NI "POPULISMO" NI NEO-LIBERALISMO:
REVOLUCIÓN POPULAR PARA RESOLVER LOS GRANDES PROBLEMAS NACIONALES DE MÉXICO
Valentín Vásquez
Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx
Introducción
El “populismo” antecede al neo-liberalismo y su
origen se remonta a fines del siglo XIX en Rusia y los Estados Unidos. En ambos
países apareció como respuesta a la “ruina” en que se encontraban los
campesinos, resultado del desarrollo del capitalismo industrial y por lo mismo
pretendían retornar al pasado pre-capitalista. Los líderes “populistas” no
comprendían que el desarrollo económico tenía que pasar necesariamente por el
capitalismo, para “desbrozar” el camino para la lucha revolucionaria del
proletariado y la burguesía y como aliado sería fundamental en la instauración
de una nueva sociedad libre de explotación. Sin embargo, en la actualidad la concepción del "populismo" ha cambiado y existen tres concepciones: una asociada a los gobiernos que implementan políticas públicas en beneficio de una clase minoritaria privilegiada económicamente al concentrar el grueso de la riqueza y en el comercio mundial, se caracteriza por una política económica anti globalista; la segunda concepción es la que considera "populismo" a las políticas que no "comulgan" con el globalismo neoliberal y; la tercera concepción está relacionada con los gobiernos que implementan políticas sociales en beneficio de las clases mayoritarias pobres.
Respecto al neo-liberalismo, se trata de una política económica globalista impuesta por el capital financiero internacional. Es relativamente reciente, ya que inicia en la década de los ochenta del siglo pasado y
es la consecuencia de la crisis económica mundial. En México es resultado de un
largo proceso del desarrollo capitalista, desde la época liberal que inicia con
Benito Juárez a mediados del siglo XIX, con la Revolución de Reforma en la que
triunfa propiamente la burguesía al derrotar al principal represente del viejo
sistema feudal: la Iglesia que era la que detentaba el poder económico y
espiritual que al ser nacionalizados sus bienes en 1859 fue derrotada. Respecto
a las comunidades indígenas también inició el despojo territorial primero con
la Ley Lerdo de 1856, cuyo propósito finalmente era privatizar las tierras
comunales de los pueblos indígenas, con lo que se convertían en trabajadores
“libres de su principal medio de producción: la tierra y por lo mismo obligados
a emplearse como asalariados en las empresa capitalista. La Intervención
francesa en la década de los sesenta del siglo XIX pospuso el despojo de las
tierras comunales de los pueblos campesinos y solo se reanudó cuando a fines
del siglo XIX Porfirio Díaz accedió al gobierno y continuó con el despojo de
las tierras de los puebles indios en beneficio de los latifundistas
(hacendados) y las compañías deslindadoras privadas. Las consecuencias
socio-económicas de las políticas liberales del Porfirismo, fueron una enorme
desigualdad socio-económica, a tal grado que una minoría oligárquica porfirista
concentraba el grueso de la riqueza en contraste con las masas trabajadoras del
campo y de la ciudad que se debatían en la miseria, condiciones que prepararon
el estallamiento de la Revolución Mexicana en 1910, en la burguesía agraria
representada primero por Francisco Madero y luego por Venustiano Carranza,
derrotaron a la oligarquía porfirista. El triunfo de la burguesía agraria fue
legalizada con la promulgación de la Constitución de 1917, en la que quedaron
refrendados los intereses de la clase trabajadora en el Artículo 123 y de los
campesinos en el Artículo 27.
La Constitución se convirtió en programa por
realizar para los futuros gobiernos, siendo el más importante el de Lázaro
Cárdenas (1934-1940), quien con la nacionalización de los ferrocarriles y del
petróleo, pero sobre todo con el reparto masivo de las tierras de los
hacendados porfiristas “barrió” con los vestigios pre-capitalistas (peonaje por
deudas y tiendas de raya) y sentó las bases para un gobierno popular. Así pues,
es con el gobierno de Cárdenas cuando “nace” el populismo, según sus
adversarios conservadores por el hecho de implementar políticas sociales de
apoyo al pueblo trabajador. Desafortunadamente la correlación de fuerzas no le
favoreció y su sucesor: Manuel Ávila Camacho inició una política de apoyo a la
industrialización y cuyos gobiernos posteriores que lo sucedieron la
profundizaron hasta que a finales de la década de 1970 la economía mexicana
entre en una profunda crisis económica y social, que culmina con los gobiernos
de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982), que
trataron amortiguar la enorme desigualdad socio-económica con políticas
sociales de apoyo a los más desprotegidos, recurriendo a un mayor endeudamiento
público y de los recursos aportados por la exportación de petróleo. Por sus
políticas sociales de apoyo a los pobres, estos gobierno fueron etiquetados de
“populistas” por sus adversarios, pero sus períodos terminaron en una crisis
cada vez más grave, lo que preparó las condiciones para el arribo a fines de
1982 de un gobierno partidario del libre mercado, con el que surge propiamente
el neo-liberalismo, cuyo programa central fue el desmantelamiento del Estado
“propietario” de 1155 empresa públicas, a través de su privatización. Los
gobiernos posteriores que lo sucedieron profundizaron la privatización,
culminando con la de los hidrocarburos (principalmente petróleo y gas) para
cederla en propiedad a empresa particulares. El saldo de las políticas
neo-liberales ha sido desastroso: Raquítico crecimiento económico (alrededor de
2% promedio anual), deuda cercana a los 11 billones de pesos, extrema
desigualdad expresada en la existencia de una minoría que concentra el grueso
de la riqueza nacional en contraste con la inmensa mayoría de la población que
se debate en la miseria, corrupción privada y pública generalizada y como
consecuencia de todo ello una inseguridad pública también generalizada; condiciones
que fueron decisivas pare el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador
(AMLO) el 1º de julio de 2018.
Con el triunfo de AMLO se cierra el ciclo del
neo-liberalismo de 35 años (1983-2018) y se inicia una nueva etapa en la que
según su lema de campaña: “por el bien de México primero los pobres” acuñado
desde su primera campaña presidencial en 2006, será el que oriente su política
como se hizo evidente en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019, en el
que prioriza la política de apoyo a los pobres: adultos mayores, jóvenes,
campesinos, etc., medidas anti neoliberales que sus adversarios conservadores
aprovechan para “tacharlo” de “populista” porque no están dispuestos a ceder en
nada para beneficio de las masas trabajadoras y desde ya los poderes fácticos,
principalmente la minoría oligárquica rapaz que ha sido beneficiaria de la
política tiene acotado al nuevo gobierno, por lo que difícilmente va poder ir
más lejos con su Cuarta Transformación, que tal como la concibe se trata de
otra verdadera revolución equiparable a la Revolución de Independencia (1810-1821) que
terminó con la dependencia colonial de España, la Revolución Burguesa Reforma (1854-1860) y
la Revolución Mexicana de 1910-1940, ya los intereses que están de por medio
son muy poderosos y recurrirán a cualquier medio para conservarlos. Solo una
verdadera revolución popular en la que los actores sociales y políticos sea el
propio pueblo trabajador, podrá instaurar una nueva sociedad más equitativa y
como toda revolución tendrá que “barrer” o reformar las instituciones burguesas
que solo han servido para beneficiar últimamente a esa minoría financiera
oligárquica con la política neo-liberal.
Desarrollo
histórico del “populismo” y el neo-liberalismo
Históricamente
el “populismo” surgió a fines del siglo XIX en Rusia y los Estados Unidos, como
resultado de la “ruina” de los campesinos causada por el desarrollo del
capitalismo, en consecuencia apareció como una tendencia política que
reivindicaba a la economía campesina para re-insertarla en la vieja economía
feudal de servidumbre. En este sentido se trataba de una tendencia política
reaccionaria, que pretendía retornar al pasado pre-capitalista, en vez de
participar activamente como aliado del proletariado para hacer avanzar la
revolución democrático-burguesa y preparar las condiciones para una verdadera
revolución proletaria, con la que se mejoraran sus condiciones de vida y su
verdadera emancipación. En los Estados Unidos los pequeños y medianos campesinos
habían sido “arruinados” por el impetuoso desarrollo del capitalismo industrial
y, al igual que el “populismo” ruso el “populismo” estadounidense pensaba en
volver al vieja economía campesina, como salida de las penosas condiciones
socio-económicas que le imponía el capitalismo triunfante.
En
México el “populismo” surgió a mediados de los años treinta del siglo XX con el
gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), cuyas políticas “populistas” más
importantes (nacionalización de los ferrocarriles y el petróleo y reparto
masivo de tierras) sentaron las bases en beneficio de las masas trabajadoras
históricamente marginadas del desarrollo económico desde la época colonial. Sin
embargo, la correlación de fuerzas sociales y políticas en el seno del Partido
de la Revolución Mexicana, impidieron la continuidad del proyecto cardenista,
de tal forma que para fines de 1940 triunfo el general Manuel Ávila Camacho
(1940-1946), cuyo gobierno revirtió las reformas cardenistas, en particular reforma
el Artículo 27 Constitucional para beneficiar a la propiedad capitalista de la
tierra en la que se sustentaría el desarrollo de la agricultura capitalista,
basada en la tecnología de la llamada “revolución verde”, cuyo paquete
tecnológico consistía principalmente en: mecanización agrícola, aplicación
indiscriminada de fertilizantes químicos y pesticidas (insecticidas,
herbicidas, fungicidas, etc.), así como el riego, con la finalidad de producir
los alimentos y materias primas que la industrialización capitalista exigía y
solo los grandes agricultores, principalmente del noroeste del país los que
tuvieron las condiciones económicas y financieras para implementar el paquete
tecnológico generado por los técnicos mexicanos y estadounidenses generaron.
Los
siguientes gobiernos de Miguel Alemán (1946-1952), Adolfo Ruíz Cortines
(1952-1958), Adolfo López Mateos (1958) y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970),
continuaron la política industrializadora de la economía mexicana, lo que se
reflejó en las elevadas tasas de crecimiento de la producción de alrededor de
6% anual, pero a costa del deterioro de los salarios reales de los trabajadores
y una enorme desigualdad socio-económica expresada en la existencia de una
poderosa oligarquía (minoría) de capitalistas que concentraban el grueso de la
riqueza, contrastando con la pobreza de la clase trabajadora. No obstante, para
fines de la década de los sesenta y principios de la siguiente del siglo
pasado, la economía entró en crisis: la deuda externa se incrementó, se hizo
presente la inflación y consecuentemente se devaluó el peso mexicano. En estas
condiciones arribaron al gobierno Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José
López Portillo (1976-1982), que para revertir la enorme desigualdad
socio-económica “heredada” de sus antecesores, recurrieron al endeudamiento y
con los recursos de exportación petrolera implementar una política social en
beneficio de los trabajadores, así como salvar de la quiebra económica a
multitud de empresa medianas y pequeñas, a tal grado que para 1982 el Estado
era propietario de 1155 empresas. Es evidente que las políticas de los
gobiernos de la década de los setenta del siglo XX estuvieron destinadas a
salvar al capitalismo mexicano de la profunda crisis en que se debatía y de
pasada amortiguar la enorme desigualdad socio-económica que, el “milagro
mexicano” había “heredado” a través de una política social de apoyo a las
clases trabajadoras. Aun así, los adversarios etiquetaron a los gobiernos de
Luis Echeverría Álvarez y de José López Portillo de “populistas”.
El
“populismo” de la década de los setenta del siglo pasado terminó en una
profunda crisis económica, lo que favoreció el arribo al gobierno de políticos
neo-liberales que concebían la crisis como consecuencia de la excesiva
intervención del Estado en la economía, por consiguiente, el Estado no era la
solución sino el problema que había que erradicar para salir de la crisis, a
través de la venta de las empresa públicas y así dejar que el libre mercado
decidiera el rumbo económico de la economía mexicana. Esta política centrada en
el libre mercado, inició con el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) y
continuó con sus sucesores: Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Ernesto Zedillo
(1994-2000), Vicente Fox Quesada (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y
Enrique Peña Nieto, gobiernos que cada vez más intensificaron la venta de las
empresa públicas: empezando con la contrarreforma al Artículo 27 Constitucional
para privatizar las tierras de propiedad social (comunales y ejidales), venta de
los bancos nacionalizados, venta de los ferrocarriles y últimamente durante el
gobierno privatización de los hidrocarburos con la llamada reforma energética, reformas
estructurales –como ellos las llaman- que concentraron cada vez más la riqueza
en manos de una minoría oligárquica (1%), que contrasta con la miseria en que
se debate más de 50 millones de mexicanos, así como la corrupción y la
inseguridad, condiciones que allanaron el camino para el triunfo en las
elecciones del 1º de julio de 2018 de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Desde
su primera candidatura presidencial en el 2006 cuyo lema de campaña: “por el
bien de México primero los pobres” fue atacado por la derecha conservadora de
“populista” y a través de una guerra “sucia” la minoría oligárquica
beneficiaria de las políticas neo-liberales impidieron su triunfo con el apoyo
del Instituto Federal Electoral, probablemente por medio de un fraude
cibernético para que Felipe Calderón arribara al gobierno. En la campaña de
2012 nuevamente AMLO fue etiquetado de “populista” a pesar de que había
moderado su discurso, pero de a través de una elección de Estado Enrique Peña
Nieto fue derrotado. Para 2018 el gobierno de Enrique Peña Nieto estaba
“sumido” en un “mar” de corrupción e inseguridad y, además, la derecha
conservadora dividida (PRI y PAN), condiciones que hicieron inobjetable el
triunfo electoral de AMLO, a pesar de la campaña mediática en contra.
La
“herencia” del gobierno de Enrique peña Nieto y la de sus antecesores
neo-liberales es una economía raquítica que solo creció alrededor del 2%
promedio anual, una desigualdad socio-económica extrema, que se evidencia por
la existencia de una minoría oligárquica rapaz que concentra el grueso de la
riqueza y que contrasta con la miseria en la que vive la mayoría de mexicanos,
así como una deuda que ha venido creciendo escandalosamente, a tal grado con
Enrique Peña Nieto alcanzó cerca de los 11 billones de pesos, cuyo pago de
intereses está cercana al billón de pesos anuales. Es decir, “hereda” al
gobierno de AMLO una economía en bancarrota (quiebra). Aun así, el nuevo
gobierno está comprometido con sus compromisos de campaña expresados ahora en
su nuevo lema: “por el bien de todos primero los pobres” y a pesar de los “candados”
institucionales (como la autonomía del Banco de México), antes de asumir la
presidencia el poder legislativo aprobó la Ley de remuneraciones de los
servidores públicos, en la que ningún funcionario debe ganar más que el
presidente de la República, ley que ha generado oposición, principalmente del
poder judicial que se ha amparado para proteger sus privilegios; está también
en “puerta” la iniciativa de ley que elimina los fueros y privilegios de los
altos funcionarios públicos; y, ya como Presidente de la República a los pocos
días de asumir el gobierno envío una iniciativa de ley para derogar la reforma
educativa promulga por Enrique Peña Nieto, que más que reforma educativa era
una reforma laboral; rescate de PEMEX y la CFE y dar un período de gracia de
tres años a las empresas privadas beneficiarias de la reforma energética para
que inviertan. Pero lo más relevante del gobierno de AMLO es el Presupuesto de
Egresos de la Federación 2019, en el que reorienta el gasto social en apoyo de
los pobres del campo y de la ciudad (adultos mayores, jóvenes, subsidios a los
campesinos pobres, etc.). Estas políticas sociales de apoyo a los más
desvalidos, como siempre han sido aprovechadas por sus adversarios
conservadores para “tildarlo” nuevamente de populista, por el simple hecho no
seguir una política neo-liberal en beneficio de la minoría oligárquica rapaz.
Para los neo-liberales todo lo que no sea libre
mercado es “populismo” y en este sentido conciben dos tipos: el de derecha y el
de izquierda. El primero que rechaza el libre mercado e implementa una política
nacionalista y proteccionista, como Donald Trump en los Estados Unidos y
Emanuel Macron en Francia; el segundo, el que impulsa políticas sociales de
apoyo a las clases populares, como son los casos de varios países de América
del Sur (Bolivia, Ecuador, Brasil, etc.) y reciente en México con el triunfo de
AMLO; pero la derecha conservadora no está derrotada, porque los poderes
fácticos tienen el poder económico que están detrás de ella, siguen conspirando
y por medio “legales” e ilegales han retomado el gobierno en Ecuador, Brasil y
Argentina y nuevamente están implementado las políticas neo-liberales.
Así pues, entender la esencia del “populismo”
como tendencia política que se ha opuesto al capitalismo en general desde su
aparición al final del siglo XIX y, en la actualidad como oposición al
neo-liberalismo es fundamental. Ambas tendencias políticas, no han resuelto los
problemas socio-económicos en que se debate la economía capitalista, lo que
significa que solo una verdadera revolución popular en las que las mayorías
explotadas sean los actores principales y junto con sus dirigentes políticos ir
más del capitalismo, para instaurar un nuevo poder político a su servicio y así
impulsar desde “arriba” (poder) y con el apoyo desde “abajo” (masas
trabajadoras) implementar políticas en beneficio de la clase trabajadora. Al
nueva revolución tendrá que ser popular, a diferencia de las que le han
antecedido que han sido de minorías burguesas y como toda revolución tendrán
que “barrer” con las instituciones burguesa que solo han servido últimamente
para beneficiar a una oligarquía financiera elitista y rapaz.
Discusión
Para
comprender racionalmente el “populismo” es necesario “seguirlo” en su
desarrollo histórico.
El
populismo del siglo XIX (ruso y estadounidense) es una tendencia política
reaccionaria que tiene como centro a los pequeños y medianos campesinos, que
ante los “horrores del capitalismo, proponen la necesidad de retroceder al
pasado pre-capitalista. Se trata de una política pequeño burguesa reaccionaria,
que en lugar de concebir el desarrollo del capitalismo decimonónico como
progresista en su momento y como un escenario futuro en la lucha por una
sociedad que responda a los intereses de las masas trabajadoras: el socialismo.
El
populismo del siglo XX respecto a su antecesor del siglo XIX, tiene otro
contenido, hora el populismo representa una tendencia política anti-capitalista
como sucedió en los años treinta del siglo XX en México, con el gobierno de
Lázaro Cárdenas, en el que las profundas transformas revolucionarias, son la
culminación de la Revolución iniciada Por Francisco Madero en 1910 contra el
gobierno Porfirista representa de una capitalismo agrario-terrateniente,
subordinado al capital extranjero, particularmente el de Estados Unidos. En
este sentido, el nuevo populismo es progresista, ya que las reformas
cardenistas beneficiaron al pueblo y, además, desbrozaron el camino para el
desarrollo del capitalismo industrial en el período 1940-1970.
Los
gobiernos de Luis Echeverría y López Portillo fueron la respuesta política a la
enorme desigualdad socio-económica, generada por el “desarrollo estabilizador”
o “milagro mexicano”, caracterizado por priorizar la estabilidad económica para
alcanzar la industrialización del país a costa de la pobreza del pueblo
trabajador. Por consiguiente, sus políticas económicas estuvieron orientadas a
lograr una mejor distribución social del ingreso en beneficio de las clases
populares. Así pues, para 1970 en el marco de la crisis mundial del
capitalismo, el capitalismo industrial y financiero entra en crisis. Esta
favorece la consolidación del capital financiero, ya que es en ésta década
cuando se produce la concentración y la centralización del capital financiero
con la creación de la banca múltiple o universal. Con esta se genera un mayor
entrelazamiento del capital financiero con las empresas industriales y de
servicios.
El
desarrollo del capital industrial y financiero fue acompañado por la activa
participación del Estado en la Economía, a tal grado que para 1982, las
empresas estatales alcanzaron la cantidad de 1155, la mayoría creada y/o
adquirida durante el período 1970-1982, configurando la formación de un Estado
“empresario”.
En
el ambiente de crisis se produce la confrontación del gobierno con el capital
financiero, dando como resultado la creación del Consejo Coordinador
Empresarial (1975), organización política-empresarial para enfrentar a la
política económica de Luis Echeverría, particularmente al Estado “empresario”,
confrontación que culmina con la nacionalización de los bancos en 1982 al final
del gobierno de José López Portillo.
Conforme
se desarrolla el capitalismo: del industrial al financiero (1940-1982) se
produce la concentración de la riqueza en un reducido número de empresarios, a
tal grado que antes de la nacionalización de los bancos en septiembre de 1982,
un reducido número de grupos financieros –alrededor de 26- conforman una
verdadera oligarquía financiera que concentra la riqueza, contrastando
con la extensión de la pobreza en sectores cada vez más amplios de los
trabajadores.
Con
la nacionalización de los bancos y las empresas controladas por los mismos en
1982 el capital financiero es derrotado parcial y temporalmente, ya que con el
nuevo gobierno encabezado por Miguel de la Madrid, se inicia la implementación
de un programa de corte neo-liberal en beneficio de la oligarquía financiera y
en perjuicio de la clase trabajadora.
El
rasgo esencial del capitalismo financiero actual en México no es en el sentido
clásico como se concebía a principios del siglo pasado, en los países
capitalistas desarrollados, en los que fue el resultado de la fusión del
capital bancario e industrial; en los países subdesarrollados como México, más
bien se trata de un capital financiero desvinculado de la economía real
productiva, centrado principalmente en las empresas comerciales y de servicios.
Con
la política neo-liberal implementada por el gobierno, se produjo la
extranjerización de la economía, en particular el sistema financiero mexicano,
que en un 80% pertenece al capital extranjero y solo un grupo financiero (Banorte)
permanece en poder de capital mexicano. Paralelamente se ha producido la
incursión de capital mexicano en otros países, sobre todo a partir de los años
90 del siglo pasado y en mayor grado a partir de este siglo.
La riqueza
se concentra en un número reducido de grupos financieros -oligarquía
financiera-, que en las décadas de los 80 y principios de la década del 90 del
siglo pasado fluctuó entre 26 y 27 y a partir mediados de 1990 y del nuevo
milenio oscila en alrededor de 16, contrastando con la pobreza en la que se
debaten más de 50 millones de mexicanos. Es decir, la enorme pobreza en que
viven millones de mexicanos, es la contra-parte de la descomunal riqueza
que concentrada la oligarquía financiera.
Dado
el enorme poder del capital financiero internacional y de la oligarquía
mexicana en particular subordinada a él, son los que deciden la política
económica del gobierno en beneficio de sus intereses: disciplina fiscal,
control de la inflación y tasa de cambio flexible.
La
oligarquía financiera ha aniquilado las conquistas históricas plasmadas en la
Constitución de 1917, con las reformas a los siguientes artículos: 27 para
favorecer la privatización de tierras ejidales y comunales; 123 que desaparece
los contratos colectivos, salarios de hambre, privatización de los fondos de
pensiones de los trabajadores en perjuicio de los trabajadores, legalización
del outsourcing, entre otros; 3, para favorecer a la educación privada e
implementar una reforma educativa que vulnera los derechos de los trabajadores
de la educación, en vez de realizar un diagnóstico de la educación, para saber si
el Plan de Estudios responde a las necesidades del país y de acuerdo con esto,
que perfil de docente se necesita y sobre todo convocar a los actores
principales del proceso educativo -docentes y alumnos- para que con su
experiencia participen en la elaboración de un Plan Nacional educativo ;
y 28, en cuya modificación se sustenta la actual reforma energética que privatiza
los hidrocarburos en detrimento de PEMEX y la CFE, así como en perjuicio del
pueblo trabajador.
En síntesis, el neo-liberalismo es una política reaccionaria, que
contrasta con el viejo liberalismo del siglo XIX, que tuvo un carácter
progresista al luchar contra el viejo poder monopólico feudal.
Dada la enorme desigualdad socio-económica manifiesta en la
existencia de una minoría rapaz (1%) en contraste con la miseria en que se
debate la mayoría de la población trabajadora, causada por la política
neoliberal, asociada a una enorme corrupción privada y pública, así como a la
inseguridad de endémica que en vive el país, generaron las condiciones para el
triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones del
1ª de julio del año 2018 y cuyas primeras medidas de gobierno implementadas al
final del mismo año son: la ley de remuneraciones de los servidores públicos,
cuyo salario no debe exceder el del Presidente de la República fijado en 108
000 pesos mensuales, es decir, implantar la austeridad república como lo hizo
Benito Juárez en su tiempo, cuando estableció que los servidores públicos
tenían que vivir en la justa medianía; cancelación de la reforma educativa
promulgada por su antecesor: Enrique Peña Nieto, que de educativa prácticamente
no tiene nada, más bien se trató de una reforma laboral impuesta por los
poderes fácticos, representados por la organización empresarial: Mexicanos
Primero; y, un Presupuesto de Egresos de la Federación 2019 en el que se reorienta
la mayor parte del presupuesto para programas sociales (adultos mayores,
jóvenes, campo, etc.) para tratar de
revertir la extrema desigualdad socio-económica, heredada de la política
neoliberal en beneficio de la oligarquía neoliberal. Estas medidas
implementadas por AMLO, según sus opositores neo-liberales son de corte
“populista”, lo que significa que todas las reformas que no concuerden la
política de libre mercado impuestas por los organismos financieros
internacionales (FMI, OMC, Banco Mundial, etc.)
y certificada por las empresas financieras privadas calificadoras de
riesgos internacionales –que por cierto quien las califica a ellas- impulsadas
por los gobiernos neo-liberales son tildadas de “populistas”, lo que significa
que el “populismo” del siglo XXI es la política implementada por todo gobierno
que se opone a la política neoliberal que ha beneficiado a una oligarquía
financiera rapaz que se ha enriquecido a costa de la pobreza de las masas
trabajadoras. En este sentido, según los opositores a los gobiernos
“populistas”, el populismo puede ser de derecha cuando impulsa una política
anti-liberal nacionalista, como el caso de Donald Trump en Estados Unidos,
Emanuel Macron en Francia, etc.; y, el populismo de izquierda que implementa
políticas sociales en beneficio de las mayorías explotadas.
Conclusiones
El
populismo es una tendencia política que aparece a fines del siglo XIX en Rusia
y los Estados Unidos. Se caracteriza socialmente porque fue portavoz de las clases
campesinas “arroyadas” por el desarrollo capitalista, por lo que pregonan el
retorno al pasado feudal de servidumbre como solución a sus problemas; no
comprenden que su porvenir estaba el desarrollo del capitalismo en aquel tiempo
todavía en lo general progresista, que prepara las condiciones socio-económicas
para la lucha entre el proletariado contra la burguesía para establecer una
sociedad socialista, en cuya lucha el campesinado tenía que ser un aliado
fundamental del proletariado y en cuya nueva sociedad estaba su porvenir y no
en el pasado pre-capitalista.
En
el siglo XX el populismo se manifestó como una corriente política
anti-capitalista y particularmente en México apareció con el gobierno de Lázaro
Cárdenas (1940-1970), cuya política de nacionalizaciones (ferrocarriles,
petróleo, reparto de tierras) estuvieron orientadas en beneficio de las masas
trabajadoras, pero una vez que culminó su período presidencial le sucedieron
gobiernos (Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruíz Cortines, Adolfo
López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz), los cuales implementaron una política económica
en beneficio de la burguesía industrial entre 1940 y 1970 y cuyo saldo fue una
enorme desigualdad socio-económica y una profunda crisis económica, cuyos
gobiernos en la década de los setenta del siglo pasado (Luis Echeverría Álvarez
y José López Portillo) trataron de amortiguarlas con políticas sociales en
favor de los trabajadores, lo que sus adversarios aprovecharon para
etiquetarlos como gobiernos “populistas”. La política del último gobierno
populista, el de José López Portillo (1976-1982) terminó en una profunda crisis
económica, social y política, de tal forma que allanó el camino para el arribo
al gobierno de políticos de corte neoliberal.
El
neo-liberalismo es una política económica reaccionaria por retomar del viejo
liberalismo del siglo XIX, el libre mercado como fundamento de la economía y
cuya estrategia basada en una estabilidad macroeconómica, cuyos resultados han
sido el estancamiento económico crónico –alrededor del 2% de crecimiento del
PIB-, estabilidad inflacionaria que favorece la rentabilidad del capital
financiero, al evitar devaluaciones bruscas, así como una extrema desigualdad
social que se traduce en la concentración del grueso de la riqueza en unas
cuantas familias -1%-, contrastando con la miseria en que se debaten más de 60
millones de mexicanos. En cambio, el liberalismo del siglo XIX tuvo un carácter
progresista, al luchar contra el monopolio feudal que obstaculizaba el
desarrollo del capitalismo de libre competencia.
El
populismo de fines del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, es la repuesta
política a la enorme desigualdad socio-económica generada por las políticas de
los gobiernos anti-populares. En la historia reciente de México, es la respuesta
a las políticas neo-liberales. En este sentido, el neo-liberalismo puede ser de
derecha cuando se opone al libre mercado y desarrollo una política nacionalista
y proteccionista, como Estados Unidos Con Donald Trump, en Francia con Emanuel
Macron, etc.; y, el “populismo de izquierda” que se caracteriza por el arribo
al gobierno de líderes populares que implementan políticas sociales en
beneficio de las masas trabajadoras.
Las
experiencias de los gobiernos populistas en América Latina han revertido
parcialmente la desigualdad social, pero no han derrotado a sus adversarios
neo-liberales en el terreno económico, pues sus beneficiarios –poderes fácticos-
siguen detentando el poder económico.
Las
experiencias en el mundo prueban que ni el "populismo" de izquierda ni el de
derecha, menos el neo-liberalismo, son opciones políticas que resuelvan la
problemática socio-económica que padecen las sociedades en el marco del
capitalismo. La solución está en relevar a la sociedad capitalista, causa de la
extrema desigualdad socio-económica, por una sociedad igualitaria en la que se
erradique la explotación, a través de una revolución popular y como toda
revolución tendrá que “barrer” y/o reformar las instituciones burguesas que en
lo fundamental han estado al servicio de esa minoría financiera oligárquica que
últimamente ha sido beneficiaria de la política neo-liberal.
Así pues, actualmente existen tres concepciones del "populismo": una en la que gobiernos implementan políticas públicas para beneficiar a la élites que detentan la riqueza y en la ámbito internacional son anti globalistas; la segunda que considera al "populismo" a a un conjunto de políticas que no "comulgan" con el globalismo neoliberal y; finalmente, la tercera que se caracteriza a los gobiernos que aplican políticas sociales que beneficien a las clases sociales más desprotegidas (pueblo) con el objetivo de reducir la enorme desigualdad que el neoliberalismo ha generado.
Referencias Bibliográficas
Internet.
Vásquez
Valentín. 2015-2016. metodo2013.blogspot.mx
Gracias Valentin. Muy valioso analisis
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