martes, 18 de diciembre de 2018

"REVOLUCIONES VERDES" EN MÉXICO Y SU IMPACTO EN EL AMBIENTE

LAS “REVOLUCIÓNES VERDES” EN MÉXICO Y SU IMPACTO EN EL AMBIENTE

Valentín Vásquez
San Andrés Ixtlahuaca, Oaxaca, México
valeitvo@yahoo.com.mx


Introducción

Las reformas implementadas durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), principalmente la nacionalización del petróleo y los ferrocarriles, creación de la Comisión Federal de Electricidad, fundación de Nacional Financiera S.A (NAFINSA), así como la liquidación de la vieja hacienda latifundista heredada del porfirismo con fuertes resabios pre-capitalistas -peonaje por deudas y tiendas de raya-, sentaron las bases económicas para el desarrollo de una agricultura capitalista que aportara las materias primas y el aporte de divisas para el desarrollo del capitalismo industrial y financiero, durante el período de 1940-1970, a través de lo que se definió como “revolución verde”.

La primera “revolución verde” en México fue la vía capitalista para el desarrollo de la agricultura y efectivamente se trató de una revolución tecnológica de naturaleza biológica y química, desarrollada por técnicos de México y de Estados Unidos (Fundación Rockefeller), que inicia desde la década de los cuarenta del siglo pasado durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y continuó sucesivamente con los gobiernos de Miguel Alemán (1946-1952), Adolfo Ruíz Cortines (1952-1958), Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz (164-1970). Representa un viraje respecto a la política agropecuaria cardenista que le antecedió, en la que se privilegió la agricultura campesina basada en las tierras ejidales y comunales beneficiarias del reparto agrario, a través de la creación de cooperativas con asistencia técnica y financiera del gobierno para fomentar el desarrollo de las comunidades campesinas rurales. Ahora con los gobiernos pos-cardenistas se privilegió a los grandes propietarios capitalistas de la tierra, beneficiarios de las contrarreformas agrarias capitalistas que protegían la propiedad privada y recibían los apoyos técnicos y financieros de los nuevos gobiernos, medidas que favorecieron el incremento de la productividad agropecuaria, a través de la implementación del paquete tecnológico desarrollado por la “revolución verde” que consistía en el monocultivo de variedades genéticas de alto rendimiento, principalmente de maíz, trigo y arroz, a base de la aplicación masiva de fertilizantes químicos, pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.), riego y mecanización agrícola; técnicas que elevaron la productividad del suelo y con ello los rendimientos para cubrir las necesidades de una población que cada vez más se concentraba en las grandes ciudades, así como para aportar los insumos y las divisas que la industrialización de la economía del país exigía.

La segunda “revolución verde” está asociada a la “revolución de los genes” desarrollada a fines del siglo pasado y está basada en la creación de organismos genéticamente modificados (transgénicos), que al igual que la primera está fomentando la uniformidad y la contaminación del ambiente, principalmente el biológico y en particular los cultivos nativos en los que se basa la agricultura de subsistencia de la mayoría de los campesinos de México.

Las consecuencias socio-económicas de las “revoluciones verdes” fueron y son –porque sus efectos continúan- el surgimiento de una agricultura empresarial-comercial tecnificada y una agricultura campesina mayoritaria marginada, así como la degradación física (erosión) y contaminación del suelo debido a su intensa explotación a la que fue sometido por la agricultura de corte capitalista con la aplicación masiva de agroquímicos, riego y mecanización agrícola, así como la contaminación de los cultivos nativos en los que se basa la agricultura campesina de subsistencia.


Naturaleza de la “revoluciones verdes” en México

Hewitt (1985) escribe que la “Revolución Verde” en México consistió en la introducción de un “paquete” determinado de prácticas e insumos (siembra de semillas mejoradas, aplicación de fertilizantes químicos, uso de pesticidas y uso del riego) necesarios para explotar el potencial productivo de variedades mejoradas genéticamente, principalmente de maíz y trigo, en el contexto de la industrialización capitalista del país durante el período 1940-1970, estrategia industrializadora conocida como “Sustitución de importaciones” favorecida por la Segunda Guerra Mundial.

La misma autora citada explica que especialistas en fitopatología, genética y suelos empezaron a trabajar desde 1943, cuando se creó la Oficina de Estudios Especiales (OEE) dependiente de la Secretaria de Agricultura, pero dirigida por técnicos de la Fundación Rockefeller de los Estados Unidos. Al principio, limitaron sus investigaciones a dos cultivos: el maíz y el trigo, luego extendieron su atención al frijol en 1949, a la papa en 1952, a las hortalizas en 1954 y a la ganadería en 1956. Para el caso del trigo, en total 11000 plantas nativas y se trajeron del extranjero unas 400 variedades. A partir de 1945, el programa de selección se desarrolló junto con esfuerzos sistemáticos para cruzar las mejores variedades locales y extranjeras,  con el fin de producir variedades totalmente nuevas adatadas al medio ambiente del país. Las variedades de alto rendimiento logradas a partir de los años cincuenta aumentaron la productividad tanto en tierras de riego como de temporal, porque resistieron la plaga del chahuistle mejor que los trigos cultivados anteriormente. Pero la característica a la que se dio particular importancia en las investigaciones de la OEE en los años siguientes, aparte de la resistencia al chahuistle, fue la capacidad de responder de las nuevas variedades a un “paquete” tecnológico cada vez más complejo de prácticas de labranza e insumos especialmente aplicables en las zonas de riego. La mecanización era uno de los elementos del “paquete” tecnológico. Ya en 1949, el Departamento del trigo de la OEE recomendaba un vigoroso esfuerzo para incrementar la mecanización en las tierras de trigo en todas las fases de cultivo y cosecha. Otro elemento del “paquete” tecnológico era el uso de fertilizantes químicos: para 1960, esos productos químicos, que combinados con los métodos de siembra y riego podía asegurar rendimientos hasta dos o tres veces más elevados en comparación con el trigo producido con la tecnología tradicional. Con el correr de los años, el cultivo de trigo se fue convirtiendo en una serie de operaciones cada vez más complejas que en 1940; y los grandes agricultores de los distritos de riego del noroeste del país fueron los más recurrieron al “paquete” tecnológico gestado por la “Revolución Verde”. Posteriormente en los años cincuenta se mejoraron nuevas variedades de tallo corto que incrementaron mucho la productividad de los trigales mexicanos y finalmente sirvieron de base genética para la “revolución verde” en muchos otros países. Respecto al maíz, su producción se basó en híbridos de alto rendimiento, de tal forma que para 1956, el programa de producción de semillas de la Secretaria de Agricultura dedicaba el 96% de su capacidad a los híbridos, con lo que se encargaba principalmente de la mayor producción de maíz comercial a la agricultura de riego.

En 1961 se fusionó la Oficina de Estudios Especiales (OEE) con el Instituto de Investigaciones Agrícolas (IIA) para crear el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA). Mientras el INIA trataba de convertirse en una institución que respondiera a la problemática de la agricultura de subsistencia, la Fundación Rockefeller, con la colaboración del gobierno mexicano, creó el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), cuyo objetivo principal era promover en el mundo las variedades híbridas del maíz y trigo de alto rendimiento.

De la Peña y Morales (1989) escriben que el gobierno de Ávila Camacho, con el antecedente de los trabajos que realizaron los técnicos de la Secretaria de Agricultura en las estaciones experimentales busco, desde el inicio de su gestión, el apoyo de la Fundación Rockefeller para emprender un programa de investigación agrícola que permitiera incorporar los avances que en esa materia habían logrado los Estados Unidos. En México, la Fundación Rockefeller inició su primer programa de ayuda agrícola directa al extranjero. Se creó para ello, en 1943, la Oficina de Estudios Especiales (OEE) dentro de la Secretaria de Agricultura, para poner en marcha el programa cooperativo entre el gobierno de México y dicha Fundación. El objetivo de la OEE era aumentar la producción de alimentos. Inició su actividad abordando el problema de los cultivos de maíz y trigo, de acuerdo con el diagnóstico sobre el sector agrícola que elaboró la comisión científica de la Fundación que visitó México en 1941. El programa se orientó a la fitopatología, genética y suelos; para el mejor aprovechamiento de los suelos y las prácticas de labranza; la introducción, selección y cruza obtención de variedades mejoradas de alto rendimiento adaptadas a las condiciones del país. Es decir, el objetivo era el mejoramiento genético y el diseño de un paquete tecnológico, basado en la  aplicación de: pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, fertilizantes químicos, mecanización y riego, con el objetivo de aumentar la productividad de los suelos y con ello elevar el rendimiento de los cultivos, principalmente de maíz y trigo. Esta nueva concepción de la agricultura se tradujo en un incremento en el uso de insumos que formaban parte del paquete tecnológico recomendado por la OEE. Para este objeto se creó la infraestructura pública para la producción y distribución de dichos insumos. En efecto, para el caso de la reproducción y distribución de las semillas mejoradas de altos rendimientos, especialmente de maíz y trigo se fundó, en 1947, la Comisión Nacional del Maíz, y poco después la Comisión para el Incremento y Distribución de Semillas Mejoradas. Además, se había creado en 1943, la empresa Guanos y Fertilizantes de México para industrializar el guano que depositaban las aves marinas en las islas del Pacífico. Hacia finales de la década, Guanomex estaba elaborando 9000 toneladas de fertilizantes químicos con materiales importados, y existían varias plantas privadas de pequeña dimensión. Respecto a la mecanización propiamente de las actividades agrícolas, fue importante el incremento en el número de tractores a lo largo de la década del cuarenta, pese a lo cual todavía a mediados de los años cuarenta seguían siendo escasos. Su adquisición recibió un fuerte apoyo por parte del gobierno federal mediante el crédito a los agricultores. Buscando integrar los diferentes elementos que forman el paquete tecnológico, además del riego, pero teniendo a éste como elemento principal, la Comisión Nacional de Irrigación fue designada, a partir de 1942, para coordinar esta función. Una de las actividades consistía en levantar cartas agrológicas para conocer las características de los suelos de todo el país, lo que conjuntamente con los experimentos de fertilización, tenía como finalidad encontrar las dosis de fertilización más adecuadas para el tipo de suelo y cultivo.

Es obvio, que dados los elementos del paquete tecnológico solo era factible de implementación por los agricultores privados capitalistas que monopolizaban los mejores suelos y el riego, cuya aplicación produjo elevados de rendimientos de los cultivos, principalmente de maíz y trigo, proceso tecno-productivo que poco después se conoció como “revolución verde”, ya que se trató de un verdadero cambio cualitativo respeto a las condiciones de la agricultura que le antecedieron.

Moguel, Robles y Rubio (1988) escriben que durante la década del cincuenta el riego siguió siendo uno de los elementos fundamentales del paquete tecnológico iniciado en la década que le antecedió. Las grandes obras hidráulicas constituyeron el principal rubro de inversión estatal en la agricultura lo que permitió que la superficie de suelos irrigados aumentara en forma considerable. En 1950, existían 2 431 941 hectáreas de riego, de las cuales sólo se cultivaban 824 332. En 1960, la superficie de riego que realmente se sembraba aumentó a 2 338 601 hectáreas, lo que representó un 21.6% de la superficie total de labor. Fue en esta década cuando se registró una mayor expansión de la superficie irrigada, destacando por su importancia la región noroeste del país y el Estado de Tamaulipas, lugares donde los distritos de riego abarcaban un 90% de las tierras de labor. En el período analizado (1950-1970), la inmensa mayoría de los campesinos, dedicados en lo fundamental a la agricultura de temporal, quedaron excluidos del proceso de modernización que implicaba amplias y multiplicadas inversiones que, cada vez se hacían más necesarias y voluminosas conforme se empezaba a aplicar el “paquete tecnológico”. Aquel adoptaba las semillas mejoradas quedaba prácticamente comprometido con el uso del riego, de fertilizantes químicos y pesticidas, así como operaciones de siembra o de cosecha que requerían ciertos grados de mecanización. Como no eran éstas, las condiciones prevalecientes en la agricultura campesina, ésta quedó rezagada de los emporios capitalistas que, con el apoyo del Estado, dieron nuevos y definitivos saltos en sus niveles de capitalización. La mecanización de las labores agrícolas continuó en el período estudiado, pero a un ritmo mayor que la década del cuarenta,  de tal forma que ya al iniciarse la década del cincuenta, la agricultura mexicana contaba ya disponía de 39 000 tractores para la mecanización de las prácticas de labranza, además, el uso de semillas mejoradas, fertilizantes y demás insumos, principalmente en las tierras de agricultura capitalista de riego, elementos que integraban el “paquete tecnológico”. Respecto a los cultivos, seis fueron los principales en la década de los cincuenta: el maíz, el frijol, la caña de azúcar, el trigo, el algodón y el café ocuparon el 76.9% de la superficie cosechada nacional en 1950, aumentando al 79% diez años después.

Olmedo (1993) afirma que en 1943 inició formalmente la penetración del modelo de Estados Unidos en el sector rural mexicano, como resultado de un acuerdo entre la Fundación Rockefeller y el gobierno de Manuel Ávila Camacho, en el que las se establecieron las bases institucionales “para exportar la revolución agrícola de los Estados Unidos a México, con lo que comienza propiamente lo que se conoció posteriormente como “revolución verde”. La llamada “revolución verde” ha creado una mayor dependencia alimentaria de los países subdesarrollados, pues para este nuevo tipo de agricultura se necesita un conocimiento y una tecnología controlados por los países más avanzados y por las empresas trasnacionales: semillas mejoradas, fertilizantes químicos, maquinaria, etc. Asimismo, marcó un cambio radical hacia una nueva división internacional del trabajo en el campo agroalimentario y agroindustrial en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Según muchos estudiosos, ha resultado un rotundo fracaso, ya que se trataba de aumentar la productividad agrícola a un costo muy alto por el uso intensivo de maquinaria, fertilizantes, pesticidas y otros insumos energéticos, escasos y de alto costo; por la destrucción del medio ambiente y por la persistencia del hambre a pesar de los grandes excedentes de alimentos y productos agrícolas, producidos y controlados por los países industrializados. Se trata de una agricultura en la que los únicos beneficiados de esa modernización han sido las empresas trasnacionales, productoras de insumos para la agricultura, comercializadoras de granos y otras materias primas agrícolas, productores de alimentos industrializados dirigidos básicamente a las zonas urbanas y a las capas de la población de más altos recursos. El resultado ha sido una agricultura con un papel subordinado al desarrollo industrial y al sector terciario (comercio) de la economía, y aportador de recursos al proceso de industrialización del país.

Wikipedia, concibe la “revolución verde” como un paquete tecnológico que, consistió en la siembra de variedades de trigo, maíz y arroz, principalmente, más resistentes a los climas extremos y a las plagas, capaces de alcanzar altos rendimientos por medio del uso de fertilizantes, plaguicidas, y riego.

El término "revolución verde" fue utilizado por primera vez en 1968 por el ex director de USAID, William Gaud, quien destacó la difusión de las nuevas tecnologías y a diferencia de las revoluciones socio-políticas, se trató de una “revolución verde”.

Así pues, la esencia de la primera “revolución verde” la sintetiza Keith Griffin, citado por Hewitt (1985): se trató “desde un punto de vista técnico en gran parte de una revolución biológica y química; pero desde un punto de vista socio-económico, es en gran parte una revolución comercial”.

La naturaleza de la primera "revolución verde" se muestra en la imagen que a continuación se presenta.


Imagen 1. Esencia de la primera "revolución verde"

En la imagen anterior, se evidencia la esencia de la primera "revolución verde" consistió el manejo de monocultivos mejorados de alto rendimiento, como consecuencia de la aplicación de un paquete tecnológico basado en la mecanización, aplicación de fertilizantes químicos, uso indiscriminado de fungicidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) y riego.

La revolución verde benefició en su mayoría a las grandes cultivadoras, que contaban con los recursos y tenían la necesidad de adquirir las nuevas tecnologías, contrario a lo que ocurría con la pequeña propiedad y tierras de propiedad social (comunales y ejidales), en las se basaba la agricultura campesina de subsistencia.

La revolución verde trajo como consecuencia, una mejora en gran parte de la producción en relación al abastecimiento de alimentos, el uso de variedades mejoradas principalmente de especies de cereales como arroz, trigo y maíz, así como de otros granos, que se cultivaron preferentemente como una sola especie mejorada (monocultivo), a base de la aplicación de grandes cantidades de agua, fertilizantes y plaguicidas que aseguraron la producción en masa. Con los cambios logrados en este periodo, cambio el modo tradicional que existía en la agricultura, también hubo cambios en la tecnología agrícola así como nuevos procedimientos, así fue como la producción de los cultivos se incrementó al doble e incluso llegó a ser cinco veces superior, que con las técnicas y variedades tradicionales de cultivo y así mismo después se extendió a otros cultivos y varios países.

En México la producción de trigo pasó de un rendimiento de 750 kg por hectárea en 1950, a 3200 kg en la misma superficie en 1970. Entre los años 1940 a 1984 la producción de grano mundial aumentó en un 250%. En conclusión, los resultados en cuanto a aumento de la productividad fueron espectaculares.

Las ventajas de la primera "revolución verde" se presentan en la imgen que se muestra en seguida.


Imagen 2. Beneficios de la primera "revolución verde"

Con las ventajas observadas en la imagen arriba observada, la primera "revolución verde" solucionó problemas de hambre en el mundo y en México, como consecuencia de una mayor productividad de los cultivos, que hizo posible producir una mayor cantidad de alimentos.

En la actualidad, el panorama general de la agricultura industrial se apoya en cuatro grandes pilares: la maquinaria agrícola moderna y de transporte de alimentos, los agroquímicos, la biotecnología y los sistemas de riego. De los cuatro, los dos primeros están relacionados directamente con la producción de petróleo. Así pues, de la misma manera que la agricultura industrial ha sido un factor importante para la transición demográfica,​ la ausencia de ésta al agotarse el petróleo puede suponer futuras hambrunas, crisis alimentarias y un aumento drástico en la mortandad a nivel mundial.

González (2010) escribe que desde el comienzo de la revolución industrial la técnica y la ciencia han proporcionado a la agricultura métodos y técnicas de cultivo que aumentaban la productividad de la tierra, pero será hasta 1944 cuando este proceso adquiere dimensiones de revolución. Norman Borlaug, es considerado por algunos como el padre de la agricultura moderna. En 1944 trabajó en México como fitopatólogo, en 1945 se trasladó a Sonora donde estudio trigos y royas y practicas agronómicas, fue uno de los creadores del programa cooperativo entre la Secretaría de Agricultura Mexicana y la Fundación Rockefeller. Logró una enorme trascendencia al desarrollar variedades enanas de trigo, de alto rendimiento, amplia adaptación, resistentes a enfermedades y con alta calidad industrial sembradas por primera vez en 1963. Con estas variedades, México incrementó notablemente su producción y en poco tiempo fue adoptado por países como India, Pakistán, Turquía, Túnez, España, Argentina, China que se beneficiaron de tecnología desarrollada en México. El avances de estas tecnologías han provocado graves desequilibrios ambientales y ha favorecida a la agricultura del tipo industrial, altamente concentrada, con una base en el petróleo, que ha expulsado a millones de campesinos fuera de sus tierras.

El autor citado explica que la esencia de las “revoluciones verdes”, la primera basada en variedades mejoradas de alto rendimiento con la cruza genética tradicional y la segunda basada en la obtención de variedades genéticamente modificadas (transgénicos) de alto rendimiento, son: el aumento del rendimiento por superficie, es decir conseguir mayor producción por cada hectárea cultivada. La mejora genética de las variedades de los cultivos mediante las semillas VAR, la mejora del rendimiento de los suelos a través de los fertilizantes y los riegos, el control de plagas de insectos y enfermedades de las plantas con todos sus insumos. En teoría la idea es buena, pero al ponerla en práctica se descubren sus deficiencias. Las semillas VAR son semillas modificadas genéticamente para dar un rendimiento mayor. Sin embargo para que se de ese máximo rendimiento necesitan unos determinados insumos, abonos especiales (químicos), agua y pesticidas, además es necesario eliminar las malas hierbas (herbicidas) que compiten por la tierra, combatir la plagas viejas y nuevas y asegurar el regadío. Frecuentemente, si faltan algunos de los insumos, la cosecha cae por debajo del rendimiento habitual. Esto implica que la producción agrícola necesita grandes capitales.

Es evidente, pues, que las consecuencias socio-económicas de la primera “revolución verde” fue el fortalecimiento de una agricultura empresarial-comercial privada que detentaba las mejores tierras de riego y beneficiaria de la contrarreforma agraria que la favoreció desde los años 40 del siglo pasado, en detrimento de la agricultura campesina de subsistencia que practicaba la mayoría de la población rural que se debatía en la pobreza.

En lo que respecta al impacto ambiental de la “revolución verde” es –porque todavía sus consecuencias siguen vigentes en la agricultura empresarial comercial- la degradación física del recurso suelo por la mecanización, así como su contaminación por el uso indiscriminado de fertilizantes químicos y pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) que contaminan el suelo y lo degradan biológicamente con la aplicación de venenos a los cultivos y al suelo.


Consecuencias negativas de las revoluciones verdes

González (2010) afirma que la agricultura basada en los monocultivos creó un vacío ecológico que los insectos y las enfermedades se dedicaron a explotar, esa uniformidad ha conducido a algunas de las mayores catástrofes agrarias de la humanidad. Hoy solo se cultivan prácticamente 4 variedades de patatas, el 97% de las variedades de verduras que se cultivaban a principios del siglo XX se ha extinguido. La uniformidad genética conduce a una mayor vulnerabilidad ante los insectos y las enfermedades atrapando a los agricultores a un círculo vicioso de insecticidas, mientras más usaban, más tenía que usar. No cabe duda de que la revolución verde desempeño una función decisiva en esos momento, sin embargo, este fenómeno ha sido objeto de un mayor análisis ya que condujo a la utilización insostenible de sustancias agroquímicas y a la aplicación de altos niveles de insumos, desplazando las variedades tradicionales o nativas, lo cual dio lugar a la pérdida de biodiversidad y dando entrada a la agricultura industrial que ha sido fuertemente criticada desde diversos puntos de vista que van desde lo ecológico a lo económico, pasando por lo cultural e incluso lo nutricional. La gran cantidad de energía que hay que empelar en este tipo de agricultura para mover tractores y máquinas agrícolas necesita combustible; para construir presas, canales y sistemas de irrigación hay que gastar en energía; para fabricar fertilizantes y pesticidas se emplea petróleo; para transportar y comerciar por todo el mundo los productos agrícolas se consumen combustibles fósiles. Se suele decir que la agricultura moderna es un gigantesco sistema de conversión de energía, petróleo fundamentalmente, en alimentos.

El mismo autor continúa: el sistema agrícola industrial está fundamentado en la química inorgánica, altamente soluble e ignora los aspectos orgánicos y los fenómenos vitales para la armonía de la vida en el suelo, cuya estructura los fertilizantes llevan aceleradamente al colapso. Según el paradigma domínate, la diversidad atenta contra la productividad, que crea la necesidad imperiosa de uniformidad y monocultivos. Esto ha generado la paradójica situación en la cual el mejoramiento de las plantas termina provocando la destrucción de la diversidad biológica que se emplea como materia prima. Además, los sistemas agrícolas de la revolución verde requieren una abundante irrigación, lo que ejerce una presión enorme en los recursos hídricos del mundo sin contar la contaminación producida por verter químicos en el agua. A mediados de la década de los 90’s con la apreciación de la ingeniería genética la revolución verde se convirtió en la revolución de los genes, modificando las semillas para ser resistentes a los herbicidas siendo las empresas que te comercializan el herbecida ahora te venden las semillas. La revolución verde abrió paso a la patente de semillas modificadas y no modificadas dando el poder a las transnacionales de poseer, de dominar una especie de la tierra dando lugar a: “Quien controla las semillas, controla la comida”. Tan sólo 10 empresas controlan el 95% del mercado mundial de semillas comerciales. Tiene un valor de $30,000 millones de dólares y hace tan solo 30 años había 7,000 compañías de estas. Es un mercado dominado por las trasnacionales: Syngenta, Bayer, DuPont, Monsanto, Dow AgroSciences, Cuprquim, FMC, Cyanamid, Makhteshim Agan, Sumitomo y el grupo mexicano Agricultura Nacional. Los agricultores necesitan tener dinero y acceso a recursos como la tierra y el agua, los que no tienen estos recursos quedaron excluidos de la revolución verde y muchos se hicieron todavía más pobres. Sin embargo, para la mayoría de los campesinos romper con la dependencia de los herbicidas y fertilizantes es prácticamente imposible, pues, dicen, resulta inviable trabajar la tierra sin ellos todo a causa de la desinformación que han dejado las transnacionales que tienen a un ejército de investigadores trabajando por sus intereses de mayores ganancias.


Imagen 3. Desventajas de la primera "revolución verde"

Las consecuencias negativas en el ambiente de la primera "revolución verde" se aprecian en la anterior imagen y destacan la degradación física del suelo (erosión y compactación), excesiva quema de combustibles fósiles, agotamiento de las aguas superficiales y subterráneas por la gran cantidad de agua de riego y contaminación del suelo y los cultivos por la aplicación desmedida de agroquímicos (fertilizantes y pesticidas).

Wikipedia afirma que, dadas las consecuencias negativas de la primera "revolución verde", ante las críticas de grupos ambientalistas, Borlaug respondió: "algunos de los grupos de presión ambiental de las naciones occidentales son la sal de la tierra, pero muchos de ellos son elitistas. Nunca han experimentado la sensación física de hambre. Ellos hacen su trabajo de cabildeo desde cómodas suites de oficina en Washington o Bruselas. Si vivieran sólo un mes en medio de la miseria del mundo en desarrollo, como he hecho por cincuenta años, estarían clamando por tractores y fertilizantes y canales de riego y se indignarían que elitistas de moda desde sus casas les estén tratando de negar estas cosas" y luego dijo: “consideró la creación de transgénicos como una extensión natural de su propio trabajo en la revolución verde que debe ser continuada, ​ y que la oposición a los transgénicos viene del mismo tipo de activismo ambiental -anti-científico desde su punto de vista- que cuestiona los logros de la revolución verde”, argumentos que siguen utilizando los defensores de la agricultura comercial-empresarial, a pesar de la catástrofe ambiental y socio-económica que ha provocado.

Finalmente, respecto a la segunda "revolución verde" la de los genes (trasngénicos), las ventajas y desventajas se presentan en la imagen que se muestra en seguida.

Imagen 4. Beneficios y perjuicios de la "revolución transgénica"

Además, de las ventajas y desventajas de los cultivos (alimentos) transgénicos mostrados en la anterior imagen, también es necesario destacar que contaminan a los cultivos nativos en los que se basa la agricultura campesina de subsistencia, la cual es la base de la población rural.


Conclusiones

La esencia de toda revolución es un cambio cualitativo radical y en el caso de las “revoluciones verdes”, se trató de revoluciones biológicas y químicas y desde un punto de vista socio-económico, es en gran parte una revolución capitalista empresarial-comercial basada en monocultivos.

Como todo proceso natural y artificial, las "revoluciones verdes" son contradictorias: por un lado aumentan la productividad de los organismos vivos para resolver problemas del hambre y, por el otro, generan inconveniencias ambientales, tales como degradación y contaminación del ambiente, así como una polarización entre la agricultura campesina de subsistencia, de la que depende la población rural y una agricultura empresaria-comercial de corte capitalista beneficiaria de las "revoluciones verdes".

Las consecuencias socio-económicas de la “revolución verde” fue el fortalecimiento de una agricultura empresarial-comercial privada que detentaba las mejores tierras de riego y beneficiaria de la contrarreforma agraria que la favoreció desde los años 40 del siglo pasado, en detrimento de la agricultura campesina de subsistencia que practicaba la mayoría de la población rural que se debatía en la pobreza.

El impacto ambiental de la “revolución verde” es –porque todavía sus consecuencias siguen vigentes en la agricultura empresarial comercial- la degradación física del recurso suelo por la mecanización, así como su contaminación por el uso indiscriminado de fertilizantes químicos y pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) que contaminan el suelo y lo degradan biológicamente con la aplicación de venenos a los cultivos y al suelo.

Las revoluciones tecnológicas capitalistas en general y las revoluciones verdes en particular, son incompatibles con el manejo sustentable de los recursos ambientales en general y del suelo y el agua en particular, porque, lo que lo mueve es la ganancia –rentabilidad-, aunque los recursos naturales se agoten y la salud de la gente se deteriore y/o muera. En este sentido, la sustentabilidad ambiental sólo es posible con el derribo político-económico del capitalismo y con un nuevo Estado implementar desde “arriba” (gobierno) políticas ambientales sustentables y con el apoyo desde “abajo” (sociedad) llevarlas a la práctica.


Referencias bibliográficas

De la Peña Sergio y Morales Ibarra Marcel. 1989. Historia de la cuestión agraria mexicana. Tomo 6. 

El Agrarismo y la industrialización de México: 1940-1950. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México. México, D.F.

Hewitt Cynthya. 1985. La modernización de la agricultura mexicana: 1940-1970. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. México, D.F.

Moguel Julio, Robles Rosario y Rubio Blanca. 1988. Historia de la cuestión agraria mexicana. Tomo 7. La época de oro y el principio de la crisis de la agricultura mexicana: 1950-1970. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México. México, D.F.

Olmedo Carranza Bernardo. 1993. Crisis en el campo mexicano. Cuadernos de economía. Instituto de Investigaciones Económicas. UNAM. México, D.F.

https://es.wikipedia.org/wiki/Revolucion_verde

Gerardo González Garibay González Gerardo, el 20 de Julio del 2010. https://www.permacultura.org.mx/es/reporte/revolucion-verde/


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