domingo, 23 de diciembre de 2018

LENGUAJE: EXPRESIÓN PRACTICA DE LA CONCIENCIA HUMANA

LENGUAJE: EXPRESIÓN PRÁCTICA DE LA CONCIENCIA HUMANA

Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx

Introducción

La conciencia es una característica esencial de la especie humana y en general puede definirse como la capacidad del cerebro del hombre para reflejar mentalmente la realidad material, a través de la religión (Dios), el arte (expresión de lo abstracto en lo concreto) y la ciencia (conceptos, definiciones y leyes); formas de la conciencia, específicamente humanas, de las que carecen los animales, puesto que los animales carecen de dioses y sus templos correspondientes, de obras artísticas y no se diga de ciencia como forma superior de la conciencia.

Si la conciencia es un rasgo propiamente humano, por consiguiente, es conveniente conocer su origen que está asociado a la aparición de la especie humana. Según las evidencias geológicas, climáticas y biológicas, el hombre primitivo surgió en el oriente africano, hace unos dos millones de años, en las regiones tropicales de Tanzania, Kenia y Etiopía, países en los que se encontraron restos de Homo habilis, que probablemente descendió de su antecesor el Australopithecus.

El rasgo esencial de Homo habilis que permitió definirlo, fue su habilidad para fabricar herramientas de trabajo para proveerse de alimentos, particularmente de productos vegetales y muy posiblemente para valerse de medios para el carroñeo de los animales salvajes, cazados por los animales depredadores salvajes que coexistieron con el. Le sucedió el Homo erectus, desde luego con instrumentos de trabajo más perfeccionados que su antecesor, así como, el descubrimiento del fuego, invento que fue crucial para el desarrollo del hombre, ya que le permitió calentarse en un ambiente frío, protegerse de los animales salvajes y utilizarlo como medio para su caza. Además, el fuego fue fundamental para el cocido de los alimentos vegetales y animales, proceso que favoreció una mejor asimilación de los nutrientes y como el metabolismo condiciona la anatomía; en este sentido, el sistema digestivo se redujo en tamaño, lo que favoreció el crecimiento de su cerebro, de tal forma que su cerebro pesaba unos 900 gramos, que comparados con los 600  gramos de su predecesor, la diferencia es significativa y se tradujo en una mayor complejidad. Posteriormente, existieron algunas especies humanas emparentadas con el género Homo, pero todavía la línea de descendencia no es definitiva, lo que si es cierto es que el Homo sapiens (hombre de Cro-Magnon) que vivió en Europa hace unos 40 000 años y con herramientas más sofisticadas y con un cerebro más complejo como sustrato material de la inteligencia, le permitieron derrotar al hombre de Neandertal que todavía existía en Europa.

Es con el Homo sapiens con el que apareció propiamente el lenguaje como un producto social, derivado de una vida social más compleja y desde entonces se convirtió en la expresión práctica de la conciencia humana. Pero, la ciencia como forma superior de la conciencia, todavía no había aparecido, tuvieron que pasar otros miles de años, para que se produjera la primera revolución tecno-productiva: la Revolución Neolítica, con la que aparece el cultivo de plantas (agricultura) y la domesticación de animales (ganadería), actividades que aumentaron la productividad de alimentos dieron origen a la primera división social del trabajo (tribus agrícolas y tribus ganaderas). Además, hizo posible el surgimiento de la sociedad clasista: el Esclavismo hace unos 1000 años antes de Cristo. Con el Esclavismo, apareció la división del trabajo en intelectual y físico, lo que hizo posible el surgimiento de la ciencia desarrollada por los intelectuales, representantes de la élite esclavista: primero la ciencia general (filosofía) y después los rudimentos de las ciencias particulares sistematizadas por Aristóteles (384-322 a. C.), las cuales exigían el concurso del lenguaje como medio para generalizar lo singular y transformarlo en conceptos, definiciones (juicios) y razonamientos, rasgos que caracterizan a todas las ciencias; es decir, sin lenguaje, no hay ciencia.


Origen de la conciencia

Si la conciencia es privativa de la especie humana, para entender su origen por lo menos hay que retroceder en el tiempo al Eón Fanerozoico (vida visible) en el que la vida se hizo más compleja. Aparecieron los anfibios, luego los reptiles y poco después los mamíferos y las aves. En la extinción de los reptiles (dinosaurios) tal vez tuvo que ver una casualidad que cambió radicalmente la historia de la vida en la Tierra: probablemente el impacto de un meteorito de unos 10-15 kilómetros de diámetro, en lo que hoy es la Península de Yucatán y sus consecuencias inmediatas fue un excesivo calor y luego por la presencia de cenizas en la atmósfera que bloquearon la radiación solar, provocó frío, ambos, el calor y el frío eliminaron a los dinosaurios y le “desbrozaron” el camino evolutivo a los pequeños mamíferos hace unos 65 millones de años (Álvarez, 2017).

De los mamíferos se desprendieron los primates, entre los que se encuentran los simios y los monos antropoides (gorilas, orangutanes y chimpancés) hace unos treinta millones de años. Luego hace unos 15 millones de años aparecieron los homínidos (todas las especies emparentadas con el linaje humano), que una vez más por la tectónica de placas se produjo un hundimiento en el este africano y como consecuencia, la elevación del relieve en las partes contiguas, lo que alteró la trayectoria de los vientos y de ser un clima cálido húmedo de exuberante vegetación y fauna, el oriente africano se torna seco, clima que condicionó el origen de la sabana, caracterizada por la existencia de grandes llanuras de pastizales, arbustos y árboles espaciados. En este nuevo ambiente nuestros antepasados arborícolas tuvieron que bajar de los árboles al suelo en busca de alimentos, condición que los obligó a caminar erguidos (Australopitecos), con lo que les quedaron libres las extremidades anteriores (manos) que al principio las utilizaron para manipular objetos y luego fabricar instrumentos de trabajo primitivos, dando así origen al hombre primitivo: el Homo habilis, que todavía conservaba algunos rasgos de sus antecesores, pero su capacidad de fabricar herramientas de trabajo lo elevaron por arriba de sus predecesores, ya con un cerebro de unos 600 gramos, más grande que el de los Australopitecos que le antecedieron y cuyo cerebro pesaba unos 350-400 gramos. A la práctica laboral rudimentaria basada en la apropiación directa de lo que la naturaleza le aportaba (recolección de productos vegetales y caza de animales salvajes), también la correspondió un lenguaje primitivo inarticulado en el que se comunicaba con todo el cuerpo, pero principalmente con las manos. El Homo erectus que le sucedió, hace unos 1.8 millones de años y sobrevivió hasta hace unos 300 000 años, perfeccionó sus instrumentos de trabajo y logró un invento crucial para su existencia: el fuego, técnica que le permitió protegerse del frío en un ambiente de continuas glaciaciones que iniciaron en el Pleistoceno, último periodo de la Era Cenozoica (vida reciente), además le sirvió para ahuyentar y cazar a los animales depredadores que coexistieron con él y lo más importante le permitió cocer sus alimentos, lo que los hizo más asimilables y, por consiguiente, el cerebro se desarrolló cuantitativa y cualitativamente, a tal grado que alcanzó un tamaño de unos 900 gramos. Sin embargo, su lenguaje seguía siendo inarticulado y rudimentario y básicamente corporal como su antecesor el Homo habilis. El siguiente hombre apareció hace unos 35 000 años, con instrumentos de trabajo más perfeccionados y un cerebro de mayor tamaño (1500 gramos) y más complejo, cuya actividad práctica social condicionó la aparición del lenguaje articulado, fundamental para el proceso de abstracción, como lo prueban las pinturas rupestres que elaboraron, en las que se plasma en imágenes concretas lo abstracto.

La ciencia como forma superior de la conciencia, todavía no había aparecido, tuvieron que pasar otros miles de años, para que apareciera la primera revolución tecno-productiva: la Revolución Neolítica, con la que aparece el cultivo de plantas (agricultura) y la domesticación de animales (ganadería), actividades que aumentaron la productividad de alimentos y asimismo dio origen a la primera división social del trabajo (tribus agrícolas y tribus ganaderas). Además, hizo posible el surgimiento de la sociedad clasista: el Esclavismo hace unos 1000 años antes de Cristo. Con el Esclavismo, apareció la división del trabajo en intelectual y físico, lo que hizo posible el surgimiento de la ciencia desarrollada por los intelectuales, representantes de la élite esclavista: primero la ciencia general (filosofía) y después los rudimentos de las ciencias particulares sistematizadas por Aristóteles (384-322 a. C.), las cuales exigían el concurso del lenguaje como medio para generalizar lo singular y transformarlo en conceptos, definiciones (juicios) y razonamientos, rasgos que caracterizan a todas las ciencias; es decir, sin lenguaje, no es posible, la existencia de la ciencia.


Lenguaje y conciencia

Engels (1876), en un escrito inconcluso, titulado: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, escribió:

“El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en economía política. Lo es, en efecto, lo mismo que la naturaleza, que provee de materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en grado tal que, hasta cierto punto debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”.

Refiriéndose a los monos antropomorfos –hoy conocidos como homínidos- antecesores del hombre, por las nuevas condiciones de vida se vieron en la necesidad de evolucionar de la forma cuadrúpeda a la postura erecta, salto que fue decisivo para la transformación del mono en hombre:

“Es de suponer que como consecuencia, ante todo, de su género de vida, por el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar cada vez más una posición erecta. Fue el paso decisivo para la transición del mono al hombre”.

Con el trabajo las relaciones sociales se volvieron más complejas y junto con las premisas biológicas, dieron origen al lenguaje. Tanto el trabajo como el lenguaje impactaron en el desarrollo del cerebro:

“En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en el que tuvieron algo que decirse unos a otros. La necesidad creó el órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro…La comparación con los animales prueba que esta explicación del origen del lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única correcta…Primero el trabajo, luego con él el lenguaje articulado, fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente en tamaño y en perfección. Y a medida que se desarrollaba el cerebro, se desarrollaban también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los sentidos. De la misma manera que el desarrollo gradual del lenguaje es acompañado necesariamente del correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo general del cerebro está ligado al perfeccionamiento de todos los órganos de los sentidos… El desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, la creciente claridad de conciencia, el poder de abstracción y de discernimiento cada vez mayores, reaccionaron a su vez sobre el trabajo y el lenguaje, estimulando más y más su desarrollo. Cuando el hombres se separa definitivamente del mono, este desarrollo no cesa ni mucho menos, sino que continúa, en distinto grado y en distintas direcciones entre los distintos pueblos y en las diferentes épocas, interrumpido incluso a veces por regresiones de carácter local o temporal, pero avanzando en su conjunto a grandes pasos, considerablemente impulsado y, a la vez, orientado en un sentido más preciso por un nuevo elemento que surge con la aparición del hombre completo: la sociedad”.

Así pues, el lenguaje es un producto social. Surgió en forma rudimentaria, en el hombre primitivo (Homo habilis) hace unos dos millones de años y fue la respuesta necesaria para comunicarse durante el proceso laboral, que aunque se trataba básicamente de un lenguaje corporal, particularmente de las manos fue muy importante para el desarrollo posterior de la especie humana. Se desarrolló con el Homo erectus. En este el lenguaje siguió siendo en lo fundamental un medio de comunicación corporal. Con el Homo sapiens hace unos 40 000 años, además, de medio de comunicación también se transformó en el fundamento de la generalización y la abstracción, actividades mentales que hicieron posible el pensamiento abstracto reflejado en el arte (pinturas rupestres). Tiempo después, entre los siglos VII-IV, a.C. en Grecia, apareció la ciencia primitiva (filosofía) y las ciencias particulares rudimentarias, como formas superiores de la conciencia humana, en la que el lenguaje fue el medio para la generalización y abstracción de la realidad material y el descubrimiento de conceptos abstractos y su combinación para formar juicios y razonamientos, todos pertenecientes a la lógica (ciencia del pensamiento), cuya sistematización es inherente a toda ciencia. Así pues, sin el lenguaje oral o escrito, la ciencia es imposible.

Vygotsky (1884) en su obra: Pensamiento y lenguaje, expone sus conclusiones principales de sus investigaciones:

1. El pensamiento y el lenguaje tienen diferentes raíces genéticas. 2. El desarrollo del pensamiento y el lenguaje siguen líneas distintas y son independientes uno del otro. 3. La relación entre el pensamiento y el lenguaje no es una magnitud más o menos constante en el curso del desarrollo filogenético. 4. Los antropoides manifiestan un intelecto semejante al del hombre en unos aspectos (rudimentos de empleo de instrumentos) y un lenguaje semejante al del hombre en otros (fonética del habla, función emocional y rudimentos de la función social del lenguaje). 5. Los antropoides no manifiestan la relación característica del hombre: la estrecha correspondencia entre el pensamiento y el lenguaje. En el chimpancé uno y otro no guardan ningún tipo de conexión. 6. En la filogenia del pensamiento y el lenguaje, se puede reconocer indiscutiblemente una fase pre-lingüística en el desarrollo de la inteligencia y una fase pre-intelectual en el desarrollo del lenguaje.

Es evidente que el tipo superior de comportamiento del chimpancé, como quiera que se considere, en tanto que lo caracteriza el uso de instrumentos, constituye el anticipo embrionario del comportamiento humano. Para los marxistas no resulta en absoluto inesperado el descubrimiento de Köhler. Marx dice al respecto: “El uso y la creación de instrumentos de trabajo, aunque propio en forma rudimentaria de algunas especies animales, constituye el rasgo característico específico del trabajo humano...

Respecto a la formación del concepto en el niño, el autor citado, comenta que es imposible sin palabras, el pensamiento en conceptos es imposible sin el pensamiento basado en el lenguaje. El aspecto nuevo, esencial y central de todo este proceso, puede ser considerado con fundamento, la causa del desarrollo de los conceptos, es el uso específico de la palabra, la utilización funcional del signo como medio de formación de conceptos. La relación entre el pensamiento y la palabra no es una cosa, sino un proceso, esa relación es el movimiento del pensamiento hacia la palabra y al revés, de la palabra hacia el pensamiento. A la luz del análisis psicológico, esta relación aparece como un proceso en desarrollo, que atraviesa una serie de fases y estadios, en los cuales experimenta los cambios propios del desarrollo. Desde luego, no se trata de un desarrollo relacionado con la edad, sino de un cambio funcional, pero esa evolución del propio proceso del pensamiento desde el pensamiento hasta la palabra es desarrollo. El pensamiento no se manifiesta en la palabra, sino que culmina en ella. A este respecto cabría hablar del proceso de formación (unidad del ser y del no ser) del pensamiento en la palabra. Todo pensamiento trata de unir algo con algo, de establecer una relación entre algo y algo. Todo pensamiento posee movimiento, fluidez, desarrollo, en una palabra, el pensamiento desempeña una función determinada, un trabajo determinado, resuelve una tarea determinada. Ese fluir del pensamiento se efectúa como un movimiento interno a través de toda una serie de planos, como el paso del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento. Por eso, la primerísima tarea de todo análisis que desee estudiar la relación entre el pensamiento y la palabra como el movimiento del pensamiento hacia la palabra es estudiar las fases que integran este movimiento, diferenciar la serie de planos que recorre el pensamiento encarnado en la palabra. La experiencia enseña, que el pensamiento no se refleja en la palabra, se realiza en ella; así pues, el rasgo diferenciador fundamental de la palabra lo constituye el reflejo generalizado de la realidad.

La investigación realizada conduce de lleno al umbral de otro problema, aún más amplio, aún más profundo, aún más ambicioso que el problema del pensamiento: el problema de la conciencia... Se ha llegado a una faceta de la naturaleza de la palabra cuyo significado sobrepasa los límites del pensamiento como tal y que sólo puede estudiarse en toda su plenitud dentro de un problema más general: la palabra y la conciencia. La percepción y el pensamiento disponen de diferentes procedimientos para reflejar la realidad en la conciencia. Estos distintos procedimientos suponen diferentes tipos de conciencia. Por eso, el pensamiento y el lenguaje son la clave para comprender la naturaleza de la conciencia humana. Si el lenguaje es tan antiguo como la conciencia, si el lenguaje es la conciencia que existe en la práctica para los demás y, por consiguiente, para uno mismo, es evidente que la palabra tiene un papel destacado no sólo en el desarrollo del pensamiento, sino también en el de la conciencia en su conjunto: Las investigaciones empíricas muestran a cada paso que la palabra desempeña ese papel central en el conjunto de la conciencia y no sólo en sus funciones aisladas. La palabra representa en la conciencia, en términos de Feuerbach lo que es absolutamente imposible para una persona y posible para dos. Es la expresión más directa de la naturaleza histórica de la conciencia humana.

Así pues, Vygotsky (1884) ya había llegado a la conclusión en correspondencia con el Marxismo que, el lenguaje (palabra) es la realización “material” del pensamiento.

Tiempo después Luria (1934) escribió un Epílogo a su obra, en el que afirma, lo siguiente:

Pensamiento y lenguaje es, sin duda, uno de los principales trabajos de Vygotsky. Dedicado al problema de la relación entre el pensamiento y el lenguaje, constituye una importantísima investigación que desarrolla las tesis fundamentales de la teoría general creada por él y al mismo tiempo ofrece un análisis crítico de los intentos más conocidos de resolver este problema, intentos que predominaban en la ciencia psicológica de Europa Occidental durante la década de los años 20 y comienzos de los años 30.

Es sabido que en la resolución del problema del pensamiento y de su interrelación con el lenguaje se enfrentaban las dos corrientes fundamentales de la psicología. Una de ellas, el asociacionismo, que alcanzó su más alto nivel en el siglo XIX, descomponía el proceso del pensamiento en los elementos principales: las ideas (concretamente; las ideas que se hallaban tras palabras aisladas) y trataba de mostrar que el pensamiento se reduce en esencia a las asociaciones (conexiones) de estos elementos. Semejante enfoque de los procesos del pensamiento figuraba en la mayoría de los libros y manuales que utilizaron generaciones de psicólogos. Es completamente natural que al descubrir los elementos que integran el pensamiento los partidarios de la teoría asociacionista no podían describir el pensamiento como un proceso integral, y las particularidades especiales, características de la actividad intelectual del hombre, se perdían. A comienzos del siglo XX, el enfoque asociacionista de la psicología del pensamiento tropieza por vez primera con una resistencia generalizada.

Dos caminos eran posibles para salir de esta crisis. Por una lado, hacía falta identificar unidades reales que sirven para estructurar el proceso del pensamiento y, en lugar de asociaciones simplificadas o esquemas abstractos (del tipo de la consideración de las relaciones), encontrar componentes que no pudieran ser objeto de mayor división y conservaran todas las cualidades características del pensamiento, deduciendo estos componentes (o unidades) de la actividad práctica concreta del niño. Por otro lado, resultaba francamente necesario enfocar los procesos del pensamiento a la luz de su desarrollo y recordando la conocida fórmula de Marx: “Conocemos tan sólo una única ciencia, la ciencia de la historia”. Observar las etapas reales que recorre el pensamiento en formación del hombre adulto.

El pensamiento y el lenguaje tienen una importancia central, clave. En gran número de investigaciones se manifestaba la suposición de que las raíces genéticas del pensamiento están estrechamente ligadas al lenguaje, que la palabra es siempre la portadora del concepto que sirve de base al pensamiento, que las relaciones de principio entre el pensamiento y el lenguaje se mantienen invariables en las etapas sucesivas de desarrollo.

Vygotsky rechazó con plena decisión esta tesis y mostró que el pensamiento desarrollado del hombre tiene dos raíces independientes, una de las cuales penetra profundamente en la acción práctica del animal y otra en el empleo del lenguaje como medio de comunicación. Llegar a semejante conclusión le autorizaba a Vygotsky los datos que en aquel entonces había acumulado la psicología. Así, ya a comienzos de la segunda década de nuestro siglo, se había establecido firmemente que los monos antropoideos observados en los experimentos de Köhler eran capaces de realizar actos bastantes complicados, semejantes a los actos intelectuales: los animales analizaban la situación visual, captaban sus conexiones visuales y resultaban estar capacitados para resolver tareas de acción relativamente sencillas. Sin embargo, en los sonidos que reflejaban el estado emocional de los animales (la satisfacción y el disgusto, la intimidación o el llamamiento) no era posible captar la menor alusión a que denominasen objetos aislados; la función de los sonidos afectivos de los antropoides era completamente diferente de las palabras de la lengua humana, cada una de las cuales denominaba cierto objeto, refleja conexiones y relaciones.

Vygotsky llega a la tesis que no cesa de repetir más adelante. Si Goethe había propuesto sustituir la máxima bíblica "En el inicio fue la palabra" por la de "En el inicio fue la acción", Vygotsky propuso cambiar la acentuación de esta oración, destacando el primer término: "En el inicio fue la acción", obligando a buscar cómo la unión de “acción” y “palabra” asegura la aparición de las formas superiores de pensamiento verbal que proporcionan a la “acción” humana rasgos básicamente nuevos, haciéndole superar notablemente los límites de la situación captada visualmente y convierten al hombre en dueño del "campo visual” en lugar de ser "esclavo suyo".

Se sabe desde hace mucho que la unidad del lenguaje la constituye la palabra, que la palabra expresa el objeto y en fases más complejas de desarrollo expresa un determinado concepto abstracto. Sin embargo, a pesar del gran número de investigaciones dedicadas a esta cuestión, el propio proceso de desarrollo del significado de la palabra era dejado de lado. Se suponía que el significado de la palabra permanecía siempre invariable (parecía evidente que la palabra “mesa” o la palabra “manzana” significan para el niño y para el adulto la misma cosa) y que todo el proceso de desarrollo del lenguaje guarda tan sólo relación con el enriquecimiento y la ampliación del vocabulario y la adquisición de nuevas palabras abstractas, que expresan determinados conceptos.

El primer paso que da consiste en separar claramente los dos aspectos principales o las dos funciones de la palabra. Por un lado, la palabra señala siempre un objeto aislado (acto o cualidad), lo sustituye, o según el conocido lingüista ruso Potébnia, sirve para representarlo. Esa función de la palabra, la denomina Vygotsky con pleno fundamento atribución de la palabra a un objeto. El hecho de que la atribución de la palabra a un objeto sea idéntica en el niño y en el adulto (“mesa” siempre es mesa, “ventana” siempre es ventana) pone de manifiesto que constituye una de las funciones más importantes de la palabra; sin embargo, ese hecho encubre fácilmente los profundos cambios que experimenta el contenido de la palabra durante el desarrollo del niño.

La palabra, por un lado, no sólo señala el objeto, sino que realiza un complicadísimo análisis de ese objeto, análisis que se ha estructurado en los códigos del idioma durante el proceso de la historia social.

Finalmente, como señaló Lenin, toda palabra (el discurso) ya generaliza: cuando decimos “mesa”, nos referimos a cualquier mesa, cuando decimos “reloj”, a cualquier reloj, etc.

Los experimentos realizados por Vygotsky no sólo mostraron que el significado de las palabras se desarrolla, sino que permitieron también observar el propio proceso de formación del concepto, que antes transcurría en un plano inmediato y sólo después comenzaba a apoyarse en el significado abstracto, categorial de las palabras.

Gorkski y Spirkin (1961):

En la vida conjunta de los monos antropoides no existe un principio unificador en que pudiera concentrarse su vida común y sólidamente cohesionada. No poseen ni un fin único ni medios comunes para alcanzarlo. En pocas palabras: no se da en ellos una actividad de trabajo ni poseen los medios para ejecutarla, es decir, instrumentos de trabajo. Esto explica precisamente que los monos antropoides no necesiten lenguaje para comunicarse. En suma, no necesitan lenguaje porque no tienen nada que decirse.

Hubo de haber un momento, crucial, que separó el comienzo del lenguaje en el sentido propio de ésta palabra, de la signalización animal. Es de suponer que dicho momento abarca el período de la vida de los antecesores del hombre en que el complejo fónico inarticulado dejó de estar vinculado a las emociones y entró en relación con los objetos reales, o, hablando con mayor exactitud con las imágenes de dichos objetos, y las imágenes de los objetos se enlazaron con los complejos fónicos. De medio de expresión espontánea de las emociones, el sonido se convirtió en medio para designar intencionalmente los objetos. Esta transición se produjo a la vez que, en el proceso de trabajo, la mentalidad de los animales superiores se transforma en primitiva conciencia gregaria del hombre. Solo cuando determinado complejo fónico se produjo cada vez que se ejecutaba la actividad correspondiente y aparecían los mismos objetos, sólo entonces los sonidos de tipo animal se convirtieron en lenguaje humano primario.

Es posible afirmar con cierto grado de certeza que el lenguaje articulado sólo pudo formarse con todas las propiedades que le son inherentes cuando el hombre tuvo una construcción de tipo moderno, es decir, cuando se llegó al tipo de hombre de Cro-Magnon. Los tipos de hombre que le precedieron –excepción hecha del Neandertal, grado de transición al Cro-Magnon- se comunicaron entre sí principalmente mediante el lenguaje inarticulado con sonidos poco diferenciados, y con ademanes de toda clase. Probablemente no poseían más que elementos rudimentarios del lenguaje articulado. El complejo que, con cierto grado de certeza, permite afirmar que el lenguaje articulado con todas las propiedades que le son características pudo formarse precisamente en la época correspondiente al hombre de Cro-Magnon estriba, ante todo, en el carácter de la actividad que desarrollaba ese tipo de hombre al trabajar, en las formas de relación social que de ello se derivaban y en el nivel alcanzado en la actividad pensante. Son muchos los hechos que atestiguan que el pensamiento del hombre de Cro-Magnon tenía un carácter mediato. Solo el lenguaje articulado podía servir de forma en que cobrara realidad el pensamiento abstracto.

Lo concreto precede siempre a lo abstracto. Esta es una ley general, propia también del desarrollo tanto del pensamiento como del lenguaje.

La génesis de la escritura permite examinar la línea general del desarrollo del pensamiento desde sus formas concretas y perceptibles, como imágenes, hasta las abstractas. La escritura constituye la forma visual de fijar el lenguaje. La escritura se mueve de la pictográfica (imágenes) a la ideográfica (ideas) y finalmente culmina con la escritura alfabética que constituye el grado de abstracción más elevado.

Tan solo con la aparición de la palabra se halló el hombre en condiciones de abstraer de los objetos tales o cuales propiedades, y distinguir las relaciones existentes entre las cosas como algo distinto de las cosas mismas. Gracias al lenguaje resultó posible dar forma material al reflejo que hallaban en la conciencia las propiedades de las cosas y sus relaciones, con lo que pudieron crear objetos ideales del pensamiento: conceptos. Con los conceptos y gracias a ellos, se llegó a la actividad teórica en el sentido propio de la palabra. Desde el principio, la lengua desempeña una función que en realidad, no puede ser sustituida por nada en la labor generalizadora del pensamiento. Precisamente, gracias al lenguaje, el hombre se halló en condiciones de pasar del conocimiento de objetos y fenómenos singulares (sensibles) a su reflejo generalizado en forma de conceptos. Una de las particularidades esenciales del lenguaje radica en su función generalizadora. Sin ella, la conciencia del hombre de ningún modo habría podido llegar a ser capaz de tener una visión de conjunto de la infinita variedad de las cosas y de los fenómenos particulares del mundo real. Se habría dispersado y desconcertado ante el cambio incesante de los fenómenos, conexiones y relaciones. El lenguaje dio al hombre la posibilidad de fijar lo general de los objetos y fenómenos, de sus concatenaciones y relaciones, le permitió diferenciarlos, referirlos a conceptos, sintetizarlos en conceptos y presentarlos como relativamente estables. Gracias a su función abstractiva y generalizadora, el lenguaje puso al hombre en condiciones de rebasar los límites de la conciencia portadora de contenidos sensoriales que le era propia en el primer estadio de su desarrollo.

Shorojova (1963):

El materialismo dialéctico, considerando que la conciencia es el producto de un largo desarrollo de la materia, subraya que la conciencia es una propiedad de formas superiores de la materia, una función del cerebro humano. La esencia de la conciencia, como función del cerebro, consiste en que refleja el mundo exterior. El objeto, el fenómeno del mundo exterior, existe al margen e independientemente de la conciencia. El hombre siente y piensa porque percibe los estímulos exteriores. Cualesquiera que sean los pensamientos que surjan  de la mente del hombre, no serán más que imágenes de los objetos y fenómenos de la realidad objetiva, su reflejo más o menos exacto.

La facultad de reflejar la realidad objetiva en forma ideal, en forma de imágenes ideales, es característica del hombre únicamente.

Para Pávlov, la actividad refleja condicionada es la función de los segmentos superiores del sistema nervioso central, de la corteza de los grandes hemisferios, mientras que los reflejos incondicionales son una función subcortical. La prueba de que los reflejos condicionados son la actividad de los grandes hemisferios, es el hecho de que esos reflejos desaparecen al ser extirpados los grandes hemisferios cerebrales.

Con el lenguaje surge el segundo sistema de señales y con ello una nueva función de la corteza cerebral: la abstracción y la generalización de las infinitas señales del primer sistema de señales con ayuda de la palabra. La conciencia como nueva cualidad de los procesos psíquicos no se da más que en el hombre.

Kursanov (1966) escribió:

La experiencia práctica del hombre es el punto de partida y la principal fuerza motriz de todo el proceso del conocimiento humano, comenzando por sus primeras y más simples formas y terminando en las formas superiores del pensamiento teórico del individuo, del pensamiento teórico expresado en conceptos.

En su doctrina, Pávlov dio un paso decisivo para el descubrimiento de la naturaleza cualitativamente especial del pensamiento propiamente humano, a diferencia de los elementos de la actividad consciente de los animales superiores, desde el punto de vista, precisamente, del fundamento fisiológico. Las secciones inferiores del cerebro, son las portadoras o transmisoras de los reflejos no condicionados, innatos, propios tanto del animal como del hombre: “los reflejos innatos están relacionados con la sección inferior del sistema nervioso central”. Los innumerables reflejos condicionados, bajo cuyo influjo transcurre la mayor parte de la vida y la actividad tanto del animal como del hombre, tienen su fundamento material en la corteza de los hemisferios cerebrales. El sistema vinculado a los factores sensoriales directos, mediante el cual el organismo percibe los estímulos del medio externo, es el primer sistema de señales del mundo que nos rodea, y es común en el hombre y los animales. Pávlov desarrolla su genial idea del segundo sistema de señales, que a diferencia cualitativamente del primer sistema es inherente solo al cerebro humano. Así, dice que “durante la evolución del mundo animal, al llegar a la fase del hombre, se produjo una adición extraordinaria a los mecanismos de la actividad nerviosa, la palabra pasó a ser el segundo sistema de señales de la realidad, específicamente humano, que es la señal de las primeras señales”. El primer sistema de señales, propio también de los animales, está vinculado a “imágenes concretas”, mientras que el segundo sistema de señales está asociado a conceptos abstractos expresados por medio de la palabra, lo que solo es inherente al cerebro humano.

El pensamiento humano se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales: en primer lugar el hombre posee un lenguaje articulado, con el que en forma verbal expresa su pensamiento; en segundo lugar, el pensamiento del hombre tiene un carácter abstracto: se produce bajo la forma de abstracciones científicas, de generalizaciones científicas, mientras que la actividad consciente y elemental de los animales superiores solamente está vinculada directamente al contenido sensorial y no se eleva hasta las generalizaciones científicas, hasta las abstracciones; en tercer lugar, el pensamiento del hombre posee la facultad de comprender su propia actividad; en cuarto lugar, el pensamiento humano tiene un carácter activo en oposición a la “adaptable” actividad nerviosa superior de los animales.

La práctica laboral, social, determinó la aparición de la conciencia propiamente humana, condicionando la formación del segundo sistema de señales (lenguaje articulado) sobre la base de las premisas fisiológicas que se habían desarrollado en los simios superiores: los monos antropoides y los Australopitecos. Con el desenvolvimiento y complicación de los procesos laborales, no sólo se perfecciona y desarrolla la mano humana, sino también el pensamiento en indisoluble nexo con el progreso del lenguaje articulado.

Marx y Engels trazaron genialmente las líneas generales del desarrollo de los conceptos y de las formas de la conciencia humana que les precedieron. Señalaron sin lugar a dudas que por cuanto todas las nociones y conceptos llevan ya en sí una generalización, también la primera generalización es la de la actividad productora elemental del hombre y de aquellas propiedades del objeto que son las más importantes para el individuo en el escalón correspondiente de su vida social-productora.

Tanto el pensamiento como el lenguaje, hacen notar Marx y Engels, no forman por sí solos un reino aparte, sino que “son únicamente manifestaciones de la vida real”, y su aparición y desarrollo se produce en indisoluble vínculo  con la actividad práctica del hombre. “El lenguaje es la realidad inmediata del pensamiento”, dijeron Marx y Engels. Sobre la base del desarrollo del vínculo material entre las personas, determinado por las necesidades y el modo de producción, es decir, por toda la actividad práctica y la vida de las personas, surgen y se desarrollan tanto el pensamiento como el lenguaje. “El lenguaje es tan antiguo como la conciencia; el lenguaje es la conciencia real, práctica, existente también para las demás personas y que sólo por ello existe también para uno mismo, y, al igual que la conciencia, el lenguaje surge únicamente de la necesidad, de la precisión ineluctable de comunicarse con las demás personas”.

Desde sus primeros pasos, la actividad propiamente humana presenta un carácter social-laboral, cualitativamente distinto de la primitiva manada de seres humanos de los actos y el comportamiento de los monos antropoides.

En su forma desarrollada y adecuada, el pensamiento lógico del hombre responde al pensamiento en conceptos abstractos, se trata de un pensamiento teórico, científico, propiamente dicho. Su aparición se refiere ya a otra época histórica, a la época del establecimiento de las relaciones sociales esclavistas, que significaban la contraposición del trabajo manual y el intelectual, basada en el establecimiento de la propiedad privada y la división de las personas en clases opuestas. Pero el pensamiento lógico bajo la forma de conceptos abstractos no apareció súbitamente, fue producto del desarrollo prolongado y complejo de la conciencia humana, que condujo, en un principio, a las formas empírico-sensoriales del pensamiento conceptual, a los conceptos y juicios lógicos elementales; después, solamente cuando se hubo recorrido este estadio, alcanzó la altura del pensamiento teórico, la fuerza de las grandes abstracciones científicas. Así pues, la historia de la ciencia del mundo antiguo permite señalar una ley extraordinariamente importante: en todos los Estados de la Antigüedad, la aparición del conocimiento científico se basa en el desarrollo de las relaciones esclavistas de producción y, en general, de todas las relaciones sociales de la sociedad esclavista.

El nexo orgánico del lenguaje y el pensamiento, del concepto y la palabra alcanza en el peldaño del conocimiento científico su forma adecuada, bajo la forma de definiciones de conceptos, definiciones que implican la fijación exacta de su contenido en los correspondientes y necesarios términos verbales.

Así pues, el concepto científico es el elemento lógico central en la construcción de los sistemas de cada ciencia; como forma del razonamiento lógico, el concepto científico es el reflejo concentrado de las propiedades y nexos internos, esenciales y determinantes, regulados por leyes, entre los objetos del mundo material; al surgir como producto de una labor de abstracción activa del raciocinio humano, el concepto científico pasa a convertirse, en el ulterior desarrollo del conocimiento, en uno de los componentes determinantes del “saber básico”, en el que se funda la creación y el progreso de las disciplinas científicas; el concepto científico es la expresión más característica y lógicamente diáfana del papel activo y de la enorme fuerza del raciocinio humano en el conocimiento de la esencia del mundo que nos rodea, lo que determina la extraordinaria importancia de su valor cognoscitivo y práctico.

Luria (1967) escribió:

Cuando, en 1861, Broca formulo por primera vez la hipótesis de que la destrucción del aspecto motor del lenguaje está relacionado con el deterioro de un área limitada del cerebro, estaba procediendo con arreglo a una concepción bien definida de la estructura cerebral y de la localización de las funciones en el córtex cerebral. De acuerdo con esta concepción, que se vio corroborada por los descubrimientos anatómicos de Betz y las investigaciones fisiológicas de Fritsch y Hitzig, el córtex constituye un sistema de áreas altamente diferenciado cuyas células desempeñan unas funciones muy concretas. En esta época, en que los primeros estudios anatómicos y fisiológicos de la actividad cerebral estaban diferenciando unas áreas del córtex que tenían funciones fisiológicas (aferentes o eferentes) estrictamente definidas, los investigadores clínicos estaban empezando a distinguir unas áreas que resultaban ser “depósitos” únicos de procesos mentales complejos y, por consiguiente, desempeñaban funciones psicológicas definidas. Así fue como se describieron los centros” de la imagen motora de la palabra” (área de Broca) y de la imagen sensorial de la palabra” (área de Wernicke).

Bajo las condiciones de la sociedad primitiva, el lenguaje empezó a desarrollarse como medio de comunicación; entonces, con arreglo a leyes que aún no conocemos, apareció el lenguaje verbal. En el desarrollo del lenguaje verbal, las palabras se separaron gradualmente de las actividades laborales y de los gestos de señalización; las palabras empezaron a abstraer y al mismo tiempo a generalizar diversas características de los objetos. Así acabaron por crear las funciones de designación y al mismo tiempo las de generalización y sistematización.

La formación de los procesos verbales está relacionada con importantes cambios en la estructura de los sistemas funcionales del cerebro de los que se ha hablado más arriba. Con la aparición de lo que Pávlov considero como un segundo sistema de señales de la realidad, derivado de la abstracción y al propio tiempo de la generalización de innumerables señales directas, la forma más compleja de actividad refleja, que intuía antes la base del comportamiento animal, cobro nuevos rasgos específicos en el hombre.

En las primeras investigaciones neurológicas quedó firmemente establecido el hecho de que los trastornos del habla, las afasias, solo aparecen como consecuencia de la lesión de ciertas áreas del hemisferio izquierdo. Como regla general, la afasia no aparece tras una lesión en el hemisferio derecho o en áreas situadas fuera de las áreas del hablar del córtex. Así, las primeras descripciones de los síndromes afásicos, que posteriormente fueron precisadas por muchos autores, revistieron un carácter claramente topológico.

En los animales los sistemas funcionales son relativamente constantes; así, como han mostrado Bethe, Asratian y Anokhin, la reorganización de la función dentro de ciertos sistemas no presenta dificultad. Sin embargo, en el hombre, el desarrollo del trabajo, el uso de instrumentos y, lo más importante de todo, la presencia del lenguaje que constituye la base del segundo sistema de señales del cerebro, permite a los sistemas funcionales una plasticidad extrema. En el hombre casi todas las áreas corticales pueden adquirir una nueva significación funcional, incorporándose así a casi cualquier sistema funcional. Por ello, todo lo que al hombre le falta en potencial regenerativo es suplido por una mayor flexibilidad funcional.

Luria (1969) explica:

Las funciones psíquicas superiores del hombre son por sí mismas sistemas funcionales, sociales por su origen y que no se realizan de manera mediata por su estructura. Esto significa ante todo que ninguna forma compleja de la actividad psíquica del hombre transcurre sin participación directa o indirecta de la facultad del habla y que las relaciones del segundo sistema de señales desempeñan un papel decisivo en su construcción. La organización de la facultad del habla de los procesos psíquicos se manifiesta en el complejísimo conjunto de sus particularidades funcionales y se apoya en aquel nuevo principio de la actividad nerviosa que se introduce en la actividad nerviosa con la aparición del segundo sistema de señales. Gracias a la facultad de hablar se realiza la función de abstracción y generalización de las señales directas de la realidad y aparece la posibilidad del reflejo de aquellas conexiones y relaciones de los objetos y fenómenos, los cuales se alejan de los límites de la percepción sensitiva directa. Por esto, es natural que la organización verbal de los procesos psíquicos deba considerarse como una actividad de todo el cerebro en conjunto, que se apoya en la función conjunta del todo el complejo de analizadores.

Ya desde los tiempos de las clásicas investigaciones de Broca (1861) y Wernicke (1874) se ha establecido que los dos hemisferios del encéfalo en toda su simetría morfológica no son funcionalmente equivalentes, que el hemisferio izquierdo principalmente en la persona derecha está ligado con las funciones del habla y en esta relación es dominante, mientras que el hemisferio derecho no lleva consigo tan importantes (para el habla) funciones y que puede ser designado como subdominante. Por una serie de trabajos está indicado que la afección de determinadas partes de las secciones frontal-temporal-occipital del hemisferio izquierdo provoca en la persona derecha alteraciones del habla, mientras que las afecciones de las partes análogas del hemisferio derecho no conducen a tales síntomas.

Así pues, el substrato cerebral de las funciones psíquicas superiores, incluida el habla, es la actividad conjunta de ambos hemisferios que, sin embargo, no son equivalentes por su importancia.

En los enfermos con lesión de los lóbulos frontales del cerebro, el proceso complejo de la actividad intelectual (pensamiento) resulta bruscamente alterado.

Luria (1974):

Los sistemas del hemisferio izquierdo dominantes en el caso de los sujetos diestros, están íntimamente conectados con el lenguaje y por medio de éste con todos los procesos mentales en cuya organización el lenguaje desempeña una función activa. Al mismo tiempo es bien conocido que el lenguaje participa directamente en la formación de las formas más complejas de percepción; a saber, la codificación de la percepción de los colores, formas y objetos de “categorías” de complejas.

La base para la construcción del movimiento voluntario o acción consciente es el sistema del lóbulo frontal que, no solo mantiene y controla el tono general del córtex, sino que con la ayuda del lenguaje interno y bajo la influencia de impulsos aferentes que le llegan de otras partes del córtex, formula la intención o tarea motora, asegura su conservación y además su papel regulador, permite la ejecución del programa de acción y mantiene una vigilancia continua de su curso. Los movimientos voluntarios y las acciones del hombre son sistemas funcionales complejos, llevados a cabo por una “constelación” dinámica igualmente compleja de zonas del cerebro que trabajan concertadamente, cada una de las cuales aporta su propia contribución a la estructura de los movimientos complejos. Por esta razón, una lesión en estas zonas, al bloquear un componente de este sistema funciona como un todo y conduce a la aparición de defectos motores.

La direccionalidad y selectividad de los procesos mentales, la base sobre las que se organizan, se denomina normalmente en psicología con el término de atención. Por este término entendemos el factor responsable de extraer los elementos esenciales para la actividad mental, o el proceso que mantiene una estrecha vigilancia sobre el curso preciso y organizado de la actividad mental.

Los lóbulos frontales humanos participan en la activación inducida por una instrucción verbal y son una parte del sistema cerebral directamente involucrado en los procesos asociados con las formas superiores de atención activa. El hecho de que los lóbulos frontales tengan tantas conexiones con la formación reticular proporciona una base morfológica y fisiológica para la participación de los lóbulos frontales en estas formas superiores de activación.

Las lesiones en las partes superiores del tallo cerebral y sistema límbico pueden alterar la base primaria de la atención, la reacción orientadora, que puede ser inestable y de fácil extinción, o puede dejar de suprimirse por factores de habituación. Sin embargo, es característico que, en estos casos, la atracción de la atención por un estímulo con la ayuda de  una instrucción verbal puede compensar sus defectos y fortalecer los componentes electro-fisiológicos y autónomos de la atención.

Los lóbulos frontales desempeñan un importante papel en la elevación del nivel de vigilancia de un sujeto cuando realiza una tarea y participan así, sucesivamente, en las formas superiores de la atención.

Una alteración en las zonas profundas del cerebro conduce a alteraciones primarias de la memoria que están totalmente desconectadas con los defectos especiales de la actividad gnósica (analítica y sintética) y que, consecuentemente, las zonas profundas del cerebro, que limitan con la formación reticular de la parte superior del tallo cerebral e incluyen las estructuras límbicas, están relacionadas directamente no solo con el mantenimiento del tono cortical óptimo, sino también con la creación de las condiciones necesarias para la retención de huellas de la experiencia directa.

Aunque los hechos relativos a la organización cerebral de la memoria se han acumulado en su totalidad durante los últimos quince o veinte años, nuestro conocimiento de la organización cerebral de los procesos del lenguaje se basa en la experiencia acumulada durante más de un siglo. Cuando Broca en 1861 expresó su teoría de que el lenguaje motor está “localizado” en las zonas posteriores del tercio izquierdo del giro frontal, y cuando en 1874 Wernicke atribuyó al tercio posterior del giro temporal superior izquierdo la función del lenguaje sensorial, se habían dado los primeros pasos importantes hacia una comprensión científica de la organización cerebral de la actividad del lenguaje.

Ahora podemos ir todavía más lejos. La psicología moderna considera el habla como un medio de comunicación especial que utiliza el código del lenguaje para transmitir información. Considera el habla como una forma compleja y específicamente organizada de actividad consciente que incluye la participación del sujeto que formula la expresión hablada y la del sujeto que la recibe.

El habla, basada en la palabra, la unidad básica del lenguaje, y en la frase como la unidad básica de la expresión narrativa, utiliza automáticamente estas posibilidades históricamente formadas, en primer lugar, como un método de análisis y generalización de la información que se recibe y, en segundo lugar, como un método de formular decisiones y extraer conclusiones. Por esto el habla, un medio de comunicación, se ha convertido al mismo tiempo en un mecanismo de actividad intelectual, un método para usar en operaciones de abstracción y generalización y una base del pensamiento categórico.

Las palabras son sólo la unidad básica del aspecto ejecutivo (operativo) del proceso del lenguaje. El siguiente componente en su organización es la frase o expresión, que puede variar en complejidad y que puede ser convertida en habla conexa o lenguaje narrativo. El siguiente en el lenguaje impresivo es la comprensión del significado de una frase completa o una completa expresión verbal conexa. La organización cerebral de este proceso es evidentemente mucho más compleja que la de la simple y directa descodificación del significado de las palabras. En este proceso de descodificación las zonas temporales, parietales y occipitales del hemisferio izquierdo ejercen un papel muy importante y que una lesión patológica de dichas zonas conduce a la interrupción de los esquemas espaciales simultáneos, que en el nivel simbólico (lenguaje) dan lugar a fenómenos tales como la alteración del entendimiento de las relaciones lógico-gramaticales y a serias alteraciones de la actividad constructiva y de las operaciones aritméticas que no pueden realizarse sin estas síntesis simultáneas (espaciales).

Se comprenderá, por tanto, fácilmente, que la participación de los lóbulos frontales en la descodificación de expresiones complejas, que requieren un trabajo activo para la misma, es absolutamente necesaria y que una lesión de los lóbulos frontales, si bien no impide la comprensión de la palabra y frases simples, impedirá completamente la comprensión de formas complejas de lenguaje narrativo y, en particular, la comprensión del significado oculto de una expresión compleja.

Los lóbulos frontales son el aparato esencial para la organización de la actividad intelectual como un todo, incluyendo la programación del acto intelectual y la comprobación de su ejecución.

Platonov (1976):

La corteza cerebral del hombre tiene un grosor de 2 a 5 milímetros y consta de unas 15 000 millones de células (neuronas), cuya magnitud varía de 0.005 a 0.05 milímetros. Las células son diferentes tanto por su forma como por las funciones que realizan. Algunas de ellas tienen hasta 10 000 conexiones con otras. Creció hasta que llegó un momento en que la corteza cerebral no puede ya alojarse libremente en el cráneo y se contrajo formándose cisuras y circunvoluciones. La superficie total de la corteza cerebral en el hombre es en término medio de 2000 centímetros cuadrados, con la particularidad de que dos tercios de la misma se encuentran en el fondo de las cisuras.

Las funciones fundamentales del organismo –respiración, circulación de la sangre, digestión, termorregulación, etc.- están normalmente agrupadas por los términos “funciones vegetativas”, aunque también se vinculan con el trabajo de la corteza, pero las regulan los centros situados en los ganglios subcorticales y en el tronco cerebral.

Los procesos materiales que se desarrollan en el cerebro son la alternación de la excitación e inhibición en las diferentes partes de la corteza cerebral, es decir, la denominada neuro-dinámica cortical.

La memoria es el reflejo, por la conciencia, de lo que existió en el pasado, por medio del recuerdo, la reproducción y el reconocimiento, cuya base es la formación de conexiones temporales bastante firmes en la corteza cerebral.

La repetición es una de las condiciones esenciales de la memorización firme. Esta idea se reflejó en el viejo adagio: “la repetición es la madre de la instrucción”. Más, según han mostrado experimentos especiales, no toda repetición, ni mucho menos, conduce a resultados positivos: para ello, la repetición debe ser racional y debe estar orientada hacia un fin determinado. Al repetir el material debe examinarse, cada vez desde un punto de vista nuevo, ligando los hechos conocidos con otros nuevos; de lo contrario, aburre en seguida y se pierde el interés. La repetición mecánica es un aprendizaje poco productivo.

Cuanto más desarrollada está la psiquis del animal, tanto mayor es la magnitud relativa de su cerebro. El volumen medio de las personas de nuestra época es de 1450 centímetros cúbicos. El tamaño típico del cerebro de los antropoides es de 350 centímetros cúbicos. Es decir, el tamaño relativo del cerebro es muy importante para el desarrollo de funciones psíquicas superiores.

El pensamiento es una actividad psíquica dirigida al conocimiento generalizado y mediato de la realidad objetiva, mediante el descubrimiento de las conexiones y relaciones existente entre los objetos y fenómenos que se conocen.

La inteligencia es la capacidad del hombre para pensar y regular las relaciones con la realidad objetiva.

Segal (1985):

El hombre primitivo aún no tenía un órgano especializado para hablar. Hablaba con todo el cuerpo: hablaban los músculos de su cara, sus hombros, sus piernas, y más que todo sus manos. El hombre primitivo tampoco podía hablar con palabras; pero tenía las manos que lo apoyaban a expresarse. Ejecutaba todo su trabajo con las manos. No usaba la lengua para hablar. Lo que significa que aún no había desarrollado el pensamiento abstracto.

Sidorov (1985):

Desde el punto de vista histórico el primer representante del Homo sapiens fue el llamado hombre de Cro-Magnon, surgido hace aproximadamente cincuenta mil años. Los hechos verificados por la ciencia, señalan como causas principales del origen del pensamiento, las tres siguientes: la sociedad, el trabajo y el lenguaje articulado. El pensamiento no se nos antoja ahora una facultad humana especial, independiente, aislada de las condiciones exteriores; sin embargo, se trata de una propiedad que apareció históricamente, con un desarrollo progresivo, que sirve a la sociedad y que no habría podido existir si ella. En este sentido, el niño llega a ser un individuo pensante, no nace como tal.

El lenguaje es la auténtica realidad del pensamiento, el medio para formar los actos mentales, la propia capacidad de pensar. Las palabras son las portadoras de los conceptos, son objetos ideales, el material con el que opera el hombre cuando piensa.

D’ Egremy (2007):

“El razonamiento parece llevarse a cabo en la corteza cerebral, en el área pre-frontal, es decir, en la parte anterior del lóbulo frontal. La experiencia médica ha confirmado que cuando existen lesiones en esa región, el proceso de razonamiento se ve afectado o simplemente no se realiza”.


 Cerebro órgano de la conciencia humana

El cerebro humano es el órgano más complejo y es el substrato material de la conciencia humana.

Herrera (2016): define “la conciencia como un proceso mental, es decir, neuronal, mediante el cual nos percatamos del yo y de su entorno en el dominio del tiempo y del espacio”. Respecto a la fisiología que está detrás de la conciencia, comenta que las neuronas propagan y transmiten señales eléctricas, pero la manera en que lo hacen es muy diferente a como lo hacen los cables en los que se mueven los electrones. La membrana del axón en las neuronas separa soluciones de sales de cloruro de sodio y cloruro de potasio. En el estado de reposo, existe en el interior un exceso de iones cloro sobre iones de sodio y potasio juntos, de tal manera que en el interior hay una carga neta negativa. Ante un estímulo, la membrana del axón se abre para dejar pasar los iones que modifican la carga eléctrica en el interior, haciéndola positiva. Esta inversión de carga se propaga porque los campos eléctricos que se generan provocan que se abran los canales, llamados compuertas de sodio, en la membrana celular. Esta inversión provocará la apertura de compuertas de potasio que permite el paso de los iones potasio, y así sucesivamente.

Viosca (2017) escribe que el cerebro tiene alrededor de 100 000 000 millones de neuronas  que utilizan hasta 19 000 genes de los 30 000 que componen el genoma humano, y se enlazan entre sí formando mil millones de conexiones. Cuando el impulso nervioso viaja de una neurona a otra, lo hace gracias a la conexión que se establece entre el axón de la neurona que transmite la señal y la dendrita de la neurona que la recibe. Esta, sin embargo, no es una conexión directa. Entre los extremos de una y otra célula existe un diminuto espacio vacío llamado sinapsis. Para superar la hendidura, el botón sináptico, situado en el extremo del axón, libera unas moléculas llamadas neurotransmisores, que atraviesan el espacio sináptico hasta unirse a unos receptores situados en el extremo de la dendrita y se abre un canal iónico por el que el potencial de acción continúa. Los canales iónicos son proteínas complejas y flexibles incrustadas en la membrana celular que actúan como tubos capaces de abrirse y cerrarse para dejar pasar un tipo de ion (sodio, potasio y calcio). En estado de reposo, el interior de la neurona tiene una carga negativa respecto al exterior. Cuando la acción del neurotransmisor provoca la apertura de los canales de sodio, estos iones del exterior pasan celular pasan al interior, lo que modifica el potencial de la membrana: su parte interna se vuelve positiva. Este cambio se conoce como polarización y produce el potencial de acción en la neurona receptora.

En el mismo sentido se expresa Sánchez (2017) al escribir acerca de la comunicación entre las neuronas: los contactos entre neuronas se denominan sinapsis, llamándose neurona pre-sináptica a la que envía una señal y neurona post-sináptica a la que la recibe. Las neuronas siguen el proceso de la polarización que significa que tiene dos polos clave: el árbol dendrítico, a un lado del soma o cuerpo neuronal, que recibe señales de otras neuronas, y el axón, al otro lado, que envía señales al polo dendrítico de las neuronas siguientes en un circuito neuronal. Cada neurona será a la vez pre y post-sináptica, ya que recibirá señales en su polo dendrítico (post-sináptica) y las enviará a través de su polo axónico (pre-sináptica). Las neuronas en reposo son electronegativas en su interior, con una diferencia de potencial de -90 mV (milivoltios) entre el interior y el exterior celular. En estas condiciones las células están polarizadas. A la llegada de un estímulo, se activan secuencialmente canales iónicos. Primero se abren los canales de sodio (Na+), permitiendo la entrada a la célula de este catión que arrastra sus cargas positivas y anula la electronegatividad. Así, la neurona se despolariza. En escasos milisegundos se activan canales iónicos de potasio (K+), que sale de la célula arrastrando cargas positivas y retornando la polarización al nivel original; la célula se re-polariza. Esta entrada y salida de iones modifica el voltaje desde los niveles de reposo (-90) hasta los +30 mV, y  posteriormente se retorna a la condición de origen. También hay canales de (Ca+), que se abren por la des-polarización producida por el último potencial de acción, permitiendo la entrada de este catión al interior de la pre-sinapsis. El calcio tiene la particularidad de que su concentración extracelular es alta, mientras que en el interior es mínima. Al penetrar el calcio en el interior de la neurona activa procesos para la liberación de neuro-transmisores. Estos salen del espacio sináptico y se unen a espacios sinápticos y se unen a los receptores post-sinápticos y de esta forma se posibilita el movimiento del potencial de acción entre las neuronas.

Valderas (2017) afirma que “todas las teorías de la conciencia coinciden en conceder un papel fundamental a la corteza cerebral. Esta aparece con los mamíferos. Se trata de una red finamente organizada y constituida por seis capas de células. Reposa sobre el cerebro antiguo de organización de los reflejos. Las estructuras antiguas subyacentes a la corteza prosiguieron desempeñando una función clave en la conducta de mamíferos, pero su dominio del comportamiento empezó a debilitarse a medida que la corteza cerebral se expandía y crecía su control sobre éste. La gran expansión de la corteza pre-frontal se asocia a una mayor flexibilidad en la conducta, a una mayor capacidad para el auto-control y resolución de problemas y, como cabía esperar, a una capacidad consciente más desarrollada. Todo parece indicar que la conciencia juega un papel fundamental en cómo el cerebro desempeña dos de sus funciones más importantes, a saber: la respuesta adecuada al dolor o al frío, a la sed y al placer; y el aprovechamiento de las ventajas ofrecidas por la cooperación y la sociabilidad”.

El mismo autor citado dice que la conciencia ha sido producto y, en cierta medida, motor de la evolución humana. Nos aporta capacidad para abstraer, pensamiento simbólico y sociabilidad. Un progreso clave de la evolución animal fue el desarrollo de una estructura nerviosa longitudinal y bilateralmente simétrica, la línea media. Sin ese eje corporal de simetría, el planeta seguiría ocupado por anémonas, esponjas y similares de simetría radial. El tránsito de una simetría radial, a una simetría bilateral creó en los animales una izquierda y una derecha y un sistema nervioso. Una de las adquisiciones más importante en la evolución del sistema nervioso central de los vertebrados fue la aparición en el extremo del cráneo, o telencéfalo, de láminas superficiales de neuronas que acabarían por componer la corteza  o córtex. En los mamíferos, se identifica una corteza especialmente compleja, de seis capas, que por su aparición tardía en la evolución se ha llamado neo-córtex. Solo en la especie humana se encuentra una re-estructuración drástica del cerebro y, por ende, de la conciencia. La especie que emergió de África hace unos 200 000 años no presenta un cerebro relativamente grande. Tenía, eso sí, una mayor corteza de asociación, involucrada e en una gran variedad de procesos cognitivos. También poseía un lóbulo frontal comparativamente grande en el que se iban a desarrollar las capacidades mentales superiores, las que nos definen como especia humana. Solo en el hombre debido a un mayor tamaño relativo de su cerebro confluyen la conciencia, el lenguaje y el pensamiento.


Discusión

El estudio de la conciencia es un problema filosófico complejo, cuyo abordaje certero depende de la solución correcta del problema fundamental de la filosofía: la relación entre la conciencia vs la materia, así como las respuestas derivadas de la pregunta: ¿que es lo primario y que lo secundario?

La filosofía idealista considera que la conciencia existe independientemente de la realidad material y es la que determina el movimiento de la materia. En contraposición el materialismo considera que es la materia en su movimiento la que genera la conciencia.

Para resolver la controversia es necesario retroceder en el tiempo y seguir el movimiento de la materia, por lo menos desde hace 4 500 millones de años cuando la Tierra era un planeta sin vida y se trataba de materia muy caliente en estado de fusión, condición térmica que hacía imposible el origen de la vida. Según Hazen (2015) al poco tiempo cuando la Tierra tenía unos 50 millones de años fue impactada por un asteroide del tamaño de Marte, impacto que produjo la inclinación de nuestro planeta y lo hizo más grande, condición que fue crucial para que tuviera la gravedad necesaria para retener una atmósfera que al carecer de oxígeno fue crucial para el origen de la vida. La atmósfera primaria del joven planeta era reductora (ausencia de oxígeno) y uno de los componentes gaseosos era el vapor de agua, que se originó por el aporte de la intensa actividad volcánica y la evaporación del agua congelada de los cometas debido al impacto sobre la superficie de la Tierra. El planeta seguía enfriándose hasta alcanzar el aire el punto de saturación, a  partir del cual se formó por el proceso de condensación, una extensa nubosidad, que luego produjo prolongadas precipitaciones (agua líquida y/o sólida), llenó las cuencas terrestres para formar los océanos primitivos que cubrían casi la superficie basáltica del planeta, hace uno 150 millones de años. Con el agua líquida y la atmósfera (mezcla de gases: metano, amoniaco, vapor de agua, etc.) se dieron dos de las condiciones para el surgimiento de la vida primitiva. Faltaban todavía los continentes, cuya formación se debió a la fusión de la roca basáltica oceánica favorecida por el agua líquida para formar la roca granítica típica de los continentes que al ser más ligera se elevó y dio origen a los continentes hace unos 500 millones de años. La roca de los continentes por acción de los cambios meteorológicos accionados con la energía solar, se intemperizó y liberó los componentes químicos que al ser transportados por los escurrimientos superficiales se depositaron en los océanos y junto con los minerales inorgánicos aportados por las fuentes hidrotermales, generaron la otra condición necesaria para el origen de la vida temprana. Los gases de la atmósfera al reaccionar con la lluvia y con la energía ultravioleta aportada por el Sol y tal vez adicionalmente por las descargas eléctrica (relámpagos) se combinaron para formar compuestos orgánicos simples (aminoácidos, nucleótidos, péptidos) que al depositarse en las aguas de los océanos y al reaccionar con otros elementos minerales formaron compuestos orgánicos más complejos: proteínas, ácidos nucleicos, fosfolípidos, que al interaccionar con el agua, particularmente los fosfolípidos, dieron origen a una membrana que separaba el medio exterior del interior, dando como consecuencia el origen de la célula procariota, hace unos 3 500 millones de años en los mares. Así pues, la vida primitiva tuvo un origen químico como lo conjeturó Oparin desde 1924 y confirmado por los experimentos de Stanley-Miller en 1953, quien sometió a una atmósfera primitiva reductora rica en metano, amoniaco y vapor de agua a descargas y eléctricas y al poco tiempo se formaron compuestos orgánicos simples, tales como aminoácidos y nucleótidos. Era evidente que no había una barrera infranqueable entre lo inorgánico y lo orgánico. La vida perduró por otros 1000 millones de años en los océanos ricos en alimento (compuestos orgánicos) que se formaban de manera natural, por lo que se produjo por la necesidad de sobre-vivencia el auto-trofismo, primero químico y luego foto-autótrofo (fotosíntesis) desarrollado por las ciano-bacterias. hace unos 2500 millones de años, proceso en el que combinaban químicamente el bióxido de carbono aportado por el aire con el agua aportada por los océanos, para formar glucosa y la liberación de oxígeno molecular, que primero se depositó en el océano y una vez que se agotó al oxidar al hierro, tuvo que ser liberado a la atmósfera. Esto representó la primera contaminación global para una vida anaeróbica que prevalecía, pero a la vez dio la oportunidad para el surgimiento de la célula eucariota más compleja que su antecesora hace unos 1500 millones de años. La vida seguía en los océanos y hace unos 600-700 millones de años por la tectónica de placas la Tierra se congeló dando origen a lo que se conoce como Tierra “bola de nieve” y una vez que otra vez la tectónica de placas, a través de la actividad volcánica, particularmente por la emisión de gases invernadero (bióxido de carbono y vapor de agua) rescataron al planeta volviéndolo a la normalidad y con esta aparecieron de formas de vida más complejas pluricelulares, como la fauna de Ediacara todavía con “residencia” en el océano. Por la tectónica de placas los océanos se levantaron y se convirtieron parcialmente en nuevos continentes, por lo que las especies animales y vegetales tuvieron que adaptarse a las condiciones terrestres continentales, dando como consecuencia a lo que se denominó como Tierra verde y un nuevo Eón: El Fanerozoico (vida visible) en la que la vida se hizo más compleja. Aparecieron los anfibios, luego los reptiles y poco después los mamíferos y las aves. En la extinción de los reptiles (dinosaurios) tal vez tuvo que ver una casualidad que cambió radicalmente la historia de la vida en la Tierra: probablemente el impacto de un meteorito de unos 10-15 kilómetros de diámetro, en lo que hoy es la Península de Yucatán  (México) y sus consecuencias inmediatas fue un excesivo calor y luego por la presencia de cenizas en la atmósfera que bloquearon la radiación solar, provocó frío, ambos, el calor y el frío eliminaron a los dinosaurios y le “desbrozaron” el camino evolutivo a los pequeños mamíferos hace unos 65 millones de años.

De los mamíferos se desprendieron los primates entre los que se encuentran los simios y los monos antropoides (gorilas, orangutanes y chimpancés) hace unos treinta millones de años. Luego hace unos 15 millones de años aparecieron los homínidos (todas las especies emparentadas con el linaje humano), que una vez más por la tectónica de placas se produjo un hundimiento en el este africano y elevación del relieve en las partes contiguas, lo que alteró la trayectoria de los vientos y de ser un clima cálido húmedo de exuberante vegetación y fauna el oriente africano se torna seco, clima que condicionó el origen de la sabana, caracterizada por la existencia de grandes llanuras de pastizales, arbustos y árboles espaciados. En este nuevo ambiente nuestros antepasados arborícolas tuvieron que bajar de los árboles al suelo en busca de alimentos, condición que los obligó a caminar erguidos (Australopitecos), con lo que les quedaron libres las manos que al principio las utilizaron para manipular objetos y luego fabricar instrumentos de trabajo primitivos, dando así origen al hombre primitivo: el Homo habilis, que todavía conservaba algunos rasgos de sus antecesores Australopitecos, pero su capacidad de fabricar herramientas de trabajo lo elevaron por arriba de sus predecesores, ya con un cerebro de unos 600 gramos más grande de unos 350-400 gramos. A la práctica laboral rudimentaria basada en la apropiación directa de lo que la naturaleza le aportaba (recolección de productos vegetales y caza de animales salvajes), también le correspondió un lenguaje primitivo inarticulado en el que se comunicaba con todo el cuerpo, pero principalmente con las manos. El siguiente hombre primitivo el Homo erectus perfeccionó sus instrumentos de trabajo y logró un invento crucial para su sobre-vivencia: el fuego, técnica que le permitió protegerse del frío en un ambiente de continuas glaciaciones que iniciaron en el Pleistoceno hace 2 millones de años), último periodo de la Era Cenozoica (vida reciente), además le sirvió para ahuyentar y cazar a los animales depredadores que coexistieron con él, y lo más importante, le permitió cocer sus alimentos lo que los hizo más asimilables, lo que repercutió en la reducción de tamaño del sistema digestivo, lo que favoreció el crecimiento y mayor complejidad (900 gramos). Sin embargo, su lenguaje seguía siendo inarticulado y rudimentario y básicamente corporal como su antecesor el Homo habilis. Después de otras especies del género Homo, que todavía no se definen claramente, apareció en Europa principalmente hace unos 40 000 años, que es un tiempo relativamente reciente en términos geológicos y se trató del Homo sapiens (hombre sabio) con un cerebro de unos 1500 gramos, con el  que aparece el lenguaje articulado propiamente, como lo testifica el arte (pinturas rupestres), el cual puede ser definido como el reflejo de lo abstracto en imágenes. La ciencia todavía no había aparecido, tuvieron que pasar otros miles de años, pero el desarrollo de la economía de aproiación directa durante el período Paleolítico, sentó las bases  para la primera revolución tecno-productiva: la Revolución Neolítica, con la que aparece el cultivo de plantas (agricultura) y la domesticación de animales (ganadería), actividades que aumentaron la productividad de alimentos y asimismo dieron origen a la primera división social del trabajo. Además, hizo posible el surgimiento de la sociedad clasista: el Esclavismo hace unos 1000 años a.C. en Medio Oriente. Con el esclavismo, apareció la división del trabajo en intelectual y físico, lo que hizo posible el surgimiento de la ciencia: primero la ciencia general (filosofía) y los rudimentos de las ciencias particulares sistematizadas por Aristóteles (384-322 a. C.).

El surgimiento de la conciencia requirió el movimiento cuantitativo y cualitativo de la materia, para finalmente culminar  hace unos dos millones de años con la aparición del hombre primitivo y después de casi dos millones de años apareció el Homo sapiens hace unos 40 000 años y tuvo que  aparecer la propiedad privada y la sociedad clasista, para que apareciera la ciencia primitiva en Grecia, Egipto y otros países de Medio Oriente, para la que se requería un lenguaje articulado y desarrollado que permitiera comunicarse en la actividad productiva y social de la especie humana y, además para la abstracción y generalización científicas. Así pues, el lenguaje es la expresión práctica de la conciencia.

Es evidente, entonces, que es la materia en movimiento (transformación) la que dio origen a la especie humana después de un prolongado tiempo de desarrollo histórico de la Tierra de 4 500 años, por consiguiente no tiene nada de misterioso y sobre-natural, lo que confirma la tesis materialista dialéctica: la materia es lo primario y la conciencia es derivada (secundaria), tesis confirmada por los descubrimientos de las ciencias particulares, particularmente durante los siglos (XV-XX), cuya generalización filosófica confirma la validez del materialismo dialéctico, en la que el lenguaje oral y escrito ha sido fundamental.


Conclusiones

La conciencia es el reflejo de la realidad objetiva del mundo que nos circunda y es una actividad psíquica específicamente humana.

El lenguaje es un producto social. Surgió en el hombre primitivo (Homo habilis) hace unos dos millones de años, como una necesidad de comunicarse durante el proceso laboral, aunque era básicamente corporal. Se desarrolló con el Homo erectus. En este el lenguaje siguió siendo en lo fundamental un medio de comunicación, también de carácter corporal. Con el Homo sapiens hace unos 40 000 años, además, de medio de comunicación también se transformó en el fundamento de la generalización y la abstracción, actividades mentales que hicieron posible el pensamiento abstracto reflejado en el arte (pinturas rupestres). Tiempo después, en los siglos VII-IV a.C. en Grecia, apareció la ciencia primitiva (filosofía) y las ciencias particulares rudimentarias sistematizadas por Aristóteles. 

Es la materia en movimiento (transformación) la que dio origen a la especie humana después de un prolongado tiempo de desarrollo de la Tierra de 4 500 millones de años, por consiguiente no tiene nada de misterioso y sobre-natural, lo que confirma la tesis materialista dialéctica: la materia es lo primario y la conciencia es derivada (secundaria), tesis confirmada por los descubrimientos de las ciencias particulares, especialmente durante los siglos (XV-XX), cuya generalización filosófica confirma la validez del materialismo dialéctico, en la que el lenguaje oral y escrito ha sido fundamental.

El lenguaje es la expresión práctica de la conciencia humana, ya que está presente en toda nuestra vida socio-productiva y educativa, que nos permite comunicarnos y a través de la generalización y abstracción expresar los conceptos científicos.

La corteza cerebral es el substrato material de las funciones psíquicas superiores, entre las que destacan la conciencia en general y en particular el pensamiento abstracto.

El hemisferio cerebral izquierdo es el “órgano” del pensamiento abstracto, que aunque morfológicamente es similar al hemisferio derecho, funcionalmente son muy diferentes.

Los lóbulos frontales ocupan una mayor extensión, por consiguiente, son los que coordinan como un todo la actividad intelectual (pensamiento) de la especie humana, particularmente en el hemisferio izquierdo.

La moderna neurología confirma la tesis materialista dialéctica de que la conciencia en general y el pensamiento abstracto en particular tienen una base material: la comunicación electro-química entre las neuronas.  Es decir, no existe nada sobre-natural, la conciencia y el pensamiento tienen su fundamento material: la corteza cerebral.

El pensamiento abstracto no se adquiere por el hecho de nacer, es decir, no es genético. Se logra a través de la instrucción y la reflexión y,  la repetición racional es clave para alcanzarlo, ya que hace firmes las conexiones neuronales para fijarlos en la memoria racional.


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