repetición, ni mucho menos, conduce a resultados positivos: para ello, la
repetición debe ser racional y debe estar orientada hacia un fin determinado.
Al repetir el material debe examinarse, cada vez desde un punto de vista nuevo,
ligando los hechos conocidos con otros nuevos; de lo contrario, aburre en
seguida y se pierde el interés. La repetición mecánica es un aprendizaje poco
productivo.
Cuanto
más desarrollada está la psiquis del animal, tanto mayor es la magnitud
relativa de su cerebro. El volumen medio de las personas de nuestra época es de
1450 centímetros cúbicos. El tamaño típico del cerebro de los antropoides es de
350 centímetros cúbicos. Es decir, el tamaño relativo del cerebro es muy
importante para el desarrollo de funciones psíquicas superiores.
El
pensamiento es una actividad psíquica dirigida al conocimiento generalizado y
mediato de la realidad objetiva, mediante el descubrimiento de las conexiones y
relaciones existente entre los objetos y fenómenos que se conocen.
La
inteligencia es la capacidad del hombre para pensar y regular las relaciones
con la realidad objetiva.
Segal
(1985):
El
hombre primitivo aún no tenía un órgano especializado para hablar. Hablaba con
todo el cuerpo: hablaban los músculos de su cara, sus hombros, sus piernas, y
más que todo sus manos. El hombre primitivo tampoco podía hablar con palabras;
pero tenía las manos que lo apoyaban a expresarse. Ejecutaba todo su trabajo
con las manos. No usaba la lengua para hablar. Lo que significa que aún no
había desarrollado el pensamiento abstracto.
Sidorov
(1985):
Desde
el punto de vista histórico el primer representante del Homo sapiens fue el
llamado hombre de Cro-Magnon, surgido hace aproximadamente cincuenta mil años.
Los hechos verificados por la ciencia, señalan como causas principales del
origen del pensamiento, las tres siguientes: la sociedad, el trabajo y el
lenguaje articulado. El pensamiento no se nos antoja ahora una facultad humana
especial, independiente, aislada de las condiciones exteriores; sin embargo, se
trata de una propiedad que apareció históricamente, con un desarrollo progresivo,
que sirve a la sociedad y que no habría podido existir si ella. En este
sentido, el niño llega a ser un individuo pensante, no nace como tal.
El
lenguaje es la auténtica realidad del pensamiento, el medio para formar los
actos mentales, la propia capacidad de pensar. Las palabras son las portadoras
de los conceptos, son objetos ideales, el material con el que opera el hombre
cuando piensa.
D’
Egremy (2007):
“El
razonamiento parece llevarse a cabo en la corteza cerebral, en el área
pre-frontal, es decir, en la parte anterior del lóbulo frontal. La experiencia
médica ha confirmado que cuando existen lesiones en esa región, el proceso de
razonamiento se ve afectado o simplemente no se realiza”.
Cerebro órgano de la conciencia humana
El
cerebro humano es el órgano más complejo y es el substrato material de la
conciencia humana.
Herrera
(2016): define “la conciencia como un proceso mental, es decir,
neuronal, mediante el cual nos percatamos del yo y de su entorno en el dominio
del tiempo y del espacio”. Respecto a la fisiología que está detrás de la
conciencia, comenta que las neuronas propagan y transmiten señales eléctricas,
pero la manera en que lo hacen es muy diferente a como lo hacen los cables en
los que se mueven los electrones. La membrana del axón en las neuronas separa
soluciones de sales de cloruro de sodio y cloruro de potasio. En el estado de
reposo, existe en el interior un exceso de iones cloro sobre iones de sodio y
potasio juntos, de tal manera que en el interior hay una carga neta negativa.
Ante un estímulo, la membrana del axón se abre para dejar pasar los iones que
modifican la carga eléctrica en el interior, haciéndola positiva. Esta
inversión de carga se propaga porque los campos eléctricos que se generan
provocan que se abran los canales, llamados compuertas de sodio, en la membrana
celular. Esta inversión provocará la apertura de compuertas de potasio que
permite el paso de los iones potasio, y así sucesivamente.
Viosca
(2017) escribe que el cerebro tiene alrededor de 100 000 000 millones de
neuronas que utilizan hasta 19 000 genes
de los 30 000 que componen el genoma humano, y se enlazan entre sí formando mil
millones de conexiones. Cuando el impulso nervioso viaja de una neurona a otra,
lo hace gracias a la conexión que se establece entre el axón de la neurona que
transmite la señal y la dendrita de la neurona que la recibe. Esta, sin
embargo, no es una conexión directa. Entre los extremos de una y otra célula
existe un diminuto espacio vacío llamado sinapsis. Para superar la hendidura,
el botón sináptico, situado en el extremo del axón, libera unas moléculas
llamadas neurotransmisores, que atraviesan el espacio sináptico hasta unirse a
unos receptores situados en el extremo de la dendrita y se abre un canal iónico
por el que el potencial de acción continúa. Los canales iónicos son proteínas
complejas y flexibles incrustadas en la membrana celular que actúan como tubos
capaces de abrirse y cerrarse para dejar pasar un tipo de ion (sodio, potasio y
calcio). En estado de reposo, el interior de la neurona tiene una carga
negativa respecto al exterior. Cuando la acción del neurotransmisor provoca la
apertura de los canales de sodio, estos iones del exterior pasan celular pasan
al interior, lo que modifica el potencial de la membrana: su parte interna se
vuelve positiva. Este cambio se conoce como polarización y produce el potencial
de acción en la neurona receptora.
En
el mismo sentido se expresa Sánchez (2017) al escribir acerca de la
comunicación entre las neuronas: los contactos entre neuronas se denominan
sinapsis, llamándose neurona pre-sináptica a la que envía una señal y neurona
post-sináptica a la que la recibe. Las neuronas siguen el proceso de la
polarización que significa que tiene dos polos clave: el árbol dendrítico, a un
lado del soma o cuerpo neuronal, que recibe señales de otras neuronas, y el
axón, al otro lado, que envía señales al polo dendrítico de las neuronas
siguientes en un circuito neuronal. Cada neurona será a la vez pre y
post-sináptica, ya que recibirá señales en su polo dendrítico (post-sináptica)
y las enviará a través de su polo axónico (pre-sináptica). Las neuronas en
reposo son electronegativas en su interior, con una diferencia de potencial de
-90 mV (milivoltios) entre el interior y el exterior celular. En estas
condiciones las células están polarizadas. A la llegada de un estímulo, se
activan secuencialmente canales iónicos. Primero se abren los canales de sodio
(Na+), permitiendo la entrada a la célula de este catión que
arrastra sus cargas positivas y anula la electronegatividad. Así, la neurona se
despolariza. En escasos milisegundos se activan canales iónicos de potasio (K+),
que sale de la célula arrastrando cargas positivas y retornando la polarización
al nivel original; la célula se re-polariza. Esta entrada y salida de iones
modifica el voltaje desde los niveles de reposo (-90) hasta los +30 mV, y posteriormente se retorna a la condición de
origen. También hay canales de (Ca+), que se abren por la
des-polarización producida por el último potencial de acción, permitiendo la
entrada de este catión al interior de la pre-sinapsis. El calcio tiene la
particularidad de que su concentración extracelular es alta, mientras que en el
interior es mínima. Al penetrar el calcio en el interior de la neurona activa
procesos para la liberación de neuro-transmisores. Estos salen del espacio
sináptico y se unen a espacios sinápticos y se unen a los receptores
post-sinápticos y de esta forma se posibilita el movimiento del potencial de
acción entre las neuronas.
Valderas
(2017) afirma que “todas las teorías de la conciencia coinciden en conceder un papel
fundamental a la corteza cerebral. Esta aparece con los mamíferos. Se trata de
una red finamente organizada y constituida por seis capas de células. Reposa
sobre el cerebro antiguo de organización de los reflejos. Las estructuras
antiguas subyacentes a la corteza prosiguieron desempeñando una función clave
en la conducta de mamíferos, pero su dominio del comportamiento empezó a
debilitarse a medida que la corteza cerebral se expandía y crecía su control
sobre éste. La gran expansión de la corteza pre-frontal se asocia a una mayor
flexibilidad en la conducta, a una mayor capacidad para el auto-control y
resolución de problemas y, como cabía esperar, a una capacidad consciente más
desarrollada. Todo parece indicar que la conciencia juega un papel fundamental
en cómo el cerebro desempeña dos de sus funciones más importantes, a saber: la
respuesta adecuada al dolor o al frío, a la sed y al placer; y el
aprovechamiento de las ventajas ofrecidas por la cooperación y la
sociabilidad”.
El
mismo autor citado dice que la conciencia ha sido producto y, en cierta medida,
motor de la evolución humana. Nos aporta capacidad para abstraer, pensamiento
simbólico y sociabilidad. Un progreso clave de la evolución animal fue el
desarrollo de una estructura nerviosa longitudinal y bilateralmente simétrica,
la línea media. Sin ese eje corporal de simetría, el planeta seguiría ocupado
por anémonas, esponjas y similares de simetría radial. El tránsito de una
simetría radial, a una simetría bilateral creó en los animales una izquierda y
una derecha y un sistema nervioso. Una de las adquisiciones más importante en
la evolución del sistema nervioso central de los vertebrados fue la aparición
en el extremo del cráneo, o telencéfalo, de láminas superficiales de neuronas
que acabarían por componer la corteza o
córtex. En los mamíferos, se identifica una corteza especialmente compleja, de
seis capas, que por su aparición tardía en la evolución se ha llamado
neo-córtex. Solo en la especie humana se encuentra una re-estructuración
drástica del cerebro y, por ende, de la conciencia. La especie que emergió de
África hace unos 200 000 años no presenta un cerebro relativamente grande.
Tenía, eso sí, una mayor corteza de asociación, involucrada e en una gran
variedad de procesos cognitivos. También poseía un lóbulo frontal
comparativamente grande en el que se iban a desarrollar las capacidades
mentales superiores, las que nos definen como especia humana. Solo en el hombre
debido a un mayor tamaño relativo de su cerebro confluyen la conciencia, el
lenguaje y el pensamiento.
Discusión
El estudio de la conciencia es un problema
filosófico complejo, cuyo abordaje certero depende de la solución correcta del
problema fundamental de la filosofía: la relación entre la conciencia vs la materia, así como las respuestas derivadas de la pregunta: ¿que es lo primario y que lo secundario?
La filosofía idealista considera que la
conciencia existe independientemente de la realidad material y es la que
determina el movimiento de la materia. En contraposición el materialismo
considera que es la materia en su movimiento la que genera la conciencia.
Para resolver la controversia es necesario retroceder
en el tiempo y seguir el movimiento de la materia, por lo menos desde hace 4
500 millones de años cuando la Tierra era un planeta sin vida y se trataba de
materia muy caliente en estado de fusión, condición térmica que hacía imposible
el origen de la vida. Según Hazen (2015) al poco tiempo cuando la Tierra tenía
unos 50 millones de años fue impactada por un asteroide del tamaño de Marte,
impacto que produjo la inclinación de nuestro planeta y lo hizo más grande,
condición que fue crucial para que tuviera la gravedad necesaria para retener
una atmósfera que al carecer de oxígeno fue crucial para el origen de la vida. La atmósfera primaria del joven planeta era reductora (ausencia de oxígeno) y uno de los componentes gaseosos era el vapor de agua, que se originó por el aporte de la intensa actividad volcánica y la evaporación del agua congelada de los cometas debido al impacto sobre la superficie de la Tierra. El planeta seguía enfriándose hasta alcanzar el aire el punto de saturación, a partir del cual se formó por el proceso de condensación, una extensa nubosidad, que luego produjo prolongadas precipitaciones (agua líquida y/o sólida), llenó las cuencas terrestres para formar los océanos primitivos que cubrían casi la superficie basáltica del planeta, hace uno 150 millones de años. Con el agua líquida y la atmósfera (mezcla de gases:
metano, amoniaco, vapor de agua, etc.) se dieron dos de las condiciones para el
surgimiento de la vida primitiva. Faltaban todavía los continentes, cuya formación se
debió a la fusión de la roca basáltica oceánica favorecida por el agua líquida
para formar la roca granítica típica de los continentes que al ser más ligera
se elevó y dio origen a los continentes hace unos 500 millones de años. La roca
de los continentes por acción de los cambios meteorológicos accionados con la energía solar, se
intemperizó y liberó los componentes químicos que al ser transportados por los
escurrimientos superficiales se depositaron en los océanos y junto con los
minerales inorgánicos aportados por las fuentes hidrotermales, generaron la
otra condición necesaria para el origen de la vida temprana. Los gases de la
atmósfera al reaccionar con la lluvia y con la energía ultravioleta aportada
por el Sol y tal vez adicionalmente por las descargas eléctrica (relámpagos) se
combinaron para formar compuestos orgánicos simples (aminoácidos, nucleótidos,
péptidos) que al depositarse en las aguas de los océanos y al reaccionar con
otros elementos minerales formaron compuestos orgánicos más complejos:
proteínas, ácidos nucleicos, fosfolípidos, que al interaccionar con el agua,
particularmente los fosfolípidos, dieron origen a una membrana que separaba el
medio exterior del interior, dando como consecuencia el origen de la célula
procariota, hace unos 3 500 millones de años en los mares. Así pues, la vida
primitiva tuvo un origen químico como lo conjeturó Oparin desde 1924 y
confirmado por los experimentos de Stanley-Miller en 1953, quien sometió a una
atmósfera primitiva reductora rica en metano, amoniaco y vapor de agua a
descargas y eléctricas y al poco tiempo se formaron compuestos orgánicos
simples, tales como aminoácidos y nucleótidos. Era evidente que no había una
barrera infranqueable entre lo inorgánico y lo orgánico. La vida perduró por
otros 1000 millones de años en los océanos ricos en alimento (compuestos
orgánicos) que se formaban de manera natural, por lo que se produjo por la necesidad de sobre-vivencia el auto-trofismo, primero químico y luego foto-autótrofo (fotosíntesis) desarrollado por las ciano-bacterias. hace unos 2500 millones de años, proceso en el que combinaban químicamente el bióxido de carbono aportado por el aire con el agua aportada por los océanos, para formar glucosa y la liberación de oxígeno molecular, que primero se depositó en el océano y una vez que se agotó al oxidar al hierro, tuvo que ser liberado a la atmósfera.
Esto representó la primera contaminación global para una vida anaeróbica que
prevalecía, pero a la vez dio la oportunidad para el surgimiento de la célula
eucariota más compleja que su antecesora hace unos 1500 millones de años. La vida seguía en los océanos y hace
unos 600-700 millones de años por la tectónica de placas la Tierra se congeló
dando origen a lo que se conoce como Tierra “bola de nieve” y una vez que otra
vez la tectónica de placas, a través de la actividad volcánica, particularmente
por la emisión de gases invernadero (bióxido de carbono y vapor de agua)
rescataron al planeta volviéndolo a la normalidad y con esta aparecieron de
formas de vida más complejas pluricelulares, como la fauna de Ediacara todavía
con “residencia” en el océano. Por la tectónica de placas los océanos se
levantaron y se convirtieron parcialmente en nuevos continentes, por lo que las
especies animales y vegetales tuvieron que adaptarse a las condiciones
terrestres continentales, dando como consecuencia a lo que se denominó como
Tierra verde y un nuevo Eón: El Fanerozoico (vida visible) en la que la vida se
hizo más compleja. Aparecieron los anfibios, luego los reptiles y poco después
los mamíferos y las aves. En la extinción de los reptiles (dinosaurios) tal vez
tuvo que ver una casualidad que cambió radicalmente la historia de la vida en
la Tierra: probablemente el impacto de un meteorito de unos 10-15 kilómetros de
diámetro, en lo que hoy es la Península de Yucatán (México) y sus consecuencias
inmediatas fue un excesivo calor y luego por la presencia de cenizas en la
atmósfera que bloquearon la radiación solar, provocó frío, ambos, el calor y el
frío eliminaron a los dinosaurios y le “desbrozaron” el camino evolutivo a los
pequeños mamíferos hace unos 65 millones de años.
De los mamíferos se desprendieron los primates entre los que se encuentran los simios y los monos antropoides (gorilas, orangutanes y
chimpancés) hace unos treinta millones de años. Luego hace unos 15 millones de
años aparecieron los homínidos (todas las especies emparentadas con el linaje
humano), que una vez más por la tectónica de placas se produjo un hundimiento
en el este africano y elevación del relieve en las partes contiguas, lo que
alteró la trayectoria de los vientos y de ser un clima cálido húmedo de
exuberante vegetación y fauna el oriente africano se torna seco, clima que
condicionó el origen de la sabana, caracterizada por la existencia de grandes
llanuras de pastizales, arbustos y árboles espaciados. En este nuevo ambiente
nuestros antepasados arborícolas tuvieron que bajar de los árboles al suelo en
busca de alimentos, condición que los obligó a caminar erguidos
(Australopitecos), con lo que les quedaron libres las manos que al principio
las utilizaron para manipular objetos y luego fabricar instrumentos de trabajo
primitivos, dando así origen al hombre primitivo: el Homo habilis, que todavía
conservaba algunos rasgos de sus antecesores Australopitecos, pero su capacidad
de fabricar herramientas de trabajo lo elevaron por arriba de sus predecesores,
ya con un cerebro de unos 600 gramos más grande de unos 350-400 gramos. A la práctica laboral rudimentaria
basada en la apropiación directa de lo que la naturaleza le aportaba (recolección
de productos vegetales y caza de animales salvajes), también le correspondió un
lenguaje primitivo inarticulado en el que se comunicaba con todo el cuerpo,
pero principalmente con las manos. El siguiente hombre primitivo el Homo
erectus perfeccionó sus instrumentos de trabajo y logró un invento crucial para
su sobre-vivencia: el fuego, técnica que le permitió protegerse del
frío en un ambiente de continuas glaciaciones que iniciaron en el Pleistoceno hace 2 millones de años),
último periodo de la Era Cenozoica (vida reciente), además le sirvió para
ahuyentar y cazar a los animales depredadores que coexistieron con él, y lo más importante, le permitió cocer sus alimentos lo que los hizo
más asimilables, lo que repercutió en la reducción de tamaño del sistema digestivo, lo que favoreció el crecimiento y mayor complejidad (900 gramos). Sin
embargo, su lenguaje seguía siendo inarticulado y rudimentario y básicamente
corporal como su antecesor el Homo habilis. Después de otras especies del género Homo, que todavía no se definen claramente, apareció en Europa principalmente hace
unos 40 000 años, que es un tiempo relativamente reciente en términos
geológicos y se trató del Homo sapiens (hombre sabio) con un cerebro de unos
1500 gramos, con el que aparece el lenguaje articulado propiamente, como lo
testifica el arte (pinturas rupestres), el cual puede ser definido como el
reflejo de lo abstracto en imágenes. La ciencia todavía no había aparecido,
tuvieron que pasar otros miles de años, pero el desarrollo de la economía de aproiación directa durante el período Paleolítico, sentó las bases para la primera revolución tecno-productiva: la
Revolución Neolítica, con la que aparece el cultivo de plantas (agricultura) y
la domesticación de animales (ganadería), actividades que aumentaron la
productividad de alimentos y asimismo dieron origen a la primera división social del
trabajo. Además, hizo posible el surgimiento de la sociedad clasista: el
Esclavismo hace unos 1000 años a.C. en Medio Oriente. Con el esclavismo, apareció la
división del trabajo en intelectual y físico, lo que hizo posible el
surgimiento de la ciencia: primero la ciencia general (filosofía) y los rudimentos
de las ciencias particulares sistematizadas por Aristóteles (384-322 a. C.).
El surgimiento de la conciencia requirió el
movimiento cuantitativo y cualitativo de la materia, para finalmente
culminar hace unos dos millones de años
con la aparición del hombre primitivo y después de casi dos millones de años
apareció el Homo sapiens hace unos 40 000 años y tuvo que aparecer la propiedad
privada y la sociedad clasista, para que apareciera la ciencia primitiva en
Grecia, Egipto y otros países de Medio Oriente, para la que se requería un
lenguaje articulado y desarrollado que permitiera comunicarse en la actividad productiva y social de la especie humana y, además para la abstracción y
generalización científicas. Así pues, el lenguaje es la expresión práctica de
la conciencia.
Es evidente, entonces, que es la materia en movimiento (transformación) la que dio origen a la especie humana después de un prolongado tiempo de
desarrollo histórico de la Tierra de 4 500 años, por consiguiente no tiene nada de
misterioso y sobre-natural, lo que confirma la tesis materialista dialéctica:
la materia es lo primario y la conciencia es derivada (secundaria), tesis confirmada por los descubrimientos de las ciencias particulares, particularmente durante los siglos (XV-XX), cuya generalización filosófica confirma la validez del materialismo dialéctico, en la que el lenguaje oral y escrito ha sido fundamental.
Conclusiones
La
conciencia es el reflejo de la realidad objetiva del mundo que nos circunda y
es una actividad psíquica específicamente humana.
El
lenguaje es un producto social. Surgió en el hombre primitivo (Homo habilis) hace
unos dos millones de años, como una necesidad de comunicarse durante el proceso
laboral, aunque era básicamente corporal. Se desarrolló con el Homo erectus. En este el lenguaje siguió siendo
en lo fundamental un medio de comunicación, también de carácter corporal. Con el Homo sapiens hace unos 40 000 años, además, de medio de comunicación también se transformó en el
fundamento de la generalización y la abstracción, actividades mentales que
hicieron posible el pensamiento abstracto reflejado en el arte (pinturas
rupestres). Tiempo después, en los siglos VII-IV a.C. en Grecia,
apareció la ciencia primitiva (filosofía) y las ciencias particulares rudimentarias sistematizadas por Aristóteles.
Es la materia en movimiento (transformación) la que dio origen a la especie humana después de un prolongado tiempo de desarrollo de la Tierra de 4 500 millones de años, por consiguiente no tiene nada de misterioso y sobre-natural, lo que confirma la tesis materialista dialéctica: la materia es lo primario y la conciencia es derivada (secundaria), tesis confirmada por los descubrimientos de las ciencias particulares, especialmente durante los siglos (XV-XX), cuya generalización filosófica confirma la validez del materialismo dialéctico, en la que el lenguaje oral y escrito ha sido fundamental.
El
lenguaje es la expresión práctica de la conciencia humana, ya que está presente
en toda nuestra vida socio-productiva y educativa, que nos permite comunicarnos
y a través de la generalización y abstracción expresar los conceptos científicos.
La
corteza cerebral es el substrato material de las funciones psíquicas
superiores, entre las que destacan la conciencia en general y en particular el pensamiento abstracto.
El
hemisferio cerebral izquierdo es el “órgano” del pensamiento abstracto, que
aunque morfológicamente es similar al hemisferio derecho, funcionalmente son
muy diferentes.
Los
lóbulos frontales ocupan una mayor extensión, por consiguiente, son los que
coordinan como un todo la actividad intelectual (pensamiento) de la especie
humana, particularmente en el hemisferio izquierdo.
La
moderna neurología confirma la tesis materialista dialéctica de que la
conciencia en general y el pensamiento abstracto en particular tienen una base
material: la comunicación electro-química entre las neuronas. Es decir, no existe nada sobre-natural, la
conciencia y el pensamiento tienen su fundamento material: la corteza cerebral.
El
pensamiento abstracto no se adquiere por el hecho de nacer, es decir, no es
genético. Se logra a través de la instrucción y la reflexión y, la repetición racional es clave para alcanzarlo,
ya que hace firmes las conexiones neuronales para fijarlos en la memoria
racional.
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