LAS “REVOLUCIÓNES VERDES” EN MÉXICO Y
SU IMPACTO EN EL AMBIENTE
Introducción
Las reformas implementadas durante el gobierno de Lázaro Cárdenas
(1934-1940), principalmente la nacionalización del petróleo y los
ferrocarriles, creación de la Comisión Federal de Electricidad, fundación de
Nacional Financiera S.A (NAFINSA), así como la liquidación de la vieja hacienda
latifundista heredada del porfirismo con fuertes resabios pre-capitalistas -peonaje
por deudas y tiendas de raya-, sentaron las bases económicas para el desarrollo
de una agricultura capitalista que aportara las materias primas y el aporte de
divisas para el desarrollo del capitalismo industrial y financiero, durante el
período de 1940-1970, a través de lo que se definió como “revolución verde”.
La
primera “revolución verde” en México fue la vía capitalista para el desarrollo
de la agricultura y efectivamente se trató de una revolución tecnológica de
naturaleza biológica y química, desarrollada por técnicos de México y de Estados
Unidos (Fundación Rockefeller), que inicia desde la década de los cuarenta del
siglo pasado durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y continuó
sucesivamente con los gobiernos de Miguel Alemán (1946-1952), Adolfo Ruíz
Cortines (1952-1958), Adolfo López Mateos (1958-1964) y Gustavo Díaz Ordaz
(164-1970). Representa un viraje respecto a la política agropecuaria cardenista
que le antecedió, en la que se privilegió la agricultura campesina basada en
las tierras ejidales y comunales beneficiarias del reparto agrario, a través de
la creación de cooperativas con asistencia técnica y financiera del gobierno
para fomentar el desarrollo de las comunidades campesinas rurales. Ahora con
los gobiernos pos-cardenistas se privilegió a los grandes propietarios capitalistas
de la tierra, beneficiarios de las contrarreformas agrarias capitalistas que
protegían la propiedad privada y recibían los apoyos técnicos y financieros de
los nuevos gobiernos, medidas que favorecieron el incremento de la
productividad agropecuaria, a través de la implementación del paquete
tecnológico desarrollado por la “revolución verde” que consistía en el
monocultivo de variedades genéticas de alto rendimiento, principalmente de maíz,
trigo y arroz, a base de la aplicación masiva de fertilizantes químicos,
pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.), riego y mecanización
agrícola; técnicas que elevaron la productividad del suelo y con ello los
rendimientos para cubrir las necesidades de una población que cada vez más se
concentraba en las grandes ciudades, así como para aportar los insumos y las
divisas que la industrialización de la economía del país exigía.
La
segunda “revolución verde” está asociada a la “revolución de los genes”
desarrollada a fines del siglo pasado y está basada en la creación de
organismos genéticamente modificados (transgénicos), que al igual que la
primera está fomentando la uniformidad y la contaminación del ambiente,
principalmente el biológico y en particular los cultivos nativos en los que se
basa la agricultura de subsistencia de la mayoría de los campesinos de México.
Las
consecuencias socio-económicas de las “revoluciones verdes” fueron y son –porque
sus efectos continúan- el surgimiento de una agricultura empresarial-comercial
tecnificada y una agricultura campesina mayoritaria marginada, así como la
degradación física (erosión) y contaminación del suelo debido a su intensa
explotación a la que fue sometido por la agricultura de corte capitalista con
la aplicación masiva de agroquímicos, riego y mecanización agrícola, así como la
contaminación de los cultivos nativos en los que se basa la agricultura
campesina de subsistencia.
Naturaleza de la “revoluciones verdes”
en México
Hewitt
(1985) escribe que la “Revolución Verde” en México consistió en la introducción
de un “paquete” determinado de prácticas e insumos (siembra de semillas
mejoradas, aplicación de fertilizantes químicos, uso de pesticidas y uso del
riego) necesarios para explotar el potencial productivo de variedades mejoradas
genéticamente, principalmente de maíz y trigo, en el contexto de la
industrialización capitalista del país durante el período 1940-1970, estrategia
industrializadora conocida como “Sustitución de importaciones” favorecida por
la Segunda Guerra Mundial.
La
misma autora citada explica que especialistas en fitopatología, genética y
suelos empezaron a trabajar desde 1943, cuando se creó la Oficina de Estudios
Especiales (OEE) dependiente de la Secretaria de Agricultura, pero dirigida por
técnicos de la Fundación Rockefeller de los Estados Unidos. Al principio,
limitaron sus investigaciones a dos cultivos: el maíz y el trigo, luego
extendieron su atención al frijol en 1949, a la papa en 1952, a las hortalizas
en 1954 y a la ganadería en 1956. Para el caso del trigo, en total 11000
plantas nativas y se trajeron del extranjero unas 400 variedades. A partir de
1945, el programa de selección se desarrolló junto con esfuerzos sistemáticos
para cruzar las mejores variedades locales y extranjeras, con el fin de producir variedades totalmente
nuevas adatadas al medio ambiente del país. Las variedades de alto rendimiento
logradas a partir de los años cincuenta aumentaron la productividad tanto en
tierras de riego como de temporal, porque resistieron la plaga del chahuistle
mejor que los trigos cultivados anteriormente. Pero la característica a la que
se dio particular importancia en las investigaciones de la OEE en los años
siguientes, aparte de la resistencia al chahuistle, fue la capacidad de
responder de las nuevas variedades a un “paquete” tecnológico cada vez más
complejo de prácticas de labranza e insumos especialmente aplicables en las
zonas de riego. La mecanización era uno de los elementos del “paquete”
tecnológico. Ya en 1949, el Departamento del trigo de la OEE recomendaba un
vigoroso esfuerzo para incrementar la mecanización en las tierras de trigo en
todas las fases de cultivo y cosecha. Otro elemento del “paquete” tecnológico
era el uso de fertilizantes químicos: para 1960, esos productos químicos, que
combinados con los métodos de siembra y riego podía asegurar rendimientos hasta
dos o tres veces más elevados en comparación con el trigo producido con la
tecnología tradicional. Con el correr de los años, el cultivo de trigo se fue
convirtiendo en una serie de operaciones cada vez más complejas que en 1940; y
los grandes agricultores de los distritos de riego del noroeste del país fueron
los más recurrieron al “paquete” tecnológico gestado por la “Revolución Verde”.
Posteriormente en los años cincuenta se mejoraron nuevas variedades de tallo
corto que incrementaron mucho la productividad de los trigales mexicanos y
finalmente sirvieron de base genética para la “revolución verde” en muchos
otros países. Respecto al maíz, su producción se basó en híbridos de alto
rendimiento, de tal forma que para 1956, el programa de producción de semillas
de la Secretaria de Agricultura dedicaba el 96% de su capacidad a los híbridos,
con lo que se encargaba principalmente de la mayor producción de maíz comercial
a la agricultura de riego.
En
1961 se fusionó la Oficina de Estudios Especiales (OEE) con el Instituto de
Investigaciones Agrícolas (IIA) para crear el Instituto Nacional de
Investigaciones Agrícolas (INIA). Mientras el INIA trataba de convertirse en
una institución que respondiera a la problemática de la agricultura de
subsistencia, la Fundación Rockefeller, con la colaboración del gobierno
mexicano, creó el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo
(CIMMYT), cuyo objetivo principal era promover en el mundo las variedades
híbridas del maíz y trigo de alto rendimiento.
De
la Peña y Morales (1989) escriben que el gobierno de Ávila Camacho, con el
antecedente de los trabajos que realizaron los técnicos de la Secretaria de
Agricultura en las estaciones experimentales busco, desde el inicio de su
gestión, el apoyo de la Fundación Rockefeller para emprender un programa de
investigación agrícola que permitiera incorporar los avances que en esa materia
habían logrado los Estados Unidos. En México, la Fundación Rockefeller inició
su primer programa de ayuda agrícola directa al extranjero. Se creó para ello,
en 1943, la Oficina de Estudios Especiales (OEE) dentro de la Secretaria de
Agricultura, para poner en marcha el programa cooperativo entre el gobierno de
México y dicha Fundación. El objetivo de la OEE era aumentar la producción de
alimentos. Inició su actividad abordando el problema de los cultivos de maíz y
trigo, de acuerdo con el diagnóstico sobre el sector agrícola que elaboró la
comisión científica de la Fundación que visitó México en 1941. El programa se
orientó a la fitopatología, genética y suelos; para el mejor aprovechamiento de
los suelos y las prácticas de labranza; la introducción, selección y cruza
obtención de variedades mejoradas de alto rendimiento adaptadas a las
condiciones del país. Es decir, el objetivo era el mejoramiento genético y el
diseño de un paquete tecnológico, basado en la
aplicación de: pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas,
fertilizantes químicos, mecanización y riego, con el objetivo de aumentar la
productividad de los suelos y con ello elevar el rendimiento de los cultivos,
principalmente de maíz y trigo. Esta nueva concepción de la agricultura se
tradujo en un incremento en el uso de insumos que formaban parte del paquete
tecnológico recomendado por la OEE. Para este objeto se creó la infraestructura
pública para la producción y distribución de dichos insumos. En efecto, para el
caso de la reproducción y distribución de las semillas mejoradas de altos
rendimientos, especialmente de maíz y trigo se fundó, en 1947, la Comisión
Nacional del Maíz, y poco después la Comisión para el Incremento y Distribución
de Semillas Mejoradas. Además, se había creado en 1943, la empresa Guanos y
Fertilizantes de México para industrializar el guano que depositaban las aves
marinas en las islas del Pacífico. Hacia finales de la década, Guanomex estaba
elaborando 9000 toneladas de fertilizantes químicos con materiales importados,
y existían varias plantas privadas de pequeña dimensión. Respecto a la
mecanización propiamente de las actividades agrícolas, fue importante el
incremento en el número de tractores a lo largo de la década del cuarenta, pese
a lo cual todavía a mediados de los años cuarenta seguían siendo escasos. Su
adquisición recibió un fuerte apoyo por parte del gobierno federal mediante el
crédito a los agricultores. Buscando integrar los diferentes elementos que
forman el paquete tecnológico, además del riego, pero teniendo a éste como
elemento principal, la Comisión Nacional de Irrigación fue designada, a partir
de 1942, para coordinar esta función. Una de las actividades consistía en
levantar cartas agrológicas para conocer las características de los suelos de
todo el país, lo que conjuntamente con los experimentos de fertilización, tenía
como finalidad encontrar las dosis de fertilización más adecuadas para el tipo de
suelo y cultivo.
Es
obvio, que dados los elementos del paquete tecnológico solo era factible de
implementación por los agricultores privados capitalistas que monopolizaban los
mejores suelos y el riego, cuya aplicación produjo elevados de rendimientos de
los cultivos, principalmente de maíz y trigo, proceso tecno-productivo que poco
después se conoció como “revolución verde”, ya que se trató de un verdadero
cambio cualitativo respeto a las condiciones de la agricultura que le
antecedieron.
Moguel,
Robles y Rubio (1988) escriben que durante la década del cincuenta el riego
siguió siendo uno de los elementos fundamentales del paquete tecnológico
iniciado en la década que le antecedió. Las grandes obras hidráulicas
constituyeron el principal rubro de inversión estatal en la agricultura lo que
permitió que la superficie de suelos irrigados aumentara en forma considerable.
En 1950, existían 2 431 941 hectáreas de riego, de las cuales sólo se
cultivaban 824 332. En 1960, la superficie de riego que realmente se sembraba
aumentó a 2 338 601 hectáreas, lo que representó un 21.6% de la superficie
total de labor. Fue en esta década cuando se registró una mayor expansión de la
superficie irrigada, destacando por su importancia la región noroeste del país
y el Estado de Tamaulipas, lugares donde los distritos de riego abarcaban un
90% de las tierras de labor. En el período analizado (1950-1970), la inmensa
mayoría de los campesinos, dedicados en lo fundamental a la agricultura de
temporal, quedaron excluidos del proceso de modernización que implicaba amplias
y multiplicadas inversiones que, cada vez se hacían más necesarias y
voluminosas conforme se empezaba a aplicar el “paquete tecnológico”. Aquel
adoptaba las semillas mejoradas quedaba prácticamente comprometido con el uso
del riego, de fertilizantes químicos y pesticidas, así como operaciones de
siembra o de cosecha que requerían ciertos grados de mecanización. Como no eran
éstas, las condiciones prevalecientes en la agricultura campesina, ésta quedó
rezagada de los emporios capitalistas que, con el apoyo del Estado, dieron
nuevos y definitivos saltos en sus niveles de capitalización. La mecanización
de las labores agrícolas continuó en el período estudiado, pero a un ritmo
mayor que la década del cuarenta, de tal
forma que ya al iniciarse la década del cincuenta, la agricultura mexicana
contaba ya disponía de 39 000 tractores para la mecanización de las prácticas
de labranza, además, el uso de semillas mejoradas, fertilizantes y demás
insumos, principalmente en las tierras de agricultura capitalista de riego,
elementos que integraban el “paquete tecnológico”. Respecto a los cultivos,
seis fueron los principales en la década de los cincuenta: el maíz, el frijol,
la caña de azúcar, el trigo, el algodón y el café ocuparon el 76.9% de la
superficie cosechada nacional en 1950, aumentando al 79% diez años después.
Olmedo
(1993) afirma que en 1943 inició formalmente la penetración del modelo de
Estados Unidos en el sector rural mexicano, como resultado de un acuerdo entre
la Fundación Rockefeller y el gobierno de Manuel Ávila Camacho, en el que las
se establecieron las bases institucionales “para exportar la revolución
agrícola de los Estados Unidos a México, con lo que comienza propiamente lo que
se conoció posteriormente como “revolución verde”. La llamada “revolución
verde” ha creado una mayor dependencia alimentaria de los países
subdesarrollados, pues para este nuevo tipo de agricultura se necesita un
conocimiento y una tecnología controlados por los países más avanzados y por
las empresas trasnacionales: semillas mejoradas, fertilizantes químicos,
maquinaria, etc. Asimismo, marcó un cambio radical hacia una nueva división
internacional del trabajo en el campo agroalimentario y agroindustrial en los
años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Según muchos estudiosos, ha
resultado un rotundo fracaso, ya que se trataba de aumentar la productividad
agrícola a un costo muy alto por el uso intensivo de maquinaria, fertilizantes,
pesticidas y otros insumos energéticos, escasos y de alto costo; por la
destrucción del medio ambiente y por la persistencia del hambre a pesar de los
grandes excedentes de alimentos y productos agrícolas, producidos y controlados
por los países industrializados. Se trata de una agricultura en la que los únicos
beneficiados de esa modernización han sido las empresas trasnacionales,
productoras de insumos para la agricultura, comercializadoras de granos y otras
materias primas agrícolas, productores de alimentos industrializados dirigidos
básicamente a las zonas urbanas y a las capas de la población de más altos
recursos. El resultado ha sido una agricultura con un papel subordinado al
desarrollo industrial y al sector terciario (comercio) de la economía, y
aportador de recursos al proceso de industrialización del país.
Wikipedia,
concibe la “revolución verde” como un paquete tecnológico que, consistió en
la siembra de
variedades de trigo, maíz y arroz, principalmente, más resistentes a los climas extremos y a las plagas, capaces
de alcanzar altos rendimientos por medio del uso de fertilizantes, plaguicidas, y riego.
El
término "revolución verde" fue utilizado por primera vez en 1968 por
el ex director de USAID, William Gaud, quien destacó la difusión de las
nuevas tecnologías y a diferencia de las revoluciones socio-políticas, se trató
de una “revolución verde”.
Así pues, la esencia de la primera “revolución verde” la sintetiza Keith Griffin, citado por Hewitt (1985): se trató “desde un punto de vista técnico en gran parte de una revolución biológica y química; pero desde un punto de vista socio-económico, es en gran parte una revolución comercial”.
La naturaleza de la primera "revolución verde" se muestra en la imagen que a continuación se presenta.
Así pues, la esencia de la primera “revolución verde” la sintetiza Keith Griffin, citado por Hewitt (1985): se trató “desde un punto de vista técnico en gran parte de una revolución biológica y química; pero desde un punto de vista socio-económico, es en gran parte una revolución comercial”.
La naturaleza de la primera "revolución verde" se muestra en la imagen que a continuación se presenta.
En la imagen anterior, se evidencia la esencia de la primera "revolución verde" consistió el manejo de monocultivos mejorados de alto rendimiento, como consecuencia de la aplicación de un paquete tecnológico basado en la mecanización, aplicación de fertilizantes químicos, uso indiscriminado de fungicidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) y riego.
La revolución verde benefició en su mayoría a las grandes cultivadoras, que contaban con los recursos y tenían la necesidad de adquirir las nuevas tecnologías, contrario a lo que ocurría con la pequeña propiedad y tierras de propiedad social (comunales y ejidales), en las se basaba la agricultura campesina de subsistencia.
La revolución verde benefició en su mayoría a las grandes cultivadoras, que contaban con los recursos y tenían la necesidad de adquirir las nuevas tecnologías, contrario a lo que ocurría con la pequeña propiedad y tierras de propiedad social (comunales y ejidales), en las se basaba la agricultura campesina de subsistencia.
La
revolución verde trajo como consecuencia, una mejora en gran parte de la
producción en relación al abastecimiento de alimentos, el uso de variedades
mejoradas principalmente de especies de cereales como arroz, trigo y maíz, así
como de otros granos, que se cultivaron preferentemente como una sola especie
mejorada (monocultivo), a base de la aplicación de grandes cantidades de agua,
fertilizantes y plaguicidas que aseguraron la producción en masa. Con los
cambios logrados en este periodo, cambio el modo tradicional que existía en la
agricultura, también hubo cambios en la tecnología agrícola así como nuevos
procedimientos, así fue como la producción de los cultivos se incrementó al
doble e incluso llegó a ser cinco veces superior, que con las técnicas y
variedades tradicionales de cultivo y así mismo después se extendió a otros
cultivos y varios países.
En
México la producción de trigo pasó de un rendimiento de 750 kg por hectárea en
1950, a 3200 kg en la misma superficie en 1970. Entre los años 1940 a 1984
la producción de grano mundial aumentó en un 250%. En conclusión, los
resultados en cuanto a aumento de la productividad fueron espectaculares.
Las ventajas de la primera "revolución verde" se presentan en la imgen que se muestra en seguida.
Las ventajas de la primera "revolución verde" se presentan en la imgen que se muestra en seguida.
Imagen 2. Beneficios de la primera "revolución verde"
Con las ventajas observadas en la imagen arriba observada, la primera "revolución verde" solucionó problemas de hambre en el mundo y en México, como consecuencia de una mayor productividad de los cultivos, que hizo posible producir una mayor cantidad de alimentos.
En la actualidad, el panorama general de la agricultura industrial se apoya en cuatro grandes pilares: la maquinaria agrícola moderna y de transporte de alimentos, los agroquímicos, la biotecnología y los sistemas de riego. De los cuatro, los dos primeros están relacionados directamente con la producción de petróleo. Así pues, de la misma manera que la agricultura industrial ha sido un factor importante para la transición demográfica, la ausencia de ésta al agotarse el petróleo puede suponer futuras hambrunas, crisis alimentarias y un aumento drástico en la mortandad a nivel mundial.
González
(2010) escribe que desde el comienzo de la revolución industrial la técnica y
la ciencia han proporcionado a la agricultura métodos y técnicas de cultivo que
aumentaban la productividad de la tierra, pero será hasta 1944 cuando este
proceso adquiere dimensiones de revolución. Norman Borlaug, es considerado por
algunos como el padre de la agricultura moderna. En 1944 trabajó en México como
fitopatólogo, en 1945 se trasladó a Sonora donde estudio trigos y royas y
practicas agronómicas, fue uno de los creadores del programa cooperativo entre
la Secretaría de Agricultura Mexicana y la Fundación Rockefeller. Logró una
enorme trascendencia al desarrollar variedades enanas de trigo, de alto
rendimiento, amplia adaptación, resistentes a enfermedades y con alta calidad
industrial sembradas por primera vez en 1963. Con estas variedades, México
incrementó notablemente su producción y en poco tiempo fue adoptado por países
como India, Pakistán, Turquía, Túnez, España, Argentina, China que se
beneficiaron de tecnología desarrollada en México. El avances de estas
tecnologías han provocado graves desequilibrios ambientales y ha favorecida a
la agricultura del tipo industrial, altamente concentrada, con una base en el
petróleo, que ha expulsado a millones de campesinos fuera de sus tierras.
El
autor citado explica que la esencia de las “revoluciones verdes”, la primera
basada en variedades mejoradas de alto rendimiento con la cruza genética
tradicional y la segunda basada en la obtención de variedades genéticamente
modificadas (transgénicos) de alto rendimiento, son: el aumento del rendimiento
por superficie, es decir conseguir mayor producción por cada hectárea
cultivada. La mejora genética de las variedades de los cultivos mediante las
semillas VAR, la mejora del rendimiento de los suelos a través de los
fertilizantes y los riegos, el control de plagas de insectos y enfermedades de
las plantas con todos sus insumos. En teoría la idea es buena, pero al ponerla
en práctica se descubren sus deficiencias. Las semillas VAR son semillas
modificadas genéticamente para dar un rendimiento mayor. Sin embargo para que
se de ese máximo rendimiento necesitan unos determinados insumos, abonos
especiales (químicos), agua y pesticidas, además es necesario eliminar las
malas hierbas (herbicidas) que compiten por la tierra, combatir la plagas
viejas y nuevas y asegurar el regadío. Frecuentemente, si faltan algunos de los
insumos, la cosecha cae por debajo del rendimiento habitual. Esto implica que
la producción agrícola necesita grandes capitales.
Es
evidente, pues, que las consecuencias socio-económicas de la primera “revolución verde”
fue el fortalecimiento de una agricultura empresarial-comercial privada que
detentaba las mejores tierras de riego y beneficiaria de la contrarreforma
agraria que la favoreció desde los años 40 del siglo pasado, en detrimento de
la agricultura campesina de subsistencia que practicaba la mayoría de la población
rural que se debatía en la pobreza.
En
lo que respecta al impacto ambiental de la “revolución verde” es –porque
todavía sus consecuencias siguen vigentes en la agricultura empresarial
comercial- la degradación física del recurso suelo por la mecanización, así
como su contaminación por el uso indiscriminado de fertilizantes químicos y
pesticidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) que contaminan el suelo
y lo degradan biológicamente con la aplicación de venenos a los cultivos y al
suelo.
Consecuencias negativas de las revoluciones
verdes
González
(2010) afirma que la agricultura basada en los monocultivos creó un vacío
ecológico que los insectos y las enfermedades se dedicaron a explotar, esa
uniformidad ha conducido a algunas de las mayores catástrofes agrarias de la
humanidad. Hoy solo se cultivan prácticamente 4 variedades de patatas, el 97%
de las variedades de verduras que se cultivaban a principios del siglo XX se ha
extinguido. La uniformidad genética conduce a una mayor vulnerabilidad ante los
insectos y las enfermedades atrapando a los agricultores a un círculo vicioso
de insecticidas, mientras más usaban, más tenía que usar. No cabe duda de que
la revolución verde desempeño una función decisiva en esos momento, sin
embargo, este fenómeno ha sido objeto de un mayor análisis ya que condujo a la
utilización insostenible de sustancias agroquímicas y a la aplicación de altos
niveles de insumos, desplazando las variedades tradicionales o nativas, lo cual
dio lugar a la pérdida de biodiversidad y dando entrada a la agricultura
industrial que ha sido fuertemente criticada desde diversos puntos de vista que
van desde lo ecológico a lo económico, pasando por lo cultural e incluso lo
nutricional. La gran cantidad de energía que hay que empelar en este tipo de
agricultura para mover tractores y máquinas agrícolas necesita combustible;
para construir presas, canales y sistemas de irrigación hay que gastar en
energía; para fabricar fertilizantes y pesticidas se emplea petróleo; para
transportar y comerciar por todo el mundo los productos agrícolas se consumen
combustibles fósiles. Se suele decir que la agricultura moderna es un
gigantesco sistema de conversión de energía, petróleo fundamentalmente, en
alimentos.
El
mismo autor continúa: el sistema agrícola industrial está fundamentado en la
química inorgánica, altamente soluble e ignora los aspectos orgánicos y los
fenómenos vitales para la armonía de la vida en el suelo, cuya estructura los
fertilizantes llevan aceleradamente al colapso. Según el paradigma domínate, la
diversidad atenta contra la productividad, que crea la necesidad imperiosa de
uniformidad y monocultivos. Esto ha generado la paradójica situación en la cual
el mejoramiento de las plantas termina provocando la destrucción de la diversidad
biológica que se emplea como materia prima. Además, los sistemas agrícolas de
la revolución verde requieren una abundante irrigación, lo que ejerce una
presión enorme en los recursos hídricos del mundo sin contar la contaminación
producida por verter químicos en el agua. A mediados de la década de los 90’s
con la apreciación de la ingeniería genética la revolución verde se convirtió
en la revolución de los genes, modificando las semillas para ser resistentes a
los herbicidas siendo las empresas que te comercializan el herbecida ahora te
venden las semillas. La revolución verde abrió paso a la patente de semillas
modificadas y no modificadas dando el poder a las transnacionales de poseer, de
dominar una especie de la tierra dando lugar a: “Quien controla las semillas,
controla la comida”. Tan sólo 10 empresas controlan el 95% del mercado mundial
de semillas comerciales. Tiene un valor de $30,000 millones de dólares y hace
tan solo 30 años había 7,000 compañías de estas. Es un mercado dominado por las
trasnacionales: Syngenta, Bayer, DuPont, Monsanto, Dow AgroSciences, Cuprquim,
FMC, Cyanamid, Makhteshim Agan, Sumitomo y el grupo mexicano Agricultura
Nacional. Los agricultores necesitan tener dinero y acceso a recursos como la
tierra y el agua, los que no tienen estos recursos quedaron excluidos de la
revolución verde y muchos se hicieron todavía más pobres. Sin embargo, para la
mayoría de los campesinos romper con la dependencia de los herbicidas y
fertilizantes es prácticamente imposible, pues, dicen, resulta inviable
trabajar la tierra sin ellos todo a causa de la desinformación que han dejado
las transnacionales que tienen a un ejército de investigadores trabajando por
sus intereses de mayores ganancias.
Imagen 3. Desventajas de la primera "revolución verde"
Las consecuencias negativas en el ambiente de la primera "revolución verde" se aprecian en la anterior imagen y destacan la degradación física del suelo (erosión y compactación), excesiva quema de combustibles fósiles, agotamiento de las aguas superficiales y subterráneas por la gran cantidad de agua de riego y contaminación del suelo y los cultivos por la aplicación desmedida de agroquímicos (fertilizantes y pesticidas).
Wikipedia
afirma que, dadas las consecuencias negativas de la primera "revolución verde", ante
las críticas de grupos ambientalistas, Borlaug respondió: "algunos
de los grupos de presión ambiental de las naciones occidentales son la sal de la tierra,
pero muchos de ellos son elitistas.
Nunca han experimentado la sensación física de hambre.
Ellos hacen su trabajo de cabildeo desde cómodas suites de oficina en Washington o Bruselas.
Si vivieran sólo un mes en medio de la miseria del mundo en desarrollo, como he
hecho por cincuenta años, estarían clamando por tractores y fertilizantes y
canales de riego y se indignarían que elitistas de moda desde sus casas les
estén tratando de negar estas cosas" y luego dijo: “consideró la creación
de transgénicos como una extensión natural de su
propio trabajo en la revolución verde que debe ser continuada, y que la
oposición a los transgénicos viene del mismo tipo de activismo ambiental
-anti-científico desde su punto de vista- que cuestiona los logros de la
revolución verde”, argumentos que siguen utilizando los defensores de la
agricultura comercial-empresarial, a pesar de la catástrofe ambiental y
socio-económica que ha provocado.
Finalmente, respecto a la segunda "revolución verde" la de los genes (trasngénicos), las ventajas y desventajas se presentan en la imagen que se muestra en seguida.
Imagen 4. Beneficios y perjuicios de la "revolución transgénica"
Conclusiones
La esencia de toda revolución es un cambio cualitativo radical y en el caso de las “revoluciones verdes”, se trató de revoluciones biológicas y químicas y desde un punto de vista socio-económico, es en gran parte una revolución capitalista empresarial-comercial basada en monocultivos.
Como todo proceso natural y artificial, las "revoluciones verdes" son contradictorias: por un lado aumentan la productividad de los organismos vivos para resolver problemas del hambre y, por el otro, generan inconveniencias ambientales, tales como degradación y contaminación del ambiente, así como una polarización entre la agricultura campesina de subsistencia, de la que depende la población rural y una agricultura empresaria-comercial de corte capitalista beneficiaria de las "revoluciones verdes".
La esencia de toda revolución es un cambio cualitativo radical y en el caso de las “revoluciones verdes”, se trató de revoluciones biológicas y químicas y desde un punto de vista socio-económico, es en gran parte una revolución capitalista empresarial-comercial basada en monocultivos.
Como todo proceso natural y artificial, las "revoluciones verdes" son contradictorias: por un lado aumentan la productividad de los organismos vivos para resolver problemas del hambre y, por el otro, generan inconveniencias ambientales, tales como degradación y contaminación del ambiente, así como una polarización entre la agricultura campesina de subsistencia, de la que depende la población rural y una agricultura empresaria-comercial de corte capitalista beneficiaria de las "revoluciones verdes".
Las
consecuencias socio-económicas de la “revolución verde” fue el fortalecimiento
de una agricultura empresarial-comercial privada que detentaba las mejores
tierras de riego y beneficiaria de la contrarreforma agraria que la favoreció
desde los años 40 del siglo pasado, en detrimento de la agricultura campesina
de subsistencia que practicaba la mayoría de la población rural que se debatía
en la pobreza.
El
impacto ambiental de la “revolución verde” es –porque todavía sus consecuencias
siguen vigentes en la agricultura empresarial comercial- la degradación física
del recurso suelo por la mecanización, así como su contaminación por el uso
indiscriminado de fertilizantes químicos y pesticidas (insecticidas,
herbicidas, fungicidas, etc.) que contaminan el suelo y lo degradan
biológicamente con la aplicación de venenos a los cultivos y al suelo.
Las
revoluciones tecnológicas capitalistas en general y las revoluciones verdes en
particular, son incompatibles con el manejo sustentable de los recursos
ambientales en general y del suelo y el agua en particular, porque, lo que lo
mueve es la ganancia –rentabilidad-, aunque los recursos naturales se agoten y
la salud de la gente se deteriore y/o muera. En este sentido, la
sustentabilidad ambiental sólo es posible con el derribo político-económico del
capitalismo y con un nuevo Estado implementar desde “arriba” (gobierno) políticas
ambientales sustentables y con el apoyo desde “abajo” (sociedad) llevarlas a la
práctica.
Referencias bibliográficas
De
la Peña Sergio y Morales Ibarra Marcel. 1989. Historia de la cuestión agraria
mexicana. Tomo 6.
El Agrarismo y la industrialización de México: 1940-1950.
Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en
México. México, D.F.
Hewitt
Cynthya. 1985. La modernización de la agricultura mexicana: 1940-1970. Siglo
XXI Editores, S.A. de C.V. México, D.F.
Moguel
Julio, Robles Rosario y Rubio Blanca. 1988. Historia de la cuestión agraria
mexicana. Tomo 7. La época de oro y el principio de la crisis de la agricultura
mexicana: 1950-1970. Siglo XXI Editores, S.A. de C.V. Centro de Estudios
Históricos del Agrarismo en México. México, D.F.
Olmedo
Carranza Bernardo. 1993. Crisis en el campo mexicano. Cuadernos de economía.
Instituto de Investigaciones Económicas. UNAM. México, D.F.
https://es.wikipedia.org/wiki/Revolucion_verde
Gerardo González
Garibay González Gerardo, el 20 de Julio del 2010. https://www.permacultura.org.mx/es/reporte/revolucion-verde/
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